Anhelos

"Yo te enseñe a besar: los besos fríos son de impasible corazón de roca, yo te enseñé a besar con besos míos inventados por mí, para tu boca." G.M

"Anhelos"

Tú pones tus brazos a su alrededor, pones tu corazón a latir. Inicias una caricia por su espalda y presionas fuerte su cuerpo contra el tuyo. Logras calmarla, darle seguridad e imploras que jamás se canse, se aburra de sentirte con ella.

La abrazas, de nuevo. Le besas en la frente, le susurras que todo estará bien y sigues, acariciando lentamente sus brazos caídos. Sientes la necesidad de decirle que la amas, que nada de lo que asume es verdad y que la quieres pese a todo, pero te quedas ahí, entre el silencio y el eco de tu voz que no sale.

Te pierdes en sus ojos un momento. Un segundo para luego hurtarle tus ojos, pues le temes al calor que sientes en el pecho, le temes a las ganas de besarla y a no poder contener tu amor por ella. Pero te centras en que le dueles, en que te duele aún y optas, sin mirarla, a callarlo todo, a esconder los sentimientos dentro sin dejarlos salir.

Te sientes vulnerable de nuevo. Lloras sin dejar que caigan tus lágrimas y repasas infinidad de veces las razones por las cuales no le dices nada. La más importante: ya no me ama , te dices en silencio, y prosigues a sentarte frente a ella. Intentas concentrarte en sus inquietudes y mientras lo haces te rindes por dentro. No sabes qué hacer, qué decirle para lograr calmarla y solo terminas diciéndole que puede contar contigo siempre.

Tus ojos se vuelven vidriosos en un momento. Le quitas importancia a lo que te pasa y continúas siendo la amiga, la compañera. Te haces polvo poco a poco al darte cuenta de que no puedes hacer ya más nada. No te ama, ha dejado de sentirse enamorada de ti y es tu culpa, de ambas, no lo sabes. Sabes que no puedes decirle que la amas, que estabas equivocada y que estás más enamorada de ella de lo que creías.

Vuelves a dar vueltas en las mismas cosas en tu cama. Sigues con tu vida, intentas cerrar los capítulos pendientes viviendo el día a día. Concluyes que te lo debes, pero no sabes hasta qué punto puedes seguir con ello. Te hace bien, no eres feliz del todo, pero te sientes bien. Sientes que eso es suficiente y que lo demás se dará como en un principio.

Se ha dormido a tu lado. Sientes deseos de abrazarla y te reprimes. No debes, no eres libre y aunque lo fueras, no puedes. Te lastimas con recuerdos pasados, sientes una lágrima por tu mejilla y lamentas todos tus errores, todas las ocasiones en que la lastimaste sin querer y todas las veces en que, por miedo a salir lastimada, dejaste pasar los momentos que ahora necesitas recuperar sin tener ya el derecho.

Apenas duermes. Das vuelta como siempre que estás perturbada. Quieres dejarla ir con facilidad, pero no se te da como quieres y continúas en lo mismo.  Te aíslas un poco y ella pregunta ¿qué pasa? Nada, respondes y sonríes.  Piensas en las ganas que sientes de besarla, de sentirla de aquella manera contigo… vuelven los ojos vidriosos y mueves la cabeza porque no puedes hacer nada, aunque lo intentaras, no te correspondería. Nunca lo haría.

Es otro día y te prometes dejar las ganas a un lado. El trabajo es el único lugar en donde no piensas. El único espacio en que no hay nada de ella, pero mientes. Pues hay de todo, no puedes evitar pensar en ella, no puedes evitar las ganas de querer llegar a casa para verla y te desanimas, te deprimes, caes en la nostalgia y te recriminas todas las cosas que debiste hacer y dejaste pasar. Todas las ocasiones en que pudiste corregirte y no lo hiciste. Te dices cobarde, te sientes idiota, vulnerable, con la autoestima al límite y solo deseas dormir.

En sueños puedes tenerla. Has soñado con ella por días y eso te tiene al borde de tus fuerzas. Te ha reprochado de nuevo lo que ha pasado y te sientes por el suelo. Te muerdes la lengua para callar que la amas y optas por el silencio, por dejar que piense que no la amaste, que no te enamoraste. Es mejor, dices para ti misma, pero lloras ya sin poder evitarlo. Te guardas dentro muchas cosas que honestamente ya no tienen razón de ser. Ya han pasado demasiados meses, un año, quizás más ¿Qué sentido tendría? Te preguntas mentalmente para acallar esa necesidad de liberarlo todo.

Caminas sola por la calle. Siempre has pensado que el aire en el rostro te devuelve un poco de la tranquilidad que olvidaste en el camino, que has dejado atrás. Sumida en la música que estimas conveniente para acompañarte al paseo, te das cuenta de que nada sabías, nada sabías del amor, del dolor y del desamor. El dolor es variado, nivelado, el que sientes no tiene equilibrio alguno, solo crece dentro y le temes más a que no disminuya que al que no se vaya.

Te recuestas en el sillón, sigues con los audífonos en tus oídos, no la oyes llegar. Tus ojos cerrados le dicen que duermes. Entonces ella se toma un café sentándose en la mesa de la cocina. Sientes la televisión a lo lejos, entreabres los ojos, pero sigues ahí. No tienes ganas de levantarte, comienzas a sentir el frío. Te das cuenta de que ya es de noche. Las luces apagadas te dicen que ella ya se ha ido a la cama. Te dejas ir en el pensamiento de ella cuando la tenías a centímetros de ti, de tu boca, de tu cuerpo. Era tanto lo mucho que te reconfortaba el abrazarla por la espalda, esconder tu rostro en su nuca y descansar tu mano en su pecho. Sentir su calor en tus pies y su voz susurrando te amo… es tanto ahora lo que la necesitas que no sabes qué hacer, cómo canalizar tu rabia, su ausencia.

Vuelves a cerrar los ojos. Te encierras en ti misma, siempre igual con la música a todo volumen. Sientes ganas de gritar y presionas tus ojos en signo de resignación. No puedes hacer nada. Es la frase que rebota en tu cerebro una y otra vez desde que te ha dicho que no te ama. Desde que la relación terminó y entendiste que las cosas no eran así para ti. Que la necesitabas, que la amabas más de lo que pensabas. Nulos se quedaron tus pensamientos de que no era lo mismo, que estaba bien terminar… ahora te das cuenta de que otra vez te ha jugado en contra esa manía tonta de auto- protegerte siempre que vez que pueden lastimarte.

Recuerdas como te ponía a volar con un beso, la excitación que te provocaba un solo rose de sus manos y sientes de nuevo la falta que te hace. El pecho se te aprieta aun más, sientes la rabia, el deseo de tenerla de nuevo. La extrañas, está a metros de ti, pero la extrañas de esa manera loca que no puedes controlar, en la que nunca has sido buena y de pronto te sientes sola. Sin nadie. Vacía, pero llena de sentimientos que eres incapaz de dejar pasar. No porque no quieras, es porque no puedes. Te das vuelta, sientes frio, presionas tus puños en signo de desesperación. No sabes qué hacer, estas a punto de estallar y te irrita no poder dejarlo todo atrás.

Otro día y te has dormido otra vez en el sillón. Te has quedando en el “si hubiera”. No te permites avanzar con tranquilidad. Piensas en ella a cada momento, presente como nadie más. Te irrita saber que lo intenta con alguien más, te inquieta entender que está en su derecho, que después de todo la que falló en la relación fuiste tú. Pierdes concentración, te cohíbes, no escuchas, te dejas ir en tus pensamientos y pierdes un poco la razón al enojarte por cosas pequeñas con ella. Miras la hora y concluyes resignada que es tarde, no la verás de nuevo. Te sientas en el sillón. Caminas a la cocina, tomas un vaso de jugo, repasas el porqué de tu discusión con ella. Una estúpida discrepancia de opiniones. Piensas en disculparte, pero no llega. Convives contigo a solas y vuelves a tu lugar de descanso.

Otra vez la música a todo volumen. Otra vez ella entra sin que te des cuenta. Sientes frío, te acurrucas en posición fetal y no te das cuenta de la manta que te cubre cuando las luces ya están apagadas y todo esta a oscuras. No la percibes, no hasta que sus labios tocan tu frente y el calor te devuelve de tu ensueño. Abres los ojos, dices que lo sientes, ella te pide que no te preocupes y confiesas que no puedes dejar de hacerlo. Ella alega que no es para tanto y tú insistes en que no puedes estar bien sabiendo que está molesta contigo. No la ves, solo la sientes cerca y únicamente su voz te dice que su boca está enfrente de ti. Percibes su perfume, el calor de su cuerpo contrae el tuyo, pero eres incapaz de llegar más allá y le tomas de las manos, presionas sus dedos con los tuyos por un segundo y ella te dice: vamos a la cama . Te levantas, consciente de que esa frase no significa nada.

Te toma de la mano y la sigues semi-dormida. Está oscuro, no sabes por donde vas. Te impide prender la luz, presiona tus dedos con los de ella. Tu corazón comienza a latir de nuevo. Tu dormitorio esta al final de la casa, pero te encuentras entrando a un espacio desconocido para ti cuando de improviso ella para sus pasos y en el espacio entre la puerta y el exterior del dormitorio te presiona contra la pared buscando tu boca. Sientes su aliento pasar por tus labios y sin detenerla la tomas de la cintura para sentirla más aun.

En un instante de cordura dices: no me amas. Te marchas hacia tu cuarto dejándola parada en el medio de la de ella. Concluyes que solo ha sido un arrebato de su parte y que mañana habrá olvidado que te ha besado. Te resignas y consuelas con que has sentido sus labios de nuevo. Después de tanto tiempo, la has besado comprendiendo que lo habías extrañado. Das media vuelta para buscarla, te la encuentras a medio camino y antes de que puedas decirle que la amas, ella te dice: te amo, sigo enamorada de ti y ya no puedo más. Te necesito conmigo. Le miras intrigante, sorprendida, feliz, contenta.

“Te amo tanto, preciosa” , susurras en su oído mientras la abrazas por la espalda. La sientes acurrucarse un poco más hacia ti y escondes tu rostro en su nuca. Enredas tus piernas con las suyas y sigues durmiendo mientras sientes como late su corazón contra tu mano. Sientes a lo lejos el sonido de tu celular y miras la hora en reloj. Las 6 de la mañana y no quieres salir de entre las sábanas. Su cuerpo contra el tuyo comienza a removerse, el roce de su piel con la tuya te lleva a la realidad de la desnudez de ambas. Entonces se gira hacia ti y esconde su rostro en tu pecho. Sientes cómo te salta el corazón y sonríes besándole el cabello.

Odias tener de dejarla, pero lo haces en contra de tu propia necesidad. Te tientas con la posibilidad de no ir a trabajar, pero no puedes y mientras sientes el agua caer por tu cuerpo no puedes evitar sonreír al ver la marca de sus dientes en tu hombro. Sientes esas cosquillas en tu estómago al terminar de vestirte. Necesitas que todo sea verdad, necesitas que ella te diga que es real y partes hacia su habitación. Le miras dormir, su espalda desnuda te tienta, pero sabes que si le besas una vez no te detendrás hasta escucharla explotar.

Te acercas despacio y le susurras que la amas. Ella se remueve un poco, te mira somnolienta y al verte te sonríe. “No te vayas, quédate” te pide y le dices que no con la cabeza. Besas su frente y no puedes resistirte a sus labios. Ella toma tu rostro, desliza su lengua por tus labios antes de comenzar a besarte. A los minutos intentas separarte, pero su calor, su aliento te lo impiden… decides que llamarás a tu trabajo luego de darte cuenta de que tu chaquetilla ha caído al suelo. Le sonríes complaciente y quitándote los pantalones entras en su cama diciéndole “está bien, me quedo contigo hoy” – te mira sonriente mientras toma tu cintura y acerca sus labios a tu oído diciendo “te amo”.