Angelito

Un hombre se queda a solas con su hijastra, la adolescente mas santa y pura que existe, y está dispuesto a corromperla.

A Leo se le aceleraba la respiración solo de pensar en pasar todo el fin de semana con su hijastra. Mientras ayudaba a su mujer con la maleta no podía evitar fantasear con esos dos días a solas con la adolescente tan inocente.

—¿Seguro que vais a estar bien los dos?

—Amor, tranquila, es un fin de semana y te viene bien desconectar e irte con tus amigas a un spa.

La mujer asintió y se fue pocas horas después. Aún era temprano por la mañana y la joven que era su hijastra seguía dormida. Se metió en la habitación despacio y se sentó sobre la cama admirando ese cuerpecito.

Lo volvía loco. Esa piel pálida con cuerpecito delgado, un culo pequeño pero respingón y unos pechos firmes que deseaba meterse en la boca.

—Mi niña, despierta… —Vio como remoloneaba bajo las sábanas y sonrió.

Esa asolescente que debería estar en pleno éxtasis sexual, descubriendo lo que eran el alcohol y las drogas, yendo de fiesta en fiesta sin parar no era más que un angelito inocente. Cada vez que se acercaba a cualquier cosa fuera de las estrictas normas de su madre esta la castigaba, le subía la falda y le bajaba esas braguitas finas que tan precioso culo le hacían y le daba con la mano abierta en ambas nalgas hasta que la niña suplicaba piedad con lágrimas en los ojos. Cada vez que eso pasaba Leo no podía evitar masturbarse en el momento, pensando en esas nalgas que habían pasado de un blanco marfil a rojo a base de golpes. Cuando se acostaba después de cenar tenía una fogosa noche de pasión con la madre de la niña, imaginando que ese cuerpo demacrado por la edad era en realidad el precioso cuerpo de su hijastra.

—Papi... —Leo se mordió el labio al oír como lo llamaba así, llevaba cuidando de ella desde que tenía solo cuatro años, era como un padre para ella, y eso se la ponía aún más dura —, aún estoy cansada.

—Zoe, es tarde y hay que levantarse…

Mintió a la niña y empezó a acariciar las piernas desnudas de la belleza que tenía delante. Subia la mano despacio hasta los muslos mientras su niñita se desperezaba. Ella sentía la mano de su padrastro subiendo por su pierna acompañado de un calor por todo el cuerpo que la invadía lentamente. Cuando llegó hasta la entrepierna de su hijastra apretó sobre el clítoris, sacándole un gemido a la joven, que aún estaba medio adormilada.

—Papá, ¿Qué haces? Mamá no deja que nadie me toque ahí…

—Mamá no está, y yo creo que ya eres mayorcita como para saber estas cosas… —Cuando su niñita se incorporó cogió una de sus manos para llevarla a su erección, no pudiendo evitar suspirar al sentirla levemente apretada por el peso mismo de la mano, tenía los calzoncillos y el pantalón del pijama a reventar de lo dura que la tenía.

Recibió una mirada de la niña, suplicante porque no le hiciese daño, sin saber lo que se avecinaba. Se lanzó a comerle la boca mientras llevaba las manos a los pechitos de su niña, rozando sus entrepiernas para sentir contra sus labios los gemidos de esa virgen muñeca que tenía bajo su cuerpo.

—Papá, por favor, no me hagas daño.

—Mi niña, no seas tonta, esto te va a encantar. Dejame morder esas tetitas tan bonitas que tienes.

No esperó respuesta, Leo se lanzó a morder y besar esos pechos, succionando para dejar marcas por todo su cuerpo, arrancando toda la ropa que se encontraba a su paso, dándole igual dejar a su niñita sin uno de sus pijamas.

Zoe se retorcía queriendo huir, gimiendo por los mordiscos y besos que su padrastro le proporcionaba, sintiéndose culpable por sentir placer en una situación así. Cuando Leo por fin la desnudo totalmente se quitó la ropa, desvirgando a ese angelito sin cuidado y de una única estocada, haciéndola gritar de dolor de tal manera que él solo pudo excitarse más.

A partir de ese momento se relajó, empezó a hacerle el amor en vez de a follarsela. La niña por fin dejó de llorar de dolor y empezó a disfrutar, dejándose hacer, gimiendo por sentir como le daban su primera vez.

—Papi, me encanta… No pares.

Al oír eso se corrió sin poder evitarlo. Miro a Zoe casi avergonzado, pero al ver esa cara llena de lujuria volvió a excitarse y sacó la polla de la que acababa de iniciar su vida sexual para acercarla a su boca.

—Limpiala, saca tu lengua o metela entera en tu boquita, pero que no quede nada de leche.

La joven no respondió, solo abrió la boca y se dejó follar la garganta, sintiendo como esa polla se le iba poniendo dura en la boca, sin saber por qué su cuerpo seguía excitandose si no sentía ningún placer realmente por esas embestidas en su boca.

—Voy a reventarte ese culito apretado cuando la saque de ahí, ¿Vale bebecita mia?

No hubo respuesta pero las embestidas aumentaron, sintiendo las arcadas de la joven apretar la cabeza de su polla. La sacó rápidamente y puso a la niña de sus ojos a cuatro patas para meterla lentamente por su culo mientras bajaba su mano para masturbarle y que ambos disfrutasen.

El polvo fue intenso y rápido, dejando a Leo exhausto y con ganas de disfrutar del resto del fin de semana y dejando a Zoe tirada en la cama, manchada de la sangre que había salido al partirsele el himen por la brutalidad de la embestida.

—Te voy a descubrir un mundo que vas a arrepentirte de haber sido tan buena niña por tu madre.