Antiguas alumnas

Luisa, una antigua profesora de gimnasio y antigua monitora de gimnasio se encuentra tras muchos años con una de las usuarias del gimnasio y la seduce y acaba follando apasionadamente con ella

ANTIGUAS ALUMNAS

Luisa era una antigua profesora de gimnasia recién jubilada a los 60 años. Se mantenía en forma. Menuda de estatura, pelo bastante corto. Piel morena debido a su gusto por el aire libre tanto para tomar el sol como para hacer ejercicio.

El viernes salió a tomar algo. No salía mucho pero ese día le apetecía. Fue a un bar cerca de su casa.  Ponían música y se estaba cómoda. Pidió su copa en la barra y fue a sentarse a una mesa en un rincón. Le gustaba ponerse así en un rincón con la pared del fondo en la espalda para poder observar a la gente entrar.

En esas estaba cuando vió entrar a Laura, era una antigua alumna de hace bastantes años. Sabía que debía vivir no muy lejos de allí porque en los últimos años había coincidido varias veces con ella en bares, etc.

Ese día vestía una camiseta y un pantalón de lino blanco que transparentaba un tanga negro que le quedaba de lujo. Había sido su profesora de gimnasia en el instituto y poco después, ya en la universidad fue su monitora en un gimnasio. Era muy tímida. Pidió la copa y se quedó en la barra. Dejó que pasaran unos minutos. Entonces Luisa cogió su copa y caminó hasta la barra. Veía el culo de Laura y se imaginó azotándolo. Cuando llegó a su altura acarició su brazo y la dijo:

Laura te llamabas no?, ¿por qué no te sientas conmigo en mi mesa? -- dijo esto y se dio la vuelta caminando hacia su mesa.

Era como un farol para ver si la chica iba. Se sorprendió porque la chica la siguió. Cuando se sentó la preguntó:

¿Es viernes, has salido sola o estás esperando a alguien? -- preguntó Luisa

La verdad es que no, iba a haber quedado con unas amigas, pero al final decidí salir sola.

¿Hace un mes o así te ví con un chico, parecíais muy a gusto, ya no estás con él?  --- repreguntó Luisa.

Ya no estoy con él, la verdad prefiero tomarme un tiempo para mí misma. No sé, no tener una relación seria.

Bueno, eso está bien, nunca te había visto en este bar.

Tienen buena música y parece un sitio tranquilo.

Luisa la observaba, como siempre huidiza en la mirada. Tenía una duda, pero se iba a tirar otro farol para resolverla.

Deja las copas en la barra y ven conmigo a mi casa.

Laura se quedó inmóvil al comienzo. A medio bajar del taburete parecía que lo pensaba y, de repente, cogió las dos copas y fue hacia la barra. Las dejó y siguió a Luisa que esperaba en la puerta.

Durante el trayecto no hablaron. La casa de Luisa no estaba lejos. Había aprovechado un loft que había salido a la venta en una zona industrial para comprarlo y adecentarlo a su manera. No era muy grande para industria, pero sí para vivienda e incluso se podían agregar otras instalaciones que a ella le motivaban.

Por el camino le hizo una observación:

Sigues siendo muy tímida----- dijo Luisa.

Bueno, para conocer gente o hablar con gente nueva sí, tengo que reconocerlo, un poco--- respondió Laura.

Imagino que sabes que te he invitado a casa no para ver la televisión, sino para hacer cosas entre dos adultos.

Soy consciente. Nunca hice nada con una mujer, pero no sé, me he dejado llevar.

Luisa cuando llegaron al loft, le hizo entrar al montacargas. No era un ascensor al uso, sino un montacargas como en las películas. Antes de pulsar el botón la ordenó desnudarse y dejar la ropa a sus pies, ordenada y doblada. Era una prueba para ver si la chica obedecía. Laura empezó a quitarse la camiseta, luego soltó los cordones del pantalón y se los bajó. Ahí dudó, incluso estuvo a punto de volvérselos a subir, pero se los quitó y luego el tanga.

Luisa se acercó y con el dorso de la mano le acarició la cara y la dijo:

Antes cuando te mande llevar las copas obedeciste, ahora te has desnudado porque te lo he ordenado. Reaccionas bien a las órdenes, pero debes saber que ahí abajo hay un mundo que no creo que hayas conocido nunca. Las profanas en la materia lo llamáis sadomasoquismo, Los versados BDSM. Tienes dos segundos para decidir, seguir desnuda y bajar conmigo y entrar en éste mundo o vestirte, marchar, te acompañaré hasta el bar y nunca volveremos a hablar de esto.

Laura se agachó, con dedos temblorosos cogió el tanga y se lo iba a poner, pero impulsivamente, paró en sus movimientos y se lo extendió a Luisa diciéndola que lo que ella mandase.

Luisa la dio un tortazo no muy fuerte y la dijo que la orden había sido la ropa en el suelo. Bajaron y la hizo salir del montacargas. Caminó delante de ella hasta un extremo donde abrió una puerta y la hizo pasar.

Espérame aquí.

La chica vió lo que la rodeaba y era un vestuario como de gimnasio. Esperó y apareció Luisa. La hizo entrar en la ducha y abrió el grifo general. El agua estaba fría, muy fría. Estuvo unos minutos así. Luego Luisa cambió a agua templada y empezó a sentir multitud de pinchazos en todo el cuerpo por el contraste de temperatura. Luisa se acercó y cogiéndola del pelo la besó. Acaricio su espalda hasta llegar a su ano. Con un poco de gel que se había untado jugó con su agujerito. La chica suspiraba de placer. Luisa sacó lo que escondía sin que le viera la otra mujer y era un supositorio de glicerina. Con la otra mano empezó a pellizcar los pezones de Laura. Esta estaba atenta a esto cuando sintió entrar algo en su culo. Miró entre sorprendida y aterrada a Luisa, pero la mujer la tranquilizó.

Tranquila, es solo un supositorio de glicerina para que te limpies bien por dentro y no solo por fuera.

Efectivamente, el efecto empezó a sentirlos pronto. Fue hasta el wc y evacuó todo su interior y volvió a la ducha donde se jabonó y limpió del todo.

Ya estaba lista. Luisa la hizo arrodillarse y la agarró del cabello antes de atraerla a su coño donde le hizo que se lo comiera. Laura no tenía ninguna práctica y eso se notaba. Luisa se cansó pronto de los pobres intentos de la sumisa. La condujo entonces a la habitación principal de ese piso. La colocó sobre una pieza que había en el suelo. Allí le hizo introducir los pies en unos zapatos de metal que la inmovilizaron los pies tras separárselos. Luego los brazos se los colocó por encima de su cabeza y atando las dos muñecas los estiró hasta que el cuerpo quedó completamente en tensión y los pies de puntillas.

Comenzó a azotarla con la mano desnuda. Laura estaba algo asustada pero muy excitada. Cuando la piel se puso de un tono rosado, cogió un flogger y oscureció el tono rosa para por último coger un látigo largo. Entonces Laura le dijo si estaba loca, pero Luisa la tranquilizó y le dijo que probase y si no le gustaba paraba. Probó. El dolor era fuerte pero la humillación que sentía era tan grande que su coño parecía tener vida propia y estaba sumamente excitada.

La soltó y la dijo que volviera a la ducha y se duchase y adecentase. Laura obedeció. Cuando volvió Luisa no estaba y en su lugar había un plano y unas instrucciones que indicaban que debía subir al segundo piso y caminar hasta el fondo donde se encontraba el dormitorio principal.

Laura cumplió. En el montacargas estaba su ropa y encima una nota que indicaba que la cogiera y la subiera con ella. Obedeció, al llegar a la entrada del dormitorio encontró un antifaz que se hubo de poner. Con los ojos tapados y a tientas llegó hasta la cama. El colchón estaba casi en el suelo. Se hubo de poner a cuatro patas sobre el mismo. Esperó, pero no vió lo que tramaba Luisa que se había colocado un strapon que aparte de por las correas iba unido a su cuerpo por un dildo vibrador que entraba en ella. La cogió de las caderas y la penetró de un solo golpe. Comenzó a follarla, movimientos secos pero profundos. Echó lubricante en el ano preparándolo con suaves masajes con el dedo pulgar.

Le sacó el strapon del coño y resbalando hacia arriba la punta del strapon la sodomizó a la vez que volcándose sobre ella la masturbaba. Laura estaba cada vez más excitada y gimiendo más. Sabía que no iba a aguantar. Luisa lo sabía y le hizo saber que debía pedir permiso antes de correrse y Laura lo pidió y se corrió nada más ser concedido. Luego de quitarse Luisa el strapon quedaron abrazadas en la cama, besándose y acariciándose. Para una primera sesión había más que de sobra.

Este relato es imaginario, pero me encantaría escuchar vuestras opiniones. Escribir a:

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