Antes
Dominación en el entorno de un hogar, donde la esposa es la primera afectada, al menos de momento.
ANTES
Los primeros seis meses de pertenecer a mi Ama fueron intensos, aunque no quería que mi vida familiar ni mi entorno se viese afectada. A mi Ama le pareció lógico, puntualizando que mi progresión afectaría a eso que tanto quería proteger. Así que fuí avanzando hasta mi situación actual.
Recuerdo esos inicios como algo casi inocente. ¿Aunque que puede tener de inocencia buscar algo que necesitas tanto y casado con una mujer maravillosa?.
Empezamos con alargar los tiempos que tenía sexo con Natalia, esos momentos tan extasiantes, a días y semanas. Con todo lo que ello comportaba: tensiones, frustraciones... Cada vez le decía más que estaba cansado, dolor de cabeza. En fin, excusas que no colaban. Y todo ello con sesiones virtuales de sumisión ante mi Ama.
Sí, sesiones virtuales. No conozco a mi Ama. No sé cómo es, salvo su envolvente voz. Desde el principio me dejó claro que no merezco verla y que su tono melódico es lo único a lo que puedo tener acceso. Y antes de que os lo preguntéis, sí, es lo que quiero. Natalia, ahora también.
Al principio de todo esto no pensaba que pudiera llegar hasta aquí. Cuando mi Ama me preguntaba por algo íntimo o personal me resistía a darle respuesta. A lo que Ella accedía sutílmente porque sabía que terminaría cediendo.
Con el paso de los días terminé dándole acceso a mi correo electrónico, redes sociales, agenda de contactos y, cómo no, al contacto de Natalia de mensajería, e-mail... Por supuesto tenía acceso a todo lo mio. Yo buscaba a alguien que me controlase, que me limitase, que me prohibiera y marcase mis pautas. Para eso, tenía que darle acceso a todo. Y lo hice. Pero mi Ama fue más allá. Me ordenó descargar una aplicación con la que podía acceder cuando quisiera a mi móvil. Otra con la que poder seguir mis movimientos en todo momento. Y otra con la que podía conectarse a mi cam cuando le apeteciese.
Mi Ama dice que mi nombre es insignificante, que alguien como yo casi no tiene derecho a tenerlo. Si soy sincero, dice que no tengo ningún derecho a tenerlo. Y por si eso fuese poco, desde hace tres años no me acuesto con mi mujer. Sí, como digo, no tengo relaciones sexuales con ella. Ni me dirijo a ella como tal. Solo puedo verla como a una de tantas mujeres como las que me pueda cruzar por la calle. Nati, así la llamaba antes. Cariño y esas cosas. Ahora es Natalia. Ni diminutivos, ni términos afectivos, ni nada. Mi Ama quiere que mencione a mi ex con todas las letras. Seguimos viviendo en la misma casa, aunque con cambios significantes en alguna dependencia y en nuestras rutinas.
Con Natila empecé a espaciar las relaciones íntimas. Enseguida tuve prohibido follar con ella, solo podía darle placer y que tuviese tantos orgasmos como quisiera. Lo menos importante para mi Ama era que mi ex mostrase extrañeza. Decía que era normal, que cómo pensaba se lo iba a tomar, que resulta raro que un tío no quiera correrse. Pero que ahora era su sumiso y mis corridas eran para ella. Era el precio por la discreción que le había suplicado. Solo era el principio.
La situación fue avanzando. Empecé a dejar de llamarla cariño, tesoro... Solo Natalia. El siguiente paso fue dejar de darle besos y los acercamientos corporales. Ella lo intentaba, pensando que me pasaba algo. La extrañeza de Natalia se transformó en asombro, luego enfado y finalmente rechazo esperando una explicación por mi parte que no llegó. Así que dejamos de buscarnos físicamente y con las semanas casi de hablarnos. Se me estaba haciendo tan duro que estuve a punto de dejarlo.
Empecé a acostarme más tarde que mi ex. Me quedaba en el sofá y me conectaba a hablar con mi Ama. Ella aprovechaba para ordenarme que me desnudase y me follase la polla con la varilla uretral que compré en un sexshop. Los dos sabiamos que Natalia podría aparecer en cualquier momento. Pero qué importaba eso en ese momento.
- Sabes que he estado viendo la situación con la cam. Estás a punto de perder a tu mujer - me dijo en una ocasión mientras mi fuego interior y el de la polla follada crecían por momentos -. Lo que pasa es que no quiero que la pierdas de esa forma - me quedé sorprendido. Por supuesto que no quería perder a Natalia, aunque era verdad que si no paraba ella me dajaría.
Hasta ese momento mi Ama había respetado mi entorno. Y cambió de asunto -. La comida que tenéis mañana con esos amigos, Pedro y Ana, quiero que sea normal, como si nada hubiera cambiado. Ahora, ponte el pijama y a la cama.
Lo del pijama también era algo nuevo. Nunca lo había usado. Desde el primer día, mi Ama me ordenó comprarlo y ponérmelo antes de acostarme, quería eliminar cualquier roce con mi ex. Ese fue uno de los primeros cambios que notó Natalia.
Desde entonces mucho han cambiado las cosas. Una de ellas es que mientras escribo en este momento, Natalia está en su habitación follando con Pedro y Ana. Siempre me había parecido que él no le quitaba ojo de encima y que Ana se la comía con la mirada. La verdad es que no me extrañaba, Natalia tenía un magnetismo intenso. Aunque con ellos pensaba que eran manías mias. Por eso, ahora y retrocediendo un poco en el tiempo, recuerdo aquella comida de amigos en casa.
Intenté aparentar la normalidad de siempre, acercándome a Natalia y siendo cariñoso con ella para que nuestras amistades no sosperacharan nada. Pero ella no colaboraba y se mostraba esquiva separándose de mi o dándome con el brazo. Pensándolo bien, no podía ser de otra forma. Hasta que Pedro soltó que en el ambiente saltaban chispas, a lo que Ana añadió que eso se arreglaba con un buen polvo. Como respuesta tuvo las risas de todos. La situación se distendió y Natalia ya no apartaba mi mano sobre su muslo, pero tampoco respondía a mis caricias ni intentaba nada.
Hasta que Pedro y Ana propusieron que saliésemos a tomar unas copas. Ahí me puse pálido. Lógicamente no sabía si podía hacerlo, ni podía pedir permiso a mi Ama. Además, era casi seguro que Ella tenía conectada la cam de mi móvil y se estaba enterando de todo. Y sonó una llamada en mi celular que me salvó de la situación.
- No vas a salir de copas. Diles que salgan ellos con tu ex. Ésta llamada te la ha hecho tu jefe reclamándote un informe que ya deberías haber pasado. Espero que estés entendiendo lo que te digo, perro - y mi Ama colgó la llamada sin esperar respuesta.
Observé de reojo sus miradas atónitas, esperando una explicación sobre la breve llamada que acababa de recibir y, por supesto, de la expresión que yo mismo debía tener.
- Era mi jefe. Está hecho una furia porque tenía que pasarle un informe que no ha recibido... Así que no puedo salir con vosotros, me tengo que poner en ello ya. Lo siento, Natalia, vé con ellos y pasarlo bien.
Estuvimos cinco minutos más en la mesa, con la mirada de Natalia taladrándome. Pedro me preguntó si estaba seguro de no salir con ellos mientras miraba la enojada expresión de mi ex.
- Esto se arregla con un buen polvo - añadió Ana provocativa.
Ante mi nueva negación se levantaron, cogieron las cosas que necesitaban y salieron los tres a tomarse esa copa.
- Bien perro - habló mi Ama desde la aplicación de la cam -. Desnúdate y bebe el vino que ha quedado en cada copa y la botella de agua que hay sobre la mesa -. Cuando iba a empezar con la copa de Natalia, volvió a interrumpirme para ordenarme que cogiera un bol y vertiera en él el contenido de todas las copas. Tardé más de lo que pensaba en vaciar el recipiente, a cuatro patas, debajo de la mesa, lamiéndolo hasta dejarlo limpio. Lo mismo pasó con la botella de agua y que también tuve que vaciar en el bol.
Cuando quise levantarme, me invadió el mareo provocado por el alcohol y tuve que apoyarme en una de la sillas para reunir fuerzas.
- Ni se te ocurra inútil. Ve a cuatro patas al aseo -. Aproveché para pedirle permiso para orinar, a lo que lógicamente se negó -. Coge la escobilla del inodoro y llénate el culo con el mango -. Ordenó -. Ahora a recogerlo todo.
Y eso hice, deprisa pensando en que Natalia podría llegar en cualquier momento, tropezando por el mareo que no se me había pasado, notando el cepillo del limpiainodoros entre los muslos y el mango moviéndose en mi interior con cada paso.
Terminé de recoger también la cocina, de fregar el suelo del salón y suspiré pensando en que había terminado.
- De rodillas en la cocina, cepillo entre los talones. Fóllate ese precioso culo -. De nuevo mi Ama -. Voy a decir algo, perro. Veo que te gusta esa incertidumbre de cuándo podrá llegar tu ex y tú con esa pinta. ¿Sabes?, creo que ha llegado el momento de dar ese paso... Ese al que estás dándole vueltas. Voy a hablar con Nati y decírselo yo misma. Todo será más fácil. Porque ¿quieres hacerlo, verdad?.
Estaba aterrorizado. Podría perder a Natalia para siempre. Pero por otro lado, necesitaba avanzar en la sumisión que estaba viviendo, sin tabúes. Estaba tan excitado que no pude evitar responder que sí.
- Bien. Ahora vas a vaciarte el culo y continuar desnudo, limpiando el resto de la casa hasta que llegue tu ex. Nada de orinar. A ver si eres capaz de correrte sin llenarle el coño de tu orina cuando la folles hoy por última vez.
La verdad es que en esas condiciones no tenía nada claro si quería follar con ella. Ni siquiera sabía si Natalia querría hacerlo después de lo esquivo que había estado. Me aterrorizaba la idea de hacerlo y no poder con la incontinencia que amenazaba con soltar la orina en el momento de la corrida.
Natalia llegó al anochecer, mientras estaba terminando de recoger la habitación que hasta entonces compartiamos, con una cama de matrimonio enorme y en la que tenía la orden de acostarme siempre con pijama lo más grueso posible para evitar cualquier contacto entre nuestras pieles sobre la sábana en la que también dormía mi ex, con braguita o tanga y una cómoda camiseta o picardía que últimamente no parecía surtir ningún efecto en mi.
Me asomé al salón desnudo. Encontré a Natalia estirada en el sofá algo más bebida de lo que pensaba y con evidentes síntomas de haber llorado. Me pregunté si mi Ama ya habría hablado con ella.
- Vaya... que sorpresa - su tono no demostraba lo mismo -. A ver, ¿qué coño estás haciendo? - estaba más que cabreada -. Porque eso del trabajo y tu jefe no me lo trago. La casa está limpia, tu desnudo y algo bebido, diría yo - pues anda que tú, pensé -. Y esa polla como una estaca. ¿Qué estás haciendo, gilipollas?.
No recordaba haberla visto así antes, con ese cabreo que le subía por momentos, mirándome de soslayo. ¿Sabía algo ya?. Me acerqué a ella por los pies, sentándome en el filo del cojín. Le dí mil excusas, entre ellas que no me apetecía salir, pero quería que ella lo hiciera o que quería darle la sorpresa de recogerlo todo y esperarla de esa guisa. No me atrevía a mirarla.
Ya y ¿la llamada? -.
Una compañera - cómo se iba a creer eso -. Me preguntó por algo del trabajo y le colgué la llamada - añadí mientras mis manos empezaban ya a masajear sus pies. Eso le encantaba.
Me quedé esperando que dijera algo de la llamada de una mujer que decía ser mi Ama y que lo soltara todo. Pero no lo hizo. Me estaba orinando. No podía contenerlo más. Y no podía hacerlo hasta que no follase esa última vez con ella. Esa era la orden. Casi nada.
- No sé qué estás haciendo... pero ahora no se te ocurra parar -. Eso me dió alas y seguí con el masaje, pensando "prueba superada". Subí las manos hasta las pantorrillas, cuando mi ex se incorporó para desnudarse y volver a recostarse -. Sigue - jadeó dejando evidencia de cuánto podría haber bebido.
Subí las manos hasta las ingles, recorrí su sexo pellizcando el clítoris, besé los pezones y me sorprendí cuando ella cogió mi polla, la dirigió al coño y gimió "fóllame". Joder, me acaba de recordar que estaba a punto de orinarme.
- ¡No se te ocurra parar, cabronazo! - gritó. Y como estaba entre la espada y la pared, empecé un frenético mete saca sin importarme lo que pasara.
Y pasó. Cuando Natalia empezó a gritar lo que nunca había gritado, en ese orgasmo que nunca había tenido, mientras ella convulsionaba en su corrida, vacié la orina en su coño, notando el caliente líquido entre sus cálidas ingles saliendo de su interior, interrumpiendo mi orgasmo y la fulgurante corrida de ella.
Natalia empujó de mi pecho, cruzando su mirada desconcertada con la mia y que se transformó en ira. Empujó fuerte de mi, utilizando rodillas y luego pies hasta tirarme al suelo. Se levantó, ya sin evidencias de que hubiese bebido. Miró el empapado sofá, su coño y piernas mojadas y gritó:
- ¡Asqueroso!. Estás muy mal, ¡cerdo!. ¿Acaso quieres que coja alguna infección? - y fué al baño.
Allí estaba, en el suelo, encima de los restos de orina, dándole vueltas a si Natalia sabía algo, a la sorpresa que se había llevado, a que podría haberlo evitado, a las consecuencias. Y a cómo limpiar el sofá. Hasta que su voz me sacó del trance.
Pedro y Ana me habían invitado a pasar la noche en su casa. Imagina cómo me han visto... Les he llamado y Ana está esperándome fuera. Esta noche no se te ocurra llamarme, la pasarás solo -. Cerró la puerta y se fué, aún con el pelo mojado.
Ya sabes por qué decía que era la última vez - la voz de mi Ama sonó a través de la aplicación de la cam -. Limpia esa porquería y descansa desnudo hasta nueva orden.