Antepasados incestuosos (El desconocido 8)
Bianca encuentra un nuevo amante.
Aquella mañana fui hasta el pueblo, montada en el zaino roncador, en busca de una carta que mis padres esperaban recibir. En el camino que me llevaba al pueblo, un rancho miserable se erguía a la vera. De este lado de la improvisada tranquera un cachorro casi rueda bajo las patas de mi caballo y estuve a punto de arrollarlo. Bajé pronta para ver si se encontraba bien y me enamoré al solo verlo: era precioso, blanco y negro, bien alimentado, con una panza gorda como la de un globo aerostático. Lo alcé, lo acaricié y refregué su trompa contra mi nariz cuando escucho desde el otro lado de la tranquera:
Ey, vos, te gustaría llevártelo?
Sii....no-o, señor, solo.....
Me miró de una manera expectante y acoté:
Solo estuve a punto de arrollarlo con mi caballo y quise ver si estaba bien.
El hombre tenía unos 50 años, su panza era tan gorda como la del perro y estaba muy desalineado. Me dirigí hacia la tranquera a devolverle el cachorrito y mientras me encaminaba hacia ahí el hombre dijo:
De dónde sos?
Soy la hija de Giovanni Vinci.
No lo conozco.
Estamos al final del camino.
Oh. Te gustan los perros?
Si, mucho.
Tengo mas adentro, querés verlos?
Por supuesto.
Nos dirigimos hacia el rancho miserable. En la parte de atrás una perra bastante grande alimentaba a sus cachorros, unos mas lindos que otros.
Vamos a devolver este de donde salió, dijo el hombre tomando al cachorro y depositándolo junto a su madre
Son todos hermosos.
Los contemplaba mientras tomaban la teta, empujando con sus patitas sobre la panza de la agotada madre cuando apareció otro hombre. Este era mucho mas joven, de unos 30 años, de piel morena, curtida y ajada por el sol. Miró al mayor de una forma extrañada y lo saludé tímidamente pues el muchacho me había impresionado un poco
Buenas
Buenas
Son lindos, no?, dijo el joven dirigiéndose a los cachorros
Si, preciosos
Es la hija de Vinci, los conocés? Preguntó el viejo al joven
Los ojos del muchacho se abrieron como dos huevos fritos pero enseguida acotó:
Si, los que viven mas alejados del pueblo.
Así es, le dije
Por alguna razón desconocida me miraba de arriba abajo. Conocía al dedillo ese tipo de mirada: mis hermanos y mi padre la utilizaban siempre que me veían desnuda. Y que aquel extraño me mirara de ese modo me generó cierta preocupación
El joven volvió a hablar:
Y es cierto lo que se dice de ustedes?
No entiendo
Eso que dicen de ustedes....
¿Qué dicen de nosotros?
Que tiene sexo entre ustedes... ¿Es cierto?.
El viejo miró al joven en una especie de mueca horrorizada y acoté:
Sexo? No se que es eso.
En mi vida había escuchado la palabra sexo. No tenía ni la más mínima idea a lo que se refería.
No sabés lo que es el sexo?, siguió diciendo el joven mientras el viejo trataba de desviar la conversación con el tema de los cachorros.
Bueno, no querés llevarte uno de los perritos?
Me encantaría pero no creo que mi padre me de permiso para tener uno
No sabés lo que es el sexo?, siguió diciendo el joven ante la cara avergonzada del viejo.
No.
Si hacen el amor, dijo el joven en un tono muy seductor
Con la mayor naturalidad contesté:
Por supuesto, damos y recibimos amor siempre que podemos.
El viejo quedó sin habla y su cara se volvió blanca como el papel. El joven siguió interrogándome:
Y con quien haces el amor?
Con mi papá, mi mamá y mis hermanos
Con todos?
Si, menos con Luiggi que todavía no tiene edad para hacerse hombre.
Para mi era lo mas natural del mundo hacer el amor con mi familia. Y nunca nadie me habían dicho que eso que llamaban sexo era algo reservado e íntimo. Para mi, dar y recibir amor en casa era una práctica cotidiana y el sumun del placer. ¿Por qué demonios el joven me preguntaba tan interesadamente acerca de algo normal como dar amor y el viejo se veía avergonzado, casi horrorizado? Me extrañó muchísimo la pregunta y acoté totalmente desorientada
Ustedes no dan y reciben amor?
Si, dijo el joven, pero no con miembros de la familia
No?
No, dijo el viejo.
Y con quién entonces?
Con otras personas que no sean de la familia
Ah.
Me puse un tanto incómoda y decidí marcharme.
Bueno, me voy...
A dónde vas?, dijo el joven que seguía mirándome de arriba abajo
Al pueblo, tengo que ir a buscar una carta.
Una carta?
Si, y espero encontrar alguien que sepa leer porque yo ni nadie en mi familia sabe.
Yo se leer, dijo el joven. Te puedo ayudar si querés.
Bueno.
Esperate que ensillo el caballo.
Seguí sus pasos hacia el granero, tan desvencijado como el rancho, y un hermoso caballo color blanco, con los mofletes rosados y largos bigotes se mostró impaciente ante la llegada de su amo.
Y de quién es la carta que vas a buscar?
Del hermano de mi papá
Ah.
Se tardó algunos minutos en tener el caballo listo y juntos partimos hacia el pueblo. Allí la gente me miraba con una mezcla de asco y pavor. Muy pocas veces había ido al pueblo y sola nunca. Las miradas de desprecio me perseguían a cada paso que daba y pregunté al joven:
Qué pasa que me miran así?
No lo se, quizás sea eso que ustedes hacen.
Me quedé pensando mientras llegábamos hasta la estafeta postal. Pedí la carta y la mujer me la entregó como si estuviera infectada de algún virus mortal. Me sentía muy mal de ser así de observada y le di la carta al joven.
Cómo te llamas? Me preguntó
Bianca.
Yo soy Octavio. Con la carta entre las manos dijo: la abro?
Si, por favor, leela.
A ver. La abrió y comenzó a leerla. Movía los labios al tiempo que su ojos iban y venían y me miró fijamente.
Qué?
Tragó saliva y sin decir nada se subió al caballo llevándose la carta. Galopaba como desquiciado y subí al mío para alcanzarlo mientras le gritaba que me devolviera la misiva. Se apeó después de unos 10 minutos de galope desenfrenado y completamente exhausta le grité por última vez. Me bajé del caballo y me tiré encima para sacarle la carta cuando su boca fue a dar a la mía. Una lengua larguísima se metió en ella y comencé a forcejear, quien se había creído ser para besarme así? Me aparté y se quedó inmóvil mirándome fijamente. Quise sacarle la carta y con su brazo la alzó sin darme posibilidad de alcanzarla.
¿Qué pasa?, dije casi a los gritos. Devolveme la carta.
Pareció que reflexionaba y dijo:
No hasta que me cuentes todo lo que hacés con tu padre y tus hermanos.
Qué querés saber?
Todo quiero saber.
No se.... doy y recibo amor.
Cómo? Decime cómo
No se....
Se las chupas?
Si
A todos?
Si
Y te gusta?
Mucho.
Y después que haces?
No es asunto tuyo, dije nerviosa pues si bien era natural lo que pasaba en la familia sentía toda aquella situación como una especie de soborno.
Desde que leí la carta es asunto mío..... querés la carta o no?
Si
Bueno, entonces contame que mas hacés
Suspiré y lo miré un tanto furiosa.
Dale, contame, que mas hacés?
Después me chupan a mi
Donde?
La vagina y las tetas.
Y te gusta?
Si
Qué mas?
Y después algún pene se mete dentro mío.
Uno solo o mas?
A veces uno y otras veces todos los disponibles.
Y por donde te lo meten?
Por la vagina.
Ah, eso creí.
Lo miré completamente extrañada.
Que querés decir con "eso creí"?
Si querés la carta me la vas a tener que chupar, dijo mientras sacaba su miembro completamente erecto.
No esperaba aquello pero ver semejante aparato, no muy grande pero terriblemente ancho hizo mojarme. Es mas, contarle todo lo que hacía con mis padres y hermanos me llevó a recordar los minutos de placer que había sentido en su momento: un cosquilleo me recorrió el estómago y la entrepierna. Me acerqué despacio e hipnotizada miré su pene. Se veía rico y expectante y no voy a decir que no tuviera ganas de chupárselo todo hasta hacerlo acabar. Lo miré fijamente y me arrodillé. Pensé en mi padre, imaginé que era la de él, y me la metí en la boca en una forma muy lenta, pasándole la lengua y envolviéndosela con mi saliva.
El muchacho lanzó un jadeo apenas mis manos fueron a sus huevos gordos y comencé un movimiento de succión lento; era exquisito tener aquel miembro ajeno colmando mi orificio y me mojé hasta lo indecible cuando el muchacho me agarró la cabeza para marcar el ritmo de la mamada y me pedía mas. Estaba dispuesta a darle todo lo que quisiera: si quería mas iba a tener mas. Lo chupé y saboreé cuanto pude, pasé mi lengua por la cabeza, el tronco de arriba abajo, los huevos hasta finalmente sacarla para contemplarla. Estaba durísima, gorda, ancha, roja y le pasé la lengua por la cabeza cuando comenzó a largar ese líquido que antecede a los largos chorros. El muchacho jadeaba y su respiración era tan agitada y fuerte que me la metí de un saque dispuesta a hacerlo acabar.
Esperá, esperá decía entrecortadamente. Pero yo no tenía ganas de esperar, tenía ganas de succionar su líquido, de tragármelo todo hasta que no quedara ni una sola gota.
Chupé desesperadamente, le pasé la lengua por todos lados, la saliva envolvía aquella cosa dura que con tanta pasión metía y sacaba cuando bruscamente me apartó y me atrajo hacia si. Metió sus manos bajo mi pollera y me dejé hacer mientras me introducía los dedos bien adentro de la concha hasta sacarme un suspiro. Me calentó infinitamente mientras me chupaba las tetas por debajo de la camiseta y con sus dedos me penetraba una y otra vez. Pasaba sus dos manos por mi raja, de arriba abajo mientras sentía mis piernas que empezaban a desfallecer, me tenía excitada, caliente, mojada. Le puse las tetas en la boca para que no dejara de chuparme y me llevaba ensartada con sus dedos, dos o tres, no se cuantos, por la vagina mientras me había metido uno en el culo, luego otro y luego otro haciéndome jadear y desear mas, casi hasta el infinito. Se había puesto de costado y metía y sacaba locamente casi llevándome hasta el orgasmo; parecía que quería hacerme acabar con solo penetrarme con sus dedos y yo estaba agradecida porque casi lo estaba logrando.
Se giró y me puso en cuatro, necesitaba ser penetrada, ansiaba su cosa gorda dentro mío cuando su pene empezó a abrirse camino por mi culo. Me moví en una mezcla de temor y placer, estaba tan excitada que no me importaba ser penetrada por ese lugar virgen. Me refregué contra él, me apreté contra su pene y trató de metérmelo pero no pudo de modo que metió nuevamente uno de sus dedos y comenzó a chuparme el culo mientras giraba con su falange dentro mío. Su lengua me hizo sentir escalofríos y mientras me lamía metió otro y luego otro. Comenzó a tocarme el clítoris y me excité tremendamente, jadeaba desesperada y de la excitación que tenía casi ni me di cuenta cuando su cabeza entró por mi ano. El casi gritó y sentí cierto dolor, se quedó quieto y siguió tocándome el clítoris excitándome cada vez mas.
Aquello era una sensación indescriptible, no podía determinar qué era dolor y qué era placer, estaba sacadísima, me movía de acá para allá, con una mezcla de sensaciones que no me dejaba pensar; solo podía sentir. En ningún momento había cesado su exploración en mi clítoris, el mix de sensaciones se confundía cuando otro poco de su pene se introdujo en mi culo. Grité, no se si de placer o de dolor o de ambas cosas pero sus dedos en mi clítoris, su verga en mi ano, sus gritos y jadeos y mi propia excitación me tenían loca y no pude mas que moverme para terminar con aquella tortura placentera.
Quería acabar, no aguantaba mas sin acabar, me sentía tensa, llena, terriblemente excitada, necesitaba abrir la boca en toda su extensión para tragar aire y para soportar aquellos embates en mi culo. Casi desfallezco cuando me penetró hasta el fin, volvió a gritar cuando comenzó a meter y sacar, y yo sentí morirme, estaba completa de gozo y por dentro, me dolía y también lo disfrutaba; quería expulsar su cosa y también tenerla adentro, no sabía lo que quería, casi no podía pensar cuando comencé a tensarme ante lo inevitable.
Grité cuando su pija me entraba y salía y sus huevos golpeaban en mi culo una y otra vez de un modo frenético; ya estaba a punto, unos golpes mas y mi orgasmo sería extraño pero el mas explosivo. Llegó como una tromba y grité desencajada, me sentía tan bien acabando pues cada espasmo era un gozo sublime, exquisito, que me saciaba por completo de aquella excitación sentidísima. Comencé a relajarme cuando el muchacho me penetró hasta casi hacerme morir. Eso me dolió mas que nada pues recién había acabado y pasada la excitación el dolor era mucho mas palpable. Volví a gritar, soportando como podía el dolor, cuando Octavio se descargó dentro de mi culo dos o tres veces. Quedó tendido sobre mi y dijo:
En la carta dice que tu tío viene para Buenos Aires y le pide a tu padre que le reserve tu culo, que lo quiere estrenar él.