ANGEL: PAPÁ SE ENTERA DEL NEGOCIO FAMILIAR 1 de 2

Para un padre es difícil dejar ir a un hijo, pero cuando Joan obligó a su hijo a continuar viviendo con ellos durante el primer año de universidad, no sabía que en realidad estaba consintiendo lo que sería el principio de una relación incestuosa.

Para un padre es difícil dejar ir a un hijo, pero cuando Joan obligó a su hijo a continuar viviendo con ellos durante el primer año de universidad, no sabía que en realidad estaba consintiendo lo que sería el principio de una relación incestuosa. Era su muchacho de oro, su estrella, el próximo médico de la familia, era difícil dejarlo ir, no era como Angel, que de ángel no tenía nada, era una diablilla y una corrupta hija de Satanás, no de él. Joan tenía 47 años y se masturbaba con las bragas de su hija sin que ella lo supiera.

Angel era un desastre, lo sabía desde siempre, pero cuando se enteró que reprobó el último año de secundaria fue la gota que derramó la piscina que había acumulado con sus berrinches y malos comportamientos. Aun así, el enojo no le duró mucho, y menos cuando su niña llegó una noche a su estudio a pedirle perdón y a prometerle que haría lo posible por ser la mejor el próximo año, que se graduaría con honores y compensaría lo que había hecho mal. Joan dejó su trabajo de lado esa noche y vio a su nena.

Siempre había sido una hermosura, ambos hijos parecían mellizos, idénticos a su madre. En los últimos años su cuerpo había florecido al de una mujercita y como andaba por casa… Mmm… Su señora creía que andaba duro todo el día por ella, pero en realidad era por la curva de las tetas de su hija que se intentaban ocultar tímidas detrás de una escaza tela esmeralda de la blusa, del mismo color satinado de sus ojos, y de la caída de su culo juvenil y terso como seda, absorbiendo las panties que se pusiera como pozos de arena movediza. Había días en que podía contarle los pelos del coño cuando se sentaba en la sala común a leer o estudiar y abría las piernas como una cría maleducada, sus labios mayores se apartaban para dejarle ver la sombra de unos labios menores y de un montecito que sería la llave del placer de su nena. Él había comenzado a andar en bata además de los slips ajustados, para intentar disimular sus ardores, como en esa noche que recibió las disculpas de ella.

—¿Me perdonas, papi? —preguntó ella de pie a su lado en el escritorio, uniendo las manos al frente y encogiendo sus hombros, el gesto hizo que las tetas adolescentes se le tensaran y alzaran como dos ojos atentos. Su hombría reaccionó.

—Hija… —Intentó sacudir sus pensamientos morbosos de la mente—. Hija —retomó tras lograrlo—, has hecho algo malo y vas a pagar por ello, ya hablamos de tu castigo, pero me siento orgulloso de que admitas tu error y estés dispuesta a enmendarlo.

—Gracias, papi. Pero… ¿Sí me perdonas? —insistió ella, dando un par de brincos de súplica, una mala idea al andar sin sostén porque sus pechos se agitaron en un temblor sensual. Incómodo y comenzando a sudar frío, Joan le pidió a su hija que se acercara y se sentara en su regazo para no ver sus pechos. Malísima idea. El culo de Angel era tan majestuoso como sus tetas y se sentía aún mejor sobre su verga, que ya respondía lista para la guerra—. ¿Papi?

¡Maldición! Joan no entendía por qué no podía pasar más de dos minutos con su hija sin que se le pusiera dura, y parecía que ella o no lo notaba o no le molestaba, era una diablilla que se dejaba hacer de su padre lo que sea, como desesperada por su aprobación. ¿O era que lo sabía manipular? Joan no sabía.

—Sí, te perdono, mi ángel —le dijo en el oído, aspirando el aroma a manzanilla de su cabello y sintiendo ese calor juvenil provenir de sus nalgas, al medio de las cuales se había acomodado su falo aún protegido por la ropa de casa. Rodeó la cintura de Angel con sus manos y la atrajo a su pecho, abrazándola—. Te amo, bebé —dijo con unas notas roncas.

—También te amo, papi. —Su respuesta llegó más como un gemido sexual, tomó entre sus manos pequeñas la suya grande y la besó, cuando la volvió a bajar a su torso la dejó prácticamente sobre su seno izquierdo y sólo ese pequeño roce lo llevó a sentir punzadas en su verga, arrastró el pulgar y pudo sentir su pezón erecto, haciendo círculos sobre él con lentitud continuó abrazando a su hija y respirándole en el oído mientras ella ronroneaba—. Papi, ¿me levantas el castigo un poquito?

Allí estaba, eso era lo que quería, por eso lo hacía. Molesto pero no menos excitado la apartó de su pecho con suavidad para dejarla sentada erguida y verle ese par de perlas verdes en sus cuencas.

—Ya lo hablamos, Angel…

—Ya, ya, lo siento, lo siento —se apresuró ella a replicar cuando notó su tono grueso y serio—. ¿Vemos una película después? ¿Sí, papi?

Joan aceptó, para que ella no pensara que estaba enojado y además, ¡amaba esas noches de películas! Cuando eran niños, ambos se sentaban en sus piernas para verlas, se turnaban o se acomodaban de alguna manera, pero con ella esos momentos se habían vuelto “especiales” en los últimos meses que había alcanzado la adultez. Pensando con la polla esa noche Joan se quitó el slip y se cerró la bata sin nada más abajo.

—Me retiro temprano, cariño —dijo su esposa, subiendo hacia la habitación matrimonial tras despedirse de él con un beso tierno en los labios. Agradeció en su mente que su señora tomara ésta decisión al ver su nena entrar en la sala con la “manta mágica” en manos y las mismas braguitas casi transparentes que usó por la tarde.

Su hijo estaba en el sofá contiguo fisgoneando sus redes sociales como cualquier adolescente, sin prestar atención cuando ellos se disponían a colocar la película seleccionada en Netflix . Acomodaron los sillones en el amplio sofá en forma de “L” y Joan se acomodó con las piernas abiertas mientras ella se sentaba en su regazo y los cubría a ambos con la manta.

Nada más comenzar la película con el culo de su hija sobre sus caderas sentía el morbo de la situación aumentar su pulso y su respiración. ¿Notaría su ángel la erección que le iba causando? ¿Notará la ausencia de ropa interior debajo de la bata? ¿Hará algo?

Ella estaba apoyando la cabeza en su hombro derecho con la manta cubriéndole hasta el cuello así no podía ver ni sus tetas ni su coño pero sí podía sentirlo si tenía suficiente cuidado de esperar a que ella se sumergiera en la película, cosa que pasó veinte minutos después. Cuando los ojos verdes de Angel cobraban un brillo mágico y sus pupilas se dilataban, Joan sabía que estaba como idiotizada por la TV, le pasaba desde que era una niña y le ponían sus programas infantiles para que se estuviera quieta.

A ciegas, rodeo la cintura de su hija con ambos brazos aspirando su olor juvenil, era tan pequeña su cintura que cabía en sus dos manos, deslizó sus manos sobre sus largas piernas extendidas sobre las suyas y de regreso, descansando en sus caderas para estudiar el entorno: Su hijo seguía ignorante en su celular, su hija continuaba idiotizada por alguna película adolescente que a él le importaba un comino.

Angel, Angel, Angel… Se animó a deslizar sus manos por su cintura y hasta el borde de la pequeña e insultante “camisa”, luego logró ingresar sus dedos índice debajo, ambos al mismo tiempo y rozó la caída de sus senos. Angel se removió incómoda en el asiento, o ser él, y casi le causa un ataque al corazón al hacerlo, creyendo que le objetaría porque la toca o quizá sería la verga que le apretaba entre las nalgas lo que le molestara.

—¿Estás incómoda, mi ángel? —preguntó él, ella se giró a verlo con sus bonitos ojos verdes.

—Sí, papi —respondió ella.

—Déjame te acomodo. —En realidad lo que quería acomodar era su verga, levantó las caderas de su hija para aflojar el nudo de la bata, abriéndola y dejando su verga libre pero aún oculta bajo la “manta mágica”. De soslayo su hijo observo pero pronto volvió a no darle importancia a nada de lo que hacían. Cuando Angel volvió a sentarse en su regazo ésta vez lo hizo con las piernas abiertas y con la verga de su padre sobresaliendo entre ellas, tiesa y caliente.

La manera en que su coño ahora rozaba la punta de su falo era exquisita, el calor que desprendía era de ensueño y le costaba creer que Angel no sintiera nada o no dijera nada.

—¿Mejor, bebé?

—Mejor, papi —dijo ella, siempre abrazada hasta el cuello por la tela azul marino ocultándolos a ambos de cualquiera que pudiera ver, aunque su hijo parecía poco interesado en nada, a veces pensaba que quizá sería gay. La obscuridad también les abrazaba, el brillo proveniente del televisor y del árbol de navidad era suficiente luz para todos, en especial para ellos dos.

Quiso retomar su exploración, así que volvió a abrazar la cintura de su hija y a hacer círculos en su estómago llano y terso, ella suspiraba. Avanzó de nuevo jugando con el borde de la camisa y le introdujo los pulgares esta vez, deslizándolos sobre la piel que al tacto se adivinaba con una cuantas estrías de desarrollo y luego la piel sensible del pezón se abrió paso a su sentido como un descubrimiento que cambiaría el destino de la humanidad, su humanidad. Delineó círculos en esos pezones tersos y se aventuró a deslizar las ambas manos dentro de la camisa para llenárselas con sus carnes, pero eran suficientemente grandes como para que no cupiesen, la carne se desparramaba entre sus dedos ante tal abundancia. Ángel gimió.

—¿Estás bien, hija? —preguntó con las tetas en sus manos.

—Sí, papi, sólo que tengo un poco de sueño —respondió mientras él retorcía sus pezones entre sus dedos índice y pulgar, besando al mismo tiempo su coronilla con olor a manzanilla.

—¿Quieres ir a dormir mejor?

—No, quiero terminar de ver la película.

La respuesta le dio cierto alivio y gozo ya que eso significaba que podría seguir disfrutando de su cuerpo juvenil un rato más, quizá la película ya iba por la mitad. No se cansaba de sus pechos y de lo bien que cabían en sus manos, sólo podía imaginar lo que sería tenerlos en la boca y retorcerlos entre sus dientes.

Tenía la polla a reventar cuando decidió hacer más y al bajar su mano hasta su verga sintió la gota de preseminal deslizarse sin pudor por su falo. Tomó su miembro y lo acercó a la entrepierna de su hija, al rozar las bragas sintió que estaba a punto de correrse, aunque no podía verlo solo imaginaba lo rico que sería su verga sobresaliendo entre las piernas de su hija menor. Entonces se aventuró a dejar la mano muy cerca de su coño unos minutos mientras fingía ver la película y verificaba que su hijo estuviera también intrigado en el film. Prosiguió acercando el anular y el índice derecho al borde de la braga, ¿se quejaría Angel? No lo hizo, continuó con el magreo de su teta con la mano izquierda, para quitarle importancia o distraerla del hecho de que le había posado la mano completa en el coño y ahora podía sentir lo empapada que estaba y lo caliente que se sentía su gruta de placer.

Recordaba la imagen de su coño debajo de las bragas semitransparentes cuando leía de piernas abiertas y ahora lo sentía, no podía hacer las dos cosas al mismo tiempo pero podía complementarlas en la imaginación. Sus dedos maduros experimentaron con el tesoro que había creado él mismo, acariciando la separación de los labios con sus dedos más sensibles, intercalando con las partes internas de sus muslos para volver y de improvisto apretujarle el clítoris que se pugnaba erecto bajo su monte.

Acarició a su hija menor como lo hizo con su esposa la primera vez que tuvieron sexo, pero el morbo era mayor, mucho mayor porque era prohibido. La sintió temblar sobre él y con sus manos pequeñas apretujaba la manta contra su cuello pero mantenía las piernas abiertas como una campeona mientras su padre la tocaba. Ella no se resistía excepto a correrse, pero Joan se centró en su húmedo clítoris y trazó círculos sobre él ejerciendo presión, alternando con movimientos hacia su entrada como intentando penetrarla con los dedos pero sobre la ropa, repitiendo una y otra vez, hasta que ella apretó los ojos y se mordió el labio interior, las piernas se le tensaron y casi encorva la espalda. Siguió jugando con sus partes mientras ella se tranquilizaba una vez más, empapándose la mano con sus jugos y asegurándose de que Joan no sospechara nada, ese niño gay estaba demasiado distraído en su teléfono para enterarse de nada, incluso tenía los cascos puestos.

La película avanzaba hacia su recta final cuando ella se dejaba caer laxa sobre su pecho, ésta vez sin abrir sus ojos siquiera, dormitada. Él, caliente aún y más por el orgasmo que su hija había experimentado entre sus piernas, se llevó la mano ya húmeda por los jugos de Angel hasta su verga y comenzó a pajearse bajo la manta y rozándole el coño con cada sacudida. Lento y cuidadoso en sus jaleos pensaba en cómo se vería su verga debajo de la braga de su hija, que en su mente ahora estaba completamente transparente por la humedad.

Más intrigado por la sensación apartó las bragas de Angel y metió la cabeza de su falo entre ellas, el tacto directo fue sublime y continuó moviendo su verga de lado a lado para estimularse e imaginarse que algún día ponía su verga dentro de ese coño caliente y baboso mientras su esposa hacía la cena en la cocina y su hijo estaba en el sofá viéndolos follar, incluso la idea de exhibir a su hija a sus amigos lo prendía en ese momento y de darle la leche, y de meterle un dedo en el culo y de… Se corrió, sintiendo cómo sus testículos se contraían y chorros y chorros de leche caían en el coño de su hija y en sus bragas, se mordió los labios y enterró su rostro en el cabello rubio para contener los gruñidos de placer. Sacó su verga y pudo limpiarse en las bragas de su ángel, pero éstas estaban hechas un asco, podía sentirlo, así que se terminó de limpiar los dedos en sus tetas para cubrirlas con la camisa posterior a ello, esperando a que terminara la película para “espabilar” a su hija menor.

Joan se retiró antes de que acabara la película, dando unas buenas noches casi de malas, pero aún así él agradeció porque pudo despertar a Angel que dormía ya con placidez y su verga semierecta entre sus piernas.

—Hora de dormir, mi ángel —le dijo al oído, besando su cuello y apartando la manta. El olor a sexo brotó como margaritas en el verano, bañando su nariz y despertando su verga de nueva cuenta, vio las bragas de Angel manchadas con su lefa blanca y espesa y quiso quedarse allí para volver a correrse en ellas, pero tenía un deber con su esposa.

La dejó sentada en el sofá y él se acomodó la bata. La tomó en sus brazos porque ella no se quería despertar, sabía que se hacía la dormida, siempre lo hacía desde niña, así que la cargó hasta su habitación y la dejó en su cama con dosel, antes de cubrirla con las sábanas quiso verla de nuevo, se inclinó para depositar un tierno beso en sus labios y luego la envolvió.

Joan sabía que si seguían a ese ritmo terminaría levantándole el castigo y hasta follándose a su hija, así que quiso levantar barreras no volviendo a ver ninguna película con ella ni a dejarla sentarse en su regazo. Esto, por supuesto, no pasó desapercibido por Angel.


¡Hola, Emma otra vez!

Han sido semanas muy difíciles en mi país pero me las he arreglado para traerles estos dos relatos (En realidad uno dividido en dos para que no sea tan tediosa la lectura). Espero que disfruten seguir conociendo y jugando con la linda Angel.

Gracias por sus opniones y comentarios a mi correo, aunque no puedo contestar a todos hago lo posible por leerlos y consentirlos.

Un beso rico y caliente donde quieran,

Emma.