Angela y Agustin 1era parte.
Una muchacha conoce a alguien con quien comparte algunos pasajes de su vida y sus secretos.
Casi pateando la puerta Ángela sale de su casa. Está furiosa y no quiere que nadie se le cruce por delante. En el trayecto hasta el almacén no para de regañar y apenas toma en cuenta los piropos que lanzan algunos sujetos al pasar. Ángela está realmente enojada ya que sus padres le recortaron la mesada por sus notas, para la pelirroja es inaceptable algo así, pese a que muy en el fondo admite que tienen razón, pero ella jamás lo va a reconocer, simplemente es demasiado orgullosa.
Cruzando la calle unos chicos que juegan futbol le dicen algunos cumplidos, Ángela se enfurece aun más y patea con fuerza el balón lanzándolo lejos con tan mala fortuna que golpea a un viejo que iba caminando por la acera de enfrente. Los chicos de inmediato salen corriendo y Ángela, para evitarse más problemas, decide dar la cara.
“Realmente lo siento” se excusa la pelirroja ante el hombre que recoge su sombrero. “No salía a la calle en días y vaya recepción que recibo”. Ángela lo mira a los ojos que son de un intenso color azul, “así que fuiste tú chiquilla, no sabía que jugabas fútbol también”, “no juego, solo que de rabia lo patee tan fuerte como pude”, “si note que estabas enojada, lo que decías me llamo la atención” y Ángela se avergüenza aun más. “Decías algo de tu mesada en medio de tus regaños”, ella se encoje de hombros, “pues sí, me recortaron, o mejor dicho me cortaron la mesada por mis notas”, “oh ya veo, gran problema para ti”.
El viejo comienza a caminar alejándose de Ángela, “si deseas ganarte unos pesos yo te puedo ayudar” le dice mientras camina, ella se pone suspicaz y lo sigue. “¿Y qué debo hacer?” le pregunta con cierto sarcasmo, “no mucho, solo visitarme” le dice él, Ángela lo mira extrañada, “es en serio, solo visitarme y hacerle compañía a este pobre viejo, nada más, obviamente si así lo quieres y te pagare por tu compañía” le dice volteándose y mirándola a sus hermosos ojos verdes, “lo pensare” responde la pelirroja, “muy bien, me parece justo” y se pone a caminar otra vez, “puedes encontrarme en la mansión al fondo del pasaje” le dice y Ángela retoma su camino aun pensativa acerca de tan extraño encuentro.
Pasan unos días y Ángela ya había olvidado el asunto cuando de nuevo comienza a tener problemas de dinero. Sus hermanos ya no están dispuestos a prestarle más y en el colegio les debe a algunos de sus amigos los cuales tratan de aprovecharse de ello pidiéndole algunos “favores” a cambio, situación que asquea a Ángela sintiendo que la están tratando de puta y no como una amiga. Regresando a su casa va cruzando la calle cuando mira a su izquierda y ve la mansión, imponente y con cierto aire tenebroso, al final del pasaje. Ángela recuerda la conversación con el viejo y decide dar un vistazo aunque con algunas dudas.
Ángela se impresiona al ver el lugar de cerca, siendo niña siempre le tuvo miedo y aun recuerda las historias que se contaban de él. Golpea a la puerta y el eco que se siente la asusta un poco. Con un crujido la puerta se abre y una empleada la recibe. “Disculpe, el otro día hable con un caballero”, “ah con don Agustín, claro pasa no hay problema”. Ángela entra aun sintiéndose insegura de si está haciendo lo correcto al venir aquí, “ven sígueme” y la empleada la conduce hasta el amplio living de la mansión donde la pelirroja se maravilla por la decoración la cual, pese a los años, aun luce su opulencia y esplendor.
“Vaya pero que sorpresa mi niña, me imagino que la crisis económica debe ser fuerte” le dice don Agustín con una sonrisa y se sienta en su sillón favorito, “vamos toma asiento” le dice y Ángela se sienta en un sofá cruzando sus piernas, algo que no pasa inadvertido. “Si quiere mi compañía solo para mirarme las piernas se equivoco de compañía” le dice Ángela, “bah, no seas aguafiestas” replica don Agustín, pero Ángela se queda. “¿Y bien, aquí estoy ahora qué?” pregunta la pelirroja, “pues cuéntame de ti” le dice él, “¿qué le cuente de mi?”, “pero claro, estoy seguro que una chiquilla tan guapa como tu debe tener mucho que contar”, Ángela sonríe, “veo que usted es bastante copuchento”, “no que va, soy curioso, créeme, soy de confianza, todo lo que me digas te prometo que me lo llevare a la tumba, y eso será pronto” le dice levantando una mano en forma de juramento.
Aun sorprendida, Ángela le cuenta algunas cosas de su familia, donde vive y del colegio al cual asiste. “¿Eres buena alumna?”, Ángela se sonroja, “si pretende avergonzarme con esa pregunta lo está consiguiendo” le responde, “oh ya veo, no era mi intención, ¿tienes novio?” pregunta después, “¿eso es importante?”, “pues para mi si” contesta don Agustín mirando, con una sonrisa picaresca, a Ángela. “No, no tengo”, “me lo imaginaba” agrega él. “¿Por qué se lo imaginaba?”, “pues porque los compromisos no son lo tuyo”, “soy irresponsable entonces”, “no, pero eres un espíritu libre que trata de disfrutar la vida, eres coqueta y te gusta lucir tu belleza, por algo realzas tu cabellera pelirroja, tus ojos verdes y tu hermosa figura sabiendo que eso te hace diferente a las demás chicas del colegio, se ve que tienes carácter, lo note el otro día y también se ve que eres decidida a la hora de hacer las cosas, ah y también no tienes pelos en la lengua a la hora de hablar”.
Ángela guarda silencio, no sabe que responderle pues él la describió de una manera en la que ella misma jamás se había podido describir. “No te sorprendas de lo que te digo ni tomes a mal mis palabras, tu y yo tenemos mucho en común, guardando las proporciones”, “¿cómo es eso?” pregunta Ángela con interés, “pues cuando era joven era así como tú, atrevido, orgulloso, algo arrogante y quería conocer de todo, hacer de todo y vivir al máximo, también fui muy popular con las mujeres” agrega sonriendo.
Ambos conversan largo rato y Ángela se siente extrañamente a gusto con él, es como si lo conociera de toda la vida y por primera vez tiene a alguien con quien conversar sin que sea por interés y sin el miedo de que salga contándole al resto, algo que ya le paso en una ocasión. “Mira la hora que es, mejor te vas antes que sea muy tarde y tengas problemas”, Ángela no se había percatado de la hora, realmente el tiempo se le paso volando y don Agustín le entrega una generosa suma de dinero, al punto que Ángela lo mira desconcertada. “¿Seguro de esto?” le pregunta al ver los billetes, “seguro, ya tengo todo arreglado y adonde iré, arriba o abajo, no lo voy a necesitar”, Ángela se ríe, “nos vemos mi niña”, “¿y qué le hace pensar que voy a volver, ahora que tengo dinero?”, don Agustín la mira a los ojos, “volverás, de seguro que lo harás, y no será solo por dinero”, sin decir una sola palabra Ángela se retira aun pensando en lo de hoy.
De nuevo pasan unos días y Ángela decide hacerle una visita, aunque ahora más que por dinero lo hace simplemente porque desea conversar con alguien. Pese a la tremenda diferencia de edad entre ambos, Ángela se siente cómoda con él, siente que es alguien de confianza y por ello recoge su chaqueta y sale de su casa caminando tranquilamente rumbo a la mansión de don Agustín que nuevamente la recibe con los brazos abiertos.
“Estaba aburrida es todo” responde Ángela ante la pregunta del motivo de su visita. Ambos conversan cuando se oyen otras voces acercándose y Ángela nota de inmediato que la expresión en el rostro de don Agustín cambia rápidamente pasándose de su aspecto amable tiene a otro de enojo que Ángela jamás le había visto y ciertamente la intimida.
Cuatro personas que nunca había visto entran al living, y a juzgar por el rostro de don Agustín se le hace claro que no es gente bienvenida. La empleada aparece detrás tratando de explicar, pero don Agustín simplemente levanta la mano. “Ven, vamos a conversar a otro lugar” le dice a Ángela que lo sigue, “vaya tío veo que tiene buen gusto para la compañía, aunque no será muy joven para usted” dice en voz alta alguien. Ángela reacciona de inmediato y le lanza una dura mirada que le quita la estúpida sonrisa del rostro, lo único que la detiene de no hacer o decir algo más es que esta en una casa ajena. Luego de una tensa pausa Ángela sigue a don Agustín que la lleva a su estudio, el cual mantiene bajo siete llaves, muy literalmente.
“Que sujeto más idiota” comenta la pelirroja con rabia y don Agustín la mira, “lo siento”. “No te disculpes, es un consuelo saber que yo no soy el único que piensa lo mismo”. Hay un momento de silencio entre ambos, “¿todos ellos son parientes suyos?” pregunta de manera tentativa, “por desgracia si, sobrinos todos, pero desafortunadamente no son los únicos. Todos son unos zánganos, verdaderos buitres que solo desean verme en el cajón para quedarse con mis cosas nada más, han intentado de todo para tratar de sacarme de aquí y llevarme a un asilo de ancianos o a un hospital, pero no les daré semejante gusto, el día que salga de aquí para no volver será cuando salga en un cajón y con los pies por delante” dice él. Ángela siente curiosidad por las cosas de las que habla, pero decide no presionar.
La empleada aparece trayendo café y algo de comer para ambos, afuera se ven a los mismos sujetos, pero no se atreven a poner un pie dentro. “Bueno mi niña” dice don Agustín volviendo a su anterior y alegre carácter, “el otro día te vi bajarte de un auto a unas calles de tu casa, eran amigos tuyos” y Ángela de inmediato se ruboriza. “Nada de su incumbencia” responde mientras se acomoda en la amplia silla que ocupa y que parece un trono. “Ya veo, entonces son amigos y muy especiales deben ser” insiste, “no es asunto suyo” responde Ángela tratando de hacerse la enojada aunque con poco convencimiento de sí misma, “y muy especiales” agrega él moviendo la cabeza sin sacar la vista de la pelirroja que acomoda su trasero en la silla como si este le picara.
“Son unos ex vecinos que se ofrecieron a dejarme cerca de la casa” responde tratando de dar por terminado el tema, “entiendo, o sea te dejaron cerca como a ocho calles de tu casa y si son solo vecinos para que te sulfuras tanto, tu cabello se puso más rojo aun”. Ángela de inmediato se percata que se dio un tiro en el pie, y cada vez que mira a don Agustín se topa con sus ojos intensamente azules clavados en ella, siente como si le hiciera rayos x. “Realmente detesto cuando hace eso” replica la pelirroja en referencia al hecho que él es capaz de leerla por completo, de arriba abajo.
“¿Y bien?, debe ser algo muy importante lo que quieres decir pero no te atreves” y nuevamente Ángela se incomoda ya que él dice la verdad. La pelirroja suspira profundamente y sus pechos se levantan de forma notoria bajo la polera que usa, la chaqueta la tiene colgada en el respaldo de la silla y se sienta cruzando sus piernas bien marcadas en los jeans que viste. Ella bebe un poco de café y la taza la desliza por sus carnosos labios con lentitud. En ningún momento mira a don Agustín. Deja la tasa sobre el escritorio y levanta la mirada como si estuviera lista para hablar. Don Agustín entre cruza los dedos de sus manos y la mira fijamente. “No puedo creer que le vaya a contar esto” dice en voz baja.
“Ellos vivían al lado de mi casa hacia el patio trasero. Son una pareja, Esther y Ricardo, ambos hacían o mejor dicho hacen una linda pareja. Siempre eran motivo de comentario en el vecindario, se veían siempre felices juntos y compartían mucho, eran la pareja perfecta y Esther siempre comentaba que tenían una vida sexual muy activa lo que era la envidia entre las mujeres del barrio” dice Ángela aun ruborizada.
“Ocasionalmente los veía y los saludaba, él me parecía sumamente atractivo y yo trataba de imitar un poco a su esposa en su forma de vestir, era muy inmadura aun, no ingenua, pero si inmadura”, Ángela guarda silencio, “¿eras, virgen?” pregunta don Agustín de forma tentativa y Ángela se sonroja de forma notable, pero sin enojarse ni nada ante semejante pregunta, es como si ella la hubiera estado esperando. “Sí, en ese tiempo aun lo era, pero el sexo no era algo extraño y no lo veía como algo morboso o prohibido” responde ella con seguridad, sin demostrar timidez en sus palabras.
“Una noche salí al patio de mi casa a fumar un cigarro, si antes fumaba, lo hacía por idiota creía que me veía mayor solo por fumar. Me escondía cerca de un cobertizo en el fondo del patio y estaba con mi pucho cuando empecé a escuchar voces que venían del otro lado del muro, al principio no preste mucha atención, pero cuando empecé a escuchar cosas como dame más duro y métela hasta el fondo quede atónita”.
Al comienzo de su historia Ángela se mostró un poco tímida, sin embargo a medida que habla y pese a la pregunta de don Agustín se muestra más segura y con más confianza a cada momento.
“Como pude me trepe al techo del cobertizo, era muy tarde esa noche, y cuando mire por entre los árboles que habían ahí puede ver lo que sucedida. La escena era increíble por decir algo. Ricardo estaba recostado en una de esas sillas de playa o algo así” dice Ángela sin mostrar la vergüenza de otras chicas de su edad al describir una escena así, “lo más impresionante era ver a Esther que estaba en el suelo, recostada sobre una toalla follando con tres sujetos a la vez que le daban con todo y por todos lados” dice la pelirroja aun con asombro.
“Yo quede casi en shock cuando los vi, su marido mirando plácidamente mientras tres desconocidos se follan a su esposa” y al decir esto se nota un brillo en sus ojos, don Agustín permanece impasible sin mover un musculo, pero muy atento a las palabras de Ángela. “Como nunca sentí mi cuerpo arder, a esas alturas yo ya me tocaba y cosas así, pero esto era único, y me quede escondida mirando toda la escena hasta que terminaron con ella, se vistieron y Ricardo les dio dinero, cuando volví a mi cama me empecé a tocar como no lo había hecho nunca”. “¿Y esto volvió a suceder?” pregunta él, “si, varias veces, pero con otras mujeres, parejas y cosas así”, “¿y tu fantaseabas con ser parte de algo así?”, Ángela demora en responder pero lo hace, “si”.
“Una tarde llegue del colegio cuando vi que Esther estaba conversando con mi mama, ella dijo que quería pedirme un favor que les cuidara la casa esta noche ya que ambos iban a ir a una fiesta, de inmediato me imaginé que fiesta seria, así que les dije que si, y como a las nueve me fui a su casa. Ambos estaban arreglados bien formales, él con terno y corbata y ella con un vestido largo, pero bien ajustado a su cuerpo y abierto a un lado mostrando sus piernas, se veía increíble”.
“En cuanto se fueron me puse a recorrer la casa, el dormitorio fue lo primero que vi y el solo imaginarme lo que ahí sucedía me puso a mil, me tire en la cama y de inmediato metí una mano entre mis piernas, ese día usaba un buzo deportivo bien holgado y poleron. Recuerdo que revise un mueble y habían varios juguetes, quede sorprendida de la vida sexual que ambos llevaban”, Ángela hace una pausa y bebe algo, el brillo en sus ojos demuestra lo excitada que esta por lo que le cuenta a don Agustín que está atento a las palabras de la pelirroja.
“Me fui al living a ver tele, para variar tenían todos los canales porno disponible así que vi varias películas. Era pasada la medianoche cuando llegaron, me sorprendió un poco ya que pensé que la fiesta seria más larga. Les pregunte como les fue y Esther me dijo que la fiesta era de la oficina y muy aburrida. Yo me fui a recoger una casaca para volver a mi casa cuando Ricardo me tomo de las caderas y me pego a su cuerpo, yo quede desconcertada”. “¿Cómo reaccionaste?”, “pues quede estupefacta, no sabía si era en serio o me estaba jugando una broma, pero pronto me di cuenta que era en serio cuando puso sus manos en mis pechos y comenzó a besarme el cuello, nadie me había manoseado así antes, con tanta delicadeza, se notaba de inmediato que sabía lo que hacía”.
Ángela juega un momento con su cabello y después sigue hablando. “Él seguía adelante con sus caricias, tomaba mis pechos, que ya eran grandes en ese tiempo, y me los estrujaba por encima de mi ropa. Me punteaba y seguía besándome en el cuello. Yo no sabía bien que hacer, por un lado me derretía con sus caricias y besos, pero me preocupaba lo que ella iba a hacer si nos veía”, “¿Ella no estaba ahí?”, “no, había ido a buscar mi paga. Yo forcejeaba un poco, pero mis fuerzas me fueron abandonando rápidamente ante semejante manoseo en especial metió una mano bajo mis pantalones y acaricio mi coño”, “¿El primero que lo hacía?”, “eh, no, ya había tenido algunos encuentros con un pololo que tuve antes, pero era muy bruto, a Ricardo se le notaba la experiencia”.
“En ese momento apareció Esther en la habitación, yo me quede helada, pero ella me sonrió, se me acerco y me dio un tremendo beso en la boca, con fuerza y presionando sus labios sobre los míos y con sus manos me fue subiendo mi poleron buscando mis pechos, nada mal, me dijo y después me beso nuevamente ahora metiendo su lengua en mi boca. Yo estaba atrapada entre ambos, me besaban y manoseaban como querían, yo me puse tan excitada que simplemente no oponía resistencia. Ahí me dijeron que se vinieron antes para tener una fiesta más privada conmigo”.
Un sonido tras la puerta los interrumpe un momento, don Agustín se pone de pie y cruza unas palabras regresa a su sillón. “Comenzaron a desvestirme y a desvestirse ellos, pronto me vi con mis pechos al descubierto y entre ambos me los acariciaban y besaban, nunca me había besado los pechos antes y entre los dos me hacían gemir ya no podía controlarme. Esther descubrió los suyos y frotaba sus pezones con los míos. Ricardo me besaba y sobaba el culo, poco a poco me fueron despojando de mis ropas y entre los dos me recostaron sobre la alfombra. Ellos se desnudaron también y me besaron de arriba abajo. Ricardo me tomo de las manos y las extendió, Esther se metió entre mis piernas y comenzó a darme sexo oral, era algo indescriptible, primera vez que me lo hacía y era una mujer mayor. Sentía su lengua deslizando en mis partes intimas, la pasaba entre mis muslos, yo me retorcía y gemía desesperada, vaya que se sentía bien” relata Ángela con lujo de detalles disfrutando la morbosidad de su historia y a quien se la está contando.
“Esther se monto sobre mí, frotaba todo su cuerpo con el mío, sus pechos y su vientre lo presionaba sobre mi pubis, se movía como si me estuviera follando. A esas alturas ya me había dejado llevar por todo y le seguía el ritmo, o al menos intentaba hacerlo. En ese momento Ricardo acerco su miembro, ya bien erecto y duro a nosotras. Esther fue la primera en probarlo y le comenzó a hacer una mamada justo frente a mi rostro, yo aun estaba bajo ella. Lo chupaba y saboreaba mostrando lo bien que sabía hacerlo”. “¿También algo nuevo para ti?”, “no” contesta Ángela con seguridad, “en una ocasión le había hecho una mamada a un chico, pero fue una tontera, nada en serio”.
“Ricardo acerco su miembro y lo puso en mi boca, con timidez comencé a pasar mi lengua sobre la misma, a lo largo y en su roja cabeza. Esther me miraba y sonreía, ocasionalmente me hacia algún comentario acerca de cómo hacerlo mejor y yo le obedecía, ella sabe mucho de estas cosas” agrega Ángela con una sonrisa llena de coquetería, lujuria y algo de vergüenza. “Pronto le tome el ritmo y ya lo ponía entero entre mis labios, lo frotaba con mis manos y con mis labios, realmente lo disfrutaba haciéndole una mamada, la primera en serio que le hacía a un hombre. Esther al verme ya por mi cuenta se puso a jugar con mi cuerpo, besaba mis pechos y pronto se metió entre mis piernas para seguir con mi coño”.
“No sé cuanto rato estuvimos así, pero entre me hicieron gozar como nunca hasta ese momento, yo también los hacía disfrutar como podía y Ricardo me mostro como debía comerle el coño a una mujer, eso lo pude hacer más fácil que una mamada. Los tres estábamos ahí, tirados sobre la alfombra dándonos sexo oral y yo, siendo el jamón del sándwich”.
Ángela sigue su historia dando los detalles de todo, ella se muestra sin pelos en la lengua y contesta todas las preguntas sin inmutarse o sonrojarse en exceso, algo raro en una chica de su edad. Habla con seguridad y sin titubeos, como si siempre hubiese querido contarle esto a alguien y en don Agustín, encontró a alguien de confianza.
“Ambos me mostraron como follar, Ricardo tomo a su esposa y puso en cuatro dándole bien duro. Vaya que follan con todo esos dos, el es rudo y duro, como a su esposa le gusta, yo simplemente los miraba y disfrutaba metiendo una mano entre mis piernas. Verdaderos profesionales. Cuando Ricardo se tumbo de espaldas Esther me hizo un gesto y entre ambas le hicimos una mamada, vaya dúo fue ese con besos y todo. Incluso le atrape su miembro entre mis pechos y le hice una paja con ellos. Algo que siempre había querido hacer, aunque ahora ya lo hago mucho mejor” señala con orgullo aduciendo a que sus pechos son más grandes.
“Fue en ese instante en que decidí que era mi turno, de pasar de niña a mujer. Esther me dijo que yo me montara encima, que haría la penetración más cómoda ya que podría sentirla mejor y controlar la fuerza de la misma, la primera vez a veces es algo incomoda. Con expectación y temor me puse sobre él, Ricardo tomo mis pechos y me los masajeo delicadamente. Yo me puse tensa y nerviosa, pero Esther me dijo que me relajara. Ella se ubico detrás y me tomo de las caderas, me dio unos besos hasta que sintió que me relajaba y no estaba tensa como hace un rato. Me dio un gran beso y con una mano cogió el miembro de su esposo guiándolo hasta mi coño, yo casi di un brinco al sentir su roja cabeza rozando mi sexo por primera vez, era algo increíble en ese instante sentir un miembro de esa manera”.
“El juego duro un rato hasta que lentamente me fui dejando caer, ella me hablaba y me decía relájate, lo vas a gozar y cosas así. Poco a poco lo fui sintiendo como se hundía en mi cuerpo, Esther me guiaba hasta que entro lo suficiente y lo dejo, entonces sentí un poco de presión y dolor y de repente, entro aun más, ahí deje de ser virgen. Entre ambos fueron muy delicados conmigo, me ayudaron y Ricardo en especial me trato bien sin ser rudo ni nada por estilo, querían hacerme gozar, no llorar y Esther me decía que me moviera despacio, a fin de habituarme a sentir un miembro en mi sexo. Al principio me dolió un poco, pero tomando el ritmo y le empecé a cabalgar despacio”.
En sus ojos se nota lo excitada que esta, sus bellos ojos verdes brillan como esmeraldas mientras relata el día en que se convirtió en mujer según sus palabras, don Agustín la escucha atentamente, ya sin hacerle más preguntas, simplemente escuchándola.
“Una vez que me habitué comencé a hacerlo con más fuerza, entre ambos me hacían disfrutar, Ricardo tomaba mis pechos y Esther me daba unos besos y frotaba su pubis contras mi trasero, yo me sentía extasiada y gemía como loca, era increíble lo que yo sentía en ese instante. Luego de un rato cambiamos de lugar, yo me recosté de espaldas y Ricardo me tomo de los muslos para cogerme, ahora su penetración fue mucho más fluida. Esther se monto sobre mí para que le diera sexo oral y así lo hice, gozando por ambos extremos, hasta ese momento lo más loco que había hecho”.
“Fue una noche intensa, aunque después las he tenido aun mas, pero disfrute perder mi virginidad, pese a la molestia inicial. Esther me dijo, ya para hacerlo acabar, que nos cruzáramos de piernas atrapando su miembro entre nosotras. Así lo hicimos y nos frotábamos entre todos hasta que finalmente me corrí. Fue una sensación difícil de describir, no era mi primer orgasmo, pero sí el más intenso. Esther me hizo un gesto y con nuestras bocas sacamos hasta la última gota del miembro de su esposo, su sabor era intenso, pero no me produjo asco ni cosas así”.
“Me tomo un buen rato recuperarme. Después sentí algo de dolor, pero me dijeron que era normal. Mientras conversábamos me decían que desde que me vieron por primera vez se les clavo la idea de hacer un trió conmigo y estaban sorprendidos de saber que yo era virgen”. “¿Y seguiste viéndolos después?”, Ángela se ríe, “oh vaya que sí” responde de forma picaresca, “varias veces, aunque en algunas ocasiones era solo con Esther o Ricardo. De hecho en una ocasión me encontré con él cuando venía de regreso a casa y bueno, fue divertido en el auto”.
Hay un momento de silencio entre ambos, Ángela sonríe de forma maliciosa y coqueta y en su polera se notan sus pezones erectos. En su rostro se nota que está sorprendida de sí misma por semejante historia que fue a alguien que apenas conoce. “Ya es tarde mi niña, es hora de irse”, “tiene razón” dice Ángela viendo la hora y recoge una chaqueta, él le ofrece dinero y Ángela le recibe solo una parte, antes de irse la pelirroja se le acerca a darle un beso en la mejilla y mostrando, de paso, un poco de escote, “nos vemos y quién sabe, a lo mejor le cuento alguna que otra historia” agrega sonriendo. Ángela sale rumbo a su casa moviendo la cabeza y sintiéndose bien, como si hubiera encontrado a alguien que ha buscado durante mucho tiempo.