Anna
Mientras Lila me arreglaba el cabello, llegó una chica, de aproximadamente 1.70m de estatura, cabello en una coleta teñido de rubio, con un maquillaje impecable, guapa para que negarlo, pero hablando hasta por los codos, primer problema pensé, por lo regular yo me sentaba y escuchaba las pláticas
Anna
Hacía mucho tiempo que iba a la misma estética a cortarme el cabello, era un lugar cercano a mi casa, me atendían casi de inmediato con cita previa –y aunque no era muy económico- el servicio era bueno.
No soy una persona a la que le guste mucho el contacto físico, por lo cual siempre pedía que me atendieran las mismas personas, para lavarme el cabello Jovita, una señora de edad no tan avanzada, pero sí mayor, y para el corte de cabello Lila, la dueña del local. Lila siempre trataba de convencerme de que me hiciera tratamientos y cambios: depilación de cejas, tinte de cabello, masajes faciales, etc. a los que yo nunca accedía, la verdad es que me daba flojera pensar el trabajo que tendría que hacer para conservar tales cambios: o dedicaba más tiempo en casa a mi arreglo personal, o tendría que ir más continuamente a la estética, y la verdad es que ninguna de las opciones me seducía, prefería una apariencia lo más natural posible sin llegar al descuido.
Lila llevaba un riguroso registro de todos los cumpleaños de los clientes y una de las veces que fui coincidió con el mío; yo nunca había ido en esa fecha a hacerme nada, así que Lila, para agasajarme, decidió que era buena idea regalarme una manicura y pedicura, por todos los medios traté de desembarazarme de dicho regalo, que más bien se presentaba para mí como una tortura, porque además había visto un par de veces a la manicurista y –aunque jamás intercambié palabra con ella- no se me antojaba nada tener que aguantar su evidente mal humor.
-Lila –le dije llamándola aparte- no quiero ser grosera, pero la verdad es que Nancy no me agrada en lo más mínimo, así que prefiero declinar tu regalo.
-Por eso no te preocupes, Jovita –dijo volteándose a buscar a la susodicha- llama por favor a Anna y dile que venga a atender a Luna. Anna es una chica nueva que nos ayuda de vez en cuando, sólo viene por encargo.
-Lila, no… en verdad…
-¡Oye! es la primera vez desde hace como diez años que eres mi clienta, que vienes en tu cumpleaños, deja que te consintamos.
Sólo suspiré e intenté relajarme.
Mientras Lila me arreglaba el cabello, llegó una chica, de aproximadamente 1.70m de estatura, cabello en una coleta teñido de rubio, con un maquillaje impecable, guapa para que negarlo, pero hablando hasta por los codos, “primer problema” pensé, por lo regular yo me sentaba y escuchaba las pláticas de los demás sin intervenir, cuando me preguntaban sólo asentía o negaba con la cabeza y en alguna ocasión hacía algún ruido que igualmente podía interpretarse como afirmación o negación sin tener que hablar.
Después de saludar a la mitad de los que ahí estaban y sonreír a la otra mitad, fue a instalarse a la mesa de manicura, que estaba en una salita separada de las sillas de corte de cabello: era un cuartito que a mí se me antojaba claustrofóbico. Al terminar de atenderme Lila, pidió a Jovita que me llevara con Ana.
-Anna, ella es Luna, dice Lila que te la encarga mucho, que la trates muy bien porque además de ser muy buena clienta hoy es su cumpleaños.
Dicho lo cual dio media vuelta y se fue.
-¡Hola Luna! –dijo con una voz un tanto destemplada, muy aguda para mi gusto- pasa y toma asiento en ese sillón.
El sillón en cuestión era parecido a un reposet, muy cómodo.
-¿Por dónde quieres que empecemos? ¿los pies o las manos?
-Eeeh… las manos por favor.
-Okey –acercó una mesa y un banco- pon aquí tus manos ¡Uf! ¿cuándo fue la última vez que te hicieron algo en estas manos? ¡las tienes deshechas!
Me miraba entre divertida y horrorizada, supongo que por el tinte rojo que cubrió mi cara y cuello, también un poco por la mirada asesina que le dirigí una vez que me repuse de la sorpresa y vergüenza.
-Nunca –dije conteniendo mi furia- y hoy no será la primera vez.
Hice el intento de levantarme y en ese preciso momento hizo acto de aparición Lila:
-¿Todo bien Luna? –Anna me miraba con cara de súplica.
-E… sí, sólo quiero pasar al sanitario antes de empezar…
-Okey, Anna tráele un café a Luna mientras tanto, dos cucharadas de crema y sin azúcar por favor.
-Sí claro –dijo, y se levantó a toda prisa.
-¿Segura que está todo bien Luna?
-Sí claro –e hice un amago de sonrisa antes de levantarme y meterme al lavabo. Cuando salí ya estaba Anna esperándome con el café.
-Disculpa, no quise ser grosera, era una broma sin mala intención, gracias por no decirle a Lila –dijo sin apenas levantar la vista.
Levanté los hombros sin decir una palabra y volví a sentarme, no es que yo fuera una maldita indiferente, pero tampoco tenía idea de qué decirle. Quedamos en silencio.
Como nunca me había realizado una manicura antes no me pareció raro que Anna me aplicara un gel exfoliante en cada una de las manos, primero tomó la derecha y suavemente la extendió en la palma y el dorso masajeando con las yemas de sus dedos; procedió después dedo por dedo, logrando que me relajara poco a poco, puso mi mano en un recipiente con agua tibia mientras procedía a hacer lo mismo con la mano izquierda, nunca hubiera creído que un masaje en las manos pudiera tener ese efecto: ya no estaba tensa ni sentía antipatía por esa chica, de hecho en un momento dado dejé de ver cómo trabajaban sus manos en las mías y contemplé su rostro concentrado: de fondo una tez de color apiñonado, ojos con forma de almendra y color de avellana, pómulos sobresalientes que enmarcaban una nariz recta de tamaño mediano y una boca de labios delgados que sonreían mostrando unos dientes casi perfectos, caí entonces en cuenta que hacía rato que no sentía sus manos en las mías y además, estaba observándola con la boca abierta.
Apenada levanté la vista para encontrarme con sus ojos brillando de diversión:
-¿Te enjuagas por favor?
Tosí un poco puesto que sentía la boca seca, extendí las manos mientras ella derramaba agua sobre ellas. Al terminar tomó una toalla y cuidadosamente secó cada una. Tomé mi taza para tomar un trago de café que casi escupo, estaba frío.
-¿No quedó bien preparado? ¿te traigo otro? –dijo solícita.
-E... no gracias, sólo está frío, es todo.
-Deja te lo caliento, a mí tampoco me gusta el café frío.
La vi salir de la habitación contoneando las caderas en la falda de pretina alta que dejaba ver una pantorrilla que se me antojó perfectamente torneada pese a que no llevaba tacones.
¡Puf! ahí estaba yo nuevamente con la boca abierta y sin poder despegar los ojos de ella, tragué la poca saliva que tenía, me recliné y cerré los ojos, escuchaba su voz y su risa y me sentí miserable por ser tan cabrona y hacerla pasar un mal rato, pero ¿qué le iba a hacer? así era yo, un tanto introvertida y bastante desconfiada.
Supongo que me quedé dormida, lo primero que percibí fue un olor suave, después un aliento tibio que me cosquilleaba en la oreja y el cuello y finalmente un tacto tibio en mis mejillas, abrí los ojos un poco sobresaltada y afortunadamente no tuve el impulso de levantarme, porque hubiera desfigurado a Anna de un cabezazo.
-Disculpa, -dijo con una dulce sonrisa- te dejé dormir un poco, pero es hora de continuar o terminaremos muy tarde.
No había retirado sus dedos de mi rostro, así que sólo asentí y disimulé un suspiro entre bostezos, quería cerrar los ojos y seguir disfrutando de su tacto, pero en ese momento se retiró y volvió a sentarse frente a mí.
-El café volvió a enfriarse y le pedí a Jovita que ya mejor lo tirara, si quieres otro dime y te lo preparo ¿está bien? –no me miraba, no esperaba que le contestara pues hasta ahora no lo había hecho.
-Está bien, gracias.
Levantó la vista y me dio una pequeña sonrisa y una caída de párpados que sentí en cámara lenta.
-¿Me dejas que te ponga unas bolsas de té en los ojos? te ayudarán a borrar las ojeras que tienes –dijo bajando cada vez más la voz, creo que temía que fuera a ofenderme nuevamente.
-Claro –respondí sorprendiéndome a mí misma.
-¿En verdad? –dijo ahora con una sonrisa más grande.
-Mjm –respondí volviendo a mi rutina de ruidos.
-Dame un segundo y vuelvo.
Otra vez me hipnotizó el vaivén de su falda, tanto de ida como de vuelta.
-¿Ves algo que te guste? –preguntó al sentarse nuevamente.
-¿Perdón? –dije sintiendo que me había leído la mente, aunque tampoco es que hubiera sido yo precisamente discreta.
-Cierra los ojos –ordenó- que si te gusta mi falda, aunque por lo que veo no es como a ti te gustan.
¿Y qué sabía ella de lo que a mí me gustaba? si a mí lo que me estaba gustando era ella, y pensar en quitarle de una vez esa faldita.
-Tendrás que estar así unos quince a veinte minutos.
Al principio permaneció callada, pero después de preguntar por el color de esmalte, discretamente continuó con las preguntas.
-Y entonces ¿en qué trabajas?
-Escribo
-¿Escribes?
-Sí
-¿Eres periodista?
-No
-¿Qué escribes entonces?
-Libros
-¿Qué clase de libros?
-Poesía
-¿En serio? me encanta la poesía. Terminé con las manos, voy a descalzarte para trabajar con tus pies.
-¡No!
-Prometo no decir que tienes los pies destrozados –pude escuchar un dejo de diversión en su voz- en este momento tú no puedes hacerlo o arruinarás mi trabajo, además no puedes ver. O ¿te huelen los pies?
-¡No!
-¿Tienes Hongos?
-Tampoco
-¿Espolón, juanetes?
-No, nada de eso.
-Okey, entonces déjame hacer mi trabajo.
No pude evitar sonreír y pude escuchar que ella también lo hacía. Yo vestía falda larga y botas hasta la rodilla, con calceta larga también. Sin levantar mi falda introdujo las manos por debajo de ésta hasta que tocó la orilla de la bota, a tientas buscó el cierre y lo bajó, tuve que contener la respiración para intentar controlar el escalofrío y temblor.
-¿Tienes frio? –preguntó Anna.
-E… un poco.
-¡Jovita, préstame una manta porfa! Gracias -sentí nuevamente su aliento cerca de mi oído- no queremos que nuestra clienta preferida se resfríe el día de su cumpleaños ¿cierto?
-…
Después de quitarme el calcetín regresó a tocar mi pierna desde la rodilla hasta el tobillo.
-Muy bien, correctamente depiladas ¿haces ejercicio?
-Mno.
-Entonces ¿cómo haces para mantener tus piernas tan fuertes?
-¿Cómo sabes que están fuertes si no puedes verlas?
-Porque se sienten duras –y al decir esto volvió a recorrerlas, al terminar enrolló mi falda hasta las rodillas- ahora las estoy viendo y puedo decir que efectivamente tienes bonitas piernas, quisiera tenerlas así.
-¿Qué hay de malo con tus piernas? –dije a medias escandalizadas, pues a mí me parecían estupendas.
-¿Es que no las has visto? ¡están muy gordas y flácidas!
Y ahí estaba yo ahora, con una perfecta desconocida discutiendo la belleza de sus piernas.
-E… no creo que sean así
-¿No lo crees?
-No, me parece que están muy bien… digo… para tu estatura… tu complexión… vaya que son perfectas para ti, armonizan bien.
-Funcionales ¿no?
-Este... sí claro
-Funcional no quiere decir bonito
-No quise decir eso, digo que están en proporción con tu cuerpo.
-¡Claro! porque estoy gorda…
-¡No! –quité las bolsas de té de mis ojos y me incorporé- tú no estás gorda, estás…
-¿Rellenita? ¿gordibuena?
-No mujer, tienes un cuerpo bien formado, eres muy linda en verdad.
-Okey, deja los halagos y recuéstate de nuevo, que así no acabaremos hoy.
Hice lo que me decía y cuando iba a ponerme los sobres nuevamente me dijo:
-Quita, que yo te los pongo –y uniendo la acción, puso los sobres nuevamente en mis ojos sin dejar de rozar levemente mi cara, nuevamente aspiré su dulce olor, creo que estaba inclinada sobre mi porque sentí su aliento muy cerca de mi nariz- Gracias, eres amable después de todo.
Yo preferí no decir nada, aunque sentí las comisuras de mi boca torciéndose hacia arriba.
-Te ves linda cuando sonríes.
Dijo casi en un susurro, y acto seguido se aclaró la garganta y continuó en tono normal:
-Voy a descalzarte ambos pies porque antes de empezar tengo que sumergirlos en agua, y… tendré que dejar tu falda levantada para evitar que se moje.
Ya sin la barrera de mi falda, sus manos, con total libertad, me despojaron de la bota, no podía dejar de imaginar la sensual escena que a mis pies tenía lugar, el sonido del cierre al bajar me hizo cosquillas en la espalda baja, sus manos acariciando mi pierna al quitar el calcetín fue demasiado y tuve que quitarme los sacos de té para poder mirarla. Colocó mi pie dentro del recipiente con agua tibia y sacó el otro –no podía ver su rostro- aplicó exfoliante y procedió a hacer lo mismo que con mis manos, pero ahora no me estaba relajando en lo más mínimo, las cosquillas de la espalda corrieron a mi estómago y bajaron hacia el vientre. Cuando hubo terminado se enjuagó las manos y comenzó a apretármela pantorrilla, brinqué del asiento tirando la manta.
-¿Te lastimé? –preguntó levantando la mirada- ¿por qué te quitaste los sobres?
-E…
-¡Tramposa! ¿Te lastime?
-No, me dieron cosquillas.
-Oh… es un pequeño masaje para activar la circulación y evitar la aparición de varices en la edad madura.
-¿Me estás diciendo vieja? –dije divertida.
-¡No, claro que no! –levantó la vista alarmada- ¡chistosita! –dijo cuando vio mi risa.
-¿Cuántos años tienes?
-Suficientes
-¿Suficientes?
-Sí, suficientes para que no me pregunten cuántos años tengo – y solté una carcajada, me miraba con los ojos entornados y los labios fruncidos ¡qué ganas de levantarla y probar su beso de una vez!
-Si no me dices, me obligas a calcular y quién sabe si te guste.
-Inténtalo…
-Tienes como… ¿35?
-No…
-¿Más, o menos?
Respondí levantando los hombros.
-¿32?
-Jajajajajaja ¡eres malísima calculando!
-¡Eh! No te burles…
-Tengo 41
-¡No!
-Sí, en serio
-No te creo nada
-Pregúntale a Lila si no me crees
-¿Qué yo qué? –preguntó Lila que en ese momento entraba.
Anna inmediatamente se puso seria y dejó de masajearme para atender los pies.
-Por favor dile a esta niña cuántos años tengo
-¿Y eso?
-Es que no me cree
-Yo… sólo… pregunté porque Jovita me dijo que hoy era su cumpleaños –dijo Anna nerviosa ante la mirada escrutadora de Lila.
No entendí por qué Anna había cambiado así de actitud.
-Cumples 41 si mal no recuerdo ¿cierto? – no esperó mi respuesta- ¿falta mucho? Porque me parece que ya tardaron demasiado y no me gusta retrasar a los clientes –dijo dirigiéndose ahora a Anna.
-Por mí no te preocupes –intervine- hoy dispongo de todo el tiempo del mundo, y ya que quieren consentirme, voy a aprovechar, mira ya Anna y Jovita me trajeron sacos de té para las ojeras.
El rostro de Lila cambió de inmediato, sonriendo y apretando el hombro de Anna le dijo:
-¡Excelente Anna!
Anna siguió en lo suyo y Lila se marchó.
-¿Qué acaba de pasar?
-¿Con qué?
-¿Por qué te pusiste así con Lila?
-No sé de qué hablas –dijo fingiendo una concentración que no tenía.
-Está bien, no tienes que decirme, no es como si fuéramos amigas ¿no? –dije en un tono un poco molesto. No me había gustado en lo más mínimo el efecto de Lila en Anna, me estaba sintiendo muy a gusto con ella, era una chica divertida.
Con la voz muy baja dijo:
-A Lila no le agrada que seamos tan confianzudas con los clientes, yo… es la primera vez que me pasa, pero la he visto llamar la atención por eso y créeme, no quiero ser la próxima.
-Vale, me portaré bien entonces –dije poniendo la cara más seria que pude.
-No te creo nada -dijo volviendo a sonreír, pero manteniendo el volumen de la voz.
-Yo tampoco me creo nada –dije sonriendo a mi vez.
Ya no hubo más masaje para la circulación y platicamos poco también, pero me sentía muy cómoda. Lo que compartimos eran miradas, miradas sugerentes que decían más de lo que las palabras podían.
-¿Todavía puedo pedir café? –dije en un intento por alargar el tiempo que estábamos juntas.
-¿Dos de crema y sin azúcar?
-Sí, aunque preferiría no tomármelo sola.
-Ya te dije cuál es la política de Lila respecto a los clientes.
-¿Y si te invito fuera del trabajo?
-No lo creo.
-Vale, como gustes –respondí entre confusa y decepcionada.
-Ya casi termino.
-Ajá.
Cuando al fin terminó hizo el intento de ponerme los calcetines y las botas, pero no la dejé.
-Puedo hacerlo sola, gracias.
-Está bien –respondió y procedió a recoger sus cosas.
Cuando terminé de calzarme, me levanté y acercándome a ella por la espalda –era menos alta de lo que pensaba, casi de mi estatura- le tendí un billete y le dije:
-Muchas gracias, ha sido todo un placer – mi voz tan cerca la sobresaltó, pero no volteó de inmediato, estaba atrapada entre la mesa y mi cuerpo.
-El placer ha sido mío, créeme –respondió mientras giraba hasta quedar frente a frente. Sólo podía pensar en besarla, ella me miraba también con ganas, se acercó un poco y entonces me retiré -no es necesario –dijo mirando mi mano.
-No, pero es justo. Hasta la próxima.
Dejé el billete en su mano y fui hasta la caja a pagar lo correspondiente, me despedí de Lila y cuando iba saliendo llegó Anna hasta mi:
-Dejaste esto en el sillón.
Me sentía totalmente confusa, yo no había sacado nada de mi bolso, sin embargo, acepté lo que me daba.
-Muchas gracias –dije apretando la mano.
Cuando llegué al auto vi que me había dado un papel que decía “Café del Cielo Oriente en ½ hora, no dejes de ir” .
Era muy desconcertante, pero la verdad es que en ningún momento consideré no ir, esa mujer me había encantado.
Me fui directo al café, no tenía mucho más que hacer esa tarde. Pasadita la media hora llegó, con el mismo meneo de caderas que me hipnotizaba. Se sentó a mi lado en el gabinete, y no frente a mi como esperaba, jugaba con sus manos mientras las observaba. Después de un par de minutos comencé a hablar.
-Pues bien, tú dirás.
-Esto fue pésima idea –intentó levantarse, pero no la dejé, mi mano se apoderó de la pierna más cercana.
-No te vayas, por favor –supliqué.
-Es que… no sé qué hago aquí.
-¿Y si lo averiguamos?
-Debería estar ya recogiendo a mi hijo, mi esposo no tarda en marcarme.
No dije nada, la miré a los ojos y poco a poco la fui soltando, apretó mi mano antes que la subiera a la mesa y dijo:
-Dame un momento para llamar.
Asentí y la observé caminar lejos, no quería perder detalle. Por sus ademanes me pareció que discutía con alguien, después de colgar se tomó unos momentos y regresó a la mesa; yo no hice siquiera el intento por disimular que la había estado mirando.
-¿Todo bien?
Suspiró.
-No, mi mamá se molestó, pero accedió a que Marco se quede con ella otro rato. Mi hijo.
-¿Café?
-Por favor
-¿Americano?
-Cappuccino
-Vale
Hice el pedido a la mesera, además de una rebanada de pastel de chocolate para compartir.
-Yo no quiero pastel –dijo.
-Bien, más para mi –comencé a comerlo y noté como lo miraba, aunque se resistía- ¿entonces?
-Yo… no sé… me pareces una mujer muy agradable y…
-Gracias, no muchos dicen eso de mí –sonreí cínicamente.
-Bueno, al principio no mucho, pero después…
-…
-¿No dirás nada?
-Tú fuiste quién me citó.
-¿Por qué viniste? ¿además de porque yo te lo pedí? –dijo interrumpiéndome antes que empezara a hablar.
-Un poco por curiosidad
-¿Y…
-Por ver qué sucede,
Nos miramos en silencio unos momentos.
-No sé qué te estás pensando –dijo con un tono algo molesto- soy una mujer casada.
Y sólo sonreí.
-Y además no me gustan las mujeres.
Mientras ella decía eso, acaricié su pierna.
-A mí tampoco -volvió a mirarme con los ojos entornados mientras yo permanecía completamente seria- a mí me has gustado tú- dije mientras bajaba la mano hasta encontrar su rodilla, entonces comencé a hacer círculos con mis dedos en ella; entornó aún más sus ojos y sentí cambiar el ritmo de su respiración.
-¡No hagas eso!
-Vale –dije levantándome al sanitario, “¿qué pretendía? ¡por Dios! ¡está casada! ¡y yo también!” pensé mientras con una mano me apoyaba en el lavabo y con la otra restregaba mis ojos.
-No hagas eso –dijo Anna a mi espalda sobresaltándome- maltratas tu piel.
Ya no me parecía gracioso, empezaba la cruda moral por lo que estaba haciendo (en realidad nada, sólo coquetear con una chica)
-Creo que será mejor que nos vayamos –dije dando la media vuelta.
-Claro –respondió acercándose, me abrazó por la cintura e inclinándose puso sus labios en los míos, al principio sólo un roce, olí su suave aliento al tiempo que cerraba los ojos, después sentí la punta de su lengua recorriendo mis labios que se abrieron para aprisionar los suyos, mientras su lengua y la mía bailaban una danza tímida caí en cuenta que mis brazos estaban laxos a los costados, mientras sus manos bajaban a mi trasero. Levanté mis brazos hasta su cuello y lentamente fui bajándolos por sus brazos y volví a subirlos, recorrí su espalda hasta la cintura, Anna interrumpió el beso, pero no me soltó, puso su rostro al lado del mío y quedo en el oído me dijo:
-No me gustan las mujeres, pero tú sí.
Salió del baño dejándome mareada, tuve que recargarme en el lavamanos para recuperarme, cuando salí ya no estaban sus cosas. Me senté y al momento vino la mesera:
-La señorita ya pagó.
Recogí mis cosas y salí de ahí, busqué entre los carros, pero no la hallé. Subí a mi auto y conduje hasta mi casa, mientras me bañaba escuché sonar mi celular; al salir y revisarlo tenía varios mensajes de un número desconocido, uno de ellos decía: “Soy Anna, me robé tu número de la agenda de Lila, espero que no te moleste”.