Angela (2)

Comienza la vida de la joven e inocente Angela con el viejo perverso que la compro...

...y me cogió toda la noche, sin descanso, hasta que mi sexo estuvo lleno de su semen y me cuerpo perlado de gotas de sudor que adornaban mi piel blanca como el marfil...

Ese mismo día, mi hermano Eric me había hablado de un loco plan suyo para robar las ganancias semanales de la empresa donde trabajaba. Todo había salido tal y como mi hermano esperaba, pero en un error fatal yo había dejado caer mi teléfono móvil, sellando mi destino y el de mi hermano si no lograba recuperarlo. Presa del pánico, regrese a la escena del crimen solo para encontrarme con el jefe de mi hermano, un hombre que en meses pasados si apenas había logrado que me percatara de su existencia, pero en una noche me hizo suya, domándome sobre ese escritorio. Una noche en la que me montado como nadie lo había hecho antes, mientras Eric escuchaba aterrado como el viejo tomaba posesión de mí... Una noche y me había convertido en su esclava.

Y ahora estaba ahí, desnuda y jadeante, viendo los pálidos rayos de la la luna filtrarse por las persianas, iluminando la oficina con una suave luz plateada. Y mi castigador estaba ahí, sentado en una silla con el miembro aun afuera de su pantalón como una obscena serpiente, mientras fumaba un cigarrillo y observaba mis curvas con el interés de un valuador de arte que había puesto sus manos una pieza perfecta.

"Me impresionas niña... Te veías tan recatada e inocente, pero resultaste ser toda una puta, una zorra en celo, y ahora eres mía... pero vístete ya, te llevare a tu nueva casa"

Mi ojos se cerraron con fuerza al oír esas palabras, recordado bien la conversación que había tenido lugar un par de horas antes, cuando mi hermano me había entregado a este hombre a cambio del dinero y de conservar su libertad, pero aun así no me estremecí. Tal vez mi mente aun no podía procesar lo que había pasado, la vuelta que había tomado mi vida. Tal vez el miedo de ser acusada por el robo aun me dominaba O tal vez, en el rincón más oscuro de mi corazón, besaba que esto no tuviera final. Rápidamente y sin decir una palabra, volví a ponerme las ropas que el viejo me había arrancado antes de abuso que había sufrido en sus manos, sintiendo un extraño alivio al saber que esos fríos ojos negros ya no estaban posados en mi cuerpo como los de un lobo sobre una pequeña oveja. Pronto me encontraba afuera, subiendo al auto del viejo sin protestar, mis labios sellados sin poder articular palabra alguna y mis ojos viendo hacia el suelo, sin poder ser capaz de observar al mundo y a cualquier caminante nocturno que pasara por la calle, sabiendo que leerían en mi mirada aquello en lo que me había convertido y cuando por fin estuve en el abrigo protector del automóvil el cansancio y miedo me vencieron, haciéndome caer en la negra espiral del sueño.


No se cuanto tiempo dormí ya que no tuve sueño alguno, hasta que mi sopor fue interrumpido por una fuerte mano que agito mi hombro, trayéndome de vuelta al mundo real. "Despierta niña, hemos llegado. Es mejor que te acostumbres ya que no iras a ningún lado por mucho tiempo" dijo el viejo, y mis cansados ojos cafés se abrieron poco a poco como los de un recién nacido, para observar en donde me encontraba mientras los primeros rayos del sol iluminaban una escena que me dejo sin palabras. Sabiendo la cantidad de dinero que el viejo ganaba, me había esperado una residencia cara y elegante, muy diferente que el pequeño departamento que compartía con mi hermano. Pero lo que vi era simplemente magnifico. La casa era enorme y antigua, una de esas casonas que ya no se construían mas, con techos cubiertos de tejas y rodeada de un gran jardín cerrado por arbustos y una reja de negro hierro forjado. La entrada era grande, con puertas dobles flanqueadas por dos columnas de color blanco, cubiertas de hiedra y otras plantas trepadoras. De haber sido diferentes la circunstancias, aquella habría sido una casa de ensueño. Y los interiores no eran diferentes. Había pisos de madera, escaleras con pasamos labrados, una gran sala con un piano de cola y una chimenea de piedra. Pero todo tenia un aire de velada soledad, y mientras miraba el lugar me encontré preguntándome si el señor Trillo viviría solo. Pero mis pensamientos fueron interrumpidos por una nalgada que me hizo saltar y dar un grito ahogado.

"Despierta ya, zorra. Ya tendrás tiempo de descasar una vez que me haya ido al trabajo" El señor Trillo resoplo y tomo asiento en uno de los finos sillones, indicándome con la mano que me sentara junto a el, lo cual hice obedientemente "Desde ahora esta será tu casa, pero hay varias reglas que deberás seguir... " El se rió de una manera que me hizo temblar mientras que una de esas manos fuertes y callosas me rodeo por debajo de los brazos, tomado uno de mis pechos y masajeándolo suavemente, haciéndome gemir.

"No podrás salir de la casa sin mi permiso, o tendré que encerrarte mientras no este aquí...Y si escapas, tu y tu idiota hermano se las arreglaran con la policía"

Yo sabia que tan serio era, ya que podía sentirlo en su voz y la manera que apretaba mi pecho, pero aun así me atreví a responder. "P-pero... no puedo estar aquí todo el tiempo.. Que haré? Tengo amigos... y mis padres..." pero mi voz fue interrumpida por un pequeño chillido cuando pellizco mi pezón a través de mi ropa, haciéndome callar. "Eso me importa un cuerno. No estoy negociando contigo perra. Desde ahora harás todo lo que te ordene, limpiaras la casa como una buena sirvienta y me calentaras la cama todas las noches. Siempre llevaras ese collar que te puse, pero podrás quitártelo al dormir. Porque has de dormir desnuda siempre." El viejo gruño mientras sujetaba mi rostro con la mano que tenia libre, obligándome a verlo a los ojos, esos ojos de reptil que me volvían indefensa. "Y siempre me llamaras amo, entendiste?"

Mis ojos se abrieron con miedo mientras mis labios intentaban responder. Quería pelear, quería resistirme a aquel ultraje, a aquellas reglas que me despojarían de mi libertad. Yo era una mujer hermosa en el auge de mi juventud y mi corazón era libre como el viento, sin ataduras que detuvieran mis alas... Por lo menos eso creía hasta ese momento, cuando mis palabras y pensamientos de congelaron hasta que por fin algo salió de mis labios, apenas un susurro pero aun así esas palabras resonaron por todo mi ser.

"Si amo..."

Al oírme, el viejo soltó una sonora carcajada y por fin me libero de sus manos, tomando mi muñeca para jalarme al piso de arriba, donde pude ver un largo pasillo con algunas puertas. Fue la primera la que el viejo abrió, empujándome adentro con una rudeza que casi hizo que cayera de rodillas sobre el piso de caoba de la habitación, la cual era hermosa, con un lindo ropero de madera, una cajonera con un gran espejo y una cama cubierta de sabanas blancas. La cama parecía recién hecha y como el resto de la habitación era indudablemente femenina... tal vez el señor Trillo tenia una hija que alguna vez uso esa habitación?.

"Duerme bien niña, que debo ir a trabajar, pero mas vale que estés aquí cuando vuelva o lo lamentaras" El viejo hablo con una voz cargada de amenaza, a lo cual solo pude asentir torpemente como una niña frente a un adulto lleno de autoridad, quedándome paralizada incluso cuando el se fue, dejándome sola. Minutos después escuche el auto arrancar y alejarse hasta que solo el silencio de la casa me rodeaba. Entonces, por primera vez desde que todo comenzó, pude liberar mi angustia en un torrente de lagrimas y llanto mientras me acurrucaba sobre la cama con mi negro cabello cubriéndome el rostro.


Llore por horas hasta que ya no pude llorar mas y entonces me decidí a explorar la casa, sabiendo bien que estaría ahí por un tiempo indefinido y para apartar mi mente de los sombríos pensamientos que la invadían. Una vez que empecé a explorarla, me di cuenta que la casa era aun mayor de lo que pensaba, con varios cuartos, baños decorados en mármol y un estudio lleno de libros. Solo había una habitación cerrada con llave, la cual supuse pertenecía al viejo, así que después de un par de intentos fallidos para abrirla, regrese al piso de abajo para ver un poco de televisión en aquella sala en la que él me había dicho las reglas, esperando que mi nuevo "amo" regresara.

Pasaron horas hasta que el sonido del auto anuncio su llegada y mi corazón se acelero, como el de una presa que puede oler a un depredador. Por un momento tuve la idea de correr y encerrarme en mi habitación, pero temía despertar la ira de ese hombre así que camine a la puerta para recibirlo, preparándome para revivir la noche anterior. Pero nada paso. El señor Trillo simplemente me saludo con otra nalgada, preguntadme si había dormido bien y ordenándome que preparara la cena. Tal cambio me dejo estupefacta ya que había esperado que el me humillara de nuevo. Incluso mientras cocinaba me preguntaba cuando aparecería para tomarme de nuevo, pero nada paso, solo comimos en su elegante comedor mientras el me hablaba de su día en el trabajo, casi como si fuera su esposa. Tal cosa me puso mas que nerviosa, pero aprecie que el no me obligara a nada de momento.

Al terminar la cena, me ordeno que lavara los platos lo cual hice sin protestar, ya que no deseaba cambiar esa actitud amable, tan diferente de el salvajismo que me había mostrado antes. Mas tarde el se retiro a dormir y me ordeno hacer lo mismo lo que agradecí en mi interior ya que aun estaba cansada, quizá no físicamente, pero mentalmente me encontraba exhausta, después de haber esperado en suspenso tantas horas, haciendo aquella cama lucir mucho mas tentadora que antes. Una vez en la habitación, recordé aquella regla que exigía que durmiera desnuda, cosa que hacia con regularidad desde mucho antes así que me despoje de mis ropas, dejándolas dobladas sobre una pequeña silla junto a la cajonera mientras temblaba un poco al sentir en frio suelo de madera bajo mis pies descalzos, pero entonces el reflejo en el espejo llamo mi atención y me dispuse a observar por un momento mi propia imagen.

Desnuda como Eva, con mis grandes ojos castaños y largo cabello de obsidiana que contrastaba con mi pálida piel, no pude dejar de admitir que era una visión hermosa y sensual y pude comprender porque el viejo sintió tanta lujuria por mi. Lentamente, recorrí mi suave cuerpo con mis manos, sintiendo mis grandes pechos blancos como dos copas de leche, coronados por dos pequeños pezones rosas, acariciando mi abdomen y mi lindo ombligo, sin rastro alguno de peso fuera de lugar, sintiendo la suave curva de mis caderas, el monte de mi sexo perfectamente depilado y finalmente mis largas piernas. Por alguna razón, yo jamás fui una chica alocada, del tipo que vivían en discotecas y fiestas, en cambio me dedique a los estudios, a aprender a tocar el violín y el piano y a apreciar un libro sobre una serie de TV. Por esa razón, mi belleza aun tenia ese toque de inocente virginidad que yo sabia que enloquecía a muchos hombres... Era irónico pensar que el que logro tenerla fue un hombre que en otras circunstancias jamás habría podido acercase a mí. Con un suspiro, apague a luz y me fui a la cama, cubriéndome con esas sabanas blancas y no tarde me encontraba profundamente dormida.

Y soñé, soñé con mis padres y mis amigos, con la manera que viva mi vida antes de que todo cambiara, y soñé con el viejo haciéndome el amor sobre su escritorio mientras dejaba libre a la lujuria que había contenido tanto tiempo. Podía sentir su cuerpo pesado sobre el mío, el pelo de su pecho rozando mis pezones y su aliento a cigarrillo mentolado sobre mi rostro, era tan real que gemí, disipando el sueño y abriendo mis ojos a la oscuridad apenas iluminada por la luz que venia de una luna llena en el exterior de la ventana. Y el viejo estaba ahí...

Aquel sueño tan real había sido solo una respuesta a lo que ocurría mientras dormía, ya que el señor Trillo vino a mi habitación y descubrió mi joven cuerpo, trepando sobre mí. El también se había deshecho de sus ropas también y podía sentir su abultada panza, su peludo pecho y su miembro erecto, exudando calor masculino entre mis muslos. Y sus ojos estaba clavados en mi rostro, llenos de esa lujuria animal, de esa alma de lobo que me asustaba y excitaba al mismo tiempo. Antes de que pudiera gritar, su mano tapo mi boca con fuerza y su voz susurro a mi oído en una manera que me hizo temblar de lujuria.

"Cállate zorra... Creías que te dejaría así como así?... La razón por la que has de dormir desnuda es para que pueda venir a usarte cuantas veces quiera durante las noches, asi que mas vale que te acostumbres."

Entonces me beso con fuerza, invadiendo mi boca con su lengua mientras sus fuertes manos sujetaban mis muñecas a los lados de mi cabeza y contra la cama. Siéndome imposible gritar, de retorcí como un pez arrojado fuera del agua, cerrando mis muslos e intentando soltarme o por lo menos pelear, hacerlo mas difícil para el. Pero ese beso continuo y cada segundo que pasaba mis fuerzas menguaban y mi resistencia cedía hasta que empecé a regresar el beso, jugando con mi lengua contra la suya mientras mi cuerpo se relajaba y mis piernas se abrían para el.

Dándose cuenta de el cambio en mi actitud, sus manos dejaron mis muñecas para moverse a mis pechos, apretándolos y manoseándolos sin piedad, frotando mis pezones con sus dedos, haciéndolos duros y sensibles. "Me encantan tus tetas perra..." Susurro después de romper el contacto de nuestros labios para besar mi cuello mientras yo gemía de placer. Pronto, sus labios se posaron sobre mis pezones, mordiendo y chupando como un niño hambriento y mi espalda se arqueo para ofrecer mis curvas a su ambiciosa boca mientras mis piernas se movieron alrededor de su cadera, aprensándolo mas cerca de mi cuerpo, mas cerca de mi húmedo sexo que suplicaba por su grueso y oscuro miembro. Pero el viejo se tomo su tiempo, dándose un banquete con mis pechos, frotando y acariciando mis caderas y piernas al tiempo que yo lo apretaba suavemente con mis muslos y acariciaba la parte de atrás de sus fuertes piernas con mi pie descalzo.

"P-por...favor....aaaah...amo..."

"Que quieres perra... pide que quieres"

"Mmmmmmh....aaaah...cojame... su miembro... lo necesito...se lo suplico..."

El viejo solo rió ásperamente y se separo de mí, forzando un gemido de confusión y necesidad, pero en un segundo sus manos estaban sobre mí de nuevo, sujetando mis piernas y subiéndolas para apoyar mis tobillos sobre sus hombros de manera que mis rodillas apretaban mis pechos, enrojecidos por la manera que el viejo los había chupado...

Entonces me penetro, de una sola embestida tan fuerte que grite de dolor pero el sonido de mi grito se fundió en una marea de gemidos y jadeos cuando sus caderas empezaron a moverse, empalando mi sexo con su grueso miembro, penetrándome tan profundo que sentía que partían en dos, como si fuera violada por una locomotora en marcha.

Pero la sensación era maravillosa mientras mi amo me hacia el amor con tal vigor que la cama se balanceaba y rechinaba y la cabecera golpeaba la pared como un martillo y mis pechos saltaban de arriba abajo sin control. Lentamente, dado que no podía mover mis caderas en esa posición, mi sexo empezó a apretar el miembro del viejo cada vez que me penetraba, lo cual evidentemente le daba aun más placer, mientras besaba la delicada planta de mi pie y la punta de cada dedo...

Tal era mi placer y mi lujuria que perdí la cuenta del tiempo que paso mientras el señor Trillo seguía llenándome de miembro, obligando mi orgasmo a durar cuan físicamente posible, a existir en una sucesión de pequeñas pero intensas explosiones de placer que sacudía mi cuerpo como un golpe de pura electricidad. Mi placer alcanzo su cenit en el momento que la llama de mis muslos no pudo mas y se desbordo... Justo a tiempo que el viejo gruñía como un perro y me llenaba de semen una vez mas, llegando a mis partes mas profundas con su cálido esperma.

Por algunos segundos, el viejo continuo embistiéndome, bajando la velocidad hasta que por fin paro con un suspiro de satisfacción, pero su pausa no duro mucho ya que sin mas palabras se separo de mi, empujándome hacia la cama mientras su semen goteaba de mi sexo, manchando la sabanas. Esto llamo su atención, ya que movió una mano para sentir mis partes mas intimas, abriendo mis tiernos labios para ver como aun mas liquido blanco salía de mi ser

"Mas te vale empezar a tomar la píldora a partir de mañana perra, no te quiero embarazada"

Dijo con una calma y certeza que casi me dolieron, ya que había esperado por lo menos un pequeño cumplido, no algo tan crudo y cruel, pero antes de que pudiera expresar mi descontento el viejo se había ido sin decir mas, dejándome con mi indignación en la boca y mi cuerpo satisfecho después de ser tomada de nuevo, dejándome suficientemente cansada para poder dormir de nuevo, esta vez sin ninguna interrupción.


Desperté la mañana siguiente, cuando los rayos del sol bañaron mi rostro desde la ventana, inundando la habitación con una suave luz dorada. Aun recordaba lo que había pasado a la mitad de la noche y como me había entregado una vez mas como toda una puta y esto causo una punzada de vergüenza en mi corazón. Era posible que el morbo me dominara de tal manera que ser tratada así me excitara tanto? Las respuestas a esa pregunta eran algo que no deseaba considerar en ese momento, así que después de estirarme en la cama con un bostezo me levante para vestirme, pero note que mi ropa no estaba ahí. Simplemente había desaparecido.

Por un momento, pensé que ese malvado viejo se había desecho de mis ropas para que no tuviera otra opción que caminar sin atuendo alguno por la casa, lo cual no me agradaba demasiado, pero entonces note una pequeña nota sobre la silla donde alguna vez estuvo mi ropa. Envolviéndome con la sabana, camine hacia la silla para leer el mensaje escrito, el cual sabia pertenecía a don Trillo.

"Busca en el ropero. Tu nueva ropa esta ahí"

Era todo lo que decía la nota, pero no me calmo demasiado. No me gustaba la idea de que ese viejo verde escogiera que me pondría, dado que esperaba seria algo capaz de hacer sonrojar a una entusiasta prostituta. Al menos, pensé, seria mejor que nada...Aunque por una vez me equivoque acerca de don Trillo. No eran faldas cortas ni blusas transparentes o otras cosas sacadas de una mala película porno, sino varios uniformes iguales de sirvienta, confeccionados al estilo francés, lo cual me hizo pensar de nuevo en cuantas otras muchachas habrían pasado por lo que yo. Con un suspiro, procedí a vestirme, no sin sentir algo de extrañeza por usar tal ropa, pero una vez frente al espejo decide que no era tan malo como pareció serlo en un principio.

El vestido incluso parecía elegante, con su color negro bordeado por encaje blanco y el frente cubierto por un pequeño delantal del mismo color. El pecho era ajustado, mostrando la generosa curvatura de mis atributos, y la falda ceñía mis caderas de una forma que simplemente me encanto, muy para mi propia vergüenza. La falda era lo que más me sorprendió, ya que era larga y extrañamente recatada en contraste con lo que esperaba del viejo verde. Pero el vestido incluía lencería, dicha tanga y un brasiere de encaje, ambos casi trasparentes, además de un liguero con medias blancas a medio muslo que embellecían mis piernas de una manera perfecta, acompañadas de tacones negros. Para terminar, había una pequeña diadema blanca con encaje, justo como aquellas que usaban las empleadas domesticas hacia muchos años y un collar de piel con un anillo metálico, justo como los usados para perros. En conjunto, el vestido era simple y serio pero singularmente provocativo, ya que al mirarme al espejo me di cuenta de la razón de tal atuendo.

Si hubiera sido ropa atrevida o propia para un a puta, muy dentro de mí habría conservado mi personalidad, mi libertad como mujer algo que ni siquiera él podría quitarme. Pero ese uniforme era diferente. Me arrebataba mi individualidad, me convertía en un objeto que se fundiría como una pieza mas de aquella casa. Era como el asfixiante atuendo de una monja que arrancaba la libre voluntad, o como el gris, mortecino uniforme de un preso creado solo para marcarlo como una persona sin libertad... Ese uniforme me convertía en un objeto, mas de lo que cualquier otra cosa podría haberlo hecho.

Tales ideas revoloteaban en mi cabeza como avispas, sumiéndome en ese estado de confusión que había sentido desde el primer momento que mi hermano me pedio ayuda para llevar a cabo el robo... Odiaba esa sensación casi tanto como me intrigaba así que salí rápidamente de la habitación para encontrar cualquier tarea que hacer. Muchas veces en el pasado, me había dado cuenta que existían pocas cosas tan útiles como el trabajo, para alejar la mente de oscuras meditaciones. Necesitaba hacer algo, ocupar mi mente y alejarla de la situación en la que me encontraba hundida hasta el cuello, pero eso no habría de ser ya que cuando entre a la sala vi al viejo sentado en uno de los sillones, con ese traje gris y esa mirada en sus ojos negros, la cual hizo que me detuviera como una estatua.

"Ese uniforme te queda bien... pero quiero verlo todo. Quítate el vestido"

Mis mejillas se pusieron lívidas ante sus palabras pero mis ojos miraron al suelo en un gesto de derrota. "Si amo..." Respondí con una voz que era apenas un susurro mientras mis dedos empezaban a desabotonar el negro vestido, aun sorprendida por que tan rápido obedecí sus ordenes. En cuestión de un par de minutos el uniforme se deslizo de mi cuerpo para caer a mis pies, dejándome casi desnuda, solo con la transparente lencería y liguero ante esos ojos oscuros.

"Sigue, quítate el brasiere y la tanga..."

Lentamente, desabroche el brasiere y lo deje caer delante de mí, liberando mis prominentes pechos los cuales cubrí solo por un segundo, cruzando mis brazos sobre mi pecho en un repentino gesto de vergüenza antes de descubrirlos para el. Después simplemente deslice la pequeña tanga, dejándome que cayera a mis tobillos, dejándola en el suelo. Para ese momento estaba desnuda, cubierta solo por lo que haba quedado de mis nuevas ropas. Liguero, medias, tacones, collar y esa pequeña cofia blanca... todo hacia que me sintiera aun más expuesta a esa hambrienta, lujuriosa mirada que me hacia temblar tanto de placer como de asco.

"Ven aquí perra. Enséñame que tu boca sirve para mas que gemir"

El viejo me hablo con una voz llena de autoridad, aunque podía que su boca mostraba una depravada sonrisa mientras se abría el cierre del pantalón, sacando esa verga gruesa a la que lentamente me volvería adicta. Despacio, como si temiera algún daño de parte de ese hombre horrible, camine hacia el sin poder evitar el contoneo me mis caderas ya que los tacones me impulsaban a caminar de una manera inherentemente sensual, antes de que me arrodillara frente a el...

El resto ocurrió como en un sueño ya que por fin mi morbo me había vencido y deseaba ser humillada, tratada como una puta tal y como las dos veces anteriores. Despacio, recorrí su miembro con mi lengua probando esa esencia masculina que el viejo irradiaba, una indescriptible mezcla de tabaco, sudor y colonia, mientas mi mano derecha acariciaba su escroto, tocando sus bolas con mis delicados dedos. Pronto, después de haber lamido su miembro por varios minutos me decidí a probarlo, abriendo mis labios para tomar la carnosa punta dentro de mi boca, acariciándola con mi lengua. Poco a poco, mi cabeza comenzó a moverse de arriba abajo al tiempo que se la chupaba como si fuera una niña golosa que obtuviera un enorme bastón de caramelo, chupando, lamiendo y disfrutando cara centímetro de dura verga que llegaba hasta mi garganta.

"Mmmm... asi me gusta. Yo sabia que te encantaría chapármela como la putita que eres... Verdad zorra? Que eres mi esclava, mi perra personal? Muéstrame cuanto te gusta puta!"

Y jalo mi negro cabello para forzarme a tragar mas de su miembro mientras movía sus cadera de la misma manera en la que me había cogido las veces anteriores, pero yo no proteste, solo gemí y asentí con la cabeza a sus palabras ya que tenia razón. Era una puta, y quería mas, mas de ese tratamiento por parte del viejo verde. No se cuanto tiempo se la chupe, solo se que seguía y seguía mientras el señor Trillo jalaba mi cabello, a veces alcanzando uno de mis pechos para manosearlo con fuerza, haciéndome gritar hasta que por fin pude sentir un repentino calor en mi boca, la cual se inundo de semen, causando una repentina reacción de asco por mi parte, pero el viejo me sujeto con fuerza, evitando que me alejara mientras me gritaba con una voz delirante.

"Eso es puta, trágatelo todo! Acostúmbrate al semen de tu amo!"

Yo chupaba, ignorando el asco que sentía ante ese viscoso liquido que de deslizaba por mi garganta, portándome tal y como el deseaba, como mi amo deseaba, al punto que incluso cuando termino continué lamiendo su verga mientras se volvía flácida. Por fin, con la brusquedad que estaba comenzado a conocer el viejo me empujo para atrás y se levanto del sillón, arreglando su pantalón para salir dejándome sola y jadeante sobre el frio suelo de la enorme sala, pero no sin hablar de nuevo tal y como lo había hecho la noche anterior cuando me tomo en mi cama.

"Quiero la cena preparada y la casa limpia para mi regreso... Y toma la píldora, que te voy a coger otra vez esta noche y no usare condón para una perra como tu"

Y salió con un portazo... Así comenzó mi nueva vida con mi amo.

Continuara...