ANGEL: PAPÁ SE ENTERA DEL NEGOCIO FAMILIAR 2 de 2

Para un padre es difícil dejar ir a un hijo, pero cuando Joan obligó a su hijo a continuar viviendo con ellos durante el primer año de universidad, no sabía que en realidad estaba consintiendo lo que sería el principio de una relación incestuosa.

NOTA: Leer la primera parte para comprender el contexto.


Lo más difícil que había hecho en su vida fue alejarse de su nena para intentar evitar llegar hasta los extremos del incesto, pero no significaba que debería dejar de buscar su esencia, así fue como comenzó a robarle las bragas del canasto cuando ella se iba con sus amigas y se quedaba solo en casa. Su habitación adolescente era una paraíso impregnado con su olor a mujer y sus hormonas femeninas bailaban en el aire, casi podía zumbar como abeja al sentirse atraído hacia la canasta de ropa sucia y buscar las bragas más recientes, siempre habían unas muy empapadas y otras parecían que ella intentara lavarlas para que no se notara tanto su deseo sexual. Su hija menor era una caliente, de eso le quedaban menos dudas cada día.

—Éstas, éstas serán hoy —dijo al encontrar su tesoro, pero al ver un pequeño corpiño deportivo lo tomó y olfateó, le cautivó mil veces más el aroma de sus senos sudados tras el ejercicio y se llevó también la prenda a la recámara matrimonial.

Con su señora haciendo recados y sus hijos fuera, tenía una tarde entera para poner una buena porno en el TV de última generación y pajearse con las bragas de su nena, intentando memorar esa noche exquisita en que le acabó en el chocho. Cada vez se enviciaba más con esas prendas y cada vez notaba cómo Angel dejaba de insistir en acercarse a él para sus noches de películas. Mi nena, si supieras lo que quiero hacerte, entenderías.

Cuando inició el periodo escolar de nueva cuenta comenzó el verdadero castigo para ella, al principio no le dio importancia pero tras el primer parcial dejó de insistirle a su madre para que le diera algo de dinero y aún así salía con sus amigas y traía cosas nuevas a la casa. Él más que nadie notaba cuando andaba un par de bragas nuevas o un labial nuevo, ¿de dónde sacaba el dinero esa chiquilla?

—Hijo, siéntate. —Su hijo mayor cumplía como lo habían previsto durante el primer semestre, la inversión que habían hecho sabían que estaba siendo recuperada: el nuevo auto para movilizarse y la nueva computadora para sus trabajos. Al igual que Angel, Joan era un muchacho apuesto y con un cuerpo envidiable, recordándole sus propios años juveniles en que podía ejercitarse como quisiera y mantener esos abdominales marcados, ahora tenía un abdomen bastante plano pero blando, y conservaba los brazos anchos y las piernas gruesas, pero no se comparaba con su hijo adolescente—. Angel no me ha pedido dinero ni a tu madre, pero se aparece por allí con esto y aquello nuevo, sale con esas crías malcriadas… No estarás prestándole dinero, ¿o sí?

—Esto… N-no, papá —respondió vacilante.

Curioso, Joan siempre era seguro y responsable cuando hablaba, ésta vez algo se traía entre manos. Lo fulminó con una mirada y fue una escena que podría ser jocosa al verlos a ambos sementales semidesnudos en el estudio de trabajo del padre.

—Si le estás prestando dinero a tu hermana…

—Dije que no, papá —refutó él a su intento de regaño. Ese era el Joan que conocía. Se sintió complacido y lo dejó ir, pero no dejó de pensar que algo se traerían entre manos esos dos, así que se dispuso a vigilar los movimientos de sus hijos. Fue cuando Angel trajo a casa a sus amigas.

Llegó de la jornada algo satisfecho, el alejarse de su hija por meses le había servido para despejar la mente y permitirle concentrarse de nuevo, pero nada más entrar escuchó las risitas en la sala y sus pasos lo guiaron hasta un harén. Las tres mujercitas estaban en braguitas y unos tops diminutos. La primera era una pelinegra con melena corta y ojos de gata, y un par de tetas de mujer madura que apenas se ocultaban bajo el pequeño top negro; un piercing le colgaba del ombligo. Se apoyaba en la mesita de centro y se inclinaba hacia el cuaderno, en realidad permitía que cualquiera le viera la mitad de las tetas en esa posición.

La segunda era una criatura más exótica aún, una latina que estaba a tendida panza abajo en el sofá en forma de “L” con un culo como no había visto jamás, de reluciente color canela, devorándose las bragas de la nena con descaro. Parecía desnuda del torso hasta que vio las pequeñas correas del top que le cruzaban la espalda, sujetándole las tetas, tres tallas más pequeñas que las de la otra. Llevaba la melena castaña atada en una coleta alta y lo único que pudo pensar Joan fue en halarle esa coleta mientras la cogía en esa misma posición.

—¡Papi! —chilló su hija con sorpresa al verlo entrar, cargaba una bandeja plateada en sus manos con la merienda de la tarde, misma que dejó a prisa en la mesita central junto a más cuadernos y libros de estudio. Las otras dos chicas levantaron la vista de los apuntes cuando su hija delató su presencia.

Boquiabierta y con la verga semierecta recibió el beso de su hija. Su ángel vestía una blusa blanca de mangas, de una tela tan elástica que le marcaba como una segunda piel y la tanga que usaba… Era nueva, nunca le había visto esa que se ataba en los costados como a un regalo, apenas le cubría el coño. La imagen de su leche descargándose también en esas bragas le terminó de causar una erección que intentó disimular con el maletín.

—Te presento a mis amigas. Ella es Sabrina —dijo hacia la pelinegra, ella respondió agitando la mano pero por más que lo intentó no pudo más que verle las tetas—, y ella es Maria —señaló hacia la otra, quien no tuvo la decencia de levantarse, sino que simplemente giró su rostro y le sonrió, agitando sus caderas; tampoco pudo apartar la vista de su culo de mula—. Estamos preparando un trabajo importante, es casi la mitad de la calificación del examen del parcial. Te dije que quería hacer todo bien ésta vez. ¿Papi, estás bien?

Joan sacudió su cabeza y dejó de repasar a las adolescentes con la mirada, imaginándolas desnudas y comiéndole la polla al mismo tiempo, peleándose por ella. Se concentró en la voz de su hija.

—Claro, claro, bebé… Estaré en mi estudio para no molestarles. Por cierto, ¿dónde está tu madre?

—Fue al súper, se le acabaron unos condimentos —explicó ella, volviendo a sonreír—. Papi, intentaremos terminar hoy, pero si no podemos… ¿pueden Sabrina y Maria quedarse a dormir conmigo sólo hoy? Porfis, di que sí, di que sí… He sido buena hasta hoy, ¿cierto? Di que sí… —Angel se colgaba de uno de sus brazos y hacía unos pucheros que hacían sus labios sobresalir como cerezas, al dar brincos junto con sus ruegos las tetas se le agitaban debajo de la prenda y sus rizos rubios subían y bajaban con ella.

Pese a que su hija aún tenía un don de persuasión sobre él, la idea de tener a esas dos preciosuras en su casa toda la noche era lo que le atraía de la situación. Aun así, tenía que hacer el papel de padre firme.

—¿Qué dijo tu madre?

—Dijo que esperara a ver qué decías tú. —Joan no se sorprendió por la respuesta.

Cuando llegó su señora no tardaron en ponerse de acuerdo y las dos chicas se quedarían a dormir esa noche siempre y cuando no hicieran mucho escándalo, y ya en privado, su esposa le aconsejó usar la bata cerrada todo el tiempo para evitar malos entendidos con las dos jovencitas que parecían aceptar el exhibicionismo de la familia con total familiaridad, en especial cuando vieron a Joan salir de su recámara en paños menores. Su hijo al parecer tuvo la misma reacción que él y hacía lo posible por apartar los ojos de tanta carne.

Había sido un día exhaustivo y agotador y se disponía a descansar cuando las tres jovencitas tocaron la puerta y se acercaron a darles las buenas noches a la pareja matrimonial. ¡Carajo! La primera fue la pelinegra que con su braga roja se inclinó para besarle la mejilla como a un padre mientras él se cubría las caderas solo con las sábanas, su esposa al menos usaba su babydoll y recibía tanto beso como abrazo de las chiquillas. Luego la latina, que se inclinó usando su tanga negra y besó la comisura de su boca y sintió esa mano adolescente rozar su pierna sobre la tela, o quizá fue su imaginación. Por último su hija, con su tanga blanca besó su mejilla al menos cinco veces y se sentó en su regazo no más de un minuto para ello, pero bastó para causarle una tremenda erección que su esposa tuvo que atender, aún así, Joan estaba medio dormido e inquieto cuando en la madrugada sintió movimientos en la recámara.

Pensó que sería su esposa así que ni siquiera abrió los ojos, menos cuando las sábanas se movieron y entonces una fuerza aprisionó la punta de su dormida polla entre dos carnes. Labios. Cobró virilidad cuando sintió una húmeda y caliente lengua jugar con la punta y se dejó hacer abriendo las piernas, su señora estaba muy caliente. Le comenzó a comer la verga como nunca antes, logrando que se pusiera tan dura como fuese posible, pero cuando sintió que entraba en una garganta estrecha y le apretaban con maestría se dio cuenta que algo no andaba bien. Su esposa nunca hacía garganta profunda. Abrió los ojos y bajó la mirada hacia la cabeza debajo de la sábana, entonces se dio cuenta que el cuerpo sobresalía y estaba de rodillas a su derecha, dejando solo al descubierto una braga negra absorbida por un culo exquisito a pesar de la escasa luz, y su señora dormía apacible a su lado izquierdo.

Quiso detener a aquella chiquilla que en algún problema le metería, pero ella no le soltó, sabía que estaba despierto y se daba cuenta de lo que pasaba pero por la misma razón le succionaba la polla como si quisiera sacarle hasta la última gota de semen. Hubiese deseado ver los ojos castaños y almendrados de Maria mientras tenía su verga metida en la garganta y cogerle la boca con estocadas crueles, pero todo lo que podía hacer era colocar una mano sobre la sábana para indicarle que todo estaba bien, que hiciera lo suyo, total y una buena mamada no se desprecia.

Se mordió los labios para no gemir al sentir que la chiquilla le lamía sus testículos mientras le agitaba la polla con una mano y siguió bajando y bajando, por instinto abrió un poco más las piernas cuando ella comenzó a jugar con su perineo, masajeando la zona con una lengua traviesa y unos dedos tibios, incluso se atrevió a rozarle su esfínter con un dedo embarrado con saliva, pero qué bueno que no se atrevió a más, no era el momento. La latina retomó la tarea con la boca succionando como una aspiradora, incansable.

Joan no quería correrse, quería hacer durar el momento todo lo posible. Dio una mirada a su esposa que dormía con parsimonia a su lado y el pensamiento morboso le ganó al imaginar en que la chiquilla le chupaba el coño a su mujer también mientras dormía, preparándola para que él la cogiera. Se corrió inevitablemente al imaginar a su mujer, una madura con cuerpo rellenito, tetas blancas y gordas y un culo aún parado a pesar de la edad,  con una jovencita tierna y de piel sedosa, suave como algodón. La adolescente le dejó los huevos vacíos y se tragó todo su semen, debió haberlo hecho porque no dejó ni una gota debajo de las sábanas.

Su señora se removió mientras él se relajaba y aquella boca misteriosa terminaba de limpiarle su falo, lo buscó con los brazos y él tuvo que apartar a la chica y dejarse abrazar. Sintió la puerta volver a abrirse pero no pudo ver más que un culo gateando hacia la salida envuelto en una tanga negra. Joan no supo que en la recámara conjunta, las dos jovencitas amigas de su ángel eran las que estaban atendiendo de la misma forma a su hijo.

Joan soñó con esa mamada durante semanas, imaginando que se encontraba con esa latina en la calle y la empotraba en un callejón para obligarla a hacerle una felación como aquella noche. La chica tenía talentos. Y al mismo tiempo miraba cómo su hija adquiría zapatos nuevos y ropa nueva sin pedirle un solo centavo. A pesar de que Angel iba más que bien en sus materias y, como había prometido, era de las mejores de su clase, no le gustaba lo que ocurría, había algún secreto allí.

Como buen padre comenzó a investigar las redes sociales de su hija. Grave error. Al dar con su perfil en una aplicación de fotos y vídeos encontró el contenido tan provocativo que compartía y los miles de babosos que le seguían sólo para verle el coño y las tetas que ella exhibía en el límite de lo censurable. Hacía unos vídeos bailando ritmos latinos junto a la preciosa Maria, ambas agitando sus traseros adolescentes haciendo twerk en unos short diminutos y sacado su lengua al final, para él fue demasiado y se hizo una chaqueta repitiendo el vídeo una y otra vez como estaba seguro muchos hacían. No sabía en quién pensaba más, si en su hija o en la otra chica.

Siguió hasta encontrar una sección privada de su perfil y se sorprendió al saber que tenía que pagar para acceder a ella. Curioso, se creó un perfil falso en la aplicación y volvió a buscar a su hija, pagó con su tarjeta de crédito y accedió a una página que bien podría ser de una profesional en el porno, por fin pudo tener acceso al coño y las tetas desnudas de su hija, pero Joan se dio cuenta que quizá era el último en hacerlo. Así que eso hacía: vendía sus fotos desnuda por internet.

No sabía cómo sentirse, porque ver esa preciosura de mujer tan explícita y exquisitamente exhibida, con gracia y sensualidad, no solo morbosidad, le generaba cierto orgullo. Si su hija era estrella porno, por lo menos era de las buenas. Por otro lado, ¡era su hija! ¡Exhibiéndose a otros! ¡¿En qué estaba pensando esa cría?! Creyó que allí quedaría todo, que ya sabía la fuente de dinero de su hija pero luego se percató que una de las fotos que no era nada gráfico sino textual y lo que ese anuncio publicitario sugería era… No, no podía ser. Lo leyó tres veces para estar seguro de que sugería lo que él creía que sugería, y sí, cuando leyó los comentarios lo entendió: “La mejor que he tenido”, “una maestra”, “nadie lo hace como tú”, “buen servicio”. Si fuese Condorito se iría de espaldas en su silla, pero en cambio se recostó suavemente y su silla giratoria rechinó al cargar con su peso.

Dejó la noticia asentarse, bloqueó el teléfono y se lo guardó en el bolsillo como si fuese de cristal delicado a punto de quebrarse, se fue a preparar un café a la cocina mientras su señora anunciaba que iría a hacer unos recados personales con sus amigas. ¿Sabrá Joan algo de esto? Tiene qué, por eso estaba nervioso. Volvió a tomar el celular con prisa y entonces encontró los comentarios más antiguos y allí estaba él, y no solo eso, era marcado como “socio” de la cuenta. ¡Cabrones!

Se sentó a pensar qué iba a hacer ahora, como padre tenía una responsabilidad y lo correcto era poner a su esposa al tanto, darle un castigo severo a su hija y a Joan… ¡Era el proxeneta de su hija, coño! ¿Qué se le hace a un hijo que vende a su hermanita menor? Lo que le llevó a pensar: ¿Obtendrá comisiones? Y, más importante: ¿Cuánto cobrará? ¡Es tu hija, Joan! Se sacudió la idea de la mente, pero luego los recuerdos de sus noches de películas y el calor de su coño, y el olor y el sabor, y las bragas húmedas… No sabía qué pensar y todos volvieron a casa antes de que él pudiera decidir sobre qué hacer.

Cenaron en silencio, al menos él, porque su esposa y sus hijos hablaban y comentaban sobre una salida familiar para celebrar las buenas notas de sus hijos, su esfuerzo, su esmero, la dedicación que ponían… ¡Tu hija vende mamadas y es actriz porno! , quiso gritarle a su señora, pero sólo estiró sus labios en una sonrisa que no le subió a los ojos y asintió. Entonces llegó el postre. Habían traído helado de vainilla y un sirope de caramelo y le habían servido dos bolas a él, su hija misma fue quien añadió el sirope y las chispas de chocolate, inclinándose sobre su hombro y al hacerlo recayó sobre él ese par de orbes adolescentes que se sostenían con una tela de encaje blanca, transparentándole casi por completo los pezones.

Al otro lado de la mesa, su esposa se levantó a atender una llamada y se llevó consigo su helado, Joan estaba inmiscuido en sus redes sociales (o quizá atendía el negocio) y Angel… Su hija se concentró en su helado de vainilla y tomó una gran porción, pero al llevarlo a su boca la mitad cupo y la otra parte cayó sobre sus tetas. La comparación llegó de manera inevitable e imaginó cómo sería acabarle en las tetas y verla, como en ese momento, tomar su lefa con los dedos y llevársela a la boca, intentando después lamerse a sí misma las tetas para quitar hasta la última gota.

Tenía la polla como un asta en día de independencia y para colmo no andaba puesta la bata, la había dejado desde que se había alejado de ella. Angel seguía comiendo su helado, lamiendo la cuchara y arrastrando con su lengua rosada las porciones de helado, tentándolo sin saberlo.

—Papi, tu helado se va a derretir. —La voz de su hija le devolvió a la realidad, y bajó la vista a su postre. Comenzó a comérselo lentamente, clavando la vista en las chispas de chocolate, haciendo un esfuerzo en no seguir pensando en “eso” para que se le bajara el ardor, pero fue imposible y cuando volvió su esposa se despidió de los hijos, la llevó a la recámara matrimonial y la puso a hacerle una felación imaginando que sería su nena, de todos modos se parecía a su madre.

No hubo sueño tranquilo para él esa noche y despertó tras unos minutos de somnolencia. Su señora seguía dormida a su lado, satisfecha luego de una buena ración de sexo, miró hacia el techo y se dijo que estaba loco, que había llegado demasiado lejos. Salió a la sala para pensar en medio del silencio, pero al estar en el pasillo quiso regresarse y el instinto le ganó a la razón. Pensando con la polla se asomó a la recámara de su nena y la encontró… ¿Vacía?

Primero creyó que algo se derrumbaba encima de él al pensar que Angel había escapado para irse de fiesta o algo peor, pero luego se dio cuenta que sólo estaba exagerando, llegó hasta el final del pasillo para apoyar el oído en el baño que sus hijos compartían, pero no había sonidos ni luz encendida al otro lado y cuando abrió la puerta la encontró vacía. Entonces se asomó a la habitación de Joan, era la única solución no trágica que se le pudo ocurrir, y los escuchó.

—…hermanita…no… Abajo, sí… —Apenas susurros y palabras desconectadas lograba entender, pero algo ocurría. ¿Estaban tratando de negocios por eso lo hacían a mitad de la madrugada?

Con dedos sigilosos giró la perilla y abrió un centímetro para que su pupila pudiera enfocar en el interior, sólo tenía un atisbo de la cama de su hijo y la tenue luz de una lámpara cubierta con una tela para que no brillara demasiado, pero el sonido sí llegó más claro y escuchó los gemidos masculinos de su hijo y sus instrucciones.

—Eres la mejor, hermanita, que rico la chupas. Tienes un don, putita, un don —murmuraba y gemía, murmuraba y gemía, al mismo tiempo había succiones y un continuo chapoteo muy fácilmente reconocible para cualquiera—. Lámeme los huevos, ¿sí? ¡Ugh!, sí, así…

Joan se dio cuenta que mientras más escuchaba más quería ver, más quería presenciar. En lugar de estar enfurecido y con ganas de ejecutar a sus dos incestuosos hijos, más quería ver a su hija menor haciéndole una felación a su hijo mayor, y no se sentía mal al respecto. Empujó más la puerta para intentar ampliar su rango de visión y poco a poco fue develando una cama desordenada y las ropas esparcidas por el suelo, los teléfonos celulares apagados y… Allí estaba la espalda de su hijo, su tremendo cuerpo escultural de lado y sus caderas haciendo un movimiento hacia adelante y atrás.

Ansioso, empujó un poco más la puerta y mientras su hijo cerraba los ojos él contempló con toda su gloria a su pequeña hija de rodillas frente a su hermano mayor con una verga juvenil metida en la boca, la barbilla chorreada de saliva así como sus tetas que, desnudas y erectas, se movían al ritmo de su felación. Era una obra de arte renacentista a la escasa luz de la lámpara con los altos contrastes en su piel blanca, resaltando los chupetones en sus pezones y en su cuello, y su culo rojo por algún azote recibido. Joan supo que lo único que quería era ser su hijo en ese momento, dejar de robarle panties a su nena y simplemente repetir lo que había hecho en sus noches de películas.

—Me voy a correr, Angel, me corro, me corro… —Su hijo le sacó la verga de la boca a su hermana y comenzó a sacudírsela frente a su cara, tan entrenada estaba su hija que cerró los ojos de inmediato y sacó la lengua recibiendo los chorros de leche de su hermano en las mejillas y en los labios, relamiéndose al acabar y recolectando aquellos restos caídos con los dedos para también disfrutar de ellos, tal como él lo había imaginado antes en el postre.

Joan se comenzó a frotar la verga sobre el slip. Su hijo se echó sobre la cama y comenzó a ver su celular mientras Angel buscaba entre la ropa del suelo como si lo que hubieran hecho fuese jugar en el play .

—Deberíamos subir el precio porque te tomes la leche, es que le das tanto morbo —sugirió su hermano, sin darle importancia a su hermana vistiéndose aún.

—Súbele lo que quieras, no importa. ¿Ya editaste las nuevas fotos?

—Qué sí, retrasada —farfulló él, siempre entre susurros confidenciales. ¿Cuánto tiempo llevarían haciendo esto? Aunque por las fechas de las publicaciones pudo deducir cuándo comenzaron con la venta de fotos y vídeos, no sabía cuándo sus hijos habían comenzado con esa relación incestuosa.

—Que te den, cavernícola —refutó ella. Después de todo, seguían siendo hermanos adolescentes.

Joan cerró la puerta mientras los dos continuaban discutiendo en voz baja, intentó volver a la recámara pero pronto se dio cuenta que no quería volver a dormir, quería una cosa, al misma contra la que venía luchando tanto tiempo pero en ese preciso momento no podía presentar resistencia. Pensando con la polla se metió en la recámara de su hija antes de que ella saliera de la su hermano, se escondió detrás de la puerta, en silencio y esperó.

¿Qué estoy haciendo? Pero era muy tarde, la puerta se abrió con suavidad y se volvió a cerrar sin apenas hacer ruido, la obscuridad los cubría a ambos así que sólo vio la sombra más pequeña deslizarse hasta la cama y apartar las sábanas, pero pudo oler su perfume y el aroma de su coño húmedo y excitado cuando pasó frente a él. Tras verla juguetear con ese celular un rato le salió el padre que tenía dentro y tuvo el instinto de regañarla por quedarse hasta tarde con ese maldito aparato, pero se detuvo al recordar su situación actual. ¿Y ahora qué? No había planeado nada, sólo quería hacer que ella le hiciera una mamada como a su hijo mayor, pero no sabía ni cómo empezar.

Dio un paso en dirección a la cama con dosel, luego el siguiente y otro… Cuando menos lo esperaba ya estaba de pie al lado de su hija que dormía con una respiración acompasada y la boca entreabierta, bocarriba así que sus tetas se desparramaban bajo la pequeña pijama de Lilo&Stich, sus caderas estaban cubiertas con las sábanas pero tras apartarlas pudo ver que tenía una pierna extendida y otra doblada así que se podía adivinar la forma de su coño ahora que estaba tan cerca de ella.

Extendió una mano y cedió al instinto llevándosela al suave seno como lo había hecho en sus noches de películas, con la mano contraria se frotaba el abultado slip hasta que tomó la mano de su hija y la puso en su lugar, sintiéndose flotar solo por esa sensación tan morbosa de tenerla tocándole sin que ella lo sepa. Al mismo tiempo él bajó la mano al coño de su nena y bajo el diminuto short del pijama le buscó su raja húmeda detrás de una delgada capa de vellos rubios que al tacto se notaban bien recortados y empapados. Cerró los ojos, disfrutando de tener ese tesoro en sus manos, sólo imaginando que su hija se despertaba y le chupaba la polla mientras él le acariciaba el coño para que se corriera con su verga en la boca. Abrió los ojos y un par de perlas verdes le miraban desde la obscuridad con el brillo de los gatos.

Se detuvo, el mundo se detuvo. No supo si correr o tirarse de la ventana, esconderse o disculparse. Ella le miraba desde la cama y él desde su altura de 1.96 mts, lo primero que se le vino a la mente fue lo que dijo.

—Ya sé lo del “negocio”. —Ella parpadeo, sus largas pestañas rubias se agitaron. Aún tenía la mano dentro del coño de ella y ella aún tenía su mano en el slip.

—Necesitaba el dinero. —Al menos no era un grito, no se lo llevaría la policía; esa noche quizá no—. ¿Me vas a levantar el castigo, papi?

¡Joder! No, en ese momento no podía decirle “papi”, era demasiado. Ella tuvo que sentir cómo su verga palpitó. Sin querer él removió los dedos que tenía dentro de su coño y Angel cerró los ojos y gimió quedo, eso fue todo lo que necesitaba para continuar jugando con la entrada de su vagina y su clítoris de forma alternante, y cuando menos lo pensaba tenía su hija haciéndole una paja con la verga fuera del agujero del slip y él a ella con la mano debajo de la pijama con motivos del alienígena azul de Disney .

Se inclinó, y poco a poco fue acercando su falo a la boca de su hija que aún debía tener restos del semen de su hermano mayor, ella lo miraba expectante mientras más se iba acercando a ella y por fin la punta de su verga encontró los labios de su hija, cerrados. Los delineo como con un labial y le dio golpecitos en las mejillas con su verga hasta que ella abrió la boca como cuando dormía y sacó la punta de la lengua, repasando con ella los principios de líquido preseminal. Ella no decía ni “pio”, no se quejaba y apenas y gemía cuando le comenzaba a meter un dedo en el coño, era su nena, su hija pequeña, pero aun sabiendo esto le dijo:

—Abre la boca.

Ella obedeció.

Recibió la punta de su polla que en ese momento ya era como un hongo rojo y lubricado, lo encajó en esos labios carnosos y lo volvió a sacar. Repitió la acción un par de veces sin separar los ojos de las perlas verdes de su hija, entonces le colocó la mano libre detrás del cuello y la acomodó un poco más de lado para comenzar a hacer un intento de introducirle el falo hasta la mitad. Había que comprobar la calidad del servicio que su nena ofrecía.

Se la tragó y despacio seguía tragando, y Joan no podía creer cuando sintió la apretada garganta envolviéndole la polla. Angel tosió cuando se la sacó, pero él no le dio tregua, al tiempo que volvía a meterle su verga en la boca él la penetraba con los dedos, ella sacó la lengua y entró más profundo, podía ver cómo los labios de su nena rozaban sus testículos y su nariz encajada en el escaso vello púbico. Entonces lo supo…

—¡Condenada! —gimió en un susurró, metiéndole los dedos con más rapidez mientras le cogía la boca aún de pie—. ¡Fuiste tú! ¿Verdad? Fuiste tú, bandida.

Su ángel no podía responder, tenía la boca ocupada, pero él aún así continuó gruñendo y reclamándole por haberle hecho una mamada a media noche con su madre durmiendo justo al lado. Mi hija es una puta, y le gusta. Tengo que aceptarlo . Joan le sacó la verga y sintiendo cómo las paredes de su vagina se contraían alrededor de sus dedos supo que ella se correría pronto así que aún de pie le apretó un seno con fuerza obligándola a estarse quieta. La mano con que la masturbaba estaba empapada hasta la muñeca, hizo un gancho con los dos dedos que tenía dentro de ella y con el pulgar masajeó el clítoris que como un guisante ya estaba erecto y palpitaba tanto como una pequeña polla.

—Si te corres, te cojo la boca, mi bebé. Córrete para mí, ¿sí? —Y ella, como buena zorra que era se corrió contrayendo sus paredes tanto que sus dedos se quedaron aprisionados dentro y tuvo que usar la mano libre para cubrirle la boca y evitar que gimiera despertando a su señora. La siguió penetrando a pesar de que la jovencita se retorcía y cerraba las piernas alrededor de su mano entre temblores y temblores. Sin dejarla recuperarse le sacó los dedos y se los chupó como si tuvieses caramelo en ellos, se subió a la cama de un brinco y ésta se hundió bajo su peso, colocando las dos piernas junto a los hombros de Angel—. Abre la boca, ábrela —demandó con un gruñido y le colocó una almohada bajo la nuca aunque su ángel aún no estaba del todo bien tras el orgasmo.

Con las manos apoyadas en el respaldar de madera comenzó a cabalgar la boca de su hija y a cogerla como habría querido desde hace demasiado tiempo, viendo sus ojitos verdes enrojecerse y lagrimear cuando le dejaba dentro mucho tiempo, su verga salía empapada y viscosa de saliva que iba a dar a la pijama azul. Podía sentir las tibias manos de su hija en sus nalgas, sus pataleos y gemidos, pero lo único que importaba era la tensión alrededor de su polla y la contracción de sus testículos demandándole una descarga urgente. La tomó del cabello de su coronilla, enredándolo todo, se la metió de nuevo hasta que su nariz respiraba sus vellos íntimos y se corrió en su garganta con chorros espesos de leche que salían uno tras otro sin descanso. Ella intentó retirarse pero él le tapó la nariz.

—Traga, traga —le dijo sin darle tregua sintiendo cómo obedecía y ahora sí, ella tenía el estómago lleno de su lefa. Siendo así la dejó ir y se bajó de la cama con la respiración acelerada y el pecho sudado, observó la silueta oscura de su hija despatarrada con la pijama manchada y húmeda, despeinada pero con una sonrisa de labios irritados y rojos. Guarra— . Te voy a levantar el castigo con una condición: No quiero que sigas con tu “negocio”.

—Pero, papi… —refutó ella, incorporándose, su voz se escuchaba considerablemente más ronca.

—Nada de peros, aquí yo pongo las condiciones —sentenció, acomodándose la polla morcillosa dentro del slip de nueva cuenta—. Te vas a levantar a las cinco en punto y en el estudio te voy a estar esperando, ¿entendido?

—¡¿Las cinco?! —chilló ella, incorporándose y encendiendo la lamparita de noche. Con la nueva fuente de luz disponible pudo ver en realidad que la visión de su hija en su cama con la pijama sucia y desparramada era aún más morbosa que en la obscuridad, era la visión del peor pecado que un padre podría cometer, pero a Joan le encantaba.

—¡Shh! Baja la voz. A las cinco en punto, te quiero así como estás ahora.  De ahora en más me vas a considerar como tu cliente exclusivo.

Ángel sonrió, no se podía esperar nada más de esa diabla.


El final de otra pequeña parte de la historia de Angel.

Qué rica ésta diabala, ¿no?

Un beso,

tu Emma.