Anita al natural IV
Jorge sigue disfrutando de sus vacaciones en un pueblecito de Castellón y viviendo excitantes experiencias con sus amigos y la desinhibida Anita.
Ya era viernes. Llevaba allí casi una semana y en esos días había disfrutado más que en varios veranos juntos. Pasado el apuro inicial, empezaba a tener confianza con los chicos y chicas del pueblo y cada vez estaba más a gusto. Me habían recibido como si me conociesen de toda la vida. Sino, no se entendería como desde el primer día Anita me había permitido verla desnuda sin ningún reparo. Sin embargo, aún me imponía demasiado su desnudez. Yo trataba de comportarme con naturalidad delante de ella, pero no podía ocultar mi nerviosismo cuando la miraba.
Cada día era diferente. Cuando íbamos a la playa solíamos llevar comida y pasábamos allí toda la jornada. Era raro que fuésemos solo por la mañana o la tarde, pues entre ir y venir perdíamos mucho tiempo. Lo más habitual era que nos quedásemos en el pueblo. Entonces, por la mañana Guillermo y yo hacíamos algo de deporte y nos refrescábamos en la piscina de mis tíos. La tarde la pasábamos en el pozo del arroyo y después de cenar nos reuníamos en los bancos de la plaza o tomábamos algo en el bar. No eran planes extraordinarios, pero lo pasábamos muy bien. Y todo eso, con una chica que se desnudaba a la menor ocasión, era mucho más atractivo. En menos de una semana había hecho un curso rápido de anatomía femenina.
Pasada la sorpresa y los nervios iniciales, ya podía disfrutar mirándola sin miedo a perder el control. No hacía falta espiarla, bastaba con mantener una charla con ella para contemplar con calma sus tiernos y rosados pezones. Tan sólo era cuestión de esperar para deleitarse admirando cada detalle de su seductora vagina. Me gustaba la serenidad con que mostraba los tesoros de su cuerpo, con dulzura y coquetería, sin rozar nunca la grosería. Poco a poco me iba encontrando más a gusto charlando con ella, y no sólo por lo que veía.
Hacia una buena mañana y, después de desayunar, mi primo y yo preparamos las bicicletas para dar una vuelta por las pistas cercanas. Yo no estaba muy entrenado, pero esa era una buena ocasión para ponerme en forma. Salimos por el camino que pasaba por el pozo del arroyo. Recordé el primer día que fuimos allí y el susto que se dio aquel ciclista cuando casi se cae por mirar las tetas de Anita. Me ponía en su lugar y pensaba en lo excitante que tuvo que ser para ellos cruzarse con ese bombón semidesnudo.
Después de llanear por varios caminos, Guillermo enfiló hacia una cuesta que subía a una colina. La pista discurría entre pinos y zarzales y la pendiente no era muy pronunciada, pero yo iba bastante fatigado. Además no manejaba bien los cambios y no aprovechaba bien el esfuerzo. Creí que no alcanzaríamos nunca la cima, pero cuando por fin llegamos mereció la pena.
Jorge, parece que vienes asfixiado, jajaja – se carcajeó Guillermo - A ver si este verano te pones en forma, que tampoco es para tanto.
No me jodas, menuda paliza me estás dando. Que tu esto lo tienes entrenado.
Venga hombre, no te quejes tanto y disfruta de las vistas.
Con tanto sofoco no me había dado cuenta de que estábamos en un alto desde el que se veía una amplia extensión de terreno hasta el mar. Aunque no habíamos subido mucho, teníamos una bonita perspectiva de los montes que rodeaban al pueblo. Era un placer contemplar el contraste entre el verde de los árboles con el color ocre de la tierra. Desde allí las casas parecían más blancas y los árboles de la plaza mucho más frondosos. Y justo en medio destacaba el bar de Emilia.
- Mira, si está Anita en la terraza – dijo mi primo sonriendo -
En la parte delantera del bar había un par de mesas con sillas y encima la terraza de la vivienda. Allí estaba nuestra amiga, tumbada en una hamaca tomando el sol. Nosotros estaríamos a unos doscientos metros en línea recta, pero se veía bien su piel morena. Con la cabeza dirigida hacia nuestra posición, destacaban las redondas formas de su pompis, aunque no se apreciaba si llevaba alguna prenda que cubriese su desnudez, como un tanga o una braguita recogida, o si estaba en pelota picada. Nosotros nos encontrábamos rodeados de árboles, por lo que era más difícil que ella nos viese. Guillermo se puso a silbar, o algo parecido, porque con lo que hacía, apenas se le escuchaba.
- Déjame, que pedaleando me ganarás, pero silbando no creo - por lo menos en eso no había quien me ganase -
Coloqué dos dedos en la comisura de los labios y soplé con fuerza emitiendo un sonoro pitido. Mi primo se sorprendió y empezó a agitar los brazos para que nos viese nuestra amiga. Ella se incorporó y, de rodillas sobre la hamaca, empezó a mirar a todos lados, intentando localizar el origen de los silbidos. Al ver los colorados pezones y la sombra de su pubis supe que estaba totalmente desnuda. A pesar de lo que había visto esos días, me sorprendió que también allí tomase el sol en cueros, pues desde las viviendas vecinas la podían ver sin problema, aunque a ella parecía no importarle demasiado.
Tuve que repetir varias veces los silbidos hasta que nos localizó. Entonces, ella también nos saludó agitando los brazos. Era una delicia como se bamboleaban sus tetas con el movimiento.
Esta Anita es la ostia, no se corta un pelo… y con lo buena que está – dije mientras saludaba a nuestra amiga -
Jajaja, vaya, no se porqué me da que a ti te gustaría tener rollo con Anita.
Hombre, no se si yo… ya me gustaría, pero seguro que no le faltan novios.
Bueno, alguno si que anda detrás de ella, pero yo en tu lugar lo intentaría. Seguro que tienes posibilidades.
Hasta entonces no me había atrevido ni a planteármelo. Quizás no me valoraba lo suficiente y me parecía demasiado para mí. Anita era una chica de ensueño: guapa, divertida, con buen cuerpo y sobre todo muy desinhibida. Si se mostraba desnuda con tanta facilidad, seguro que tendría mucha experiencia sexual. Yo no estaba mal físicamente, pero apenas había tenido algún escarceo con chicas, sin pasar de toqueteos, y para ella solo sería un aprendiz.
Me habría pasado toda la mañana contemplándola. Estaba algo lejos y no podía apreciar su cuerpo con detalle, pero la distancia me permitía admirarla sin que ella se sintiese observada. Cansada de saludar y hacer gestos que no entendíamos, la bella nudista se volvió a tumbar en la hamaca. Era ya casi mediodía y el sol iluminaba con fuerza su piel morena y brillante. Pero lo que más me impresionaba era la tranquilidad con que exponía sus encantos al aire, a pesar de las miradas furtivas de sus afortunados vecinos.
Tuvo que ser Guillermo quien decidiese continuar con la vuelta en bicicleta. Seguimos pedaleando por los altos, pero yo ya no sentía apenas cansancio; mi mente estaba ocupada pensando en Anita y su cuerpo desnudo al sol. Mi primo me llevó a varios sitios con maravillosas vistas de la zona, hasta que tomamos el camino de regreso al pueblo. Y no había mejor plan que parar en el bar de Emilia a tomar un refresco para calmar la sed. Pedimos las bebidas en la barra y salimos a una mesa del exterior a tomarlas.
En la delantera del bar tenían una superficie elevada medio metro sobre la plaza, acotada por un murete bajo. Allí había dos mesas con sillas y encima, cubriendo la mitad de esa superficie, estaba la terraza donde habíamos visto a Anita tomando el sol. A esa hora apenas había dos jubilados dentro del bar y otros cuatro en la plaza, sentados en un banco debajo de un árbol. Todavía faltaba un rato para que llegasen los que trabajaban cerca a tomar algo antes de comer. Yo estaba excitado pensando que justo encima podría estar Anita totalmente desnuda. La terraza también tenía un murete que impedía ver desde abajo, pero cuando salió Emilia a recoger unos vasos salimos de dudas.
Emilia, ¿no está Anita por ahí? – preguntó Guillermo -
Pues si, supongo que seguirá arriba tomando el Sol. ¡Anitaaaa! – Emilia llamó a su hija en un tono muy acorde al lugar en que nos encontrábamos -
¿Qué pasa mami? – escuchamos como nuestra hermosa amiga respondía desde la terraza -
Están aquí tus amigos, Guillermo y este… Jorge.
En un instante se asomó sonriente nuestra preciosa amiga. El murete de la terraza solo permitía que la viésemos de cintura para arriba, suficiente. Espontánea y natural, no se entretuvo en cubrirse y se presentó con los senos desnudos. Se había recogido la melena en una especie de moño para evitar indeseables marcas en el bronceado. Estaba preciosa.
Hola chicos, ¿Qué tal?
Pero hija, ¿pero como te asomas así? Anda, tápate las tetas que te está viendo todo el pueblo - a su madre no le hacía nada de gracia la frescura de su hija-
Ay mami, que exagerada eres, si no están más que los cuatro de siempre en la plaza y solo voy a charlar un poco con Guillermo y Jorge.
Emilia volvió a entrar al bar con cara de enfado, mientras su hija sonreía asomada a la terraza. Ella no comprendía la reacción de su madre; le parecía ridículo estar tomando el Sol y tener que taparse para hablar con unos amigos que ya le habíamos visto las tetas más veces. Mientras, los jubilados que conversaban en la plaza habían abandonado sus discursiones para mirar sin disimulo a la bella jovencita.
Vaya, parece que tu madre se ha enfadado – le dije un poco preocupado –
Bah, es una exagerada. Siempre está igual, pero no te preocupes, que enseguida se le pasa – Anita estaba tan tranquila – bueno, ¿Qué tal la vuelta en bici?
Muy bien, Guillermo me ha llevado a unos sitios con unas vistas alucinantes.
Si, pero a ver si le entreno más, que ha acabado asfixiado, jajaja - afirmó mi primo -
Anita se apoyaba en el muro con los brazos cruzados mientras hablábamos. Sus pechos descansaban sobre los antebrazos, ofreciendo un aspecto más voluminoso. Yo había adquirido el temple necesario para simular indiferencia, pero por dentro ardía ante los estímulos eróticos que emitía el cuerpo de mi amiga. Disfrutaba observando cada detalle de su anatomía. Me llamaban la atención sus pezones, redondos y dilatados por el calor, con un color rosado claro, que destacaba sobre el tono tostado de sus senos.
Mi refresco estaba bastante frío, y para no castigar demasiado mi garganta, metí los dedos en el vaso para sacar los hielos.
¿Qué vas a hacer con los hielos, no los irás a tirar? – me preguntó Anita -
Si, no me quiero joder la garganta.
Ah, pues pásamelos, que estoy asada y así me refresco un poco.
Por supuesto, no tenía el menor inconveniente. Uno a uno se los fui lanzando y pude comprobar su habilidad para cogerlos. Involuntariamente me hizo disfrutar viendo como sus tetas rebotaban anárquicamente cada vez que saltaba y estiraba los brazos para atrapar los cubitos. Me daba algo de apuro imaginar lo que pensarían los abueletes que la veían desde la plaza, pero no, no les parecía nada mal. Al contrario, miraban embobados y comentaban entre ellos las evoluciones de nuestra atrevida amiga.
- ¿Sabéis? Estoy esperando que lleguen mi hermana y mi cuñado. Han estado en Ibiza y me dijeron que me iban a traer alguna cosilla de allí. Estoy supernerviosa
Mientras hablaba, Anita se refrescaba la frente y la nuca con los hielos. Hacía gestos de estremecimiento al sentir el frío sobre su piel ardiente. Cuando empezó a pasárselos por la garganta, algunas gotas se deslizaron por su pecho, unas hacia las tetas y otras por el canalillo. Era una locura; disfrutaba mirándola, pero también me preocupaba lo que pensarían los paisanos que la veían desde la plaza. Era absurdo, porque ella no estaba nada apurada y seguía charlando tranquilamente.
Pero no se quedó ahí y lo siguiente fue pasarse los hielos por los senos. Se le empezó a poner la piel de gallina y las areolas, hasta entonces dilatadas y tiernas, se fueron contrayendo. Guillermo y Anita mantenían la conversación; yo no podía, y menos al ver como deslizaba suavemente los hielos por los pezones, que se habían puesto pequeños y duros. Aquella era una de las escenas más tórridas que había contemplado nunca.
Sentía algo así como pudor ajeno. Estaba nervioso al verla con las tetas al aire a la vista de aquellos hombres. Pero debía ser el único, porque ella estaba tan tranquila, y ellos tampoco parecían extrañados, y menos escandalizados. Miraban descaradamente, alborozados, disfrutando del espectáculo. Eso sería normal si ella estuviese en bikini, pero estando desnuda, al menos de cintura para arriba, me parecía increíble su reacción. Incluso una mujer que entró en el establecimiento a hacer alguna compra, saludó a Anita con cordialidad. Lo normal es que una chica asomada a la terraza en topless en la plaza del pueblo, habría provocado un escándalo, o por lo menos extrañeza, pero aquel lugar rompía todos los esquemas.
Llevábamos allí un buen rato charlando –aunque yo casi ni me enteré de que hablamos-, y poco a poco fueron llegando hombres a tomar algo antes de comer. A ella no le importaba que la viesen con las tetas al aire, e intercambiaba saludos con todos ellos sin hacer amago de taparse. Por supuesto, todos se quedaban mirando sus pechos, pero ninguno se sorprendía de verla así, incluso alguno se permitió obsequiarla con un bonito piropo. Terminamos nuestras consumiciones, nos despedimos de Anita para volver a casa y ella se recogió en el interior de la terraza.
Cuando llegamos al chalé, iba tan excitado pensando en los pechos de Anita y la escena de los hielos, que tuve que ir rápidamente al baño a aliviarme. De lo contrario, al recordarlo, podría haber quedado en evidencia en cualquier momento. Antes de comer nos dimos un baño en la piscina y no era cuestión de que bajo mi bañador se notase un bulto sospechoso.
Ese día mi tío volvió antes de trabajar y comimos todos juntos. Hacía un día estupendo y pusimos la mesa en la terraza junto al jardín, bajo una buena sombra. Estábamos muy a gusto y charlamos animadamente de muchos temas. Mis tíos se interesaron por como lo estaba pasando, y les contamos lo que habíamos hecho esa semana. Me gustaba la confianza con que hablábamos con ellos, algo que nunca había hecho con mis padres.
Estábamos tomando el postre cuando sonó el teléfono. Guillermo se levantó rápidamente y fue a contestar. Era Anita, diciendo que su hermana y su cuñado acababan de llegar y aún no habían comido, así que terminarían tarde. Habíamos quedado en ir al pozo del arroyo, y nuestra amiga llamaba para preguntar si nos importaría quedar más tarde.
- Bueno, por mi no hay problema, pero igual se nos hace muy tarde…si, si…oye ¿y por que no nos quedamos aquí? Están mis padres, pero no creo que…noo, tranquila…vale, pues aquí os esperamos.
Habían cambiado los planes. Esa tarde no vería a mi amiga bañándose desnuda en el río, un espectáculo que esperaba a diario con impaciencia. Pero se abría otro interrogante, si mis tíos se quedarían con nosotros y si ella se atrevería a desnudarse delante de ellos. Con los antecedentes de los días anteriores, no sería algo extraño, pero aún tenía alguna duda siendo los padres de su amigo. En cualquier caso, la idea me parecía morbosa y mientras sesteaba esperando que llegaran los demás, me excitaba fantaseando con la idea de que nuestra simpática amiga corretease en cueros por el jardín delante de mi tío.
Curiosamente, Anita fue la primera chica en llegar. Estábamos sentados en el jardín y la vimos acercarse sonriente por el camino acompañada por Juan. Formaban una pareja muy curiosa. Ella estaba maravillosamente sexy, vestida con un pareo azul clarito con motivos playeros cruzado sobre el pecho y anudado en la nuca. Por abajo le quedaba cortito, y la tela apenas cubría su trasero, dejando a la vista sus preciosas piernas morenas. Moría por verla desnuda, pero así también estaba muy atractiva. El llevaba un bañador largo, casi hasta la rodilla, y una camiseta blanca con un dibujo en el pecho. No es que fuese mal vestido, pero viéndole al lado de Anita, no pegaba ni con cola.
Cuando estuvieron más cerca pude comprobar que la prenda que lucía nuestra amiga era tan fina que permitía que se le viesen perfectamente las tetas. Por la parte central se cruzaba la tela y tapaba algo más. Traía una bolsa de playa al hombro y se la notaba muy contenta. Mi prima Virginia ya se había ido con sus amigas. En el jardín sólo estábamos Guillermo y yo sentados en unas sillas; mis tíos estaban dentro de la casa haciendo sus cosas, pero cuando oyeron la voz de Anita no tardaron en salir a saludar. Ella se acercó a mi tía Lidia a darle un par de besos, y después a mi tío Julián. Un escalofrío me recorrió en cuerpo al verla de espaldas y comprobar que bajo la tela del pareo no llevaba absolutamente nada y se veían perfectamente las fabulosas formas de su trasero. Mientras, mi tía seguía la escena y la miraba de arriba abajo.
Vaya, Anita, con ese pareo estás preciosa.
Gracias Lidia, ¿te gusta?, me lo ha traído mi hermana de Ibiza.
Ya lo creo que me gusta, pero es que además con un cuerpo como el tuyo queda espectacular. Seguro que Julián está de acuerdo conmigo.
Hombre, como para no estarlo. Que pena no tener unos años menos, porque te ibas a enterar, jajaja. Seguro que los chicos andan locos detrás de ti.
Los comentarios de mis tíos habían conseguido que Anita se ruborizase. Era curioso en una chica tan atrevida como ella, que se exhibía totalmente desnuda con naturalidad; pero en el fondo era muy pudorosa y su rostro se ponía colorado cuando se sentía el centro de atención. Antes de que llegasen los demás, nos sentamos en el jardín a tomar unos refrescos. Yo no podía quitar la vista del cuerpo de Anita. Me excitaba muchísimo que estuviese tan tranquila delante de mis tíos con ese modelito que apenas ocultaba las tetas y el culo. Ya la había visto varias veces desnuda, pero adivinar sus formas bajo las transparencias del pareo me resultaba increíblemente morboso.
Mi tío tampoco perdía detalle, pero actuaba con naturalidad, incluso cuando ella se sentó en la silla frente a él. Al acomodarse en el asiento el pareo se abrió, cayendo un extremo de la tela hacia un costado. Desde la base de los pechos hasta la pierna su piel quedaba al descubierto por un costado, mientras el ombligo y el pubis lo cubría el otro extremo de la tela. ¡Que espectáculo! La prenda era tan fina que se transparentaba y se distinguían perfectamente los pelillos, cuidadosamente recortados. Además, cualquier movimiento o incluso una suave brisa podrían hacer que la tela se moviese y su sexo quedase al descubierto. Me sentí como el primer día en la plaza, cuando pude ver su rajita por debajo de la falda. Que estuviese así delante de los amigos me parecía increíble, pero que lo hiciese ante mis tíos era demasiado. Pero ellos tampoco parecían escandalizados.
Así que tu hermana y tu cuñado han estado en Ibiza. ¿Qué tal se lo han pasado? – preguntó mi tía -
Muy bien. Dicen que han estado todo el día en la playa y de discotecas. Allí hay mucha marcha, y unas calas preciosas. – Me resultaba dificilísimo seguir la conversación pensando que en cualquier momento su coño podía quedar a la vista -
Si, las calas de Ibiza dicen que están muy bien, además muchas son nudistas – Mi tío Julián estaba bien informado -, seguro que han estado en alguna.
Pues no se. No han dicho nada. Ya sabes como es mi madre, que eso no le gusta nada, así que como para que le diga mi hermana que ha estado haciendo nudismo. Pero no creo…
Anita tenía mucha confianza con mis tíos y estuvieron un rato charlando animadamente. Se notaba que le tenían mucho cariño y la trataban como a una hija. Guillermo y Juan escuchaban atentos y de vez en cuando hacían algún comentario. Yo prefería admirar la belleza de nuestra amiga y mi corazón daba un vuelco cada vez que la tela se movía dejando a la vista el pubis o su jugosa rajita. Ella no le daba importancia y, cuando se daba cuenta, se volvía a tapar, mientras mi tío trataba de disimular pero constantemente dirigía su mirada hacia la entrepierna de la muchacha.
No duró mucho la conversación, porque enseguida llegaron Pablo, Verónica y Laura. Nada más saludar, en cuanto vieron el pareo de Anita, las otras dos chicas empezaron a dar saltitos y exclamar lo que les gustaba. Animada por esa muestra de entusiasmo, nuestra bonita amiga, se levantó para que lo viesen mejor y estirando la prenda con las manos, dio una vuelta para lucirlo. La fina tela cogió vuelo dejando a la vista el trasero y el pubis. Ellas alababan la belleza de la prenda, mientras mis tíos miraban sonrientes.
Jo, ese pareo es precioso – dijo Verónica, que también había venido muy sexy -
Pues no habéis visto nada. Mirad lo que me ha traído mi hermana de Ibiza.
Anita se puso en cuclillas, sin evitar que sus rodillas quedasen separadas y con la tela del pareo abierta hacia los costados, dejando a la vista su sexo abierto. Con carita pícara y presumida, abrió la bolsa y sacó varias prendas de verano. Laura y Verónica admiraban jubilosas los modelitos que les mostraba: pareos, falditas, tops y un par de vestidos; todos muy ligeros y casi transparentes, como el que ella llevaba. Yo estaba como hipnotizado y con la excusa de mirar las prendas, me deleitaba contemplando lo que nuestra amiga nos dejaba ver en tan sugerente postura.
Guillermo, Juan y Pablo permanecían en silencio como yo, y no se si admiraban los conjuntos veraniegos o ese maravilloso coño que Anita nos mostraba, no se si descuidadamente o alardeando de su belleza. Mientras, mi tío aparentaba más indiferencia, aunque tampoco apartaba la mirada de la jugosa almejita de nuestra amiga. Pero lo más chocante fue cuando me miró, esbozó una sonrisa cómplice y volvió a dirigir su mirada hacia el sexo de Anita. Y es que ¿Cómo demonios iba a permanecer indiferente un hombre ante una chica hermosa como Anita con el coño al aire?
-¿Qué, os gustan? Pues venga, probaos los que queráis y elegid uno, que mi hermana me ha dicho que os regale alguno – dijo Anita a sus amigas y mi tía -
- ¿En serio? Ah, pues yo me voy a probar este.
La primera en animarse fue Laura. Sin pensárselo dos veces, se quitó la camiseta de tirantes y el pantaloncito corto que llevaba, apareciendo ante nosotros con un favorecedor bikini de triángulos azul que realzaba sus voluptuosas formas. Me fascinaba como sus pechos amenazaban con salir por los lados de un momento a otro. Cogió un pareo amarillo con florecitas verdes y se lo enrolló, terminando con un nudo sobre su pecho. Estaba maravillosa; la tela era tan fina que dejaba a la vista toda su exuberante anatomía. Debajo, el bikini le quedaba perfecto, pero creo que yo no era el único que habría dado una fortuna por verla sólo con el pareo. A ella no le gustó mucho, e inmediatamente se lo quitó para probarse más prendas.
Verónica había llegado con un vestido azul de manga corta, tipo minifalda, que dejaba a la vista sus fabulosos muslos morenos. Cuando se lo quitó, nos quedamos boquiabiertos. Y eso que era difícil sorprendernos teniendo al lado a Anita casi desnuda. Lucía un bikini verde espectacular. La parte superior apretaba sus senos hacia el centro, dándoles una forma muy provocativa y emergía el suave relieve de los pezones. La braguita –en el pueblo no se atrevía a usar tanga– era aún más sugerente; muy elevada por los costados, la lycra se ajustaba como una segunda piel, marcando exageradamente la forma del culo y la rajita. Incluso se evidenciaba la fina tira de pelillos que decoraba el pubis. La cara de Guillermo era un poema, se le notaba excitado y no podía articular palabra.
Jo tía, menudo bikini, ¡si se te marca todo! – Anita dijo lo que todos estábamos pensando-
¿Qué dices? ¿Te parece muy atrevido? – Verónica estaba algo ruborizada -
Bueno, aquí estamos entre amigos y no creo que nadie se escandalice, pero yo desde luego en el pueblo no me lo pondría.
Jajaja, ¡Claro que no, Anita! ¡Tú no te pondrías ni ese ni ningún otro! - Afirmó Pablo, provocando una carcajada general -
Nuestra desinhibida amiga también se rió e hizo un gesto dándole la razón. Resultaba como mínimo curioso que fuese Anita quien advirtiese sobre lo atrevido del bikini de su amiga, pero para ella estar desnuda era algo normal y ni se planteaba que a nadie le escandalizase. Lo cierto es que aquel modelito era muy provocativo, aunque Verónica tuviese sus encantos coquetamente escondidos y a ella se le viesen perfectamente las tetas a través de la tela y con los movimientos tuviese casi todo el tiempo el coño al aire.
Verónica eligió un conjunto de dos piezas: una faldita que se ataba al costado y un top sin tirantes. Todo en color claro, con florecitas y en una tela muy ligera, pero no tanto como la de los pareos. La parte de abajo le quedaba espectacular, con algo de caída en un muslo y al descubierto por el costado de la lazada, tapando lo mínimo. La parte de arriba era más ajustada – le costó un esfuerzo ponérsela – y nos permitía disfrutar de las bellas formas de sus pechos. Sin embargo, el contraste con la parte superior del bikini rompía la estética.
Ay Vero, te queda muy bien, pero eso es para llevarlo sin suje. ¿Por qué no te lo quitas para probar? – indicó mi tía, poco sospechosa de querer ver los pechos de Vero -
Si, tienes razón. Voy al baño y me lo quito allí, que esto me está tan justo que aquí no creo que lo pueda hacer sin que se me escape algo. – Verónica no quería quedarse con las tetas al aire por accidente -
Espera, que ya te tapo yo.
La reacción de Anita fue inmediata. Con un gesto rápido, deshizo el nudo que ataba su pareo en la nuca. Se despojó de la tela y, después de darle un doblez, la puso delante de su amiga para que se quitase la parte de arriba del bikini con tranquilidad. ¡Que paradoja! Nuestra bonita amiga se había quedado en cueros para tapar con la tela a Verónica y que no viésemos, siquiera fugazmente, sus senos. Cierto es que estaba deseando ver los preciosos pechos de aquella preciosa rubia, y no digamos lo que pensaría mi primo; pero contemplar el maravilloso cuerpo desnudo de Anita era algo indescriptible.
Menos mal que al mediodía, de vuelta a casa, después de verla desnuda en la terraza sobre el bar, me había hecho una buena paja. Sino no se como podría haber aguantado esa situación tan excitante sin quedar en evidencia. Con aquella chica no parecía haber límites. Cuando creía haberla visto en una situación insuperable, volvía a sorprenderme. Me parecía increíble que se exhibiese totalmente desnuda delante de mi tío, que la miraba complacido, entonces si, con las tetas y el coño al aire sin nada que lo ocultase. Y para añadirle más morbo, ella sonreía pícaramente presumiendo de evitarnos la visión de los senos de su amiga.
Detrás de la tela se podían intuir las maniobras que tuvo que hacer Verónica para desprenderse de la parte superior del bikini. Cuando por fin terminó y nos dejo ver como le quedaba el conjunto, todos coincidimos en señalar lo sexy que estaba. La fina tela dejaba ver la sombra colorada de los pezones, que se marcaban puntiagudos. Era algo atrevido, pero del gusto de una chica seductora como ella. Laura ni se molestó en probarse ese modelito, pero si el pareo azul que antes llevaba Anita y un bonito vestido corto. Aquel improvisado pase de modelos era un fabuloso privilegio para nuestros ojos.
Anita dejó para el final el pareo amarillo. Cuando se lo había puesto Laura me había llamado la atención como dejaba ver su bikini azul, pero en Anita el efecto era brutal. Sin cruzar la tela, se lo había anudado sobre un hombro, dejando el otro al descubierto. También quedaba al aire el costado donde tenía la lazada, mostrando de arriba abajo la piel desnuda y dejando asomar el lateral de un seno. Resultaba muy erótico, algo curioso teniendo en cuenta que podíamos verla desnuda en cualquier momento y que la tela era tan liviana que apenas ocultaba nada. Y lo que tapaba era un cuerpo bien formado, un vientre plano y duro, unas maravillosas tetas redonditas y una deliciosa rajita.
Con ese pareo estás impresionante. Más sexy no te lo puedes poner, ¿verdad chicos? – mi tío nos miró guiñando un ojo y nosotros asentimos -
¿Cómo que no? – dijo Verónica en tono de broma mientras le bajaba la tela para dejar uno de sus pechos al descubierto -
Ah, pues si, tienes razón – contesto mi tío, mientras los demás reíamos -
Bueno, bueno, lo tendré en cuenta – sentenció Anita - pero os quería consultar una cosa.
Todos callamos esperando la pregunta. No se molestó en cubrirse el seno desnudo y se levantó el pareo dejando su sexo a la vista.
Pues antes de venir, probándome este pareo en casa, mi hermana y mi cuñado me han dicho que tengo el pubis con demasiado pelo y que eso ya no se lleva y además, con ropa transparente da mucho el cante. ¿Qué os parece?
¿Cómo? ¿Pelarte el chichi? Ay chica, no se, si donde hay pelo hay alegría – Laura no parecía muy de acuerdo -
Además, igual te queda la rajita muy descarada – añadió Verónica –
Pues mira, la rajita si que me la voy a depilar, lo que tengo duda es si hacer lo mismo con el pubis yo dejarlo pero más estrechito y arreglado – aclaró Anita -
Di que si. Que ya no se llevan las pelambreras – curiosamente mi tía parecía más moderna que Verónica y Laura – además, así seguro que estás mucho más fresquita.
Anita, con pelo o sin pelo lo que está claro es que tienes un conejito precioso – las palabras de mi tío hicieron que Anita se pusiera un poco colorada -
Tú prueba, y si no te gusta, con dejarlo crecer otra vez listo – dijo Pablo, mientras que Juan se limitó a apretar los labios y levantar las cejas mostrando sus dudas.
Pues igual no queda mal – intervino Guillermo – yo se lo he visto en alguna revista y está chulo.
Ya me imagino yo en que clase de revista has visto tu eso – le recriminó mi tía en tono de broma.
Ah, si tienes alguna por ahí ya me la podías dejar ver y así me hago a la idea – terció Anita.
Eh, si, bueno, si quieres luego, ahora mejor nos damos un baño ¿no os parece? – mi primo zanjó la cuestión.
Si, que seguro que después del pase de modelos tenéis ganas de refrescaros un poco – añadió mi tío – pero antes me gustaría haceros unas fotos, que es la primera vez que os juntáis aquí este verano.
A todos nos pareció una buena idea, aunque mi tía nos dijo que tenía que hacer unas cosas y se metió a la casa. Mientras él fue a por la cámara, nosotros nos fuimos preparando. Laura y Verónica se arreglaron un poco el pelo y estiraron la tela de los bikinis para que nada escapase sin querer. También Anita se preparó para posar como más cómoda se encontraba. Soltó el nudo del pareo – que a esas alturas apenas tapaba nada – y se ahuecó el cabello para aparecer aún más bella en las instantáneas.
A esas alturas ya no me sorprendió que mi tío ni se inmutase cuando volvió al jardín y la vio en pelotas preparada para las fotos. Lo que me llamaba la atención era la naturalidad y frescura con que miraba a las chicas, sobre todo a nuestra Venus desnuda. Guillermo se apresuró a buscar la compañía de Verónica para posar con ella en las fotos y Laura hizo lo mismo con Pablo. Anita sonrió e hizo un gesto para que Juan y yo nos pusiésemos a su lado.
Nuestro amigo más joven no dudó y pasó el brazo por su cintura y yo, para no ser menos imité su acción. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo al sentir la suavidad de su piel, sobre todo cuando miré de reojo hacia sus tetas y vi mi mano debajo de una. Con un leve movimiento podía haber palpado ese suave tesoro, pero fui prudente y resistí la tentación. Julián nos dijo que nos juntásemos más para hacer la foto y entonces fue cuando ella apretó contra mi costado uno de sus tersos senos.
- ¿Preparados chicos? Venga que va la primera – mi tío nos iba dando instrucciones mientras apretaba el disparador de la cámara – sonriendo…, bien. Ahora las tres chicas.
Se notaba que le gustaba la fotografía. Tenía una buena cámara que manejaba con soltura moviéndose para obtener la mejor perspectiva y encuadre. Las chicas se encontraban a gusto posando para él, adoptando posturas terriblemente sensuales. Sin embargo, era evidente que la más sexy era Anita, que mostraba con coquetería las tetas y el coño ante la cámara en atrevidas posturas. Después de varias tomas, parecía que la sesión había terminado.
Pues muy bien, yo creo que ya vale para tener un buen recuerdo – dijo mi tío, antes de recoger el equipo – aunque si alguno queréis alguna foto en especial, todavía me queda alguna en el carrete.
Bueno, a mi si que me gustaría pedirte algo – dijo Anita, un poco cortada – verás, como mañana voy a depilarme, me gustaría que me hicieses alguna foto para así poder comparar.
Por supuesto; me parece una idea fantástica. Si quieres te hago unas fotos de cuerpo entero y algún primer plano para que se aprecie mejor el detalle.
Vaya, que le iba a hacer unas fotos a ella sola desnuda como quien hace unos retratos para el álbum familiar. Si me lo hubiesen contado no me lo hubiese creído, pero aquello era real. Primero le hizo una de pies, con las manos en la cintura, y luego arrodillada cruzando los brazos tras la nuca ofreciendo unas maravillosas vistas de su bien proporcionado cuerpo y sus más tentadores tesoros, brindando siempre una preciosa sonrisa. Finalmente se sentó y, después de hacerle un retrato al estilo de Emanuelle, acercó la cámara a la entrepierna.
Los demás seguíamos en silencio las evoluciones de fotógrafo y modelo. Yo contenía la respiración y rezaba para que mi pene no diese un respingo ante tan excitante espectáculo. Mi tío, sorprendentemente tranquilo, enfocaba con calma mientras ella, entonces sí un poco nerviosa, procuraba ofrecer la mejor vista de su sexo. Después de hacerle dos fotos de frente, Julián le preguntó si le parecía suficiente o quería algo más atrevido.
Ella, algo apurada, le contestó que, ya puestos, le apetecía que le hiciese alguna un poco “picante”. Siguiendo sus indicaciones posó primero con las piernas totalmente abiertas y después por detrás, con el culo en pompa, dejando ver lo más profundo de su sexo, rosado y húmedo. Las poses eran tan explícitas que pude apreciar con detalle sus orificios más íntimos. Se notaba que nuestra bella amiga se preocupaba de estar siempre perfecta hasta en los mínimos detalles. El esfínter y la rajita estaban perfectamente rasurados, limpios y tiernos. Yo, que era tan escrupuloso, me sorprendí deseando lamer esos maravillosos agujeros para probar sus jugos ricos como el almíbar.
Pues ya se ha terminado el carrete; que pena, porque tienes un conejito precioso. Estaría horas haciéndole fotos – admitió mi tío.
Gracias por el cumplido, que amable – respondió ella un poco sonrojada – si quieres, dame el carrete y ya se lo doy yo al cartero para que lo lleve a revelar.
Mi tío rebobinó el rollo y se lo entregó a la chica para que lo mandase a revelar. Allí era habitual que el cartero hiciese algunos recados a los vecinos del pueblo, entre ellos, llevar a revelar los carretes de fotos. Yo pensaba que con esas fotos serían más discretos, pero no parecía importarles que además de hacer el recado, el cartero pudiese echar un vistazo a tan sugerente reportaje.
- Bueno chicos, no os entretengo más. Me voy a hacer unas chapuzas al garaje – se despidió mi tío.
Inmediatamente, todos nos metimos a la piscina a refrescarnos. La pileta, de plástico, redonda y de unos cuatro metros e diámetro, se quedaba pequeña cuando todos estábamos dentro, así que aquello parecía una olla a presión. Al chapotear -nadar era imposible- el agua se movía como si hirviese. Era una verdadera suerte tener tan cerca los cuerpos mojados de aquellas jovencitas y encontrarse en las zambullidas con sus muslos, sus glúteos o los senos desnudos de nuestra dulce sirenita. Laura nos alegraba la vista con el movimiento de sus generosos pechos, que rebotaban con cada salto y el escueto bikini de Verónica se transparentaba dejando entrever sus pezones contraídos y la rajita depilada.
En un salto, a Laura se le escapó parte de una teta del sostén. Ella no se dio cuenta y casi todo el pezón quedó a la vista. Era oscuro y grande, aunque se había contraído algo por el contacto con el agua. Yo no me atreví a decirle nada, y los otros chicos tampoco; nos limitábamos a disfrutar admirando esa magnífica tetaza. Pero el espectáculo tan sólo duró unos instantes porque, dando un salto, Anita se puso delante de su amiga, haciendo que sus propios pechos botasen alegremente. Con su juvenil cuerpo desnudo ocultó de nuestra mirada el pezón fugitivo de su amiga.
-Ehhhh, ¿Qué miráis, cochinotes? – nos regañó Anita con una amplia sonrisa.
Era encomiable el celo que ponía nuestra amiga por evitar que viésemos los encantos de las otras chicas mientras ella nos mostraba con desparpajo las tetas y el coño. Laura se recolocó el sujetador y seguimos un rato con los juegos, aunque tanto ella como Verónica con mucho más cuidado para que nada quedase a la vista por accidente. Por supuesto, eso no iba con Anita, que se mostraba particularmente juguetona y despreocupada propiciando alguna situación caliente. Yo temía perder la compostura cada vez que nuestra despelotada amiga se subía a la escalera. Al ascender, las gotas resbalaban por su piel dando a su cuerpo desnudo un brillo singular. La perspectiva que ofrecía era tan atractiva, que los chicos no podíamos evitar que nuestras miradas se dirigiesen al trasero y el coño.
- Anita, eso es una hucha, y no donde meto yo los ahorros - se animó a decirle Pablo.
Todos nos reímos, aunque a Laura se le notaba que no le hacía mucha gracia aquella atrevida broma entre amigos. La venganza de Anita no se hizo esperar. Dio un salto y recogió las piernas para salpicar más en la caída e inmediatamente se abalanzó sobre Pablo tratando de hacerle una aguadilla. Este se vio sorprendido, sobre todo al encontrar en su cara las tetas de su amiga, pero rápidamente logró zafarse, iniciando una pelea sin reglas en la que sus manos palparon casi todos los rincones de la anatomía de su bella contrincante.
Anita, deberías ponerte bikini. Así tendría que algo que quitarte cuando peleamos – dijo Pablo entre risas.
Por eso no me lo pongo, jajaja, para no darte ese placer – respondió Anita divertida.
Laura y Verónica decidieron irse a las hamacas a tomar el sol, quizás algo cansadas de que Anita fuese el centro de atención, y sus dos pretendientes las siguieron. Juan y yo nos quedamos en la piscina acompañando a nuestra alegre y desinhibida amiga. Lejos de estorbar, la presencia del chico me daba seguridad frente a Anita. Estando en grupo o sin tener sus encantos a la vista me encontraba relajado con ella, pero de frente, totalmente desnuda, me imponía demasiado. Si la miraba a los ojos me ponía como un flan y no digamos si bajaba la vista hacia las tetas o el coño.
Estuvimos un rato chapoteando y jugando en el agua, sin que su desnudez le hiciese ser más cuidadosa. Jugamos a pasarnos una pelota y yo alucinaba cada vez que saltaba y sus pechos rebotaban alegremente. Nos lanzamos desde la escalera, y era un espectáculo ver emerger su cuerpo desnudo entre el agua removida. No me esperaba que, después de salpicarla, ella saltase sobre mí tratando de sumergirme. Puso sus manos sobre mis hombros y se encaramó encima de mí poniendo sus pechos contra mi cara. Yo aguantaba como podía la excitación y ella se reía con picardía
Abrumado por tan excitante y comprometida situación, cogí unas gafas de bucear y me sumergí para dar unas vueltas por el fondo de la pileta. Cuatro metros de diámetro no daban para mucho, así que me entretenía pasando por debajo de la escalera. Hasta que ella se le ocurrió ponerse en el otro extremo con las piernas abiertas para que yo pasase por debajo. ¡¿Como iba a rechazar tan tentadora oferta?! La sensación cada vez que pasaba por debajo de su sexo era indescriptible.
Después de tanto juego nos tomamos un descanso, aunque sin salir del agua. No se los motivos de los demás, pero yo estaba tan excitado que no podía salir de allí. Mi pene estaba como una piedra y sólo allí podía disimularlo. Ella se sentó en el peldaño más alto de la escalera para tomar el sol mientras se refrescaba los pies en el agua, y los dos chicos permanecíamos en la piscina apoyados en el borde frente a ella. La vista era espectacular; con los brazos hacia atrás, apoyándose en las barras laterales; los senos erguidos, desafiantes, y el vientre plano, firme como una tabla.
Las piernas entreabiertas nos permitían apreciar con detalle la belleza de su sexo abierto y mojado. Otra chica cruzaría las piernas o intentaría cualquier cosa para evitar que viésemos algo involuntariamente, pero ella no. Ella exhibía su coño con coquetería. El agua que se escurría por sus ingles realzaba más si cabe la sensualidad de su preciosa rajita. Estuvimos un rato charlando los tres, aunque yo apenas podía concentrarme en la conversación teniendo delante semejante espectáculo. Estaba tan tenso que Anita se animó a preguntarme.
Oye Jorge, no se si es cosa mía, pero te noto un poco nervioso.
No, no, que va, no es eso – mentí, estaba como un flan – pero comprende que me cuesta acostumbrarme a tener delante una chica así…, ya me entiendes.
¿Así, como, desnuda? Vaya, vaya, así que es eso. Desde luego yo no os entiendo a los chicos. Si os encanta ver a las guarras de las revistas porno, ¿no me dirás que te escandalizas por verme a mi?
Nooo, al contrario. Me encanta verte desnuda – no me podía creer lo que estaba diciendo – bueno, no, quiero decir, que me parece bien que seas tan… natural.
Ah, bueno, empezaba a pensar que eras uno de esos carcas que se escandalizan por un par de tetas. Es que eres el único que no ha dicho nada de lo que hablábamos antes – me sorprendió Anita.
Eh, ¿Cuál? – fue lo único que acerté a decir.
Ay chico, no te hagas el despistado. De lo del Chichi, si crees que me lo debo depilar o me queda mejor así – preguntó directamente, mientras abría las piernas para mostrarme mejor su preciosa vagina.
Uggg, no se que decirte. A mi me gusta mucho así, pero si al final te lo depilas, seguro que también te queda bonito – respondí sin poder disimular el nerviosismo.
Vaya, pues no me has ayudado mucho. En fin, ya me lo pensaré y mañana veréis el resultado.
Me sentí orgulloso y halagado de que ella estuviese tan interesada en conocer mi opinión, sobre todo teniendo en cuenta la naturaleza de la cuestión. Eso me dio más seguridad; empecé a pensar que tenía alguna posibilidad de tener algo con ella. Hasta entonces la había visto como un sueño inaccesible, pero estaba equivocado. Ella era una chica normal, bella, dulce y alegre, con la única diferencia de que no tenía pudores absurdos y no le avergonzaba mostrar su cuerpo desnudo. A menudo era el centro de las miradas masculinas; su cuerpo desnudo era un auténtico imán. Por eso me sentí un privilegiado por contar con ella como amiga y quien sabe si algo más.
Seguimos un rato metidos en la piscina charlando, hasta que ella decidió irse a una hamaca a tomar el sol. Juan salió detrás de ella y yo preferí seguir un rato en el agua para que mi pene se relajase un poco. Cuando por fin pude salir, fui rápido al baño para hacerme una paja rápida y poder seguir cerca de Anita sin dar el espectáculo. Fue una tarde fantástica. Nos dimos algún otro baño, jugamos un partidillo a volley y nos reímos mucho.
Cuando llegó la hora de marchar, Anita volvió a vestirse con el pareo que había traído puesto, pero entonces lo dobló para ponérselo como una falda y las tetas al aire. Mi sorpresa fue mayúscula cuando después de cenar nos volvimos a juntar en los bancos de la playa y ella se presentó así, con el pareo a modo de falda y las tetas al aire. Anita rompía todos los moldes. Nunca hubiese podido imaginar que se atreviese a tanto, y menos en un pueblecito como aquel. Por suerte, allí estaba yo para disfrutarlo.