Anoche soñe contigo

Relato en forma de correo, en el que cuento mi último sueño a mi amante virtual

Hola cielo,

¿Como te fueron estos días por tu tierra? ¿Sigue Santiago tan bello como lo recordabas? Estoy seguro que aun mas y que lo has pasado de miedo.

Estoy deseando que por fin vuelvas a casa y me cuentes que has hecho por allí, si estuviste con aquel antiguo novio del que me hablaste antes de ir y que tal te fue con él, si por fin te has decidido a retirar todos los prejuicios y te has acostado con alguien, aunque no fuera importante para ti.

También espero que hayas pensado en mi alguna vez, que hayas recordado lo bien que lo pasamos en el chat, cuando estabas a punto de marcharte y en lo que tenemos planeado y que, jajaja, nunca acaba de pasar.

Yo si he pensado en ti. Y a diario. Creo que no ha habido noche, ni amanecer que no lo haya hecho. No me he podido abstraer de recordar lo bonitos que son tus pechos, lo enormemente rico que tiene que ser tenerlos en mi boca, poder mordisquear tus pezones, o acariciar tu cintura, tu pubis, tu culito…

La verdad es que tu recuerdo y el pensar que cuando vuelvas podremos jugar con nuestros cuerpos, aunque sea a través de la cámara, me ha tenido muy caliente estos días, me ha obligado a tocarme y masturbarme un montón de veces, aunque he reservado la carga de leche para cuando nos veamos, no olvidaba que me dijiste que querías ver como la derramaba y quiero que la disfrutes mientras veo como bajan tus jugos inundando tus dedos.

Pero todo tiene sus consecuencias y la que ha tenido la contención, ha sido que anoche, tuve un sueño, en el que estuve a punto de estropear nuestras ilusiones.

Soñé que me había escapado de mi casa, había cogido un avión a Santiago, que me pasaba dos días recorriendo sus calles buscándote, hasta que, cuando empezaba a desesperarme y pensar que no te encontraría, por fin te vi. Sentí tu alegría, casi tan fuerte como la mía de verme. No dejabas de besarme una y otra vez, me abrazabas, me estrujabas, me acariciabas la barba, la cara, el pelo. Mordías mi cuello, no te lo podías creer, estábamos extasiados de la alegría que nos produjo el encuentro.

A partir de ese momento todo fue mejor que mejor, me llevas a tu casa a conocer a tu mami, que nos preparó una excelente comida, con platos típicos de tu tierra, cigote, vaca frita, picadillo a la criolla, arroz congri, hasta hacerme reventar.

Tras reposar la comida, contigo apoyada en mi hombro, nos preparamos y me llevaste a conocer la playa de la que tantas veces habíamos hablado. Por el camino, aprovechamos para comprar una botella de ron añejo y llegamos justo a tiempo para ver el precioso anochecer.

Extendimos una de las mantas que llevábamos sobre la arena, sacamos nuestra ropa, quedándonos solo con nuestros bañadores y nos tumbamos uno junto al otro, como dos adolescentes sin poder separar nuestras bocas presionando nuestros cuerpos el uno contra el otro, sin que nos importara la gente que a esa hora iba retirándose de la playa a sus casas

El sol fue bajando poco a poco, casi se podía ver como se acercaba al mar y como este lo engullía, tiñendo el cielo de rojo intenso, y entrando las sombras sobre las palmeras que rodean la playa. El runrún de las olas era música celestial en nuestros oídos, mi pecho pegado al tuyo, tus piernas rozando las mías, ummm que sensación tan maravillosa.

Paso un rato y nuestra alegría por el encuentro se fue transformando en deseo, el calor nos invadía, y el clamor de las olas, no llamaba. Me propusiste que fuéramos a bañarnos y a mi me pareció una magnifica idea, quizá así nos refrescáramos, aunque estaba seguro que el calor venia de nuestro interior y el agua no lo descendería.

Ya en la orilla y abrazado como íbamos, me deshice de mi bañador y te pedí que hicieras lo mismo, aún a sabiendas de que no eras partidaria de desnudarte en un lugar público, pero para mi sorpresa, después de mirar alrededor y comprobar que no se veía a nadie, te decidiste y te quitaste el tuyo, lentamente, bajando los tirantes lentamente, retirando las cazoletas poquito a poco, como insinuando que al final no lo harías. Mientras yo observándote con cara de idiota, cada vez me excitaba mas e iba notando que mi pene crecía y crecía.

Por fin te decidiste y bajaste la primera, concretamente la derecha, dejando ante mi la maravillosa visión de tu pecho. Lo cubriste con tu mano, haciéndote caricias muy sensuales y cuidadosamente dejabas con mucha picardía, que viera tu aureola, grande, oscura, punteada de pequeños granitos, aun mas oscuritos, que bordeaban tu pezón perfecto, duro, erecto que de vez en cuando pellizcabas con picardía. Tu mano derecha iba, de tu pecho derecho que permanecía descubierto, al izquierdo que seguía tapado por el bañador que tu sujetabas con la otra mano. Yo cada momento me voy calentando más, no dejo de sedear poder ser yo quien toque ese pecho que tanto me gusta, cuando poder tener entre mis dedos ese magnifico pezón que me hechiza, diciéndome cómeme cómeme. Joder como esta ya mi verga. Tiesa, dura, tan dura, que casi duele de lo hinchada que la tengo, a punto de reventar. Bufff

Ya, siguiendo la misma tónica, que llevabas hasta ahora, con lentitud y suavidad, pasando tus manos por donde vas dejando que la luna acaricie tu piel, vas bajando la dichosa prenda, hasta tu cintura, un poco más, mmmm hasta tus caderas, acaricias tus muslos, doblas tu cintura y rozas tus tobillos, subiendo hasta el borde del bañador, lo recorres con uno de tus dedos, deteniéndote, con sonrisa maliciosa, donde se juntan ambas piernas. Subes ese dedo a tus labios mientras la otra mano comienza el mismo recorrido por la otra pierna.

Introduces tu dedo entre tus labios húmedos, calientes, haciendo que casi me de un infarto del gusto que me produce, imaginar que tus dedos son mi pene. Y lo cojo con mi mano y comienza a masajearlo suavemente para controlar mi calentura.

Te veo pasar tu lengua alrededor de los labios, golosa, y te giras de espaldas a mi dejando ante mis incrédulos ojos, ese magnifico trasero tuyo, para, coger el bañador por el borde de ambas perneras y bajarlo hasta tus tobillos, doblando tu cintura y exponiendo a ante mí, en todo su esplendor, no solo tu hermoso culito, sino tu ansiado sexo.

En ese momento ya me fue imposible, contenerme, me acerque hacia ti, te abrace con dulzura (ni te imaginas el esfuerzo que tuve que hacer para que no fuera bruscamente), nos besamos intensamente. Mi polla palpitaba presionando tu vientre, notaba el olor a sexo que provenía de ti, cogías mi culo y clavando las uñas, presionabas contra ti, mientras yo hacia lo mismo a la vez, como si quisiéramos atravesarnos. Notaba tus senos en mi pecho, se me clavaban tus pezones erizados, sentía tu pubis en mii pene, notando esos lentos movimientos, a un lado y al otro, adelante hacia atrás….

Creí que iba a enloquecer, que no podría contener el chorro de leche que quería salir sobre ti, y debido a nuestras presiones, acabamos cayendo en el agua, por fortuna, ya que gracias a ello conseguí controlarme.

Sin dejar de abrazarnos rodamos por la orilla, a merced de las olas, que nos envolvían y remojaban, para poco a poco ir adentrándonos en el mar. Nadamos como si fuéramos dos delfines en su ritual de apareamiento. Me separé de ti y te vi como subías y bajabas en el agua, maravillándome de la Belleza que desprendían los reflejos de la luna en tu dorada piel morena.

Estaba extasiado a la vez que el deseo me corroía, pero la dulzura del momento y la certeza de que pronto serias mía, por fin, hacían que fuera totalmente feliz. Mientras, tu, disfrutabas del momento, reis, me rozabas, acariciabas mi piel al pasar nadando junto a mí, te sumergías y agarrándote a mis muslos besabas mi pene, o pasabas por detrás pasando tu lengua por mi trasero, disfrutabas en fin haciéndome sufrir y esperar el anhelado momento.

Yo trataba de coger tus senos, tu cintura o tu vagina, pero nunca lo conseguía, siempre te alejabas antes de que lo lograra.

Al fin tras mucho rato de juegos y agotados por el baño o guiados por la fuerza del momento y nuestra hambre insufrible, salimos del agua y volvimos donde habíamos dejado las toallas. Te tumbaste boca a bajo para que te secara. Lo hice con mimo, pero no use pela alguna, absorbí las gotas que flotaban sobre ti, con mis labios, pasando después mi lengua para retirar toda la sal de ella. Comencé desde tu nuca, para ir bajando por el cuello hasta los hombros, sorbí con pasión sobre tus omoplatos y me dirigí hacia la columna vertebral.

Cuando mi lengua bajaba por ella, resbalando por cada vertebra, ahora besando, ahora absorbiendo, dando lengüetazos, soplando suavemente, mientras mi miembro rozaba la parte interior de tus muslos, desde donde terminan las piernas, hacia abajo, mi boca fue llegando a tus nalgas.

Pasé a besar tu cintura, desde la columna hacia fuera. Primero hacías la izquierda, después hacia la derecha. En ese punto ya tu respiración era cada vez mas profunda y de vez en cuando, aunque contenido, te oída algún gemido. Besé tus nalgas, acariciándolas con mis manos, mientras tu dejabas sin tensión que lo hiciera. Poco después, note como separaba ligeramente tus piernas, cosa que tome como un agradecimiento y una invitación, por lo que mi lengua se dedicó a lamer entre las nalgas, sin profundizar demasiado.

Repetí la operación de tu espalda, a lo largo y ancho de tus piernas, sin dejar de sobarte el trasero, acercando mis dedos cada vez mas a tu ano, pero sin tocarlo. Tu, que cada vez gemías mas alto y mas continuo. A veces temblabas ostentosamente, otras casi imperceptiblemente y comenzaste a moverte rítmicamente.

Te volteaste y plante un intenso beso en tu boca. Nuestras lenguas, ahora dejadas al deseo, se enredaron entre si brutalmente, tan pronto la mía estaba sobre la tuya, como la tuya sobre la mía, se enroscaban la una a la otra, salían y se rozaban fuera de las bocas haciendo que nuestro labios enrojecían del deseo, volvían a entrar en la tuya, pasaban a la mía, mordisqueabas su punta, mordisqueaba la tuya, bufffff, que locura. Sentía tus manos presionando mi espalda hacia ti, presionaba tu culo hacia mi pene, totalmente erecto, notaba como presionabas tú, como pidiéndome que te penetrara, pero a pesar de que lo estaba deseando, era mayor las ganas de preservar aquellos momentos y de que no terminaran nunca.

Nos calmamos ligeramente y seguí con el ritual que había impuesto a mi boca y que notaba que tanto te gustaba.

Mi lengua entonces se dirigió a tu oreja, la recorrió completa, susurrándote lo mucho que te amaba, lo mucho que te deseaba, lo feliz que me hacías. Introduje la punta en tu oído, haciéndote gemir, descendí por tu quijada, hasta llegar a la barbilla que introduje en mi boca, besándola y lamiéndola. Te bese los parpados, las pestañas, la naricilla, el labio superior y tu me dejabas hacer, ronroneando como un gatito, a la vez que arqueabas tu cintura elevándola de vez en cuando, elevabas la cabeza buscando mi boca para besarla, pero ahora me tocaba a mí y me apartaba para que no llegaras.

Cuando vi que ibas a empezar a protestar, hasta entonces te había gustado le juego, volví a besarte apasionadamente. Al subir para hacerlo, mi pene, que a veces parece tener vida propia, se colocó en tu rajita, presionado tu clítoris. Noté tu estremeciendo y como creció de nuevo, pero decidí seguir disfrutando de tu voluptuoso cuerpo. Era demasiado rico para abandonarlo.

Asi seguí chupando, absorbiendo lamiendo y soplando tu cuello, hombros, las clavículas….

Masajee tus pechos, los besé, rodeé las areolas, ahora ya, entre la excitación y el efecto del agua, erizadas totalmente, con su borde sobresaliendo duro, muy durito, los puntitos oscuros hinchados, los lamí, y sople sobre ellos consiguiendo que endurecieran mas aun si se podía. Mi boca se poso entonces en tu pezón derecho, los sorbía al interior de mi boca, lo metía. Lo volvía a sacar, presionaba con los labios, presionaba con los dientes y tú lo agradecías con gemidos cada vez mas altos, haciendo que me girara hasta que conseguiste alcanzar mi pene y mviendo y apretándolo, llegaste a un sonoro y tremendo orgasmo.

ME CORRO, ME CORRO, AGGGGGGGGGGGGGG ME CORRO gritabas mientras subías y bajabas el pubis. Yo sin sacar tu pezón de mi boca, puse la mano en tu coño, que ardía hundido de jugos y metiendo mis dedos en la rajita, los pase por tu clítoris, adaptándome al ritmo que marcabas

Yo estaba a punto de correrme también, al calor de tu mano en mi sexo, el olor de tus efluvios, tus gritos de placer, la sensación de tu clítoris, duro como una piedra en mis dedos era insoportable, mis huevos me dolían de la hinchazón, de la espera…

Pero afortunadamente, la diosa fortuna nuevamente quiso, que tu bajaras la intensidad y soplando profundamente soltaras mi pene, lo que hizo que pudiera seguir.

Seguí bajando por el canalillo hasta llegar a la altura de tu ombligo, lo rodeé fui haciendo círculos a su alrededor, hasta que por fin introduje la lengua en él, pareció que te gustó, porque de nuevo comenzaste a respirar entrecortado y a arquear la cintura

Besando, fui bajando hasta el pubis, justo a la altura del comienzo del vello. No te lo había depilado, ya que no me esperabas. Me encantó, era perfecto, con sus rizos, su tono claro, suave, muy suave.

Separaste las piernas, dejando a mi antojo tu sexo caliente, húmedo…

Pase mi mano sobre el vello, sin toca la piel, vi como asomaba el clítoris. Seguia endurecido, pidiendo guerra.

Pase mi lengua por tus labios mayores y te estremeciste, se separaron ligeramente dejando a mi merced los interiores. Aproveché para disfrutar de la visión del pliegue que hacen estos al juntarse, dando principio a ese abultado garbancito que es tu clítoris.

Ver la piel morena de tus labios mayores, cubiertos por el vello, dorado y cano, esos apetitosos labios menores, amplios, acogedores, brillantes y la entrada de tu cueva, tu tesoro, rosadito, jugoso, son sus pliegues, que pedían que yo entrara y descansara allí, ummmm aún ahora solo de recordarlo hacer que mi verga se ponga muy dura y no deje de desear repetirlo, pero seguiré a lo que iba.

Pose mis labios sobre tu sexo, mi lengua la recorrió toda. No dejaba de pasar desde la entrada de la vagina, hasta el pliegue en el que terminas los labios menores y volver una y otra vez, dejando las caricias en el clítoris para después. Cada momento soltabas chorros de fluidos y compasabas mis lamidas con movimientos de pelvis. Cogí tu clítoris con mis labios y sorbiendo dulcemente, los acerqué a mi lengua. Los humedecí, los rodeé eon la lengua, los rocé con ella, moviéndola primero suavemente, sin dejar de pasar sobre el, para ir incrementando el ritmo, hasta que comencé a moverla como a rápidos, rapidísimos golpecitos con ella, uno desde abajo uno desde arriba.

Tu te arqueabas, gemías, alzabas la cabeza…, mi polla estaba a punto de reventar, chorreando liquido preseminal que tu cuando podías recogías con tu mano y llevabas a tu boca. Proveché cuando te arqueabas para pasar is brazos bajo tu culo, para levantrlo ligeramente y ahora el trabajo de mi boca y lengua se centraron en la zona entre tu vagina y tu ano. Mi mano libre frotaba tu clítoris, mi lengua recorría esa zona sin parar hasta que se detuvo a la entrada de la vagina y la introduje todo lo que daba de si.

Parecía que te gustaba, así que continué un buen rato, hasta que decidí probar, como te parecía que me centrara en el otro orificio, no fuera a ser que tuviera envidia. Fui de nuevo con mi lengua hacia atrás, y al llegar, al orificio, lo ensalivé, y endureciendo la punta de la lengua, la fui introduciendo. Al principio costó un poco, creo que tu lo endurecías, pero poco después lo relajaste y entraba y salía sola.

Mis dedos se dedicaban en ese momento a introducirse en la vagina, te gustaba tu sabor era muy agradable y no pudiendo contenerme, me gire del todo, para dejar mi aparato al alcance de tu boca. No te lo pensaste un momento, de un rápido movimiento lo cogiste con la mano y sin miramiento alguno lo llegaste a la boca.

Retiraste la piel dejando el glande a la vista, y tu lengua lo recorrió, haciendo que me estremeciera, lo reconociste con tu lengua, recorriendo el borde del glande, pasándola por la rajita pro donde salía el líquido preseminal, a borbotones, degustándolo placenteramente.

Yo estaba deseando que la pusiera en interior de tu boca, cosa que no tardó en ocurrir. Primero lentamente, casi sin tocarla, solo la punta, besándola y retirándola. Después mas deprisa, mas profundamente, hasta que quisiste llevarme al cielo, la introdujiste hasta la garganta, dejándola dentro, mientras tu lengua la acariciaba en la parte a su alcance

Seguimos así en ese divino 69 un rato, hasta que para evitar una corrida, sin probar lo mejor, lo mas deseado, cambiamos de postura. Tu quisiste tomar la iniciativa y de un rápido movimiento me pusiste sobre la toalla boca arriba y dando me la espalda, dejando ante mis ojos tu maravilla de culito, abierto por los juegos que habíamos tenido, pusiste una pierna a cada lado de mi cintura, y cogiendo mi polla con tus manos, la dirigiste hacia la divina cueva de la felicidad, que es tu conejito.

Bien lubricada como estabas y con el líquido preseminal que resbalaba por mi pene, no le costo entrar, tus cadras comenzaron a bailar sobre mi, sin sacar ni un milímetro de mi pene de tu interior. Te movia de adelante hacia atrás, de atrás hacia delante, hacías giros y todo ello con mi penne dentro de ti, mis huevos contra tu clítoris y tu culo sobre mi pubis. Joder que placer infinito, no me lo podía creer, eso deba de ser el cielo.

A penas sin levantarte, te giraste, sin sacar mi verga de tu interior, y apoyando tus manos sobre mi pecho, comenzaste un frenético vaivén, de adelante hacia atrás, siempre con el pene introducido en tu interior, hasta tocar con tu útero. Notaba los pliegues del interior de tu vagina, como la punta golpeaba contra el útero, como surgían borbotones de jugos continuamente. De pronto te arqueaste hacia atrás y apoyando tus manos en mis rodillas comenzaste a agitarte aún más duro, mucho más duro. Mis manos iban de tu clítoris a tus pechos y de nuevo a tu clítoris. La locura era total. Gemías, gritabas, me pedias más, más, más aún y yo te lo daba, forzando lo empellones, frotando tu clítoris, pellizcando tus pezones, amasando tus senos…..

Cuando ya no era capaz de contenerme más, cuando ya la corrida era inminente, imparable, comenzaste a gritar como una posesa

ME VIENE, CARIÑO, ME VIENE DE NUEVO, MUEVETE, MUEVETE CON FUERZA, NO PARES, ME CORRO, ME CORRO, ME CORROOOOOOOOOOOO

Tus gemidos se habían convertido en gritos, tu coño se contraía presionando mi pene, y tus gritos me contagiaron y en ese momento comencé a correrme, lanzando dentro de ti, tremendos chorros de semen, leche blanquita y caliente, que se mezclaba con tus flujos y seguías moviéndote sin parar, como si quisieras escurrirla, estrujándola en tu interior. Lentamente, fuimos reduciendo la velocidad y fuerza de las embestidas, hasta que exhaustos, dejamos de movernos y caíste sobre mi pecho.

Te besé con suavidad, me besaste con dulzura. Recorrí de nuevo tu cara con mis labios, besaste mi pecho una y otra vez. Me acariciabas, te acariciaba, ,e tocabas, te tocaba yo a ti. Bufff que placer tan intenso. Y todo ello sin sacar mi polla, ahora algo morcillona, de tu coñito aún.

Pasados unos minutos, nos dimos la vuelta sobre la toalla, quedando ahora yo sobre ti, metido entre tus piernas totalmente abiertas. Por tu expresión, comprendí que aun seguías caliente y al ver de nuevo tus pechos, reflejando la luna, noté que poco a poco recuperaba mi erección.

Tu sintiéndola, me pediste que saliera de tu vagina, que querías saborearla, y antes de que me diera cuenta, la habías cogido y metido en tu boca. Joder, como la movías, la sorbias, la introducías para sacarla de nuevo al exterior, rozándola amorosamente con tus labios.

Entretanto, yo te pagaba la mamada, mimando tu conejito con mis manos, acariciando de nuevo tu clítoris, metiéndolos en lo mas profundo de aquel coñito que me volvía loco.

Seguimos un rato en esta jugada, y después sin decirme nada, te diste la vuelta y pusiste a cuatro, con mi polla en tu mano, mientras movías el culito sensualmente ante mis ojos, que casi se salían de las orbitas ante el espectáculo.

Tirando suavemente de mi pene, acercaste mi pene a tu vagina, y no hizo falta que me lo dijeras, el glande, para ese momento a punto de explotar de la hinchazón, rojo, casi morado, presionó contra la entrada de tu vagina.

Ahora no costaba entrar, pasaba sin ninguna cortapisa y de un fuerte empellón entro hasta el fondo. Fuimos incrementando el ritmo has volver al ritmo frenético de hacia un rato. Mi brazo izquierdo rodeaba tu cintura, presionándote hacia mi, mientras la con la mano derecha te daba unos cachetes en tus nalgas, inicialmente casi sin fuerza, suaves, pero enseguida noté que te excitaban y redoblé el entusiasmo, aunque sin pasarme, para que disfrutaras.

La visión de tu ano, ahora al alcance de mis ojos, hizo que dejara los cachetes y tras humedecerlo en mi boca, lo pasara alrededor de tu culito. Lo rodeé, lo toqué, aproveché los jugos que salían de tu vagina en mis envestidas, para suavizarlo y lentamente lo fui introduciendo. El pacer si hizo mucho mas intenso aún, tu redoblabas la fuerza de tus culetadas y la intensidad de tus gemidos. Me gritaste que te lo rompiera. Lo estaba deseando, pero sin atreverme a hacerlo, por lo que la saqué de tu coño y apuntando directamente a tu ano la introduje. Me costó menos de lo que esperaba. Era normal después de los juegos que había hecho con mis dedos metiendo uno, dos , tres y bien lubricado que lo había dejado. Pero la intensidad del calor de su interior, la presión que el esfínter ejercía sobre mi verga, eran increíbles.

Seguías gimiendo, pero de nuevo acelerabas tanto la velocidad de tus movimientos, como la de estos, presagiando que estabas de nuevo al borde del orgasmo. La certeza de la inminencia del mismo, me produjo un fuerte cosquilleo en la base del pene. El también quería su recompensa, también estaba al borde de correrse irremediablemente.

Notando que estaba a borde de llegar al punto sin retorno, quise reducir el ritmo, pero en ese momento volviste a gritar, signo inequívoco de que te corrías y tras cinco o seis embestidas y mientras tus flujos se derramaban en un terrible squirts, deje toda mi leche dentro de tu intestino en el que probablemente haya sido el orgasmo mas intenso que he tenido.

A la mañana, me desperté totalmente hundido, mezcla de sudor y de semen. La noche había sido maravillosa, ese día lo pase sonriendo con cara de bobo, al extremo que en más de una ocasión me preguntaron que estaba pensando que me hacía tanta gracia, a lo que respondía, que se trataba de un chiste que me habían contado pero que no lo recordaba completo, con lo que no podía contarlo.

Ahora aun estoy excitado, solo del recuerdo y de habértelo contado aquí, me ha puesto totalmente cachondo y cuento los minutos que faltan para que vuelvas a casa y podamos llevar a cabo nuestros deseos.

Te quiero y te espero con impaciencia