Ansias de yegua . La tía Rosita 3

Rosa se entrega cada vez más a la lujuria de su marido y su cuñado, sintiéndose mas hembra.

Ansias de yegua. Tía Rosita 3

ROSA.

La mano de Rosa buscó el calor de la entrepierna, estaba caliente y sola en la cama. Rafael había vuelto a Buenos Aires y ella se había quedado en la costa con las niñas. En los cuatro días con su marido en casa, cogieron mañana y noche, ella se entregó buscando su placer y el de su esposo, sobre todo después de la aventura con su cuñado. No sabía cómo ni por qué, pero la relación con Pedro, le había hecho actuar como una puta, dando todo tipo de goce a su marido, sin vergüenzas, dejando que una fuerte lujuria se instalara en su matrimonio , después de casi catorce de pareja.

Los dedos encontraron el botón, estaba duro esperando la caricia. Y su mente se llenó con lo que había hecho con su marido, como le había montado, y como con su polla dentro, se acariciaba para que él disfrutara de verla entregada, gimiendo, con los pechos saltando y yendo juntos a la explosión. O cuando puesta en cuatro la tomaba, y le daba azotes en las nalgas para que se moviera más y más rápido, y ella cerraba los muslos para sentirse más llena. Y lo habían hecho por detrás, por el culo, y a ella le había gustado, porque le hacía sentirse más hembra, más poseída por él, dándole un placer que siempre había evitado, porque tenía miedo y de pronto se daba cuenta que el pequeño dolor que sentía cuando entraba la pija por la puerta estrecha le excitaba, llevándola hacía un orgasmo diferente pero que le encantaba.

Rosa notó como los flujos empapaban su vagina, buscó en la mesilla la botella de plástico llena de agua, la llevaba a la noche por si tenían sed, pero desde que conocía a Pedro y su enorme verga, supo que iba a usarla cuando estuviera sola. La acarició admirando su forma y su grosor y se la puso entre los labios de la concha mojada. Y fue metiéndosela en la vagina, el penetrar del recipiente le iba llenando, estaba tan lubricada que no tenía problemas en el avance de la botella, se quedó con el tapón entre los dedos. La polla de Pedro podía ser igual de ancha o un poco mas, pero desde luego era más larga. No pudo evitar sonreír con nostalgia al comparar el instrumento que tenía en su concha con el rabo real de su cuñado: PORQUE LO HABÍAN HECHO. Habían cogido, un polvo rápido pero delicioso. Empezó a mover, dentro y fuera, la botella para sentir el deslizar en las paredes de su vagina.

La masturbación mutua había encendido una lujuria desconocida y el deseo de aquel macho poderoso y cínico, capaz de estar educado con su marido y su mujer, como si nada hubiera pasado la ponía más y más cachonda. Al deseo sexual se unía el placer del juego, de la aventura, del engaño y no sabía cómo ni cuando, pero tener la certeza que iban a coger, la tenía caliente, con un extraño calor en el coño que había aplacado con Rafael, su marido, pero que Rosa sabía no era suficiente ni lo que ansiaba, porque lo ansiaba, que aquella pedazo de pija entrara a llenar su vagina.

En la playa el sábado, después del asado, había empezado el juego, cuando en el agua, entre las olas, con las niñas alrededor,ellos cuidando que no tuvieran problemas, le había dicho :

-Yegua..¿ querés que nos regalemos una cogida?

  • Sí... ¿ cómo?

  • Vos hacé lo que te diga y así no se enterará nadie. Nada de celulares... solo hablado.

Y la había dejado con su hija pequeña que no quería salir del mar. Ni el agua fría del océano le bajaba el calenturón. Y no pudo evitar jugar a exhibir su cuerpo apenas tapado por el bikini para animar a Pedro, pero también puso caliente a su marido.

Al volver a casa, y quedar los dos solos, para cambiarse para la merienda cena con las niñas y sus suegros, la atrajo hacia sí y la besó como un lobo hambriento. Rosa se dejó llevar necesitada de una ración de sexo que aliviara su calentura. Sus hijas podían interrumpir en cualquier momento, por eso se separó y se puso como una perra para recibir la verga del macho. Rafael se la metió de un golpe, los flujos vaginales hicieron que la pija entrara en el guante del sexo de Rosa. Se movieron rápido, llegaron al orgasmo a la vez en poco más de un minuto.

  • Deja que te la limpie- dijo la mujer mientras usaba el interior del bañador de su marido para evitar el desborde de semen y asear su concha.

Rafael, parado, dejó que su esposa le limpiara la verga, todavía dura, con la lengua golosa.

  • Hoy , a la noche, te limpio yo a vos la concha.

  • Siiii... y luego me la pones por atrás.

PEDRO.

Pedro acostó a sus hijas y se preparó un vaso de vino para esperar que Alejandra volviera del hospital. Su mujer estaba muy buena, era una diosa griega, grande, hermosa, rotunda, como un buen vino tinto. Sonrió, Rosita era más como el chardonay fresco que se estaba tomando, más ligero, pero muy gratificante. Una era una leona, otra una yegua. Siempre le había dado la imagen de yegua, las piernas largas, perfectas, el culo parado, ni grande ni pequeño, de esos que invitan a dar un azote, las tetas turgentes, tiesas, con pezones que se marcaban. Una delicia de hembra y además dispuesta a coger. Siempre lo había sabido, desde que la conoció, era una mujer de más de un hombre. Y además de Rafael, su marido, era ahora él, su cuñado el que se la había beneficiado.

Llevaba viendo como se movía ese verano, una yegua buscando jinete, lo notaba, lo olía. Siempre había sido así: intuía cuando una mujer buscaba batalla. Y la había dado.

Las pajas en el cumpleaños de su sobrina, en casa de sus suegros, fue el principio. Luego solo consistió en buscar al oportunidad. En la playa se lo propuso, y ella aceptó y no solo eso , se puso cachonda. Se dio cuenta en cómo se exhibía, como una hembra que quiere que la cojan. Estaba seguro que el guapo de su cuñado había disfrutado de la calentura de Rosita. Le divertía calentar a una hembra y que se la follara otro.

El domingo al salir de la playa, le dijo en voz baja:

  • A la noche...Ponte un vestido.

Cuando la vio con un camisero verde claro, supo que estaba dispuesta. Y fue sencillo.

  • He encargado unas pizzas y unas empanadas en la Placita...que sé que te encantan... suegra.

  • Siempre un zalamero- le dijo la anciana- de toda la vida me ha gustado ese restaurante.

  • Rosa...¿me ayudas?...yo solo no puedo con todas las cajas y sobre todo esperar con el coche. Vamos y enseguida volvemos.

  • O. K. ...Te acompaño y mientras preparan algo de picar y de beber- dijo Rosa con una sonrisa cómplice y entregada.

Apenas se montaron en la 4x4 , la mujer preguntó con voz de hembra caliente:

  • ¿Donde vamos?

  • A coger... yegua.

La miró cuando se puso el cinturón de seguridad que le marcaba las tetas y se abrió las piernas mostrando los muslos. Eran pocas cuadras, entraron en el garaje, solo estaba el coche de Alejandra, paró y la besó. Fue un beso profundo y rápido en el que buscó la caricia y el sobeteo a la mujer más que una demostración de amor. Iba a follar, no a hacer el amor.

  • Baja y quítate la bombacha.- le dijo. Él llevaba el control.

Rosa le obedeció, lo hizo moviéndose como una gata encelada, se abrió el vestido y quedó parada ante su cuñado, respiraba hondo, agitada, excitada, deseosa de ser tomada.

  • Sos una joya, te has puesto un corpiño de los de abrir por delante.

  • Si para que me veas y me chupes los pechos.- susurró dejando los senos libres, orgullosos ante la mirada posesiva del macho.

Pedro se acercó a Rosa y la acarició las tetas, usó las palmas para jugar con los pezones erectos. Ella cerró los ojos dejándose llevar, luego los abrió siendo consciente de la aventura que estaba viviendo.

Pedro chupó los senos, se deleitó con las puntas duras por el deseo, su mano fue a la entrepierna de Rosa, estaba mojada.

  • Saca la polla mientras te acaricio.

Rosa le desabrochó el cinto, el botón de la cintura y luego la bragueta hasta que pudo tirar del pantalón hacia abajo. Le costó que pasase la verga enhiesta, al hacerlo la tocó, se entretuvo en valorar el enorme tamaño del miembro del macho. No hizo falta que le dijera nada, fue ella la que se giró, apoyó las manos en el capó del coche, se inclinó mostrando la grupa a su cuñado.

Pedro, con la verga en la mano tanteó la apertura de la concha, estaba cómodo, la altura de su cuñada al inclinarse y abrir las piernas hacía que su coño quedara a altura de su cipote, lo colocó en la puerta húmeda del coño y empujó haciendo que entrara lentamente.

  • ¡ Quee lindo! - se le escapó a Rosa al sentir como le iba llenando la vagina lubricada la tranca de su cuñado.

El hombre empezó a moverse despacio, adelante y atrás, deslizando su enorme verga en la elástica feminidad de Rosa, cuya voz se convirtió en un ronroneo de gemidos y susurros.

  • ¡ AAAAHHHH... UHHHH... Sí...sí...sí... aaasiiii.!...¡ que lindo!...sigue...no pares.

Pedro con las manos en las caderas de la mujer cambió el ritmo, acelerando la cogida. Su cuñada entró en un éxtasis de pequeños chillidos entrecortados.

  • ¡ Me matas...aaayyy...aayyy... !...Me voy a venir...sigueee.

Rosa fue llegando al orgasmo, en un deslizar hasta la explosión final, en el momento que él largó su semen en escopetazos cortos, controlados, haciendo que ella se sintiera una hembra cubierta por su macho.

Mientras retiraba la pija de su vagina buscó un paquete de pañuelitos de papel y le ofreció un par de ellos a la mujer, mientras se limpiaba la polla con otro.

  • Anda, volvamos al coche y vamos a por la pizza para que no nos esperen mucho.

Continuará