Anna (10 años después)

La historia de Anna, entre la realidad y los sueños, 10 años despues y con retoques

Hace diez años ya… uff, y, sin embargo lo recuerdo como si lo hubiese escrito ayer mismo. Lo publiqué una vez, hace dos años, era casi igual al original, pero hoy le voy a dar una nueva vida, un pequeño cambio a los personajes. A ver si consigo hacer algo bueno por aquello que un día me ayudó a salir de una mala situación.

"Cada vez tardo más tiempo en encontrarte, pero, por mucho que te escondas, acabas apareciendo de nuevo. Esta vez no te dejaré escapar, Anna, mi amor, esta vez no. Volverás a ser mía una vez más y nunca nos podrán separar."

Y, como siempre, me desperté empapada en sudor y gritando… esa maldita pesadilla me estaba volviendo loca. Se repetía cada vez con más frecuencia. Incluso llegaba a sonar en mis oídos aquella profunda voz durante el día. Esa voz que repetía incesantemente que sería suya. ¿Qué significado tendría todo aquello?

Definitivamente, tengo que dejar de comer chocolate antes de irme a la cama o las pesadillas continuarán. Estoy tan cansada que no se si tomar esos merecidos días de vacaciones que me deben en la empresa.

Hoy hace un día estupendo y, para estar a mediados de febrero, hace calorcillo, como si estuviésemos en primavera, aunque esa ligera brisa me recuerda que todavía estamos en invierno. ¡Que sensación tan agradable!

Es curioso, cosas de la imaginación, acabo de notar como un soplido en mi cuello. Debe ser este vientecillo juguetón. Giro mi cabeza al notar lo que me parece una suave caricia en mi pelo, pero no veo a nadie. Noto otra caricia, esta vez en mi espalda. Me vuelvo bruscamente y… nada.

¿Será la falta de sueño? ¿Cansancio? Me paro en seco cuando noto como si alguien pasase su brazo por encima de mis hombros y me dice al oído: "Querida Anna, al fin te encuentro". Trato de deshacer el abrazo, pero lo único que hago es espantar el aire que me rodea. Sigo sin ver a nadie pero estoy muy asustada y aumento el ritmo de mi caminata hasta casi correr: "No puedes alejarte de mí, eres mía y pronto volverás a mi lado."

He llegado a la oficina y estoy tan pálida que todos me preguntan si me encuentro mal. No se como explicarles que he tenido miedo del viento de febrero, y de una nada que me acogió entre sus brazos y me susurró palabras aterradoras. Me callo y simplemente digo que no he pasado una buena noche. Trato de tranquilizarme, pero me cuesta demasiado.

Definitivamente tengo que sacar el café de mi dieta diaria, me lleva a estados de nerviosismo demasiado violentos.

Son las nueve de la noche. Ha sido un día largo y agotador y decido irme a la cama sin cenar. Vivir sola crea un sin fin de manías en una persona y una de ellas es la de recorrer incansable mi pequeño apartamento comprobando que todas las puertas y todas las ventanas permanezcan cerradas, así como mirar las habitaciones una por una por si a alguien se le ocurre entrar sin previo aviso.

Después de hacer todo aquel tour por mi casa me dirijo a mi cuarto sin más demora. Morfeo me espera para acogerme en su dulce regazo. Con el tiempo que llevo sin dormir bien, estoy segura de que esta noche me toca vivir un sueño reparador de los que no hay dos.

"Amor, abre los ojos, quiero volver a verlos. No sabes la de tiempo que te he estado esperado esta vez".

Una luz me ciega cuando trato de abrirlos, en la cama sentada, a mi lado, hay un hombre muy guapo, vestido como el príncipe de las galletas. Me froto los ojos con cuidado. Debe ser uno de esos sueños que estoy teniendo últimamente. Cierro los ojos de nuevo y los vuelvo a abrir. Levanto un poco la cabeza y hago un recorrido de todo lo que hay a mi alrededor.

Estoy en una habitación tan grande como mi piso, todo es de piedra y hay una especie de alfombras en las paredes, no hay tabiques ni separaciones de ningún tipo. Está claro que este no es mi cuarto.

La cama en la que yazgo casi inmóvil es enorme, de pluma y, sobre mi cabeza, hay una especie de cortina agarrada con sogas a las cuatro columnas en las que se sustenta el lecho, cubriéndola por completo.

"¿Te encuentras bien, Anna? Te noto un poco ida". Es el chico guapo que vi antes. Tiene cara de preocupación y me mira muy fijamente. He reconocido su voz, es la de mis sueños. ¡Oh, dios! Ahora si que estoy asustada. Me levanto de la cama de un salto y echo a correr por la habitación, hacia la puerta.

"Anna, ¿A dónde crees que vas? No puedes escapar de mi, ya lo sabes". Sigo corriendo, pero este camisón no me deja mucha movilidad, es demasiado largo, y, por dentro, llevo una especie de enaguas que son muy incómodas, a penas puedo correr.

Me ha alcanzado y me agarra fuertemente los brazos. No puedo gritar, no puedo hablar, ningún ruido sale de mi garganta. Me arrastra hacia esa habitación y cierra la puerta.

Estoy sobre la cama llorando, sin hacer ruido. No he salido de aquí en todo el día, ni nadie ha venido por esta maldita habitación. Se está haciendo de noche y una gran inquietud me invade. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Quién es el hombre que tan bien dice conocerme? ¿Dónde estoy? Todas esas preguntas asaltan mi cabeza pero no encuentro respuesta a ninguna de ellas.

La puerta de mi lujosa celda se abre y, de entre la oscuridad, emerge una doncella muy joven y bella que trae entre sus manos un barreño con agua caliente. Me invita a desnudarme y meterme en una bañera de bronce que hay al final de la habitación. Lo hago de manera mecánica ya que mi voluntad está minada por los acontecimientos de las últimas horas.

El agua está tibia y es reconfortante ese olor a jabón. Esas manos suaves que dulcemente masajean mi espalda me hacen olvidar por un momento la pesadilla que estoy viviendo.

La joven, entre dientes, me explica que estoy en el castillo de Lady Elisabeth Schoot, situado en las húmedas tierras de Escocia. Me pide que, por favor, no me vuelva a escapar del castillo ya que estas tierras no son aconsejables para una dama como yo.

¿Dama? ¿Castillo? ¿Escocia? ¿El príncipe es una mujer? Esto no puede ser real, debe ser una pesadilla. ¿Por qué no logro despertarme? Sigo sin voz y estoy cada vez mas asustada.

Ya comienza mi segundo día de encierro y esa mujer tan guapa viene a verme cada poco tiempo. Siempre vestida de hombre. Me asusta pensar que quiera algo conmigo. No entiendo nada. Tampoco puedo salir de este cuarto porque la puerta está cerrada a cal y canto.

Lady Elisabeth Schoot entra sonriendo en los aposentos donde me encuentro, se sienta en la cama y me agarra la mano. Con una suave caricia recorre mi cara. Estoy temblando. No habla, solo sonríe. Se acerca muy despacio y deja sus labios sobre los míos. Siento mucho asco de esta situación e intento apartar la cara, pero su mano me lo impide. No se aparta y empieza a abrir la boca mientras su serpenteante lengua intenta adentrarse entre mis labios. Pero estos se cierran y no permiten que se salga con la suya.

Sus manos empiezan a recorrer todo mi cuerpo y me pongo nerviosa. Pero no puedo gritar, no puedo emitir ningún tipo de sonido. Me agito con fuerza para evitar que siga con esto. No me gusta. Me fuerza hasta que consigue apartar mis brazos, sujetándolos con una de sus manos, mientras con la otra me abre el camisón, liberando mis pechos que salen como un resorte. Sus sucias manos se apoderan de ellos:

"Anna, cariño, que ganas tenía de tenerte de nuevo a mi lado, echaba de menos tu olor, tu sabor… Anna…"

Colocándose sobre mí empieza a pasear su lengua por mi cara, mis labios. Baja hacia mi cuello y acaba por aferrase con sus dientes a mis pezones. Me siento tan sucia que no soy capaz de moverme y me entran muchas ganas de llorar. Su mano derecha comienza a recorrer mis piernas y, cuando está a punto de llegar a mi intimidad irrumpió en la habitación un joven que se acercó a la cama sin perder detalle de mi cuerpo semidesnudo.

Sin pausa se acercó a la mujer para informarle sobre algo que no llegué a escuchar. Lady Elisabeth se levantó presurosa y, mirándome, me dijo que tenía que hacer algo urgente, que seguiríamos con esto en la noche, cuando ella regresara. Y, besándome otra vez, se fue, quedándome con una gran sensación de alivio.

Por suerte la puerta había quedado abierta, no le habían puesto cerrojo, y me aventuré a salir y contemplar lo que me rodeaba. El castillo de una lady. ¡Por el amor de Safo, ni siquiera se en que siglo vivo!

Como si de una detective se tratase comencé a recorrer todos los pasillos pero las puertas estaban cerradas. Había muchas escaleras y en las paredes reposaban impasibles pinturas de personas cuyos ropajes delataban su estatus social. Damas y caballeros, en el sentido literal de la frase. En los extremos de los pasillos había sendos ventanales que daban cierta iluminación, pero seguía resultando igualmente tétrico.

Al lado de cada cuadro estaban dispuestas, en modo amenazante, antorchas cuya utilidad debía ser la de iluminar esas penumbras, pero lo que lograban era enfatizar lo lúgubre del lugar.

Comprobé que todas las habitaciones estaban cerradas con llave, no podía entrar en ninguna así que decidí bajar las escaleras. Me di cuenta de que la planta a la que accedía era la segunda porque desde ella se veían otras escaleras que llevaban a una gran y sinuosa entrada. De momento me quedo por aquí a ver que veo.

Encaminé mi rumbo por otro largo pasillo, más iluminado que el de la planta alta. Aquí las puertas estaban abiertas y en una de ellas encontré la biblioteca. Vaya habitación tan espectacular. Esta estancia si que estaba bien iluminada y no me extraña. Contaba con un gran ventanal con vidrios de colores a modo de rosetón de iglesia. Esos colores daban forma a un dibujo un tanto enigmático.

Era la silueta de una mujer suspendida en el aire. Pelirroja y con la piel muy blanca (aunque eso debía ser efecto de los cristales) y vestida con un camisón de color blanco y la imagen daba la sensación de que, aquella mujer, estaba suspendida en el aire, como volando.

Mis pelos se han puesto como escarpias al ver aquella imagen y noto como un sentimiento nuevo aflora en mi ser, una sensación que no puedo describir con palabras. Aún con ese nuevo sentir en mi, continuo con el recorrido que había comenzado por aquella monumental habitación. Hay cientos de libros rodeándome, ordenados en sus estanterías (todas ellas con membretes indicando los temas de que trataban los ejemplares allí depositados)

En una esquina, al fondo de la sala, había un rincón apartado y bastante lúgubre. Y, como no, me acerqué para investigar ese curioso estante. Estaba repleto de libros, todos de la misma temática. Leí el título y mi sorpresa fue mayúscula: "Las mentiras de Anna". Todos eso libros trataban sobre una misma leyenda.

Empecé a mirar cuidadosamente los libros de texto cuando algo llamó poderosamente mi atención: los libros estaban ordenados por fecha, todos empezaban en el año 1.434 y pasaban por diferentes años, incluso siglos. El último databa de 1.986, algo que no concordaba con todo lo que estaba viviendo. Todo era demasiado surrealista.

Noté una presencia a mi espalda. Era la doncella que me había bañado la noche anterior. Me miraba aterrorizada: "Señora, por favor, no debería estar aquí. Si Lady Elisabeth la encuentra tendremos problemas. Acompáñeme a sus aposentos". Como pude escondí uno de los libros entre mis ropas y seguí a la doncella escaleras arriba hasta la habitación de mis pesadillas. Durante el trayecto desee poder preguntarle a la doncella en que año estábamos, pero sigo sin tener voz, no puedo articular palabra. No se que es lo que me pasa para no poder hablar. No hay comunicación entre el mundo y yo.

Al llegar a mi particular y lujosa celda me quedé mirando a la doncella tratando de preguntarle lo que estaba pasando, pero mi cuerpo no se movía, tan solo la miraba rogando que aquella mujer tuviese telepatía y supiese de mis plegarias.

"Ya se veía venir. Alguien nacido en el año y en el día de la gran tormenta que asoló la catedral de St. Andrews, no podía si no ser una rebelde como usted. Yo no había nacido en 1.409, pero mi madre me contó que pensaron que había llegado el fin del mundo".

¿Nacida en 1.409? Estoy en el siglo XV en Escocia… realmente esto debe ser una pesadilla, no es posible… esto es demasiado extraño para ser real.

La doncella se fue dejando atrás la puerta de mis aposentos cerrada de nuevo. esta vez se aseguró de que no podría escapar.

Me tiré sobre la cama de pluma y me acodé del libro que había cogido de la biblioteca del castillo gracias al dolor que me causó en el pecho (por el golpe, claro). Inmediatamente lo saqué de su escondite y me puse a leerlo.

Era demasiado surrealista estar en el mil cuatrocientos y algo leyendo un libro del siglo XX. Aún así, comencé a leer el libro. Este trataba de la mitología de los siglos XII al XVI en el Reino Unido. Busqué "mi" siglo y voilá:

Uno de los mitos más extendidos en Escocia es el del castillo de Sir Schoot, un noble caballero descendiente del último rey sajón, Harol II, cuyos descendientes se vieron obligados al exilio tras la coronación de Guillermo el Conquistador.

Parece ser que el sir se enamoró perdidamente de una hermosa doncella que no pertenecía a la nobleza. El nombre de la muchacha era Anna de Trabroun, una joven a la que sus padres obligaron a ir con el noble para así vivir dignamente gracias a la gran dote que el joven noble les ofreció por la joven. A penas contaba con 21 años cuando se vio separada de su familia para convivir con el noble.

Se me estaban poniendo los pelos de punta. Las descripciones que hacían del castillo, la época, la descripción de… todo coincidía menos el sexo del involucrado. A mi me tenía retenida una lady y, aunque mi inglés no es del todo bueno, creo que sir denota masculinidad

Sir Schoot no había reparado en que Lady Anna era una mujer muy hermosa tanto para él como para los demás nobles, por lo que decidió recluirla en el castillo sin dejarla salir. Es más, las únicas personas que habitarían el castillo, a demás de ellos, serían única y exclusivamente mujeres para evitar esas lascivas miradas masculinas.

Se dice que la joven cayó en una profunda depresión y protagonizó varias huidas, llegando a perder el habla. También se llegaron a recoger testimonios de pueblerinos que afirmaban que, Lady Anna, juraba y perjuraba que el sir que la retenía en aquella cárcel de oro, era en realidad una mujer.

Este último detalle explicaría cosas como que no se llegaron nunca a casar ni a tener descendencia, así como que, ninguna de sus sirvientas, consiguieran salir nunca de aquel mismo lugar.

Durante una de sus fugas, mientras era perseguida por su carcelero, entró en la biblioteca del castillo y decidió saltar al vacío a través del gran rosetón que presidía la biblioteca. Lo curioso de todo esto es que, cada 25 años, la gran cristalera de la biblioteca del castillo Schoot, aparece roto a pesar de llevar años desocupado.

Mi cabeza no pudo hacer otra cosa que volver a la biblioteca y recordar aquella ventanal con la silueta de la mujer volando entre cristales de colores

Cuenta la leyenda que el alma de Anna se separó de su cuerpo liberando una luz cegadora y que el alma de Sir Schoot la va buscando de cuerpo en cuerpo, de cuarto de siglo en cuarto de siglo y, una vez localizada, se la lleva de nuevo a su castillo donde la historia se repite una y otra vez el día 13 de Febrero sin descanso.>>

Mañana es 13 de Febrero. Cerré el libro al escuchar ruidos en la puerta. Traté de ocultarlo, pero era demasiado tarde. La mujer de mis pesadillas estaba dentro de la estancia, mirándome con cara de odio.

Se está acercando a mí mientras me grita que le devuelva el libro, que quien me ha dado permiso para salir de la alcoba. "Una lady como tú no debería leer este tipo de fantasías. Ni tu ni yo deseamos que la historia se vuelva a repetir. Mi amor, mi vida, no lo compliques".

Estaba asustada, no sabía que hacer… tenía que huir como fuera así que le lancé el libro (que despejó cual portero de fútbol) y rodé por la mullida cama. Pude esquivarla cuando se lanzó sobre mí con aquel gesto. Corrí desesperada hacia la puerta y traté de abrirla, pero la mujer se había encargado de dejarla pechada de nuevo.

"Anna, mi bella y rebelde niña, ¿no crees que ya son muchos años repitiendo la misma historia? Esta vez va a ser diferente, te lo juro. Acabaremos juntas nuestros días…"

Ya no había escapatoria. Me estaba agarrando fuertemente del brazo mientras me arrastraba hacia la cama. Me lanzó con fuerza y se puso sobre mí. rompió la parte superior de mi camisón y comenzó a besar y morder con furia mis pechos descubiertos mientras con su otra mano trataba de quitarse su pantalón.

Forcejeo, pataleo, pero ella es mucho más fuerte que yo. Entonces desisto y me dejo hacer, me quedo como muerta sobre el lecho. "Eso es mi vida, esta noche te haré feliz, solo tienes que dejarme".

Se desnuda ante mis ojos y noto el deseo en los suyos. Me resulta repugnante pero, ¿qué otra cosa puedo hacer? Aparto la mirada de ella mientras se pone de nuevo sobre mí y levanta mi camisón para sacarlo por mi cabeza. Hace que alce mis caderas y baja con suavidad mis enaguas.

Noto como mis lágrimas, cansadas de reprimirse, ruedan por mis mejillas de manera incontrolable mientras su suave mano se coloca entre mis muslos. Abre mis labios despacio y, a pesar de que siento temor e ira, mis intimidades están húmedas. Inexplicablemente excitada por aquella mujer que me está obligando a amarla.

Me doy cuenta de que esa mujer es experta en tales artes amatorias, sus dedos manejan mi clítoris delicadamente, sin prisa, consiguiendo ruborizarme. Me está mirando y yo cierro los ojos, prefiero pensar en otra cosa, en otras manos, en otra cara. Prefiero pensar que no es ella la que me toca.

Siento sus dientes en mi cuello al tiempo que me penetra delicadamente con uno de sus dedos. Explora todo mi interior de la misma manera que con su otra mano examina mis pechos. Se que está buscando mi boca mientras busca de nuevo mi entrada para un segundo dedo. Estoy suspirando y mis lágrimas son cada vez más.

Toma una de mis manos y se recorre su cuerpo con ella. La va dirigiendo a su vulva. Mi sentimiento es una mezcla entre asco y… excitación. Noto como un tercer dedo intenta colarse dentro de mí y la angustia comienza a apoderarse de mí. Abro los ojos de golpe y veo un candelabro de bronce con una vela encendida sobre la cómoda. Sigilosamente me estiro para alcanzarla y consigo agarrarlo.

Le he dado un buen golpe en la cabeza. Está sangrando. Busco entre sus ropas la llave de mi libertad. Sigo llorando porque me siento sucia. Encuentro la llave y abro la puerta al tiempo que

"¡¡¿Qué crees que estás haciendo?!! ¡Vuelve aquí! Anna, no salgas por esa puerta.

Echo a correr por el pasillo hacia las escaleras y llego a la segunda planta. Estoy decidida a salir de aquí, pero veo a la joven doncella subir el tramo que me separa de la planta baja gritando que me pare y que vuelva a la alcoba, que no empeore las cosas.

De pronto mis piernas toman vida propia y empiezan a correr dirigiéndose a la biblioteca. No, por favor, no quiero ir allí, no quiero morir, todavía me quedan muchas cosas por hacer.

"Tranquila, nos libraremos por última vez de ese ser, no temas". No conozco esa voz y no me gusta. Es una voz de mujer y, aunque no lo desee, se cual es mi destino.

"Anna, no lo hagas hoy, es mañana. Mañana es el día, no hoy, Anna… ¡¡no!!". Elisabeth me ha seguido hasta la biblioteca pero ya es demasiado tarde.

Ante mis ojos se rompe el gran rosetón en mil pedazos dejando casi intacta la imagen de la mujer que cae despacio hacia el suelo. Mis piernas no paran de moverse y soy incapaz de hacer que se detengan. Voy hacia un destino que no me gusta pero que debo asumir en tres, dos, uno

"Cariño, Clara. Por favor, despierta…". Abro los ojos despacio y noto que alguien me está agarrando la mano con suavidad. Consigo enfocar la imagen y el rostro que veo es el de mi madre. "Llevamos varios días sin noticias tuyas y estaba muy preocupada hija". Giro la cabeza y reconozco mi habitación, estoy en casa.

Miro al frente y veo la ventana de mi cuarto. En la repisa hay un libro, "Leyendas en Gran Bretaña" y la ventana está abierta

A Anna y a Héctor, que no podrán leer esto hasta dentro de unos cuantos (bastantes) años.