Año nuevo vida nueva
Dos mujeres que en su madurez, encontraron una oportunidad para darle alegría a su vida
Año nuevo vida nueva
Marisa salió del trabajo con ánimo de hacer las compras para la noche de navidad, no era una cosa tan difícil si sabías lo que comprar. Ese día había venido con el coche, siempre trataba de venir caminando para mover las piernas, pero ese día tenía que comprar y tampoco quería ir cargada.
Casi siempre venía con Isabel, vivía de paso y aprovechaban para hacer su aerobic diario sin darse cuenta y de paso conversar algo, que con ella se le hacía muy ameno. Eran bastante iguales. Las dos rondaban los cuarenta, tenían una posición sólida, vivían solas independientes, y ahí se empezaban a diferenciar.
Marisa con sus 41 años, divorciada hacía nueve, tenía un hijo con veintiuno estudiando en la universidad, con una novia también universitaria con la que convivían en la ciudad.
Isabel con 39 años, recién hacía tres años que se había divorciado. No tuvo hijos cosa que agradeció en vista como había terminado su matrimonio. Se había venido a esta ciudad casi escapando a las tensiones. Aquí había encontrado la paz, y una buena amiga que le hacía más llevadera la soledad que a veces la angustiaba.
Si era por presencia, las dos tenían lo suyo, cuidaban su cuerpo no por ánimo de lucirse, simplemente por quererse a sí mismas y se ve que se querían bien porque para guapas le sobraba.
Esa tarde iba a acompañar a Marisa a hacer la compra para la nochebuena, y de paso compraba algo para ella, que con algo se quería festejar. Se habían citado por el móvil y se encontraron en el estacionamiento. Los saludos de rigor y al súper. Faltaban nada más que dos días, las tiendas eran un infierno dónde las ganas de comprar te podían hacer nublar la razón. Isabel notó que Marisa estaba mareada, quería comprar y no sabía qué.
Mari, porque no vamos a tomar una cerveza y anotamos lo que comprar
Sí, tienes razón es que este barullo me lleva por delante y… ya ni sé lo que quiero
A ver, que quieres hacer de comer.
Nada, si la comida la traen ellos, pero yo algo tengo que poner, no puedo ser tan miserable, pero no sé lo qué.
Pero a ver, quienes son, cuantos son, es una fiesta grande o chica.
Es chica, mira es mi hijo, el padre, la esposa del padre y la hija que es mi ahijada – a Isabel no le entraba
Pero a ver ¿el padre de tu hijo no fue tu marido?
Pero claro, que te crees que iba a tener mi hijo con cualquiera.
¡No, no! Yo no me creo nada, lo que pasa que a mí no se me ocurriría pasar la navidad con mi exmarido, más bien me vine para aquí para no estar ni cerca, prefiero pasarla sola.
Ay mujer, cómo vas a pasar un día cómo ese sola
Será que no soy como tú, pero antes de pasarla con mi ex, estoy bien sola
Isabel, no me jodas, no puedes pasar esa noche sola, te vienes a mi casa y ya
¿Cómo voy a ir a tu casa, que pinto ahí? Te imaginas, al único que conozco es a tu hijo y de verlo de pasada, y con tu ex en la mesa, ¿qué quieres, que si se arma tengas alguien más a favor? Mira que yo para la guerra mucho no sirvo
Pero de qué guerra me hablas, no seas tonta, ven que comida no va a faltar, siempre traen demás para que me quede para el otro día, aparte yo algo voy a comprar, todavía no sé qué, pero algo será – hubo una exposición de argumentos. Marisa por qué no podía pasar ese día sola, Isabel que no podía meterse entre una familia que tendrían sus cosas para tratar sin extraños.
¿Qué cosas piensas que vamos a tratar? Mira Isabel, yo te quiero mucho, eres mi mejor amiga, pero si prefieres pasar sola por no estar con mi familia es que tú no me quieres nada, así que te puedes ir a la mierda
No te pongas así, yo también te quiero y bien sabes que eres mi mejor amiga, pero es que estás reuniones familiares siempre terminan mal, ya estoy acostumbrada. También hubiese podido ir con mi familia ¿y para qué? Si ya sé cómo terminan.
Isabel, en mi casa no es así, te lo aseguro. Ven porque me vas a hacer sentir mal pensando que estás sola, no seas idiota y si me quieres un poquito ven a mi casa, si quieres te voy a buscar.
Qué me vas a buscar si vivo a cinco calles, voy a ir, pero te aviso, en cuanto se arme una de aquella me escapo, y ahora a ver lo que tengo que llevar yo, que tampoco voy a ir de carota.
Déjate de tonterías, comida va a sobrar, a ver que le compro a mi ahijada – terminaron la tarde comprando lo necesario y lo que se les ocurrió.
Isabel quedó comprometida, pero sufría. En su vida no se acordaba de haber terminado una fiesta en paz. Su familia siempre fue muy peculiar. La teoría de ella es que estaban todo el año preparándose para ese día dónde iban con las pilas cargadas, y tanto daba si era política, futbol, cuando no cuernos, cualquier tema servía. En fin, odiaba esas fiestas, pero no le podía hacer un feo a Marisa, la verdad que también la quería, y tampoco es que tuviera mucho a quien querer.
El 24 fue a ayudarle en la casa, estaba bien que fuera de invitada, pero sabía que la dueña tenía su trabajo. Estuvieron hasta la tarde con el arbolito y preparando la mesa. Ernesto el hijo también ayudó, no mucho, pero algo ayudó. El se iba a ir a casa de la novia después de las doce y de allí al otro día se iban a esquiar, así que con suerte reaparecía en nochevieja
A la tarde terminaron de preparar todo, y se fue a su casa a cambiar. Trató de volver pronto, prefería estar en la casa cuando llegaran, era cómo jugar un poco de local. No terminaba de cuadrarle una fiesta con el ex y menos con la esposa. Se imaginaba las insinuaciones y golpes bajos. A lo mejor después de esto se enteraba que su familia no era de las peores.
Afuera hacía un frio que pelaba, escucharon el coche y Marisa corrió a abrir la puerta, una niña de ocho años le saltó encima y le dio un beso en la boca (era preciosa, a esa edad todas son preciosas)
Madrina, feliz nochebuena, ¿dónde está mi hermano?
Aquí estoy pioja, dame un beso – saltó sobre el y le dio dos besos en la mejilla, atrás venía la madre gritando
Felicidades comadre – la abraza y le zampa otro beso en la boca cómo si nada, atrás entró Alfredo con unas cajas
Hola cariño y se dan otro beso en la boca – Isabel pensaba si serían rusos, tampoco sabía si los rusos se besaban en los morros, cuando la presentaron iba preparada para aguantar lo que viniera, pero con ella fue normal. Mabel que vendría a ser la comadre y la esposa de su marido (bueno, algo así) era simpatiquísima, no se lo podía creer. Marisa preocupándose como estaba su ex, la sucesora desviviéndose para que esta descansara, la niña adoraba a su madrina. Eso no podía ser cierto, estaba en un programa de navidad. Después de las doce desarmaban todo y cada cual a su cada quien.
Mabel tenía 36 años y demostraba casi adoración por Marisa. Para madre no iba, tenía seis años más, Lucia parecía quererla más que a la madre, para colmo el exmarido preguntándole todo lo que necesitara que se lo iba a conseguir, ¿y entonces para que mierda se divorció? Ni parecido al ex de ella que casi se matan, buena razón para no volver a esos barrios.
Pasaron una noche maravillosa, a las doce tocaba beso, a Marisa el hijo y Isabel los dos besos en la mejilla, la otra familia se lo estamparon bien en la boca y Mabel con un abrazo rallando la homosexualidad (bueno, es lo que parecía) al rato Ernesto nos saludó y se fue a casa de la novia
Isabel no se lo podía creer, para ella que una fiesta de navidad terminara sin discusiones era algo insólito, pero dado el parentesco eso era increíble, siguieron disfrutando la compañía y los cariños de la mocosa que no paraba de buscar mimos con su madrina. El trato que tenían con ella la llegaba a emocionar. Apenas la conocían, pero ser amiga de Marisa parecía que era suficiente para hacerla sentir como en familia.
Casi a las dos de la mañana decidieron irse, el camino estaba un poco nevado, iba a conducir Mabel que no había tomado casi nada. La despedida siguió el mismo curso, Lucia pegada a su madrina, el exmarido plantándole un beso no tan de ex, y Mabel abrazándola en actitud arto cariñosa, deseándole felicidades en medio de un beso por lo menos casi apasionado
- Mari, no te quedes sola, que Isabel te acompañe, a lo mejor mañana a la noche vengo, cuídate – y se fueron. Isabel se quedó desorientada. Si para ella terminar una fiesta en paz era difícil, con los invitados a esta parecía imposible.
Isabel vivía más cerca y al otro día no tenía nada que hacer. Cuando Marisa la invitó a comerse unos turrones acompañado con sidra, no tuvo voluntad para negarse. Era golosa, estaba bien con su amiga, y era curiosa. Entre sidra y turrón, preguntó
Marisa, ¿de qué planeta son? Lo que vi hoy todavía no me lo creo ¿cómo se pueden llevar tan bien si es tu exmarido?
¿Y por qué nos íbamos a llevar mal?
¿Porqué? Porque él fue tu marido, porque parece que lo sigues queriendo, porque se divorció para casarse con Mabel y tú parece que la quieres a ella también, porque todo lo que vi aquí no puede ser cierto, algo raro hay.
Pero que raro quieres que haya, Alfredo se enamoró de Mabel me lo dijo y hizo lo que tenía que hacer
¿Cómo fue eso? Se enamoró te lo dijo y te mandó a la mierda y ya está. Contigo estaba haciendo experiencia.
Pero no Isabel, nosotros nos criamos juntos, nos queremos desde siempre, todas nuestras primeras cosas las hicimos juntos, yo me quedé de Ernesto, lo natural es que nos casáramos y eso hicimos. Pasamos doce años maravillosos, pero bueno, se enamoró y que quieres que hiciera. No es que me engañara, me habló de frente, antes de tener relaciones con Mabel me avisó que se quería separar para formar una familia con ella porque se había enamorado.
Ah bueno, está bien, si se avisa no son cuernos. ¿O sea que te pidió permiso para acostarse con su amante?
Qué no era su amante, cuando empezamos con el divorcio todavía no era su amante. Una tarde vino ella a hablar conmigo a preguntarme si era cierto que nos estábamos divorciando. Ella lo quería mucho a Alfredo, pero no estaba dispuesta a destruir una familia. Le tuve que decir que sí, que nos estábamos divorciando y que no destruía nada que nosotros nos seguíamos queriendo igual – Isabel cada vez entendía menos
Pero ¿cómo es eso que si se seguían queriendo igual te divorciabas?
Ay Isabel ¿qué quieres que te diga? Con Alfredo nos queremos mucho desde pequeños, pero no somos dueños uno de otro, si me hubiese enamorado yo, él se hubiese portado lo mismo. Mira, no tuvimos ninguna discusión, nuestro hijo se quedó conmigo, iba a estar con el padre cuando quisiera, con Mabel se lleva de maravillas, y soy madrina de Lucia que es un sol y me quiere como si fuera la madre, cuando necesito algo los tengo, y si necesitan algo saben que aquí estoy.
Bueno, mira te felicito, tienes una familia que parece maravillosa, y por cómo te besan más maravillosa parecen
Ah ya sé por qué lo dices, lo que pasa que con Alfredo siempre nos saludamos con un beso en los labios, y cómo me costaba dejar esa costumbre, decidí saludarla a ella igual para que no pensara cosas, a ella no le pareció mal.
Pues ya vi que no le pareció mal, cómo te besa y te abraza pareciera que le pareció muy bien
No seas tonta, no pienses mal, es cierto que quedó un poco tocada pensando que estoy sola por culpa de ella, pero nada que ver, el amor les llegó y eso es todo, si no fuera con ella podía ser con otra que no me quisiera tanto.
Sí, en eso tienes razón. Difícil que otra te quisiera tanto. A mí me cuesta creerlo, pero a lo mejor es envidia
¿Envidia de qué, te molesta que sean así conmigo?
No por dios, me da pena que no tenga a nadie que sea así conmigo, hace tanto que no siento una caricia o un abrazo de alguien que me quiera – Marisa se dio cuenta la soledad de Isabel, estiró la mano para acariciarle la cara.
Isa, yo te quiero bien y me gustaría abrazarte y acariciarte, pero tú misma viste lo raro que te pareció lo que hacemos nosotras, tampoco es que te quiera abrazar y me mandes a la mierda – sintió como frotó la cara contra su palma
Yo nunca te mandaría a la mierda, no sabes lo bien que me siento con esta caricia
Ven aquí mujer, que lo que quiero es tenerte entre mis brazos y sentir que no estamos solas. Se abrazaron pegando las caras
Sabes, cuando te veía con tu comadre tenía unas ganas de ser yo la que estuviera así – Marisa se separó y la miró de frente
Así o así, y pegó los labios como hacía con Mabel – fue un beso sorpresivo, ni siquiera a propósito, separaron los labios sin romper el abrazo, estaban casi pegadas, fueron aproximándose nuevamente para buscar la suavidad de sus mejillas
Mari, no sabes lo bien que me haces sentir, hace años que no me siento tan querida.
Pues mira, yo ayer te quería lo mismo, hoy lo siento más y me gusta
Yo también lo siento más, pareciera que ya no estoy tan sola – había dejado deslizar sus manos hasta esas bonitas nalgas
A mí también me pasa, no sabes el tiempo que hace que nadie me toca el culo
Uy perdón, fue sin querer – levantó las manos avergonzada
¡Qué sin querer! toca, toca, hazme sentir que todavía mi culo vale la pena tocarlo, aunque sea en modo bollo – el beso ahora fue un poco más profundo, se apretaron bien y las sensaciones fueron más palpables. Hacía años que ninguna de las dos sentía algo así, las lenguas pugnaban por traspasar la barrera de los labios ajenos
Marisa, a mí me gusta, pero a lo mejor nos estamos pasando de la raya
¡Qué nos vamos a pasar! Si todavía no llegamos. – le llevó la mano debajo de la falda - Mira toca y vas a ver la raya mía que mojada que está, si parece que me hubiese meado, esto no me había pasado nunca.
Uy sí, fíjate que a mí me pasa lo mismo ¿será que bebimos mucho?
¿A ver? Uf…estás igual que yo, pero me gusta sentir tu mano ahí, que gustito, si me da ganas de chuparte esa orejita
A mí también me gusta que me sigas tocando, y si no te tragas la perla chúpame lo que quieras – sintió cómo se metió el lóbulo en la boca y le produjo un estremecimiento – Mari, creo que nos estamos sacando el carnet de lesbianas.
¿Te parece? Pues si lo vamos a sacar mejor nos seguimos tocando sin bragas. Ven vamos al dormitorio – no se tomaron el trabajo de sacarse las faldas, fuera bragas y a la cama. Los besos se sucedían mientras sus manos buscaban desesperadamente dar el mismo placer que estaban dispuestas a recibir. No eran expertas pero las ganas disimulaban su ignorancia. Aun así vestidas, sentían el calor que irradiaban sus cuerpos. Una quería copiar a la otra y los dedos buscaban tocar una sinfonía en la suavidad de sus vaginas. Fue Isabel la qué con miedo, se animó primero a meter un dedo en esa cuevita tentadora, vio que fue bien recibido y allí fue otro con la grata sorpresa de sentir como otros dos se aventuraban dentro de ella.
No era momento de pensar, los instintos rellenaban el hueco de su inexperiencia, y bien que lo rellenaban porque a pesar de no ser muy gritonas, los suspiros eran el mejor villancico para acompañar el momento en que se corrieron las dos como dos colegialas. Quedaron las dos exhaustas, pero no se soltaron. Las separaba la ropa, pero mentalmente estaban en comunión
Marisa, esta vez sí que la liamos, mira que pasarnos esto a nuestra edad, ¿será lo que bebimos?
No sé, pero sí quieres quedó más. Aunque creo que tenemos que pensarlo un poco, a ver si nos agarra la moda lesbis
Dios nos libre, aunque si todo fuera así no lo iba a llorar. No me acuerdo haberla pasado mejor, pero mejor lo pensamos
Yo tampoco me acuerdo haberlo pasado mejor, pero tenemos que tratar de hacer lo correcto, yo quiero seguir siendo tu amiga y esto no nos puede separar. Eso de ahí abajo estuvo muy lindo, pero tenerte abrazada así está mejor.
Yo tampoco te quiero perder, así que mañana cuando se nos pase el mono hablamos con calma, es hora de irme.
Tú estás loca irte a esta hora con este frio, metete debajo de las mantas que dormimos calentitas.
Se metieron bajo las mantas vestidas como estaban. Las dos abrazadas no evitaron los besuqueos, pero o bien porque lo querían pensar, o por tener sidra de más, se quedaron dormidas gozando de las caricias, pero sin pasar de eso
A la mañana se despertaron casi al mismo tiempo
Nunca pensé que pudiera pasar una noche abrazada a otra persona – Dijo Marisa
Pero ¿no estuviste casada más de diez años? No me digas que esperaron a divorciarse para darse un abrazo
No mujer, es qué con él, al rato me empezaban a doler el cuello, o los brazos, yo que sé, tú no sé cómo te pones que hoy no me duele nada
Uhm…tienes razón, será que no pesamos tanto, yo dormí tan bien, y eso que estoy con la ropa. Menuda borrachera nos pillamos anoche. – comentó Isabel
Bueno que no fue para tanto, ¿no te acuerdas de lo que hicimos?
Creo que sí, de lo que me acuerdo, me acuerdo, lo que pasa que no sé si me acuerdo de todo
Eso me pasa a mí también, pero de lo que me acuerdo no me arrepiento de nada ¿y tú?
Mujer, si me arrepintiera no estaría abrazándote. Lo que no estoy segura cómo seguir de aquí para adelante
Yo tampoco, creo que lo íbamos a pensar, pero así se está tan bien, que podíamos seguir pensándolo abrazadas
Un poco bollo parece, pero es un bollo de navidad, Mari la verdad que yo así me siento como nunca.
Anda que todavía a ver si nos enrollamos, lo de ayer me gustó mucho, pero supongo que no fue casi nada.
No sé lo que fue, lo que sé es que no quisiera que lo nuestro cambie. Somos amigas y lo vamos a seguir siendo
Claro que lo vamos a seguir siendo y me gusta cómo me besas y cuando nos saludamos quisiera que fuera con un beso
Marisa, yo me voy a casa a pensarlo. A lo mejor es más que un beso lo que necesitamos
A lo mejor. Nos damos un tiempo, no quisiera equivocarme – tomaron el desayuno calladas, y Isabel se despidió con un beso
Cada cual pasó la navidad pensando en lo que había pasado. Marisa se sentía como una adolescente. No podía creer que lo que había sentido era solo causa de la bebida. Cuando se fue, ese beso tenía gusto a poco, pero hay que ver lo que sentía ella. Esa noche hablaron por el móvil. Conversaron de muchas cosas tratando de esquivar lo importante, pero sabían que tenían que terminar hablando de eso. Fue Isabel la que sacó la conversación
Marisa, cuando me vine no tenía ninguna gana, pero quedamos en pensarlo, y lo único que se me ocurre es que estaría mejor contigo. Me gusta abrazarte y que me abraces. ¿tú que conclusión sacaste?
¿Yo? qué me gustaría estar hablándote al oído y no con este móvil. Isabel, sigue pensando si quieres, pero mañana porque no te vienes a casa, a lo mejor viene Mabel con la niña, pero no importa, me gustaría que estuvieras tú – siguieron hablando por puro gusto, de a poco de algo se estaban dando cuenta.
Era sábado, no quiso llegar muy temprano, fue a comprar un postre, un poco para llevar algo. Cuando llegó vio el coche de su exmarido. No le gustó, pero Marisa valía la pena. Tocó el timbre y la recibió Mabel con dos besos en la mejilla
-Te estábamos esperando, pasa. Marisa (gritó) llegó Isabel – vino esta apurada y el beso se lo plantó en la boca, tipo Mabel
¿Qué va a Pensar Mabel, que vivo aquí?
¿Qué voy a pensar? ¿por qué no vives aquí? Están las dos solas, son buenas amigas, tienen casa de sobra, se ve que se quieren ¿por qué no viven juntas? Estarían mejor y ahorrarían dinero
A sí, (contestó Isabel) ¿y cuánto tardaría en decir que somos lesbianas?
¿Y a ustedes que les importa? Que digan lo que digan, y si lo son tampoco les tiene que importar
Bueno, no queda muy bonito tampoco – comentó Marisa
Y a ti que te importa como quede para los demás, el asunto que ustedes se sientan bien
¡Oye! Qué no estamos liadas
Pues es una pena, porque harían una pareja divina, muchas las envidiarían – se miraron un poco coloradas, Isabel preguntó
Tú en un caso así ¿te liarías con una mujer? Porque conozco muchas progres con la vida de los otros. Pero para ellas se borran
Yo si la quiero no me borraría, pensaría en nuestra felicidad y no en lo que piensen los demás
Dices así, porque los gustos te los sacas con Alfredo
Me los saco porque estoy enamorada de él, pero si me los tuviera que sacar con Marisa, no tendría inconveniente
¡Eh! ¿conmigo porqué, qué hice?
Contigo porqué también te quiero, y el mejor sexo siempre lo vas a encontrar con la persona que quieres
Mabel, ¿tú estuviste antes con una mujer? – preguntó Isabel
Sí, no me voy a hacer la santita. Antes de conocer a Alfredo estaba un poco desorientada. Para decir la verdad con las mujeres lo pasaba muy bien, con los hombres también pero nunca me enamoré de ninguno. Y Alfredo me da todo lo que quiero
¡Sí! ¿qué tenía mejor que los otros? – preguntó Marisa sorprendida
No es que fuera mejor, al contrario, la verdad es que estaba bastante verde, pero me enamoré y con amor todo es mejor
Pero cómo te pudiste enamorar si estaba tan verde
Isabel, yo me enamoré antes de acostarme con él. Cuando hablé con Marisa todavía no había tenido sexo, pero había amor. Lo demás, algo verde lo puedes hacer madurar, si está podrido no tiene remedio.
O sea que tú ves normal que dos mujeres se den el lote
Si se quieren claro que sí. ¿qué mejor que tener sexo con quien amas? Vas a reprimirte con quien quieres para ir a revolcarte con quien no te va ni te viene. Menuda guarrada.
Oye, que tampoco estamos diciendo que estemos enamoradas. Somos buenas amigas y no estamos pensando eso.
Pues es una pena que no lo piensen, porque una pareja más linda que la que hacen ustedes, hay que buscarla un rato
¿Qué es lo que tenemos de lindas nosotros?
¿Les cuento? La cara, la sonrisa, los ojos, las tetas, el culo, todo lo que veo me gusta. Si no estuviera con Alfredo Andaría atrás de alguna de ustedes, o de las dos – se quedaron estupefactas por decirlo de una manera, mirándose la una a la otra
Mabel, cariño, ¿nos vamos a tener que cuidar de ti? – preguntó Marisa
Ay Marisa ¿qué me preguntas? Me conoces bien sabes que les pediría permiso
Ahhh… bueno…, nos dejas más tranquilas
Isabel ¿te molesta que la bese a Marisa en la boca? – preguntó Mabel
No que va, es una muestra de cariño nada más, no tiene por qué molestarme, si no tenemos nada.
Claro, a ti también te voy a saludar así para que no creas que quiero algo con ella, tienes unos labios muy pulposos
Bueno, se agradece ¿y Lucia dónde está?
Está haciendo un muñeco de nieve, voy a ver que no se desabrigue – salió al patio y las dejo por un momento a solas
Mi Dios, si fuera por ella me parece que ya no nos dejó nada para pensar – comentó Isabel
¿Te parece mal lo que dijo?
Todo no, pero eso de andar atrás tuyo no me gusta ni que me avise
No te creas que me guste mucho que te bese en la boca, pero en vista que me besa a mí, puedo soportarlo – miraron por la ventana, y vieron madre e hija jugando con el muñeco, se miraron con picardía y aprovecharon para darse los besos que estaban deseando. Deseaban más cosas, pero se hacía lo que se podía.
Almorzaron tarde, Lucia se sentó con la madrina y a cada rato la abrazaba, después que se sentaron a la mesa, Mabel quiso hacer todo ella. Terminaron de comer y las invitó a la sala como si fuera la dueña. Mientras jugaban con la niña, limpió todo y trajo el café con figuritas de mazapán. Dieron buena cuenta de todo y se le hacía la hora de irse, oscurecía pronto.
La despedida fue un compendio de sugerencias, que si no hacían nada era porque no se importaban. Se fue el coche y volvieron despacio al sillón, se sentaron mirándose con una media sonrisa y se acabó la mesura. se abrazaron cómo hacía dos días, se recorrieron los cuellos a besos, las manos fueron más audaces
Isabel, ¿vamos a hacer cómo el otro día?
Marisa, eso fue de chiquillas pajilleras, algo mejor se puede hacer
¿Si buscamos un tutorial por internet? Debe haber para lesbianas
Tenemos que buscar algún video, eso seguro que hay
Tendríamos que haberle preguntado a Mabel, ella seguro que sabe
Estás loca, nos da una clase práctica que hay que ver cómo nos deja, vamos a buscar un video – no les costó mucho encontrarlo. No aprendieron mucho más de lo que sabían, les sirvió más el calentón que la teoría
Isabel, ven, dejemos esto, ya sabemos dónde está todo, mejor nos desnudamos vamos a la cama – entraron en la habitación besándose, fueron sacándose la ropa sin separarse, eran dos cuerpos formidables, Marisa hacía años que no exhibía su cuerpo, y que no veía una mujer desnuda en vivo desde casi toda la vida, quizá fueron sus instintos más ancestrales la que la llevaron a dirigir su boca a ese pezón que florecía desde su areola. Lo chupó con glotonería, ni ella se entendía ¿cómo una teta la podía poner así? Escucho el suspiro de Isabel y se dio cuenta que no era la teta, era toda ella. Un sentimiento que nunca había tenido, la empujó a seguir recorriendo ese cuerpo que se le hacía tan deseoso. Fue viajando por ese abdomen que la llevaba hasta el monte, desde dónde se iba a precipitar entre esos labios pulposos, hasta encontrar el sitio que una vez acarició con sus dedos y dónde ahora quería probar su sabor. Cómo una descarga eléctrica le transmitió el cuerpo de Isabel que en ese momento abrió las piernas ofreciéndole toda su intimidad hermosamente depilada, y allí fue.
Marisa, cariño ¿qué me haces? Virgen santa, me vas a hacer volver loca. Ay…Dios mío, cómo me pones – los gemidos la ponían más frenética, sabía que el clítoris era dónde más placer podía causarle y lo sorbió con empeño, los espasmos le daban más entusiasmo. Quería hacerla correr como nunca, pasó toda la lengua por su raja, hasta llegar a esa cueva que se había imaginado que era su destino. Probó por primera vez esa savia que fluía desde sus entrañas. Se engolosinó, ni siquiera le sintió el gusto, solo supo que era fruto del placer que le estaba provocando y que se reflejaba en su propio placer. Isabel no gritaba mucho, suspiraba, gimoteaba. Se había apoyado en un codo para poder verla
Ay dios santo Mari, me estoy por correr, sácate que no me aguanto, ay mi amor que no puedo más, aaaahhhh…siiiii…mi vida siii... Ven cariño, tonta mira cómo te puse – quedó despatarrada, nunca en su vida había sentido un placer cómo ese. La sintió buscar su boca para compartir los jugos que recién había extraído de su cuerpo. La besó ardientemente, pasó la lengua por su cara probando su sabor, la empujó hasta darla vuelta y subirse arriba, besó su cuello, bajó hasta sus tetas, las lamió, le mordió los pezones con sus labios, chupó y ahora la que gemía era ella.
Isabel, por favor tócame que estoy muy caliente
Te voy a tocar cómo me tocaste tú a mí.
No, no hagas eso que no estoy como tú, yo estoy llena de pelos
Pues no me importa. Te voy a comer ese coñito, aunque te tenga que hacer las rastas con la lengua – y allí se fue.
Isabel, si no te gusta no lo hagas, después me depilo – no le hizo caso, le metió dos dedos en la almeja y con la lengua empezó a jugar con el clítoris. Marisa se retorcía del gusto que estaba sintiendo – Ay… Isa, ay… la madre que te parió me vas a hacer morir de gusto, ay cabrona, no pares, no pares me voy… ahhhhh…… - y se sintió irse en un orgasmo memorable. Se volvieron a abrazar buscando la calidez de sus cuerpos.
Marisa, esto fue maravilloso, no me importa si somos lesbianas, a quien le guste que le guste, y al que no que se vaya a la mierda, grrrrrr, yo te quiero y lo demás no me importa, grrrrrrr
¿Qué te pasa? ¿vas a morder a alguien? ¿te dio la rabia?
No boba, es que se me quedó un pelillo pegado en la garganta y no se sale.
Viste, viste, te dije que no lo hicieras, ahora pareces una perra gruñendo, no vas a querer hacerme más eso
¿Qué no te voy a hacer más eso? Eso te lo voy a seguir haciendo, aunque te tenga que sacar los pelos a mordiscones.
No cariño, mañana voy y me hago depilar.
No, tú no vas a ninguna parte, te depilo yo, que en esos sitios encuentras algunas que saben el oficio, te hacen pegar un calentón que antes que te des cuenta las tienes lamiéndote el coño.
Me da un poco de vergüenza que me lo hagas tú, pero tienes razón, me empiezan a tocar y a ver si me pasa como contigo.
Te mato, esas cosas te tienen que pasar solamente conmigo, y me voy a tomar un vaso de agua a ver si pasa ese pelo.
Fue la primera vez que tuvieron sexo en serio. Al otro día tenían que trabajar, después de hacerse unas carantoñas Isabel se fue a su casa. Antes de dormirse se hablaron cómo dos adolescentes
Tendría que haberme quedado a dormir ¿no te parece? – preguntó Isabel
¿Te parece que íbamos a dormir?
Tienes razón, mañana nos vemos y te depilo
Déjalo para la noche vieja, comemos las uvas y después tenemos tres días para nosotras
¿Pero y tu hijo?
Mi hijo come las uvas con nosotras y se va a lo de la novia, que al otro día vuelven a la ciudad, así que vamos a estar solas – a pesar de la urgencia, quedaron así. Pasaron deseándose hasta el jueves, se veían, conversaban, pero se aguantaban.
El 31 Isabel fue a la casa de Marisa con ánimo de depilarla, todavía estaba Ernesto, qué aunque sospechaba que algo se traían entre ellas, tampoco encontraba una excusa para dejarlas solas. A la tarde llegó Mabel a traerle la comida para que no tuviera que trabajar, fue un derrame de cariño, pero esta vez también ella fue la destinataria. Realmente Marisa era la bienquerida y ella lo recibía nada más por estar allí. Era una familia de cuento. Todos estaban buscando la felicidad de los demás y ella tenía la suerte de recibir todo eso de rebote.
Llegaron las doce comieron las uvas acompañados con su hijo. Terminaron las campanadas, y festejaron con un brindis y un beso en los labios adelante de Ernesto que antes de irse le agradeció que hiciera feliz a su madre. Isabel no estaba acostumbrada a eso. Apenas quedaron solas buscó los labios de Marisa para que parara las lágrimas de emoción que corrían por sus mejillas. Sintió cómo esta bebía de sus ojos, y mientras la paz llenaba su espíritu, un calor invadía su cuerpo
Marisa, hoy empezamos el año, creo que lo mejor es con un cambio de look
¿Qué es lo que quieres que me cambie?
Tu sabes, traje todo para embellecerte más lo que más hermoso tienes ¿vamos a la habitación? – Marisa se puso un poco colorada, era la primera vez que le iban a depilar los bajos, pero la recompensa era muy grande. Pusieron unas toallas en la cama y se acostó desnuda. No sabía porque le daba vergüenza, estaba deseando sentir los dedos de Isabel, los dedos y todo lo que ella quisiera. Cerró los ojos abrió las piernas y se entregó a su querida amiga ¿amiga nada más?
Isabel miró ese panorama y se le caían las babas. Hacía días que estaba soñando con posar sus labios ahí. Hizo alarde de su templanza, y con mano temblorosa comenzó su trabajo. Rebajó un poco un vello que ya de sí era bastante finito. Le puso las bandas después de besarle el pubis cómo pidiendo perdón. Cuando las retiró escuchó el gemido de Marisa
Cielo, ¿te dolió mucho? – preguntó preocupada
No, un poquito, pero me agarraste de sorpresa
A ver si te puedo aliviar – le sopló, con un aceite para bebes le empezó a pasar por las partes más coloradas – anda. Abre bien las piernas que sacamos algún pelín – con la pinza le fue sacando los pelitos que le habían quedado, la hizo dar vuelta y lo mismo hizo con los pocos que le quedaban en el culo
Amor, que vergüenza ¿ahí también tengo?
Ahí tenías, no tengas vergüenza porque no tienes más. A ver, déjame ver – primero pasó la mano, le abrió bien los cachetes para pasarle la lengua, escuchó el suspiro de Marisa, la hizo apoyar en las rodillas, y en esa posición abarcó desde el clítoris hasta ese agujerito que la hizo suspirar. Una sensación satisfactoria sintió por las dos. Que gozara Marisa la hacía gozar a ella, sentía los espasmos que le avisaban que el orgasmo estaba en la puerta, y antes que se diera cuenta esa cuevita se convirtió en un surgente que inundó su boca. Fue recogiendo todo lo que se le había escapado sintiendo los estremecimientos que le seguían acometiendo a Marisa. La hizo dar vuelta y fue en busca de los otros labios. – Mi amor, ya no tienes más pelitos, a dios gracias voy a poder visitarte todas las veces que quieras.
No sé lo que tenga que ver dios en esto, pero tú estás bien depilada. Así que ponme el coñito en la boca que hasta que no reces todo el rosario no quiero que salgas de ahí. Que por lo menos quiero darte tanto gusto como el que me diste tú a mí
No rezó todo el rosario, al segundo orgasmo se giró para devolverle el placer que le estaba dando. Tuvieron otros, hasta que se fueron quedando dormidas abrazadas entre besos.
Se despertaron emocionadas. Parecían dos chiquillas que recién descubrían el sexo. Algo de cierto había, el sexo que conocían no era ni parecido a esto. Nunca se habían sentido tan entregadas como ahora. Volvieron a besarse y como en una luna de miel volvieron a hacerse el amor. Era difícil estar cerca y no desearse. Estaban en plena tarea cuando sonó el timbre. Se vistieron a los apurones, era Mabel, fue Marisa la que le abrió la puerta. Le dio un beso y preguntó sorprendida
¿Y Isabel dónde está?
Ahora viene ¿y cómo sabes que Isabel está aquí? – en ese momento apareció
¿Y quién otra iba a estar sino ella? Felicidades – le dio un buen morreo que la dejó aturdida
Y a lo mejor estaba sola, se quedó de casualidad
Las felicito, sea de casualidad o no, ojalá siempre les quede ese gustito a compañía en los labios. – la vergüenza les tiñó la cara. No habían tenido tiempo de lavarse los dientes
Uf…ya te estás suponiendo cosas raras – contestó Isabel
Pues espero que no sean raras y sean las normales entre dos personas que se aman. Miren, sean felices juntas, total a mí me gusta besarlas aunque tengan tan tremendo gusto a coño. Las dejo para que sigan. – les dio un beso más exagerado se pasó la lengua por los labios – que rico y se fue.
Bueno Isabel, lo nuestro ya no es un misterio. A mí también me gusta el gusto a tú coño, pero me gustaría tenerlo más cerca. ¿te vendrías a vivir conmigo?
Si me lo pides así, cómo voy a negarme a empezar el año con la mujer que amo. Pero sabes una cosa. Creo que tendríamos que comer algo para después seguir con lo que nos interrumpió Mabel ¿te parece? – Marisa la atrajo para besarla y le decía
¿Sabes que tiene de malo? Que ahora no voy a encontrar nada más rico de lo que me das tú, pero que quede para el postre
No había sido un año muy bueno, las azotó una pandemia, pero entre todo eso encontraron la fuerza para descubrir su amor