Anita al natural viii
Continúan las aventuras de Anita en un verano inolvidable para Jorge. Ya siento ser tan lento y os pido mil disculpas.
Ya se estaba haciendo una costumbre que por las mañanas fuese a ver a Anita a su casa o al bar de sus padres. Mi primo Guillermo también procuraba estar más tiempo con Verónica y yo escapaba en cuanto podía a estar con mi desinhibida amiga. Ese día fui a buscarla al mediodía. Era un día soleado y muy caluroso y apenas había gente en la plaza del pueblo. Solo dos ancianos estaban sentados en la terraza del bar. Dentro solo encontré a Emilia, que ordenaba unas cajas en la zona de tienda.
-Hola ¿Está Anita?
-Si, está arriba tomando el sol, pero bajará en un instante. Tiene que quedarse aquí un rato atendiendo, que yo tengo que subir a casa.
Fue terminar de decirlo cuando mi preciosa amiga apareció por la puerta. No estaba desnuda, vestía la bata blanca que utilizaba para trabajar en la tienda. Sin embargo, no había abrochado los botones y la llevaba totalmente abierta. Al no haberse puesto nada debajo iba enseñando las tetas y el coño sin ningún recato. Su madre puso cara de disgusto cuando la vio aparecer.
-¡Pero hija! ¿Cómo bajas así? ¿Cuántas veces te he dicho que te vistas para atender el bar?
-Jo mami ¿no ves que llevo la bata? No me la he abrochado porque voy a seguir tomando el sol en la terraza, pero cuando vengan más clientes me la abrocho para atenderles.
Emilia no quedó nada conforme con lo que le dijo su hija, pero sabía que poco podía hacer para convencerla de que se tapase. Subió a casa refunfuñando y, antes de que pudiésemos hablar nada, entraron dos hombres de mediana edad al bar. Aunque eran conocidos, se sorprendieron al verla tan fresca. Ella, toda simpatía, entró a la barra dispuesta a servirles con la bata totalmente abierta.
-Joder niña, que provocativa estás. Nos vas a matar de un infarto –dijo uno de ellos-
-Ay, si, perdonad. Es que iba a salir a la terraza a tomar el sol –respondió ella abrochando la bata para taparse- ¿Qué vais a tomar?
-Dos cañas de cerveza, pero, por favor, no te tapes. Que a nosotros nos encanta verte con las tetas y el chocho al aire.
-Jo, ¡como sois! –Anita hizo una mueca fingiendo enfado, que al instante cambió por una sonrisa- Venga, mirad si tanto os gusta.
Entonces se desabrochó de nuevo la bata y la abrió totalmente, dando un paso atrás para que pudiesen verla mejor. Estuvo un momento haciendo poses sensuales, luciendo con picardía las tetas y el coño para regocijo de aquellos afortunados clientes.
-Bueno, que ¿os gusta? –les preguntó con la bata aún abierta-
-Ya lo creo – contestó uno de ellos, mientras el otro seguía mirando embobado- cada día estás más buena, y el chochete peladito te queda precioso.
-Gracias, que majos sois –dijo ella mientras dejaba de sujetar la bata abierta con las manos- pero mejor os sirvo las cañas, que quiero salir a tomar el sol.
Anita se puso a servirles las cervezas, sin taparse. Ellos seguían mirando boquiabiertos sin disimular, disfrutando de una privilegiada visión del cuerpo de la muchacha. Nada más terminar de atenderles salió de la barra y se quitó la bata quedándose completamente desnuda. Aquellos hombres la miraban hipnotizados y yo no sabía dónde meterme.
-Bueno Jorge, vamos ahí fuera a tomar el sol –me dijo-
Yo la seguí obediente hasta la terraza. Allí buscó un buen sitio para relajarse mientras esperaba que llegase más gente. Dos jubilados estaban sentados en unas sillas en la zona donde mejor incidía el sol a esa hora. Ramiro era un hombre canoso y delgado de unos 70 años, y Fidel rondaría los 80. A su lado había varios asientos vacios y a ella le pareció el mejor lugar para sentarse.
-¡Como se nota los que saben! Os habéis puesto en el mejor sitio. ¿Os importa que nos sentemos con vosotros? –preguntó Anita a sus veteranos clientes-
-¡Como nos va a importar! Claro que no, maja. Para nosotros es un lujo tener al lado a una moza tan guapa –contestó el más Fidel, el más viejo-
No era un cumplido, era la realidad, Anita estaba preciosa, terriblemente sexy mostrando sin pudor su bello cuerpo desnudo. Aunque había varias sillas libres, ella escogió la más pegada a las de aquellos hombres. En aquel pueblo todos se conocían y ella era una chica muy simpática y abierta. Quizás por eso se encontraba tan a gusto con ellos y disfrutaba con su compañía y conversación.
-Gracias, sois un encanto. Ahhh, que bien se está aquí; voy a aprovechar antes de que vengan más clientes para tomar un poco el sol.
Sin quitar la sonrisa de los labios, extendió la bata sobre la silla, protegiendo su piel del contacto con el plástico blanco. Nuestros veteranos acompañantes no se inquietaron, pues no era la primera vez que la veían desnuda. Más bien, estaban encantados de disfrutar de su compañía y poder ver de cerca las tetas y el coño de una chica tan bonita. Ella se estiró e inclinó su cabeza hacia atrás para que el sol incidiese en todo su cuerpo.
-Caray Anita. Además de guapa, estás pero que muy buenorra –dijo Ramiro- Hay que ver cómo te has puesto.
-Jajaja, gracias, que majos sois. Se agradecen los halagos, aunque no es para tanto, que para vosotros yo soy solo una cría.
-Ayyy, si, una cría sí –Ramiro se la comía con los ojos- pero con unas tetas bien puestas y un chocho que ya me gustaría a mí darle unos buenos bocados.
-Desde luego Ramiro, que bromista eres –Anita se manejaba muy bien con los mayores- pero a estas alturas no creo que os sorprendáis por ver a una chica desnuda.
-Claro que no, maja –el más viejo, Fidel, hablaba mientras la miraba apoyando sus rudas manos en el bastón- pero yo aunque sea un viejo, no soy de piedra, y no veas cómo me gusta ver una moza como tú con esas tetas tan buenas. Y encima tienes el chocho sin pelos, que yo no lo había visto así nunca…
-Bueno, dicen que ahora se lleva así y además estoy más fresquita, aunque no sé si estará más bonito… ¿a vosotros qué os parece?
Anita se giró hacia los abueletes y abrió las piernas para que contemplasen cómodamente el resultado de la depilación. Ellos se inclinaron para verlo más cerca. A pesar de su edad, se les notaba bastante excitados. Miraban como hipnotizados aquel jugoso sexo, tan terso, húmedo y delicado. Los labios de la vagina estaban levemente hinchados y se veía perfectamente su cavidad interior, sonrosada y brillante. El pubis aún mostraba los resultados del reciente rasurado y no estaba tan bronceado como el resto del cuerpo.
-Ay chiquilla, en nuestros tiempos se decía que donde hay pelo hay alegría, pero viendo ese chochete dan ganas de comérselo –sentenció Ramiro, mientras Fidel asentía y seguía mirando el coño abierto de Anita-
-¿En serio? Qué bien, me alegro tanto de que os guste…-Anita seguía enseñándoles orgullosa su sexo abierto- y eso que todavía está un poco pálido. Ya veréis cuando coja colorcito.
-Eso eso, maja. Que se te ponga morenito el chochete, y que nosotros podamos verlo jeje –Ramiro estaba cada vez más animado- ay, si tuviera cuarenta años menos, no me iba a conformar con mirarte. Aunque seguro que tienes novio.
-Eeeeeh, no no, de momento no –por un instante Anita se puso colorada-
Yo asistía incrédulo a aquella tórrida conversación. Una charla así entre dos abuelos y una chica de 18 años desnuda era algo difícil de creer, pero en aquel pueblo y con Anita, todo era posible. Después de dejarles ver con tranquilidad su coño depilado, Anita volvió a estirarse en la silla para tomar el sol. Mientras ellos la miraban sin disimulo, nosotros dos charlamos sobre temas más ligeros, hasta que apareció un todoterreno en el que venía el padre de mi amiga. Después de bajar del vehículo se acercó a nosotros a saludar. Mi amiga se levantó y le dio un abrazo y un par de besos.
-Hay que ver como disfrutan del sol los jubilados y la juventud –exclamó Fernando sonriendo-
-Sí. Hay que aprovechar de estos días tan buenos y más en compañía de Anita, que es de lo mejorcito del pueblo –dijo Fidel-
-Claro que sí, es que tengo una hija que es un tesoro; trabajadora, cariñosa y muy bonita –presumía Fernando, agarrando a su hija por el hombro, mientras ella sonreía halagada exhibiendo orgullosa su cuerpo desnudo- que aunque le llevéis un montón de años, seguro que os gusta verla.
-¡Ya lo creo! –se sinceró Ramiro sonriendo- no sé si está bien que yo lo diga, pero se le han puesto unas tetas estupendas y el chochete afeitado está precioso
-Si, le queda muy bien. No sé, su hermana dice que es lo que se lleva ahora en Ibiza. –dijo el padre de Anita sonriendo- No os quejareis, que podéis ver a Anita igual que esas chicas que andan desnudas en las islas.
-Claro papi –intervino Anita- aunque yo lo hago porqué estoy más cómoda y para tomar el sol. Pero si ellos se lo pasan bien mirándome, por mi encantada.
-Por supuesto. Por cierto, mira lo que tengo aquí –dijo Fernando moviendo con su mano un sobre bastante grueso-
-¡Anda! –Anita se incorporó en el asiento -¿no serán las fotos que nos hicimos el otro día?
-Sí, son las fotos, pero antes de verlas te tenía que comentar algo –el padre de Anita puso cara seria y todos le escuchamos con atención- mira hija, cuando he ido a recogerlas venían conmigo Frank y el gerente de la cooperativa. He abierto el sobre delante de ellos para verlas y algunas… digamos que nos han sorprendido bastante.
-¿Porqué? si ya me he hecho antes un montón de fotos desnuda.
-No es eso, me encanta que te hagas fotos desnuda y vean lo guapa y lozana que eres. Pero al final había algunas que… bueno, mejor las vemos.
Fernando abrió el sobre y sacó las fotos, que nos fue pasando. Ramiro y Fidel les pidieron permiso para verlas y tanto el padre como la hija no pusieron ningún reparo. Las fotos iban circulando de mano en mano como si de las de cualquier evento se tratase. Eran muchas; mi tío Julián se había hartado a disparar con la cámara. Las primeras eran del día anterior a la depilación. Por supuesto, en todas estaba totalmente desnuda. Las poses eran muy sensuales y atrevidas, incluso abriendo bien las piernas para mostrar mejor su sexo. También había primeros planos que me dejaron con la boca abierta.
Solo yo parecía abrumado por la crudeza de lo que veía. Tanto Anita como su padre y los dos hombres las miraban haciendo gestos de aprobación. Comentaban la belleza de la modelo y detalles más morbosos, como la voluptuosidad de sus glúteos, la firmeza de sus pechos o la tersura de su vagina. No sé porqué me sorprendía aquello, sobre todo teniéndola a mi lado en cueros, pero era una situación de lo más caliente.
Las del segundo día, con el sexo ya totalmente depilado, eran aún más excitantes. Posaba en posturas provocativas, con las manos entrelazadas en la nuca mostrando los senos erguidos, de perfil, de frente o por detrás. Después de las primeras fotos, más bien eróticas, empezaron a aparecer otras más explícitas. Ella estaba más provocativa, abriendo las piernas, tocándose el coño con gesto travieso y en algunos primeros planos se veían todos los detalles de su sexo húmedo. Perfectamente podrían haber sido publicadas en alguna revista pornográfica.
Yo creí que me moría cuando apareció la primera en la que le tocaba las tetas, mientras Juan acariciaba su coño. Esperaba temeroso alguna reacción de su padre, pero parecía no darle importancia y seguía pasándonos las fotos como si nada. Ramiro y Fidel las miraban con los ojos como platos y sus pantalones abultados evidenciaban su excitación. Apenas quedaba media docena de fotos por ver cuando apareció una en la que Juan metía los dedos a Anita por el coño.
-Mira, a estas fotos me refería yo –dijo Fernando mientras nos las mostraba-
-Ah sí, lo siento papi –se disculpó ella algo ruborizada- es que le pedí a Julián que nos hiciese alguna un poco más picante y nos dejamos llevar.
-No es eso, hija –añadió Fernando con una sonrisa- no me parece mal que te hagas esas fotos y te diviertas con los chicos ¡Que yo también he sido joven! Solo te pido que me avises de cómo son cuando las lleve a revelar. Hoy estaban Frank y el gerente, y les han gustado mucho, pero otro día puedo estar con gente que no les gusten estas cosas.
-Claro papi, tienes razón. La próxima vez ya te avisaré –se disculpó Anita- pero, ¿en serio les han gustado las fotos a Frank y el gerente?
-Si, y mucho. Incluso me han pedido que les haga alguna copia. Bueno, eso tú verás. Además, el gerente me ha pedido que te pregunte si te interesaría ganar algo de dinero posando para unas fotos de publicidad.
-¿Yo haciendo de modelo? Uff, no sé ¿Qué tipo de fotos quiere?
-Serían para hacer promoción de la cooperativa. Dice que lleva tiempo pensando en hacer calendarios de una chica sexy con maquinaria de jardinería y al ver las fotos se le ha ocurrido que podrías hacerlo tú.
-¿Eso no es trabajo para una modelo profesional?
-Si, pero dice que eso saldría muy caro y al ver las fotos ha pensado que eres muy bonita y atrevida y que podrías hacerlo bien.
-Vaya, no se –Anita dudaba pero se notaba que le ilusionaba la idea- ¿Y a ti que te parece?
-Bien, es una buena manera de promocionar la cooperativa y de paso te ganas un dinero.
Anita se quedó pensativa, con una media sonrisa. Aquella inesperada oferta de trabajo le había halagado. Su padre se despidió y subió a casa, pero antes le dijo a su hija que le hiciese una lista si quería hacer alguna copia de fotos, pues iba a volver a la capital en unos días. Seguimos un rato repasando las instantáneas, mientras ella tomaba el sol y los ancianos disfrutaban mirándola. Poco a poco fueron llegando clientes y Anita tuvo que ponerse la bata y entrar a atenderles. Ya se acercaba la hora de la comida, así que me despedí y volví a casa de mis tíos.
Por la tarde habíamos quedado para ir todos al pozo del arroyo. Yo preferí ir a buscar a Anita a su casa para ir con ella, pero cuando llegué encontré allí a Juan. Estaban los dos sentados en el sofá, ella totalmente desnuda y Juan en bañador y camiseta. Tenían puesta la televisión pero no la miraban, pues estaban viendo las fotos que su padre le había llevado por la mañana.
Me invitaron a sentarme con ellos para elegir las copias. Anita lo tenía todo preparado, había marcado cada foto con su número y tenía un cuaderno para apuntar. Era un placer volver a ver aquellas imágenes tan calientes. Sin embargo, me daba corte pedirle que me hiciese copias de fotos suyas desnuda en poses eróticas, por no decir pornográficas. Yo las miraba, pero no me atrevía a pedirle ninguna, pero Juan empezó a dictarle a las que quería. Me sorprendió que pidiera copias de casi todas, mientras ella apuntaba sin extrañarse.
-Pero, ¿todas esas vas a pedir? –pregunté sorprendido-
-Si, tranquilo, el padre de Anita conoce un sitio donde las hacen muy baratas.
Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando llegó a las fotos más fuertes y Juan empezó a pedir más copias, cuatro de cada una. Incluso de las que aparecía en poses más explícitas. Eso ya me pareció demasiado extraño.
-¿Y para que pides tantas copias de esas fotos?
-Para mandarles a algunos amigos, es que son unas fotos muy buenas. Te aseguro que les gustarán mucho – dijo guiñándome un ojo- no me las voy a quedar para mi solo.
-Claro que si –añadió Anita- Si quieres tú también puedes mandarle fotos a tus amigos. ¿Tampoco están tan mal, no?
Pese a que la oferta me parecía increíble, surrealista, acepté, aunque estaba tan excitado que no pude elegirlas y le dije que me hiciese las mismas copias que a Juan. Otra cosa sería que se las mandase a algún amigo. Por supuesto que les iban a gustar. Anita estaba tremendamente sexy en todas las fotos y sabía exhibir sus encantos ante la cámara como una auténtica modelo porno.
Además, yo salía en varias tocándole las tetas y eso les haría morirse de envidia. Sin embargo, me retraía pensar que Anita aceptase ser mi novia y más adelante la reconociesen como la chica que enseñaba las tetas y el coño con tanta alegría. Lo que estaba claro es que con esas fotos me iba a hacer unas pajas sensacionales. Lo de enviárselas a algún amigo ya lo decidiría cuando me las diese.
Poco después, llegaron Pablo y Laura y salimos todos hacia el pozo a darnos un baño. Allí nos encontraríamos con Guillermo y Verónica. Anita se envolvió en uno de esos pareos que dejaban todo a la vista, aunque era suficiente para que su madre no pudiese reprocharle que fuese desnuda. Eso sí, en cuanto abandonamos el pueblo y tomamos el camino, se lo desató para volver a estar en cueros, que era como se encontraba más cómoda. Laura también se quitó el vestido. Debajo llevaba el bikini de triángulos que dejaba ver sus generosas formas.
Laura llevaba una bolsa de playa grande y en ella guardó su vestido y el de Anita. Ya estábamos fuera del pueblo, pero en el camino aún había una casa a la que sus dueños apenas iban. Pero ese día, al acercarnos, vimos unos obreros que estaban arreglando el tejado. Dos de ellos, uno de unos 40 años y otro de unos 50, estaban en el tejado. Abajo estaba un chaval joven que les preparaba los materiales.
Yo pensé que se volvería a poner el pareo, pero ni ella ni los amigos se inmutaron y siguieron charlando mientras nos acercábamos a la casa. Los albañiles, como era de esperar enseguida miraron y pusieron los ojos como platos al ver a las chicas, una en bikini y la otra totalmente desnuda.
-Ole las chicas bonitas –dijo el mayor de ellos-
-Ole – dijo el otro- y viva el nudismo y las nudistas macizas.
Anita y Laura sonrieron e hicieron un gesto con la cabeza, agradeciendo los halagos. Abajo, el chico que ayudaba a los albañiles miraba incrédulo, y con una mano en la bragueta trataba de disimular su abultada entrepierna. Estaba tan quieto que enseguida se dieron cuenta sus compañeros.
-Mira al chaval como se ha quedado –dijo uno de ellos- ¿Qué pasa, que no has visto nunca unas tetas y un coño?
El chico movió la cabeza hacia los lados, indicando que era la primera vez que contemplaba algo así.
-Éste cuando llegue a casa se va a matar a pajas –dijo el otro entre carcajadas.
Anita se volvió hacia el chico y se paró, dejándole que la observase a gusto.
-Venga, dejadle tranquilo, y si quiere que mire, que no tiene nada de malo.
El chico no sabía muy bien qué hacer. Estaba rojo como un tomate y miraba a Anita ensimismado. Por fin, el más viejo le dijo que ya estaba bien y que siguiese con el trabajo. Nos despedimos y seguimos caminando hacia el pozo del arroyo. Con Anita totalmente desnuda yo ya no sabía qué era lo siguiente que nos iba a pasar. Y pronto lo supe; cuando de frente vimos una motocicleta que se acercaba hacia nosotros. Al llegar a nosotros se paró y nos quedamos callados hasta que el motorista se quitó el casco.
-Vaya si es José Miguel –dijo Laura al reconocerle-
-Hola chicas, bueno y chicos –saludó el motorista, un chico rubio dos o tres años mayor que nosotros-
-Hola, ¿y esa moto? –se interesó Anita-
-¿Te gusta? Me la han regalado mis padres por sacar bien el curso. Pero ¿qué clase de amigas sois que no os venís a darme un beso?
Al momento se acercó Laura a darle un par de besos, mientras Pablo miraba con gesto desconfiado. Por un momento parecía que iba a tocarle el culo, pero se limitó a acariciar la espalda de la chica. Menos contemplaciones tuvo con Anita. Después de darse un par de besos la agarró por la cintura con una mano mientras con la otra se puso a tocarle una teta.
-Mmmm, se te han puesto unas peras estupendas –dijo con descaro-
-Tú con tal de tocármelas dices lo que sea –Por un instante pareció molesta, pero al momento sacó pecho para que destacasen más- ¿tú crees que están más grandes?
-Ya lo creo, dan ganas de comérselas –añadió el chico haciendo un hámago de mordisco-
-Jijiji –rió halagada- Desde luego, veo que no has cambiado.
-Jeje, yo no, pero tú sí. Ya me he fijado que te has pelado el chocho.
-Pero que bruto eres. Sí, me lo depilé hace unos días. Mi hermana ha estado en Ibiza y dice que ahora se lleva así. Además es muy cómodo. Mira.
Ella abrió un poco las piernas y se echó un paso hacia atrás para que lo viese mejor. El se agachó levemente para observarlo y acercó la mano al pubis con intención de acariciarlo.
-¿Te importa si…? –Al menos pidió permiso antes de tocarle el coño-
-No, claro. Toca si quieres, ya verás que suave, pero solo el pubis, que ya te conozco.
Con la misma cara de un jurado deliberando, José Miguel estuvo un momento acariciando el pubis. Ella seguía sonriente los movimientos de la mano del chico, hasta que sus dedos empezaron a moverse hacia abajo, buscando la hendidura de la rajita. Entonces se echó hacia atrás, terminando con el magréo.
-Ehh, te he dicho que solo toques el pubis. No te pases – Le recriminó ella dándole un golpecito en la mano-
-Perdona, es que está tan suave que se me va la mano –se disculpó José Miguel- da gusto tocarlo. Había visto coños pelados en las revistas, pero hasta ahora no había tocado uno.
-Gracias, que adulador eres –Anita lo agradeció como si de un comentario galante se tratase- bueno, a ver cuando me das una vuelta en la moto.
-Ahora mismo si quieres. Monta y te llevo.
-No, mejor en otro momento, que vamos al pozo del arroyo a bañarnos y no voy a dejar tirados a mis amigos.
-Venga, no te preocupes por eso, que será una vuelta corta. Que vayan yendo ellos y ya te acerco yo hasta allí.
-Sí, Anita, vete si quieres y quedamos allí –le animó Laura-
-Está bien, pero dame el pareo –le pidió Anita a su amiga-
-No, no hace falta que te pongas nada encima –interrumpió él- solo iremos por el camino sin llegar al pueblo.
-No, no es para eso –se explicó ella- es para que no se me pegue el culo al asiento.
Anita dobló con cuidado la prenda, la extendió sobre el asiento y, apoyando un pie en el estribo, se subió a la moto. Para acomodarse tuvo que subir tanto la pierna que nos deleitó con una fantástica vista de sus partes íntimas. Sus más tiernos orificios quedaron totalmente expuestos ante nosotros. Fue algo fugaz, pero una vez sentada, se agarró a José Miguel echando el trasero hacia atrás mostrando otra vez el ano y la vagina en una magnífica panorámica. Cualquiera que se cruzase con ellos podría contemplar tan sublime espectáculo.
José Miguel arrancó y se alejó por el camino llevándose a la chica que yo quería. Al menos fue prudente y no iba a una velocidad excesiva. Los demás seguimos hasta el pozo del arroyo, donde nos encontramos con Guillermo y Verónica. Allí les contamos que nos habíamos encontrado con José Miguel y que Anita se había ido a dar una vuelta con él. Guillermo me debió notar preocupado, porque mientras los demás se fueron al agua, él se quedó conmigo.
-Me parece que no ha gustado que Anita se vaya en la moto con José Miguel.
-Hombre, no sé qué pensar. Ha llegado el tipo ese, le ha sobado lo que ha querido y luego se la ha llevado desnuda en la moto.
-Sí, pero no te preocupes. Anita pasa de él, pero como José Miguel se la ha intentado ligar tantas veces digamos que le permite ciertas cosas.
-Joder ciertas cosas, si le ha tocado las tetas y el coño.
-Jajaja, claro. Vamos Jorge, no te asustes por eso. Ya sabes que ella es muy abierta.
-Sí, ya sé que es muy abierta, además, a mi tampoco tiene porqué importarme lo que ella haga.
-Mira Jorge, no disimules que se te nota de lejos que te gusta Anita. No te preocupes si otros le tocan las tetas o el coño, porque para ella eso es algo normal. Lo que tienes que hacer es decidirte y decirle que te gusta. No tienes nada que perder y me parece que ella lo está esperando.
La intención de mi primo era animarme para que lo intentase con Anita, que era algo que yo deseaba con todas mis fuerzas. Sin embargo, me inquietaba iniciar una relación y que ella dejase que otros le metiesen mano. Estaba confuso, pero me animaba pensar que no tenía nada que perder y al menos, podría disfrutar de su cuerpo como los demás, aunque mis sentimientos fuesen más profundos.
Todos se divertían, menos yo, carcomido por la rabia de que otro se llevase a mi amada, aunque solo fuese para dar una vuelta. Mi corazón se aceleró cuando escuché de nuevo el ruido de la motocicleta. Por fin volvían José Miguel y Anita. Habrían estado fuera una media hora, pero a mí se me había hecho eterno. Nada más parar en el acceso al pozo, Anita se apeó de la moto algo sofocada y sudorosa. Además, traía cara de enfado. Aun así esperó a que José Miguel también se bajase y se quitase el casco.
-Qué ¿te ha gustado? –Preguntó él con la sonrisa de quien ha hecho una travesura-
-Eres un capullo. Ya me podías haber avisado de que estaban tus amigos en el chalé. ¡Menudo susto que me he llevado! –contestó ella enfadada-
-Jajaja, ¿Y que ibas a hacer, vestirte? –Dijo José Miguel al tiempo que la agarraba por la cintura-
-No, tampoco es eso –explicó Anita- pero ha sido un corte entrar y encontrarme allí con tus amigos.
-Venga, no me digas que no ha sido divertido, y a ellos les ha gustado mucho verte así –dijo mirándola descarado de arriba abajo-
-Supongo que sí, aunque antes habrán visto a un montón de tías más buenas. Yo solo soy una chica normalita –contestó Anita con modestia-
-¿Pero qué dices? Si estás buenísima, y les han encantado tus tetas y el chocho peladito –insistió mientras alargaba sus manos para tocarle las tetas y el culo con descaro-
-Que adulador eres –ella sonreía halagada permitiéndole que siguiese sobándola- Bueno, pero otro día me avisas. Ahora me tengo que ir.
-Está bien. Pero déjame que te toque otra vez el chocho, es que está tan suavecito –pidió el con descaro-
-Jijiji, como eres. Venga, toca, pero no te enrolles mucho, que me están esperando –se excusó ella-
José Miguel empezó tocándole el pubis con una mano, mientras con la otra le agarraba el culo. Esta vez ella no le dijo nada cuando él deslizó sus dedos hacia abajo para acariciar con vigor todo su coño. Disfrutaba como un niño y ella se lo permitía mirándonos con cara de resignación, como si fuese algo inevitable. También se animó a chuparle las tetas y darle besos por el cuello. Así estuvo hasta que quedó satisfecho o le dio apuro que estuviésemos mirando como gozaba de los encantos de Anita.
-Bueno, mejor me marcho que tengo a mis amigos esperando en el chalé. Si quieres otro día te voy a buscar con la moto y vamos a tomar el sol a un sitio que conozco que te encantará.
-Jajaja –se carcajeó ella- vale, si es solo a tomar el sol…
-Bueno, a tomar el sol y lo que tú quieras -contestó él animado- porque estaremos solos y también podemos divertirnos un poco.
-Mmm, ya veremos… pásate cualquier día por la mañana temprano, que al mediodía tengo que ayudar a mi madre en la tienda.
Por fin se marchó José Miguel, satisfecho después de meter mano a Anita y conseguir una prometedora cita. Entonces ella se acercó hasta donde estábamos Juan y yo. Antes de darnos un baño, Anita quiso contarnos todo lo acontecido en la breve excursión. No tenía ninguna obligación, pero quizás para evitar especulaciones, ella prefirió no guardar secretos con nosotros.
José Miguel la había llevado hasta su casa. Ella pensaba que estarían sus padres, a quienes conocía de otras ocasiones. Así entró a saludarles, sin preocuparle estar totalmente desnuda. Sin embargo, a quien encontró fue a cuatro chicos en bañador tomándose unas cervezas. Eran guapos y con buen físico y debieron sorprenderse tanto como ella, porque se quedaron quietos mirándola, sin saber qué hacer. Hasta que no entró José Miguel y los presentó, no se animaron a acercarse a saludarla dándole un par de besos cada uno. Fueron respetuosos y a ninguno se le fue la mano. Solo José Miguel le tocó el culo y las tetas, seguramente para presumir delante de sus amigos.
Éste también pidió a Anita que abriese las piernas para que viesen su precioso coño depilado. Entonces alguno se animó a decirle piropos subidos de tono, lo que hizo que ella se sonrojase. Anita reconoció había sido muy excitante estar con esos muchachos, guapos y musculosos. Para mí era difícil de asimilar que la chica que quería conquistar se exhibiese desnuda delante de otros chicos y se dejase tocar con tanta facilidad. Pero al mismo tiempo me resultaba muy morboso oírle como lo contaba, con esa naturalidad, como si de la más inocente aventura se tratase.
Lo que más me preocupaba era su relación con José Miguel; que le dejase tocarle las tetas y el coño sin poner reparos y, sobre todo, que hubiese quedado con él para ir a pasar una mañana juntos en un lugar solitario. A pesar de que Guillermo me tranquilizase diciendo que ella no quería nada con él, yo no podía quitármelo de la cabeza. Disfruté de la tarde con Anita y el resto de la cuadrilla, bañándonos y jugando, con algún toqueteo incluido. Me divertí, pero por la cabeza me rondaba la idea de que tenía que dar un paso más antes de que fuese demasiado tarde.