Año nuevo 2. La cabalgata
Segunda parte. Viaje de vuelta con mi cuñada y cena después de la cabalgata de reyes
Año nuevo 2. La cabalgata
El trabajo salió perfecto, y antes del mediodía ya me estaba despidiendo de mi hermano, él tenía por delante más de 8 horas de carretera para llegar a casa de su familia política y se despidió de mí todavía eufórico por lo bien que nos habían ido las cosas esa semana. Habían sido unos días intensos, de ingente trabajo eso sí, pero la adrenalina que nos producía ver que cada cosa que poníamos en marcha funcionaba prácticamente a la primera, unido al recuerdo de la noche del domingo con Olga cabalgando sobre mí, me tenían a cien. Hacía mucho tiempo que no me masturbaba tan a menudo como esa semana.
El móvil empezó a sonar y mi corazón a palpitar. Después de lo sucedido en el viaje de ida, era la primera vez que volvía a hablar con Olga.
-¿qué tal cuñado te queda mucho?
-yo ya he terminado ¿y tú?
•genial, porque yo casi he acabado, en media hora me puedes recoger.
•Pues muy bien, así llegamos a media tarde
• ¿A media tarde? Que prisas, si no nos esperan hasta la hora de cenar...
Noqueado y con las pulsaciones al máximo, me dirigí al centro comercial donde habíamos quedado. Al llegar me senté en la terraza de una cafetería a leer el periódico, pero no había manera de concentrarme en las noticias, así que decidí mirar entre los clientes del centro comercial esperando la llegada de Olga. No tardó mucho en aparecer, venía radiante, con un jersey rojo y un abrigo largo, para rematar el conjunto traía una minifalda negra con un vuelo ligero y medias del mismo color.
-vaya cuñado, parece que ha cambiado el tiempo. No queda ni resto de nieve.
Esta afirmación alteró mi respiración todavía más. Era inevitable conectarla con lo último que me dijo el lunes por la mañana.
Comimos allí mismo y la conversación transcurrió como si nada hubiera ocurrido el fin de semana anterior. El sol que entraba por las cristaleras y el hecho de estar en un centro comercial cerrado provocó que a mi cuñada le sobrará el jersey. Estaba bellísima, sencillamente guapa, solo llevaba una camisa blanca, sin pretensión alguna, pero se veía como una diosa. Cuando se levantó para ir al baño se le enganchó ligeramente la media en la silla metálica, lo cual le provocó una carrera de considerables dimensiones, soltó un taco y desapareció hacía los lavabos. Apurando el café después de comer, me sentía levitar, más aún cuando volvió a aparecer mi cuñada. La carrera que se había hecho en las medias le llevó a tomar la decisión de quitárselas, estábamos en enero, pero también era un día soleado, y la única actividad al aire libre antes de llegar a casa sería alguna parada en un área de servicio.
No habíamos pasado todavía por el primer peaje y mi cuñada ya estaba dormida, lo que me permitía miradas más o menos descaradas ya que la autopista ofrecía escasa dificultad. Los pliegues que sus rotundas tetas formaban entre los botones de su camisa me dejaban ver el sostén de aquel par de maravillas que solo hacía tres días había tenido entre mis manos, lo cual me llevó a preguntarme si las braguitas serian a juego, blancas con pequeños estampados oscuros. Así anduve durante 2 horas más o menos, intentando descubrir si esos pequeños estampados eran corazoncitos o simplemente lunares, lo cual me provocó una calentura tremenda.
De repente la respiración de Olga empezó a subir de tono. No eran gemidos nítidos como los que ya había escuchado en alguna ocasión, pero sí que aceleró su ritmo respiratorio. Con un leve movimiento llevó su mano derecha a la entrepierna, solo fue un instante, pues de inmediato la devolvió a su lugar anterior, pero fue suficiente para que los escasos centímetros que había subido su falda, me permitieran adivinar un puntito blanco, sus braguitas debían ser igual que su sujetador. Mi cabeza iba a estallar, y lo de más abajo ni os cuento. La cosa fue a peor... dicen que el olor es el más potente de los estímulos, y así fue, el que pude percibir me resultó familiar y excitante, ya no había ninguna duda, mi cuñada estaba teniendo una siesta de lo más interesante.
Embobado como estaba en el cuerpo de mi cuñada, a pesar de que cada vez había menos luz, el viaje se me estaba haciendo muy corto, apenas quedaban 60 km para llegar, y tampoco me di cuenta de que se había despertado y me había pillado mirándola con descaro.
-por qué no paramos, tengo que ir al baño
me dijo con una sonrisa maliciosa en sus carnosos labios.
Así lo hice, llegamos a una estación de servicio pedimos dos cafés y yo me senté a esperar que volviera del baño mientras consultaba el móvil. Algo sorprendente apareció en la pantalla del teléfono, era un mensaje de Olga que me enviaba una foto. Dudé un momento, acababa de estar conmigo hacía menos de cinco minutos, y no podía tardar mucho en volver a mi lado ¿qué narices me había enviado?
En el momento que decidí abrir la foto una voz familiar sonó a mi espalda
- ¡hombre Fernan, que casualidad!
Era Juan, un antiguo amigo, loco del esquí, que había hecho de su pasión su trabajo. Pasaba temporadas compaginando entre monitor y atendiendo una tienda que se había ganado por méritos propios un gran prestigio entre los amantes de los deportes de invierno.
-por qué no vienes a recoger tus botas? Me llegaron hace dos días y son espectaculares
-lo siento Juan, ya bajaré el viernes, voy con mi cuñada también y creo que tiene ganas de llegar a casa.
-no te preocupes Fer, que Marta se ha empeñado en ir a la tienda pija esa cerca de donde viven tus suegros y la acompaña. Además, me haces un favor tremendo si me evitas tener que acompañarla, la excusa perfecta.
Marta, la mujer de Juan nunca había tenido buenas vibraciones conmigo, así que cuando su marido se lo dijo torció un poco el gesto, pero aceptó. Cambiamos la maleta de Olga de coche y se fueron. Yo estaba como loco por abrir la foto que me había llegado, así que le pedí a mi amigo que me esperara un segundo porque tenía que ir al baño. Cerré con pestillo y saqué tembloroso el móvil de mi bolsillo, a duras penas acerté a abrir la aplicación de mensajería donde se encontraba la dichosa foto. Era fantástica, un selfie en el que se veía a Olga de pie sujetando la parte delantera de la minifalda por encima de su ombligo, sí, llevaba las braguitas a juego, y el pie de foto no dejaba lugar a dudas
- ¿te gustan? A mí me encantaría que me las quitaras.
Los 20 minutos que tardamos en llegar a la tienda de mi amigo fueron surrealistas. Juan me hablaba de temas relacionados con el esquí y en mi cabeza únicamente la imagen que acababa de ver en mi móvil.
Recogí mis botas de esquiar y me despedí apresuradamente de mi amigo, nada más subir al coche marqué el número de Olga, pero en ese momento recibí la llamada de mi mujer,
-hola cariño, nos vamos a la cabalgata con los niños, dentro de un rato subirá mi padre para que preparéis la barbacoa. Luis y su mujer se han ido ya así que nos quedamos todos en casa de mamá y papá.
-pero no se quedaban el fin de semana?
-no, al final Berta ha decidido que prefería pasar la noche de reyes con su familia.
-un beso cariño
-otro, te tengo muchísimas ganas...
Así que mi mujer también estaba encendida. El hecho de que mi cuñado Luis y su mujer Berta se hubieran ido suponía que dormíamos todos en casa de mis suegros. Una casa peculiar ya que es un dúplex de planta baja y primera planta con un jardín acogedor.
La cabalgata hizo que tardara más de media hora en llegar a casa de mis suegros, cuando por fin lo conseguí, mi suegro ya había llegado. Olga también había llegado hacía rato y charlaba animadamente con su padre, seguía con la misma ropa que cuando la dejé. Mi suegro y yo nos dedicamos a poner en marcha la barbacoa mientras mi cuñada iba preparando las ensaladas, o al menos eso pensaba yo, porque no pasó ni un cuarto de hora y mi teléfono móvil volvió a avisarme de que tenía un mensaje.
Sí, era una nueva foto de Olga, pero estaba con mi suegro, así que me fui al otro lado del jardín con la excusa de buscar más sarmientos. Se había superado, era la misma foto que en el área de servicio, solo que esta vez tenía las braguitas por debajo de las rodillas y se apreciaba perfectamente su rajita escoltada por una fina línea de vello negro
escrupulosamente rasurada. El pie de foto tampoco decepcionaba: "es muy fácil solo tienes que hacer así y ya me las tienes bajadas"
Todavía tardó unos minutos en volver a bajar, puedo imaginarme lo que hizo en el baño... por si me quedaba alguna duda cuando llegó a la barbacoa me dijo:
-tienes algo al lado de la boca.
Intenté limpiarme, pero evidentemente lo que tenía al lado de la boca no me lo quité, probablemente porque no tenía nada, así que mi cuñadita aprovecho para acercar el dedo índice a mi nariz y así limpiarme lo que tenía. Ese olor... esta vez fue como una bofetada placentera, tenía una lejana similitud con el de mi esposa, al fin y al cabo, eran hermanas, pero había muchos matices distintos, y tenía también una especie de superpoderes que provocaban en mi miembro una erección inmediata y grandiosa. Dejé a mi suegro pendiente del fuego y subí con el mío propio al baño de arriba explicándole al padre de mi mujer que tenía que deshacer la maleta. Escuché como Olga también le decía a su padre que subía a arreglar la cama. No me dio tiempo de entrar en el baño cuando sentí como mi cuñada se acercaba por detrás. Nos abrazamos y pude sentir su tremendo cuerpo como se estrujaba contra el mío. Metí una mano por su espalda bajo la blusa y la intensidad del momento hizo que me costara un poco liberar el corchete de su sujetador, pero cuando finalmente se liberó disfruté sintiendo con la yema de mis dedos aquellos pechos grandes, firmes, carnosos, redondos... esos pezones duros y grandes, que parecían dos interruptores provocando electricidad por todo el cuerpo de mi cuñada cada vez que los pellizcaba. Con la mano izquierda disfrutaba de la dureza de su culo de las formas esféricas que dibujaban sus glúteos, de la tersura de su piel de joven mujer con 25 primaveras, me excitaba forzando sus braguitas enterrándolas en su precioso trasero, sintiendo el agradable tacto de su fina tela. Ella no perdía el tiempo y con gran habilidad había conseguido atrapar mi pene entre sus dedos, y me estaba haciendo estremecer. Pasé a la parte delantera sin dejar de sobar sus magníficos pechos. Coloqué mi mano sobre aquellas braguitas que había atisbado esa misma tarde, y era como si hubiera metido el dedo en una taza de té húmedo y caliente, las separé ligeramente por la parte de arriba y comencé a bajar hacia su húmeda cueva. El vello púbico cuidadísimo que había podido ver hacía unos minutos en la pantalla del móvil era el que me hacía cosquillas ahora en la punta de mis dedos. La temperatura iba subiendo a medida que deslizaba mi mano hacia abajo hasta llegar al comienzo de una rajita que me volvía loco, y un botoncito que conseguía hacer pasar megavatios a través de aquel más que apetecible cuerpo. A punto de pasar la frontera que llevaría mis dedos a un túnel de placer, un sonido nos alertó e hizo que Olga corriera hacía su habitación y yo al baño. Mi mujer, los niños y mi suegra habían llegado.
-estoy en el baño cariño ahora salgo.
Es todo lo que pude decir antes de acabar en pocas sacudidas con la calentura que llevaba.
La cena fue agradable. Buena comida, buen vino, buena conversación... pero justo antes de los postres mi cuñadita volvió a desaparecer, por lo que no me sorprendió que mi móvil volviera a avisarme de que había llegado un nuevo mensaje. Entré en el lavabo nada más salir Olga, y esta vez no era una foto la que vi, solamente un mensaje: "mira en el cesto de la ropa sucia". Abrí de inmediato la tapa del cesto, y encima de un montón de ropa estaban colocadas con toda delicadeza las braguitas que había manoseado en el piso de arriba. No pude evitarlo y acerqué mi nariz a ellas. Era una sensación más que placentera, era capturar su sexo en una tela mágica y suponía también que mi pantalón se abultara de forma notable. Volví a la mesa y la cara de Olga me hizo saber que una sorpresa estaba a punto de ocurrir en breve, así fue. A mi cuñada se le movió una lentilla, y al intentar recolocársela se le cayó al suelo, como yo estaba sentado frente a ella me pidió por favor que se la recuperara. Así lo hice y nada más meterme bajo la mesa pude ver cómo abría sus piernas para enseñarme su cuidada vulva. La Luz era escasa y Olga lo sabía así que me animó a que encendiera la linterna del móvil para poder ver mejor, en ese momento me di cuenta de cuál era su juego, seguí su consejo y aquella luz iluminó lo que había podido tocar en un par de ocasiones y ver en una pantalla, ahora lo tenía ante mí con toda nitidez, apreciaba sus hinchados labios mayores y hasta apreciaba, cuando abría las piernas de par en par, sus delicados y rosáceos labios menores. El juego duró el tiempo que ella quiso, cuando decidió que era suficiente su lentilla apareció milagrosamente junto al plato de postre. Cuando me incorporé en mi asiento la cara de felicidad de mi cuñada era muy parecida a la de un delantero cuando mete un gol por la escuadra.