Angela y Agustin 2da parte
Angela le cuenta acerca de alguien especial que conocio en un cine.
Las visitas de Ángela a la casa de don Agustín se han vuelto algo muy habitual, casi todos los días pese a que en un comienzo sus padres no estaban muy de acuerdo. No les parecía una buena idea que su hija fuese a visitar a un extraño en una casa que no conocen, sin embargo pronto vieron el lado positivo de ello.
Con sus años don Agustín es una persona bastante culta y si bien disfruta de la compañía de Ángela y su juvenil belleza, también le ayuda con sus estudios dándole clases de matemáticas y ciencias asignaturas donde Ángela siempre ha tenido problemas, o los mayores problemas.
“¿Sabes que debes usar lentes cierto?” le dice don Agustín a Ángela al notar que se queja un poco por la vista, “lo sé, lo sé, es solo que no me siento cómoda” responde, “o mejor dicho no te quieres ver muy, como dicen los jóvenes, nerd”, Ángela lo mira fijamente y mueve la cabeza. Hay bastante confianza entre ambos y la pelirroja comparte con él sus problemas y preocupaciones. Don Agustín le corresponde dándole algunos consejos, que su edad y experiencia le permiten dar aunque en ocasiones se asombra de las historias que cuenta la voluble pelirroja que siempre añade algo de coquetería en ellas. Ángela disfruta el morbo de contarle cosas sumamente personales a él
“Ahora se ve mucho más animado” le dice una empleada a Ángela mientras le sirve algo de comer. “Don Agustín siempre ha sido buena persona, pero se le había visto muy deprimido y solitario” agrega. “¿Y su familia?” pregunta Ángela mientras se sirve un café, “no tiene, ha estado soltero toda su vida y nunca tuvo hijos, con sus sobrinos se lleva pésimo, son unos sujetos desagradables, ya viste algo el otro día”, y Ángela recuerda muy bien aquel momento, “hasta hace unos años ni siquiera se veían por aquí, pero basto que se supiera que estaba mostrando los problemas de la edad y aparecieron todos”, ¿y a que se debe ese amor tan repentino?” pregunta Ángela con sarcasmo, “pues, don Agustín tiene algunas cosas muy valiosas por ahí además de una fortuna en los bancos, hay una habitación a la cual solo él tiene acceso en la casa” y esto despierta la curiosidad de Ángela.
“¿Tan temprano por aquí mi niña?” dice don Agustín al notar que Ángela aparece mucho antes de lo habitual, “es que salimos temprano hoy” responde ella, aunque la observa con cara de sospecha, “además” agrega la pelirroja, “debo hacer un trabajo sobre Grecia y Roma antiguas, y como usted es la persona más antigua que conozco pensé que algo podría saber de la materia” le dice con una sonrisa en su rostro. La empleada que está ahí sonríe también, “vaya, veo que estas de buen humor hoy, pues veamos qué podemos hacer, cabecita de cobre” responde él y Ángela se pone seria, detesta que le digan así.
De manera bastante animada Ángela hace su trabajo, habla de todo y se le nota de muy buen humor, don Agustín sabe que ella esconde algo, Ángela aborrece los días lunes y hoy es lunes. Además la nota algo melancólica, y en ocasiones ella evita su mirada, definitivamente algo esconde la pelirroja.
“¿Por qué te escapaste de clases?” pregunta de manera directa y mirándola fijamente. Ángela se queda en silencio mientras escribe, pero al cabo de un momento se detiene, “sabes bien que no debes hacer eso, puedes meterte en un serio problema” agrega. “Ya lo sé, y en todo caso ya estoy metida en un lio por esto, pero hoy realmente debía hacerlo” responde ella. “¿Y por qué precisamente hoy?”, “porque, debía despedirme de ella”, responde Ángela con cierta pena en sus ojos. Don Agustín se reclina en su sillón favorito y Ángela cuenta su historia.
“Nos conocimos una tarde en la que también me había escapado de clases. Estaba harta y hastiada de todo y de todos, así que simplemente me escape y me fui al cine ahí conozco a un chico y tras coquetearle un poco me dejo pasar” dice con una sonrisa. “Me instale en la parte de atrás del cine, fuera de la vista de los pocos espectadores que había a esa hora, la película no era muy buena, pero peor era para mí seguir en clases, fue entonces que la conocí, por accidente, ella tropezó conmigo al pasar y entonces nos pusimos a charlar. Fue una conversación de lo más espontanea, fue algo que, no sé cómo explicarlo realmente”.
Ángela mueve su cabeza y su cabello se agita vigorosamente. “La película paso por completo a segundo plano, conversamos de todo y ella me conto que también se había escapado de clases, aunque está en la universidad. Nos dimos cuenta que teníamos mucho en común”. “¿Cómo es ella?” pregunta don Agustín, “se llama Estefanía es de rostro más redondeado, ojos negros, pero grandes, cabello negro corto, boca pequeña de labios bien marcados, físicamente es esbelta y delgada, en contraste con mi cuerpo” mientras la describe se puede notar que para Ángela es muy especial, en sus gestos, sus palabras y en su rostro se nota que es alguien realmente especial para ella.
“Tras salir del cine fuimos a comer algo y seguimos juntas toda la tarde hasta que nos dimos cuenta de la hora, entonces ella me dejo un número de teléfono y se fue diciéndome que la llamara. Pasaron unos días y no sabía si llamarla o no, hasta que al final me arme de valor y la llame una noche y nos pusimos de acuerdo para salir un fin de semana, esa fue la primera de varias, citas que tuvimos”. “¿Sentías ya algo por ella?”, Ángela la piensa un momento antes de responder, “si”, “¿y creías que ella sentía algo por ti?”, “hasta ese momento no lo sabía, pero cuando nos juntamos a mitad de semana en ese cine de nuevo, ahí me quedo muy en claro que sí”.
La empleada los interrumpe y les deja algo de beber, don Agustín le entrega un sobre con dinero y ella se despide hasta mañana. Tras comer algo Ángela retoma su historia. “Estaba en clases cuando sentí el timbre de mi celular, el profe me llamo la atención de inmediato y al salir a recreo revise la llamada, era ella así que recogí mis cosas y chao, me escabullí por el gimnasio y salí corriendo a juntarme con Estefanía. Tras charlar un rato fuimos al cine y nos sentamos de nuevo bien atrás, en eso la película empezó”.
“Estábamos bien juntas y entonces Estefanía apoyo su cabeza en mi hombro, hasta ahí nada raro, pero al cabo de un instante apoyo una mano en mi falda, yo me quede quieta sin hacer ni decir mientras Estefanía me la empezó a subir, le dije que se detuviera y ella se rio”, relata la pelirroja con una coqueta sonrisa.
“Mientras estábamos ahí y pese a que le decía que se detuviera, seguía jugando con mis piernas”, “¿y tú querías que se detuviera?” pregunta don Agustín mirando a Ángela fijamente a los ojos, “no, ya me estaba excitando y Estefanía se dio cuenta de inmediato”. “Se me acerco al oído y empezó a susurrarme cosas, me decía que yo la excitaba vestida así de colegiala y desde que me vio quedo prendida conmigo y que pensaba solo en cogerme, yo me sonroje bastante y no sabía qué hacer, nunca alguien me había hablado así, de esa manera tan intensa y apasionada sin caer en la vulgaridad”.
Ángela se queda pensativa y sonríe maliciosamente mientras relata lo que sucedió después, “Estefanía siguió adelante, me empezó a subir la falda y se me fue acercando buscando mis labios, yo me quede quieta y comenzó a besarme, despacio primero y después con más fuerza e intensidad. Al cabo de un rato ya estaba totalmente entregada a sus caricias, nos habíamos olvidado de donde estábamos y nos besamos con todo, ella se puso encima y comenzó a meterme mano por todos lados sin pudor alguno. Estefanía usaba un shorts y cuando se monto sobre mi presionaba con su rodilla entre mis piernas además de masajear mis pechos y estrujarlos delicadamente, yo trataba de evitarlo pero unos gemidos se escaparon de mis labios mientras nos metíamos mano entre nosotras”.
“Le subí su polera y ella me empezó a abrir la blusa, acariciaba mis pechos de una manera increíble y abrió mi sostén sin problema alguno, no como otros que casi me lo rompían. Me derretí por completo cuando con su boca atrapo mis pezones y me los empezó a chupar y lamer con fuerza, una mano la metió bajo mi falda y frotaba mi sexo que lo tenía más mojado que nunca, era lo más increíble que había experimentado”.
El brillo en los ojos de Ángela y la forma en que describe todo le dan la razón, ella no escatima en detalles para describir semejante experiencia mientras don Agustín la escucha con la atención e inexpresividad de siempre. “¿Alguien se dio cuenta de lo que ocurría?”, Ángela se ríe, “pues sí, de pronto mire a mi alrededor y habían varios que se dieron cuenta, una pareja estaba empezando lo suyo y otra ya se la estaba mamando a un chico, otro tipo se hacia una paja mientras nos miraba y un sujeto quiso meterse, pero Estefanía le dejo claro que esto era solo entre nosotras”.
“En la butaca separe bien mis piernas y Estefanía rozaba mi sexo con su rostro, presionaba un dedo sobre mi ropa interior hundiéndolo justo en mi coño, me tenía en ascuas, me moría de ganas que hundiera su lengua en mi, que jugara con mi clítoris, que usara sus dedos lo quería todo y ya, ella lo sabía por eso me torturaba así. Apenas su rostro rozo contra mi calzón casi me corrí de inmediato y deje escapar un fuerte gemido, ella besaba mi entrepierna, Estefanía seguía jugando conmigo y eso le encantaba, pero poco a poco fue descubriendo mi coño y empecé a sentir su lengua en mis partes intimas”.
“Yo no podía controlarme, me retorcía y gemía como loca, hasta ese momento lo había hecho con chicas en un par de ocasiones, pero nada más, con Estefanía era totalmente diferente, me hacia gozar como nunca. Yo me acaricia mis pechos y la presionaba contra mi coño, su lengua se movía hábilmente y usaba sus dedos metiéndolos bien adentro de mi sexo, me daba bien duro y después se puso sobre mi besándome y frotando sus pechos, más pequeños con los míos. Ella se quito sus shorts y presionaba su pubis contra mi coño, ambas gemíamos como locas y alrededor nuestro habían varias parejas que se lo estaban montando. Un tipo se hacia una paja mientras nos miraba y ella me dijo que se la mamara, yo me sorprendí, pero así lo hice. Se la empecé a chupar y ella se masturbaba viéndome, para después cogerme con los dedos, no supe quien rayos seria ese sujeto, pero vaya gusto que se dio”, “debió ser el mejor momento de su vida” comenta don Agustín.
Ángela sonríe pícaramente y mira de reojo a don Agustín que esta, como de costumbre, impasible en su sillón. “Cuando salimos todos nos miraban y sonreían, el chico que me dejaba entrar gratis me dijo que viniera cuando quisiera, yo sentía una mezcla de vergüenza y excitación, era lo más loco que había hecho, al menos hasta ese momento”. “¿Y volvieron después?”, Ángela se ríe, “si, y vaya que lo pasamos bien”.
La pelirroja relata una serie de encuentros que tuvo con Estefanía, pero siempre deja en claro que había mucho más sexo entre ambas. “Un fin de semana fui a su departamento e hicimos de todo. Tenía unos juguetes que uso conmigo, le encantaba ponerse uno a la cintura y cogerme, yo me montaba sobre ella y le cabalgaba firme para después pasarlo entre mis pechos. Fue sexo como no lo había tenido nunca. Incluso una vez conocí a dos de sus compañeras, también lesbianas, y les dijo a ellas que podían follarme. Yo me quede helada y entre ambas comenzaron a desvestirme y a manosearme en medio de unos besos. Estefanía se recostó en un sillón y comenzó a masturbarse mientras me cogían, eso me puso a mil. Entre las dos me empezaron a dar con todo y usaron varios juguetes conmigo, todo mientras Estefanía me miraba, siempre tenía un aire de voyerista”.
Hay un momento de silencio y Ángela mira por la ventana hacia la calle, es un día algo nublado. “¿Por qué debiste despedirte?”, “porque ella completo sus estudios aquí, viene de otra ciudad y ahora debe volver” responde Ángela con evidente pena. “¿Crees que volverás a verla?”, “eso espero” responde Ángela, “en todo caso por teléfono aun podemos mantenernos en contacto” agrega la pelirroja, “quien sabe, cuando venga de visita, podría traerla para presentársela” dice después con una coqueta sonrisa en su rostro.