Angelito húmedo
Entré sólo para matar la curiosidad pero salí habiendo matado las ánsias de esta almejita hambrienta,quien se niega a catar a un angelito con ese rabo...
6 de la tarde, en mi casa de la playa, sola con mi hermanito, hacía un calor exagerado. Sólo una duchita podría calmar el sofoco. Me dirigí hacía el baño apurada, pero escuché unos ruidos que provenían de él, no había otro baño y yo me estaba derritiendo, además quería saber qué producía esos sonidos y bueno... entré de golpe sin llamar a la puerta ni nada.
Yo, que soy muy puritana no había visto nunca nada parecido, era mi hermanito de 16 años, Roberto, que se estaba haciendo una paja.
-¡Pero Yari! ¿Qué haces aquí?, ¿no ves que me estoy duchando?
- Eso no es lo que estoy viendo... si quieres yo podría ayudarte, jaja- no sé qué se me pasó por la cabeza en ese momento para decir eso, nunca me había sentido atraída por él, le llevo 3 años, pero es que tiene una carita de ángel...
Desvió el chorro de la ducha hacia mi intencionadamente para que me empapara entera.
-¡Mira cómo me has puesto, ahora me tengo que quitar toda la ropita...!
-Eso no es problema- dijo saliendo de la ducha, poniendo todo el suelo perdido.
Las pequeñas gotitas que resbalaban sobre su torso desnudo me estaban poniendo muy cachonda, me entraron ganas de pasar mi lengüita por todas y cada una de ellas.
Poco a poco se acercaba a mí mientras me desnudaba, me ponía muy nerviosa. Rober me ayudaba a quitarme todo, a la vez que me acariciaba suavemente, esas caricias no son propias de un hermano, eran propias de un ángel.
Los dos desnudos en el baño, Rober magreaba mis pechitos, rodeando los pezones pero sin llegar a tocarlos, luego los mordía, eso nos excitaba bastante. Bajó sus angelicales manos, resbalando por el ombligo hasta llegar a mi mojada conchita, movía los dedos en círculos masturbándome el clítoris, introdujo uno y luego otro, estuvo un rato dándome placer, él veía que me iba a correr, sacó los dedos y me dio un cachetito en el culo.
Yo le dije- Ahora me toca a mi, ¿no?
Le di un beso con la lengua hasta la campanilla, le pasaba la lengua por los abdominales y lo senté en una silla al lado de la ducha. Le daba pequeñas lametadas en ese delicioso rabito, eso le ponía a cien porque la bolita de mi piercing de la lengua le hacía masajitos . Metí el capullo en la boca, comencé a lamer cada vez más fuerte y poco a poco iba introduciendo más, la tenía toda dentro, chupaba sin cesar, mis cabellos rozaban sus muslos, el jadeaba como un cerdo, cada vez más y mas. Entonces paré y antes de que se fuera me levanté y me senté encima de él, penetrándome hasta el fondo.
Yo cabalgaba como una loca, mis muslos chocaban contra los suyos, los dos gemíamos sin parar, íbamos a llegar, estábamos los dos a punto y de repente me agarró mis nalgas esbeltas y mojadas, me levantó de golpe y me empujó contra la pared, me metió nuevamente su gran polla, me follaba como un toro en celo y nos corrimos los dos al unísono fundiéndonos en una llama de pasión incontenible. Sacó su verga de mi chocho de viciosa y toda la lefa corría por mis piernas como el agua de un río. Rober me besó apasionadamente, nos vestimos y encendimos un cigarrito, luego cada uno nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones como si nada de esto hubiera ocurrido.
No volvió a pasar nunca porque fue un desliz, placentero pero un desliz, pero ya no he podido volver a ver a Roberto como un hermano, ni volver a mirar su carita de ángel...