Aniversario (5: Ingrid, relaciones públicas)
¿Qué se puede esperar del encuentro entre la que le puso el pleito a Papá Noel y el protagonista de la serie?...nada serio, desde luego.
A mediodía llegábamos a Dubrovnik. Había excursiones preparadas para visitar la localidad, pero me daba en la nariz que no se iba a llenar ni un microbús, visto el estado de cachondez del personal. ¡Joder, si la parejita de la mesa de al lado ni llegaron a terminar el desayuno! Bueno, la chica algo de leche si que tomó.
Yo me calcé gafas de espejo, las chancletas, el bañador estampado hawaiano y la gorrilla de las tardes de sol y toros. Metí en la mariconera (bolso de mano que usan los tíos cuando no queda más remedio. Aclaración pertinente para los lectores ultramarinos) el bote de protección solar, un libraco, un par de puros, el mechero y algún condón) y me dispuse a pasar la mañana en la piscina. Alessandra se apuntó a una orgía y Natalia a un cursillo básico para principiantes. Espabilada que es la chica. Algún yogurín alucinaría con sus mamadas y alguna terminaría replanteándose su orientación sexual, seguro.
Aquello parecía el "self-service" de un restaurante. La peña estaba desmadrada y lo demostraba desde bien temprano. Rara era la hamaca que no estaba ocupada por una pareja hetero o no, pareja de dos, tres o cuatro, además de los mirones de alrededor. En la piscina no nadaba nadie, pero en los bordes no cabía ni un alfiler y había mucho juego por las bandas. Del jacuzzi mejor ni hablamos. No sé si a ustedes les pasa lo mismo, pero yo, cuando veo mucha comida en la mesa, pierdo el apetito. Será que me estoy haciendo viejo.
Aún no había pasado del primer capítulo del libro -por las distracciones, ya me entienden-, el puro no tiraba bien supongo que por el salitre marino- y la piña colada con pajita, sombrillita y bengala, sabía a jarabe. Me estaba empezando a poner de mala hostia.
-¿Una mamadita, papito?- Una de las del equipo de animación. Una mulatona impresionante, con acento muy meloso.
-No, gracias, guapa. Pero si te llevas éste brebaje y me traes un escocés, te lo agradecería mucho.
-Su güisqui, caballero. ¿Puedo hacer algo más por usted?- Ahora era uno de los animadores.
No está bien que lo diga, pero por un momento -sólo por un momento-, estuve tentado a decirle que sí, que una mamadita me relajaría mucho. La cara sonriente del chico me disuadió. No me van las mariconadas, ni en broma. Tuve que aclarárselo. Dejó de sonreír.
A la tercera que llegó con la misma propuesta, ni le contesté. Me limité a levantar el índice de la mano derecha y dejarlo caer desmayadamente. Las dos parejas de al lado empezaron a cuchichear en guiri y a dirigirme miradas de con un puntito de conmiseración. ¡Joder, ya me estaba poniendo malo la situación!, pero no me daba la gana dar el brazo a torcer. Cabezón que soy.
El caso es que una de las tías, la que me lanzaba las miradas más apenadas, no estaba tan mal. Se le había pasado la mano con la talla del implante mamario, pero estaba buenorra, la cabrona. Empecé con el juego de las miraditas, aprovechando que los cuatro hacían un receso en la cama redonda que se habían montado con las dos hamacas: la tía mira, le devuelvo una sonrisa entre tímida y picarona. La churri se anima y me vacila de tetas, irguiendo la espalda y balanceándolas. Yo silbo bajito, admirativamente, aunque me viene a la mente la leyenda urbana de las tetas explosivas por un bajón de la presión en la cabina de pasajeros de un vuelo transoceánico tengo un cerebro que me juega malas pasadas, lo admito-. La tipa fija una mirada interrogativa en mi paquete. Sigo su mirada con la mía. Pongo cara de "no sé, nena si insistes igual se anima".
No tengo ni puta idea de alemán, por decir algo. Igual la tía hablaba en danés, checo o búlgaro, pero a mí me suena todo igual. Irma, eso sí que lo pillé. La que no tardó ni un minuto en pillar cacho fue ella, prodigio de eficacia teutona o de por allí cerca-, bajándome el bañador con una mano (la verdad es que tiene el elástico de la cintura muy flojo), apartando con la otra el tanga hacia un lado y poniéndose en cuclillas, en posición de faena.
No la mamaba mal, era bastante delicada y apenas me rozó un par de veces con los dientes el capullo. Dejé de disimular y me concentré en la faena. Dejó de mirarme con pena y hasta creo que empezó a sospechar una tomadura de pelo. Lo arreglé poniendo cara de sorpresa, dando gracias a los dioses, a gritos, por su generosidad y trincándola por la coleta para que se concentrase en la operación.
Las chicas bien educadas, hasta que cogen confianza, suelen deshacerse en elogios alabando las proporciones, textura, sabor y olor de aparato. Siempre se agradece un trato educado, e Irma tenía toda la pinta de ser una chica bien educada.
Estaba a punto, a punto de avisarla que ya, cuando apareció Soraya gesticulando al otro lado de la piscina. Me pareció entender que me citaba para después de cenar, señalando el jacuzzi. Pero luego apareció su mamá gritando y me bajó el vacilón. Asociación de ideas: acordarse de la fijación oral de la vieja y que te la estén mamando en ese preciso instante, una mala combinación. Irma, que por lo calladita que estaba y el meneo de caderas que se traía, debía de tener un par de dedos jugueteando entre sus piernas, tuvo que volver a empezar.
Luego ocurrió un milagro. Una parición celestial, de no ser yo un agnóstico recalcitrante. La mismísima puta diosa pagana del sexo. Afrodita surgiendo de las olas. Shakira meneando las caderas al andar. El culo de la J. López por detrás y las tetas de la que anunciaba el Wonderbrá, como coño se llame, que ya no me acuerdo, por delante. La melena rubia de otra que tampoco me acuerdo ahora como se llama y la cara de la piba esa que se cepillaba (con una espada, nada de que ver con la otra acepción de cepillar, manada de salidos) a medio Japón en una peli del Tarantino. Uma Thurman. Bueno, a mí me ponen las tías con narices grandes, ¿qué cojones pasa?
La tía venía derechita a mí. Eso mismo debían estar pensando en ese preciso instante otros cincuenta tíos y bastantes tías, seguro. Pero ya dije que se trató de un milagro. ¡Tachán!, el afortunado ganador del sorteo de hoy es ¡Joder, yo! Seis y el complementario.
Se presentó como Ingrid, Jefa de Animación y Relaciones Públicas del crucero, mientras yo hacía cálculos mentales sobre el número que pelos que, de no ir depilada, adornarían el cochito que se transparentaba bajo el pareo. Por cierto, la única prenda que llevaba. En cuanto al cálculo mental, no llegué a ningún resultado concluyente, incapaz de decidirme entre una densidad mayor o menor a 20 unidades/cm2. Y tampoco era plan de preguntarle, así, de buenas a primeras, la superficie de su felpudo. Aunque faltó el canto de un duro.
La que empezaba a mostrar signos de impaciencia era Irma, supongo que harta de tantas distracciones. Le lanzó una mirada de soslayo a la intrusa, en plan "a ver si tienes si tienes huevos de quitarme el caramelo, monina", sin sacarse el caramelo de la boca. Amenazaba tormenta.
En un lapso mental cinematográfico, la situación me trajo a la memoria un clásico: Duelo de Titanes. Yo apostaba por la de la melena rubia -Ingrid-, aunque agradeciéndole a la de la coleta algo menos rubia -Irma- los servicios prestados. Pero soy tan canalla, o quizá tengo un sentido del juego limpio tan desarrollado, que no demostré ningún signo de interés -salvo un ligero estremecimiento en la polla, imperceptible entre la lengua y el paladar de Irma- por la recién llegada, ni tampoco le hice el ningún caso a la mamona. ¡Que gane la mejor y a disfrutar de la película!
Intimidación: Acción mediante la cual el individuo mejor dotado se impone sobre el que lo está menos, sin necesidad de llegar a las manos. Lo usan los machos en celo de muchas especies animales y algunas tías. Reduce el índice de bajas en las operaciones de acoso sexual.
Sin lugar a dudas, Ingrid estaba mejor dotada. Además, tenía a su favor el factor campo y lo de Jefa de Animación y Relaciones Públicas, lo soltó con gran autoridad, con el mensaje subliminal de "aquí se hace lo que yo diga y como me repliques, te meto un paquete que te cagas, guapa". Irma ni se despidió. Lo dicho, intimidación pura y dura. ¿Qué gilipollez es esa de que el cliente siempre tiene la razón?
-He estado observándote, es mi trabajo, nada personal. Me preocupa que los clientes rechacen los servicios de mis emplead@s. ¿Alguna queja al respecto?- Se había sentado en el borde de la tumbona, a la altura de mis caderas y me hablaba, despacito, en la lengua oficial del imperio de la hamburguesa. Yo me mostraba particularmente torpe en la traducción, pero es que tener a mi polla, tiesa, dándose de cabezazos contra su culo, no ayudaba mucho, ¿saben?
-No, no, nada de eso. Un personal de animación muy servicial y atento, siempre dispuesto a echarte una mano o lo que haga falta- Creo que el juego de palabras perdió su sentido por falta de un léxico más fluido. La cabrona ni pestañeó, pero sí lo hizo cuando mi capullo le arreó un azote de la hostia en el pandero.
-¿Has venido con alguien al crucero? Los clientes sin pareja suelen ser los que más acosan a mis chicas, pero tú parece que no respondes al perfil. Y creo que tendremos que hacer algo para calmar a tu amiguito antes de que me deje cardenales en las nalgas, ¿no te parece?- ¡Hostia! ¿Había oído bien, o sería mi imaginación jugándome otra mala pasada? Además, aquello parecía de las típicas parrafadas que yo suelto para camelar a una tía: muy serio, hago una pregunta, no le dejo que la conteste, le cuento una milonga bien armada y con sentido común, para terminar (enseñando el colmillo) con una invitación puede tomarse como tal o no. ¡Coño, la tía, además de requetebuena, sabía latín!
-No. Las chicas andan a su aire. Mi pareja y su amante. La de los dos, para ser precisos- Alzó una ceja -gran autocontrol-, sin que mi polla tuviera nada que ver.
-No encajo en el perfil, es verdad. En ningún perfil. Algo que solían decirme en las entrevistas de trabajo, hace muchos años- Una sonrisita, por fin.
-Mi amigo es un traidor, un mal amigo. Siempre que conocemos a una chica que me interesa, él se lleva todas las alabanzas. Me tiene harto- La carcajada se oyó hasta en la sala de máquinas. Ahora ya sólo restaba hacerse un poco de rogar, evitando espantar a la pieza con un movimiento brusco y dejar que mi amigo hiciese el resto.
A continuación, en una situación más de andar por casa, debería de haber tenido lugar una escena de seducción: una esgrima de frases ingeniosas, un acercamiento progresivo, algún toqueteo, algún besito, yo te como la orejita y tú me dejas un chupón en el cuello, para terminar negociado en tu casa, en la mía o en campo neutral. Pero no estábamos en un ambiente "natural", Ingrid era toda una profesional de las relaciones, yo un canalla, el acercamiento ya estaba hecho, el toqueteo se lo estaba dando mi polla desde hacía rato y, para comernos la orejita y dejarnos marcas en el cuello, ya habría tiempo después.
Ingrid, igual que un torero en mitad de la plaza, brindando la muerte del toro al respetable, se levantó, se quitó el pareo y recorrió la plaza -digo, la piscina- con la mirada, cruzó una pierna por encima de la tumbona, flexionó las rodillas, me calzó uno de los condones que llevaba en la mariconera -demostrando dotes de visión de rayos X, o mucha práctica-, le dio un tiento a su chochito restregándolo con mi polla y me quitó el liento cuando se la encajó de golpe. Se oyó una cerrada ovación, lo juro.
Fiel a mis principios, y por mi manifiesta incapacidad para describir para describir un polvo celestial, pasaré por alto la serie de virguerías que me hizo y me concentraré en las sensaciones: las que debe tener el huevo cuando lo meten en la Minipimer, lo baten y se transforma en mayonesa, con sólo un chorrito de aceite. ¿Porque se hace así la mayonesa, no? Vale, poeta, aclara que el huevo era tu polla, la Minipimer el coño de Ingrid y el chorrito de aceite, la mezcla de lubricante vaginal y tu líquido pre-seminal, saliendo a presión del coño de Ingrid con cada chop-chop, a ritmo de redoble de batería rockanrrolero, poniendo perdida de pringue la tumbona. Si tarda un minuto más en correrse, me deja seco.
-Ahora tengo que irme. Soy una adicta al trabajo. Volveremos a vernos, ¿me lo prometes? Mientras tanto, disfruta de tu momento de gloria, celebridad ¿No oyes los vítores?- Y la muy puta saludaba al público, doblando el espinazo y señalándome a mí -igual que los magos de tercera, cuando dirigen los aplausos del público a su ayudante, esa que hace un momento han metido en una caja y serrado por la mitad-. Yo, que aún no había podido articular palabra y me esforzaba en recuperar el resuello.
Cuando, tras esquivar las palmaditas en la espalda de parte del público masculino y los intentos de alguna que otra loca de repetir la jugada, conseguí llegar a camarote una hora más tarde -acepté un par de invitaciones en el bar de la piscina, para no parecer un tipo engreído-, me encontré con Ingrid, vestida, descojonándose de risa y metiéndome prisa para no perder la excursión a Dubrovnik.
-¿Vas a tener las manos quietas?- Aunque ella afirmaba con la cabeza, abrazándose las costillas con los dos brazos, evitando que alguna se le saliera del sitio, el brillo en sus ojos me decía que no. Bueno, siempre que no sea ahora mismo
Apostillas del autor.
Dado que el episodio no se lo puedo endilgar a ninguno de mis conocidos, ya que sigo haciéndome perdonar por sus parientas cierta indiscreción cometida, y sigo pensando que tengo posibilidades de volver a saquearles el mueble-bar, se lo adjudicaré a cierto borracho y fantasma sexual, fácilmente reconocible, por dichas señas, por los amigetes.
En cuanto a las emisiones a presión de flujo vaginal, no son una leyenda urbana. Yo también lo creía, hasta que casi me mata del susto una elementa con dicha particularidad. Creo que no me perdonará nunca lo de "¿Oye, te has meado?