¿Ángel o Demonio?

Prólogo.

Bien, antes de dejarte comenzar con la lectura de este prólogo cortito me gustaría presentarme.

Como ya leíste arriba mi nombre es Withoutname, y este es el primer relato que me decido a publicar, tal vez no sea muy bueno, pero me gustaría pensar que tampoco es muy malo.

Me complacería muchísimo que me dieras tu opinión al e-mail que aparece abajo, cualquier crítica es  bien recibida, ya sea positiva o negativa, porque con ellas me ayudáis a mejorar como escritor.

Ahora sí, te dejo con la lectura de este prólogo, un saludo y espero que lo disfrutes.

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Arriba, abajo, derecha, arriba, arriba, salta, patada…

El cuerpo cae al suelo, dejándome con tan solo tres contrincantes más.

<< ¿Es que no se acaban? >>

La pregunta resuena en mi mente.

Observo a los tres hombres que se acercan lentamente, acorralándome en el interior del oscuro callejón.

<< ¿En las películas, esta no es la parte en que me salvan? >>

Una sonrisa nerviosa cruza mi rostro, pero la oculto rápidamente.

La luz de la bombilla que hay colgada en una de las paredes que conforman el callejón titila levemente, otorgándome unos segundos de oscuridad, segundos que aprovecho para abalanzarme sobre el hombre que se encuentra más cerca.

De un puñetazo parto sus gafas de sol, dejando a la vista sus ojos, dos orbes de color verde brillante que me recuerdan a las esmeraldas.

No me entretengo y, con un rápido movimiento, desenfundo la daga que llevo oculta en mi espalda. La hoja brilla al reflejar la luz de la bombilla y traza una circunferencia casi perfecta cuando la clavo en el cuello de la criatura que se encuentra bajo mi cuerpo.

De la herida brota un líquido negro que me ensucia el traje de combate, pero no le doy importancia. Salto hacia atrás, en el momento justo que una otro monstruo intenta atacarme.

Llevo mi mano libre hacia la espalda, de donde saco mi otra daga. Adopto una posición de combate y miro hacia los dos contrincantes que quedan.

Un tentáculo sale disparado hacia mi garganta, pero lo esquivo agachando el cuerpo. Sin darme tiempo a pensar suelto una de las dagas y agarro la extremidad que casi acaba con mi vida, de un fuerte tirón acerco el cuerpo hacia el mío y le clavo la hoja en la frente, acto seguido recojo la daga del suelo y con un movimiento limpio secciono el cuello de la criatura.

-Ya solo quedas tú. – Musito mientras el cuerpo cae al suelo.

Hecho un rápido vistazo a mi alrededor y corro hacia el último contrincante.

Doy un salto, impulsándome en la pared y golpeo a la criatura en la cara con el mango de una daga, provocando que caiga al suelo.

Me coloco sobre él, en el momento en que estira los brazos y lanza sus tentáculos hacia mí. Alejo el cuerpo con un rápido movimiento del tronco y observo como la punta vuelve hacia mí con cada vez más velocidad. Sin inmutarme secciono las extremidades y lanzo una de las dagas directa a su cuello, donde se clava, provocando que me salpique con el líquido negro.

Guardo las armas en sus fundas y vuelvo hacia la entrada del callejón, donde recojo mi espada y la enfundo.

Miro el intercomunicador que el traje lleva incorporado en la muñeca y pulso el botón de llamada.

-¿Sí? – Pregunta una voz al otro lado de la línea.

  • Amor, ya he acabado, cuando quieras manda a tus sabuesos a por los cuerpos.

  • ¿Estás bien? – Su voz inspira ternura y preocupación a partes iguales.

  • Claro, ahora tan solo necesito una ducha. – Mientras hablo con mi pareja camino lentamente, de vuelta a casa, sumido en mis más oscuros pensamientos.

  • Está bien.

  • ¿Te veré esta noche? – Busco mi moto entre las sombras de la noche.

<< ¿Dónde la habré dejado? >>

-Claro que sí, tenemos cosas que celebrar.

  • Perfecto, - Encuentro lo que busco tirado en mitad de la carretera. – nos vemos en mi casa. Te quiero.

  • Y yo, amor. Hasta luego.

Con estas palabras pone fin a la comunicación entre nosotros.

Observo el desastre en que ha quedado la moto y suspiro, levemente irritado.

<< Volvamos a casa… >>

Monto en el ciclomotor, sin poder evitar que una sensación de déjà vu me asalte, transportándome al reino de los recuerdos olvidados.

Sumido en mis recuerdos vuelvo a casa, pensando en el día en que conocí al ángel y al demonio de los cuales me enamoré pero al que solo uno he podido amar de verdad...