Antes de Rockear al Destino. Capítulo 2

Capítulo Especial, parte II. Siguiendo con este especial, Sebastián correrá un grave riesgo debido a que su secreto será revelado; Cristián por su parte, lidiará con comentarios de repudio por parte de Ileana.

Hola, muchas gracias a sus comentarios, opiniones y sugerencias, son muy bien recibidos; no pienso, ni quiero deformar la historia original, sólo son capítulos especiales

no haré una extención de más de cinco capítulos; espero poder o intentar llenar algunos huecos e incoherencias que "Rockeando al Destino" tuvo,

es todo, no haré un reboot ni algún tipo de remake o de re-scrip.

Saludos.

Antes de Rockear al Destino.

Capítulo Cero. Parte II

Casi muerto.

En la casa de Sebastián, las cosas se estaban poniendo algo tensas; pues su padre más ebrio de lo que ya, insultaba, humillaba y sobajaba a su esposa; Sebastián y sus hermanos, en la habitación, únicamente los escuchaban gritarse, pelear y agredirse; los tres estaban muy nerviosos, intranquilos y fastidiados de que esto se repitiera siempre que su padre llegaba ebrio a casa; aunque los hijos siempre han tenido la intención de defender a su madre a toda costa de la ira de su papá; ella les dice y recalca que nunca deben hacerlo, ni tratar de golpearlo, por qué ante todo eso que pasaba era su padre y debían de respetarle; pues la casa y todo lo que tienen es gracias a él; que debían soportar y tolerar todas esas escenas tan agresivas y traumatizantes, por el bien a futuro de heredar algo de él.

El señor golpeando la mesa, llamaba a sus hijos al comedor; ellos se aparecían, algo temerosos y tratando de contener las lágrimas.

Su padre al verlos, les decía. – Acérquense más hijos de su puta madre.

– Ellos avanzaban unos pasos, manteniendo la poca calma que tenían.

El señor, golpeaba la mesa y exclamaba. – ¡Así me gusta!, ¡pendejos, babosos, estúpidos, inútiles, buenos para nada!, ¡ahora siéntense hijos de su chingada madre!

– Su madre les hacía señas de que se calmaran y obedecieran.

Sebastián se sentaba frente a su madre y le observaba un moretón en el brazo izquierdo, otros más en el derecho y una irritación en el cuello; él no podía tolerar más y de impotencia comenzaba a llorar; su hermana agachaba la cabeza y su hermano mostraba frialdad y firmeza ante su padre.

El papá al ver a Sebastián llorar, golpeaba la mesa otra vez y gritaba. – ¡Puto tenías que ser, puto!, ¡aún no digo nada y ya estás de nena llorando!

– Sebastián se limpiaba las lágrimas tratando de ser fuerte, y murmurando decía. – Y tú eres un borracho reprimido y amargado.

– Sus hermanos y madre escuchaban, pero el padre no; ocasionando que él preguntará agresivo. – ¡¿Qué dijiste maricón?!

– Su mamá tratando de defenderlo, le decía con temor. – Te preguntó ¿qué es lo que quieres?

– A lo que su esposo muy furioso, echaba la silla hacía atrás y se paraba bruscamente exclamando. – ¡Ya, ya, ya estoy harto, muy harto de qué siempre protejas a este puto!, ¡estoy hasta la verga de que siempre consientas a este maricón!

– Sebastián al borde del colapso, le contestaba. – ¡No me digas así!

– Su padre se volteaba a mirarle; mostrando una mirada destructiva, con odio y rencor; Sebastián se cohibía y al no tolerar más la pesadez de la mirada de su papá, se levantaba de la silla y se iba a su habitación.

Tras de él su hermana que angustiada le decía. – Sebastián, Sebastián, ¡espera por favor!

– El señor se reía de una forma tan burlona que molestaba a la madre.

Ella preocupada por su hijo, intentaba irle a ver, pero era detenida bruscamente por su esposo; que se levantaba de la silla, le jalaba del brazo y decía burlándose. – Deja al pañaludo de tu hijo, el muy marica huyo, parece nena el muy puto; ojala hubiera salido a su hermano, míralo.

– Él señalaba a su otro hijo diciéndole a su mujer. – Míralo, ese sí es mi hijo, un macho, un macho como su padre.

– Su hijo lo miraba, siendo fuerte, tolerante y valiente, sin decirle nada.

Él ordenaba a ella. – A ver tu vejestorio, dame algo de comer que tengo hambre.

– A lo que ella zafándose de él, respondía golpeado. – Aún no hago nada de comer, si quieres tragar, espérate sentado.

– Él molesto le decía. – Chingas a tu pinche madre, vieja pendeja.

– La señora se molestaba y le ignoraba, yéndose a la cocina para prepararle algo de comer.

El padre miraba a su hijo, que le observaba serio; él le preguntaba. – ¡¿Qué me ves pendejo, baboso, estúpido?!

– A lo qué le respondía serio su hijo. – Nada, sólo me doy cuenta de la clase de familia que tengo.

– Él se levanta de la silla y se salía al patio.

Su padre se mofaba de sus palabras y agarraba una botella de alcohol barato que le habían obsequiado de aquel bar donde trata de escapar de su realidad; bebía directo el contenido y se reía en burla.

Por lo mientras, Sebastián era consolado por su hermana; quien abrazado le decía triste. – Veras que algún día mamá se dará cuenta del mal que hace al aguantarse todas las humillaciones que papá nos hace; algún día ella reaccionará.

– A lo que Sebas entre sollozos le decía. – Pero sí nunca lo hace, ¿qué pasará?, yo no quiero continuar viviendo lo mismo, antes me mato.

– Su hermana le tomaba del rostro diciéndole. – No digas eso tonto, no pasará nada de eso; mamá va a reaccionar.

– Ellos se volvían a abrazar.

En tanto su padre más ebrio de lo que ya estaba, violento y agresivo, le había preguntado a su esposa sí tenía dinero para comprar otra botella, al recibir una respuesta negativa, él se ponía algo desesperante y se iba a buscarle dinero en la habitación de su hija; pero vaya sorpresa que se dio, cuando al meter la mano bajo la almohada, tomaba la foto de Sebastián con Donato y eso detonaba una reacción demasiado violenta.

En lo que los hermanos estaban en la habitación; su padre agresivamente entraba exclamando. – ¡Déjame a solas con tu hermano!

– Sebastián desconcertado y su padre apretando los puños, eran observados con mucho nerviosismo por parte de ella, quién temblando decía. – No quiero dejarlo a solas contigo.

– A lo que el señor golpeando la pared gritaba. – ¡Lárgate ya mismo!

– Sebastián nervioso y asustado decía. – Salte, cualquier cosa les grito.

– Ella se salía nerviosa de la recamara, dejándolos solos.

El papá estaba muy rojo de coraje, destilaba odio por los poros, Sebas mostraba nerviosismo, temor y angustia.

Su hijo le preguntaba. – ¿Qué sucede?

– A lo que su padre molesto, le mostraba la foto que estaba arrugada, cuestionándole. – ¡¿Qué madres es esto?!

– Sebastián al ver la foto, sus ojos saltaban de expresión; empalidecía, sudaba frío, su presión arterial bajaba poco a poco.

Su padre le gritaba tan fuerte que sus venas del cuello se saltaban. – ¡Responde carajo!

– Sebastián nervioso no podía contestarle, únicamente expulsaba una lágrima y temblaba ante la ira de su padre; él hombre al no recibir respuesta alguna, apretaba su puño derecho y lo impactaba contra el rostro de su hijo.

Quien caía al otro lado de la cama mientras le gritaba. – ¡Eres un maldito engendro mal parido!

– Sebastián sin decir nada, se levantaba del piso sangrando de la boca, temblaba, estaba aturdido, trataba de huir, pero su padre lo tomaba del hombro y le golpeaba varias veces en la cara, pecho, brazos y abdomen.

Sebas lograba darle un golpe en la cara, qué hacía que se apartara un poco, pero su padre lo tomaba del cabello y lo aventaba contra la pared, para así caer al piso donde pateándole le decía con mucho odio. – ¡Te voy a matar!, ¡te voy a matar!

– Su hija escuchaba el ruido, ella alertaba a su mamá y otro hermano.

Qué él nervioso solicitaba llamar a la policía, pero la madre evitaba que lo hiciera diciéndole que si se llevaban a su padre a la cárcel, se quedarían sin nada y que las hermanas del señor, les harían la vida imposible, qué además al señor en la prisión, los policías lo maltratarían y podrían lastimarle; su hermana miraba con cierta confusión a su mamá; para luego los tres ir al auxilio de Sebastián.

Sebastián muy golpeado, se levantaba demasiado aturdido; su papá lo cacheteaba varias veces gritándole. – ¡Así me educaron a mí y así debí hacerlo contigo!, ¡sólo así te volverás hombre, sólo así lo serás y dejarás de ser una marica!

– Al llegar su esposa e hijos; ellos quedaban perplejos por la escena y ver como Sebastián era brutalmente golpeado.

Su esposa le gritaba llorando que se detuviera, que pensara en las cosas, que lo que hacía estaba mal, pues era su hijo, que debía de detenerse; sus hijos llorando trataban de separar a su papá de Sebastián.

Pero él se aferraba de él apretándole del cuello, escupiéndole diciendo. – ¡Eres una mierda mal cagada, una porquería!

– Sebastián trataba de hablar, de pegarle, pero le era imposible.

Él únicamente alcanzaba a decirle. – No más de lo que tú ya eres.

– Sebastián se desmayaba y eso ocasionaba que sus hermanos se asustaran; la madre de Sebastián quedaba parada ahí, inútil, mirando a su hijo caer al suelo como trapo; ella no hacía el más mínimo esfuerzo por salvar a su hijo.

El señor enfurecido, gritaba. – ¡Ante todo soy su padre y merezco respeto, bola de babosos, estúpidos, pendejos!

– La esposa molesta, le decía. – ¡Mataste a tu hijo!

– A lo que él respondía. – Es lo menos que se merece ese puto. – Para completar diciéndole. – Mi padre me educó así, como hombre, a golpes e insultos, así debí ser con ese pendejo, pero ese pedazo de mierda es tu obra, es tu creación, tú lo volviste así de puto, por protegerlo siempre, por eso salió como salió, un maricón de mierda.

– El señor empujaba a la mamá para quitarla del paso y cobardemente huía de la casa, para evitar ir a la cárcel.

Su hermana trataba de reanimar a Sebastián en lo que su hermano de inmediato iba a llamar a la ambulancia; su madre desesperada y como loca gritaba. – ¡Me mató a mi hijo, me lo mato!

– Ella al ver a su hijo correr para llamar a la ambulancia, asustada y consternada, le gritaba. – ¡Pero no vayas a llamar a la policía, recuerda que es tu padre, así se pone cuando esta borracho, pero por favor no llames a la policía!

– Su hija enojada le decía. – ¡Ya basta mamá, ya basta, deja de proteger a tu marido, date cuenta que intento matar a mi hermano, tu hijo!

– La señora comenzaba a llorar de la indignación al ser llamada la atención por parte de su hija de esa manera.

Ella se le acercaba a su hijo inconsciente y les decía con lágrimas. – Sé bien que no he sido buena madre, pero ustedes tres han sido lo mejor que me ha pasado en la vida, de verdad.

– Su hija continuaba reanimando a Sebas.

La mamá al verlo así golpeado, decía preocupada. – Espero tu hermano no haya golpeado a tu papá, porqué eso es un pecado, va contra las leyes de dios, un hijo jamás debe pegarle a sus padres, ¡jamás!

– Su hija ya molesta le decía. – ¡Mamá ya cállate!, ¡cállate quieres!, ¡mejor vete a ver a tu marido qué es lo que más te importa que la vida de tu hijo, anda vete!

– La señora indignada decía. – ¡Aunque no te parezca, soy tu madre y me debes respeto!

– La señora se iba a la espera de la ambulancia.

Sebastián movía levemente su mano, sin abrir los ojos; eso hacía que su hermana se alegrara de que él aún estuviese con vida.

La ambulancia llegaba y de inmediato se llevan a Sebastián, que estaba grave, con respiración y pulso bajos; ni su hermano ni ella daban explicaciones de lo sucedido; la madre tampoco, sólo se preocupaba por el bienestar de su marido; quien no merecía dicha preocupación por parte de ella.

En un bar a unas calles de la casa; cobardemente el papá de Sebastián estaba bebiendo, acompañado de una sexoservidora; quién lo consolaba y escuchaba.

Él con mucho odio le decía. – ¡Mi hijo varón, mi primer hijo varón me salió puto!, ¡ojalá se muera el malnacido, ojalá arda en los profundos y apretados infiernos!, ¡maldito joto de mierda!

– La mujer lo abrazaba, le daba un beso en la mejilla, para luego decirle mientras bajaba su mano. – Tranquilo cariño, eso te hará mal, mejor ven, vamos a fabricar un hijo a tu gusto.

– El hombre la besaba, le agarraba una nalga y bajaba a besarle los senos; ambos se levantaban del asiento y se iban a los cuartos de atrás del bar.

Al llegar al hospital, a Sebastián se le practicarían diversos estudios, para descartar daños internos; en lo que la mamá les decía a sus hijos que no dijeran ni una palabra de lo sucedido, que ella contaría una versión creíble, para cubrir a su marido; sus hijos no estaban muy de acuerdo, así que la hermana de Sebas, le marcaba a Miren de manera discreta para pedirle ayuda y avisarle de lo sucedido; ella sin dudar, se trasladaba con sus padres al nosocomio, para saber más del estado de salud de su mejor amigo.

La mamá de Sebastián al verlos ahí, algo nerviosa cuestionaba que hacían ahí, a lo que Miren le respondía que su hija le había avisado de los acontecimientos suscitados; la mamá le decía algo molesta que eran asuntos familiares y que no debían de entrometerse; los papás de Miren dijeron que sí debían, ya que eso era un problema demasiado grave y que no debían dejarlo así a la ligera; entre ellos se armaba un debate por lo acontecido, en la espera de noticias sobre la salud de Sebastián.

Ya de noche; “Darcknight” llevaba a Ileana a su casa; ella le daba un beso y dándole una ligera mordida en el labio inferior, decía. – Esto es una probada de lo que puedo hacerte si me llegas a ser infiel, ¡ya eres mío!

– Él desconcertado hablaba. – Creí que estabas de acuerdo con compartirme con mis fans.

– Ileana le hablaba seria levantando la ceja. – Ya lo pensé bien cariño, después de tener este sexo tan gratificante, no deseo perderte, quiero estar a tu lado siempre, mantenerte conmigo y cumplir todo tipo de fantasías sexuales que ninguna otra podrá hacerte realidad.

“Darck” se sonreía, la besaba apasionadamente y le decía. – Mañana te veo, iré por ti a la escuela, que vean que andas con un rockero, que se mueran de envidia de que tengas como novio a un chico varonil, superior a cualquier otro.

– Ileana se reía hablando. – Mientras los jotos de la escuela en especial “Speedstian” no quieran andar tras de ti me agrada la idea, de lo contrario, haría hasta lo que no con tal de ahuyentarlos de tu lado.

– “Darck” algo extraño ante la expresión de ella, movía la cabeza, parpadeaba y regresando la mirada al volante; seriamente hablaba. – Los jotos abundan, no me explico cómo le hacen para reproducirse; como sea, no quiero que se me acerquen, es más quisiera eliminarlos a todos.

– Ileana sonreía malévolamente hablando. – ¡Sí, sí!, ¡que se pudran todos y ardan en el infierno!

– Cristián extrañado por el comentario, un poco incomodado, decía. – Bueno te dejo, estoy cansado y aún debo hacer cosas de la escuela; ya son casi las nueve de la noche y tus padres deben preguntarse con quién estás.

– Ileana sonreía dándole un beso, para decir. – Descuida amor, les he platicado de ti, saben que hemos estado saliendo desde atrás tiempo, así que les inventaré algo para que no piensen mal de nosotros, aunque el tener sexo no tiene nada de malo.

– Ella lo besaba de nuevo y se bajaba del carro diciendo seria. – Ojalá te vayas a casa y no a tus andadas misteriosas con otras personas, trata de serme fiel. – Fría y amenazante hablaba. – Pues no sabes la clase de mujer que puedo llegar a ser.

– Él acomodaba el retrovisor, se miraba y sonreía burlándose de las supuestas amenazas de ella.

Ileana le mandaba un beso y él guiñándole el ojo, encendía el coche y se marchaba a su casa escuchando “Try to remember me” de Stumbleine ; de camino a casa, pensaba lo que Ileana le había dicho.

Estando en semáforo en rojo, decía decidido. – Tal vez no ande con chicas, pero puedo probar y divertirme con alguien más; probar no está prohibido, mucho menos a mí que soy un rockero; así que seguiré con mis andadas, pero de una forma más cautelosa y sin que me descubran.

– Él variaba la canción por unas de “Pink Floyd” y al cambio de luz, aceleraba para llegar de inmediato a lado de su fiel amigo Becker; quién ya le estaba esperando con mucha ansiedad y ganas de jugar.

En el hospital, Sebastián por fin despertaba; afortunadamente no tenía ningún daño interno, sólo habían sido los golpes y magulladuras recibidas, pero nada de qué preocuparse; al abrir los ojos la enfermera mostraba un dulce semblante para él.

Sebas inquieto preguntaba. – ¿Dónde estoy?

– A lo que le respondía amablemente. – En el hospital, estarás bien, tranquilo.

– La enfermera salía para dar aviso que ya había despertado y que podrían entrar a verlo.

Sebas adolorido, recordaba la escena tan violenta que había sufrido; a su habitación, entraba su madre llorando y hermanos con cara de preocupación.

Sebastián mostraba una leve sonrisa, notando la seriedad y tensión que había; él intranquilo, preguntaba. – ¿Qué pasa?, ¿por qué esas caras?, ¿sucede algo malo?

– Su mamá algo molesta le decía entre sollozos. – Pasa qué ya se todo, sé lo de Donato, tu hermana me lo dijo todo, ese fue el motivo por el cual tu padre te golpeó, por eso tu papá se puso así y con justa razón para hacerlo.

– Sebastián miraba a su hermana, ella avergonzada le decía. – Lo siento hermano, pero debía saber la razón, lo siento, perdóname de verdad.

– Sebastián movía la cabeza desesperado e impactado por las palabras de su mamá, hablaba con ganas de llorar. – Claro, sí, como dije tarde o temprano todo se iba a saber; y sí esa razón es suficiente para que él me haya golpeado, claro mamá, tu marido siempre debe tener la razón ante todo.

– La madre confusa le hablaba tomándole la mano. – Hijo es que debes entender, esa razón por la cual te pegó tu papá es válida, pues tú eres el primer varón, hijo del primer varón de la familia de tu padre, eso te traerá beneficios, te hará acreedor de muchos bienes y de una gran herencia; debes entender eso, tu papá estaba ilusionado contigo; entiende hijo por favor, tú eres hombre.

– Sebastián quitaba su mano de la de ella y exclamaba. – ¡El que sea gay no me quita el ser hombre mamá, entiéndelo!

– Su madre quería abrazarlo, pero él se negaba diciéndole irritado. – ¡A veces pienso que tú te casaste con ese señor por su dinero, por qué pensaste que te mantendría!, ¡eso te volvió una mujer conchuda y floja!, ¡ese señor, ese señor, no merece tus lágrimas, tu amor obsesivo y tu presencia en esa casa, mamá, no lo merece!

– Ella enojada le gritaba. – ¡Ese señor es tu padre, ante dios, ante todos es tu padre, debes respetarlo!

– Sebastián con mucho cólera le exclamaba. – ¡Un padre no golpea ni intenta asesinar a su hijo por ser homosexual!, ¡un padre no es el que engendra, sino el que cría!, ¡y ese señor no me crío, quién me crío fue tu padre quién seguramente te obligó en tus tiempos a casarse con él!

– La mamá en un mar de lágrimas lloraba; tratando de chantajear a sus hijos les decía. – ¡Entiéndame por favor!, por su padre tendrán muchas cosas, de mí y mis hermanos no tendrán nada, nada, sólo su cariño y afecto; por favor hijos, entiendan que lo que yo hago por ustedes es por su futuro y bienestar, no por qué sea una interesada; espero que este problema no haga que tu papá nos corra de la casa, por qué no tendremos a donde ir.

– Los hijos estaban sufriendo mucho por los hechos.

Los gritos se escuchaban en el pasillo; nadie intervenía; los padres de Miren y Miren, comentaban discretos que aceptarían a la familia sí lo quisieran, la casa estaba abierta para ellos.

Sebastián al ver a sus hermanos tristes, tragaba saliva y armándose de valor le decía. – No quiero nada de él, nada que me recuerde a él y todos estos años dónde borracho nos insulta, humilla, sobaja y hace mierda, no quiero nada de él, ni su apellido, ni casa, absolutamente nada. – Gritándole a su mamá. – ¡Nada, me oyes, nada!

– La madre sorprendida preguntaba. – ¡¿Qué piensas hacer entonces?!, ¡¿dónde te piensas ir?! – Ella seriamente, limpiándose las lágrimas hablaba. – Porqué ni tus hermanos ni yo nos iremos de la casa, debemos serles leal a tu papá, por qué nosotros sí lo queremos mucho.

– Sebastián muy serio, dejaba de llorar, miraba fijamente a su mamá, diciéndole. – Bien, ya se dijo todo, seguirás con él, con ese señor, que seguirá amargándoles la vida a mis hermanos; eres feliz lo amas a pesar de que te insulta, sobaja y humilla, que mal ejemplo como mujer le estás dando a mi hermana.

– La señora se molestaba, queriéndole decir algo a él; pero Sebastián continuaba del mismo modo hablándoles. – No levantaré denuncia en contra de él, por qué les haré el favor de que mis tías no les vayan a quitar tu preciada casa mamá, pero yo, yo si me voy a ir, gracias a la bondad de alguien sí tengo donde irme y le pediré trabajo a mi tía en su cafetería, para que así pueda sustentarme para mis gastos escolares, no se preocupen, aprenderé a cuidarme solo, una pena que prefieras más a tu marido y cosas materiales que a tus propios hijos.

– Apuntando hacía la puerta, serio, frío ordenaba. – ¡Quiero que se vayan de aquí, ahora!

– Sus hermanos anonadados, tristes por las palabras de él, abrían la puerta y salían.

La mamá decía algo soberbia. – Qué dios te perdone ese rencor contra tu padre, contra mí, que te perdone por no saber entender las cosas, espero cumplas lo que dices y no regreses mamando chichi pidiendo perdón para regresar a casa.

– Sebastián dolido por las palabras de su madre, decía. – Sabes mamá, me duelen más lo que estás haciendo ahorita, qué lo que hizo tu marido; qué dios te perdone a ti por preferir amargarles la juventud a mis hermanos.

– Su madre sería le decía. – A ti que te perdone por ser gay.

– Cerrando la puerta dejaba a Sebastián triste, murmurando. – Que dios te cuide a ti y a mis hermanos, por llevarlos al infierno del que yo espero salir.

– Sebastián comenzaba a llorar desconsoladamente, en eso la puerta se abría, entrando Miren con sus papás; su mejor amiga y la mamá de ella se le acercaban y le abrazaban con mucho amor; su padre al verle así, le decía amablemente qué se haría cargo de los gastos hospitalarios y que con todo el gusto del mundo, él sería bienvenido en su casa.

Tras la puerta entre abierta, la madre de Sebastián escuchaba todo; cubriéndose la boca, lloraba y pensaba. – Dios mío, protege a mi hijo de todo mal, no lo dejes desprotegido, sabes bien por qué hago estás cosas, por el bien de mis hijos; hago mal en querer a un hombre vicioso, pero él es el papá de mis hijos, a quienes concebí por el amor que hubo entre ambos; por favor protégelo, sólo eso pido, protégelo a él y perdóname a mí por no saber hacer las cosas de un modo mejor.

– La madre sin decir más, sollozando salía del hospital, tras de ella sus hijos, quienes preocupados regresaban a su casa, dónde las cosas continuarían así por un rato más.

Continuará...

Antes de Rockear al Destino.