Angie: El reencuentro
La pasión duerme durante unos días la siesta de los justos, hasta que sus miradas vuelven a cruzarse
Cuando desperté, mi hermana seguía allí. Vestida tan solo con una finísima camiseta ancha y unas bragas viejas, me miraba desafiante con los brazos en jarra. Estaba bellísima incluso con el ceño fruncido.
Con un ojo entreabierto, desde el fondo del estómago me salió:
-"¿Qué pasa?"
-"¿Qué pasa? Nada. ¿Qué iba a pasar?", me contestó, relajando su postura aunque no su actitud.
-"Nadie lo diría", contesté, al tiempo que me desperezaba. Solo un trozo de sábana cubría mi completa desnudez.
-"Tu sabrás", contestó de forma seca, mientras agarró la escoba que había dejado en la puerta y se puso a barrer la habitación con movimientos frenéticos y escandalosos.
-"¿Desde cuando barres tú mi cuarto?", pregunté, mientras me incorporaba.
-"Solo cuando quiero tocar los cojones desde primera hora de la mañana", respondió, sin el menor atisbo de sonrisa. "Además, cuando vuelva mamá y vea esta leonera, nos va a caer a los dos, y yo paso. Anda, a la ducha, déjame acabar", me espetó, sin dejar de barrer mirando al suelo en ningún momento.
Me levanté de cama dejando atrás las sábanas y sin ocultar mi cuerpo desnudo. Como cada mañana, tenía una gran erección que mostraba sin pudor en mi camino a la ducha. Mi hermana me miró sin ningún disimulo de arriba hacia abajo mientras pasaba a su lado, pero ni un solo comentario jocoso sino más bien una cara de desprecio encontró mi sonrisa como respuesta. Siguió barriendo.
Entré en la ducha poniendo el agua caliente. La misma ducha donde unos días antes Paula me la chupaba agachada, recibiendo todo el jugo de mi polla derramándose en su boquita. Cerré los ojos pensando en ello y comencé a masturbarme aceleradamente, intentando acabar rápido antes de que mi hermana me descubriera.
-"Acabo de limpiar el baño, ni se te ocurra correrte en la ducha", gritó desde mi habitación.
"Demasiado tarde", pensé para mis adentros, mientras aceleraba el ritmo hasta hacerme estallar, con la imagen de Paula mirándome con ojos de deseo, con mi falo en su boca, desnuda y mojada de flujos, sudor y agua corriente, al tiempo que se tocaba con frenesí con su mano derecha. Me corrí al fin, soltando tres chorretones de leche que se perdieron en el suelo del plato de ducha
Recogí en la mano los restos de la paja diluyéndolos bajo el agua, y después de enjabonarme y aclararme, cogí la alcachofa chorreando el plato, intentando eliminar los restos del delito.
Mientras me secaba con la toalla, seguía pensando qué era lo que le pasaba a mi hermana.
Regresé al cuarto en busca de ropa, y ya se había ido. Mientras me vestía, la escuché hablar por teléfono en el pasillo, en voz baja. Escuché ahogarse los cuchicheos y colgar el auricular, antes de que mi hermana apareciese de nuevo, ante mí, con su rompedora figura.
-"¿Estarás contento?, me soltó.
-"¿Ahora tienes ganas de hablar?, pregunté con sorna.
-"Lo que tengo es ganas de matarte...¡y te parecerá normal!... pobre chica..."
-"¿Qué dices? Háblame claro, porque no te estoy entendiendo..."
-"A ver... te enrollas con ella, te corres en su boca, tienes el poco tacto de rechazarle luego un beso... pasas de ella después... y ni tan siquiera la has vuelto a llamar".
-"Pero bueno... ¿nos estamos volviendo locos? ¿Tengo que darte yo explicaciones...?", intenté reponer.
-"A mi no... a ella", contestó mi hermana, molesta. "Me ha llamado varias veces desde entonces..."
-"Escucha... nos enrollamos, sí. El resto ya te lo ha contado ella.. se nos fue de las manos, pasó, nos despedimos... y punto. ¿Que hice mal?"
-"Todo. Tú le gustas. Y ella es una chica con muchos complejos y muy insegura. Lo de no querer besarla después de... en fin. Feísimo. Pero no llamarla durante estos días...¿que te costaba?. En fin tío, que tu sabrás lo que haces. Me voy a comer con ella por ahí, a ver si se despeja un poco. En menudos líos que me metes", me dice mientras se alejaba por el pasillo, en busca de unos pantalones limpios.
-"¿Que yo te meto en qué? La culpa es tuya por jugar a celestina... sois un par de locas... ¡anda!", grité, con los papeles perdidos también.
Mi hermana no dijo nada. Acabó de ponerse los pantalones cortos de siempre y se echó el bolso al hombro.
-"¡Me voy!", exclamó.
-"Vete de una vez. ¿No serás tú la que necesitas echar un polvo?"
Mi hermana se frenó en seco, dándose la vuelta y echándose la mano al coño de manera grosera, desafiante. Volvió a girarse y desapareció de mi vista dando un portazo.
"Paz", pensé, mientras repasaba mentalmente lo sucedido con Paula unas noches atrás. Después de magrearnos en la ducha, y de que me hiciera la primera mamada de mi vida (que no de la suya, por la destreza demostrada) estuvimos un rato picando algo y bebiendo un par de cervezas. Se perdían las miradas furtivas entre nosotros, mientras mi hermana soltaba una ocurrencia detrás de otra. Yo me fui abstrayendo poco a poco de la conversación, y a medida que mi mente volaba por libre Paula se fue enfriándo mientras las palabras de mi hermana sonaban a lo lejos. Poco después, se despidió cortesmente, sin que desde entonces ninguno de los dos descolgarse el teléfono. Quizás Paula pensará en mi, y quizás yo pensase en su cuerpo.
En esas estaba cuando decidí salir a la ventana a fumarme un cigarro. Esta vez no me escondí en la penumbra de mi cuarto, sino que saqué medio cuerpo por fuera para encontrarme con el sol, al tiempo que aspiraba el cigarro y echaba bocanadas de humo intentando encontrar la calma. A quien me encontré de frente, mirándome divertida, fue a ella. Angie.
Me saludó agitando su mano derecha, mientras dejaba a un lado el libro que estaba leyendo. Se quitó las grandes gafas oscuras bajo las que ocultaba su rostro, y se incorporó de la tumbona, poniéndose en pie y acercándose despacio hacia el muro que separaba nuestras fincas.
Estaba muy bella, llevaba un bikini de color rosa con los bordes blancos, que realzaba aún más su piel dorada. Caminaba descalza sobre la hierba, conteniendo sus caderas rotundas de manera sensual y moviéndose los brazos sueltos al compás. Los pechos lucían poderosos, desafiando la gravedad, y su abdomen firme parecía inalterable al movimiento de su cuerpo.
-"¿Cómo estás?", pregunto, con voz dulcísima y en tono tan bajo que pareció relajar todos mis músculos, en contraste con la tensión en el ambiente que dejó flotar mi hermana.
Antes de dejarme responder, prosiguió:
- "Me he quedado sin tabaco...¿me darías un cigarro?"
No tardé un segundo en buscar el paquete y lanzarlo hacia ella, recogiendolo en el aire como una gacela.
-"Gracias" -contestó, risueña, mientras se sacaba un mechero que llevaba escondido en la braga del bañador, y encendía el cigarro achuchando una larguísima calada que exhaló de manera profunda- "Que ganitas tenía. Te lo lanzo de nuevo".
Infructuosamente, intentó dirigir el paquete hacia mi ventana, y con un lanzamiento lamentable, se quedó a mitad de camino, estrellándose contra la pared de mi casa y quedando huérfano, tendido sobre el césped.
-¡Ups! -exclamó, riéndose nerviosa- "lo siento..."
Por fin hablé:
-"Tranqui.. ahora bajo".
Caminé por el pasillo a toda velocidad, pasando fugazmente por el espejo, donde me intenté recolocar el cabello, y descendía las escaleras hacia la huerta. Rodeé la casa, buscando la parte trasera, y debajo de mi ventana estaba el paquete de tabaco. Lo recogí, agachándome de la manera más elegante posible, mientras percibí como me escrutaba detrás con la mirada. Le sonreí, y le dije:
-"Ya está. Ningún problema".
-"Ya ves, soy una torpe", dijo, modesta.
-"Oh, no. Solo tienes mala puntería. Eso se practica", respondí.
-"¿Qué tal estas?", volvió a decirme, retomando la conversación inicial.
-"Pues... bueno... aburrido. Lo que te dije el otro día en la playa. Este verano tiene pinta de que se me va a hacer muy largo".
-"Oh, no. A mi, más bien corto... con este solazo, podría durar hasta Diciembre", afirmó, abriendo los brazos hacia el cielo, como buscando integrarse en la luz, al tiempo que cerraba los ojos. Sus pechos se levantaban, pareciendo escaparse por momentos del sostén que los aprisionaba. Se quedó inmóvil, durante unos segundos, pareciendo recargarse de luz. Salió del trance de repente, recogiendo con la comisura de los labios una breve calada al cigarro que sostenía con la punta de los dedos índice y anular de la mano derecha, y preguntó:
-"¿Que tal con historia del arte?", me dijo.
-"Sigo en el mismo punto", contesté.
Angie ladró la cabeza, y dijo:
-"No la sientes. Tienes que vivir el arte para poder conocer su historia. ¿Te gusta la música?"
-"Claro", contesté sin dudarlo.
-"¿Y qué escuchas?", me preguntó.
-"Pues... un poco de todo...rock, pop-rock...".
-"¿Por ejemplo?", insistió.
Tras unos segundos en silencio, volvió a decirme:
-¿Que es lo último que has escuchado"
-"Creo que ayer por la tarde... Nirvana... o Extremoduro, no lo recuerdo bien" -contesté, dudando- "¿A donde quieres llegar?, pregunté interesado.
-"Uhmm.. ¿te parece que eso es arte?"
"¿Nirvana?", contesté.
-"Si... o Extremoduro por ejemplo. Las letras de Extremoduro...¿te parecen arte?¿Que causan en tí?"
Me saqué un cigarro nuevamente, y me di cuenta de que me había dejado arriba el mechero. Instintivamente, ella sacó el suyo quien sabe de donde, y me lo ofreció a través del muro.
-"Que causa en mí... no sé, supongo que ... emoción, el entrar en cada historia que se narra y hacerla tuya, identificarlo con una parte de tu vida... todo eso rodeado por un ambiente, por una musicalidad, acompañado por una sinfonía que te haga vibrar... eso es emoción", improvisé.
-"Vas bien", dijo Angie. "En cada cuadro, en cada escultura... incluso en las pirámides de Egipto, hay una historia personal detrás", continuó. "En el grito de Munch... hay una historia personal", sentenció.
-" No he llegado al arte contemporáneo", contesté muy seriamente.
Angie rió: "No importa. Las emociones son las mismas".
Viendo mi desconcierto, decidió cambiar de tema:
-"Oye.. ¿entras y te tomas una cerveza? Hoy me toca a mi invitar", me dijo, al tiempo que me guiñaba un ojo.
-"¿No trabajas hoy?", le pregunté. No quería molestar.
-"De tarde ya no. Me han adelantado el horario contínuo una semana. Estas tardes estuve bajando a la playa, pero hoy estoy muy perezosa", sentenció.
-"Ah, me parecía... como no te vi", contesté ingenuamente.
-"¿Dónde?", preguntó
-"Eh.. aquí.. quiero decir que no te ví salir a tomar el sol", resolví.
-"Cosa que hago todos los días, ¿sabes?", sonrió dulce pero burlonamente, como mostrándose satisfecha de provocar mi nerviosismo.
-"Ah.. sí.. cuando estoy estudiando te veo ahí...y...", titubeo.
-"Ok, ok... venga esa cerveza", resolvió, alargándome una mano para que saltara sobre el murete y pasara a su finca.
"Vengo ahora", dijo Angie, para reaparecer al momento con un par de cervezas frías y una manta. "La echamos sobre el césped y nos la tomamos aquí tumbados, ¿te parece?".
Asentí, mientras Angie abría las birras y me pasaba la mía, justo antes de sentarse sobre la manta con las piernas cruzadas, e invitarme a mí a hacer lo mismo.
-"¿Qué os pasaba en casa?", me preguntó sin rodeos.
-"Ahh...¿nos escuchaste?", pregunté.
-"Jajajjj... somos vecinos, no hay secretos", respondió.
-"Bah... cosas con mi hermana... ya sabes".
-"Creí que os llevabais bien...", comentó.
-"Y es así. Solo que tiene un pronto muy malo. Se le pasará"
-"Supongo. Me parece una buena chica. Parece que tiene carácter... pero eso no es malo. Y siendo chica.. más lo va a necesitar".
-"¿Tu crees?"
-"Te lo aseguro. El mundo no está hecho para nosotras", suspiró. "Oye...si quieres, aprovecha y toma el sol. No sé que me da estar aquí en bikini y tú con la camiseta puesta..."
-"Gracias", le dije, "pero me la dejaré puesta. No resisto la comparación contigo".
-"!Alaaa¡ Me lo tomaré como un piropo. Pero quiere un poco, chico", me dijo, levantando su cerveza a modo de brindis.
-"Con el morenazo que tienes, y yo que casi no he pisado la playa este año. Y con ese tipazo... calla, mejor sigo tapado", intenté bromear.
-"Jajaja, que mono -me dijo, acariciándome la cara con el dorso de la mano-. Eres muy galante. Pero tu estas joven todavía, y yo empiezo ya a caducarme", bromeó.
-"Ya será menos. Muchas quisieran...", inicié la frase, mirando fijamente sus tetas.
En un segundo, mi mirada se encontró con la suya. Me había pillado. No estaba enfadada, sino que sus ojos transmitían paz, y cierta curiosidad por analizar cada una de las palabras que salían de mi boca.
-"Continúa...", me ordenó.
-"Pues... que... muchas quisieran... tener ese cuerpo", concluí.
Angie sonrió, dándole la vuelta al botellín. "¿Otra cerveza?", preguntó.
-"Vale...", contesté, con el tono justo para disimular mi ansiedad.
-"Ok. Pero ayúdame a cogerla, y te enseño la casa".
Me cogió de la mano, y me dejé llevar hacia el fondo del abismo siguiendo aquel precioso culo embutido en un bikini rosa.
...