Año 2034. Lo que el futuro nos puede deparar y 2.
Es difícil saber qué ocurrirá en el futuro, pero podría ser algo cómo lo que se narra en este relato. Se trata de un homenaje a 1984 de Orwell, pero más caliente. Gracias por vuestros comentarios y valoraciones. Espero que os guste. Relato 2 y último.
Lo lamento por los que no la hayáis leído, pero es imprescindible leer la primera parte ( https://todorelatos.com/relato/150462/ ) para entender la trama. Espero que lo disfrutéis tanto leyéndolo como yo escribiéndolo.
La tercera reunión concertada me llegó otra vez para la tarde de un viernes, parecía que la AEIS no tenía otro día. En esta ocasión se llamaba Lucía. Era una chica bastante más joven que yo parecía tener unos veinticinco años, guapetona y muy risueña en todas las fotos. Observe atentamente sus labios y eran agradablemente carnosos, menos mal.
Como soy un maniático de la puntualidad, de nuevo llegué con unos minutos de adelanto, sin embargo, Lucía ya estaba allí.
- Hola yo soy Lucía y tú debes ser Carlos. –Me dijo levantándose del sofá y dándome dos besos en las mejillas-.
- Pues sí, encantado de conocerte.
- ¿Llevas muchas reuniones ya?
- Esta es la tercera después de una separación, antes llegué a tener otras cinco. ¿Y tú?
- Esta es mi quinta reunión por primera vez.
Efectivamente era simpática, guapa, alta y con un cuerpo espléndido.
- Mira yo no sé si querrás llegar a algo conmigo, pero de entrada te ofrezco el POSIBLE, para que así, al menos tengas seis semanas más antes de que empiecen a multarte. –Le dije-.
- Te lo agradezco, yo también pulsaré POSIBLE. ¿Puedo hablarte con franqueza?
- Claro, tú dirás.
- Son dos cosas un tanto delicadas. Yo no tengo pareja pero tengo un amante del que estoy muy cogida, lo que pasa es que él tiene pareja y un hijo pequeño y no puede separarse.
¡Vaya no iba a tener suerte con semejante bombón! Era demasiado bonito para que saliera de la idiocia artificial.
- Lo lamento por ti y por mí. Yo he tenido una amante hasta hace poco y no es fácil llevarlo sin que te pillen y te pidan explicaciones.
- Es verdad, afortunadamente somos compañeros de trabajo y no resulta raro que vean que estemos muchas veces juntos. También tenemos que viajar juntos y eso nos permite ciertas alegrías. –Dijo esto último con una risita encantadora-.
- Te deseo buena suerte, razón de más para el POSIBLE.
- La segunda cosa es pedirte un gran favor.
- Si está en mi mano, cuenta con él.
Cogió su móvil-$ buscó algo y me enseñó la pantalla. Era la foto de una mujer como de cincuenta años, bastante guapa y elegantemente vestida.
- Ella es mi tía Clara y la quiero muchísimo, porque ha sido ella quien me ha criado tras la muerte de mis padres en un accidente.
- Lamento lo de tus padres.
- Gracias, hace ya muchos años de la desgracia. Ella ha enviudado hace algunos meses y como ya no está en edad fértil, pues no consigue conocer a ningún hombre ni para salir ni para nada. La situación la tiene muy deprimida y a mí se me parte el corazón. Quería pedirte si tú quisieras reunirte con ella en lugar de conmigo estas próximas semanas. No tienes que hacer nada, sólo tomar un café o una copa con ella, aunque te agradecería que fueras amable y seductor. Yo le daría mi móvil-$ y la AEIS creería que te estás reuniendo conmigo.
Me pareció una petición bastante singular, no exenta de riego si nos pillaban. Debía querer mucho a su tía para jugársela así, pero a mí también me ponía en una situación bastante delicada.
- Lo que me pides tiene sus riesgos si nos pillan.
- Lo sé, pero es muy importante para mí, si no, no me atrevería a pedírtelo. –Me dijo a punto de empezar a llorar-.
Yo no puedo ver llorar a una mujer sin enternecerme, salvo que tenga los labios finos, así que empecé a sentir una gran empatía con Lucía.
- La verdad es que a mí todo esto de la AEIS me toca mucho los cojones y perdona la expresión. Pero es que nos tratan como a gallinas o conejos y cuando ya has cumplido el ciclo reproductor, pues a la mierda. De acuerdo, lo haré.
- Mil gracias de corazón. Ella no debe saber nada de que yo te lo he pedido, sino se moriría de vergüenza y se enfadaría mucho conmigo.
- Bien, ¿pero entonces como lo hacemos?
- Yo he pensado en que nos veamos un día los tres. Eso es creíble y sin riesgo durante este período, simplemente te he invitado a conocer al familiar con quien vivo.
- Vale, tiene lógica.
- Yo luego le cambio el móvil-$ y os dejo solos para que le des compañía.
Me estaba metiendo en un buen lío sin comerlo ni beberlo, pero para un hombre es muy difícil decirle que no a una cara bonita. Será porque nos gusta que nos cojan cariño o que nos deban un favor.
- ¿Cuándo nos vemos? –Le pregunté-.
- ¿Te parece mañana para comer? –Qué prisas, pensé-.
- Vale, no tengo ningún plan.
Me dio la dirección de una calle en el Sector Sur y quedamos sobre las dos de la tarde.
Pasé la tarde pensando en lo extraño que había sido todo con Lucía, incluso llegué a imaginar que podía tratarse de una trampa de la AEIS para pillarme, pero lo deseché por parecerme demasiado inteligente para la idiocia artificial. Bueno, al menos comería con dos mujeres guapas, concluí.
A mediodía del sábado me planté en la dirección que me había dado Lucía. Era un chalet como de los años sesenta del siglo pasado y en regular estado de mantenimiento. Llamé a la puerta de la verja y salió Lucía a abrirme. Me dio dos besos en las mejillas y me dijo que pasara. En la entrada de la casa esperaba Clara, por la foto que me había enseñado Lucía el día anterior.
- Carlos, ella es mi tía Clara.
- Encantado de conocerla señora –le dije estrechándole la mano-.
- Pasa por favor y no me llames de usted, que me hace mayor, llámame Clara.
Era una mujer guapa y con muy buen tipo, llevaba un vaporoso vestido por encima de la rodilla muy adecuado para el calor que ya hacía en Sevilla. Parecía la casa de una familia muy acomodada, pero venida a menos.
Salimos al jardín trasero, todo un lujo en Sevilla, y nos sentamos en una mesa en el porche, próxima a otra mesa preparada para comer con tres cubiertos.
- ¿Qué quieres tomar? –Me preguntó Lucía-.
- Un Martini blanco, si puede ser, si no lo que tengas.
Lucía se marchó y nos quedamos Clara y yo solos.
- Me ha dicho mi sobrina que os conocisteis ayer y que le has parecido un hombre muy simpático y amable.
- Le daré las gracias a Lucía por ser tan generosa conmigo.
- Esto de la AEIS la tiene muy preocupada. La verdad es que es todo un sin sentido.
- Tienes razón, las cosas personales no se pueden tratar así, por mucho que haya un problema de natalidad. Es preferible dejar pasar inmigrantes, que joderle la vida a ellos y a nosotros.
Clara me miró con cara de censurar lo último que ya había dicho, aunque no dijo nada. Decidí cambiar la conversación a algo con menos aristas.
- Se está muy bien en este porche, pese al calor que hace ya.
- La casa la construyó mi padre hace muchos años. Está muy bien preparada para el calor, menos para la humedad del invierno. El jardín, el porche y la piscina son muy agradables en estos meses, Lucía los aprovecha mucho.
Volvió Lucía con las bebidas, las puso en la mesa y se sentó con nosotros. Pensé que había vuelto a tener suerte, en vez de estar sólo en mi casa, estaba con dos mujeres hermosas, aunque fuera sólo para comer.
- ¿Qué decías de mí, Clara?
- Nada, que aprovechas mucho el jardín y la piscina durante el verano.
- Bueno, tú también echas tus buenos ratos.
Durante la charla yo trataba de ser agradable con Clara, como me había pedido Lucía. Nos cambiamos a la mesa de comer cuando terminamos las bebidas.
- He preparado una comida fría, por el calor y porque así no hay que estar levantándose. –Dijo Clara destapando las bandejas que estaban ya en la mesa-.
¡Joder cómo se cuidaban las dos! Percebes, gambas, almejas de carril, langostinos, vamos una mariscada en toda regla.
- ¿Te gusta el albariño? –Me preguntó Lucía-.
- Me has dado por el lado del gusto, me encanta.
- Sirve tú, por favor –me pidió Clara-. Le dije ayer a Lucía que había tenido mucha suerte contigo. Un hombre de treinta y tantos años y tan guapo es tener mucha suerte con la AEIS.
- Gracias Clara por lo de guapo, aunque sea mentira.
- Yo le digo siempre que aproveche las oportunidades que ofrece la vida. Después le puede pasar como a mí y enviudar ni joven ni vieja.
- No digas eso, Clara. Eres todavía una mujer joven y atractiva, te busquen pareja los de la AEIS o no. –Le contesté-.
El piropo hizo mella en Clara, que me sonrió de forma cautivadora. Debo confesar que había empezado a hacerme tilín, aunque Yoselin me había dejado bien saciado, después de más dos semanas de secano, empecé a mirar con cierto deseo a la sobrina y a la tía.
Nos comimos las bandejas de marisco y nos bebimos dos botellas de albariño, con lo que estábamos un tanto alegres.
- Clara, como te dije antes, tengo que acercarme a trabajar esta tarde. Os pongo una copa y me voy. ¿Qué quieres Carlos?
- Por mí un whisky, si hay.
- ¿Y tú Clara?
- Ponme a mí otro.
Me levanté para ayudar a Lucía a quitar la mesa. Solos los dos en la cocina, ella me preguntó:
- ¿A que es adorable mi tía?
- Sí, la verdad es que es un encanto y muy atractiva.
- Le has caído muy bien y ella es una mujer muy pasional.
¡Coño, Lucía me estaba diciendo abiertamente que le entrara a su tía!
- Lucía ella cree que tú y yo estamos tanteándonos por la reunión de la AEIS y no creo que quiera entrometerse.
- Ella sabe lo de mi amante, lo que pasa es que está preocupada con esa situación. Trata de que estabilice mi situación con otro hombre, pero sabe que no lo va a conseguir.
Sacamos las bebidas, Lucía se despidió de nosotros con dos besos, momento que aprovechó para decirle algo a Clara al oído. Ya en la puerta dijo:
- Lástima que tenga que irme y no pueda bañarme en la piscina, aprovecharos vosotros que podéis.
- Pues sí que es una buena idea, ¿te apetece? –Dijo Clara cuando Lucía ya se había marchado-.
- Apetecerme si que me apetece con el calor que hace, lo que pasa es que no he traído bañador.
- ¿Y qué? Yo he sido nudista toda mi vida y no creo que me vaya a asustar. Es más, si te decides te acompaño.
Que me dijera de buenas a primeras que era nudista me extrañó, pero lo que realmente me dejó parado es que me propusiera que me acompañaba si yo me decidía.
- Venga anímate, que estoy deseando bañarme. –Me insistió-.
- Me estás tentando mucho.
- Ven conmigo, te doy un albornoz y te indico donde cambiarte, bueno realmente no es cambiarte. –Dijo Clara riéndose-.
- De acuerdo, te acompaño.
Entramos en la casa y del armario de la lencería de un pasillo sacó un albornoz y me lo dio, luego me acompañó hasta un amplio baño.
- Aquí puedes desvestirte. Nos vemos luego en la piscina.
No me podía creer que fuéramos a estar Clara y yo en pelotas, poco menos de dos horas después de conocernos. Me desnudé, dejé la ropa en un colgador y me puse al albornoz. Era del tipo de albornoces cortos, me acordé de la broma a costa de James Bond con Julia y Antonia. Volví por el mismo camino al jardín y me senté a esperar a Clara y a acabarme el whisky que me quedaba. Al sentarme el albornoz era tan corto que tenía que cruzar las piernas para que no se me quedase la polla al aire.
- ¿Listo? –Escuché preguntar a Clara a mi espalda-.
Me giré. Llevaba un albornoz tan corto como el que me había dado. Estaba muy atractiva.
- Cuando tú lo estés –le contesté-.
- Espera que voy yo también a terminarme el whisky. –Dijo sentándose, momento en el cual pude ver que llevaba el coño depilado-. ¿Quieres otro whisky?
- No gracias, lo prefiero después del baño.
- Me da mucha alegría que haya un hombre en casa. Desde que murió mi marido la casa está muy triste sin ningún hombre. Cuando quieras, ya he terminado la copa.
No sabía en qué momento debía quitarme el albornoz, si donde estábamos o en el borde la piscina. Clara se levantó y se quitó el albornoz, estaba tremenda de buena. Tetas grandes, lógicamente algo caídas, pero muy poco, una ligera barriguita y un monte de Venus muy carnoso y depilado. Yo me quité también el albornoz, tenía la polla ligeramente morcillona. Clara se dio la vuelta y empezó a andar hacia la piscina. No tenía el culo de Yoselin, pero lo tenía respingón y parecía duro. Se metió en la piscina por la escalerilla y yo detrás de ella.
- Qué estupenda está el agua con el calor que hace. –Dijo-.
- Tienes razón y más en una compañía tan agradable. –Le contesté dejando salir mi lado galante-.
- Gracias, pero debo tener quince años más que tú.
- ¿Y qué? Ya me gustaría a mí llegar así a tu edad.
- ¿Tú eres nudista?
- No, alguna vez he estado desnudo con una amiga en alguna playa nudista, pero no lo soy.
- ¿Estás violento desnudo aquí conmigo?
- Creía que lo iba a estar, pero no, estoy muy a gusto. ¿Lucía y tú os bañáis siempre desnudas?
- Casi siempre, he querido educarla en el naturismo. ¿Sabes que Lucía tiene un amante?
- Sí, me lo dijo ella ayer.
- ¿Y aun así has decidido darle un POSIBLE?
- Es una chica muy simpática, era su quinta reunión concertada y no quería hacerle una putada, con perdón. De todas formas gracias al POSIBLE estoy aquí contigo.
- Eres muy cortés con ella y conmigo. La pobre está en un lío con lo del amante. Yo intento que rompa con él, pero no me hace ningún caso.
Las tetas de Clara estaban preciosas con el agua de la piscina y su cara era realmente atractiva. Empecé a temerme que iba a tener una erección, así que le dije:
- ¿Nos salimos?
- Cuando quieras. Yo ya me he refrescado.
Volvimos a la mesa. Yo me puse el albornoz, ella se secó con una toalla y se quedó desnuda.
- ¿Te apetece ya el whisky?
- Pues sí, te acompaño a cogerlo.
Me parecía feo quitarme otra vez el albornoz, pero también me parecía feo dejármelo puesto cuando ella se había quedado desnuda. Entramos en la casa. Verla desnuda en la cocina me estaba calentando mucho. Una cosa era verla desnuda en la piscina y otra cosa muy distinta era verla dentro de la casa. Cogimos las bebidas, esta vez la botella y la cubitera con hielo y salimos otra vez al jardín. Antes de sentarme le pregunté:
- ¿Te molestaría que me vuelva a quitar el albornoz?
- En absoluto, puedes hacer lo que quieras.
Me quité el albornoz y observe que ella me miraba directamente la polla sin el más mínimo reparo, hasta que me senté y crucé las piernas.
- Estáis muy bien los hombres con el pubis depilado.
- Gracias, es una costumbre muy higiénica, que ya he visto que tú también practicas.
- ¿Te gusta Lucía?
- La conozco todavía menos que a ti, físicamente es atractiva y como te dije antes me parece muy simpática y risueña.
- Deberías conocerla más, es una chica estupenda que no sabe ver que le ha tocado un mirlo blanco en su última oportunidad, un hombre mayor que ella, pero no demasiado, muy atento y educado.
- Gracias, pero eres demasiado amable conmigo.
- ¿Te gusta el sexo?
- Bastante, por no decir demasiado.
- Nunca es demasiado. A Lucía y a mí también nos gusta bastante el sexo. Siento mucho estar sola ahora y sé que eso le preocupa a Lucía.
La conversación y la situación me estaban poniendo muy caliente. Afortunadamente tenía las piernas cruzadas y disimulaba mi más que incipiente erección.
- ¿Qué pasó para que te separaras? –Me preguntó Clara. Dudé si contarle la verdad o sólo parte de la verdad-.
- Oficialmente me denunció mi pareja por pedirle prácticas sexuales antisociales.
- ¡Qué estupidez, si son las más divertidas!
- Totalmente de acuerdo contigo. Realmente, a mi pareja no le gustaba el sexo y a su hermana demasiado, nos liamos y ella nos pilló un día.
- Carlos, vaya historia más morbosa. Así que con su hermana.
- No es que me sienta muy orgulloso de la historia, pero tampoco me arrepiento. Cuando me junté con mi ex pareja, era la quinta reunión concertada para los dos, ninguno teníamos dinero para pagar la multa y la cosa no salió bien.
- Es complicado estar con una pareja a la que no le guste practicar el sexo, cuando a uno le gusta mucho.
- Todo este tema de la AEIS es un auténtico disparate, como hemos comentado antes.
Me sentía realmente a gusto con Clara. Podía estarme horas conversando con ella, allí los dos desnudos y disfrutando de un buen whisky.
- Por eso estoy muy preocupada con Lucía. Al final va a terminar con cualquiera y va ser muy infeliz.
- ¿Y su amante cómo es?
- Un vainas, que además, según me cuenta Lucía, ni siquiera folla bien. ¿Qué tal tus anteriores encuentros concertados?
- Uno muy mal y el otro muy bien, pero que no llegó a concretarse. ¿Y los de Lucía?
- Todos muy mal, o chavales de su edad o menores que ella sin fondo ninguno o viejos verdes que habían dejado a su pareja aprovechando que ya no eran fértiles y el sistema les permite reengancharse con jovencitas.
- ¡Eso es una auténtica vergüenza y una inmoralidad!
- Huy, hacía años que no oía la palabra inmoralidad, me alegra habértela escuchado.
- La sociedad está perdiendo el norte con la natalidad, con el control del móvil-$ y con toda esa mierda, con perdón. Clara estoy muy bien aquí contigo. No pensé que las cosas fueran a discurrir así.
- ¿Así como?
- Que me encontrara con una mujer atractiva, lista y buena conversadora, además de nudista, lo cual tiene su punto. –Clara se rio-.
- Gracias por hacerme compañía, necesitaba hablar con un hombre.
- ¿Y no quieres nada más con un hombre?
- ¿Me estás proponiendo algo?
- Sí, que hagamos muchas prácticas sexuales antisociales.
- Suena tentador, pero no sé si eso le gustaría a Lucía.
- No sé porque tendría que gustarle o dejar de gustarle a Lucía. Ella estará con su amante y yo sólo le he dado el POSIBLE para no hacerle una trastada con la AEIS.
- Carlos pretendo que en las seis semanas que os quedan ella cambie de opinión y que nosotros tengamos un lío no ayuda.
- Clara estás dando muchas cosas por supuestas: que Lucía rompa con su amante, que ella quiera algo conmigo y que yo quiera algo con ella. Por esos futuribles, posiblemente poco probables, estás renunciando a una realidad presente.
De pronto empecé a sentirme mal, la cabeza se me iba, veía mal a Clara y no entendía bien lo que ella me estaba diciendo. Había bebido whisky, pero creía que no tanto como para tener esos síntomas que eran de tener una borrachera como un piano. Traté de levantarme para echarme agua en la cara, pero tuve que dejarme caer otra vez sobre la silla.
- Perdona Clara, pero creo que he abusado del whisky y no me siento demasiado bien. Si no te importa me voy a marchar.
- Carlos si te encuentras mal no puedes irte solo. ¿Cómo has venido?
- En mi coche.
- Pues no estás para conducir, así que te quedas aquí a dormir.
- No quiero molestar. Qué vergüenza, apenas te conozco y estoy como una cuba.
- No te preocupes, eso nos ha pasado a todos alguna vez.
- ¡Joder sí, pero es que hoy es el primer día que te veo y estoy fatal!
Clara se levantó. ¡Qué pedazo de mujer! Pensé cuando volví a verla desnuda de pié.
- Te ayudo –me dijo tirando de mí para que me levantara de la silla-.
- Gracias. Perdóname de nuevo.
Con mi esfuerzo, pero sobre todo con el suyo, conseguí levantarme. Mi vergüenza fue a más cuando me levanté completamente empalmado. Ella no dijo nada, me cogió de la cintura y me ayudó a empezar a andar.
- Te voy a llevar a un dormitorio para que te acuestes y te duermas. Estarás bastante mejor cuando se te haya pasado el efecto.
- Gracias Clara y perdona otra vez.
Desde ese momento ya no tengo los recuerdos claros, sino muy difuminados, cuando no medio olvidados. Creo que me condujo a un dormitorio cerca del baño que había utilizado para desvestirme. Allí me sentó en la cama y me dijo que me tumbase. Me puse peor cuando me tumbé, cerré los ojos y traté de no pensar en nada, hasta que creo que me dormí.
Cuando desperté, después de bastantes horas tenía un dolor de cabeza espectacular. Seguía confundido, ni había bebido tanto whisky ni el whisky me había producido nunca un dolor de cabeza así. Me quedé en la cama despierto un buen rato y empecé a recordar lo que pensé que eran los sueños que había tenido.
De madrugada, no sé a qué hora, me había despertado con una sed terrible. Decidí levantarme para beber agua. Desnudo salí al pasillo en busca de la cocina o de un baño o de cualquier sitio donde hubiera un grifo. Iba dando algunos traspiés pero no demasiados. De una puerta entreabierta vi que salía una débil luz. Me asomé. Era un dormitorio, iba a seguir mi camino cuando vi que en la cama que estaba a un lado de la puerta había una mujer desnuda medio boca abajo. Creí que dormía pero escuche gemidos y vi que una de sus manos le salía de entre sus piernas y con ella se estaba tocando el chocho. Me pareció que podía ser Clara, pero no estaba seguro. Entre los suspiros y gemidos decía:
- Fóllame, necesito que me folles. Necesito sentir tu polla dentro de mi coño.
Pensé que no debía seguir allí, pero cuando iba a darme la vuelta debí hacer algún ruido y entonces la mujer me dijo:
- ¿Por qué has tardado tanto? Creí que ya no venías.
- Perdona, pero creo que te equivocas de persona.
- No, no me equivoco. Pasa, te estaba esperando.
Entré en la habitación. La mujer de la cama se dio la vuelta y se sentó en la cama mirándome. En efecto era Clara.
- ¿No crees que hemos dejado antes algo a medias? ¿Cómo estás? –Me preguntó-
- Mejor, pero con una sed de muerte.
- Pasa al baño y bebe algo de agua –me dijo indicándome una puerta dentro de la habitación-.
Ella se levantó y me siguió hacia el baño. Entramos los dos en el baño.
- Ven, te voy a dar agua. –Me dijo entrando en la ducha y descolgando el rociador-.
La obedecí y ella abrió el grifo dirigiendo el rociador a la parte alta de sus tetas.
- Bebe de mis pezones.
Yo, con la sed que tenía, hubiera bebido de la cisterna del inodoro, pero desde luego me gustaba mucho más beber de sus pezones. Tenía los pezones tan duros y tan salidos, que parecían dos fuentes de los chorros que le resbalaban.
- ¿Te gusta? –Me preguntó-.
- Con locura –le contesté-.
Una vez hube saciado la sed que me mataba, la besé en la boca y llevé una mano a su chocho. Estaba empapado y no era de agua. Después de la tontería de beber el agua de sus pezones yo estaba empalmado como un fraile Carmelita.
- ¡Qué bien que te hayas mejorado! –Me dijo cogiéndome la polla y los huevos con sus dos manos-.
- No sabes cómo he mejorado con el agua que me has dado.
- No empieces a hacerle una paja a una mujer, si no la vas a terminar. –Me susurró al oído-.
- ¿Por qué crees que no la voy a terminar?
- Porque noto que estás muy caliente y te vas a correr antes.
- Creo que no soy el único que está aquí caliente.
- En eso tienes razón.
Clara acertaba al decir que yo estaba muy caliente. Me puse de rodillas para que dejara de tocarme la polla y metí la lengua en su depilado chocho. Gimió con fuerza, se recostó en la pared de la ducha, abrió las piernas y me cogió la cabeza para marcarme el ritmo que ella deseaba.
- Tienes una lengua muy pervertida. –Me dijo, apretándome más la cabeza contra su coño-.
- Si no te gusta, lo dejo.
- ¡Déjalo y te mato! ¡Sigue, sigue, sigue por favor, que me voy a correr y lo necesito mucho, sigue, sigue, sigue, ahora, aaaggg, ahora, ahora, no pares por Dios!
Se corrió durante casi un minuto. Cuando terminó me incorporé, la abracé y la besé en la boca.
- Qué bueno y qué largo –me dijo al oído y tiró de mí hacia fuera de la ducha-.
Me secó cuidadosamente mientras yo la secaba a ella y luego volvimos al dormitorio.
- Túmbate en la cama –me dijo-.
Me tumbé y la atraje hacia mí. Se tumbó a mi lado con la cabeza sobre mi hombro.
- Tendré que devolverte el favor –me susurró-.
- Espera no tengo prisa.
- Eres el primer hombre que me dice que no tiene prisa por correrse, sobre todo estando tan empalmado como tú.
- La verdad es que me siento raro, como si pudiera estar empalmado durante horas sin correrme.
- ¡Qué perfecto estado para que una mujer disfrute contigo!
Clara volvió a cogerme la polla con su mano y a besarme. Yo puse mi mano sobre sus tetas. No eran ni duras ni blandas, era muy excitante sobárselas. Luego ella se incorporó, se puso de rodillas en la cama y se metió mi polla en la boca, después de lamerme desde los huevos hasta el capullo.
- Déjame que disfrute de tu chocho a la misma vez –le dije-.
Se giró y se puso en la posición del “69”. Cogí su culo con mis manos y se lo abrí para llegar bien con la boca a su coño. Ella seguía con la mamada que me estaba dando mucho placer. Puse un dedo en su ojete y empecé a acariciárselo. Gemíamos los dos del placer que nos estábamos dando mutuamente.
- Carlos méteme el dedo por el culo.
- Sólo si me lo metes tu a mí también.
Se llevó una mano al chocho para lubricar los dedos, subí las piernas para hacérselo más fácil. Me encantaba su dedo rondando mi ojete y presionándolo, mientras seguía comiéndome la polla.
- Me voy a correr otra vez, hazlo tú también –me dijo sin parar de maniobrar sobre mi ojete, en el que ya había metido dos dedos-.
- Clara me vas a matar del gusto.
- Eso pretendo.
- Sigue Clara que me voy a correr, sigue por favor, sigue. ¡Me corro!
Clara se sacó mi polla de la boca y la siguió sobando hasta que expulsé la última gota sobre su cara y sus tetas. Después ella volvió a correrse sobre mi boca.
Ya no recordaba nada más del sueño. Me pareció que el recuerdo del sueño era demasiado real, pero bueno debía de ser de la borrachera que había pillado.
- Buenos días Carlos –era Lucía al otro lado de la puerta-.
- Buenos días Lucía.
- ¿Puedo entrar?
- Sí, pasa.
Iba con un albornoz como el que Clara y yo habíamos usado la tarde antes. Estaba muy guapa.
- Quería darte las gracias –dijo sentándose en la cama-. Clara me ha comentado que echasteis una tarde deliciosa, al menos para ella.
- Para mí también fue una tarde deliciosa. Clara es una extraordinaria conversadora y te da confianza para hablar con ella sin tapujos. Lo malo fue que bebí más de la cuenta y no me sentó demasiado bien
- Gracias de todas formas. Te he traído el albornoz que te dejaste en el jardín. Anda levántate y sal a desayunar que te hará falta.
Se levantó y se marchó cerrando la puerta. Tenía razón Lucía necesitaba un buen desayuno y sobre todo una buena taza de café.
Me levanté, me puse el albornoz y salí a buscar un baño para asearme. Pasé por delante de la puerta que estaba entreabierta en mi sueño, ahora estaba cerrada y por curiosidad la abrí. ¡No podía ser, yo no había visto ese dormitorio en mi vida y era exactamente igual que el del sueño! Decidí dar un paso más y llamé a la puerta del baño para comprobar que no había nadie antes de abrirla. ¡El baño también era el de mi sueño! Salí de la habitación y por fin entré en el baño donde me había desvestido la tarde anterior. Me paré a pensar. No había sido un sueño, Clara y yo habíamos estado follando, pero con la borrachera que llevaba no lo recordaba como un hecho real, sino como un sueño.
Decidí que debía irme a mi casa, no sabía cómo actuar con Clara ni sabía que le habría contado Clara a Lucía. Me duché y me vestí. Fui hacia el jardín. Cuando iba a salir escuché que Clara y Lucía estaban hablando. Me detuve a escuchar antes de salir.
- Clara no se puede drogar a las personas –decía Lucía-.
- No fue droga, sólo unas gotas de burundanga.
- ¿Pero qué necesidad tenías, si él te lo había propuesto?
- Preservarte a ti. Sí, yo tenía muchas ganas de hacerlo con él, pero pienso que es tu última oportunidad y no quería dificultarla.
O sea que Clara me había drogado con burundanga para que folláramos y que luego no lo recordara. Por eso me había sentido tan mal y tenía el dolor de cabeza que me estaba torturando.
- ¡Qué pesada eres Clara! ¡No me voy a separar de mi amante, así que déjalo ya!
- Lucía, es un mirlo blanco que te ha enviado el cielo y, además, que sepas que folla de maravilla.
Desde luego lo que había hecho Clara me molestaba mucho, más cuando yo le había propuesto tener sexo y ella se había hecho la reticente. Esa mujer tenía problemas y los estaba resolviendo mal. De todas maneras no podía negar que habíamos tenido una tarde fantástica que no me importaría repetir, pero debía tener cuidado con sus artimañas.
- Clara dame lo que te quede de la burundanga. –Le exigió Lucía-.
- Toma, ¿qué vas a hacer con ella?
- ¡Pues tirarla coño! Si te apetece follártelo, pues te lo follas y me dejas a mí tranquila.
Salí al jardín a despedirme.
- Buenos días –saludé-.
- Buenos días –contestaron las dos y luego Clara dijo:- ¿No te quedas a darte un baño en la piscina y a comer con nosotras?
- Te lo agradezco, pero me tomo un café y me voy, tengo cosas que hacer.
- Vaya lo siento, Lucía tenía muchas ganas de conocerte un poco más. -Lucía miró a Clara con cara de querer matarla-.
Me serví el café y me lo bebí de pié. Miraba a las dos mujeres y realmente no sabía que pensar de ellas. Terminé el café y dije que me iba. Me acerqué a ellas para despedirme.
- Ven el jueves a bañarte y a comer, que es fiesta, y así echamos un rato juntos. –Dijo Lucía-.
- Sí, por favor, que si no estamos muy solas –insistió Clara-.
- Lo pienso y hablamos por teléfono –le contesté a Lucía-.
Ya en el coche de vuelta a casa, pensé que Clara realmente no me había forzado. Aunque estuviera mal lo que había hecho drogándome, yo se lo había propuesto primero. Su obsesión por encontrar pareja para Lucía y su calentura le habían cruzado los cables.
Aparqué el coche donde pude, que fue lejos de mi apartamento, y me fui caminando hasta él. Al pasar por la puerta de un hotel que había por la zona, oí que me llamaban:
- ¡Carlos, Carlos! –Me reclamó una voz de mujer-.
Me volví y era Antonia, la amiga de Julia que había conocido en San Sebastián.
- Hola Antonia, ¿qué haces tan lejos de Bilbao? –Le pregunté acercándome a ella y dándole dos besos en las mejillas-.
- Mi empresa ha decidido trasladarme de un día para otro a Sevilla. No encuentro nada para alquilar y voy de hotel en hotel. Están todos llenos desde hace meses, y aprovecho las habitaciones sueltas que le quedan libres.
- ¡Qué putada, además con el calor que está haciendo!
Iba muy atractiva con un pantalón vaquero ajustado que le hacía un culo muy bonito, una camiseta de tirantas bastante descotada y unos buenos tacones.
- Me enteré por Julia de lo que os pasó, lo lamento. A ti te veo muy bien.
- Era demasiado complicado como para mantenerlo tanto tiempo. ¿Has visto a Julia?
- No, me escribió un correo para contármelo.
- ¿Y tú que tal estás?
- Un poco jodida con el traslado, allí tenía un grupo de amigos y además ya he perdido la costumbre de pasar este calor.
- ¿Dónde ibas?
- A dar una vuelta hasta que me vuelva a mudar de hotel esta tarde.
- Te invito a comer.
- Acepto, pero pagamos a medias.
Fuimos a un restaurante próximo a casa, al que voy algunas veces cuando no tengo nada que prepararme o no tengo ganas de cocinar.
- ¿Tienes pareja? –Me preguntó Antonia mientras esperábamos el primer plato-.
- No, estoy en el proceso reuniones concertadas. Un coñazo de mucho cuidado del que tú te libras. ¿Y tú tienes pareja o similar?
- Tuve un rollete con un separado, pero se fue al traste cuando lo empezaron de citar de nuevo a sus reuniones concertadas.
- Parece mentira que un proceso que trata formar parejas lo que haga es romperlas. Como dice Julia, la AEIS no tiene inteligencia artificial sino idiocia artificial.
La comida era muy agradable, me estaba dando cuenta que me gustaban las mujeres maduras.
- Me acuerdo mucho de la noche de San Sebastián. –Le dije casi al final de la comida-.
- Sí, fue muy caliente y muy divertida. Jodía Julia, como se las arreglo para formar el lío.
- Bueno, yo creo que no tenía que tocarnos mucho las palmas a los demás, para que nos animásemos.
- Sabes, han empezado a gustarme las mujeres, no es que hayan dejado de gustarme los hombres, pero estoy muy bisexual.
- Eso es bueno saberlo. Lástima que ya no esté con Yoselin, mi POSIBLE anterior, lo hubiéramos pasado muy bien los tres.
Terminamos de comer y Antonia dijo que tenía que irse a cambiar sus cosas al otro hotel. Iba a ofrecerme a ayudarla en la mudanza del hotel, pero tuve una idea mejor:
- Antonia he pensado que yo tengo una habitación libre. Mi apartamento es céntrico y está bastante bien. Te invito hasta que encuentres algo.
- Te lo agradezco pero no quiero molestar. Espero encontrar pronto un sitio donde vivir.
- Te aseguro que no es ninguna molestia y es un desperdicio tener un dormitorio vacío. Tendrías un baño para ti sola. Así nos haríamos compañía, sin ningún compromiso, hasta que encuentres algo que te guste para vivir.
- Sabes que te puedes meter en un lío estando en situación de POSIBLE y metiendo a otra mujer distinta en tu casa.
- Me puedo meter en un lío por cualquier cosa, como cualquier mujer u hombre en estos tiempos. Bastantes líos he tenido y aquí me tienes. Vamos a hacer una cosa, vente esta noche y si estás incómoda mañana te llevo al hotel que me digas.
- De acuerdo, pero sólo por esta noche, además el hotel que me toca hoy es una mierda.
Fuimos por el coche, recogimos las cosas de Antonia del hotel y fuimos a mi apartamento para dejarlas allí. Afortunadamente encontré un aparcamiento en la puerta y subimos las cosas.
- ¡Oye, esto está muy bien, vaya como te lo montas! –Dijo Antonia cuando vio el apartamento-. Me vas a tener que echar con la policía.
- Gracias, disfruta tú también de él. ¿Te preparo una copa mientras colocas las cosas?
- Pues sí, quiero celebrar el peso que me has quitado de encima con los jodidos hoteles.
Le preparé una copa a ella y otra para mí. Le pregunté si le llevaba la copa a su habitación y me dijo que no, que prefería que nos la tomáramos juntos. Mientras ella terminaba de ordenar me senté y pensé que estaba contento con que Antonia estuviera en casa. Ella me gustaba, no sólo físicamente, me gustaba como era, una mujer divertida, un poco de vuelta de todo, debía haber sido una reina en su juventud y ahora en su madurez, expulsada por el sistema de las relaciones sexuales productivas y protegidas trataba de reinventarse.
- ¿Y esa copa? –Dijo al entrar en el salón-.
- Aquí la tienes, aunque ya debe estar medio aguada.
- No me vas a echar de aquí tan fácil.
- Nadie quiere echarte, que yo sepa.
Se sentó en el sofá y después de beber un trago de la copa, dijo:
- Entonces, ¿estás ahora en un ciclo de relaciones concertadas?
- Sí, en medio del ciclo.
- ¿Qué tal la de ahora?
- Una locura. La chica es guapa y divertida, tendrá veinticinco años, por lo visto con un amante casado, y lo que quiere es que me folle a su tía, una mujer viuda como de cincuenta años. Se lo propuse ayer y me dijo que no, después me drogó con burundanga y me folló ella a mí.
- ¡Joder que lío, desde luego no te aburres!
Miré a Antonia, estaba preciosa. Debía haber sido una mujer muy guapa toda su vida, pero ahora tenía una belleza serena, atractiva y muy excitante, a la que acompañaba una personalidad que irradiaba encanto.
- Antonia estas preciosa.
- Huy que galante, muchas gracias.
- No, te lo digo en serio.
- ¡Venga ya, tengo por los menos diez años más que tú, tienes una POSIBLE con veinte años menos que yo, si quieres echar un polvo lo echamos, pero hasta ahí!
- No se trata de eso Antonia. Tú me decías antes que habían empezado a gustarte las mujeres, pues a mí han empezado a gustarme las mujeres maduras.
- Perdona me he exaltado un poco y tú no tienes la culpa de nada de lo que me pasa, en todo caso lo contrario. Gracias de nuevo por acogerme.
- No tienes que darme las gracias por nada. Vamos a disfrutar de la copa y a no pensar, que en estos tiempos pensar es lo peor.
Antonia finalmente se instaló en casa, vivíamos como compañeros de piso. Nos veíamos por la noche y normalmente cenábamos juntos. El primero que llegaba cogía algo del frigorífico y preparaba la cena.
El miércoles por la noche me llamó Lucía.
- Hola Carlos.
- Hola Lucía, ¿qué tal estás y qué tal está Clara?
- Bien las dos. Quería saber si por fin te animabas a venir mañana a casa.
Después de lo de la burundanga me daba un poco de palo, pero en cualquier caso tenía que verme con Lucía para cumplir las condiciones de la reunión concertada, ya había recibido un recordatorio en el móvil-$ de la AEIS.
- Tengo a una amiga alojada en casa y no querría dejarla sola.
- Por nosotras estupendo, dile que se venga también.
- Espera que le pregunte.
Le pregunté a Antonia si le apetecía, ella puso cara de no estar muy convencida, pero cuando le dije que era a la casa de mi POSIBLE, dijo inmediatamente riendo que no se lo perdería por nada.
- Vamos los dos.
- Estupendo, veniros sobre las doce, nos bañamos primero en la piscina y luego comemos.
Cuando colgué Antonia me preguntó:
- ¿Estará también la de la burundanga?
- Creo que sí.
- Eso no me lo pierdo, tengo que vigilarlas para que no te vuelvan a drogar para follarte. –Me dijo Antonia con mucha guasa-.
- Por cierto, vamos a bañarnos en la piscina de su jardín y ellas son nudistas. ¿Tienes algún problema?
- Ninguno, yo a veces también lo practico. De todas formas me voy a llevar el biquini de Julia del día de marras y voy a partir la pana. Después de lo que sucedió no quería volver a ponérselo y me lo mandó de regalo. ¿Quieres que me lo pruebe y me das tu opinión?
Recordé a Julia con aquel biquini y me puse de los nervios. Imaginé a Antonia con el biquini y empecé a ponerme muy cachondo.
- Si tu quieres, por mí sin problemas –Le contesté con la voz entrecortada por la emoción de ver Antonia con ese biquini-.
- Te tengo que pedir un favor.
- Si puedo, dalo por hecho.
- Para poder ponerme el biquini tengo que depilarme entera ahí abajo. Cuando estuvimos en San Sebastián vi que tú ibas depilado. Yo nunca me he depilado del todo, sólo me lo recorto con tijera, no tengo máquina de depilar y me da miedo hacerme daño. ¿Podrías ayudarme?
Me atraganté con la propuesta de Antonia y tuve que ir a la cocina a por un vaso de agua. Traté de recuperar la calma y le dije:
- ¿Cómo quieres que te ayude?
- Me imagino que tú si tendrás maquina de depilar, ¿podrías prestármela y darme algunos consejos para su uso?
- Sí la tengo, un poco vieja pero la tengo. Espera que voy a por ella.
Salí del salón como alma que lleva el diablo. ¡Joder que situación! Yo no había depilado nunca a una mujer, Julia era muy personal para esas cosas, así que me imaginé la máquina trabajando en el chochito de Antonia y se me puso la polla como una barra de hierro.
- Toma aquí la tienes. Como ves tienes dos cabezales, uno para recortar y otro para afeitar del todo. Si tienes el vello un poco largo te recomiendo que primero te recortes y luego te afeites.
- ¿Cómo crees qué está? –Me preguntó abriendo la cinturilla del pantalón corto que llevaba y doblando el tanga hasta dejar ver un poco del vello de su monte de Venus-. Toca, toca si quieres.
- ¡Antonia coño, que no soy tu compañera de piso, sino tu compañero de piso y me estoy poniendo malo!
- No te enfades hombre y ayúdame.
Me acerqué. La visión de su barriga con los pantalones abiertos, el tanga doblado y el pelo del coño al aire me estaba poniendo como un energúmeno. Pasé suavemente los dedos por el vello.
- Yo creo que te puedes afeitar directamente.
- Si me entran dudas te llamo –dijo saliendo del salón-.
Yo salí tras ella del salón, pero en dirección a la cocina a tomarme un whisky para tratar de relajarme. Tenía una erección bajo el pantalón que me dolía y la cosa empeoró cuando escuché el ruidito de la máquina y me imaginé a Antonia dale que te pego con ella en su chocho. Al cabo del rato cesó el runrún de la máquina.
- Cierra los ojos y no quiero que me compares con Julia, ella tiene quince años menos que yo. –La escuché decir desde la entrada del salón-.
Mi cabeza bullía y trataba de imaginarme el cuerpo de Antonia con esa prenda perversa
- Ya puedes abrir los ojos.
Estaba de espaldas a mí. Todo lo que yo pudiera haber imaginado se quedaba no corto, sino cortísimo. De espaldas parecía desnuda, el pelo le tapaba las cintas del top y las del tanga, una se perdía en su culo y la otra en sus caderas. Sus piernas eran preciosas y más con los tacones que llevaba
- ¡Joder Antonia, qué barbaridad! –Evidentemente recordaba su cuerpo, pero volver a admirarlo me estremeció-.
- ¿Te gusta?
- ¿El qué? Si sólo veo tu cuerpo de súcuba.
Muy lentamente fue dándose la vuelta, primero sólo del torso y después todo el cuerpo. El rectangulito del chocho lo llevaba tan bajo que casi podía vérsele el comienzo del clítoris y sus areolas desbordaban los rectangulitos de arriba. Volví a mirar los laterales de su chochito para admirar el trabajo de peluquería que se había hecho. Mi cabeza sustituyó entre sus preferencias la imagen de Julia por la de Antonia.
- ¿Y ahora te gusta?
- Después te enfadas porque te diga que eres preciosa.
- Hoy no me voy a enfadar, quiero que mañana vayamos muy relajados, por lo que pueda pasar.
Se acercó hacia mí, se sentó a horcajadas en mis piernas mirándome a los ojos y luego me besó en la boca. Le devolví el beso y le pasé las manos desde las caderas hasta el culo.
- Antonia esto no está bien entre compañeros de piso.
- Lo que no está bien es que un compañero de piso se ponga así por ver a su compañera en traje de baño. –Me dijo sobándome la polla por encima del pantalón-.
- ¿Tú quieres guerra, no?
- Ya estaba caliente antes, pero depilarme el chocho y ponerme este biquini me han puesto como una moto. ¿Tú puedes hacer algo para ayudarme? –Dijo poniendo voz y cara de no haber roto un plato en su vida-.
- Por lo pronto debo supervisar el depilado que te has hecho. Incorpórate y déjame verlo y probarlo. –Le empujé el culo para que se pusiera de rodillas en el sofá y dejara su chochito a la altura de mis ojos y de boca-.
- No seas demasiado duro conmigo. Deberías haberme ayudado más y no sólo darme un par de consejos.
Eché hacia un lado el rectangulito y apareció su esplendido coño en toda su plenitud. Tenía los labios mayores todavía cerrados. Le pase los dedos por todo el monte de Venus y después por los labios mayores. Ella empezó a gemir.
- Has hecho un buen trabajo de peluquería, no creo que yo pudiera mejorarlo. –Le dije-.
- Carlos el tacto de los dedos es muy engañoso, creo que sólo el tacto de tu lengua podría detectar la calidad de mi trabajo.
La polla encerrada en los pantalones me dolía una barbaridad, así que antes de pasar a usar la lengua me solté y me bajé los pantalones y los boxes. Después apliqué mi lengua bien salivada por donde antes había pasado los dedos. Ella se dejó caer hacia atrás lo suficiente para cogerme la polla. Con mis manos abrí su coño y paseé la lengua de arriba abajo por toda su raja.
- ¿Cómo lo ves, crees que lucirá bien mañana? –Preguntó gimiendo cada vez fuerte-.
- Creo que destacará entre los demás.
Con dos de mis dedos cogí su clítoris y empecé a moverlos con él en el centro. Sus gemidos subieron de volumen.
- ¿Es esto lo que hacen los compañeros de piso? –Dijo con voz muy grave y sobándome con más fuerza la polla-.
- Y no sólo esto, algunos tenemos más habilidades.
Mi lengua no paraba de subir y bajar por su raja con especial hincapié en su clítoris que lo mantenía apretado entre mis dedos. Su coño desprendía un fuerte olor a los jugos que segregaba sin parar.
- Esta habilidad me gusta mucho, sigue haciéndola, no pares esa lengua y recibirás un regalo ¡Vamos sigue, así, así, así, ahora, me corro, aaagg, no pares todavía, aaagg,…!
Se dejó caer para sentarse sobre mis piernas y apoyar su cabeza en mi pecho. Durante todo el tiempo no dejó de sobarme la polla. Levanté su cabeza para poder besarla en la boca.
- ¿Qué ha pasado compañera?
- Que he tenido un vahído fuerte y largo y me he quedado en la gloria. Recordaba que follabas bien, pero no tanto.
Casi sin moverse logró meterse mi polla en el chocho y empezó a moverse suavemente.
- La ventaja de follar con una menopáusica es que te puedes correr dentro sin problemas.
- Vamos a manchar el biquini y con tanta tela no sé si dará tiempo de lavarlo y que este seco para mañana.
- No importa, dormiré con el puesto para que se seque antes.
Puse mis manos en sus grandes tetas, eran deliciosas al tacto y con la piel extremadamente suave. Ella movía su culo adelante y atrás y a veces me apretaba la polla con los músculos de la vagina.
- ¿Dónde has aprendido a hacer eso con el chocho?
- En unos cursos de fortalecimiento del suelo pélvico, en prevención de los efectos meones que se producen a mí edad.
- Eres todo ventajas.
- Aaaagg, y aun así la AEIS no me quiere.
Empecé a acariciarle el clítoris, yo estaba cerca de correrme y quería que lo volviera a hacer conmigo.
- Antonia me voy a correr, hace un siglo que no me corro dentro de un chocho y lo estoy deseando.
- Córrete, yo voy a volver a hacerlo en cuanto note tus disparos en mi coñito.
- ¡Uuuhhh, uuuhhh, toma disparos, ten cuidado que te pueden hacer daño, joder que gusto me da cuando me aprietas la polla, uuuhhh!
- ¡Aaahhh, me gusta sentir tus chorros, me corro, me coooorrroooo!
Nos quedamos un buen rato quietos y en silencio que ella rompió para decirme:
- Quiero que la próxima vez me depiles tú.
- Por mí encantado, pero te advierto que me van a temblar mucho las manos.
Luego me levanté a preparar algo de cena mientras Antonia se tumbó en el sofá con el jodido biquini. Cenamos y esa noche dormimos juntos.
Nos despertamos con tiempo para desayunar, asearnos e irnos a casa de Clara y Lucía. Intenté algo con Antonia, pero me dijo que ni hablar, que no sabíamos que podía pasar y que yo tenía que estar preparado para cualquier cosa. ¡Había que joderse con la manager que me había salido!
Llegamos a las doce y diez, es lo que tiene ir a los sitios con una mujer, que no se llega puntual nunca. Antonia se había puesto muy guapa con unos pantalones cortos blancos, una camisa roja sin mangas bastante entallada con dos botones sueltos, y unas zapatillas de tacón también rojas.
Nos abrió Lucia, las presente y nos dimos dos besos en las mejillas. Pese a que no la conocía mucho, noté algo raro en la expresión de Lucía. Entramos en la casa y sentada en una tumbona del jardín estaba Clara con un biquini blanco bastante clásico, pero bonito. Se levantó a saludarnos y las presenté. Se besaron en las mejillas y luego se miraron de arriba abajo sin perder las dos la sonrisa.
- ¿Queréis tomar algo? –Pregunto Lucía-.
- Todavía nada –respondimos Antonia y yo-.
- Voy a la cocina a terminar de preparar la comida –dijo Lucía-.
- Te acompaño –le dije y aunque ella protestó, terminé acompañándola-. Antonia ahora vuelvo.
- Vamos a comer lomo asado con ensalada y algunos entrantes –dijo cuando entramos en la cocina.
- Estupendo, muy sano.
Le pregunté si podía ayudarla en algo y me contestó que no. Me limité a mirarla apoyado en la encimera mientras ella trabajaba. Aunque seguía estando guapa tenía una expresión de preocupación en la cara.
- Carlos he roto con mi amante.
- Bueno mujer esas cosas pasan a menudo entre amantes y luego se vuelven a arreglar.
- No, es definitivo y además he dejado el trabajo –me dijo mirándome a los ojos-.
- ¿Te puedo preguntar por qué?
- El lunes por la tarde tuve que ir a hacer unas gestiones fuera del despacho y vi a su mujer con un bombo de por lo menos siete meses, mucho tiempo, pero menos del que llevábamos liados su pareja y yo. El cabrón me decía que más adelante rompería con su pareja y a la misma vez la había vuelto de dejar embarazada. Cuando volví al despacho le di un par de hostias y luego me despedí.
- Lo siento.
- Pues no lo sientas, me siento liberada como hacía tiempo que no me sentía. Sólo quería que lo supieras, a Clara no le he dicho nada todavía, porque si no nos iba a dar el día a ti y a mí y posiblemente a Antonia también. –Dijo riéndose por primera vez-.
- Sí, cuando se entere Clara de que somos POSIBLES de verdad, va a ser terrible.
- El problema es la mierda de la AEIS. Como sabes es mi quinta reunión concertada y ahora sin trabajo no tengo un euro para pagar las multas.
- No te preocupes, ya se nos ocurrirá algo para engañarlos. –Le dije tratando de disminuir su preocupación-.
- Muy guapa Antonia, pero mayor que tú por lo menos cinco años.
- Diez años para ser exacto. La han trasladado en su trabajo y no encontraba ni apartamento ni hotel y le ofrecí el dormitorio que tengo libre en casa.
- ¿De qué la conoces?
Dudé si contarle la verdad, decirle cualquier cosa para salir del paso o simplemente decirle que no era asunto suyo. No me gusta ser descortés y no me gusta mentir, así que le conté la verdad.
- Es amiga de Julia, la chica que fue mi amante. Una noche tuvimos un lío los tres en San Sebastián, cuando ella trabajaba en Bilbao.
Se me quedó mirando como si le estuviera diciendo una mentira, luego elevando las cejas y dijo:
- ¡Joder, debes ser la hostia follando!
- No te creas que sea para tanto. Ahora si me apetece un albariño, si tienes.
- Ábrelo, está en el frigorífico. ¿Tienes algo con ella?
- Meros amigos y de poco tiempo de conocerla. Me cae bien y estaba en una situación difícil con lo del alojamiento. –Le contesté mientras abría la botella-.
- Ve a preguntarles a Antonia y a Clara si quieren algo de beber. Terminó en unos minutos y salimos al jardín. Estoy deseando bañarme.
Volví al jardín y se me cayeron los palos del sombrajo. Las dos estaban tumbadas tomando el sol y hablando. Clara se había quitado el top del biquini y Antonia estaba con el biquini de marras.
- ¡Qué bien os veo! ¿Queréis algo de aperitivo?
- Qué simpática tu amiga Antonia, yo creí que sería de tu edad, pero es más de la mía. Yo un Martini blanco.
- Yo una copa de vino. No me esperaba a Clara así y estoy encantada charlando con ella.
- Perdonadme, ahora vuelvo con las bebidas.
Cuando regresé a la cocina le dije a Lucía:
- No sé si se van a hacer amigas o se van a apuñalar.
- Carlos te tengo que contar una cosa de Clara del otro día.
- Te oí hablar con ella por la mañana cuando iba a entrar en el jardín.
- Perdónala a ella y a mí. No volverá a pasar.
- A ti no tengo nada que perdonarte y a ella tampoco, ya se me ha pasado el dolor de cabeza de la burundanga. Además, ha sido la primera vez que una mujer me ha drogado para follar conmigo, casi me lo tomo como un halago. –Lucía se rió-.
- Qué vergüenza Carlos, ya te dije que se encuentra muy sola desde que enviudó.
- A Antonia le pasa algo parecido. Según me ha contado, tuvo una menopausia muy precoz y el cabrón de la pareja la dejó para liarse con alguna jovencita. Igual lo has tenido en alguna de tus reuniones. –Le dije mientras servía las bebidas. ¿Tú qué quieres beber?
- ¡No me hables, que asco de tíos! Una copa de albariño. ¿Oye y si me declaro lesbiana a la AEIS?
- No te lo aconsejo, eso fue lo que hizo mi ex amante para escapar de la AEIS y no estaba muy contenta que digamos.
- Te ayudo con las bebidas –dijo Lucía cogiendo algunas copas y la botella de albariño -.
Antonia y Clara seguían en la misma posición y seguían hablando. Cuando Lucía vio a Antonia con el biquini me dijo al oído:
- ¡Joder Carlos, yo soy nudista, tengo veinte años menos y no me atrevería a ponerme eso!
- Pues estarías muy atractiva.
- ¡Vete al carajo! Para ponerse eso hay que tener un cuerpo como el que ella tiene.
- ¿Has visto que biquini más bonito el de Antonia? –Le dijo Clara a Lucía-.
- La verdad es que es tan pequeño que cuesta verlo –le contestó ella a Clara de forma muy seca-.
Servimos las copas a Clara y a Antonia, Lucía y yo dimos cuenta de una copa de vino, más tarde Lucía dijo que se iba a preparar para darse un baño en la piscina y se fue para la casa. Me quedé mirando a Clara y a Antonia, eran dos espléndidas mujeres en una atractiva madurez.
- ¿De qué estabais hablando tan animadas? –Les pregunté para charlar un poco con ellas-.
- Coincidíamos en que ahora que tenemos experiencia, nos hemos quitado los prejuicios de la juventud y somos sexualmente bastante activas, nos dejan a un lado como si ya no sirviéramos para nada. –Contestó Antonia-.
- Ya que tenemos a un hombre joven aquí, que nos diga su opinión sobre si estamos diez sobre diez o no. –Dijo Clara-.
- Esa cuestión es muy fácil, ya sabéis lo que opino de las mujeres maduras. Me gustáis tanto física como mentalmente y especialmente vosotras. Sus cuerpos son bellos y serenos, la naturaleza y vosotras habéis terminado de hacerlos y lo sabéis. Vuestras mentes están ya un poco de vuelta de todo. Cuando erais más jóvenes teníais demasiados problemas y prejuicios, las parejas estables, el qué dirán, el que pensarán de vosotras os tenía reprimidas, ahora creo que todo eso os importa bastante menos.
- Yo se lo he dicho miles de veces a mi amiga Julia, que es bastante menor que yo,…
- Julia fue mi amante –interrumpí a Antonia para poner en antecedentes a Clara-.
- … que debía aprovechar su juventud, que luego una se arrepiente de no haberlo hecho.
- Pero lo cruel no es que la AEIS os deje al margen, lo cruel es que muchas maduras se lo creen y tienen el síndrome de la mujer transparente.
Durante la conversación el biquini de Antonia y las tetas de Clara me estaban matando.
- Yo se lo digo también a Lucía, pero las jóvenes se creen que lo saben todo y que las maduras estamos para cuidarlas y pasar discretamente. –Dijo Clara y continuó:- Antonia me encanta tu biquini, pero sobre todo me encanta que te lo pongas, sabes que eres atractiva y quieres mostrarlo. Sin embargo, ya habéis oído la contestación crítica de Lucía. La muy tonta piensa que mostrarse atractiva está reservado para las veinteañeras. Espero que no tenga que pagar su error.
- Gracias Clara, creo que estás en lo cierto. –Le contestó Antonia-.
Volvió Lucía vestida con su albornoz corto. Pensé que debajo no llevaría nada, pero me equivoqué, llevaba un triquini negro que le sentaba de maravilla, escote muy bajo, que permitía contemplar el canalillo que formaban sus hermosas tetas, muy estrecho por el pubis y muy alto a la cadera.
- ¿No os bañáis? –Nos preguntó-.
- Te estábamos esperando –le contestó Antonia-.
Clara y ella se levantaron y se dirigieron a la piscina.
- Y tú Carlos, ¿no te bañas? –Me preguntó Lucía-.
- ¡Coño, creí que nos íbamos a bañar desnudos y no me he traído bañador!
- ¿Te acuerdas donde están los albornoces?
- Pues no mucho.
- En el pasillo de los dormitorios, el primer armario a la izquierda.
Siempre tenía que dar el numerito. ¡Joder, pues no me dijo Clara que eran nudistas! Por fin encontré el armario y cogí un albornoz. Me desnudé en el mismo baño del otro día y volví al jardín. Estaban las tres en el agua charlando. Decidí pasar de bañarme y quedarme sentado en la mesa bebiéndome un vino. No llegaba a escuchar su conversación, de vez en cuando me miraban y se partían de la risa. Después de un buen rato me acerqué a ellas.
- ¿Queréis que os traiga algo de beber? -Les pregunté desde el borde de la piscina-.
- Lo mismo de antes –me contestaron las tres-.
Rellené las copas y fui a llevárselas, ellas estaban muertas de risa. Les pasé las copas y ellas seguían riéndose.
- ¿Se puede saber qué tiene tanta gracia? –Les pregunté-.
- Es que desde aquí abajo se te ve la colita y está empezando a animarse –contestó Antonia con mucha guasa-.
- ¡Iros al carajo, coño, con lo mayores que sois y parecéis quinceañeras de instituto con la colita!
Volví a sentarme a esperar que salieran del agua. Primero salió Lucía, se puso el albornoz y dijo que iba a la cocina.
- ¿Puedes ir preparando la mesa?
- Si me vas diciendo donde están las cosas, sin problemas.
Fui dando viajes de la cocina al jardín para sacar los platos y los cubiertos. Antonia y Clara seguían hablando en la piscina, pero en uno de los viajes habían dejado de hablar y se estaban besando apasionadamente. Las miré y me gustó verlas, el lado bisexual que me había contado Antonia le habría salido y sabiendo lo encantadora que podía ser Clara no me extrañó. Di otro viaje y al volver al jardín hice ruido para que se apercibieran de mi presencia, pero o estaban tan enfrascadas en lo suyo que no me oyeron o les daba exactamente igual que las viera besándose.
- ¿Oye Clara es bisexual? –Le pregunté a Lucía al volver a la cocina-.
- Me imagino que como gran parte de las mujeres. No somos tan simples como la inmensa mayoría de los hombres, que blanco o negro, sin zonas grises. ¿Qué pasa?
- Antonia y ella se están besando apasionadamente.
- Pues mejor para ellas. Me va a dar hasta envidia. Vamos a comer.
La comida fue muy entretenida. Antonia y Clara se miraban con deseo y Lucía y yo tratábamos de mantener la conversación.
Después de terminar de comer y de quitar las cosas, Lucía nos preguntó si queríamos beber algo.
- Si os apetece hay champán frio en el frigorífico –dijo Clara-.
- Perfecto –le contestó Antonia-.
- ¿Lo traes Carlos? –Me pidió Lucía.- La cubitera del vino tiene todavía hielo. Yo traigo las copas del salón.
Cuando volví con la botella ya había vuelto Lucía y estaban hablando entre ellas.
- En las tardes de verano o te echas una siesta o juegas a algo, si no se hacen interminables. –Dijo Clara mirando a Antonia-.
- La verdad es que yo me echaría una siesta –le contestó Antonia-.
- ¿Y vosotros? –Nos preguntó Clara-.
- Yo no tengo sueño –dijo Lucía-.
- Yo tampoco –dije, aunque un poco tenía, no quería meterme entre Antonia y Clara ni dejar sola a Lucía-.
- Antonia nos tomamos una copa y te acompaño a algún sitio para que eches la siesta. –Dijo Clara-.
Se tomaron la copa a toda velocidad y se fueron.
- ¿Te apetece jugar a algo entretenido? –Me preguntó Lucía cuando ya estábamos solos-.
- De acuerdo, ¿a qué?
- Al juego de la verdad. Yo te hago tres preguntas seguidas de cualquier tema y tú me tienes que responder con la verdad, después te toca a ti y así sucesivamente.
- Parece interesante, pero te temo. Empieza.
- ¿Te follas a Antonia? –Me preguntó Lucía. Constaté que no se iba a andar por las ramas con las preguntas-.
- Desde que hicimos el trío en San Sebastián no hemos vuelto a follar hasta ayer.
- ¿Folla bien?
- Bastante bien, es pasional, pero a la misma vez serena y cariñosa.
- ¿Se corrió?
- Que yo recuerde dos veces. Ahora me toca a mí. ¿Follabas mucho antes de tener a tu amante?
- A todo lo que se movía, masculino, femenino o neutro.
- ¿Qué te gusta que te hagan follando?
- Me gusta que me laman de pies a cabeza, me gusta que me den cachetes en el culo, me gusta que me den golpes con la polla dura en las tetas, me gusta que me hagan un dedo. Me gustan muchas cosas, ¿satisfecho con la respuesta?
- Totalmente. ¿Te gustaba como te follaba tu amante?
- Era muy soso haciéndolo, no me hacía ninguna de las cosas que te he dicho que me gustan. Tenía una polla grande, pero que le servía para muy pocas cosas. -El juego era interesante y muy caliente, me estaba poniendo mucho.- Me toca. ¿Cuál ha sido la amante más pasional que has tenido?
- Con Julia, mi amante, estaba bastante bien, pero Yoselin, mi anterior relación concertada, era un auténtico volcán en la cama, bueno en la cama y en cualquier sitio. Era una mulata con el culo más impresionante que he visto y sobado en mi vida.
- ¿Y a ti que te gusta hacerle a tus amantes?
- Darles placer, todo el que pueda y como ellas quieran. A ti ya sé que tendría que hacerte. –Lucía se rió-.
- ¿Cuántas veces has podido correrte en una tarde o en una noche?
- Si no recuerdo mal creo que cuatro, hasta caer desfallecido. Fue con Yoselin, un auténtico personaje. Me toca. ¿Te gustan los tríos?
- No se me ha terciado hacer ninguno, pero es una de mis fantasías por cumplir
- ¿Y tú cuantas veces te has corrido seguidas?
- No te rías, pero nunca me he corrido más de una vez, he tenido mala suerte con los ligues y con el amante y de las relaciones concertadas mejor ni hablamos. Puede ser que yo no sea buena en la cama.
- ¿Te haces pajas?
- Sí, cuando las necesito, que es con cierta frecuencia. Necesito un descanso, este juego me está poniendo a mil.
- Y a mí. No lo había jugado nunca, pero la verdad es que está bien para conocer mejor a las personas. ¿Lo has jugado antes?
- Si, con mi amante, pero ahora creo que el asqueroso me mentía rigurosamente.
Bebimos un poco de champán, yo había comenzado a empalmarme con el jueguecito.
- Preparada para seguir –dijo Lucía-.
- Y yo, aunque te sigo temiendo.
- ¿Crees que Antonia y Clara estarán follando? –Volvió a empezar Lucía-.
- Follar no lo sé, pero la lengua la tienen que tener las dos como para dejarlas descansar en la almohada.
- ¿Qué es lo más sucio que has hecho? Y no me refiero a algo escatológico o bueno también.
- Con Yoselin, que ya te he dicho que era un volcán. Me llevó a una especie de cafetería, que luego era un sitio de sado. Me metió en un cuarto, me ató y me zurró, fuerte, pero lo suficiente como para no hacerme daño. A la mitad del lío apareció otra pareja, ella una dominanta y él un esclavo. La tía era odiosa y la cosa terminó con ella en un yugo comiéndole el culo a Yoselin y el tío dándole en el culo y por el culo lo más grande.
- ¡Joder con Yoselín! ¿Por qué no quiso seguir contigo?
- Te vas a reír, me dio tres razones: que era su primera reunión concertada y quería exprimir follando a los cuatro siguientes; que le gustaban las pollas más grandes que la mía; y que yo no era suficientemente pasional. ¿Te lo puedes creer, después de echarle cuatro polvos en una tarde? -Se partió la caja de la risa-. Me toca. ¿Te apetece que follemos?
- Estaba deseando que me hicieras esa pregunta. Vamos a mi dormitorio.
Cogimos nuestros móvil-$ y entramos en la casa. Para llegar a su dormitorio había que pasar por la zona de servicio y subir una escalera. Más que un dormitorio era un pequeño apartamento con un ventanal hacia el jardín.
- Vivo aquí con cierta independencia de Clara. Según ella esta habitación guarda muchos secretos de años atrás.
La besé en la boca y ella me devolvió el beso con mucha pasión. Nos quitamos los albornoces, ella seguía con el triquini puesto. Me puse a su espalda y se lo fui quitando hasta dejarla desnuda, tenía un moreno integral sin ninguna marca de bañador o biquini. Su culo era muy respingón y muy carnoso, precioso. Seguí a su espalda, le encajé la polla tiesa entre las nalgas, puse mis manos sobre sus tetas, las tenía duras como piedras y con los pezones muy salidos.
- Ganas mucho desnuda –le dije al oído-.
- Por eso soy nudista. Todas las mujeres nos ponemos lo que creemos que nos favorece y a mí me favorece no llevar nada. –Me contestó apretando su culo contra mi polla-.
Estuvimos así un rato, sólo sintiendo el contacto de nuestra piel. Yo sobaba suavemente sus tetas y ella me pasaba las manos por el culo.
- ¡Joder como me has puesto con el jueguecito! ¿De verdad te llevó la tal Yoselin a ese sitio y os ocurrió lo que me has contado?
- Te he hecho un resumen muy corto, si quieres algún día te cuento la versión extendida.
- ¿Me llevarías?
- Te estás poniendo muy traviesa –le dije mordiéndole el lóbulo de la oreja-.
Ella se volvió de frente a mí, me besó de nuevo en la boca y me cogió la polla con las manos.
- ¿Esta es la pequeñita pero matona? –Me dijo sobándola suavemente-.
- Es la que tengo y no sé si me gustaría tener otra, aunque fuera como la del negro de Yoselin.
Acariciar su culo era muy placentero, duro, carnoso y muy suave. Besaba muy bien, jugaba con mi lengua y me mordía los labios apretando lo justo para no hacer daño. Bajé una mano a su chocho, llevaba el vello recortado en el monte de Venus y el resto depilado.
- Ten cuidado con donde metes la mano, que la puedes perder para siempre. –Me susurró-.
- ¿No me has dicho que te gusta que te hagan un dedo?
- Por eso, si me gusta cómo me lo haces me quedo con la mano para siempre.
La llevé a un sofá que había en la habitación próximo al ventanal, me senté de lado con la espalda apoyada en el brazo del sofá, con las piernas abiertas y le pedí que se sentara entre ellas, apoyando su espalda en mi pecho. Era una chica preciosa.
- ¿Qué quieres hacerme mal hombre?
- Cómo te he dicho antes darte mucho placer. Quédate quieta y abre las piernas.
Puse una mano sobre sus tetas y otra en su chochito, mientras le besaba el cuello y los lóbulos de la orejas. Tenía el chocho bastante húmedo. Pasé la mano por él para lubricar mis dedos y luego comencé a acariciar su clítoris.
- Carlos, así me voy a correr y me da mucha vergüenza, casi no te conozco.
- Después de esta tarde me vas a conocer de sobra.
Mientras le acariciaba el clítoris y las tetas ella gemía quedamente.
- Déjame que te coja la polla.
- Luego, ahora déjate hacer y disfruta.
- Cuando me corro segregó muchos jugos.
- Pues muy bien, pero no creo que tantos como mi anterior POSIBLE.
- Aaaggg, ¿qué hacía Yoselin?
- El día que la conocí, después de dos polvos, se hizo ella sola un dedo y cuando se corrió me duchó con sus jugos.
- ¡Aaaagg, aaaggg, vaya con Yoselin! ¿La echas de menos?
- Echo de menos su culo. Era divertida, pero demasiada hembra para mí que no soy caribeño.
- ¡Aaagg, aaaggg, uuuff, que bueno! ¿De verdad te duchó?
- De verdad de la buena. No era mala chica y me avisó antes de lo que se me venía encima.
- ¡No pares Carlos, me voy a correr como hace tiempo que no me corro, sigue con tus dedos en mi conejito, sigue, ahora, ahora, no pares, sigue, apriétame las tetas con fuerza, así, así…!
Lucía tuvo un orgasmo monumental, las piernas le temblaban y mi mano quedó empapada con sus jugos. Su cara estaba roja y su respiración entrecortada.
- ¡Qué vergüenza Carlos! Casi no me conoces y has hecho que me corra como una ninfómana.
- ¿Qué vergüenza de qué? Tú querías correrte, yo quería que te corrieras, así que ya me contarás.
Seguimos en la misma posición. Yo le retiré los dedos del clítoris, pero se los seguí pasando por el monte de Venus y por los labios de su raja.
- Tienes razón, necesitaba correrme y me he quedado en la gloria.
- No, la gloria vendrá luego.
- Estoy muy a gusto contigo. A ver si va a tener razón Clara y eres un mirlo blanco.
- ¿Por qué no la llamas nunca tía?
- Porque no es mi tía, ella era la amante de mi madre, pero ella y su marido se hicieron cargo de mí después del accidente de mis padres, como si fueran mi familia.
- ¡Joder que pareja más abierta y más moderna! ¿Entonces Clara es lesbiana?
- ¿Tú eres tonto Carlos? ¿Pues no te dio burundanga para follarte? Clara es de la época en que no tenías que definir tus preferencias sexuales, no como ahora, simplemente ejercías tu libertad de estar en cada momento con quién quisieras. Clara simplemente quiere estar en cada momento con la persona que le resulta atractiva. El sábado te folló a ti y ahora se estará follando a tu amiga. ¡Olé sus ovarios!
La verdad es que Lucía tenía toda la razón. Yo si había conocido un poco de esa época de libertad sexual, ella no, pero tenía las cosas bastante más claras que yo. Lucía ya estaba repuesta de su orgasmo.
- Por favor, tiéndete boca abajo en el sofá. –Le pedí a la misma vez que me levantaba-.
- ¿Qué quieres hacerme?
- Que por primera vez te corras varias veces en una tarde.
- No creo que lo consigas.
- Yo no tengo que conseguir nada, eres tú la que lo tiene que conseguir quitándote tus complejos de encima. Hazme caso, por favor.
Se tendió como le había pedido con los brazos por encima de su cabeza. Me puse de rodillas a la altura de sus corvas con ella en medio. Me quedé un rato mirándola, tenía una espalda preciosa, ancha pero no demasiado.
- Lucía estás muy buena.
- Gracias, pero me gusto más por delante que por detrás.
Empecé a besarle su espalda lentamente y después fui bajando hasta llegar a su culo, primero lo besé y después le di suaves bocados. Era tan carnoso que morderlo era un placer enorme. Ella empezó a suspirar. Por último fui besando y lamiendo la parte de atrás y el interior de sus muslos. Ella quiso echar los brazos hacia atrás, pero se lo impedí.
- Déjame que te coja la polla.
- Luego te vas a hartar de polla.
Hacía calor en la habitación y los dos estábamos comenzando a sudar. Empecé el recorrido inverso por su cuerpo, la unión entre muslos y culo donde lamí y besé largamente, su carnoso culo y su bonita espalda. Suspiraba cada vez más fuerte. Cuando terminé de besarla me tumbé sobre ella, encajando mi polla entre sus ingles y rozándole el chocho con el tronco. Le eché el pelo a un lado y le besé el cuello y los lóbulos de las orejas.
- Me gusta mucho Carlos, me siento una diosa.
- Eres una diosa.
Metí los brazos cruzados bajo su cuerpo para agarrar sus tetas y pellizcarle los pezones, sin dejar de besarle el cuello.
- Pon los brazos bajo tu cuerpo y acaríciate el chocho.
- Eres muy malo Carlos, no voy a poder aguantar mucho más. Vas a pensar que soy una viciosa.
- Me encantaría que fueras una viciosa.
Hizo lo que le había pedido y empezó a gemir sonoramente. Yo comencé a subir y bajar las caderas para que mi polla se deslizara entre sus piernas rozando su chocho. En efecto no aguantó mucho más:
- ¡Aaaggg, aaaggg, me voy a correr, no te pares ahora me da mucho placer sentir tu polla dura entre mis muslos, aaaggg, me corro, me corro,..!
Se quedó quieta como si se hubiese desmayado. Yo estaba deseando correrme también. Me incorporé.
- Ponte boca arriba, por favor, necesito correrme -le dije-.
Ella en vez de ponerse boca arriba se bajó del sofá y se puso de rodillas en el suelo frente a mí. Me cogió la polla y los huevos con las manos e iba a llevársela a la boca.
- Todavía no, hazme un paja –le dije-.
Empezó a jalarme la polla y a sobarme los huevos sin dejar de mirarme a los ojos.
- ¡Sigue Lucía, sigue más rápido, uuufff, sigue, me voy a correr, dirige los chorros a tus tetas,...uuufff, ya, ya, ya…!
Le llené las tetas y la barbilla con mi crema. Lucía no dejó de mirarme a los ojos en ningún momento.
- Me gusta la cara que pones al correrte. –Me dijo-.
- Yo todavía no he podido ver bien la tuya.
Me senté en el sofá y ella se quedó de rodillas a mi lado. Estuvimos así unos minutos sin que se me bajara la erección.
- Gracias Carlos, no creía que fuera capaz de correrme más de una vez y creo que la cosa no se va a quedar en dos. Voy a la ducha, ¿vienes?
- Claro o me tomas por un marrano.
Ayudé a Lucía a levantarse, aunque no le hiciera falta, me cogió de la mano y tras cruzar el espacio que hacía de dormitorio entramos al baño.
- ¿Te importa esperarme un momento fuera mientras orino? –Me preguntó-.
- Sí que me importa, me gusta ver a las mujeres meando.
- Eres un cochino.
- No te digo que no, pero me gusta. ¿Por qué no lo haces en la ducha conmigo?
Se quedó un momento callada mirándome a los ojos y después me dijo:
- Sabes que me parece una guarrada, pero que me apetece. Vamos que no aguanto más.
Entramos en el plato de ducha y abrió el grifo. La ducha tenía un rociador de efecto lluvia y el agua empezó a caernos encima. La abracé de frente y ella comenzó a mear sobre mis piernas.
- Es la primera vez que lo hago y me encanta. –Me dijo antes de besarme-. Eres un pervertidor de chicas cándidas.
- No creo, no conozco a ninguna.
- ¿No se te baja? –Me preguntó acariciándome la polla-.
- Últimamente no cuando estoy con una mujer que me ponga mucho.
Cuando terminó de mear, enjaboné su cuerpo y ella enjabonó el mío, nos enjuagamos y nos secamos con la única toalla que había.
- Creo que tengo algo de whisky y de hielo en el frigorífico, ¿te apetece? –Me dijo al salir del baño-.
- ¿No pondrás burundanga para hacer cosas malas conmigo?
- Por favor, no bromees con eso.
Puso hielo en dos vasos y una buena medida de whisky y nos sentamos desnudos en el sofá.
- ¿Por qué no has querido antes que te chupara la polla?
- Porque quiero que luego hagamos un “69” y deseo estar muy motivado.
- Estoy muy a gusto contigo. Creo que he estado perdiendo mucho el tiempo con mi ex amante. ¿Qué hora es?
- Las ocho y media. ¿Por qué no llamas a Clara a ver qué plan tienen ella y Antonia?
Marcó y puso el manos libres.
- Hola Clara, ¿está Antonia contigo?
- Sí Lucía, estamos charlando.
- Ahora lo llaman charlar.
- No seas impertinente. ¿Y tú estás con Carlos?
- Sí, estamos charlando también. Carlos pregunta qué plan tenéis.
- Antonia me ha dicho que se ha cogido el puente y que hasta el domingo por la tarde no tiene nada que hacer.
Lucía y yo nos miramos como diciendo que les había dado fuerte.
- De acuerdo, se lo digo. ¿Nos vemos para cenar?
- Espera le pregunto a Antonia, ¿tú tienes hambre?
- ¿De qué? -Se escuchó contestar de fondo a Antonia-. Cenad vosotros por vuestro lado, si nos da hambre ya nos las arreglaremos.
- De acuerdo, besos para las dos. –Dijo Lucía y colgó-.
Bebimos los dos un trago de whisky y nos sentamos con las piernas sobre el sofá mirándonos de frente.
- Me está dando la impresión de que vas a ver menos a tu compañera de piso –dijo Lucía-.
- Es posible, mejor para ella.
- ¿Follarías con las dos? –Me preguntó-.
- Tienes una cabeza muy sucia. ¿Juntas o por separado?
- Juntas, para que tenga más morbo –contestó Lucía-.
- La verdad es que no me importaría nada. Cada una por su lado es fantástica, las dos juntas debe ser muy, muy excitante. ¿A ti te importaría?
- A mí nada. Quiero a Clara y sé que, además de a una mujer, necesita a un hombre y curiosamente, contigo no tengo ningún sentimiento posesivo, por lo que no tendría celos.
- Dejar a tu amante te ha hecho madurar muy rápido. ¿Y tú follarías con las dos?
- Las mujeres han dejado de entusiasmarme, pero sí me apetecería hacer un trío con Antonia y contigo. Me gusta Antonia.
- Cambiando de tema. Físicamente, ¿cómo te gustan los hombres? –Le pregunté-.
- Como a Yoselin, con la polla grande –me contestó partiéndose de la risa-.
- No se te puede contar nada, sin que te cachondees.
- Ahora en serio, no tengo ningún modelo en el aspecto físico, creo que me gustan normales. Tú me gustas y físicamente no puedes ser más normal. Carlos, empieza a preocuparme que no se te baje, ¿no tendrás priapismo?
- No te preocupes que no es nada malo, sólo que sigo excitado contigo.
Cambié de posición y me senté normalmente en el sofá.
- Ven y siéntate aquí –le dije indicándole que se sentara sobre mis piernas-.
Se sentó mirándome y me besó en la boca. Agarré su culo con las dos manos, era un auténtico placer de dioses acariciarlo y apretarlo.
- Me estoy preocupando, estoy demasiado bien contigo. –Le dije-.
- Entonces es que mis armas de mujer están funcionando.
- Tu cabecita la incluyes entre tus armas de mujer.
- Como la principal. Túmbate boca arriba –me dijo levantándose ella-.
Me tumbé y ella se puso de rodillas con mi polla bajo su chocho. Estaba de nuevo empapado de jugos.
- ¿Qué pretendes? –Le pregunté-.
- Hacerte una paja y hacérmela yo a la misma vez.
Le cogí las tetas y empecé a jugar con ellas. Movía su culo adelante y atrás lentamente. Se inclinó para que su clítoris se rozara con mi polla.
- Estas no son todavía prácticas sexuales antisociales, ¿no? –Me preguntó-.
- Todavía no, dentro de cinco semanas sí.
- ¡Qué pena que vayamos a estar fuera de la ley!
Tiré de ella hacia mí para que se recostara en mi pecho, llevé mis manos a su culo y empecé a jugar con su ojete
- No lo hagas Carlos, que me pone muy perra.
- ¿Y eso tiene algo de malo?
Me mordió con fuerza el labio inferior.
- Lubrica el dedo en mi coño y métemelo después en el culo. –Me dijo y luego volvió a morderme el labio-.
Hice lo que me pidió, cuando le metí el dedo en el culo empezó a gemir con mucha fuerza y a moverse más rápido sobre mi polla.
- Carlos, me voy a correr, mueve el dedo en mi culo. ¡Aaagg, como me gusta cabrón, sigue, sigue, sigue, me corro, me corro, ya, ya, aaaggg!
No había hecho falta que me lo dijera, tenía la cara desencajada y me empapó la polla con sus jugos.
- Eres un hijo de puta, no puedo resistir que me toquen el ojete, es lo que hago cuando me cuesta correrme.
- Bueno es saberlo. Pero ahora sigue moviéndote que me voy a correr. ¡Así, así, así, más rápido!
Lucía empezó a mover el culo en todas las direcciones y yo me corrí con un placer enorme. Después se echó hacia atrás sobre mí y empezó a lamer el semen que tenía en mi barriga y en mis ingles. Cuando terminó se incorporó y me puso su barriga en la boca para que hiciera lo mismo con ella.
- ¿Trabajas mañana o te puedes quedar a dormir? –Me preguntó mientras yo le limpiaba la barriga y el chocho-.
- Tuve una corazonada y me pedí el puente, así que no tengo nada que hacer hasta que me vaya el domingo.
- Pues entonces vamos a salir a cenar algo, porque estoy desfallecida y tú debes estar igual.
Ella se vistió en su habitación y yo bajé por mi ropa al baño donde la había dejado. Mientras la esperaba me tomé un whisky. Lucía era una chica maravillosa y creía que podría convivir con ella sin dificultad. Era guapa, con un cuerpo fantástico y muy buena follando. Su carácter, dentro de lo que la conocía, parecía muy agradable y fácil de llevar. Podía ser una muy buena pareja.
Bajó al fin y salimos a cenar por el barrio. Durante la cena por el móvil-$ recibí una citación de la AEIS con el siguiente texto:
“Mediante el seguimiento de su móvil-$ y el de Dª Antonia M…, en situación de infértil, esta Agencia ha tenido conocimiento de que han estado ustedes cohabitando en su vivienda, sin que existan antecedentes de relación entre ustedes, en un período durante el cual está usted en estado de POSIBLE con Dª Lucía S…
Este comportamiento está considerado como falta muy grave en la Directiva Europea Sobre Incentivación de la Natalidad y penado con multa de uno a cuatro años.
Por todo ello se le convoca mañana día viernes en su domicilio a las 10:00 para inspección sumarísima.
La Agencia Europea de Intervención Sexual.”
Se me debió cambiar la cara al leer la citación, porque Lucía me preguntó alarmada:
- ¿Te pasa algo malo?
Le di el móvil-$ para que leyera ella misma la citación.
- Te pueden joder la vida por esto. –Me dijo-.
- Ya lo sé. Sabía que había un riesgo, pero coño han sido cuatro días. Es demasiada casualidad que me hayan hecho un seguimiento, justo durante esos cuatro días.
- ¿Qué piensas hacer?
- Pues acudir a la inspección y tratar de justificarme.
- ¿Quieres que Antonia te acompañe?
- No, no quiero preocuparla sin saber en qué va a terminar esto. Sí me gustaría que me acompañaras tú.
- De acuerdo, yo puedo declarar que conozco a Antonia.
Se nos quitó el hambre a los dos, tomamos lo que teníamos en la mesa y nos fuimos a dormir a casa de Lucía. Pase una noche horrorosa con la preocupación de la que me podía caer encima. Nos levantamos temprano y nos fuimos a mi apartamento. A las diez en punto estaban llamando al portero virtual y les abrí con bastantes nervios.
- Tranquilo Carlos. Esperemos que todo salga bien. –Dijo Lucía-.
- Gracias por acompañarme.
- Lo hago con gusto. Te aprecio mucho.
Nos dimos un pico en la boca y cuando llamaron fue Lucía a abrir la puerta y hacerlos pasar al salón. Era una pareja de funcionarios, ella y él. Cuando me fijé en sus caras, se me cayó el cielo encima, pero también se me abrió. Ella, que parecía ser la jefa, ¡era Cristina, la hija de puta de los labios finos! Y él podría ser el tío que llevaba como esclavo cuando la vi en “El Gabinete del Marqués”. Iba a tener que jugar muy bien mis cartas, pero al menos tenía algunas cartas.
- Hola Carlos, sigues siendo tan antisocial como siempre. –Me dijo Cristina-.
- Hola Cristina, cuánto tiempo sin verte.
Lucía estaba descolocada con el saludo entre ambos.
- Ya has leído el pliego de cargos, ¿tienes algo que alegar? –Me preguntó la tía asquerosa-.
- Tengo varias cosas.
- Pues adelante.
- En primer lugar, ella es Lucía, con quien estoy en estado de POSIBLE y ha querido venir para demostrar que seguimos estando en ese estado, sin que nadie se haya entrometido.
- Lo sabemos y sabemos también que ayer estuvisteis juntos los tres y alguien más y eso no te exime de tu falta.
- En segundo lugar, esto es un acoso porque dije NO en nuestra primera y única reunión.
Lucía debió empezar a entender la causa de nuestro saludo.
- No se trata de un acoso, como sabes el Reglamento que desarrolla la Directiva permite un especial seguimiento durante el estado de POSIBLE. Y eso es lo que hemos hecho. Creo que estás bien jodido y me alegra porque eres un individuo antisocial.
Decidí echar un órdago a la grande como única posibilidad de salvación.
- Y en tercer lugar. ¿Cuánto tardaste en poder sentarte después de tu visita hace un mes a “El Gabinete del Marqués”?
Se les cambió la cara a los dos de forma radical. Lucía se vino a mi lado para apoyarme.
- ¡Eso es mentira! –Gritó la hija de puta-.
- Tú y tu compañero sabéis que no es mentira o es que no te acuerdas de que le comiste el culo mulato a mi entonces POSIBLE y tu compañero se corrió en tu culo. Si esto se sabe vais a ir los dos a la puta calle y vais a estar bastante más jodidos que yo. Lo mío, en todo caso, puede ser una falta, pero lo vuestro es un delito.
- Eres un cabrón –me dijo y supe que había ganado-.
- Lo seré, pero tú eres una hija de puta. ¡Fuera de mi casa y olvídate de mí y de mis amigos para siempre! No quiero volver a saber de ti, tengo una memoria fotográfica cojonuda.
Se miraron entre ellos y salieron de mi casa cagando hostias. Lucía me abrazó y me dio el beso en la boca más largo que me han dado nunca.
- Carlos tengo el tanga empapado. No he estado más caliente en toda mi vida, eres mi hombre, fóllame ahora mismo.
Pasamos el resto de la mañana follando como mandriles, hasta que llegó la hora de comer, que nos fuimos a casa de Lucía, para comer con Clara y Antonia, si se dignaban salir de la habitación. Durante el trayecto en coche hasta su casa Lucía no paró de tocarme el nabo y de darme besos.
Clara y Antonia estaban en albornoz en la cocina.
- ¿Dónde estabais toda la mañana? Hemos estado muy preocupadas por no saber nada de vosotros. Lucía te he llamado varias veces al móvil-$, pero no me lo has cogido. –Preguntó Clara-.
Yo no quería contarle nada a Antonia y escaparme cualquier excusa, pero se me adelantó Lucía.
- ¡Antonia ha sido increíble! Anoche Carlos recibió una notificación de la AEIS de inspección sumaria por falta grave, debido a vuestra cohabitación de estos días…
- ¡Hijos de puta, por cuatro días! Ya te dije que había un riesgo.
- Déjame que termine. La inspectora, una hija de puta con ventanas a la calle, había sido su primera relación concertada del ciclo. Carlos se ha encarado con ella, le ha sacado unos trapos bastante sucios y los ha echado de su casa. Si estáis allí os lo folláis como me lo he follado yo después y me lo voy a seguir follando esta tarde.
- ¿Qué trapos sucios? –Preguntó Antonia-.
- Es una historia muy larga para contarla con hambre.
- ¿Está todo arreglado? –Volvió a preguntar Antonia-.
- Mientras Lucía hablaba de más, he recibido el sobreseimiento firme de la denuncia.
- Anda cambiaros que vamos a comer –dijo Clara-.
Lucía se fue a su habitación y yo me cambie en el baño de siempre. Volví a la cocina y pillé a Clara y Antonia besándose.
- Con vuestro permiso voy a echarme un vino. –Les dije al entrar-.
- ¿Oye Carlos, que es eso de que habéis estado follando Lucía y tú, que pasa con el vainas del amante? –Me preguntó Clara-.
- Eso que te lo cuente ella.
- Por supuesto que me lo va a contar en cuanto baje. Si no os importa me gustaría estar a solas con ella cuando baje.
Antonia y yo salimos al jardín con nuestras copas y nos sentamos en una de las mesas.
- Debías habérmelo dicho. Ha sido por mí culpa.
- No Antonia, venían a por mí, pero con mucha suerte me he librado y durante bastante tiempo nos van a dejar tranquilos.
- Me alegro de que te vaya bien con Lucía, parece una chica estupenda.
- Y yo de que te vaya bien con Clara, es una mujer estupenda como tú.
- Bueno Clara y yo hemos hablado, tendremos que hablar también con Lucía y cómo no contigo, pero nos gustaría seguir follándote, ya nos pondríamos de acuerdo entre las tres para no consumirte.
- ¡Coño, he pasado de estar sólo a tener un harem!
- ¿Crees que Lucía y tú podréis formar pareja?
- A mí me gustaría y creo que a ella también.
Antonia se levantó y me dio un beso en la boca, justo cuando Clara y Lucía llegaron al jardín.
- Por mí no te preocupes, sigue besándolo el tiempo que quieras. –Dijo Lucía-.
- Igual por mí parte. Estoy feliz de los cambios que se han producido en esta casa. –Dijo Clara-.
Nos dimos el SI el último día posible, había que aprovechar todo el tiempo de tranquilidad que permitía la AEIS. Antonia y yo nos mudamos a la casa de Clara y Lucía y los cuatro nos organizamos estupendamente, sobre todo para mí.
A los siete u ocho meses me llamó Yoselin.
- Hola mi amor, soy Yoselin, ¿no sé si te acuerdas de mí?
- Como me iba a olvidar de mi culo de mulata favorito. ¿Qué tal estás?
- Pues no he tenido suerte con el resto de reuniones concertadas, así que, mi amor, como te prometí te estoy llamando. ¿Y a ti cómo te ha salido?
- Estoy emparejado con un encanto de chica y con una vida llena de placeres.
- ¡Qué bien mi amor! No quiero entrometerme en tu felicidad. Que te vaya muy rico.
- ¡Espera Yoselin! ¿Te apetecería acompañarnos a mi pareja y a mí a “El Gabinete del Marqués” algún día?
- Cómo no mi amor, el día que os venga bien, pero no tardéis mucho que ya estoy mojadita sólo de pensarlo.
La cosa terminó muy bien para mí, pero lo de la Agencia y el puto móvil-$ no es ninguna broma. Tened mucho cuidado en el pasado.