Anton 4
Descubriendo un nuevo mundo
Si la casa por fuera era impresionante por dentro lo era aún más. Yo seguía a Luly, viendo todo aquel mármol, maderas nobles, muebles impresionantes, y lo que se veía a la legua que eran obras de arte, cuadros, estatuas y todas con juegos de luz que las daban un toque de misterio. Luly me indicó donde estaba el ascensor, pero me indicó que subiriamos por las escaleras para que me supiera andar por la casa.
Cuando llegamos, a la planta superior, me dijo que la zona de la derecha eran de Don Eduardo, y de su esposa, que solo tendría acceso allí cuando se me reclamará, el resto de la mansión lo podría recorrer a mi antojo, y que me llevaría días no perderme. En aquel pasillo divise a un hombre trajeado y a una mujer vestida de enfermera. Luly me dijo que había enfermera las 24 horas del día, y que el médico acudía de continuo por el estado de salud de doña Inma.
Yo, sinceramente, escuchaba, pero estaba avergonzada, de que esta mujer, había presenciado la sesión de sexo que Eduardo y yo habíamos tenido. Pensaba que aquello me venía muy grande, y aunque me encontraba en una nube, creía que no podía ser real.
Al final del pasillo por el que habíamos entrado, y después de pasar por infinidad de puertas, Luly abrió una y me dijo que entrara... Esta es tu habitación, aquí tienes todo lo necesario para asearte y vestirte, de momento, ves al baño, desnudate, y espera, yo la pregunté por mi maleta, en la que tenía algo de ropa para cambiarme, y me contestó que no me hacía falta, que allí había todo lo necesario. Hay, es cuando repare en el tamaño de aquella habitación, era mucho más grande que mi casa, con una cama enorme, con dosel, escritorio, tocador, sofás, y 3 puertas, una imaginaba que daba al baño, pero las otras me dio apuro preguntar que eran. Luly, adivino mis pensamientos y me indico que las abriera, una daba a un pasillo, y me dijo que comunicaba con un salón donde debería de ir cada vez que se me indicará, la otra puerta misteriosa resultó ser un vestidor, pero no uno cualquiera, allí ante mis ojos, había las ropas de mujer más bonitas que yo había visto nunca, en la izquierda, había montones de zapatos de todas clases y colores, al fondo 2 espejos enormes, donde vi, mi imagen reflejada y caí en la cuenta del aspecto tan descuidado que tenía.
Una voz, me habló, y al volverme, vi al hombre que nos había recibido a Anton y a mi, a su lado había una mujer, de mediana edad, que era quien Ma había hablado.
Hola Joana, soy la Sra Díaz, y este señor es Don Germán, mi marido. Yo soy la ama de llaves de Don Eduardo, y Germán su hombre de confianza, en esta casa no pasa nada sin que nosotros lo supervisemos, tu a partir de hoy y de una manera "especial" estás bajo nuestro servicio. Te vamos a instruir, sobre tus obligaciones, y espero que lo entiendas rápidamente. Por el momento ves al baño y esperame allí.
Lo que dijo, fue con un tono tan autoritario, que en 3 segundos, me introduje en el baño, y me quedé allí plantada, temblando, no sabía a qué atenerme, pero iba a obedecer. Escuche a la Sra Díaz, decirle a Luly, que llevara al baño lo que la había pedido, y decirle a su marido que Rosa ya podía venir. Después de eso entró en el baño, y me ordenó desnudarme, yo tenía mucha vergüenza, pero en la manera que me lo dijo, lo hice con rapidez. Y allí estaba, de pies, desnuda, sucia, despeinada, e intentando tapar, mi cosita, delante de una desconocida. De repente se abrió la puerta, y apareció la mujer que había visto vestida de enfermera.
Joana, soy Rosa, la principal cuidadora de doña Inma. Desde este momento voy a supervisar, tu cambio. Tranquila, no va a ser nada traumàtic o no doloroso, voy a extraer de ti, y que aflore la mujer que llevas dentro, y veo que hay muy buena base. Eres menuda, bien proporcionada, apenas te aprecio vello, cintura estrecha, y un buen culo, te he observado caminar, y tus ademanes hay que pulirlos un poco, caminas como una maricona loca, y quiero que lo hagas como una señora. Imagino que lo lograremos en poco tiempo. Por el momento entra en la bañera, Sra Díaz, por favor, vaya usted depilando a Joana, y yo voy a por su medicación, que en el baño haya sales aromáticas, y cortele un poco las puntas del cabello, la peinaremos de una manera mucho más femenina.
Dicho esto, salió del baño, y la Sra Díaz, con su mirada, me dijo lo que tenía que hacer, vino hacia mi, con un aparato, y lo pasaba por mi cuerpo, donde veía un pelillo. Cuando acabó, abrió los grifos, vertió diferentes productos y me hizo tumbarme en la bañera, yo estaba en la gloria, ella me pasaba unas esponjas suaves por mi cuerpo, por todo el, puso mucho énfasis en mi ano, y al principio me resultó incómodo, luego me fue excitando, lo frotaba, una y otra vez, y yo notaba que a veces no era la esponja, sino sus dedos, los que rozaban mi abujerito. Debido a ello, mi cosita y aún a pesar de estar en remojo, cogió algo de tamaño, y eso que me habían follado 2 veces hoy, y la última no hacía más de una hora. La Sra Díaz, la cogió y me dijo que normal que fuera lo que era, que eso no valía para nada. Cuando yo ya estaba llegando a ese momento de clímax, me ordeno salir de la bañera, me abrazo con toallas, y siguió acariandome de una manera constante pero distraída, como sin querer, pero a conciencia. Yo veía algo diferente en esa mujer, a la cual no se podía adivinar la edad, sin ningún color en la cara, sin ninguna joya, vestida con una camisa negra y un pantalón igual. Después de secarme, me dio una crema corporal por todo el cuerpo, olía a flores, era densa, y percibí, que sus dedos escurrian por mis nalgas, y sus dedos pugnaban por entrar en mi coño trasero, yo se lo facilitaba y antes de lo que lo logrará, la puerta del baño se abrió, y entró Rosa. La miró severamente y la dijo que no era el momento. Yo no entendía que pasaba, pero me encontraba cachonda perdida, me dejaban escalar pero no conquistar la cima, y eso era un martirio.
La enfermera llevaba un pequeño maletin, y la vi abrirlo, de el extrajo dos jeringuillas con líquido en su interior.
Joana, estas dosis, son una progesterona y la otra hormonas femeninas mucho más potentes y rápidas. Vamos a comenzar tu feminizacion, si acaso te arrepintieras este es el momento. Aún así, si después, de un tiempo decidieras parar también, no habría problema, los efectos se disiparian en poco tiempo. Si seguimos adelante, te aseguro, que tus facciones se suavizaran aún más, y que tendrás unos bonitos pecho en menos de 2 meses. Tu decides.
Supongo, que eso es lo que llevaba esperando toda mi vida, porque solo la pregunté, que donde me inyectaba, no dude, y vi a las dos mujeres sonreir por primera vez. A continuación, salimos del baño, yo completamente desnuda, y allí estaban Germán y Luly, me llevaron hacia el tocador, y allí, diversos pares de mano, me peinaban, maquillaban, me hacían levantarme, volverme a sentar, me vestían con algo y me lo volvían a quitar. Como por arte de magia, vi dos pechos en mi busto, eran dos prótesis, que se pegaban a mi piel y que eran casi reales. Me hicieron levantar otra vez, y vi que ya tenía puesto un ligero de color pastel, con medias a juego, y un tanga minúsculo del mismo tono, Luly me calzo unos zapatos con tacon de aguja, de color rosa palo, y altísimos, alguien introdujo, un vestido, de lycra, de un color ocre, por mi cabeza, se ajustaba como un guante, era muy corto, se veía el ligu, ero claramente, la espalda quedaba al aire y el escote eta pronunciadismo, se percibían mis dos pechos falsos casi hasta la aureola, al verme en el espejo no me reconocía, era imposible que ese reflejo fuera yo. Era una mujer, y esa mujer era yo. No quería llorar, estropearia, aquello que habían fabricado, temblaba, no sabía si podría caminar con aquellos tacones tan finos y altos, mis manos tenían unas uñas rojas que nunca hubiera imaginado, no notaba que en mi entrepierna hubiera nada, no se como lo habían disimulado, estaba en una nube.
Joana, me dijo la Sra Díaz, ahora bajaras a cenar con Don Eduardo, no hables si el no te da permiso, no te sientes si el no te lo indica, no respires si el no te autoriza. Haz caso a todo lo que te insinuen, y serás la más feliz del mundo, llevale la contraria, y tu mundo será un infierno. Es un consejo, se te ve joven e inexperta, pero con muchas posibilidades, Anton le contó a Don Eduardo, que eras una joya por pulir. En tu lugar ha habido otras, unas viven hoy como reinas, y de otras no se supo más. Ahora baja y cumple.
Luly, me acompaño hasta el ascensor, era imposible bajar aquellas escaleras con esos tacones, una vez abajo, Germán me esperaba para decirme donde debía ir hacia el Salón. Una vez que lo encontre, allí estaba Eduardo, vestido de una manera informal. Me miró y con el dedo me dijo que me diera la vuelta...
Estas preciosa, mucho mejor de lo que me esperaba. Lo han echo genial contigo. Ven, vamos a cenar y a conocernos mejor.
Yo le segui, hasta una mesa enorme, en la que había platos de todas clases, el se situó detrás de mí, me invito a sentarme y empujó la silla, me dio un beso en el cuello, y un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Joana, ya te han dicho y yo también, que es lo que espero de ti, vas a ser una más en esta casa, vas a cumplir tu sueño de ser mujer las 24 horas del día, y solo te voy a exigir, sumisión y compromiso, que lo que se te ordene lo hagas al instante y sin un atisbo de duda. Esa duda yo la percibiría al momento y no sería agradable para ti. Me estás entendiendo?
Asentí con la cabeza, y el sonrió. Cena me dijo, estarás hambrienta, así lo hice, comi un poco de cada uno de aquellos platos, bebí el vino que el me servía, y procuraba no mirarle, mis movimientos eran muy femeninos, y me preguntaba que ocurriría después de la cena.
El me observaba, y le vi comer muy poco. De repente se levantó y le vi hablar por un interfono, a quien fuera le estaba dando órdenes muy tajantes. Se encaminó fuera del salón, y con la mirada me dijo que le siguiera. Llegamos a otra estancia, con sofás, y un gran televisor, parecía una pantalla de cine. Allí estában la Sra Díaz, Rosa y Germán, pero Germán estaba desnudo. Su polla estaba a media ereccion y el tamaño era considerable. Eduardo, encendió un puro grandisimo, se sento en un sofà, y nos miró a los cuatro. El tiempo pareció detenerse, yo mira
ba al suelo, aquello no me lo esperaba, ellos ya lo habían vivido me suponía, pero para mí era algo completamente nuevo y me daba algo de miedo.
Joana, Germán te va a follar, me gusta disfrutar mirando, y observando, todo lo que se te diga en esta sala lo obedeceras, así que comienza el espectáculo. Un resorte salto dentro de mi, y me encamine hacia aquel hombre desnudo, que al instante me abrazo. Yo cerré los ojos, y aguze el oído, cualquier susurro podía ser una orden. Germán no comenzó de una manera delicada, sus besos eran mordiscos, sus caricias pellizcos, su lengua lavaba mi maquillaje, me empujó hacia uno de los sillones, y empezó a golpear mi cara con su polla erecta, me daba en las mejillas, en la nariz, en los ojos, yo solo le miraba a él y de soslayo, veía a las dos mujeres quietas en el mismo sitio, sin hacer un solo gesto. Eduardo, aspiraba de su puro y sonreía. Germán se apiado de mí, y dejó de golpearme con su polla. La introdujo en mi boca, y me dijo ya sabes lo que tienes que hacer. Mi tercera polla desconocida del día, era increíble. La engulli, me propuse hacerlo bien, la apretaba bien con mis labios, la pasaba la lengua de arriba a abajo, jugaba con su capullo oscuro y gordo, apretaba sus testículos, la introducía hasta que hacia tope con mi garganta, la llenaba de saliva, la sacaba y la rebozaba por mi cara, la cual estaría echa un mapa con todo mi maquillaje corrido. A él se veía que le gustaba, agarraba mi cabeza y me llevaba el compás, unas veces más deprisa y otras veces extremadamente lento. A lo lejos oia a Eduardo decir, muy bien, la niña sabe comerse un rabo, muy bien, Joana.
Después de tener un montón de tiempo la polla de Germán en mi boca y en mi rostro, oi una voz de mando que decía, follatela, pero bien. Casi lo agradecí, mi mandíbula dolía ya después de tanto mamar, y mi cuello estaba como agarrotado de una postura incómoda. Germán, me tumbó en el sofá, el vestido al ser tan corto lo tenía ya por la cintura, y hay me di cuenta, que me iba a follar, como Anton, sin lubricante ni nada, solo mis propias babas. Me concentre en no poner ningún gesto de dolor, aguantaría lo que fuera, Germán se puso encima de mí, subió mis piernas a sus hombros, apartó un poco el tanga, y apuntó su verga a mi coño. Al contrario de como había empezado, me la fue metiendo muy despacio, apretaba y paraba, y yo, a pesar de una ligera molestia no sentía dolor. Tal vez los dos polvos que me habían echado en el día mantenían mi ano dilatado. Cuando terminó de introducirla toda, se quedó un buen rato parado. Sudaba y en su cara había un gesto de placer. Al rato comenzó a moverse, la sacaba casi toda, y empujaba otra vez. Desde luego, sabía follar. Yo hacía rato que notaba humedad en mi pene, supongo que estaba echando mi semen inútil. Aprieta, dale, follala, rompela, era la voz de Eduardo que sonaba, yo no le miraba, solo veía a Germán, barrenando mi culo, sudando encima de mi, me di cuenta de que me escupia, su saliva corria por mi cara. Las mujeres seguían impasibles. Y hay se produjo el clímax de Germán, su polla se inflamlo mucho más en mi recto, y note sus disparos de leche en mi interior, uno detras de otro, incontables. Yo hay llegue también al orgasmo, y desde mi ano y producido por mi próstata, los espasmos se sucedían. Hay fui consciente de que estaba gimiendo, gritando, abrazando a Germán, y sintiéndome deliciosamente sucia. Tenía en ese día en mi interior el semen de tres hombres diferentes, ya no había vuelta atrás, no sólo quería ser mujer quería ser puta.
Eduardo, me habló entonces, y me dijo ven. Yo me incorpore y fui hacia el.
Prueba superada, niña, mañana será otro día.