Años Plenos (02)
Le gustaba llamarme Normita...
El... uno de mis mejores recuerdos
Le gustaba llamarme Normita, a partir del hecho que no siendo yo muy alta, y el verdaderamente un tipazo, con un cuerpo impresionante de 1 metro y 95 centímetros de altura, musculoso por los muchos deportes que practicaba, sin una pizca de grasa por ninguna parte, con unos hombros anchos y fuertes y una cinturita fina y flexible pero increíblemente fuerte, fue lo mas increíble que me pudo pasar, especialmente porque si bien siempre fui muy atractiva pese a mi poca estatura, me eligió a mi pese a que podía elegir entre las muchas bellezas de todo tipo que se le acercaban casi regaladas
Al principio pensaba que probablemente porque entre las muchas cosas que aprendí pronto, fue el arte de seducir tanto a hombres como a mujeres lo que hizo que se fijara en mi, pues eso es lo que marca las diferencias entre los logros de una persona y otra, especialmente en las lides amorosas, pero luego comprendí que no era eso.
Lo conocí una noche en que no me sentía demasiado bien, pues estaba medio engripada, y en lugar de salir a bailar, fui a visitar a unos amigos, también estudiantes, que vivían cerca de casa, en un departamento.
Cuando llegué me encontré con una reunión de lo mas animada, ya que se habían juntado allí varios compañeros de ellos, y como siempre pasa, alguno trajo una guitarra, y habían comenzado a cantar, mientras alguna de las chicas que solían visitarls, cebaban mate, y disimuladamente trataban de seducir a alguno de ellos.
Me presentaron a los que no conocía, y entre ellos estaba el. En el grupo, todos sentados en cualquier lado, desde sillas hasta almohadones en el piso, no me llamó la atención, pero cuando se estiró para saludarme, de repente me pareció como si se hubiese iluminado todo, y casi sin darme cuenta, se puso en marcha todo mi arsenal de seducción, y evidentemente funcionó a la perfección, pues al poco rato no solo tenía acaparada su atención sobre mi, sino que sentía que eso era solo el comienzo de una relación, que con el tiempo resultó muy fuerte y duradera, pese a que tuvo su fin.
En una muy buena medida, el también supo seducirme, pues la situación no se limitó a mostrarme sugestivamente, sino que también el me atrajo y supo ganarme desde un principio, al punto que nos fuimos de allí juntos, antes que cualquiera, sin que hubieran habido insinuaciones de sexo entre nosotros, pues no se olviden que estaba medio engripada y sin demasiadas ganas de nada.
A poco de andar, me sentí bastante mal, con escalofríos, y e lo notó, por lo que me ofreció un sweater que llevaba en la mano, y me lo colocó sobre los hombros, aprovechando lo cual, con un gesto atrevido pero protector, dejó su brazo derecho sobre mis hombros, haciéndome sentir una tibieza agradable y posesiva a la vez, especialmente cuando sin violencia, pero sin dudas, me acercaba hacia el, haciendome sentir agradablemente dominada por el, a diferencia de lo que me sucedía habitualmente, cuando siempre era yo la que dominaba la situación en cualquier situación de "conquista".
Caminamos un rato, hasta que finalmente llegamos a un edificio de departamentos en el cual entramos, y mientras esperábamos el elevador, al notar algun signo de dudas de mi parte, me dijo con seguridad, pero sin prepotencia: -"Vamos un rato a mi departamento, si te parece bien..."
-"si, por supuesto..." fue la respuesta que escuché que le decía yo, antes de darme cuenta de nada.
Era un departamento chiquito, típico de estudiante que vive solo, pero que tiene bastantes recursos económicos, de un ambiente, una cocina cómoda, un lavaderito pequeño y un bañito con bañera.
Allí, mientras me contaba que estudiaba medicina, que vivía solo ya que su novia vivía en otra ciudad (...oh desilución inicial!), y me preguntaba mas detalles sobre mi, me preparó un te, el cual me ofreció junto con un par de aspirinas, ya que me dijo que había notado mi estado gripal.
Acepté la taza y las aspirinas, ya que realmente las necesitaba, y mientras bebía, puso algo de música, y dejó encendida solo una pequeña luz. El ambiente se tornó mucho mas íntimo, por lo que yo le recordé que el npo estaba libre como para intentar algo, y allí comenzo lo que hoy creo que fue su verdadero acto de seducción, y que consiguió mas de lo que yo hubiera deseado en ese momento.
Su historia me produjo una gran tristeza y ternura, pues se sentía realmete solo, y hasta desilusionado de su pareja, por lo que al poco rato, trataba de confortarlo con suaves caricias en su cabeza, que tiernamente reposaba en mi hombro izquierdo, mientras su brazo derecho rodeaba tiernamente mi cintura.
Mis caricias pasaron luego a ser suaves besos en su mejilla, luego en su frente, para finalmente buscar su boca, de labios finos pero muy suaves y tiernos, que parecieron sorprenderse con mi primer roce sobre ellos, pero ante mi insistencia, se entreabrieron permitiéndome ingresar apenas mi lengua entre ellos par saborearlos primero e intentar alcanzar su lengua después, lo cual me permitió luego de algunos intentos, casi con timidez.
Poco a poco mi insistencia fue animándolo, hasta que su brazo dejó de estar simplemente en mi cintura, para convertirse en un abrazo delicioso, lleno de ternura.
Allí yo lo abracé con fuerza, ya sintiendo deseos de sentir su cuerpo contra el mío, y afirmé mis senos contra su pecho, tratando de sentir su calor, lo que hizo que el me recostara sobre el sofá en el que estábamos sentados, debajo de su pecho, haciéndom sentir su peso, su aroma y su fortaleza.
Allí fue el quien provocó en mi la excitación. Sentí que por primera vez no era yo la que manejaba al hombre, y me pareció extraño y exquisito, por lo que me abandoné totalmente a sus brazos, y pese a notarlo, no hizo nada por avanzar mas, limitándose a besarme en la boca, en todo el rostro, en el cuello, en los lóbulos de mis orejas, deteniéndose de vez en cuando para alejar algo su rostro del mio y mirarme a los ojos y acariciar mis mejillas y mi pelo.
Era un momento de ternura total, y lo deseé de una manera distinta, no con ese deseo animal de sexo puro, sino con la voluptuosidad del deseo contenido por un respeto mutuo y un afecto creciente.
Decir que mi mente daba vueltas como un carrousell es quedarme corta.
Lo abracé con fuerza, con mi cabeza junto a la suya, y me escuche decirle suavemente al oido: -"...te quiero, siento que te quiero... como si te conociera de siempre..." a la vez que me daba cuenta que eso era realmente lo que sentía.
La comunicación era total, ya que con timidez me dijo: -"...yo siento lo mismo..."
Al cabo de algunos minutos asi abrazados, sintiéndonos, noté que poco a poco trataba de desprender suavemente el abrazo, y le pregunté que le pasaba, a lo que me respondió: -"es que te deseo, pero... no está bien, porque yo ya tengo a alguien..."
-"No importa, está bien, yo también te deseo" fue mi respuesta, a la vez que tomaba una de sus manos y la apoyaba sobre mis senos con suavidad.
El percibió mi entrega, y poco a poco fue aceptándola, tomando mi cintura, y aumentando sus caricias en mis pechos, sin atreverse a pasarlas debajo de mi ropa. Eso me enloquecía de deseos, al punto que hizo que le pidiera (y era la primera vez que se lo decía a alguien) con voz temblorosa: -"por favor, sacame la ropa y tomame... te deseo tanto que quiero sentirte sobre mi piel..."
Lentamente pasó sus manos bajo mi remera, subiéndolas de a poco y descubriéndome, poniendo ante sus ojos mis pechos firme y libres.
Le pedí que los besara, mientras con mis manos acercaba su cabeza hacia ellos.
Su boca se adueño de mi piel, besandome en los pezones, en el marcado surco que los separa, en los costados, camino a la axila. Yo estaba en las nubes y mi respiración era toda suspiros, mientras la suya era ya casi un jadeo entrecortado.
Le quité su remera y me miró sorprendido, por lo que con un gesto de asentimiento pasé mis manos bajo la cintura de sus pantalones de jean, acariciando sus nalgas estrechas y firmes, apretándolo contra mis caderas.
Allí se volteó colocándome encima suyo mientras se animaba a comenzar a bajar mis pantalones junto con mi tanguita, por lo que lo ayudé apoyándome con las manos sobre el sofá, hasta que pudo bajarlos mas allá de mis muslos, desde donde yo misma terminé de sacarlos, quedando completamente desnuda sobre su cuerpo todavía vestido de la cintura para abajo. Me observó con detenimiento, sonriendo y dándome pequeños besos de vez en cuando, luego se volteó quedando los dos sobre nuestros costados, y mientras yo lo miraba y admiraba, terminó de desnudarse, para terminar acostado a mi lado, con una tremenda erección que trataba de esconder pudorosamente, y que yo no pude menos que acariciar con mi mano derecha, lenta y tiernamente, sintiendo la suavidad, las formas, el calor, la tensión, y mi terrrible excitación, que hacía que ya estuviera completamente mojada.
Al ver mi atrevimiento, me tomó de la cintura y mientras se tumbaba boca arriba, me colocó sobre el. Yo no demoré nada en guiarlo dentro mío, sintiendo como me llenaba totalmente, casi empalándome, pero sin lastimarme, ya que con sus manos me sujetaba de la cintura guiándome y sosteniendome, pues sabía todo lo grande que era, y que si no era cuidadoso podía lastimarme, cosa que jamás sucedió, ni ese día ni nunca. Ese fue el comienzo, y estuvimos toda la noche, no ya simplemente teniendo sexo, sino haciéndonos el amor. Con suavidad, con movimientos lentos, llenos de deseo y de cariño, disfrutando cada segundo, sintiéndonos, sin prisas, sino mas bien alargando el tiempo adrede.
Su cuerpo me cubría, me envolvía, me llenaba, sus caricias me elevaban hasta las nubes y sus besos me hacían flotar en el espacio. Las sensaciones me llegaban desde todos lados. Desde mis labios llegaban temblores cuando me besaba y firmeza cuando yo besaba su pecho, desde mis manos llegaban escalofríos de deseo cuando acariciaba su sexo y ansias cuando aferraba sus caderas, desde mis pechos llegaban oleadas de felicidad al sentir sus labios besarlos haciendo que mis pezones se endurecieran como llamándolo, desde mi entrepierna llegaban reclamos exigentes cuando sus dedos me acariciaban y me penetraban con suavidad pero profundamente y satisfacción cuando dejaba que fuera su pene el que entrara en mi.
No hicimos nada acrobático ni espectacular, pero esa fue la primera noche de verdadero amor que tuve en mucho tiempo.
Aun hoy puedo decir que fue el hombre con quien mejor me he sentido en toda mi vida. Aun hoy, después de tanto tiempo, lo recuerdo y me excito, y casi siento como si lo tuviera dentro mío otra vez. y lo vuelvo a disfrutar, aunque lo extrañe tanto.
Vivimos juntos cuatro años y medio, y nos separamos por esas extrañas cosas que tiene la vida, sintiendo los dos un gran dolor, pues nos separamos amándonos.
Pero todavía tengo muchas cosas hermosas para contarles de nuestra relación, y poco a poco lo voy a ir haciendo.