Antes y después de Rosa I

Conocerla marcó mi vida e influyó demasiado en lo que soy actualmente.

Se llamaba Rosa y era mi profesora de Literatura en el colegio.

La conocí cuando tenía 13 años y cursaba séptimo grado en el colegio. La verdad no llamaba mucho mi atención y  yo estaba concentrada en otras cosas; lo normal de la edad (chicos, fiestas, y mis estudios).  Sentía mucha admiración por ella, puesto que era una mujer de clase, de unos 47 años en ese entonces, que sabía usar las palabras y vaya elegancia que demandaba. Además de que su vida era un total misterio en todo el colegio, nadie sabía nada acerca de ella. Era muy reservada, seria y se dirigía a nosotros sólo para aspectos académicos.  Físicamente  era de cabello corto y negro, ojos de color café claro, dedos largos, boca fina y una linda dentadura. Su estatura es 1.65 mts; sin muchas curvas que resaltar. Lo que me atrajo en sí, fue si inteligencia, su forma de entender mi gusto por la escritura, el enigma y el reto que significaba para mí.

Cuando llegué a noveno contaba con 14 años, próxima a cumplir los 15 años y como es tradición aquí, pues se realiza una fiesta para celebrar “el cambio de niña a mujer” así que no dude en invitarla,  y para ser sincera ya se me había despertado el interés, pero yo lo sentía como si fuese algo de amistad o bueno, así quise verlo en ese entonces.

Me acerqué muchísimo a ella, en ese plan de amistad y lo logré. No buscaba mucho más que eso. Además para ese entonces me hice novia de un compañero de clase, un año menor que yo, encantador, coqueto, artista, en pocas palabras el mejor novio que se podía desear. Se llamaba Juan, de cabello negro, ojos color miel y 1.75 mts de estatura. Era el don Juan del colegio, todas las jovencitas vivían enamoradas de él y por el contrario, él sólo tenía ojos para mí. Durante un paseo organizado por el colegio compartí mucho con él, como era lo normal. Sin embargo cuando se entretenía con sus amigos yo iba a hablar con mi reciente amiga Rosa, estábamos hablando cuando de repente llega él y me da un beso súper apasionado, en realidad, ni yo me lo podía creer. En ese instante ella se levantó y se fue realmente furiosa. Me sentí mal y no lo entendía. Ella sabía que él era mi novio, aunque no lo aceptaba de a mucho; sus argumentos eran que su comportamiento no era el más adecuado, además que su rendimiento académico no estaba a nivel del mío (puras excusas, lo sé). Ese día después de que salimos del centro recreacional me fui directo a su casa, necesitaba verla y que me explicara que había pasado, lo hice por impulso y resultó. Me recibió de la mejor manera, hablamos como siempre y finalmente le pregunté qué había pasado.

Sara: Necesito preguntarte algo

Rosa: Si cuéntame pequeña, ¿qué pasa?

Sara: Cuando Juan llegó y me besó de repente, te levantaste de mala manera y no volví a saber de ti, precisamente por eso vine a verte. Quisiera saber ¿por qué reaccionaste así? Sé que no te agrada en demasía pero nunca habías actuado así.

Rosa: (Su expresión facial se tensó) Pequeña arañita, no me sentía bien. Durante el día estuve un poco indispuesta y quería retirarme a casa. (Yo sabía que me mentía pero no quise indagar más)

Sara: Ammm, está bien. Espero te sientas mejor. Ya debo irme a casa, no avisé que vendría para acá y mi mamá se puede preocupar; ya sabes como es. (Puse los ojos en blanco e hice una pequeña mueca)

Rosa: Si gracias, lo estoy ahora. Tú visita me repuso. Déjame te llevo a tu casa, me preocupa que te vayas sola. (Vivía a las afueras de la ciudad, a 5 minutos en carro) Además, si tú mamá se llega a enterar que estuviste por aquí y no tuve la delicadeza de hacerlo se va a molestar.

Sara: Está bien, así puedo seguir hablando contigo un poco más.

Continuaron los meses, y yo seguí con Juan. En cuanto a mi relación con ella no volví a tener inconvenientes por molestias como la de aquel paseo. Cogí el hábito de llevarle galletas de chocolate cada vez que salía a receso y a hablar con ella los 20 minutos que duraba (así fue durante todo el tiempo que estuve allí, hasta que me gradué).

Después de casi 8 meses de relación con Juan, decidí que ya lo nuestro no iba para ninguna parte. No me sentía completa, algo me faltaba dentro. Terminamos y me odió, lo sé porque por casi un año no me dirigió la palabra. Él si me quería y yo lo lastimé, por mucho tiempo me sentí culpable por eso.

Mi relación con Rosa se hizo más estrecha después de eso, siempre que salía de clase en la tarde ella me traía hasta casa, y durante el camino hablábamos, nos reíamos, escuchábamos música. Era muy agradable pasar mi tiempo con ella.

En junio de 2013, a mis 16 años yo ya sabía que tenía un interés fuera de lo normal en mi profesora de literatura y además amiga, Rosa. En una de esas charlas decidí declararme (durante toda mi vida he actuado por impulso y no sé si sea algo bueno o malo.)

Sara: Tengo que decirte algo

Rosa: Dime pequeña

Sara: El cariño que siento por ti ha cambiado, yo no te veo como una amiga.

Rosa: Lo sé pequeña, pero aún eres una niña y puedes estar confundida. No quiero influir de una forma inadecuada en tu vida. Yo también te quiero, pero esto no está bien.

Sara: ¿Y te vas a negar a lo que sientes? (Me dio mal genio, debo admitirlo)

Hubo un lapso de silencio de 2 minutos aproximadamente

Sara: Está bien, no digas nada. No debí haberte dicho nada, soy una tonta. (Mis ojos se llenaron de lágrimas)

Rosa: Discúlpame pequeña, pero no puedo. Es una locura y puedo poner en riesgo mi trabajo y mi reputación

Me abrazaste y decidí bajarme del carro, no podía quedarme más tiempo ahí sintiendo como se me partía el corazón en pedazos

Llegué hasta mi casa y rompí en llanto, además, de que no dejaba de temblar no sé si por los nervios o de la ira que tenía.

Esa semana trascurrió muy normal, seguía visitándola en los recesos y ella a la salida me llevaba hasta casa (Estaba próxima a terminar el año escolar, en ese tiempo cursaba décimo). Su actitud y la mía eran como si nada hubiese pasado. En uno de esos viajes pasó lo que durante meses evitamos, nuestros labios se fundieron en un beso que se me hizo eterno, pues lo había soñado por meses. Sus labios eran suaves, delicados; diferentes a los que yo estaba acostumbrada a besar. Y del beso ni hablar, fue tierno, lento. Como nunca me habían besado en la vida. Quedé más enamorada de lo que estaba antes y entendí que ella había dejado a un lado sus inseguridades y se había lanzado al vacío por mí.

Al llegar las vacaciones escolares…

Mensaje de texto:

Rosa (10:00 a.m.)

Pequeña, mis primas salieron de viaje por una semana y me pidieron que cuidara su casa. Si quieres, podemos vernos allá y compartir la tarde, juntas.

Espero tu respuesta,

Besos.

Mensaje por whatsapp:

Sara (10:30 a.m.)

Está bien, pediré permiso en casa. Dime la hora y la dirección de una vez.

Te extraña,

Arañita.

Rosa(10:40 a.m.)

Pequeña, a las 3:00 p.m. en la calle 5 #1E-18. Es un condominio, toca el primer timbre.

Ansío verte,

Besos.

Sara (10:43 a.m.)

Allá estaré

Te quiero,

Arañita.

Efectivamente me dieron el permiso (mi mamá nunca me negaba salidas, puesto que, era una niña centrada y me iba muy bien en el colegio). Al llegar a la dirección que me dio estaba nerviosa pues me suponía lo que estaba a punto de pasar. Cuando llegué toqué el timbre indicado y ella salió a recibirme. Estaba muy bien vestida, como siempre y llevaba ese perfume que tanto me encantaba; light blue de Dolce & Gabbana (Puedo jurar que quedará grabado en mis fosas nasales para siempre). Al entrar me hizo pasar a la sala que quedaba al lado de la puerta y me dio un tierno beso en los labios.

Rosa: Hola pequeña, pasa y siéntate. ¿Tomas vino?

Sara: Hola, si está bien (Estaba muy nerviosa y sé que ella lo notó)

A los 5 minutos volvió con el vino tinto

Rosa: Pequeña, estás muy nerviosa. ¿Te sucede algo? Recuerda que te he dicho que no sucederá nada que tú no quieras.

Sara: Lo sé, lo que pasa es que nunca he estado con alguien así. Y claramente me pones muy nerviosa. Será por cómo me miras…

Tomé un sorbo largo de vino; lo necesitaba

Rosa: (Sonreíste pícaramente) Pequeña, te miro como una persona enamorada mira a otra. ¿No crees? Ahora volviendo al tema ¿Te gustó el vino?

Sara: Tiene un sabor diferente, sabes que no acostumbro a tomar mucho licor. Pero por ti lo hago (Mentía, no lo hacía por ella. Lo hacía para poder controlar mis nervios, que en ese instante con su cercanía y el ambiente cargado de sensualidad y pasión iban en aumento)

Comencé a sentirme mal, de verdad que me dolía la cabeza. No sé si el vino me había caído mal, sólo necesitaba recostarme en alguna parte. Ella al verme así se preocupó.

Rosa: Pequeña ¿estás indispuesta? Si lo deseas puedes acostarte en una de las camas de arriba. No te preocupes, subiré en un rato.

Sara: Está bien amor, te espero. (No había caído en cuenta hasta que vi su hermosa dentadura a través de sus finos labios; le había dicho amor por primera vez)

Rosa : Pequeña arañita, ¿me llamaste amor?

Sara: (Me sonrojé demasiado; no sabía ni que responder así que opté por sonreír y subí las escaleras)

A la media hora ya estaba yo un poco más relajada y no me dolía tanto la cabeza.

Rosa: Pequeña ¿estás despierta? (Entraste con sumo cuidado y con una ternura que derretía a cualquiera)

Sara: Si, aquí estoy. Ya me siento mucho mejor, creo que el vino me cayó pesado.

Rosa: Lo siento, fue mi culpa. Es que te vi tan nerviosa que creí que así te relajarías un poco más. Déjame acostarme contigo un rato y veremos si se te pasa por completo.

Te acostaste a mi lado y comenzaste a besarme, al principio con ternura (en la frente, la nariz, las mejillas, los brazos) hasta que llegaste a mi boca y fue allí cuando desataste esa pasión que yo no sabía que tenía dentro de mí. Te besé como si fuese la primera vez, queriendo saborear cada rincón de tu boca con mi lengua, te mordí el labio inferior y jadeaste levemente.

Te posaste sobre mí y continuaste con tu sesión de besos, cada vez más acalorados. Y ya no iban solamente hacia mi boca ni mi cara, descendían a mi cuello y así sucesivamente hasta llegar a la punta de los dedos de mis pies. La ropa comenzó a estorbarnos (de verdad que nos sofocaban)

Me sentía incómoda pues nunca había estado desnuda ante los ojos de nadie (Siempre había sido muy reservada y tímida respecto al tema de las relaciones sexuales y procuraba no usar cosas que mostraran mucho sobre mi físico) Tú lograste entenderlo, como todo lo demás en mi vida. Hasta podría decir que me leías con tan sólo mirarme (Era demasiado predecible para ti) y me trataste aún más dulce. No querías apresurar las cosas y en todo momento me preguntabas si me sentía bien o me dolía. (Si, lo confieso. Fue mi primera vez)

Después de los besos comenzaste a tocarme, primero los brazos, las piernas y finalmente te apoderaste de mis senos (Que sensación) estaban hechos para tus manos; mis pezones se endurecieron al sentir tu tacto y mi respiración se profundizó. Tus labios llegaron a mi abdomen y continuaste descendiendo. Mi entrepierna ya se encontraba caliente, y tú lo sentías (Estoy segura) pero aún no querías posarte allí, seguiste con la tortura. Me llenaste de besos las piernas pero lentamente, grababas el sabor de mi piel. En ningún momento descuidaste mis senos que en ese instante se sentían muy bien cuidados.

Finalmente llegaste allí al punto anatómico que vuelve loca a toda mujer, besaste mis labios y te concentraste en succionar débilmente mi clítoris. Lo hiciste hasta que mis gemidos altos te sacaron del trance…

Rosa: Pequeña, seguiré. ¿Estás preparada?

Sara:Con dificultad para respirar te respondí si amor, continua.

Lubricaste tu dedo corazón con mis fluidos que ya eran bastantes y empezaste a dilatar mi canal vaginal poco a poco logrando que tú dedo llegara al fondo de mí, causándome un dolor agudo que luego se fue disipando hasta causarme un placer impensable para mí en ese momento. Comenzaste el movimiento de tu dedo y me besaste los senos, no podía con tantas sensaciones nuevas y en poco tiempo me hiciste llegar al primer orgasmo de toda mi vida.

Quise tocarte pero no me atreví, así que estuvimos abrazadas en esa cama por una hora mientras dormíamos. Ya había llegado la hora de irme así que te desperté…

Sara: Amor, ya debo irme. Son casi las 8 p.m. y mi mamá debe estar preocupada. No quiero que empiece a hacer suposiciones.

Rosa: Si pequeña, es mejor que mantengamos lo nuestro en secreto, por ahora. No podemos olvidar que soy tu profesora, que soy mucho mayor que tú y además que soy mujer.

Sara: Respecto a lo de ser mi profesora, este año se acaba ese inconveniente. Sabes que me gradúo y quedas libre de esa responsabilidad. La edad no me interesa y que seas mujer tampoco. Yo me enamoré de un ser, precioso, noble, tímido, romántico y muy bueno en la cama no de un género en especial. Sácate esas ideas de la cabeza.

Rosa: Jajaja pequeña, ¿de dónde sacas tantos argumentos? ¿Te he dicho que eres una señorita muy decidida y perseverante? Siempre sorprendiéndome.

Sara: Me encantan las sorpresas, pero hacértelas. Mis argumentos son así de buenos porque es lo que siento y buscan lograr lo que deseo.

Rosa: Bueno pequeña, vístete mientras bajo a organizar y te llevo a casa.

Sara: Está bien, pero no tardes. No quiero que me interroguen en casa. Debo aprender a mentir si vamos a hacer esto más de seguido.

Rosa: Eres muy buena en todo, aprenderás rápido.

A los 10 minutos estaban en el parqueadero, abordando el carro y de camino a mi casa. Me sentía reluciente, una nueva yo había nacido esa tarde y todo gracias a ti. Comprendí que marcarías mi vida y no estaba equivocada. Lo que para algunos era un antes y después de Cristo para mí sería un antes y después de Rosa.

AGRADECIMIENTOS:

Gracias a las personas que se han tomado el tiempo de escribirme al correo. Estoy muy feliz por la acogida que me han brindado. Espero les guste este nuevo relato.

Un abrazo.