Anoche tuve un sueño...
La fantasìa eròtica de mi mujer con su ciber-amante.
Anoche tuve un sueño
Un sueño erótico con alguien que solamente conozco por sus correos apasionados y que me hacen sentir deseada, espero que lo puedas leer y te des cuenta que también aunque no se conozca a la persona físicamente, se puede gozar y tener una buena sesión sexual.
Estaba dormida y mi mente empezó a imaginarte, lo hacía con la pequeña descripción que me habías dado de ti, tal vez quise tener la más grande imaginación para idealizarte y hacerte mejor de lo que en realidad eres, pero no lo conseguí, entonces volví a pensar en ti
Mi sueño me llevó por los caminos sexuales y me encontré frente a ti, te vi tal y como te has descrito, un poco más alto que yo, fornido, no guapo pero atrayente, varonil, apasionado en lo que haces, muy erótico y con ganas de tenerme en la cama; me arrojé a tus brazos para que por fin me pudieras sentir, mi cadera redujo el espacio que existía entre tú y yo, sentí tu gran bulto restregarse contra mi concha mientras mis pechos se aplastaban contra ti, nuestros labios se fundieron como si quisieran no separase nunca, tu lengua, ávida de caricias, hurgaba tiernamente por todo el interior de mi boca, tus manos buscaron tocar el cuerpo que tantas noches habías anhelado, el deseo se hallaba en el punto máximo, ¡¡¡por fin me tienes en tus brazos!!!
Las caricias poco a poco se hicieron de una intensidad tal, que no podíamos detenernos, mis ojos aún estaban cerrados para aumentar la pasión, mis manos buscaron a tientas tu cuerpo para sentir tu calidez, el olor de tu cuerpo me enardecía, la excitación dentro de mí aumentaba de tal manera que no podía controlarme, un leve temblor inundaba todo mi ser, tus cálidas manos iniciaron la tarea de desnudar mi vibrante cuerpo, poco a poco fuiste despojándome de las prendas que te impedían sentir mi piel, escuché que me decías que era la piel más tersa que jamás hubieras tocado; una a una mis ropas cayeron a nuestros pies, hice lo mismo con tus ropas, me detenía a cada momento para lamer cada parte de piel que iba descubriendo, deseaba saborearte como jamás persona alguna lo había hecho, por tu parte, ibas besando y acariciando cada centímetro de mi ser, al hacerlo, me hacías temblar y desear ser poseída por tu ardiente virilidad; por fin quedamos totalmente desprovistos de prenda alguna, ¡¡¡estaba lista para que me poseyeras!!!
Con los escarceos previos, estaba lista para darte placer hasta que quedaras exhausto, mis boca buscó con avidez el gran miembro que estaba listo para la batalla, lo tomé tímidamente con mis dedos y dudé por un momento que fuera capaz de recibirlo por completo en el interior de mi boca, me acariciaste los cabellos delicadamente, con eso venciste mi resistencia y abrí mis labios para chupar tu ardiente pene, en cuanto metí la punta, escuché unos leves gemidos escapar de tu boca, lamí alrededor del glande para que sintieras mayor placer, me tomaste por la nuca y, con un movimiento muy leve, me incitaste a que siguiera introduciendo tu enorme estaca de carne en mi boca, poco a poco lo metí hasta que no pude más, casi me haces morir de asfixia, en cuanto me acostumbré a tu gran tamaño, moví mi lengua por tu rico tronco, los gemidos que emitías se hicieron más y más intensos hasta convertirse casi en gritos, estaba logrando mi mayor fantasía, hacerte estremecer de gozo.
Pasados unos minutos, detuviste mi felación, me levantaste con tus fuertes brazos y me acostaste boca abajo sobre el mullido lecho, cariñosamente me cubriste de besos y caricias todo mi dorso, iniciaste tu recorrido por mis pies, subiste lamiendo y besando lentamente por mis piernas, alternabas tus caricias entre una y otra, al sentirte sobre mi trasero, estaba trastornada por el goce, mis sentidos únicamente estaban concentrados en ti y tus mimos, en ese momento me sentí la mujer más feliz de la tierra, te detuviste para deleitarte con mis nalgas, con tus manos abriste mis cachetes posteriores, tu húmeda lengua se paseó por toda la profundidad del surco que tenía a su alcance, cuando lamiste la entrada de mi estrecho anillo, me estremecí por la deliciosa sensación, poco después, iniciaste nuevamente tu recorrido por mi cuerpo, mi espalda se arqueó cuando tu lengua se posó sobre ella, no detuviste tu marcha hasta llegar a la parte posterior de mi cuello, ¡eso me enloquece! mi conciencia se perdió en la inmensidad del placer, definitivamente, mi ser era ya arcilla que moldearías a tu antojo con tus poderosas manos.
¡Deseaba ser poseída por ti en ese mismo instante!, pero aún no terminaba tu labor, me volteaste y las caricias iniciaron ahora por mi cara, los besos que me diste eran ardientes y denotaban que tu agitación aumentaba, poco a poco fuiste bajando hasta hallar mis pechos que se movían agitadamente al compás de mi respiración, tus dedos buscaron mis pezones, en cuanto los encontraste, los tocaste levemente, como si quisieras tenerlos siempre entre tus manos, tus caricias aumentaron de intensidad, pellizcando cada vez más fuerte mi sensible piel, al mismo tiempo que me levantaba para tenerte más cerca, con mis manos atraje tu cara hacia ellos para que pudieras saborearlos, entreabriste tus labios para introducirlos uno a uno en tu boca, mis dos tesoros más sensibles estaban a tu merced, emití un gemido desde el fondo de mi interior para hacerte saber que con la deliciosa caricia que me aplicabas era definitivamente indescriptible, cambiabas de vez en cuando tus labios por tus dedos para apretar mis paradas tetillas, una mordida furtiva me hizo gritar, una especie de descarga eléctrica corrió por mi ser, mi cuerpo se levantó por la mezcla de dolor y placer al mismo tiempo, continuaste con las caricias y abriste mis piernas para poder alcanzar a chupar mi monte de Venus, ya estaba húmedo y listo para recibir al invasor que me transportaría al paraíso, lamiste mi clítoris mientras que con tus dedos jugueteabas en mi interior y, con eso, lograste que mi pasión contenida explotara en un torrente de pasión, bebiste ávidamente los jugos de mi orgasmo deleitándote con su sabor.
Abriste con ternura mis piernas, tomaste tu enorme lanza y la colocaste en la lubricada entrada de mi concha ansiosa de ser penetrada, lo hiciste con la mayor lentitud que fue posible, yo disfruté cada milímetro de tu dura espada a pesar que es bastante gruesa, no tuviste ningún problema para insertarla, mis delicadas paredes vaginales se expandieron para recibir al enorme invasor, grité en una mezcla de dolor y placer en cuanto llegaste al fondo de mis entrañas, iniciaste un movimiento hacia dentro de mí, rodeé con mis piernas tu espalda para que la penetración fuera total, te recostaste sobre mí y nuestros labios se fundieron en un interminable beso, con cada arremetida de tu rica arma sentía como si me fueras a partir en dos, tuve varios orgasmos mientras me poseías tanto suave como salvajemente, la increíble experiencia duró mucho tiempo, ¿cuánto?, no lo se, pero lo que si estoy segura es que cuando ibas a terminar, me estrechaste tan fuerte como te fue posible, gritaste mi nombre "Sonia" y luego quedaste desfallecido por el cansancio sobre mí.