Anita al natural V
Jorge sigue en Castellón de vacaciones disfrutando de la belleza y el atrevimiento de Anita, cada vez más desinhibida.
Anita me había hecho pasar una tarde inolvidable y, lo que es mejor, el día siguiente prometía aún más emociones. Ella me había permitido disfrutar como nunca antes de la belleza femenina. La observación de sus proporcionadas formas, sus piernas torneadas, su firme trasero, su vientre plano, sus turgentes pechos y su tierna vagina, me habían excitado hasta el límite. Y como obviar su precioso rostro, esa carita angelical que me volvía loco y esa preciosa sonrisa que regalaba sin limitaciones. Cada vez que la veía sentía una mezcla de excitación erótica y enamoramiento romántico. A esas alturas no sabía si mi atracción era más debida al corazón o al pene, porque había motivos para ambas cosas.
Estaba muy nervioso. Me masturbaba varias veces al día, pero ni así conseguía relajarme. En cuanto la veía o pensaba en ella mi pene se ponía en acción. No podía quitármela de la cabeza. No tenía claro si me estaba enamorando o era solo excitación sexual, pero ella me hacía experimentar una explosión de sensaciones. Esperaba con ansia que llegase la tarde para verla y comprobar como le había quedado la depilación. Imaginad lo que significaba para un chico de 18 años esperar que una amiga volviese del salón de estética para ver como le habían dejado el coño. Tenía que pellizcarme para convencerme de que aquello era real.
También me llamaba la atención el interés que había mostrado Anita por conocer mi opinión. Quizás solo era que ella me empezaba a considerar un buen amigo en quien confiar. O tal vez yo le gustaba y era una manera de seducirme. Estaba muy confuso y no sabía muy bien como actuar. Si me lanzaba me arriesgaba a que ella me rechazase y no confiase en mí y si no, quizás ella se cansase de esperar. El día prometía ser muy intenso, por la tarde nos quedaríamos en casa de mis tíos y por la noche estábamos invitados a la fiesta del chiringuito de la playa.
Pasamos la mañana tomando el sol en al jardín. Yo disfrutaba tumbado en la hamaca bebiendo un refresco, mientras mi tía bronceaba su espléndido cuerpo. Era una mujer muy bella, y yo no podía evitar mirarla cuando se ponía boca abajo y se desabrochaba el sostén. Ya había visto fotos de ella en topless, pero estaba deseando que se animase a hacerlo delante de mí. Supongo que le daba corte enseñar las tetas a su sobrino. Nos dimos algún chapuzón en la piscina y Guillermo y yo jugamos un rato a palas, mientras mi tío se entretenía reparando máquinas en el garaje. Yo estaba muy a gusto, pero deseaba que el tiempo pasase rápido para volver a ver a Anita.
Por eso, cuando mi tía nos pidió que fuésemos al bar a hacer unas compras me llevé una gran alegría. Necesitaba algunos ingredientes para preparar la comida y para mi era una ocasión de verla antes de que llegase la tarde. En esta ocasión, mi primo se animó a acompañarme y, mientras yo hacía las compras, él pidió un par de cervezas en la barra. El mostrador del bar estaba a la izquierda y la zona de tienda frente a la entrada. Emilia servía las bebidas y nuestra joven amiga despachaba los ultramarinos. Entre embutidos y verduras, su esbelta figura emergía majestuosa.
El sábado solían tener mucha clientela y Anita ayudaba a su madre en el negocio. Tuve que esperar a que despachase a una mujer y un muchacho antes de que me tocase el turno. Aproveché para contemplarla. Un refrigerador con un expositor de cristal la separaba de la clientela. Ahí tenía los productos que necesitaban frío. Detrás estaban las verduras y el resto de productos de alimentación. También tenía artículos de limpieza y un poco de todo. Era como un pequeño supermercado.
Incluso atendiendo estaba atractiva. Vestía la típica bata blanca de charcutera que, a juzgar por el tamaño, era de años anteriores o se le había encogido con los lavados. Le quedaba muy corta, cortísima, cubriendo apenas el culo, y casi no podían atarse los botones. De hecho, de los seis, solo tres estaban abrochados a la altura del abdomen. Así, un exagerado escote permitía verle casi enteros los pechos, que se movían alegres, libres. Por supuesto, no llevaba sujetador y los pezones asomaban continuamente. El chico que esperaba turno delante de mí no perdía detalle y se le salían los ojos cada vez que ella se inclinaba a coger algo en el expositor.
No eran visiones fugaces, constantemente se le estaban saliendo las tetas de la bata y ella no hacía ni amago de evitarlo; simplemente le daba igual. Tampoco le importaba mostrar los cachetes del culo cada vez que se agachaba a coger algo de las baldas. Había que ver la cara del joven cliente cuando pidió un embutido y ella se inclinó en el refrigerador para ofrecerle entre dos. Encima de las piezas, las tetas de Anita. “¿Cuál prefieres?” le preguntó candorosamente, poniéndole cada vez más nervioso y provocando muecas de asombro entre los demás.
El muchacho pasó un rato de apuro hasta que por fin pudo reaccionar y, aunque balbuceando, se decidió por uno de los embutidos. También pidió unas galletas y ella tuvo que estirarse para alcanzar la caja en una balda. Al levantarse la bata, su culo emergió desafiante, aunque esta vez sí, pude ver que llevaba un diminuto tanga blanco. Después del muchacho, llegó mi turno y pude disfrutar de varias vistas privilegiadas de su escote y sus nalgas. Si, el día anterior la había visto desnuda toda la tarde, pero aquellas exhibiciones furtivas mientras despachaba tenían un morbo especial.
Por fin, completé el recado y me senté con mi primo a tomar la cerveza y conversar un rato. Anita no tardó en salir. Aprovecho un rato sin trabajo para sentarse a descansar con nosotros. Se puso cómoda en la silla, frente al sol, dejando que su luz diese realce a su pecho, casi por completo al descubierto. Los pezones asomaban parcialmente componiendo una estampa muy morbosa. Los botones apenas sujetaban la tela y ella tenía las piernas abiertas con descaro dejando a la vista su entrepierna, que por una vez ocultaba con un tanguita blanco. Aunque era poco lo que escondía, pues la fina tela transparente dejaba a la vista buena parte de la rajita y los pelillos del pubis.
Estuvimos charlando de lo que haríamos ese sábado. Anita nos contó que estaba muy contenta de que su hermana y su cuñado la llevasen a depilarse. Era sorprendente la naturalidad con que hablaba de lo que esperaba que le hiciesen en el pubis, aunque aún no lo tenía muy claro. Casi me atraganto con la cerveza cuando echó hacia un lado el tanga para explicarnos como quería hacerlo. Era una locura; estaba enseñándonos el coño en la terraza del bar donde su madre servía las bebidas. Yo no sabía qué hacer, Guillermo miraba sonriendo con malicia y un par de hombres mayores desde la mesa contigua disfrutaban de un gran espectáculo. Anita mostraba su cuerpo sin malicia; no entendía porque algunas partes debían estar cubiertas obligatoriamente.
Cuando terminamos las cervezas, nos despedimos de nuestra amiga hasta la tarde. No pude esperar, y en cuanto le di a mi tía la bolsa con el pedido, me fui directo al servicio a desahogarme. Lo de esa chica era insuperable para mí. Me tenía excitado constantemente. Sobre todo me volvía loco la forma tan despreocupada que tenía de mostrar su cuerpo, sin importarle quien pudiese verla.
Después de una buena comida con que reponer fuerzas para lo que venía después, estuvimos un rato sesteando en el jardín. Mi tío Julián se tomó un par de whiskys y nos preguntó a Guillermo y a mí a ver si no nos apetecía una copilla. Los dos declinamos la invitación, sobre todo cuando mi primo recordó que esa noche teníamos fiesta en la playa. Nos habían invitado la primera vez que fui a la playa con ellos. Vaya, que nos esperaba una jornada de lo más animada.
Poco a poco fueron llegando nuestros amigos. Primero Juan, que se sentó a conversar con nosotros y poco más tarde Pablo con Laura y Verónica. Él también se unió a la tertulia, pero ellas prefirieron tumbarse a tomar el sol. Ese día Verónica se había atrevido a llevar el tanga, quizás por lo que el día anterior le había dicho Anita sobre el bikini, que era demasiado sexy para el pueblo. El caso es que se la notaba algo incómoda y procuraba ponerse de modo que Julián no pudiese verle bien el trasero. El que no perdía detalle era Guillermo. Yo solo esperaba que Anita apareciese y no tuve que esperar mucho.
Cuando oí que un coche se detenía junto a la casa de mis tíos casi me da un vuelco el corazón. Eran ellos: Anita, su hermana y su cuñado. Mi preciosa amiga entró corriendo; estaba radiante y, como siempre espectacular. Llevaba una faldita roja, de volantes, muy corta, que dejaba ver sus piernas morenas hasta lo más alto de sus muslos. Calzaba unas sandalias de tiras con algo de tacón y por arriba…nada, el torso al descubierto y las tetas al aire. Era increíble la naturalidad con que mostraba sus encantos.
-Hola Anita, hoy si que has andado rápida, que no has esperado a entrar para soltarte las tetas– mi tía admiraba la espontaneidad de Anita-
-Jijiji, si. Hoy ni me he puesto lo de arriba. Total, de casa a la depilación y de la depilación aquí, ¿para que voy a andar poniéndome y quitándome?
Detrás de ella aparecieron su hermana, Lucía, y su cuñado, Raúl. Los dos cerca de la treintena, ella se parecía mucho a nuestra amiga, aunque algo más gordita y con el pelo corto, pero muy atractiva. Llevaba un vestido corto blanco con dibujos que realzaban el moreno de sus piernas. Me gustaron especialmente sus muslos, duros y bien formados, aunque también llamaba la atención su pecho, bien dotado y firme. El escote dejaba a la vista un apretado canalillo. Él era un hombre corpulento, aunque no musculado, incluso con un poco de barriga y pelo corto castaño con unas incipientes entradas.
Todos se acercaron a saludarles y darles besos y abrazos, también Verónica, aunque tuvo la precaución de cubrirse el trasero con un pareo. Estuvieron un rato hablando sobre sus vacaciones en Ibiza. Yo me impacientaba esperando que nuestra amiga se quitase la falda y nos mostrase el resultado de la depilación. Aun así, era una delicia admirar sus piernas, con el brillo que tienen tras la depilación, morenas y bien formadas; algo en lo que no reparaba cuando estaba totalmente desnuda y me embriagaba con sus partes íntimas.
Quizás para los chicos no resultaba elegante preguntar por la depilación, por lo que fue mi tía quien sacó el tema.
-Bueno Anita, me parece que tienes algo que mostrarnos.
-Si, jiji –por un momento parecía que a nuestra amiga le daba corte mostrar su sexo- aunque no sé si es lo que esperabais.
Todos nos quedamos callados y ella empezó a quitarse la falda lentamente. No era necesario, la faldita era cortísima y no llevaba ropa interior, pero quiso darle un poco de emoción. Se soltó el cierre y abrió la prenda por el lateral, dejando a la vista parte del pompis. Yo estaba ansioso por ver su coño depilado y aquella espera se me estaba haciendo eterna. Hizo un par de movimientos hacia los lados, como simulando un breve striptease, y por fin se quitó la falda dejándonos ver su preciado tesoro. Parecía que nos habíamos puesto de acuerdo y todos nos quedamos callados.
-Y bien, ¿Qué os parece?
Le habían depilado las ingles dejándole apenas una estrecha línea de cortísimos pelos en el pubis y a los lados de la vagina. La rajita estaba tan despejada y limpia que se apreciaban perfectamente todos los detalles y la forma del vello lo realzaba aún más. Creo que a todos nos gustó, pero después del impacto inicial, empezaron a hacer comentarios y parecía que todos esperábamos haberlo visto totalmente depilado.
-Está fantástico, aunque al final no te has atrevido a quitártelo todo –Verónica dijo lo que todos pensábamos-
-¿Lo veis? Ya os decía yo que tenía que haberse quitado todo. Así estaría más bonito y más limpio –Raúl era un firme partidario del rasurado integral-
-Ay, que pesado te pones. No te tenía que haber dejado entrar mientras le depilaban; que todo el rato estás repitiendo lo mismo –la hermana de Anita reprendió a su marido-
-El caso es que igual tiene razón. Lo que pasa es que hace falta una cera especial para las zonas más delicadas y se les había terminado. Pero si tantas ganas tenéis ya me lo depilaré la próxima vez –anunció Anita-
-Claro. Ya te lo harás más adelante. Así también está muy bonito. –opinó Guillermo, aunque también se le notaba algo decepcionado-
-Yo no digo que no esté bonito. Pero a Anita le gusta andar sin bragas y cuando lleva pareo o algo transparente se nota mucho el pelo. Sin embargo, con todo depilado, es mucho más discreto –insistió su cuñado-
-Ya, a mi me la vas a dar. Lo que pasa es que a ti te han gustado las chicas que lo llevaban así en Ibiza –el comentario de Lucía hizo que todos nos riésemos, menos Raúl, algo abochornado-
-Bueno, si tantas ganas tenéis de vérselo rasurado, lo podéis hacer con una pinza. Es algo más lento, pero quedará muy bien –Lidia nos propuso una gran solución-
Por supuesto a todos nos pareció bien y mi tía entró a la casa a por los utensilios. No tardó en salir con la pinza, una palangana con agua y un tubo de crema. Lo dejó todo sobre una mesita del jardín y se sentó en una silla.
-Pero… ¿no me lo vas a hacer tú? –Preguntó perpleja Anita-
-Ah no, eso no. Yo te dejo los trastos, pero en el trabajo de esteticista no me meto –Contestó mi tía-
-Vaya, pues alguien me lo tendrá que hacer –Anita esperaba semiacostada y desnuda sobre una hamaca-
-Pues ya que ha insistido tanto, que lo haga Raúl –La propuesta de Lucía nos dejó boquiabiertos a todos-
-Pero tú estás loca, ¿Cómo voy yo a…?
-Vamos hombre. Es muy fácil, sólo tienes que estirar un poco la piel y quitar los pelillos a tironcitos–explicó Lidia-
-Ya, ya, parece fácil, pero es que andarle en el chocho a mi cuñada igual es demasiado.
-Jajaja, pero Raúl ¡que tonto eres! ¡Que solo se trata de quitarme unos pelillos! y me lo has visto mil veces.
-Pues claro. No seas soso, que lo estás deseando. Por Anita ya ves que no hay problema, y por mí tampoco. Total, somos hermanas y no creo que haya mucha diferencia –era sorprendente la actitud de Lucía-
Anita se tumbó en la hamaca, abrió las piernas y con una pasmosa naturalidad se dedicó a recogerse en pelo en la nuca esperando que su cuñado comenzase la depilación. Guillermo y Verónica y Pablo y Laura se metieron a la piscina a refrescarse, mientras mi tía y Lucía se sentaron en unas sillas a charlar. Solo Juan y yo nos quedamos como observadores de la operación. Raúl no acababa de reaccionar. Una cosa era animar a su cuñada a depilarse el chocho y otra hacerlo con sus propias manos.
-¿Empiezas ya o qué? Venga, date un poco de prisa que hace mucho calor y me quiero dar un bañito –nuestra amiga se empezaba a impacientar-
-Ya va, no me pongas más nervioso –respondió Raúl algo agobiado- Joder, no me he visto antes en una igual.
Ella esperaba tumbada y cerró los ojos, dejando que el sol trabajase el bronceado de su suave piel. Raúl, todavía dubitativo, tomó aire y se acercó a la entrepierna de Anita dispuesto a iniciar su tarea. Parecía temeroso cuando puso los dedos sobre el pubis para sujetar la piel. Como si fuese un fino cirujano, seleccionó un pelito y con un tirón lo arrancó de cuajo.
-¡¡¡Ahhhhhhhhh!!! –El grito de Anita fue desgarrador- ¡Que daño me has hecho! ¡Eres un animal!
-Perdona, pero he tirado lo más despacio que he podido.
-Pues no señor, así no se hace –Lucía se acercó para aleccionar a su marido- Hay que tirar rápido y estirar bien la piel con los dedos para que esté tensa, sobre todo en la rajita, que es más delicado.
-Vale, vale, a mi es que me parecía…
Raúl volvió a la tarea y esta vez sujetó con firmeza la piel del pubis con los dedos. Miró a la cara a su cuñada como disculpándose y ella esbozó una sonrisa aprobadora. Cuando tiró del siguiente pelito ella hizo una leve mueca de dolor, pero sin hacer ningún atisbo de reproche. Pelito a pelito, él fue cogiendo confianza y en unos minutos dejó el pubis inmaculado. Ya sólo faltaba de repasar la zona que bordea la rajita, la más delicada.
Raúl estuvo un rato buscando la manera de colocar sus dedos para estirar la piel sin tocar el interior de la vagina, pero fue imposible. Después de varias maniobras, al final tuvo que sujetar desde dentro con un dedo y desde fuera con otro para estirar bien la epidermis. Ella seguía con los ojos cerrados, pero su rajita estaba cada vez más húmeda, delatando que no permanecía indiferente a las evoluciones de su cuñado. Un nuevo tirón hizo que ella diese otro pequeño respingo, pero no dijo nada y él siguió con su trabajo. Igual que antes, Raúl se fue animando y cada vez quitaba los pelitos con más habilidad.
También sus dedos estaban más sueltos y ya eran dos los que sujetaban desde la parte interna de la vagina, mojándose con los flujos más íntimos. En esa zona tenía muy poco vello y muy recortado, pero se entretuvo pasando sus dedos una y otra vez para asegurarse de que quedaba perfecta la depilación. Incluso le pidió que levantase una pierna para comprobar que entre la vagina y el ano tampoco quedaba ningún rastro capilar.
Antes de dar por finalizada su tarea, Raúl mojó su mano en la palangana y la pasó por las ingles, el pubis y la vagina para retirar algún pelillo que había quedado suelto. Repitió la operación varias veces y lo secó con una toalla hasta dejarlo perfecto. Superados los recelos iniciales, Raúl había depilado la zona genital a su cuñada y de paso había acariciado a placer sus partes más íntimas. Y por fin, Anita tenía su sexo completamente depilado. Solo faltaba un pequeño detalle.
-No olvides darte crema hidratante –advirtió mi tía- que sino eso se te va a irritar.
-Ah, si ¿Dónde…? Ah Juan, la tienes ahí al lado. ¿Me la puedes dar?
Yo creí que dárselo significaba acercarle el tubo para que ella lo extendiese, pero no. El fiel amigo de Anita, siempre dispuesto a ayudar, untó una de sus manos con la crema y, sin dudar, empezó a aplicársela por las partes más íntimas. Anita abrió un poco más las piernas para facilitarle la labor. Él empezó a extender pacientemente el ungüento por las ingles y el pubis. Nadie se inmutó, ni siquiera cuando el chico empezó a masajear la vagina y el ano. Fueron unas caricias intensas, sin dejar intacto ni un milímetro cuadrado de piel.
Juan finalizó el masaje con una sonrisa, que fue correspondida con otra por nuestra preciosa amiga. Sin duda, la amistad entre ambos iba más lejos de lo que yo había visto nunca. Tenían una confianza plena.
Después de incorporarse y examinar detenidamente el resultado de la depilación, nuestra amiga se puso de pies para que todos lo viésemos. Estaba contenta, sonreía mientras nos mostraba su precioso cuerpo desnudo. La zona recién depilada estaba algo más pálida que el resto del cuerpo uniformemente bronceado, haciendo que su vagina destacase aún más. Era imposible evitar que la mirada se dirigiese hacia esa rajita limpia, tierna, suave, atractiva como un imán.
El veredicto fue unánime, a todos nos gustó. Los comentarios revelaban un sincero entusiasmo. Las chicas, en principio no muy partidarias de la depilación total, tuvieron que admitir que había quedado precioso. Guillermo reconoció que solo había visto algo así en las revistas, pero que en vivo era mucho mejor y Pablo se permitió bromear diciendo que ese conejo se había quedado sin pelo. Mi tía, Juan y yo también mostramos nuestro agrado con la nueva imagen de la entrepierna de nuestra amiga. Mientras, mi tío Julián sonreía mientras apuraba una copa sentado en la terraza.
-Es increíble, Anita, a mi que siempre me ha gustado que haya algo de pelo, debo reconocer, aunque igual se enfada Lidia, que es uno de los coños más bonitos que he visto nunca.
-Gracias, gracias. Vais a hacer que me ponga colorada –Anita puso sus manos en las ingles enmarcando con coquetería su atractivo chochito y haciendo que se abriera la rajita- vaya, la verdad es que a mí también me gusta mucho como ha quedado.
-Claro que sí. Bueno, ayer dijiste que querías que te hiciese unas fotos para comparar. Si quieres te las hago ahora.
-¡Claro, me encantaría! –Anita se puso a dar saltitos entusiasmada, haciendo que sus senos rebotasen acompasados-
No tardó Julián en ir a buscar la cámara. Mientras, la hermana y el cuñado de Anita se despidieron de todos y se marcharon. También Lidia se disculpó y entró en la casa a hacer sus cosas. Supongo que querría dejarnos a nuestro aire a los jóvenes, o quizás para no condicionar a su marido mientras hacía el reportaje. Ella sabía que a Julián le gustaba hacer fotografías muy calientes y no se atrevería si ella estaba delante. No hubo que esperar mucho; enseguida apareció Julián y empezaron con la nueva sesión de fotos.
-Bien, si te parece, coge una toalla y lo hacemos ahí –mi tío señaló hacia una zona de césped con unas flores-
Antes de extender la toalla, nuestra amiga posó de pies para varias fotos. Primero puso los brazos cruzados tras la nuca haciendo que los pechos se elevasen. Para las siguientes puso las manos en las caderas, posando de frente y de lado, con una pierna adelantada, como una vedette. Después le hizo varias de rodillas y en cuclillas. Nos sorprendió cuando separó las piernas abriendo los labios de la vagina como una flor rosada. Después de hacerle varias sentada, Anita se tumbó sobre un costado en una postura muy sensual.
Nos dejó boquiabiertos cuando levantó una pierna, estirándola al máximo dejando crudamente expuestos sus más íntimos orificios. Como el día anterior, la sesión de fotos estaba llegando a unos límites difíciles de superar. Ella estaba tumbada con la espalda contra el suelo y el sexo expuesto mientras mi tío hacía fotos desde distintos ángulos y distancias, algunas a escasos centímetros. Ella improvisaba posturas o se ponía como él le sugería. Se mostraba dispuesta y él no dejó escapar la oportunidad de hacer un buen reportaje fotográfico.
-Bien Anita, creo que estas fotos van a quedar geniales, pero me gustaría saber hasta dónde estás dispuesta a llegar.
-Hasta donde quieras. Quiero que me hagas unas buenas fotos, confío en ti.
-Es que lo que te voy a pedir igual es un poco fuerte, pero es algo que siempre he querido hacer y seguro que luego te gustará el resultado.
-Lo que sea. Tú pide lo que sea que, ya puestos, seguro que merece la pena.
-No sé qué te parecerá, pero me gustaría que te acariciases la rajita para que se ponga un poco húmeda e hinchada.
Anita puso cara de sorpresa, pero no dudó en empezar a tocarse el coño con suavidad. Al principio estaba un poco ruborizada, pero poco a poco se dejó llevar y disfrutó acariciando su sexo. No llegó a correrse, pero con las yemas de los dedos hizo que su rajita se pusiese húmeda y algo hinchada, realmente apetecible. Julián le hizo un par de fotos mientras se tocaba y alguna más en posturas provocativas.
-¿Te importaría meterte un par de dedos? –Julián quería llegar aún más lejos- pero no dejes de sonreír, que estás preciosa.
Ella no respondió; entendió perfectamente los deseos de mi tío. Introdujo dos dedos en su vagina y empezó a juguetear, mientras él disparaba la cámara sin parar. Con el dedo índice se acarició el clítoris y puso el culo frente a la cámara separando con las manos el pompis para mostrar explícitamente su esfínter anal. Se inventó todas las posturas posibles para hacer un reportaje pornográfico de alto nivel y con el sexo totalmente rasurado eran aún más provocativas.
-Bueno, sí que está saliendo caliente este reportaje. Solo me faltaría algo para que fuese perfecto –mi tío dudo un momento antes de hacer su última petición- quisiera hacerte alguna foto con Juan y Jorge.
-Por supuesto, no hay ningún problema. Además, ayer ya hicimos alguna –dijo Anita mientras nos hacía una seña para que nos acercásemos-
-Sí, pero no como las de ayer. Quiero que participen un poco más, que ahora sean ellos quienes te toquen –Julián estaba también lanzadísimo-
Nuestra amiga estaba lanzada y no se extrañó nada por la petición, pero para mí aquello era algo que no se me hubiese ocurrido imaginar unos días antes. Juan, sin embargo, lo aceptó con más naturalidad. Nos pusimos cada uno a un lado abrazándola, mientras ella repetía las poses más descaradas. Era muy excitante, pero no era eso lo que quería mi tío.
-Vamos chicos, que no os he pedido que os pongáis ahí para agarrarla de la cintura. Jorge, tu acaríciale las tetas y tú Juan, que tienes más confianza con ella, tócale el coño, pero con ganas, y si notas que se pone caliente o húmedo, mejor saldrán las fotos.
-Eso Juan, que tu ya estás más acostumbrado –Anita nos quiso animar- y tu Jorge acarícialas sin miedo. No te cortes, que solo es una sesión de fotos.
Como buenos chicos obedecimos y nos pusimos a la labor. Yo palpé con cuidado uno de sus senos, sintiendo su suavidad y firmeza. Poco a poco fui perdiendo el miedo y decidí aprovechar la ocasión. Nunca antes me había visto metido en un aprieto tan placentero. Para mí era un sueño que una chica joven, bonita y simpática como ella me invitase a tocarle las tetas, así que eso hice, y aproveché todo lo que pude.
Juan no tuvo ninguna duda, y manoseó el sexo de Anita de todas las formas posibles. Abriendo su mano la pasó desde el ano hasta el pubis frotando repetidamente, masajeó con dos dedos la vulva, lo apretó con suavidad y jugueteó con la rajita. Mi tío hacía fotos mientras nosotros disfrutábamos manoseando a nuestra amiga, pero aún quería más.
-Muy bien, lo estáis haciendo muy bien. Jorge, tu sigue así y tu Juan, si no te importa, quisiera que le introdujeras dos o tres dedos por la vagina como si la estuvieras masturbando.
Juan miró a Anita, esperando su aprobación y ella sonrió e inclinó la cabeza dando su beneplácito. Ella siguió sentada, pero abrió aún más las piernas para que su buen amigo hiciese la penetración digital. Juan acarició durante unos momentos la vagina para humedecer sus apéndices y no hacer daño a la dama y muy despacio metió el índice y el corazón. Cuando ya los tuvo dentro volvió a sacarlos, para añadir el anular y dar más fuerza a la escena. Entonces empezó a hacer un movimiento de mete y saca que hizo que Anita emitiese unos gemidos de placer.
Ella estaba excitadísima, a punto de perder el control, a Juan también se le notaba lanzado y mi pene quería salirse del bañador. Supongo que mi tío pensó que aquello ya había llegado a un límite y decidió dar por finalizada la sesión.
-Yo creo que ya es suficiente. Creo que saldrá un buen reportaje –aseguró mi tío-
-Gracias Julián, eres un cielo. ¡Qué ganas tengo de verlas! –Anita estaba entusiasmada y aún muy excitada-
-Tendrás que esperar unos días, porque hasta el jueves no pasaré por la tienda.
-Estoy impaciente por verlas. Si te parece le digo a mi padre que las lleve a revelar, que creo que el lunes tiene que acercarse por la capital y las puede llevar a algún sitio de revelado al instante.
-Ehhhh, ¿tú crees que será buena idea?
-Sí, no te preocupes, que ya se lo explico yo.
Yo no podía aguantar más y tuve que entrar al baño a masturbarme. Apenas tuve que tocarme para que el semen saliese disparado. Acababa de vivir la experiencia más morbosa de mi vida. Todavía estaba sentado limpiándome el glande cuando alguien abrió la puerta. Era Anita, aunque rápidamente volvió a cerrar. Cuando terminé ella estaba en el pasillo esperando.
-Perdona Jorge, no sabía que estabas dentro. Yo no quería…
-Tranquila, que no pasa nada. No sé porqué mis tíos no han puesto un cerrojo a esta puerta. Pero pasa, pasa, que yo ya he terminado.
-Gracias, pero no te vayas. Espera un momento que no tardo nada. Quería preguntarte una cosa.
Anita se sentó, completamente desnuda, en el retrete en el que momentos antes yo me había masturbado. Sin ningún pudor empezó a orinar dejando que yo viese tranquilamente como el líquido dorado salía de su chocho. La misma chica que se había disculpado educadamente por abrir antes la puerta ahora me dejaba contemplar aquel momento de intimidad.
-¿Qué te ha parecido la sesión de fotos? -preguntó mientras se limpiaba la rajita con un papel-
-Bien, muy bien, seguro que quedan muy bonitas.
-Eso seguro, pero me daba la impresión de que estabas un poco asustado. ¿Te ha parecido demasiado atrevida?
-Nooo, lo que pasa es que yo no estoy acostumbrado a esto, pero a veces para conseguir lo que quieres hay que ser atrevido. Además no creo que alguien como mi tío vaya a hacer algo incorrecto –mentía como un vendedor de humo-
-Sí, es cierto. Pero como esta tarde han pasado tantas cosas excitantes, me da un poco de miedo que pienses que soy demasiado frívola.
-¿Frívola? No, ni hablar, me pareces una chica estupenda, y mucho más valiente que las demás.
-Gracias Jorge. No sabes cómo me tranquiliza oírte y a ver si te vas soltando, que a veces te noto un poco cortado conmigo. Por cierto, ¿A que me queda bien el chichi peladito? –Anita volvió a abrir sus piernas para que contemplase con calma su sexo-
-Uffff. Siii, te queda genial.
Menos mal que me acababa de masturbar, porque sino seguro que habría eyaculado sin querer en ese momento. Cuando salimos, mi tío ya se había ido al garaje a reparar unas máquinas. Juan, Anita y yo nos dimos un baño en la piscina y ella estaba mucho más desinhibida de lo normal. Aprovechaba cualquier juego para abrazarse o encaramarse encima y hacernos sentir el calor de los senos y el coño. No le importaba que fuese Juan o yo. Guillermo y Pablo se libraban porque estaban más pendientes de su cortejo a Verónica y Laura.
El baño, más que refrescarnos, nos calentó aún más; tanto que, cuando Anita nos propuso salir a tomar el sol, Juan y yo preferimos seguir un poco más a remojo. Los dos tratábamos de aparentar aplomo ante la sensualidad de nuestra desinhibida amiga, pero era imposible permanecer indiferentes ante sus atractivas formas. Al salir, mientras subía la escalera, nos quedamos embobados mirándole el culo. Ella giró la cabeza y, al vernos con la mirada fija en su trasero, nos dedicó una pícara sonrisa.
-Ufff, hay que ver como es Anita. Menudo rato que nos ha hecho pasar en la sesión de fotos ¿eh? –Aproveché cuando nos quedamos a solas para hablar con Juan-
-Sí. Veo que poco a poco la vas conociendo mejor. Supongo que habrás disfrutado tocándole las tetas.
-¡Toma, claro! Aunque más fuerte ha sido verte a ti tocándole y metiéndole los dedos en el coño. Me parece que sois algo más que amigos.
-Mira, si a lo que te refieres es que estamos enrollados o algo así, pues no. Lo que hay entre nosotros es una gran amistad y confianza.
-Joder ¿tanta como para que te deje tocarle las tetas y el culo y meterle los dedos por el coño?
-Pues claro. Anita no tiene prejuicios absurdos. Para ella estar desnuda es algo natural y además es muy cariñosa y le gusta que la mimen y la acaricien, sin preocuparle donde. Mira Jorge, me parece que estás bastante interesado en ella y creo que deberías animarte a conocerla mejor. Quita el miedo y si te da la oportunidad de acariciarla, hazlo.
Aquellas palabras de Juan me conmovieron y me hicieron plantearme las cosas de otra manera. Ya más relajados, salimos de la piscina y acompañamos a Anita a tomar el sol. Estuvimos descansando hasta que el silencio se rompió por el sonido de un todoterreno que se acercaba. Cuando se detuvo delante de la casa, yo pensaba que ella cambiaría de posición o iría a taparse, pues desde el exterior se veía sin problema la zona de hierba donde ella estaba tumbada, pero siguió allí sin importarle quien la viese. Para mi sorpresa, apareció el padre de Anita. Ella se levantó y fue corriendo a darle un abrazo y un beso.
- Hola papi, ¿Cómo así por aquí?
-Hola Anita, traemos unas máquinas para que las revise Julián y como me ha dicho tu hermana que estabais aquí pues nos hemos dicho “vamos a ver qué hace la juventud”.
-Ah, Julián ha dicho que iba al garaje y nosotros, pues lo de siempre; un bañito y tomar el sol.
-Mirad, esta es mi hija pequeña – el padre de Anita le presentó a sus dos acompañantes - bueno, a Carlos ya le conoces.
Carlos era un hombre de unos 60 años, bajito y con el pelo cano.
-Ole las chicas bonitas. Pero déjame que te vea bien – Anita accedió gustosa a su petición y le mostró orgullosa su cuerpo desnudo – caray, hay que ver qué guapa; estás hecha toda una mujer. Y viéndote así, tan… natural, perdona la osadía, pero se te han puesto unas tetas…
-Ohhh, gracias, que cosas tienes – Anita estaba algo ruborizada-
-Y este es Frank, que ha venido a trabajar con nosotros durante un año, es dominicano – el padre de Anita presentó a su acompañante más joven. Un chico moreno y bien parecido de unos 30 años- Frank, espero que no te moleste que Anita esté desnuda, pero tendrás que acostumbrarte, porque a ella le gusta mucho estar así.
-Oh, no, es un placer. Encantado –aunque no era ya un chico, Frank se mostraba nervioso al ver desnuda a nuestra amiga, pero no dudó en darle un par de besos- señorita, permítame decirle que es usted muy linda.
-Oh, gracias, eres todo un caballero -ella también parecía algo azorada- por cierto, siendo caribeño, seguro que eres un buen bailarín.
-Yo no diría tanto, pero en mi país es casi obligatorio saber bailar, jeje.
-Pues mira. Casualidad que esta noche hay una fiesta en la playa. Si quieres puedes venir con nosotros.
-No quisiera molestar – Frank trataba de disimular, pero sus ojos se iban a las tetas y el chocho de Anita-
-Al contrario. Será un placer que nos acompañes, y el primer baile agarrado me lo tienes que dar a mí. A ver si aprendo a bailar música caribeña.
-Es una gran idea –su padre terció en la conversación- Pero tratadle bien; que se encuentre como en su casa.
-Claro, no te preocupes. Por cierto papi ¿No me ves algo diferente? – Anita se separó un par de metros para que su padre la viese de cuerpo entero-
Claro, ya he visto que te has depilado entero el chochete. Mmmm, te queda bien, pero ¿no es algo atrevido?
¿Tú crees? Puede ser, pero me apetecía cambiar. Aunque la idea de pelarlo entero ha sido de Raúl. Dice que así no llamará tanto la atención cuando lleve prendas transparentes, aunque Lucía dice que es porque lo ha visto en Ibiza y le ha gustado.
Jajaja, seguro que es eso. A la que igual no le gusta mucho es a tu madre.
Bah, a mami ya sé que no le va a gustar. Si por ella fuese llevaría un matorral.
Bueno, lo importante es que te guste a ti, porque a los chicos no tengo ninguna duda. Pero eso sí, ten cuidado y date bien de crema, que eso ahora lo tienes más blanquito y no vaya a ser que se te queme.
Claro papi, tranquilo.
La tolerancia de Fernando con su hija era conmovedora. Ella estaba totalmente desnuda y él le presentaba a sus acompañantes sin ningún problema. Incluso parecía orgulloso de que ella les mostrase todos sus encantos. Antes de que fuesen a hablar con Julián, concretamos con Frank la hora y el lugar de reunión para ir a la fiesta de la playa. Y conociendo a Anita, seguro que nos esperaba alguna buena sorpresa.