Anita al natural 2
El segundo día de Jorge en el pueblo de sus tíos y él y sus amigos van a la playa. Empieza a conocer mejor a Anita.
Aquella noche casi no pude pegar ojo. Entre que desconocía la habitación y la imagen del sexo de Anita viniendo permanentemente a mi memoria, no podía tranquilizarme. Era la primera vez que había visto un coño en vivo y encima se trataba de una chica muy atractiva. Nada más levantarme, tuve que volver a masturbarme para bajar un poco la excitación.
Mi tía nos cuidaba como a marqueses. Para desayunar preparaba zumo natural, tostadas, cereales,… como en un hotel de lujo. Mi tío esa semana trabajaba por la mañana, así que los demás nos reuníamos y charlábamos antes de empezar a disfrutar de la jornada. Mi prima Virginia solía hacer un montón de preguntas a Guillermo, que no respondía casi a ninguna. Ella también tenía varios amigos y amigas de su edad y, claro, a veces no encontraban mejor entretenimiento que espiar a la cuadrilla de su hermano para después contarlo en casa. Por supuesto, esto molestaba muchísimo a mi primo.
La noche anterior habíamos planeado lo que haríamos ese día, pero yo, por motivos obvios no me había enterado de nada. El caso es que por la mañana iríamos a la cala más cercana al pueblo y habíamos quedado en la plaza, en el bar que tenía tienda y una soleada terraza delante. Allí me enteré que el negocio era de los padres de Anita, gente mayor, de los del pueblo de toda la vida, con un estilo de vida muy tradicional. Tenían otra hija mayor, de unos 30 años, que se había casado un año antes. Por lo visto nuestra amiga nació años más tarde inesperadamente, pero con su desenfado era la alegría de sus padres.
Compramos aperitivos y bebidas y salimos hacia la playa. Los chicos íbamos con camiseta y bañador y las chicas, como no, mucho más presumidas. Laura llevaba el mismo pantalón corto del día anterior y la parte de arriba de un bikini de triángulos. Aunque algo rellenita, no estaba nada mal la chica. Tenía unas curvas realmente bellas y unos pechos muy generosos que se movían sensualmente al andar. Anita llevaba en mismo vestido del día anterior y al verla de día le favorecía aún más. La tela le llegaba hasta medio muslo, dejando a la vista sus preciosas piernas. Era un placer verla caminar, movía su trasero con un estilo muy femenino y el temblor de sus senos se intuía bajo el escote. La más provocativa era Verónica. Su piel morena contrastaba con un cortísimo vestido blanco que le quedaba de miedo. No me extraña que mi primo se la quisiese ligar.
Tardamos casi una hora en llegar a la playa. El camino era de tierra y había bastante pendiente, pero merecía la pena. Era una cala muy bonita, pero no solitaria. Desde otros pueblos también se accedía por caminos mas arreglados y había varias decenas de personas, la mayoría jóvenes. También había un pequeño chiringuito que atendía un hombre de unos 30 años y aspecto descuidado. Además de bonito, era un lugar agradable donde todo el mundo se conocía. De hecho, mis nuevos amigos se saludaron con varios grupitos de jóvenes. Y como suele ser habitual donde la gente se conoce, pocas chicas estaban en topless, apenas dos; seguramente no serían de los pueblos de la zona.
Algunos chicos nos seguían con la mirada mientras buscábamos el lugar donde instalarnos. Lógico, Verónica estaba de lo más provocativa y, al andar se le subía el vestido quedando a la vista los cachetes del culo. Era divertido y excitante verla tirando de la tela hacia abajo cuando poco después se iba a quitar el vestido. El momento fue glorioso, sobre todo cuando vimos el espectacular modelito que llevaba: Un precioso bikini que le quedaba de miedo. Cortaba la respiración. Las tetas, de buen tamaño, sin llegar a ser muy grandes llamaban la atención. La escasa tela dejaba intuir los pezones apuntando al cielo. La parte de abajo era un tanga que hacía destacar aún más su estupendo trasero.
Había visto a muchas chicas con bikinis tan atrevidos, pero no esperaba algo así en un pueblo. Laura se quitó el pantaloncito y me dejó comprobar como su cuerpo también era digno de admiración. Mas rellenita, sus piernas estaban bien formadas y su culo, algo entrado en carnes, también era de los que daba gusto mirar. Estaba bien proporcionada y no le sobresalía la barriga. De piel clara, lo que sí llamaba la atención eran sus pechos, grandes, redondos y bien colocados. Era un placer ver como se balanceaban cada vez que se movía.
Anita se entretuvo un rato colocando la toalla cuidadosamente y buscando una sombra para proteger las bebidas del sol. Había visto ya a las otras dos muchachas y estaba ansioso por saber que modelito luciría y como sería su cuerpo. Después de lo de la noche anterior me imaginaba que llevaría algo sexy. ¿Quizás haría topless y me dejaría ver sus tetas al natural? No, eso no podía ser; la gente que estaba en la playa era de los pueblos de la zona y muchos la conocían. El caso es que estaba deseando que se quitase el vestido de una vez, lo mismo que algún otro observador furtivo que no quitaba ojo.
Por fin llegó el momento y fue increíble. Cruzo los brazos la altura de la cadera, agarró la tela y levantó el vestido hacia arriba, dejando ver lo que llevaba debajo: NADA, ¡NO LLEVABA NADA! Estaba completamente desnuda. Joder, no podía ser, creía que era un sueño. Al sacarse la prenda por la cabeza sus cabellos se soltaron al viento, componiendo una bellísima escena. Permaneció un rato de pies, recogiéndose el pelo en una coleta y dejando a la vista su increíble belleza. Sus ojos castaños iluminaban su rostro como un farol que culminaba una criatura preciosa.
Verónica era espectacular, pero lo de Anita era algo indescriptible, único. Y es que tías buenas como su amiga había visto muchas, pero era la primera vez que veía a una mujer desnuda, y que mujer. Aunque no era muy alta –algo más de un metro y sesenta centímetros- tenía un cuerpo precioso. Era delgada, pero no demasiado, con unas bonitas curvas, muy femenina, vientre plano y ombligo hundido. Sus tetas eran redonditas y firmes, de tamaño mediano cos pezones redondos, sonrosados y tiernos. Un trasero redondito y levantado y la piel bronceada sin marca alguna, con un brillo especial. Estaba claro que no utilizaba prenda alguna cuando tomaba el sol.
Antes de sentarse en la toalla, se giró hacia nosotros y, con la luz del sol, pude contemplar mejor el tesoro que había visto en penumbras la noche anterior. Los pelillos del pubis, no muy densos, dejaban entrever su piel morena. Lo tenía cuidado, con las ingles depiladas dando una forma de tira vertical. Creo que además se los recortaba, porque la rajita estaba totalmente despejada dejando ver como asomaban levemente los labios mayores. Era algo increíble, pero lo más curioso es que ella se entretuvo un buen rato de pies y los que la rodeaban no parecían inmutarse al verla completamente desnuda. Tan sólo algún otro y yo la mirábamos disimuladamente.
Mi primo y el resto de la cuadrilla seguían a sus cosas, charlando y dándose crema, como si nada pasase. No era normal, ¿Qué pasaba, que no les gustaba ver a una chica bonita desnuda o que estaban ya acostumbrados? Yo desde luego, ni una cosa ni otra, estaba perdiendo el sentido, y es que la sangre no me fluía a la cabeza sino a otra parte de mi cuerpo, como evidenciaba el bulto de mi bañador. Antes de quedar en ridículo, me di la vuelta para disimular. Los demás se lo tomaban con una naturalidad pasmosa y no quería que me viesen empalmado.
Yo tenia a un lado a Guillermo, que se había situado junto a Verónica, a la que sometía a un estrecho marcaje. Al otro lado estaba Juan y más allá Anita, Pablo y Laura. Ésta, por la forma que le miraba y como intentaba estar a su lado, parecía querer algo con el amigo guaperas, aunque él no se enteraba o trataba de hacerse el duro. Por la forma de comportarse, se notaba que para Anita, Juan era algo así como un hermano y tenía plena confianza en él. Antes de tumbarse en la toalla, se puso de rodillas sobre la toalla y se agachó a buscar la crema solar en la bolsa, exponiendo su trasero a dos palmos de los ojos del afortunado chico. Estuvo así unos segundos, pero nos dio tiempo a ver perfectamente sus más bellos y secretos orificios.
-Anita, ten cuidado de donde pones el culo, a ver si Juan te va a pegar un mordisco –Pablo hizo una de sus bromas-
-Eh no, tranquila, que no… -el chico se vio algo apurado por el comentario-
-No creo, Juan es todo un caballero y sabe comportarse, no como otros –contestó ella con ironía mientras seguía en la misma posición-
Aquella chica me estaba volviendo loco. En menos de 24 horas me había permitido ver lo que ninguna una mujer en mis 18 años de vida; y eso casi sin conocernos y con una alegría y desparpajo increíbles. Fue brutal cuando se sentó y empezó a aplicarse la crema solar por el cuerpo, sin preocuparse de las reacciones que podría provocar en los muchachos que la rodeábamos. Actuaba con una naturalidad desconcertante tanto cuando extendía la loción por los brazos como cuando, delicadamente, masajeaba sus pechos, brindando un maravilloso espectáculo. Era delicioso el brillo de sus piernas después de pasar sus manos, y casi me da un infarto cuando separó los muslos para, cuidadosamente, extender la protección por la zona genital. Creía que era un sueño tener a un metro a una chica como ella con el coño abierto acariciándoselo con tanta naturalidad.
Yo intentaba disimular la erección apretando mi pene contra la toalla y esperaba que se fuese relajando, pero con Anita cerca era imposible no estar cachondo. Cuando terminó de darse la crema, se tumbó y empezó a leer una revista. Apoyada sobre su antebrazo izquierdo, era una gozada ver como sus pechos se inclinaban levemente y temblaban cada vez que pasaba una hoja. El calor hacía que los pezones estuviesen dilatados, dándoles un aspecto aún más tierno y apetecible. Yo no podía evitar mirarla, aunque siguiese empalmado. Al fin y al cabo, era la primera vez que tenía una ocasión así y no esperaba que ella se comportase siempre de esa manera.
Mientras Guillermo y Verónica charlaban, Anita leía y los demás tomaban el sol, yo traté de distraerme pensando en otras cosas para bajar la erección. Casi lo había conseguido cuando nuestra sorprendente amiga se puso boca abajo y le pidió a Juan que le diese crema por la espalda. Él, obediente y educado, cogió el bote y, cuidadosamente, le extendió el ungüento por la espalda. Cuando pensaba que había terminado, el amigo, con una serenidad pasmosa, se echó más crema en la mano para extendérsela por el trasero. Ella no se lo había pedido expresamente, pero tampoco le dijo nada cuando empezó a masajearle el pompis. Actuaban como si fuese lo más normal del mundo que le tocase el culo de aquella manera, pero era algo a lo que parecían acostumbrados.
Cuando Pablo propuso ir a darnos un baño, yo preferí quedarme en la toalla para que no viesen mi estado de excitación. Por suerte, todos los demás aceptaron y me dejaron solo, no sin insistir en que fuese con ellos. Pensaba que Anita se pondría al menos la parte de debajo de un bikini para ir a bañarse, pero ni eso. Completamente desnuda fue dando saltos y jugando con los demás. Cuando vi que estaban en el agua y no me miraban, aproveché para acercarme con disimulo a una zona de arbustos. Allí, me masturbé. Estaba tan excitado, que apenas tuve que tocarme para eyacular. Cualquiera que hubiese seguido mis movimientos habría adivinado lo que había ido a hacer, pero no pude hacer otra cosa para salir de aquel trance.
Más relajado me acerqué a la orilla y me quedé unos momentos contemplando como mis nuevos amigos se divertían en el agua. Hacían lo mismo que los demás chicos y chicas de nuestra edad, nadar, lanzarse al agua, jugar a pillar o peleas en el agua. Por supuesto, eso propiciaba unos toqueteos que se justificaban por los lances del juego. Todo era muy divertido y natural, pero con el aliciente de que entre ellos estaba una preciosa chica desnuda. Era increíble verla lanzarse contra las olas, dejando ver las preciosas formas de su trasero o la soltura con que enzarzaba en una pelea con Pablo, sin sorprenderse porque éste la agarrase por la espalda, apretándole los senos con las manos para levantarla.
-¡Jorge, ¿Qué haces ahí parado? Venga hombre, métete al agua! –Los gritos de mi primo me hicieron despertar de lo que creía un sueño-
-¡A por él!
Eso si que no me lo esperaba. Anita vino corriendo hacia mí gritando y riendo. No se si me gustaba más su espontaneidad y su alegría o el movimiento de sus pechos al correr. Me agarró de la muñeca haciéndome correr hasta donde rompían las olas. Allí me abrazó con fuerza para sumergirme en el agua. A pesar de los nervios, pude sentir la tersura de sus senos apretados contra mi costado. Es una sensación que nunca olvidaré. Poco a poco me fui integrando en los juegos e, involuntariamente, pude volver a disfrutar de breves contactos físicos con la que parecía una sirena salida del fondo del mar. Aún tengo grabada la imagen de su sonrosada rajita, asomando por detrás al zambullirse.
Después del baño, los chicos nos retiramos a las toallas. Ellas prefirieron darse un paseo por la orilla mientras se secaban. No dieron opción a que las acompañásemos, seguramente porque querrían hablar de sus cosas. Llamaba la atención ver a Laura, muy atractiva con su bikini, y a Verónica, provocativa y sexy con su tanga, pero sobre todo a Anita, dulce y natural en su desnudez. Al verla de espaldas, me hechizaron los hoyuelos que se marcaban sobre sus glúteos. Todos los detalles de su cuerpo eran maravillosos, y tenía la suerte de poder contemplarlos. Me sorprendía la tranquilidad con que Anita paseaba con sus amigas sin dar la menor muestra de nerviosismo por ser la única chica totalmente desnuda en aquella cala.
Ellas charlaban animadamente, ajenas a las miradas que provocaban. De vez en cuando saludaban a algún conocido y todos los hombres se quedaban mirándolas al verlas pasar. Ya estaban casi en la otra punta de la playa, cerca del chiringuito, cuando se acercaron a un grupo de chicos. Debían de ser buenos amigos, porque dos de ellos se levantaron a saludarlas. Ya se que es absurdo, pero me dio un poco de rabia, sobre todo al ver la confianza con que las trataban. Uno de ellos agarró a Anita por la cintura y la miró de arriba abajo mientras le decía algo. Supongo que sería un piropo, por la forma en que ella se reía, y quizás atrevido, ya que el chico la miraba con descaro a las tetas y el coño. También a Laura y Verónica les dijeron algo.
-Vaya, ya están con esos gilipollas –Guillermo estaba visiblemente molesto-
-Pues parece que se levan bien con ellos ¿les conocéis? –pregunté-
-Si, por desgracia. Son del pueblo de al lado. Antes iban mucho por el bar de los padres de Anita. Son unos payasos de cuidado.
-Jajaja, lo que le jode a tu primo es que uno de ellos estuvo saliendo con Verónica –añadió Pablo, dejando en evidencia Guillermo-, pero cuidado con decirles nada porque se ponen como unas fieras.
Poco a poco iba conociendo mejor a la que sería mi pandilla ese verano. Por lo visto, las chicas habían salido antes con algunos chicos de ese pueblo, y eso ponía de los nervios a mi primo. También Anita había salido con alguno, y conservaban una buena amistad, a la vista de las confianzas que se tomaban. El que agarraba a Anita por la cintura no la soltaba, incluso dejó caer su mano hasta casi acariciar el pompis de nuestra desinhibida amiga. Ellas reían despreocupadas y se divertían con lo que les decían aquellos muchachos. Después de un rato de charla, todos juntos, incluidos otros dos chicos que habían permanecido sentados, se fueron a tomar algo al chiringuito.
Yo no podía estar más sorprendido. Anita no solo se atrevía a ser la única en tomar el sol y bañarse totalmente desnuda. También paseaba en cueros por la orilla y tonteaba con los chicos. Por supuesto, no dudó en ir con ellos hasta el garito playero a tomar un refresco. Algunos clientes tomaban sus consumiciones sentados en torno a dos mesas con sombrillas y otros quitaban la sed en la barra. Entre los chicos y chicas en bañador y bikini, destacaba la plenitud de su piel morena, sus sonrosados pezones y la sombra de su pubis. Ella se reía y gesticulaba sin esconder sus encantos, ajena a las miradas que provocaba.
Supongo que ellas sabían que a nuestros amigos no les hacía gracia ese tipo de encuentros, aunque tratasen de disimular. Cuando volvieron a las toallas se pusieron especialmente simpáticas. Después de tomar el sol un rato, estuvimos jugando a las cartas y de nuevo pude disfrutar de la sensualidad de Anita. Sentada con las piernas abiertas y cruzadas por los pies, nos mostraba sin vergüenza su sexo abierto. Supongo que por el calor, incluso se podía ver el brillo de su vagina húmeda. Antes de irnos, nos dimos un baño y Pablo sacó su cámara para hacernos unas bonitas fotos de recuerdo. Todavía hoy me masturbo contemplando alguno de esos retratos en los que aparezco junto a la chica con la que pasé un inolvidable verano.