Anton 2
Leer el prologo
Indudablemente mi vida cambió, y la de mi amante maduro también. El problema era que vivíamos en un pueblo pequeño, en el cual tener intimidad era complicado. Anton venía a casa de mis padres casi sin motivo varias veces al día, aprovechabamos cada segundo que podíamos, para sacar un beso satélite o una caricia furtiva. Teníamos que tener mil ojos, cuando yo iba a casa de mis abuelos y el llegaba por el corral. Yo le esperaba, lo más sexy que podía, y cuando el llegaba, le veía ya el bulto que le hacía su enorme polla en el pantalón. Para mí se había convertido en el mejor de los manjares, y me arrodillaba según llegaba, y mis manos liberaba al monstruo de sus ataduras, y me lo metía en la boca para devorarlo. Puedo asegurar que el rabo de Anton, media más de 20 cm, y su diámetro es superior a los 10, aún hoy, después de muchos años, he visto muy pocos penes de ese tamaño, pues yo me las apañaba, para tragarlo todo, me encantaba la sensación de ahogo, cuando su polla entraba por mi garganta y me faltaba el aire, mis ojos lloraban y tenía una sensación de desmayo. Él apretaba sus manos contra mi nuca, y empujaba con los riñones, para introducirme su lanza hasta la laringe. Yo no entendía, como podía haber estado tanto tiempo sin mamar un buen rabo, había nacido para eso, los bramidos que soltaba mi maduro amante lo delataban. La gran mayoría de las veces, el se corría así, en mi garganta, con rapidez, yo me tragaba todo su néctar, y le veía guardar su aparato, y salir por donde había entrado. Allí me quedaba yo, con mi picardias puesto, mis tacones, y un calenton impresionante, me pajeaba mi diminuta polla, y eyaculaba una cantidad ínfima de líquido casi trasparente, soñaba que eran mis flujos vaginales. En otras ocasiones, nos daba tiempo, a que me follara, yo me ponía a cuatro patas, el escupia en mi hoyito, e introducía su poyon, sin ningún tipo de de miramiento. Parecía que me rompía en dos, pero era sublime, a la tercera o cuarta estocada, una corriente eléctrica recorría todo mi cuerpo, y empujaba hacia atrás mis caderas, queriendo recibir aquel falo mucho más adentro, aunque sabía que sus grandes cojones, rebotaban ya en mi pelvis, notaba como mi amante gruñia tras de mi, y como se iba acercando al clímax, y cuando el deslechaba dentro de mi, yo me notaba en el paraíso, y más líquido vaginal salía de mi insignificante miembro.
Y llegó el verano, para mi gusto la mejor estación de el año. Con el descubrí una faceta de Anton, que no conocía. Un día se presentó en casa, como de costumbre y después de guiñarme un ojo y acariciar mi culo con mucho disimulo, empezó a hablar con mis padres, de un apartamento que tenía en la playa, y al que no iba desde la muerte de su difunta hacia 7 o 8 años ya. Se invento que el administrador de donde se encontraba la casa, le había telefoneado para decirle que a los vecinos de abajo les había salido humedades en el techo por una avería en las tuberías, y que era preciso que fuera urgentemente para repararlo. Solicitaba a mi padre que alguno de mis hermanos fuera con el para ayudarle en la reparación. Mi padre se escudo, diciéndole que ninguno de ellos podría ir porque era la época de recolección de las cerezas y precisaba de su ayuda. En cambio, le dijo que si quería podía ir yo, que para limpiar la casa si le valdría, y que en la recolección, de frutos solo ayudaba como las mujeres (es cierto, no me gustaba nada) Anton puso una cara de fingido fastidio y acepto, diciéndole a mi padre que cargaría conmigo, y que por supuesto la reparación duraría más, que al menos en 20 días no volveríamos. Por eso digo que esa faceta de mi macho no la conocía, el ya sabía cual sería la respuesta de mi padre, y forzó la situación.
A la mañana siguiente, muy temprano emprendimos la marcha hacia el mar. Debajo de mis pantalones cortos y mi camiseta casi top, llevaba unas preciosas braguitas rojas, y un sujetador a juego, había cardado mi pelo rubio, y peinado hacia atrás, y había cogido unas gafas de sol enormes, completamente femeninas, que me daban un aire a una actriz. En mi pequeña maleta llevaba el resto de mis complementos, mis pinturas, mis camisones eroticos, mis zapatos de tacon y mi escasa lencería.
Anton me seguia sorprendiendo, y me trataba con una delicadeza especial, decía que era nuestro viaje de novios y que volvería preñada. Al cabo de 2 o 3 horas de viaje, paramos en una zona de descanso, echar combustible y tomar un refresco. Yo intentaba no contonearme, y sacar a la mujer que llevo dentro, pero mi novio me decía que fuera yo misma que allí no nos conocía nadie y que no tenía que disimular, yo estaba en el séptimo cielo de no andar escondiendo lo que soy. Fui al baño, y en el espejo vi el reflejo de una jovencita de 19 años, loca por ser follada, al momento entró Anton, y me apretó contra el, comiéndome la boca como nunca, yo saboreaba su lengua y metía la mano por su bragueta, palpando a la bestia que no paraba de crecer, el bajaba sus manos por mi culo, y decía que me iba a reventar, que me la iba a meter más de 100 veces en esos días, que lo de la avería era mentira, y que quería tener a su puta para el solo en exclusiva unos días. Allí en aquel minúsculo baño, de gasolinera, el se sento en el inodoro, y me hizo que le cabalgara de espaldas, es cierto que así siempre me siento empañada, y que noto como un rabo grande como el de Anton, se me clava en el estómago, es el placer más sublime. Yo subía y bajaba, notando como aquel macho y su polla rozaban mi esfinter, y sondeaban mi coño-anal como un pozo de petróleo. Con las prisas, no habíamos echado el cerrojo al wc, y un hombre de mediana edad, entró y nos pillo en plena batalla, los ojos se le pusieron como platos, y no sabía que hacer, si irse, o quedarse para contemplarnos. Entonces, Anton, dijo.... Si quieres te la chupa, y el desconocido ni lo dudo, saco su herramienta, y se acerco a mi cara, yo estaba sorprendida, pero mi macho había dicho algo que yo tenía que hacer. Así que abrí la boca y deje que un desconocido me la follara. Yo colabore todo lo que pude, y al momento, notaba como mi novio se corría dentro de mi y el desconocido por toda mi cara, el tipo fue muy educado y antes de irse, me dio un beso en los labios, y dijo... Gracias señorita.
Yo fui a lavarme la cara, pero Anton no me dejó, salí del baño así, consumí mi refresco así, viendo la cara de cachondeo de los que allí estaban, incluido mi reciente amante, que era el único que aguantaba la compostura. Después seguimos el viaje. Ya contaré otro día como resultó.
Un beso amores.