Angy

Como es muy habitual, en el periodo navideño se suelen hacer comidas o cenas con los compañeros del trabajo. Aquellas navidades serían unas fiestas más especiales.

Angy

Aunque ya han pasado algunos años, todavía recuerdo nítidamente los acontecimientos de aquel viernes de diciembre con los compañeros de mi trabajo. Soy informático (para abreviar) que desempeña su trabajo como la gran mayoría de los que trabajamos en este gremio, es decir, externos en las oficinas de un cliente de nuestra propia empresa. Decidimos como coña a nuestras empresas como "cárnicas" puesto que se limitan a colocar al "cacho de carne" y cobrar cada fin de mes pasándonos nuestra parte de "botín". Es por eso que en el destino no suele haber muchos compañeros tuyos reales por los que simplemente llamas compañeros a aquellos pringados "trozos de carne" como tú mismo y que están en la misma situación (porque los que se libran de esta catalogación son los jefes o responsables en el cliente aunque se convierten en tus propios jefes puesto que pueden prescindir de ti en cuanto les salga de las narices y sin dar explicaciones).

Eso no quita que hagamos bueno nuestro talante ibérico y nos apuntemos a un bombardeo cuando de cachondeo se refiere. De aquí que nos juntemos las personas que formamos cada departamento y quedemos un día para ir a comer y ya no volver empalmando con los cubatas, o bien quedar a la salida para empezar con las cañas, cenar y luego las copas de rigor. Pues esta es la experiencia de uno de estos años (no hace muchos) que fue uno especialmente recordado.

Como todos los años, se organizó todo el "sarao" gracias a las intervenciones estelares de dos compañeros (Isa y Carlos) que fueron los responsables de la coordinación de la fecha elegida, el tipo de menú y zona por donde buscaríamos el restaurante adecuado. Este día en concreto se decidió (para variar de otros años) que fuéramos de cena en lugar de a la hora de la comida como era habitual. Además como siempre procurábamos quedar en viernes no tendríamos que madrugar al día siguiente y de esa forma aprovechábamos la noche. Al final quedamos en un restaurante cercano a la calle Alberto Aguilera (de Madrid que es de donde soy) lo que nos dejaría la zona de Moncloa y Argüelles para el copeo (amén de la facilidad de tener el metro muy cerca para evitar coger los coches si te cocías con el alcohol). El restaurante sería uno especializado en carnaza y marisco que no era nada caro para lo que daban y que permitía al hígado estar algo más protegido antes del esfuerzo al que se vería obligado, jejejeje (como somos de considerados).

Al final nos juntamos dos grupos distintos debido a que fallaron algunos compañeros y preferimos formar un grupo más amplio. En total sumamos veintitrés comensales, diez de nuestro grupo y trece del otro. Así llegó el día X...

Aunque todos nos conocemos más o menos de vista, en mi caso al ser muy extrovertido y bromista conozco más a mucha gente que mis compañeros (si es que me basta con meterme en una conversación en la máquina de café... ¡¡¡como no me gusta hablar, jejeje!!!) por lo que continuamente me veía inmerso en cada uno de los diferentes corrillos que se formaban. Precisamente estaba en uno de éstos con compañeros, llamemos no directos, cuando nos avisaron los camareros que ya podíamos pasar al salón para ocupar nuestras mesas. En ese momento una compañera llamada Angélica se agarró a mi brazo y me dijo con estas palabras:

A- Tú te vienes con nosotros, ¿verdad?

Y- Bueno, lo cierto es que no he quedado con nadie en concreto pero me iba a sentar con mis compis por el qué dirán...

A- Bueno, este es un país libre. Te puedes ir con ellos y pasarlo bien o quedarte con nosotros y pasarlo mejor.

Bueno. Aunque en ese momento me sonaba más a broma que ha torpedeo directo a la línea de flotación la sonreí y acepté su oferta. Ciertamente no tenía ningún problema en hacerlo. Con mis compañeros me puedo llevar algo mejor que con el resto pero lo cierto es que tampoco hay mucha diferencia. Además, mis dos compañeros más allegados no habían ido y también, ¿por qué no decirlo?, me apetecía intimar un poco más con Angélica.

Ella es ciertamente un pedazo de cacho de mujer con mayúsculas. Aunque su punto menos fuerte sea la cara (cuidado, que no digo que sea fea, ¡¡ojo!!) tiene una forma de ser muy atractiva. Es también muy extrovertida, muy simpática, amable (siempre que se lo pides te ayuda en lo que sea), con una eterna medio sonrisa que no se va de sus labios casi en ningún momento del día. Pero lo que Angélica tiene también es... ¡¡¡Dios, tiene un cuerpazo del 10 y medio!!! Y pensar que lo descubrí por casualidad...

Me explico. Ella suele siempre vestir con ropa que no realzan NADA su silueta. Su ropa suele ser holgada y recta, de colores ocres u obscuros muy discretos y suele llevar siempre pantalón. Sólo la he visto con faldas holgadas en verano, cuando aprieta el calor. Es por eso que siempre ha pasado muy desapercibida entre los "cazadores" típicos que habitan en el ecosistema del trabajo. Pero yo tuve la suerte de darme cuenta.

¿Y cómo pasó? Pues como casi todos los grandes descubrimientos de la humanidad. Por casualidad. Cierto día iba yo totalmente en mi burbuja dándole vueltas a unos problemas que tenía cuando subiendo del baño desde los servicios de la planta baja totalmente por casualidad me dio por subir la vista. Ese día de verano Angélica llevaba falda (holgada y poco ceñida como era su costumbre) y estaba hablando por el móvil apoyada ligeramente en la barandilla de la escalera por lo que se le hizo el espacio suficiente para poder mirar sus piernas casi hasta donde la espalda pierde su casto nombre. Huelga decir que me quedé totalmente parado al darme cuenta de las columnas griegas que eran sus piernas, porque además ella es bastante alta (será sobre el 1,75m). Perfectamente definidas y turgentes (sé que la gusta ir al gimnasio) eran un claro indicador que allí, bajo el disfraz de la discreción, residía un cuerpo merecer de un estudio más exhaustivo.

Desde ese día activé todos los escáneres de mi vista y cerebro para intentar discernir el resto de su anatomía. Poco a poco fui desentrañando sus formas gracias a que un día se ponía una blusa algo más ceñida o más trasparente o un pantalón más ajustado,... vamos, que sólo me faltaba saber si escondería algún tatuaje en la piel. Además su pelo moreno (casi negro) y rizado le daba un aire calorro que tiraba de espaldas.

Para no aburrir de lo que aconteció durante la cena lo resumiré en que ocurrió lo que suele pasar. Mucha comida que tendría que ser ayudada con chupitos de hierbas y/o helados para bajarla, risas y chistes por todos los rincones, salidas subiditas de dobles sentidos,... lo normal. Ya me daba cuenta que los de siempre estaban intentado arrimar cebolleta para ver si ligaban con alguna compañera. Incluso alguno tuvo el morro de intentarlo con Angélica a lo que, de manera graciosa y diplomática, bien yo intentaba dejarle en ridículo para que se largara o bien Angélica se lo quitaba de encima tan pronto se ponía pesado.

Al pensarlo después con calma es fácil llegar a la conclusión que ambos estábamos intentando allanar el camino para poder juntarnos. Debo decir que yo en ese momento no tenía pareja fija ninguna (alguna amiga con derecho pero nada más) y ella hacía unos meses que dejó a su novio por cierto tema de osamentas que la puso. También creo que mi actitud hacia ella que siempre fue cortés, amable y con los dobles sentidos justos que suelo usar cuando bromeo "picantemente" que suelen ser bien recibidos ya que son graciosos y de buen gusto, y ante mi aparente correcta distancia (sin atosigarla nunca) hicieron que en ella se despertara cierto interés hacia mi persona.

Aquel que se piense que voy de sobrado, que se lo quite de la cabeza. Me defino como un tío normal. No soy como dicen en otros sitios que miden metro noventa, cachas, rubios de ojos azules y dos palmos de rabo. Pues no. Empiezo a entrar en tercera decena en cuanto años, no llego al metro ochenta por poco y no soy ni gordo ni flaco (estoy en 85 quilos) y mis ojos son castaños claros. Lo único que alguna vez me han dicho es que de cara si soy guapo, pero nunca me lo he terminado de creer.

Bueno, que me enrollo como las persianas. El caso es que nos tiramos hablando durante toda la cena. Cada vez subía el feelling entre nosotros y poco a poco el ambiente festivo de la cena se iba haciendo más espeso de tal manera que se nos hacía más opaco, más lejano, poco importante. Tampoco las distancias se mantuvieron y con el paso de las horas eran cada vez menores. Además, cuando abandonamos el restaurante y empezamos la ruta de pubs, con el ruido de la música nos teníamos que hacer hasta al oreja del otro para poder hablar.

Y fue esa cercanía más el alcohol ingerido hasta ese momento las que terminaron de romper mis barreras. Deseaba intimar con Angélica. Su olor me embriagaba, su aliento en mis pabellones auditivos me encendían, el roce de su pelo en mi cuello o mis labios al acercarme a ella enervaban mis sentidos. Ya no aguanté más y dándola un suave chupetón en el lóbulo de la oreja y susurrándola al oído pregunté:

Y- ¿De verdad quieres seguir aquí o prefieres que busquemos un sitio más tranquilo para seguir 'hablando' (esto último con retintín).

Al terminar de hablar la di también un suave beso en la oreja mientras la acariciaba suavemente uno de sus brazos y la cogía con mi otro brazo por la cintura muy suavemente lo que provocó un ligero estremecimiento y que su piel se pusiera de gallina. Se giró hacia mí clavando una mirada turbia y con respiración agitada por mis caricias y se acercó a mí pegando su cuerpo contra el mío.

A- Por favor, sácame de aquí. Llévame donde quieras pero no te separes de mí -dijo depositando un suave beso sobre la comisura de mis labios. No sé cómo lo había hecho pero Angélica se había entregado totalmente a mí y, para ser muy sincero, me gustaba mucho aquella sensual forma de entrega.

Sonreí suavemente mientras afirmaba lentamente con la cabeza, la tomé con algo más de fuerza por la cintura y muy discretamente me la llevé hacia la salida haciendo mutis por el foro para que nadie se diese cuenta. Tampoco sabía que iba a ocurrir y desde luego no me apetecía que, ni a ella ni a mí, nos acribillaran con chismes y cotilleos de porteras al lunes siguiente. Paramos un taxi y le di la dirección de mi casa que está a menos de 15 minutos sin tráfico de aquella zona. Al ser ya casi las dos de la mañana a los quince minutos estábamos ya besándonos en el portal de mi casa. En el ascensor, delante de la puerta de casa, por el pasillo hacia mi cama no parábamos de besarnos casi ni para respirar pero no eran besos apasionados sino lentos, tiernos, entregados. Nuestras lenguas bailaban un lento vals en nuestras bocas enroscándose y acariciando, no batallando por tomar el control. Nuestras manos evitaban tocar zonas íntimas de nuestros cuerpos para dedicarse a zonas más erógenas que eróticas, como nuestros cuellos, antebrazos, cintura, estómago, espalda,... sin tocar de momento yo ni sus pechos, su culo ni mucho menos su entrepierna y sin ella aproximarse ni a mi culo ni a la incipiente tienda de campaña que marcaban mis pantalones, que al ser de vestir y no vaqueros dejaban libertad a mi duro miembro.

Al llegar a la cama la situé a un lado de la misma y sin apartar mi mirada de sus ojos la empecé a despojar de sus ropas. Primero cayó la torera con la que se tapaba los hombros lo que me permitió prolongar la longitud de los besos sobre su cuello. Ella ladeaba la cabeza hacia el lado opuesto para darme más facilidades en las caricias mientras se quitaba despacito el cinturón que residía en su cintura.

Mis manos empezaron a subir despacio, rozándola por la piel de sus brazos desde las muñecas hasta la espalda para iniciar un lento descenso por su columna vertebral arrastrando con ellas la cremallera del vestido que, al quedar el cierre por la cintura, liberó la presión de los tirantes haciendo que estos se deslizaran por sus brazos llevándose al resto del vestido desde sus caderas hasta los tobillos por la acción firme de la ley de la gravedad. Estando el vestido ya en el suelo Angélica empezó a soltar los botones de mi camisa despacio, abandonando su mirada mis ojos para besarme el torso de mi pecho según liberaba botón a botón. No se paró hasta que soltó todos los botones, el del pantalón incluido. Mientras subía de nuevo por mi torso y mientras me comía los pezones de mis tetillas solté el cierre de la prenda que me ocultaba sus pechos, yendo a los pocos segundos a acompañar al vestido en el suelo.

La separé de mí acariciándola el cuello suavemente con las yemas de los dedos y entonces pude ver con toda claridad lo que sólo había podido intuir. Dos senos preciosos a mi forma de ver, con los pezones pequeños pero duritos y puntiagudos mirando hacia arriba a pesar de ser el pecho ligeramente caído (sólo un poquito) y del tamaño que se puede decir ideal, lo justo que abarque la mano. No pude evitar quedarme mirándolos con cara de lelo que hizo que Angélica se riera despertándome en ese momento.

Y- Ufff, Angy, sabía que escondías algo bueno pero no me hacía a la idea de lo grandiosa que estás...

A- ¿Angyyyy? Nunca me habían llamado así, pero me gusta. ¿O sea que te gustan mis tetitas?

Y- Si a estas preciosidades dignas de una escultura griega las llamas tetitas, pues no me gustan... ¡¡me apasionan!! -y diciendo esto ya no me quise enrollar más. Mis labios estaban sedientos de sus formas, mi boca quería absorber esas aureolas rugosas y duritas y mi lengua tenía que enroscarse en esos pezoncitos que alimentarían mi pasión.

Ella empezó a gemir de una forma más audible, síntoma que le gustaba el tratamiento recibido, y así empecé a acariciar el resto de su anatomía. Por primera vez acaricie sus nalgas que estaban libres al llevar un tanga como ropa íntima, tanga que por cierto tardó mi poco en volar de su sitio. Ya con su cuerpo declarado como puerto franco, mis manos buscaban sus más recónditos e íntimos rincones sin ningún pudor. Aumentaban sus suspiros.

La deposité con cuidado, mimo y lentitud en la cama puesto que ya me había propuesto hacerla llegar al máximo placer que me fuera posible. Tras eliminar de mi cuerpo la ropa que conservaba puesta me tumbe encima de ella, rozándola con mi pene por su depilado pubis que sólo conservaba unos pocos vestigios de vello en el monte de Venus de tal manera que la masturbaba su húmedo sexo. Apoyado sobre los codos acariciaba sus endurecidos pechos mientras mi boca viajaba entre sus labios y sus lóbulos con paradas de suaves besos sobre los párpados. Pensé que de esta forma tierna disfrutaría más tal y como pareció en los prolegómenos. Notaba el clítoris endurecido y cada vez más sensible por lo que decidí bajarme a su entrepierna y devorarla toda su intimidad. Sus suspiros se tornaron más roncos cuando alterné las caricias linguales entre sus labios interiores y exteriores y su botón de placer.

Tras unos breves minutos de ese tratamiento noté la cercanía de su orgasmo acercándose implacable e imparable. Pasé a friccionar su botón con movimientos lentos pero apretando mi lengua para que la sensación fuera más fuerte lo que hizo que empezara a correrse suavemente pero de forma continua. Tan pronto sentí como empezaba a relajarse la metí dos dedos dentro de su vagina buscando su punto G mientras cambiaba los movimientos sobre su clítoris, siendo ahora más superficiales y rápidos. Angélica empalmó el orgasmo anterior con otro corriéndose como un grifo tal era la cantidad de jugos que salían expulsados de su interior, jugos que devoré con fruición.

Mientras terminaba de convulsionarse y con la piel perlada de gotitas de sudor fruto del esfuerzo realizado por su cuerpo abrió sus ojos y me iluminó con la sonrisa más bonita que he visto en la vida, una sonrisa de satisfacción, relajación y sentimiento. Creo que me empecé a enamorar de ella gracias a esa sonrisa que devolví con toda la dulzura que fui capaz de transmitir. Nos besábamos suavemente apenas rozando nuestros labios disfrutando del calor y la cercanía del otro. Quiso incorporarse pero se lo impedí suavemente.

Y- Shhhh, disfruta... relájate... aún tenemos mucho tiempo.

Me miró sin decir nada pero con cara de agradecimiento con un pequeño mohín de contrariedad de niña pequeña que me encantó. Disfrutaba de todas sus expresiones, de los más pequeños movimientos de su cuerpo,... Realmente parecería que estaba flotando en una nube con tan sólo mirarla.

Después de estar besándonos y acariciándonos sin decir nada, me tumbó boca arriba en la cama y se situó sobre mí. Su pelo rizado cayendo sobre sus hombros, sus ojos turbios de deseo, su respiración que se empezaba a agitar... eran muestras claras de un nuevo subidón de excitación por parte de Angy. Yo no había bajado mi erección anterior por lo que la bastó sentarse a horcajadas sobre mi miembro y dejarse caer para que mis huevos pegaran contra sus nalgas. No me dejó que me moviera y comenzó a moverse de distintas formas, bien haciendo círculos con mi falo clavado en sus entrañas, cabalgándome como una amazona o bien con movimientos adelante y atrás provocando que mi tallo friccionara contra su sexo. Al tener las manos libres pude acariciar sus tetas a placer disfrutando de la suavidad del tacto de su piel, del calor de su cuerpo, de la dureza de sus apéndices mamarios que fueron repasados por mi lengua cada vez que conseguía incorporarme para llegar a ellos. Alternaba esas caricias con la comprobación de la dureza de sus torneadas piernas, de la firmeza de sus nalgas tal y como me imaginé desde aquel afortunado día en el que el azar me hizo fijarme en ella. Mi excitación subía de forma alarmante por lo que me concentré en acariciar su cuerpo con más atención para subirla a ella la suya. Acariciaba sus rodillas, el interior de sus muslos, el contorno de sus costados, sus pezones, su cuello, sus labios, sus mejillas, los lóbulos de las orejas y su nuca par luego repetir el proceso en dirección inversa. Angy daba muestras de empezar a flaquear ya y abandonarse al placer.

Así estuvimos durante un buen rato. Tenía que hacer auténticos esfuerzos para no vaciarme yo dentro de ella puesto que quería que al menos llegara al orgasmo una vez más. Pasaron por mi cabeza desde soluciones para problemas del trabajo, imágenes de malas noticias del Telediario, fotos de Sara Montiel desnuda (de mayor),... todo con tal de aguantar como pudiera. No me debió de ir mal porque Angy se acercaba de nuevo a otra corrida y aquí sí que debo decir que me aventuré a lo loco. Cuando estaba subiendo el volumen de sus gemidos me embadurné dos dedos primero con sus jugos y después con saliva y cuando estaba distraída la metí dos dedos por su culito hasta la mitad. En un primer momento dio un respingo por la impresión al no esperarse tal intrusión y llegué a temer haber metido la pata. Pero sólo duró dos escasos segundos en los que el rictus de su cara se contrajo de forma increíble dando un gemido ronco de placer que me impresionó. Según la enterraba más los dedos por su culito más rápido se movía sobre mí hasta que en un momento de subidón la clavé de golpe los dedos hasta el fondo tras haberlos sacado casi en su totalidad. Angélica pegó un grito de placer a pleno pulmón mientras una auténtica avalancha de jugos empaparon mi falo que estaba siendo succionado por los movimientos rítmicos de su vagina propios del orgasmo lo que me llevó a traspasar el punto de no retorno del mío propio.

En verdad sentía como si me desangrara por el pene al vaciarme en su interior. La intensidad de todas y cada una de las descargas de mi esencia depositas en las profundidades del cuerpo de Angélica me parecían chorros de manguera de bomberos. Sentía como se me iba hasta el alma en cada uno de los zambombazos que daba mi corazón que se quería escapar de mi pecho. Fue un orgasmo apoteósico, como nunca recuerdo haberlo tenido con anterioridad. Y eso mismo parecía que pasaba con ella. Cayó derrengada sobre mí, empapada en sudor y con el cuerpo sacudido por pequeños temblores. Poco a poco su cuerpo se fue quedando cada vez más laxo y volvió a abrirme esos ojos dedicándome una sonrisa de satisfacción y creo que de agradecimiento. Nos tumbamos uno junto al otro dedicándonos besitos suaves, pequeños piquitos y suaves caricias hasta que caímos en los brazos de Morfeo.

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Mucho tiempo ha pasado desde aquel día y muchas han sido las vivencias que he compartido con Angy (como la llamé a partir de aquel día). Para aquellos más realistas decirles que sí, que al día siguiente fuimos conscientes del riesgo que tuvimos al hacer el amor 'a pelo' pero no pasó nada. Porque lo que tengo muy claro es que en ningún momento follamos sino que hicimos el amor. No fue la única vez. La siguieron muchas veces más, incluyendo auténticos polvos salvajes que disfrutábamos completamente, sexo anal incluido.

Pero hoy mi mente no está centrada en todos esos recuerdos. Hoy viajo con mucha preocupación y unas cantidades exportables de nervios. Tengo que ir al hospital donde me han avisado que han llevado a Angy. Un pequeño contratiempo que se ha presentado y la ha obligado a pasar por quirófano. Los nervios me consumen. Los minutos parecen horas hasta que por fin sale el médico. A pesar de los riesgos que había la intervención ha salido completamente bien y Angy está en recuperación. Un par de horas más tarde entró en la habitación de la planta y la veo. Una vez más me tranquiliza con esa mirada y esa sonrisa que sabe que me cautiva y que me tranquiliza. Se la ve bien. Se la ve feliz. La miro. Sé que la amo. A ella y a nuestra hija que está en sus brazos, una niña que duerme al calor de su madre sintiéndose protegida y reconfortada por ella. Y por mí cuando las abrazo a ambas...

Éste es el primer día del resto de nuestras vidas.

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