Antes de comer
Un encuentro en el ascensor con una antigua vecina propicia un caliente encuentro en un cuarto trastero.
ANTES DE COMER
Ayer fui a comer a casa de mis padres. Viven en el último piso de un edificio de 14 plantas, por el centro.
Monté en el ascensor, y compartí trayecto con un chaval que se bajó en el segundo, y con una mujer que vivía en la puerta de al lado de mis padres. Yo la recordaba perfectamente porque hasta hacía 5 años, era también mi vecina. Tendría unos 60 años, pelirroja, de melena corta, delgada, pero con dos enormes pechos marcándose tras su chaqueta. Nos solíamos saludar cordialmente, pero siempre mantuvimos las distancias. Por eso me sorprendió cuando, nada más quedarnos solos, apoyó su mano en mi entrepierna, sin dejar de mirar hacia la puerta. Yo hice un gesto de rechazo, arqueando mi cuerpo hacia atrás, más que nada debido a la sorpresa. Pero sin dejar pasar un segundo, la cogí suavemente del brazo y volví a colocar su mano sobre mi paquete.
Para cuando el ascensor llegó al final, tenía la polla como una piedra, y Charo (así se llamaba) la agarraba por encima de la tela del pantalón, y la acariciaba, mientras con su otra mano apretaba uno de sus pezones. No me parecía buena idea dejar aquí la cosa, y le pedí entrar en su casa. Pero allí la esperaban su marido y su hija, así que me dijo que la siguiera.
Subimos un tramo de escaleras hacia la azotea del edificio, una planta extra donde también están los cuartos trasteros. Caminamos por un pasillo estrecho, casi hasta el final, y entramos en un pequeño habitáculo lleno de cajas de cartón, muebles viejos, y todo tipo de trastos.
Nada más cerrar la puerta, me empujó contra la pared y me metió la lengua en la boca. La presión de sus tetas en mi pecho era increíble. Desabroché su sujetador y abrí su chaqueta, unos enormes melones cayeron a peso, llegando casi hasta su cintura. Levanté uno de ellos, blanco y pesado pero muy hermoso, y llevé el pezón a la boca de Charo. Lo lamimos ambos, las dos lenguas chupando frenéticamente, intercambiando saliva sobre su teta.
Ella manoseaba mi polla sobre el pantalón, y yo metí la mano bajo su falda, aparté sus bragas y llegué a su vagina. Estaba empapada, literalmente chorreando flujos, no lo esperaba en una mujer de su edad. Sin esfuerzo, metí dos dedos dentro, y seguí lamiendo sus labios. La expresión de su cara era de total depravación, me pasaba la lengua por la boca, por la nariz, por todo el rostro, estaba fuera de sí.
Se agacho, clavó sus rodillas sobre las baldosas, y comenzó a lamer mi polla por encima del vaquero. Aflojó mi cinturón y bajó los pantalones y los calzoncillos tirando con fuerza hacia abajo, sin siquiera desabrochar los botones. El pene salto como un resorte, golpeando suavemente su mejilla. Agarró los cachetes de mi culo con sus manos, acercándome bruscamente hacia ella, e introduciéndose mi rabo hasta la garganta.
Comenzó una intensa felación, alternando fuertes embestidas con suaves lametones en mi capullo, mientras me acariciaba los huevos. Después de un buen rato, me dio la vuelta, abrió mi culo y me metió la lengua en el ano, primero lamiendo en círculo alrededor, y luego presionando para introducirla dentro. Una vez que la zona estaba lubricada con su saliva, chupo dos de sus dedos e intentó metérmelos. Me revolví antes su propuesta, pero me dijo que estuviera tranquilo, que iba a gozar mucho.
Y así fue, cuando sus hábiles dedos alcanzaron mi próstata, la sacudida fue brutal. Me di la vuelta para que pudiera comerme el rabo, mientras jugaba con sus dedos. Y en pocos segundos, me corrí como nunca. Varios chorros de semen se derramaron por la cara de Charo, leche caliente recorriendo su cara, desde la frente, resbalando hasta su boca. Fue una descarga abundante, y ella no dejó ni gota, recogiendo con sus dedos el esperma de su cara y llevándolo hasta su lengua golosa. Me limpió la polla, tragándolo todo.
Se levantó, y se quitó la falda y las bragas. Llevaba un felpudo bastante arreglado, recortado en forma de cuadradito. Se sentó sobre un sillón desvencijado y levantó sus piernas, mostrándome su culo. Tenía un coño muy grande, pero muy bonito. Comencé a lamer su clítoris, mientras le metía dos dedos. Pero entre gemidos, pedía más, así que usé cuatro de mis dedos. Entonces ella me dijo que le metiera todo el puño. Estaba muy dilatada, o sea que no tuve problema alguno, puse mi mano en forma de pera, juntando los cinco dedos estirados, y comencé suave con la penetración. Pero ella me agarró la muñeca, e hizo fuerza hasta que mi mano se alojó en su interior. Inicié un lento movimiento, cada vez un poco más rápido, facilitado por su gran cantidad de flujos. Al poco rato, mi brazo se movía con rapidez, y mi vecina gemía como una posesa. Humedecí los dedos de la otra mano, e introduje dos en su culo, mientras le lamía el clítoris. La posición era incómoda para mi, pero me gustaba ver que mi vecina estaba gozando como una perra. Ella retorcía sus pezones y se llevaba las tetas a la boca, chupándolas alternativamente.
No duró demasiado, y comenzó a correrse entre fuertes espasmos. Me agarró la cabeza y la aplastó contra su coño, hasta que poco a poco se fue relajando. Saqué mi mano de su coño, y la llevé a su boca. Entre los dos lamimos sus ricos flujos.
Luego nos incorporamos, la traje hacia mí agarrándola del culo y comenzamos un lento y placentero morreo, juntando los sabores de ambas corridas, disfrutando de la tranquilidad del momento. Acaricié sus tetazas, y volvimos a lamer sus pezones juntos, mientras comentábamos la posibilidad de volver a vernos.