Animando al equipo de fútbol (I)
Luis, entrenador de un equipo de fútbol universitario, le pide ayuda a su amiga María, una mujer de armas tomar, para animar a sus jugadores. Aunque solo les dará un aperitivo para incitarlos a ganar el próximo partido, todos disfrutaran con aquella visita inesperada.
Hola a todos! Llevo varios años visitando esta pagina y he disfrutado mucho leyendo los relatos que aquí se publican. Después de mucho tiempo, me he atrevido a publicar un relato. La verdad es que me lo he pasado muy bien escribiendolo, y tengo planeado hacer varias continuaciones, especialmente si le gusta a los lectores. ¡Espero que lo disfruteis tanto como lo he hecho yo!
Hola, me llamo Luis y tengo 34 años. Escribo este relato para compartir una erótica situación de la que he sido testigo y participante. Trabajo a tiempo parcial como entrenador de un equipo de fútbol universitario, donde entreno a quince jóvenes universitarios que participan en una liga interuniversitaria. Solemos entrenar varias veces por semana y jugamos un partido cada sábado o domingo. Comencé a entrenar al equipo a principios de curso, pero a lo largo de las semanas y los meses he comprobado como, en vez de aumentar, su rendimiento va decreciendo con el tiempo. Yo no sabía a que se podía deber esto: supuse que se debía al estrés de las clases y los estudios, o que se encontraban lejos de casa, ya que la mayoría de ellos procedían de otras ciudades y pueblos. Pero cuando les pregunté directamente me encontré con una realidad bien distinta. No fueron directos en sus respuestas, pero puede deducir que tenían ansiedad y estrés, como yo pensaba, pero la causa era el déficit de sexo. Todos eran chavales jóvenes, en la cúspide de su vida sexual, pero varios factores les impedía satisfacer sus necesidades. Aquellos que tenían pareja las habían dejado en sus pueblos o ciudades de origen, y a lo largo del curso viajaban de vuelta en muy contadas ocasiones. Por otro lado, tanto el campus universitario como la residencia eran exclusivamente de hombres, y su lejanía al centro de la ciudad dificultaba el transporte y que los jóvenes pudieran salir de caza.
La liga no era tema baladí, ya que suponía el acceso a becas y la oportunidad de los estudiantes para brillar, y si fracasaban yo sabía perfectamente que me echarían la culpa a mí, quedándome sin trabajo y ganándome su rencor. Quedaban pocos partidos para terminar el torneo, y debía hacer algo para solucionar aquella situación. Por ello, tras conocer cual era el problema, me decidí a actuar. Y la solución tenía nombre propio: María. La había conocido unos cuantos años atras y teníamos una gran amistad. Era espectacular: tenía 26 años, y un cuerpo de infarto. Era rubia, alta y con unas piernas larguísimas, con unas caderas estrechas y un buen par de tetas. Todos los hombres que la veían quedaban embobados, y las mujeres, celosas, decían de ella que era una bruja que hechizaba a los hombres. Pero lo mejor es que era muy viciosa, adicta a los machos, y cuantos más mejor. Yo, a pesar de que me atraen más los hombres, la había probado, y había sido fantástico. Conociéndola como la conocía sabía que mi plan iría sobre ruedas. Quede un día con ella para tomar algo y le pedí ayuda para animar a mi equipo. A cambio, ella recibiría algo que le encantaba: un buen número de pollas jóvenes y fogosas. Obviamente aceptó mi propuesta, y me dispuse a llevar a cabo mi plan.
El miércoles por la tarde-noche tocaba entrenamiento, y como había sucedido en las últimas semanas los chicos jugaban sin ganas y sin esforzarse. Intenté animarlos mientras estaban jugando, pero más bien me hacían poco caso. Tenían más ganas de terminar y volver a la residencia que de jugar, y cuando consideré que aquello no servía para nada di por acabada la jornada y los mande al vestuario. Entré allí y mientras se preparaban para ducharse les di una charla motivadora, y finalmente les dije:
Como he visto que últimamente estáis muy desanimados he decidido traer a un experto para que os motive.
¿No nos abras traído a algún viejo para que nos cuente batallitas, no? – me intercedió molesto Javi, el capitán del equipo y delantero principal.
Nada de eso – dije yo divertido – ¡Pasa, María! – grité
Pude observar como la confusión invadía el rostro de los jóvenes, y tras un breve momento de incertidumbre ella entró al vestuario. Vestía un traje rojo pegado que le resaltaba los pechos, y andaba de forma sugerente. Todos quedaron petrificados, con la boca abierta por la sorpresa, excepto aquellos que ya se habían desnudado para ducharse, que se taparon intimidados por la presencia de ese pedazo de mujer. Pero Javi, aunque sorprendido, era el más chulo de todos y no se dejo intimidar. Desnudo de cuerpo entero avanzó hacia ella.
- Que buena broma Luis. Como no eres capaz de conducir al equipo traes a una mujer para que haga tu trabajo. ¿Acaso eres una de esas mujeres que se creen mejores jugadoras que los hombres y vienen a dar lecciones, guapa? Pues me parece que te has metido en la jaula de los leones – dijo el capitán envalentonado. Era un tío alto, fuerte y guapo, con el cabello rubio y sin ninguna vergüenza, que siempre había tenido a las mujeres de su pueblo a sus pies. No se le pasó por la cabeza, de tan imposible que parecía, lo que aquella mujer estaba dispuesta a hacer.
Ella no le hizo caso, y siguió andando lentamente por el vestuario, pero de forma provocativa. Ellos no podían parar de observarla, a ella y a su lujurioso cuerpo, babeando mientras se movía delante de ellos. A través de los calzoncillos y las toallas podía ver como empezaban a aparecer potentes erecciones, como hongos en el bosque tras un día de lluvia. Finalmente habló:
- Mi amigo Luis me ha traído aquí porque está preocupado por vosotros, y sabe que no estáis esforzándoos como deberíais. Es normal que os distraigáis, sois machos jóvenes que tenías ganas de divertiros y pasarlo bien. Pero tenéis que centraros en lo importante, en trabajar por vuestro futuro. Pensaba que me iba a costar identificar cual era el problema, pero me parece a mí que esta muy claro – dijo de forma burlona, y se acercó de nuevo a Javi. A pesar de su actitud chulesca, el cuerpo de María y sus provocativos movimientos lo habían debilitado. Su miembro, de tamaño considerable, se estaba alzando cual mástil.
María, aprovechando ese estado onírico que había provocado con su sensualidad, se puso delante del capitán y con su mano le sujetó y le levantó los cojones y la polla desde la base. El joven, que antes se había mostrado tan dominante, lanzó un suave gemido de placer y comenzó a temblar levemente. Algunos de sus compañeros, que nunca habían visto una mujer tan lanzada ni habían estado en situación similar, soltaron exclamaciones de forma automática. En ese momento me di cuenta de que ella, en un breve instante, los había dominado a todos. El temor de que alguno de ellos, más brusco que el resto, saltara hacia ella como una bestia salvaje para poseerla desapareció, y llegue a la conclusión de que los más avispados ya sabían como iba a acabar aquello.
Tras haber captado la atención de todos y haberle demostrado de lo que era capaz, les dijo:
Veo que a estas herramientas les faltan atención ¿No sabéis masturbaros o es que os da miedo? – preguntó con una sonrisa, y sin dejar de soltar la polla de Javi, ya en su máximo apogeo y que masturbó lenta y sugerentemente mientras esperaba respuesta. Creí que él mismo le contestaría, ya que sabía de sobra lo atrevido que era, pero para mi sorpresa el capitán permanecía a merced de María, quien literalmente lo tenía cogido por las pelotas. Mirando su cara de placer, temí que el suave movimiento que ella ejercía con su mano sobre su miembro provocara que llegase al orgasmo. Tras un momento de silencio respondió uno de los delanteros, Mario, que sin duda tenía ganas de que la situación avanzase a un punto más caliente.
Claro que nos la meneamos, y con ganas, pero es un simple bocado que no es capaz de saciar el hambre. No se puede comparar una bombilla con el sol. Lo que nosotros necesitamos es carne.
El resto de los jóvenes movían afirmativamente la cabeza, dándole la razón a su compañero, pero sin dejar de contemplar a ella embobados.
- Si de verdad necesitabais con tanto ahínco carne, porque no habéis probado la casera, que aquí hay mucha, y parece que de calidad – dijo riendo, y mientras terminaba de hablar le dio una cachetada en el trasero a Javi, quien absorto de lo que ella decía dio un respingo.
Ese movimiento por parte de ella sirvió para romper la tensión, y todos estallaron en carcajadas. Javi recupero la consciencia, como liberado de un hechizo, y respondió con su chulería típica:
- Tenemos unas ganas brutales, pero aquí todos somos unos buenos machos a los que les gusta dar, no recibir. Y además nos enloquece más degustar carne de calidad, la de hembra – dijo, acercándose más a ella y pegando su cuerpo contra el suyo. Note al principio una ligera señal de preocupación en la cara del joven, y pensé que quizás se creía que ella lo quería usar como deshago para sus compañeros.
A pesar de la renovada insistencia del joven, María se volvió a separar de él. Yo sabía que ella se estaba conteniendo, y tras esa apariencia dominadora se moría de ganas de lanzarse a comerse todas esas pollas enhiestas. Tras alejarse un poco se volvió para observar el grupo de jóvenes hambrientos que esperaban cualquier momento de debilidad para devorarla. Todos eran chicos fuertes, con músculos marcados y abdominales duros que daban muestra de la potencia que poseían. La mayoría eran altos, aunque entre ellos sobresalía Felipe, el portero, que llegaba a los 2,10 metros de altura. Ella lo vio detrás, mirándola con lujuria, y deseó que no fuera largo únicamente de altura. Pero los que más llamaron su atención fueron Bantu y Kabeli, dos jóvenes negros procedentes de Sudáfrica que estaban de estancia en nuestra universidad. Ambos estaban flipando con la situación, ya que no se esperaban cuando partieron de su país que iban a tener la oportunidad de follarse, con tanta facilidad, a una blanca rubia y guapa. Aún llevaban puestos los pantalones y los calzoncillos, pero María pudo comprobar por sus erecciones que, como se dice comúnmente, los negros estaban mejor dotados. Por último, se fijo en el resto de pollas, las mayorías libres y preparadas para la batalla. Javi calzaba unos buenos y gruesos 21 cm, de los que estaba ampliamente orgulloso, y que María ya había podido palpar. Pero le sorprendió que no era el único, ya que al menos cuatro de sus compañeros tenían miembros de tamaño similar. El resto no bajaba de los 17 cm, y a ella se le iba haciendo la boca agua contemplando aquella escena. Tras haber observado con detenimiento a mi equipo, me miró y puso una cara de complicidad. No supe si con ello me quiso decir “ Parece que has elegido a los miembros de tu equipo según el tamaño de sus pollas ” o “ Que bien me lo voy a pasar ”.
Controlándose, continuo con el plan que yo había diseñado, y les dijo:
- Vuestro entrenador me ha pedido que os asista con vuestro problema de concentración, y por ello os ayudare a relajaros. Pero únicamente lo haré si sois capaces de ganar el próximo partido.
Los chicos inmediatamente se desalentaron, ya que sabían que el rival del partido de esta semana era uno de los mejores equipos, y ya daban por echo que perderían frente a ellos. Debieron pensar que aquello únicamente había sido una estratagema por mi parte y que finalmente no se desfogarían, por lo que empezaron a mirarme con ira en los ojos. Pero entonces María volvió a hablar, y lo que dijo debió de sonarles como la mejor de las noticias que pudiesen recibir:
- Aunque para que rindan mejor en ese partido creo que les voy a dar un pequeño aperitivo – y acto seguido avanzó unos pasos hasta donde estaba el capitán, le pegó un buen morreo y se arrodillo frente a él. Tras lamerle la dura polla desde la base hasta la punta, tomando todo el precum que se había acumulado, comenzó a comérsela. El tío estaba en las nubes y comenzó a gemir de placer mientras se le ponían los ojos en blanco. María comenzó a meterse solo la punta, poco a poco, hasta que finalmente se la tragó entera, a la vez que le masajeaba los huevos. Estoy seguro de que los jugadores creyeron que María no sería capaz de tragársela entera, pero años de experiencia le habían enseñado a tratar con herramientas de ese calibre. La polla le ocupaba toda la boca y se hundía en su garganta, y los que estaban más cerca pudieron ver, excitados, como se abultaba cuando se la tragaba entera. Una vez asimilado el primer golpe de placer, Javi se recompuso y, sujetándole la cabeza con las manos, empezó a bombardear la boca de María a gran ritmo.
Yo alucinaba con la excitante escena de la que era testigo. María, con su traje rojo que le resaltaba el culo y las tetas, ahora con los pezones duros por la excitación, se encontraba arrodillada en medio del vestuario de mi equipo, rodeada de quince jóvenes con las hormonas a tope mientras se tragaba el pollón de un chaval que le follaba la boca con ganas. El resto se había terminado de desnudar y se masturbaban lentamente contemplando la mamada, sin atreverse a hacer nada más, ni desviar la mirada para no perderse ni un segundo de aquello. Yo, un poco más alejado, también estaba cachondo y me frotaba el paquete sobre el pantalón. No se escuchaba nada allí dentro, únicamente los gemidos suaves del chico, el sonido que hacía la polla al rozar los labios hacia el interior de aquella boca, y el ruido de los cojones chocando contra su barbilla.
La follada de boca continuó pocos minutos más, hasta que finalmente Javi comenzó a tensarse y las piernas le temblaban, y resoplando cada vez más lanzó un gruñido, el rugido de un león salvaje, mientras se corría en la boca de María y en lo más profundo de su garganta. Ella lo miraba desde abajo, disfrutando mientras se llenaba del semen caliente y espeso del joven. Trallazo tras trallazo fue soltando el capitán del equipo su carga, y cuando acabó salió de la boca de aquella mujer y pudo ver como la tenía llena de su corrida, que ella se tragó con ganas. Javi jadeaba tras el esfuerzo, sonriendo con gran satisfacción, y chocaba la punta húmeda de su polla, que aún rezumaba restos de semen, contra aquella lengua inquieta. Tras haber abierto la veda les dijo a sus compañeros:
Toda vuestra, chicos – mientras se alejaba poco a poco, satisfecho.
¿No decíais que estabais muy necesitados? Pues venid, porque yo estoy hambrienta – dijo mientras recogía restos de semen que quedaban en los labios con la lengua, y se bajaba la parte superior del traje para dejar las tetas al aire.
Los chicos fueron hacia ella en estampida, y pronto se encontró rodeada de un buen numero de pollas duras y cojones cargados. Comenzó a lamer algunas de ellas mientras otros le daban pollazos en la cara. Las entrepiernas de los jóvenes estaban llenas de sudor por el reciente entrenamiento, lo que excitó aún más a María. Se entretuvo en las partes bajas de Miguel, uno de los centrocampistas, fuerte como el resto pero más ancho de cuerpo, que tenía los huevos llenos de sudor y emitía un olor que la volvió loca. Para sus compañeros aquellos era un hedor, pero para ella era el aroma de un macho. Como buena viciosa que era, se entretuvo en lamer con anhelo sus genitales. Los que no tenían hueco para colocar sus pollas al alcance de la boca de María se lanzaron por su cuerpo. Los dos negros fueron cada uno por una de sus tetas, y empezaron a chuparle los pezones cual becerros deseosos de leche. Otros fueron a magrearle el culo y masajear su concha. Mario llegó a meterlo dos dedos por el coño, que ya estaba mojado por la excitación, provocando que ella gimiese de placer. Cuando los sacó los tenía llenos de flujo vaginal, que olió con gusto y se los acercó a sus compañeros para que hicieran lo mismo. Aquel olor a mujer debió de ser como un afrodisiaco cargado de hormonas, como cuando las bestias salvajes huelen el olor de las hembras en celo, pues a los chicos les dio un subidón y se pusieron más caliente si cabe.
María tuvo tiempo para conocerlos a fondo y averiguar la mejor manera de satisfacerlos. Kevin, el pelirrojo del equipo y de piel muy blanca, tenía una polla suave y clara con pecas que a ella le pareció curiosa. Pero lo que más resaltaba de él era sus cojones, recubiertos de pelos naranjas: tenían un tamaño desproporcionadamente grande, y cuando María comenzó a masajearlos y lamerlos, apenas pudiéndose meter uno en la boca, se percató que el joven tenía mucha sensibilidad en esa zona, según la cara de placer que puso. Un centrocampista, Pablo, era más tímido que el resto y no se atrevía a acercarse más a ella. Cuando María lo vio, lo agarró del pene y lo atrajo para ella. El joven casi perdió el equilibrio, pero pronto se sintió en la gloria cuando aquella mujer empezó a trabajarse su polla con la boca. Su nerviosismo le pudo, y tras las primeras chupadas se corrió en su boca. Quedó también complacida con Alfredo, el segundo portero, un joven de hombros anchos y el pelo largo a los que sus compañeros motejaban Tarzán , y que le follaba la boca de forma salvaje. Era uno de los que tenía un aparato considerable, pero lo que más le gustó a María llegó cuando se corrió. Saboreó su semen, y degustó una de las corridas más sabrosas que había probado nunca. Como sus compañeros le indicaron, Alfredo era vegano, y aquello había logrado que su semilla tuviese un sabor que encandiló a María. Polla tras polla, la boca de María era follada con saña, y los jugadores se desfogaron con gusto mientras ella usaba su lengua y manos para llevarlos a la gloria. Sujetaban su cabeza con sus fueres manos y se la clavaban hasta el fondo, sin que ella pudiese hacer nada para liberarse. Sus mejillas se inflaban cuando las pollas recorrían su boca, y la garganta se abultaba cuando los mejor dotados le daban duro. Algunos de los chicos le empujaban la cabeza mientras alguno de sus compañeros le penetraban con furia la boca, como asegurándose que le entraban entera aquellas barras de carne. Y otros le decían groserías: “¡ Trágatela entera, perra !”, “ Te va a salir lefa hasta por las orejas ” o “ Con menuda guarra nos hemos topado ”. En más de una ocasión tuvo que sostenerse en aquellas duras y fuertes piernas para no perder el equilibrio. Con sus manos agarraba los glúteos de los jovenes y los atraía hacia ella, asegurándose que la penetraran totalmente.
Yo por mi parte estaba satisfecho contemplando aquella situación. Los chicos estaban animados, y como yo deseaba estaban trabajando en equipo. Armados con sus potentes sables marchaban al combate, coordinándose entre ellos para alcanzar la victoria. Se turnaban para darle polla a María, rotando sin dejar que ella descansara. Y lograban lo más importante en el deporte: divertirse. Gemían de placer, y cuando alguno alcanzaba el orgasmo gritaba salvajemente, resonando en aquella sala y produciéndome a mí escalofríos que me recorrían la espalda. Había estando en algunas otras de ese tipo de reuniones con María, pero aquello sobrepasaba todo lo que había visto, tanto en numero de participantes como en excitación.
Pero los jóvenes, quienes habían pasado por una sequía de sexo, estaban demasiado excitados, y poco duraron en aquella batalla. Pronto comenzaron a correrse, algunos dentro de su boca mientras aún tenía sus pollas dentro, y otros por su cara mientras ella los pajeaba. Se corrían dos o tres a la vez, y María a veces no sabía de donde recoger aquella lluvia blanca. Los trallazos lechosos chocaban contra su cara y tetas, y ella intentaba tragar todo lo que podía para saborearlo. Iván, uno de los defensas, se corrió sobre su cara; pero cuando terminó siguió con el mástil en alto, como pidiendo más atención. María quería atenderlos a todos, perto tambien quería evitar dejar secos a aquellos deportistas, por lo que no le hizo más caso, y finalmente el joven se alejó para dejar hueco a sus compañeros. A Mario, que parecía se resistía a ceder, le introdujo con discreción un dedo entre las nalgas y empezó a masajear levemente su ano, penetrando un poco en él. Creo que yo, más atento, fui el único que me di cuenta de aquella acción. Ese estimulo extra hizo caer sus defensas, y dando gritos se corrió sobre María, mientras su cuerpo temblaba de placer. Lo más sorprendente ocurrió cuando Carlos, otro de los defensas, comenzó a correrse. Era un chaval normal, demasiado normal se podría decir. Ni guapo ni feo, ni alto ni bajo, ni fuerte ni flacucho, y tenía una de las pollas más pequeñas del equipo. Era un tío del montón, y sus compañeros creían que no destacaba en nada. Pero cuando llegó al orgasmo vieron que no era así. Comenzó a correrse sujetándose el miembro con ambas manos, y de aquel falo salieron chorros de lefa como si aquello fuese una fuente, soltando incontables trallazos. María intentó capturar todo el material con la boca, pero era demasiado, y los potentes chorros le inundaron la cara y el pelo, y chorreo hasta sus tetas. Tal fue la potencia que la corrida salpicó a algunos de sus compañeros más cercanos. Los testigos, flipando, comenzaron a gritar y reír, vitoreando a su compañero como si hubiese marcado un gol.
¡Joder tío, córrete sobre ella, no sobre nosotros! – le espetó Bruno, con restos de semen de su compañero por las piernas.
Menudo bombero tenemos en nuestro equipo, con lo normal que parecía – dijo Mario.
Pues si que estaba cargado el tío – apuntó Miguel.
María también se sorprendió, ya que, aunque había estado con muchos hombres, no había conocido a ninguno con esa capacidad. Complacida, siguió con su labor mientras los chorros de semen se acumulaban en su cara y resbalaban hacia sus tetas. Llegó por fin el turno de los negros, y María comprobó que sus ojos no le habían engañado. Tenía frente a ella dos trozos de carne de 26 cm cada una, negras como el carbón y con las cabezas rosadas, y como sus dueños eran jóvenes y fuertes estaban totalmente duras. Pocas o casi ninguna polla de aquel tamaño había podido catar María, y como no eran muy gruesas decidió darlo todo con ellas. Se lanzó con ganas a comérselas, dispuesta a comprobar si era capaz de tragárselas entera, pero para su decepción los jóvenes estaban demasiado excitados frente a esa situación inesperada, que nunca hubiesen vivido en su lugar de origen, y se corrieron cuando solo se había tragado la cabeza de una de las pollas y sujetaba la otra con la mano. Aún así disfruto de la leche que había ordeñado, que le supo mejor que la del resto de chicos y que manaba en abundancia, ya que aquellos extranjeros no veían con tan buenos ojos la masturbación y descargaban con menos frecuencia. Ambos quedaron maravillados, pero algo mareados por aquel choque inesperado de placer. Quedaban ya pocos por acabar, pero entre ellos se encontraba Felipe, el alto portero. Se encontraba un poco más atrás que los otros jugadores, y María quedo maravillada cuando finalmente observó su miembro. Era de un calibre similar al de los africanos, quizá un poco más corta, pero era notablemente más gruesa que la de los extranjeros. Sus compañeros llamaban abiertamente a Felipe la lanza del equipo debido a aquellos atributos que poseía, y los rivales quedaban extrañados al oír aquel mote, ya que lo consideraban más apropiado de un delantero que del portero, y lo atribuían a su altura. Aún así sus compañeros nunca lo habían visto erecto, quedando asombrados y hasta felicitándolo por ello. Estoy seguro que se preguntaron, como hice yo, que de donde sacaba aquel hombre tanta sangre para mantener aquello en alto. María ya había probado muchas pollas ese día, pero al observar aquel elemento, grande, venoso y duro, se le hizo de nuevo la boca agua, y se acercó a él.
- Por fin vienes a mí. Ya tenía ganas de mi turno. Pero creo que así no va a funcionar – le dijo Felipe.
Ella no entendía a que se refería, pero cuando llegó hasta él y se arrodilló se dio cuenta del problema. Él era demasiado alto, y ella de rodillas llegaba con dificultad a su empinado miembro, lo que supondría una mamada poco placentera. Para facilitar las cosas, él se sentó en un banco con las piernas abiertas, y ella con celeridad se colocó entre aquellas fuertes columnas. Observó maravillada aquel monstruo y los grandes cojones peludos que lo acompañaban, como un niño que ve una estrella fugaz en el cielo. Y comenzó su labor, de nuevo lamiendo lentamente los alrededores, subiendo desde la base, y tragándose la cabeza. Saboreaba con gusto el glande, deleitándose con cada pliegue de aquella maravilla. Fue entrando cada vez más y más, pero ella no estaba segura de que fuese capaz de entrar todo, y menos aún con el grosor que presentaba. Aquel miembro candente fue abriéndose paso cada vez a mayor profundidad de aquella abertura de placer, pero cuando llevaba poco más de dos tercios hizo tope con su garganta. Aunque tenía habilidad para tragarse pollas, fruto de experiencia de años y de incontables sujetos, aquello superaba a María, y tuvo que sacársela para poder coger aire. Volvió a la carga, pero esta vez Felipe puso su mano sobre su cabeza para hacer presión. Ella temió que fuese demasiado brusco y la partiera con su considerable herramienta. Yo, que contemplaba la escena con placer, me alarme, porque fui consciente de que, llevado por el placer, el portero podía perder el control y hacerle daño. Pero resultó ser una falsa alarma, y Felipe marcó con su mano un ritmo suave y no muy profundo, con el que disfrutaron ambos. Aliviada, María puso todo su esfuerzo en trabajarse aquella polla, y uso todas sus artimañas para realizar la mejor felación de aquella jornada. El portero disfrutó como nunca lo había hecho, y sus compañeros se deleitaban observando aquella escena que parecía sacada de una de las mejores películas porno.
Tras un rato deleitándose con aquel miembro, María, se dio cuenta que el resto de jóvenes había terminado su ronda de orgasmos. Sin embargo, tal excitante era aquella escena, tan fuerte el olor a semen y hormonas en esa sala, y demasiado tiempo había pasado desde que comenzó aquello que ya algunos de los jóvenes empezaban a cargar sus armas de nuevo, y sostenían en sus manos grandes erecciones. Lo peor fue cuando se dio la vuelta y se dio cuenta que, en aquella posición, arrodillada frente al banco y echada hacia delante, dejaba su trasero expuesto, y los chicos podían ver su culo y su coño. Allí estaba Javi, erecto de nuevo y con una cara de vicio tremenda, asegurándose no perder detalle. No estaba en los planes de María ni en los míos continuar la escalada sexual, ya que se había prometido, a ella misma, a mí y al equipo, que aquello sería simplemente un aperitivo. Para evitar que la situación fuese a más y los chicos se descontrolasen, agarró con ambas manos el miembro de Felipe, masturbándolo desde la base y succionando con potencia la cabeza de aquella boa, a la vez que lamía con ganas la punta. No duró mucho, y pronto se corrió en la boca de aquella mujer, con un grito de júbilo que debió escucharse hasta fuera del campo de entrenamiento. María se quedó contemplando ese gran falo, y le vino a la mente una imagen de ella misma siendo penetrada, poco a poco, por aquella herramienta. Se imaginó sentirse llena, completa, dividida en dos por toda aquella longitud, y en su subconsciente un impulso salvaje y animal le decía que cediese a sus instintos. Pero se controló, y confió en que podría satisfacer aquel capricho algún día.
Cuando dejó la polla que tanto le había maravillado limpia, se levantó y se alejó. Se había tragado una buena cantidad de lefa, y se sentía llena y satisfecha. Pero Javi, que estaba esperando su oportunidad, se lanzó:
Bueno guapa, ya hemos probado la cereza, ahora queremos el resto de la tarta. Vamos a probar ese coñito – dijo mientras que con una mano se sostenía el trabuco y lo golpeaba sonoramente contra su otra mano.
Lo siento, pero ya dije que os ayudaría de verdad si ganabais el próximo partido. Guardo el premio gordo como incentivo. Y no doy mis favores a cualquiera; demostrad que sois unos auténticos campeones – les dijo, imponente ante ellos.
Pero como yo esperaba, aquello no iba a terminar tan fácilmente. Bruno era uno de los delanteros y tenía unos hombros fuertes y voluminosos, que combinados con su carácter osado le hacia parecer un toro. Cogió a María del brazo bruscamente y le dijo:
Tu no te vas de aquí sin que te catemos. – dijo riendo, y seguro de si mismo. Quizás creyó que aquella era una mujer cualquiera, una puta barata que yo había contratado para satisfacerles. Se encontraba muy alejado de la realidad, y pronto se dio cuenta de su error. Mientras giraba, María puso la otra mano sobre el hombro del joven y, con una fuerza inusitada impulsó su pierna y le dio un rodillazo en sus genitales. El golpe sonó fuertemente, y Bruno cayó de espaldas con un grito sordo, permaneciendo en el suelo mientras se retorcía de dolor. El resto de jugadores lanzaron una exclamación de dolor y contrajeron sus piernas, como protegiéndose de un golpe invisible. A la mayoría de los que tenían una erección se les bajó el calentón. Incluso Javi se echo para atrás, asustado. Como yo esperaba, María supo defenderse, y allí acabo todo.
Chicos, espero que ganen el partido. Si es así, tendrán su recompensa – dijo María guiñándoles un ojo, tras lo que se dirigió a la puerta con sus sensuales movimientos y se fue. Desapareció de aquella sala tal como había entrado, como una arcaica diosa del sexo. Los jugadores se quedaron quietos donde estaban, como si intentasen averiguar si aquello había sido real o un sueño.
Aquí terminamos la jornada de hoy equipo. Ducharos e iros a casa. Y que alguien ayude a Bruno a levantarse. Iré a buscarle algo de hielo – dije yo, rompiendo el hechizo que parecía detenerlos. Pero en vez de irse a las duchas fueron hacia a mí y empezaron a vitorearme, dándome las gracias e incluso abrazos. Como estaban desnudos pude comprobar sus fisonomías contra mi propio cuerpo. Nunca había habido tanta complicidad entre nosotros, y me alegraba de haberlos animado. Finalmente se fueron a ducharse, celebrando por el camino como si hubiesen ganado la liga y comentando las jugadas de aquella improvisada orgía.
Pues yo hubiese descargado dos o tres veces más… – escuche decir a Iván mientras se marchaban.
Traté de imaginarme que pensarían las limpiadoras cuando fuesen a limpiar el vestuario. La sala estaba saturada con un fuerte aroma a sudor y semen, que delataba lo que allí había ocurrido. Sin embargo, pocas manchas de corrida manchaban el suelo, ya que para deleite de los jugadores su sensual amante había sido capaz de capturar la mayor parte de sus semillas con la boca o el cuerpo. Me dirigí a la puerta, y cuando salí al pasillo me encontré con María, quien me esperaba fuera. Seguía con las tetas al aire, y toda su cara y pechos estaban lleno de grumos de semen, parte reseco y parte aún liquido, resbalando por su suave piel. Me dirigí hacia ella y la abrace por la cadera, acercándola a mí.
Los chicos se lo han pasado muy bien, y parecen que se han desecho de la tensión – le dije
Mejor me lo he pasado yo – contesto – Ya me habías esbozado el panorama, pero ha sido mejor de lo que me esperaba. La polla del alto es una maravilla de la naturaleza, y el que se ha corrido mucho me ha hecho gracia. Pero me he quedado con ganas de probar más a fondo a los negros.
Bueno, ya tendrás oportunidad pronto, porque has hecho una promesa que no vas a romper ¿cierto?
Depende de cómo se porten en el partido. Un trato es un trato, y para eso he venido yo, al fin y al cabo - dijo sonriendo. Lo que no sabían los jugadores, ni debían saber, es que María se lo había pasado mucho mejor que ellos.
No creo que el equipo te falle. Aunque quizás tengamos que buscar una forma de motivarlos aún más. – dije haciendo planes en mi cabeza para el próximo partido
Sí, pero también el entrenador debe liberarse del estrés – me respondió ella acariciando mi paquete sobre el pantalón.
Yo me lancé hacía su boca y la bese. Saboreaba con mi lengua los recodos de su boca, y llegaban a mi el sabor de las corridas de los tíos a los que entreno. Porque yo, al igual que ella, soy un vicioso. Luego descendí por su cuello y mientras ella se relajaba comencé a lamer los chorreones de semen que se deslizaban por su piel, llevándolos hasta su boca y compartiéndolos con ella. Estaba en ello cuando me pareció ver una sombra en la puerta. Alguno de mis jugadores me había visto deleitándome con el semen de sus compañeros, y aquello me excito más. Con un leve movimiento en los hombros le indique a María que se arrodillase, y así comenzó a comerse mi polla. Tengo un miembro de tamaño normal, nada reseñable, pero ella me hizo una mamada de campeonato para agradecerme el haberle puesto en bandeja a aquellos jóvenes. No me sorprendió que de un bolso que había dejado en el pasillo sacase un dildo, que se metió rápidamente en el coño. Y con la misma rapidez llegó al orgasmo, ya que se había excitado de sobra con aquel gangbang bucal. Para acallar sus gemidos de placer y evitar que los jugadores la escuchasen, hundí mi polla de un golpe hasta el fondo de su garganta. Como sabía que llevaba en aquellas instalaciones demasiado tiempo, no me contuve, y pronto me corrí en su boca. De nuevo ella me besó, y una vez más compartimos aquel néctar.
- La verdad es que me duele la boca de tanto tragar sables – se sinceró María, riéndose. Me reí con ella, y le acompañe al servicio para que se lavase. Se quitó los restos de semen de la cara, el cuerpo y el traje, y se puso un chaquetón para protegerse del frío invernal y de miradas indiscretas. Cuando terminó se fue, de prisa para que los jugadores no la viesen.
De nuevo entre al vestuario, donde los chicos terminaban de vestirse. No me sorprendió que aun seguían comentando las jugadas de aquel “ partido ”. Me dirigí entonces a ellos:
Antes de iros me tenéis que prometer dos cosas – les dije, y me escucharon curiosos. – La primera es que no debéis contarle a nadie lo que ha pasado hoy aquí. Es importante que mantengáis en secreto a María por su propia privacidad, y porque si alguien de la dirección se entera me echarían de mi puesto con total seguridad. – Ellos entendieron mi petición, aunque habían tenido ganas de contárselos a sus compañeros de la residencia. Temí que a alguno, más chulo, se le escapase la historia para alardear. Pero finalmente confié en ellos, y como pude comprobar con posterioridad mantuvieron el secreto.
La segunda os va a gustar menos: quiero que hasta el sábado, cuando toca el partido, no os masturbéis ni os corráis – aquello les extrañó y pronto comenzaron a quejarse. Eran jóvenes, siempre calientes y con el lívido por las nubes, y con aquella experiencia tan reciente tenían de sobra para alimentar su imaginación.
¡Si yo ya tenía pensado pajearme en cuanto llegase a mi habitación! – protestó Iván, que se había quedado con ganas de más.
Se que es una petición difícil, pero os lo pido para que guardéis fuerzas para el próximo, y para que tengáis así constantemente presente el premio que obtendréis si ganáis. Además, así tendréis más material para agradecer a María por sus servicios – finalmente cedieron y me dieron la razón, aunque no estaba yo tan seguro de que pudieran contenerse. Y aún menos con el panorama que tenía delante: algunos aún tenías las pollas duras o morcillones, a pesar de correrse hace poco.
Yo me quede esperando a que todos terminándose, y mientras veía como se iban, esta vez mucho más animados (excepto Bruno, que a pesar del hielo aún seguía dolorido), pensé quien había sido testigo de mis vicios. Lo que sí tenía seguro es que el equipo iría a mejor, aunque aún me quedaban varios días para comprobarlo en el partido.
Continuará…