Angry girls I

“Respira Ana, cálmate”

Iba a llegar tarde, por culpa de mi eterno cansancio, por culpa de la llamada telefónica de mi madre, pidiéndome no sé qué. Ahora corría, literalmente, a la estación del bus. Ni siquiera había tenido tiempo de almorzar, lo que no ayudaba en nada a mejorar mi humor. Pero no podía perder los estribos “ Respira Ana, cálmate”. Eran las incesantes palabras de mi profesor.

Resoplé al sentarme en el único asiento vacío del bus, intentando recordar lo que me había pedido mi mamá al llamarme. Algo referente a mi tía -lejana por parte de algún vejestorio que nunca llegué a conocer- Ya luego la llamaría.

Bajé apresurada y corrí directo a la entrada del edificio, miré el enorme cartel “Grupo de control de la ira”. Era mi último día.

Mi nombre es Ana y estoy aquí porque hace seis meses le estampé una silla a mi instructor de manejo. Dijo que las mujeres no deberían estar detrás de un volante – ese era mi discurso de siempre. Las chicas me sonreían, mientras que los chicos me miraban asustados. Nada inusual.

La verdad era, que no solo lo había hecho por eso. Dos horas antes de mi examen me había enterado que mi novio de 3 años se había ido con mi mejor amiga. De igual manera habría terminado en el grupo, porque era seguro que la silla iba a golpear a alguien. No me arrepentía, mi instructor era un idiota, al igual que mi ex novio y mi ex mejor amiga. Todos eran idiotas.

El profesor dijo unas palabras como despedida de mi presencia en el grupo. Todos aplaudieron. Incluido el chico que se enojaba por el ruido, lo que me hizo sentir entre nostálgica y aliviada. La chica del ceño fruncido me sonrió. La señora que parecía salida del inframundo, Lorena, hizo un gesto amable con su cabeza en mi dirección. Y el niño gritón –De maldiciones y demás- hizo un gesto de “bien hecho” con su mano. Todo muy bien, todo agradable, pero ya quería largarme.

Me despedí de todos amablemente y crucé las puertas del edificio por última vez.

Gracias nuevamente por aceptar, no creí que lo hicieras.

¿Qué? ¿Qué era lo que había aceptado? Releí el mensaje varias veces. Recordé la conversación que tuve con mi mamá antes de salir, pero no recuerdo haber aceptado algo en particular.

Subí las escaleras con pesadez. Vivía en un sexto piso, sin ascensor. A veces alardeaba de mis piernas. Todo hay que decirlo.

Hola furiosa, hay que celebrar.

Esa era la chica friki, Alex, que había conocido en el grupo y que había salido tres meses antes. Sus últimas palabras en aquel círculo del terror fueron “La verdad es que los detesto y me alegra salir de esta cárcel de condenados que no saben que la ira es beneficiosa” hizo un gesto relacionado con su dedo medio, se dio la media vuelta y salió por la puerta. Mis carcajadas lograron escucharse hasta la avenida y estuvimos riéndonos durante casi una semana.

La sonrisa duró hasta que llegué a la puerta de mi apartamento. Acostada en mi sofá, estaba esta chica salida de una revista.

Perpleja en la entrada conseguí hablar - ¿Qq-ué? – Genial, ahora olvidaba hablar.

¡Hola primita! – Dijo dando un salto y abrazándome toscamente.

Yo solo estaba petrificada, debía parecer una extraña mezcla entre una idiota y otra.

Eh – Doble genial, definitivamente no tenía nada inteligente para decir.

Creí que la tía Carol te había llamado – Dijo confundida al notar mi rechazo.

Muy bien, esto fue lo que pasó por mi cabeza “La tía Carol es mi madre, mi madre se llama Carol, me dio las gracias por aceptar algo que creyó que no iba a hacer. Primita .

¡¿June?! – Pregunté en un tono de desagrado.

Sabía que te ibas a alegrar de verme – Dijo sonriendo.

O esta chica era tonta o sabía usar muy bien el sarcasmo.

June era la clase de chica que todas las demás detestaban por arrogante y prepotente. No la veía desde los 10 años y había agradecido hasta ahora todos los años que tuve sin verla. Tengo que admitir que su físico había cambiado bastante, para bien.

Dame un segundo – Dije esforzando una sonrisa, que debió parecer más una mueca de dolor. Cerré la puerta a mis espaldas y fui hacia mi habitación.

¡¿Es en serio?! – Dije apenas mi mamá contestó el teléfono.

Ya aceptaste, no puedes decir que no ahora – Dijo defendiéndose.

¿Puedes explicarme que hace ella aquí? – Pregunté intentando calmarme.

Ya te dije – Empezó – Su apartamento se inundó, alguna tubería mal puesta, estará solo 5 meses.

¡¿5 MESES?! – Eso era demasiado – No podré soportarla 5 meses – Dije bajando la voz repentinamente para que mi primita no escuchara. Aunque muy en el fondo deseaba que escuchara y se largara.

Trata de llevártela bien con ella, besos, te quiero – Y colgó. Mi propia madre me acababa de colgar el teléfono.

Maldije por lo bajo. Tomé una larga respiración y volví a salir.

Entonces… - Empecé a decir – Te quedarás un tiempo ¿No? – Demasiado para mí. Pensé.

Si, espero no te moleste – Dijo con cierto tono de tristeza.

No, está bien – Dije tratando de hacerla sentir mejor – no hay problema – Si había.

Trataré de irme lo más pronto posible – Dijo – No quiero molestar.

Esa frase me desconcertó. Si algo le encantaba a mi primita June, era molestar.

Titubeé un segundo, cambiando mi peso de una pierna a otra – En serio, no hay problema – Dije en tono sincero.

Perfecto – Dijo alegremente y dirigiéndose a la habitación justo al lado de la mía.

¿Y este montón de basura? – Preguntó desde la puerta, señalando el teclado que me habían regalado en mi cumpleaños 23 y una montaña de partituras.

La June de los 10 años ya había vuelto. Resoplé indignada por haber creído que había cambiado su forma de ser.

No es basura – Dije tomando otra respiración.

¿Dónde dormiré? – Preguntó cruzándose de brazos y dándome esa mirada que tanto odiaba. La mirada de “Soluciona todos mis problemas ya”.

En el baño – Le respondí. Salí apartándola de un empujón y cerrando la puerta de mi habitación con fuerza.

Sin darme cuenta, estaba recostada en la pared, respirando con fuerza. Apenas 45 minutos antes había salido para siempre del curso para el control de la ira y parecía que iba a necesitar ir durante los 5 meses que June iba a quedarse conmigo. Esto no pintaba nada bien y no quería ser la chica que les estampa sillas a las personas que la hacen alterarse. No quería ser esa chica neurótica. Aunque quería en esos momentos tener una silla cerca.

Problemas – Escribí al destinatario “Chica friki” – Parece que necesitaré controlar mi ira durante 5 meses.

Tres minutos después de haberlo enviado, la chica friki respondió.

8:30 donde siempre .

Esa chica era la única amiga que tenía y a pesar de ser un poco NO normal, me entendía bastante bien.

Miré el reloj de mi muñeca izquierda, eran las 6:30. Decidí darme un baño y salir antes a dar un paseo o a hacer cualquier cosa que me mantuviera alejada de June y su terrible personalidad.

Salí con mucho cuidado hacia el cuarto de baño, mirando hacia todos lados cual ladrón. Empujé la puerta, pero esta no se abría.

Genial – Susurré.

Seguí empujando con fuerza y se escuchó un quejido del otro lado. La puerta se abrió y del otro lado estaba June sobre el suelo.

¿Pero qué estás haciendo? – Pregunté incrédula.

Dijiste que dormiría en el baño – Dijo con ese tono de voz que me había desconcertado antes.

No seas tonta – Le reproché – Levántate ya – Le dije, mientras la tomaba del brazo y la hacía ponerse de pie.

Creí que lo decías en serio – Dijo.

June era igual de alta que yo, un poco más delgada y las tonalidades de su cabello castaño la hacían ver hermosa. No noté los 2 minutos y 36 segundos que estuve observándola. Ella me miraba, pero yo no parecía notarlo.

¿Ana? – Dijo.

Un segundo – Hizo un gesto de sorpresa que me hizo pestañear varias veces y volver a la realidad – Dormirás en la habitación al lado de la mía – Dije mirando el suelo, muerta de vergüenza. Abrí la puerta, invitándola a salir. Sé que me miró de forma extraña y ¿Quién no? Nadie se detiene a mirar a otra persona y le pide que haga silencio para admirar mejor lo que ve.

Oye Ana – Dijo alzando la voz para que la pudiera escuchar – Unos amigos vendrán esta noche, no hay problema ¿cierto?

Claro que había problema, pero entonces las palabras de mi mamá se aglomeraban en mi cabeza, formando un tornado de letras y oraciones – No hay problema – Dije por fin.

¿Es que acaso saldrás? – Preguntó mirándome de pies a cabeza, al salir lista para la fuga rudimentaria que ya tomaría como costumbre ahora que June estaba aquí.

¿Algún problema? – Pregunté.

Ninguno – Dijo secamente.

Bien – Le respondí y salí lo más rápido que pude de allí. El curso para controlar la ira había servido de algo. En pocas horas iban a invadir mi apartamento un montón de semi-adultos con las hormonas alborotadas y ninguna silla había salido herida hasta ahora.

Al llegar al parque donde siempre me encontraba con Alex la ubiqué cual radar. Recostada sobre la grama, con los pies reposando sobre el tronco de un árbol.

¿Es que no puedes sentarte como una persona normal? – Le pregunté.

Nope – Respondió sonriéndome – Se está mejor así, inténtalo.

Lo hice y puse mis manos sobre mi abdomen, a la vez que suspiraba como colegiala enamorada.

Listo, suéltalo – Dijo de repente Alex.

Eh? – Pregunté confundida.

A lo que vinimos Ana – Dijo poniendo los ojos en blanco y volviendo su vista al cielo.

Mi irritable prima está viviendo conmigo – Solté – Me desespera, aunque a veces parece dulce – agregué desconcertada – Y luego insoportable.

Dicen que del odio nace el amor – Dijo.

¿Qué? – Pregunté sorprendida – Es mi prima.

¿Y? – Dijo como si fuera lo más natural del mundo – Yo tengo muchas primas y créeme que…

Basta, basta – Dije con gesto de dolor, sabiendo que venían los detalles jugosos de sus revolcadas. Ella solo reía.

No le des tantas vueltas Ana, no es necesario que le rompas una silla en la espalda – Dijo con una sonrisa – Pon tus reglas, sin alzar la voz – Agregó – Ni sillas, ya sabes.

Siempre hacía bromas referidas a sillas, a veces era irritante, pero la verdad es que causaba gracia.

Al transcurrir la noche decidí irme a casa. Subí con pesadez las escaleras infinitas hacia mi apartamento. Esperaba escuchar a una multitud eufórica, pero solo había silencio.

Entré cuidadosamente y la sala estaba vacía. Resoplé de alivio. Caminé hacia mi habitación y encontré una nota de June.

Decidimos ir a otro sitio. Llegaré en algún momento.

Recostada sobre la cama no pude evitar pensar en la conversación con Alex.

Nunca había tocado ese punto de estar con una chica, nunca me había interesado una. Ni siquiera Alex, cuyo magnetismo atraía a las féminas casi como si de eso dependiera que el mundo girase en el sentido correcto. Y en tal caso, que me interesase en una chica, jamás sería de June, sería algo innatural en muchas formas. Principalmente, porque era mi prima y porque no me caía bien. Para nada bien.

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@thundervzla