Angel: mi primer cliente, mi hermano

Castigada y sin dinero, así comenzó el calvario de esta guapa adolescente. ¿Qué sería capaz de hacer ésta mujercita caliente por dinero?

—Estás castigada, no habrá más tarjetas de crédito ni efectivo, tendrás que llevar lonche o hacer servicio comunitario para pagar la comida en el instituto. Si quieres ropa o cosas innecesarias ve cómo te las apañas tú, jovencita. —Así comenzó el calvario de Angel. ¿Qué sería capaz de hacer ésta mujercita caliente por dinero?

Angel ya tenía una trayectoria de ser una nena caliente, le gustaba la atención desde que comenzaba su pubertad pero fue cuando reprobaba su último año de secundaria donde las cosas se pusieron interesantes y difíciles para ella, allí comenzaremos.

Tenía problemas para concentrarse en clase desde que la habían desvirgado, todo lo que podía pensar era en pollas. Solía llevar un par de bragas extras porque terminaba húmeda en algún momento y necesitaba del cambio de ropa para no dejar los asientos empapados con sus jugos, era en parte su culpa porque mantenía chats calientes con hombres por internet utilizando aplicaciones y sitios web, su teléfono vibraba y lo más seguro era un mensaje de alguna de sus vergas disponibles. Sin saber, el año se le fue distraída, cogiendo con el vecino maduro que la había desvirgado, enviando sus fotos a otros por internet, pajeándose en los baños, en medio de las clases, en la recámara de sus padres, en la de su hermano… Su hermano…

Joan era apenas diez meses mayor que ella, iba en el último año pero en diferentes clases cuando Angel pasaba por esta etapa de descubrimiento sexual. Contrario a ella, era el hijo modelo, bien portado, nota de 10 siempre, capitán del equipo de soccer y miembro del de ciencias, decía que quería ser médico pero tenía potencial para ser modelo o stripper . Como su hermana, era un pastelito listo para ser devorado, con piernas largas y definidas por los largos entrenamientos, de torso musculado y una mirada verde clara como la de Angel, labios rosados y fibrosos que relamía constantemente, en especial cuando se concentraba en sus tareas o trabajos.

—Hermanito, ¿me ayudas con la tarea? —llegó preguntando a su recámara, abriendo la puerta con ímpetu. Joan estaba en el escritorio con los cascos puestos y podía escucharse el murmullo de las notas musicales de Vivaldi, Four Seasons , iba en un slip negro nada más, tal y como estaban acostumbrados a andar en casa. Ella también iba ligera de ropas, con una braguita blanca que dejaba entre ver el color más oscuro del coño y una manchita opaca de humedad más abajo, las tetas las cubría sólo con un pedazo de blusa con transparencias, permitiéndole a Joan ver sus pezones rosados y erectos debajo, y su cintura estrecha. Se quitó los cascos y se giró en el asiento, analizándola de pies a cabeza.

—Tengo entrenamiento en una hora y debo terminar éste trabajo, no puedo —dijo con indiferencia, su voz sonaba profunda—. Ah, y por cierto… ¡TOCA LA PUTA PUERTA, RETRASADA! —espetó, haciendo que ella de un respingo hacia atrás y casi deje caer la libreta de apuntes, las blancas mejillas de Angel se tornaron rojas.

—¡PUES QUE TE DEN, CAVERNÍCOLA! —replicó ella con la misma furia, aunque su hermano ya se había vuelto a poner los cascos y devuelto la atención a la laptop y sus apuntes.

Salió de la habitación dando zancadas y bufando, azotando la puerta tras de sí. Los padres no estaban para escucharlos por fortuna, sino se ganarían una tunda por gritar y unos chanclazos por tirar la puerta. En el silencio del pasillo que separaba sus recámaras Angel volvió a recobrar el sereno y se dio cuenta que nada había salido como lo planeó. Necesitaba que Joan le ayudara con la tarea (o la hiciera por ella), ya que tenía su ultimátum: o presentaba la tarea o fallaba la materia, y si fallaba una materia más, perdería el año y si perdía el año... No quería ni imaginar las clases de desgracias que sobrevendrían a ella.

—Mierda —farfulló, haciendo un pequeño berrinche y dando una patada al suelo alfombrado. Revisó el cuaderno allí de pie y se dijo que en verdad no tenía idea de qué iba el tema, así que se resignó a tener que intentarlo otra vez, ahora siendo un poco menos explosiva y más sumisa con su “querido hermano mayor”.

Ésta vez tocó la puerta y se tomó unos segundos para girar la perilla pero Joan no escuchaba así que ella entró en la habitación y se acercó con pasos ligeros por detrás de él. Estaba a punto de poder tocar su hombro y ver la pantalla de la computadora cuando ésta cambió bajo el comando de su hermano y la que creyó música dejó de sonar. Por un momento a Angel le pareció ver una página porno en el monitor pero cuando tomó el hombro de Joan éste se encontraba tan serio como siempre, quizá más molesto que nunca. La fulminó con sus ojos verdes mientras ella daba un vistazo a su paquete y le pareció ver que tenía una erección. ¿Su hermano fingía estudiar y no quería ayudarla con la tarea sólo para hacerse una paja antes de irse a entrenar?

—¿Qué te dije, retrasada? —inquirió haciendo girar su silla—. Es que eres más tonta de lo que pareces. Deberías pintarte el cabello, lo rubia te está afectando.

—Ambos somos rubios, tarado, y de nacimiento —fue su réplica, luego hizo un puchero sacando el labio inferior, muy similar a los de él. En algunas ocasiones solían confundirlos como mellizos—. Ánda, hermanito, necesito que me ayudes, por fis, por fis, por fiiis… —rogó  dando saltitos en su sitio, haciendo que su melena rubia rizada y sus tetas rebotaran de manera deliciosa debajo de la escasa tela, la mirada de su hermano mayor se dirigió hacia allí.

Joan había tenido suerte, demasiada suerte. La primera vez que Angel entró en la estancia pudo cambiar la pestaña de la computadora y la música porque el vídeo estaba en un momento de relativa calma, permitiéndole escucharla entrar y guardarse el paquete dentro del slip. La segunda vez, sin embargo, casi casi lo atrapa haciéndose una soberana paja en su verga de veinte centímetros, tenía una erección de caballo y necesitaba desahogarse antes del entrenamiento para que toda esa sangre caliente corriendo rápido en su torrente no le jugara una mala pasada frente a sus compañeros, pero esa mocosa infantil y malcriada allí estaba: fastidiando su momento, y no solo eso, agitándole esas tetas jugosas en la cara. Era su hermana, pero estaba buena.

Era casi injusto que el vecino pudiera comerse ese coño y él, siendo su hermano, no. Incluso había notado cómo a su padre se le ponía dura cuando ella se paseaba en tanguitas por la sala, sentándose con las piernas abiertas en el sofá dejándoles ver su coño marcado en la tela hasta que mamá le ordenaba cerrar las piernas, o cuando se le sentaba en las piernas a la hora de la cena o del partido de soccer de los domingos. Estaba seguro que su padre le magreaba el coñito debajo de la manta con la que se cubrían los dos solos en el sofá acurrucados mientras veían una película, Joan se imaginaba los dedos grandes y largos de su padre dentro del coño de su hermana y se iba a la habitación a hacerse una paja pensando que él tenía el privilegio de hacer que su hermana se la chupara debajo de la manta con papá y mamá muy cerca.

—Ya te dije que no, se me acaba el tiempo, déjame en paz —espetó, volviendo a colocarse los cascos inalámbricos y la música sonó fuerte, ensordeciéndolo. Lo cierto era que no tenía ni idea de qué estaba “estudiando” y que la pretensión no duró mucho porque en cuestión de segundos Angel le sacó la silla del escritorio y se sentó en sus piernas. Primero, sintió el olor fresco a manzanilla del cabello de la rubia, él usaba el mismo para mantener el color, luego los orbes monumentales que tiene por culo aprisionarle la verga en un sentón que lo puso a mil, más que la porno que estaba viendo. Cuando él aún estaba atónito, Angel se giró sobre el hombro y le hablaba, pero todo lo que él escuchaba eran las notas de Vivaldi mientras su hermana movía los labios carnosos y daba brinquitos sobre su verga juvenil, en su mente, Angel gemía mientras se enterraba su verga en el coño al ritmo de la música. Necesitó de una sacudida de su hermana para recapacitar.

—¡¿Pero qué coños haces, zorra?! —le preguntó indignado, sacándose los cascos e intentando apartarla, pero Angel no se movía y mientras más la empujaba, más movía las caderas haciendo fricción al intentar mantenerse en su puesto.

—¡Hermanito! Ayúdame con la tarea, ¿sí? Por favorcito, sino voy a reprobar, pero no le digas a mamá y a papá. Haré tus deberes en la casa por lo queda del año, ¿sí? No vas a tener que preocuparte ni por arreglar tu habitación, yo lo hago por ti, ¿sí? Di que sí, di que sí, por fis, sé bueno conmigo —rogaba y rogaba, saltado sobre su polla que ya estaba tiesa como un hueso, intentando fugarse por la ranura del costado de slip en busca del coño de su hermana menor que exhalaba un calor muy rico y tierno.

—¡Que no! —refutó él, sacando fuerzas de sabrá-dónde para empujarla, haciéndola caer panza abajo en la alfombra. La melena rubia sólo se agitó en el aire y lo siguiente que vio fue a su hermana de rodillas con la cara pegada al suelo y el culo bien alzado, como ofreciéndoselo para que se descargue en él; la braga blanca se perdía en medio de ese culo blanco y juvenil con una mancha húmeda al centro. Recapacitó—. Angel, perdón, perdón, no quise empujarte tan fuerte.

La ayudó a levantarse, o eso intentó hacer, porque cuando la tomó de los hombros para ayudarla a ponerse en pie, ella le clavó un puñetazo en el abdomen de manera tan inesperada que le sacó el aire y lo llevó a doblarse a la mitad, ocultando así, para su fortuna, la tremenda erección que tenía en la ropa interior. Su hermana levantó su cuaderno de notas y salió de la habitación dándole collejas, azotando la puerta detrás.

Cuando se quedó solo y recobró el aliento, Joan se sentó en su silla giratoria de nuevo, con la certeza de que al menos Angel no lo volvería a molestar en un buen rato. Eso sí, la erección de caballo aún la tenía y se le acababa el tiempo para poder desahogarse antes del entrenamiento. Con la imagen de su hermanita menor aún tendida en el suelo, culo arriba, se puso los cascos y dio play al vídeo de la rubia rebotando en la verga de un moreno, deslizó la mano izquierda dentro del slip y al mismo tiempo que la veía en su mente la sentía dando rebotes y saltando sobre su verga aún con la ropa puesta haciéndose un rico faje incestuoso.

—Así, hermanita, así, muévete así. Que rico culo tienes, hermanita menor… —murmuraba echando la cabeza hacia atrás mientras se pajeaba con velocidad. Tenía los Kleenex listos detrás del monitor, pero no los necesitó porque cuando se corrió lo hizo en su ropa interior—. Esta lechita es para ti, hermanita…

«Estoy jodida» pensó cuando estuvo sola en su recámara. Se le había pasado el cabreo por el tremendo empujón que Joan le había dado, pero lo que no se le había pasado era la sorpresa de haber sentido esa tremenda verga entre sus nalgas, dura y caliente como un tronco a las brasas. Sí, su hermano fingía hacer trabajos mientras se hacía una paja, y sí, tenía una de las mejores vergas que había sentido (que eran pocas en ese entonces), y seguramente también era un espectáculo visual.

Estaba caliente con los pezones duros y las bragas ya empapadas, así que se sentó en su escritorio olvidándose por completo de la materia que fallaría y concentrándose en buscar a alguno de sus chicos para hacer un chat en vivo, sin mucha suerte. El vecino estaba en sus horas de trabajo, así que tampoco podría cumplirle. Fastidiada, sacó sus cascos y los conectó a su iPhone , puso play a una de sus porno favoritas con J MAC y comenzó a hacerse un dedo tendida de espaldas en la cama. La frustración de la materia perdida no la abandonó, tampoco el hecho de que era la verga de su hermano la que la había puesto así; se quitó los cascos y lamió los dedos sin haber acabado. Se asomó al pasillo y logró escuchar cuando su hermano giraba el picaporte, ella volvió a su recámara para que no la viera. ¡Pum, pum, pum! , sonó su puño sobre la puerta.

—¡Ya me voy, retrasada! —anunció, y no esperó respuesta.

Cuando escuchó sus pasos alejarse volvió a salir y como una bandida entró en la estancia de su hermano mayor. La laptop estaba cerradas, los cuadernos en orden y una caja de Kleenex detrás. Joan era lo suficientemente ordenado por los dos. Angel no sabía por qué estaba allí, pero sentía la necesidad de estar rodeada de las cosas de su hermano, de su olor muy limpio y masculino.

Se echó en la cama, boca abajo, no tenía ni una sola arruga antes de que ella lo hiciera, y aspiró contra la almohada olfateando el olor de su jabón corporal impregnado en el cobertor. Lo imaginó allí mismo, frotándole el bulto en el culo como lo había hecho hace rato, con la ropa aún puesta, e instantáneamente alzó el culo como una perra en celo esperando ser cogida, una lástima que no hubiera nadie allí para complacer a la jovencita excepto sus dedos que pronto se movieron hacia sus bragas y comenzaron a retorcer su clítoris en círculos lentos. Angel gimió contra la almohada y ladeo la cabeza, abriendo sus ojos verdes. No pudo creer lo que veía.

En un rincón junto a la cama estaba el cesto de la ropa sucia, pero había una prenda en el suelo: era un slip negro. Se sacó los dedos de las bragas y relamió sus dedos para limpiarlos, sus pasos la llevaron en un segundo frente a la prenda y se agachó para recogerla. Sí, eran los que había usado su hermano mientras “hacía tareas” y ¡sorpresa!, tenían una mancha blanca. Cuando vio en el interior pudo ver la mucosidad blanca y espesa en el interior signo de que la descarga de semen debió ser abundante y espesa. Angel sintió que se había ganado la lotería.

Volvió a recostarse en la cama con su premio en manos, ésta vez panza arriba. Se puso el bóxer en la cara para aspirar su olor a hombre y se subió la tela transparente que le cubría las tetas para empezar a magreárselas y murmurar: —Sí, hermanito, cómeme las tetas, ¿te gustan? Son tuyas, cómetelas… —Se retorcía los pezones y las apretaba para juntarlas y sacudirlas como si alguien allí pudiera lamérselas. Angel lo estaba disfrutando como la zorra caliente que era, si su hermano la viera hacerlo seguramente se hubiera abalanzado a por ese par de tetazas adolescentes.

Se quitó la prenda de la cara y con rapidez se puso en sus cuatro extremidades sobre la mullida cama, arrugando más la sábana. Con la paciencia y esmero que no tuvo en sus clases, Angel extendió el slip en la cama, dejando la parte babosa en semen al descubierto- Se dejó caer de cara en la pieza, aún sin tocar el semen y llevó una de sus manos hasta su coño, metiéndose dos dedos en su gruta babosa y caliente. Las bragas eran un asco, empapadas y casi transparentes por todo el líquido que había segregado con tanta excitación y se escuchaban sus dedos chapotear, ¡plosh, plosh, plosh! , y los gemidos de la jovencita clamando por su hermano mayor.

Como una puta, no pudo contener más el deseo y extendió la lengua rosada por la tela, arrastrándola como una serpiente hasta que la puntita entró en contacto con el semen y la volvió a retraer, degustándose. Le encantó, y ésta vez pasó por la prenda toda la lengua sin medir cuidados, cargando consigo una buena porción de pasta blanca y pegajosa, relamiéndose los labios y continuando con las lambidas hasta que la prenda quedó limpia. Ella quería más.

Eran cuatro dedos ya dentro de su coño caliente cuando la imagen de su hermano descargaba su semen en su coño y en su cara, y en sus tetas, y en su culo… Joan estaba en todos lados bañándole en esa rica leche que tan buen gusto le estaba dando, y se corrió, imaginándose que su hermano le servía de desayunar leche caliente todos los días.

Nadie pudo haber impedido la tormenta que se desató meses después cuando se supo que Joan había perdido el año, ni el mismísimo Thor, Señor del Trueno. Sólo ella sabía que, quizá, si se hubiera concentrado en buscar quién le hiciera la tarea ese día no hubiera reprobado la materia; en lugar de eso, se tomaba el semen de su hermano y se hacía una paja en su cama.

Le gritaron, le dijeron todas las cosas que hacía y las que no, le recordaron que “su hermano era aquí”, “que era allá”, “Joan es esto, tú aquello”… Angel se sentía mal por haber perdido el año, pero también fastidiada por las comparaciones, como toda adolescente o persona normal, y hacía un gran esfuerzo para contener sus ojos y no revolearlos, eso cabrearía a su madre y la pondría peor. Lo mejor era aceptar su fatal destino de pobreza.

Se quedó sin verga disponible ya que el vecino se mudó esa misma navidad, y todos sus contactos estaban más concentrados en las Fiestas en lugar de en ella, así que estaba sola, aburrida y caliente, además de castigada. Se había propuesto esta vez ser una alumna ejemplar y no volver a cometer el mismo error, debería aprender a mantener un balance entre su vida sexual y todo lo demás, sino sería un desastre. Pero el problema más inmediato era tener dinero para comprarse sus cosas, ¿cómo lo obtendría?

A pesar de los meses no había dejado de pensar en la leche de su hermano y de fantasear con su verga, haciéndose pajas en las noches o en las mañanas o a la hora en que el coño le palpitara por él, como siempre iban en ropa ligera solía ser muy constante. Parecía que Joan se ponía cada mes más bueno, más definido y musculoso, más hombre.

«Pero el dinero, eso es lo importante ahora, Angel, el dinero» se decía, retomando el cabo de sus pensamientos. La idea de hacerlo por dinero le vino por la porno que veía. «Si ellas lo hacen porqué yo no» se dijo, pero no quería darle coño a cualquiera, así que optó por otras opciones: mamadas. Ya que parecía tener una fascinación con el semen pensó que sería más práctico una mamada rápida en lugar de dar el coño, ¿precios? Bueno, dependiendo de quién pregunte. «A ti, hermanito, te las haría de gratis», pensó para sí mientras se ponía manos a la obra.

Lo primero fue hacer un pequeño anuncio digital que pudiera enviar a sus contactos de “confianza”, el aviso era muy sutil y no develaba el “producto” que ofrecía, pero las siluetas que mostraba sí lo hacían. Un par de horas después de enviarlo a dos de sus “amigos” tuvo la primera réplica preguntando si era verdad, ella respondió desde la cocina de la casa, tomando un banano, pelándolo y metiéndoselo en la boca. Sacó una foto que mostraba sólo de su nariz hacia abajo, al fondo, se veía la isla que separaba la cocina y el árbol de navidad en la sala con sus luces brillantes rojas y doradas.

Diez minutos después estaba aún sin respuesta pero terminándose de comer el plátano a gusto mientras hacía swipe en sus redes sociales. Esa tarde, Angel usaba un cárdigan blanco y una tanga del mismo color, llevaba abrochados solo dos botones al frente así que se veía la caída de sus tetas; por las fiestas llevaba siempre unos cuernos de venado en la cabeza. Su hermano bajó a la cocina dando zancadas y la encontró con medio plátano en la boca, le arrebató la fruta con furia y al hacerlo Angel notó que en realidad estaba molesto por algo.

—¡¿Qué te pasa, cavernícola?! ¿Ahora solo vas a gruñir y hacer bestialidades? —espetó sin entender por qué estaba tan molesto.

—Además de tarada, una zorra. ¡¿Qué es esto, Angel?! —Joan puso su celular frente a ella con el anuncio publicitario que había hecho horas atrás, no había nombre, sólo texto y un número de contacto. Joan tenía su número de teléfono, obvio. Alguno de sus contactos debió habérselo enviado—. ¿Qué te pasa por la cabeza, eh, niña? ¿Se te murió la última neurona?

—¡Ay, ya! Cierra la boca —respondió sin darle importancia a su regaño que en nada se comparaba a lo que sus padres le habían dicho—, necesito dinero y así lo voy a conseguir. ¿A ti qué?, no es tu boca la que estoy ofreciendo, ¿verdad?

—¡Furcia! ¡¿Qué si mamá o papá se enteran?! ¡Te mandan a Timbuctú en un buque de carga junto con los animales, zorra! ¡¿Alguna vez piensas antes de actuar?!

—¿Ilguini viz pinsis intis di ictir? —imitó ella, engrosando la voz y poniéndose en pie igual que él, no lo pudo alcanzar, él medía 1.85 y ella apenas los 1.66 metros de altura, así que todo lo que veía al frente eran los pectorales de su hermano—. No seas ridículo, como si tú no pagaras suscripciones de OnlyFans . Es lo mismo, yo vendo un servicio y obtendré buenas ganancias, ya verás.

—Si mamá o papá se enteran…

—Soy mayor de edad. Además, ¿quién se lo va a decir? ¿Tú? ¿Me vas a traicionar? —retó ella, alzando sus ojos hasta él.

—Sabes que no. —Joan comenzó a calmar su respiración y a bajar su tono de voz—, pero es muy peligroso, Angel, ¿Qué si alguien más les cuenta? ¿Si te contrata algún pervertido o un secuestrador?

—Por eso se lo envío solo a mis contactos conocidos, con los que ya tengo experiencia para que sepan que de ahora en adelante nadie usa el patio de juegos de a gratis, ¿quién es el tonto, eh? —preguntó con sorna, dándole dos toques en la sien. Angel se dirigió a las escaleras del segundo piso, pero su hermano la volvió a detener.

—Tú eres la tonta —replicó—, ¿qué hombre pagaría por sexo con una niña como tú cuando hay mujeres que lo dan de gratis?

Angel se giró, el cárdigan le cubría el culo apenas lo suficiente y la melena rubia le caía por la espalda baja, sus ojos esmeralda brillaron. —Lo que yo doy no lo da cualquiera. —Hizo un gesto con la mano como si se llevase una verga a la boca y su lengua en su mejilla terminó de hacer una simulación de la felación. Se retiró a su habitación dejando a su hermano angustiado aún.

Había sido imposible sacarse a Angel de la mente. Se machacaba a pajas por las noches y en las tardes usaba el coño de alguna de sus amigas pensando que era ella, pero no era suficiente, quería su culo suave aprisionando su verga como aquella tarde y su olor a manzanilla en su nariz, verla tendida culo arriba en el suelo para él, pidiéndole que le diera su leche. Pero no había ocurrido nada lo más mínimo parecido a aquello, ni tan excitante, sólo podía verla pasearse casi desnuda por la casa, sentarse en las piernas de su padre, verle el coño marcado en las bragas… No podía tocarla ni sentirla.

Desesperado unos días después del suceso, hizo como que se le hacía tarde y se quedó de último en la casa, todos los demás se habían ido al instituto o al trabajo. Se coló en la recámara de Angel y se dirigió de una vez a la canasta de la ropa. Su hermana era una sucia zorra, lo supo al ver todas las bragas empapadas o con tremendas marcas de humedad y olorosas a hembra caliente. Escogió las más frescas, unas tangas de encaje negro que había usado la noche anterior y se las llevó en el bolsillo hasta el instituto.

Estuvo duro como el asta de la bandera en la entrada principal, casi media mañana aguantando con la tanga de su hermana en el bolsillo, recibiendo clases, presentando los últimos trabajos, recibiendo indicaciones para el parcial final, para la graduación…

—Estás raro —le dijeron sus amigos, Robert y Andy, compañeros del equipo de ciencias, mucho más nerd que él pero mejor que estar con los trogloditas subdesarrollados de su equipo.

—Ya me cago —respondió él, apartándose—. Los veo en el salón —añadió alejándose hacia los baños.

En cuando estuvo dentro buscó el último cubículo, cerró el pasador y colgó la mochila en el pequeño gancho que estaba detrás de la puerta. Al bajar la taza del inodoro también se sacó la braga del bolsillo y la llevó a su nariz aspirando el olor de su hermana, se pasó una mano por encima del pantalón mientras lo hacía, palpándose y bajando la bragueta para sacar su verga. Se enroscó la tanga húmeda de su hermana alrededor del tronco y comenzó a pajearse, necesitaba con urgencia descargarse. Angel, Angel, Angel, era todo lo que pasaba por su mente, nunca odio más el instituto que en ese momento porque allí no podía decir en voz alta lo que pensaba: «Trágate mi verga, hermanita, así, chúpamela y sácame la leche, no pude dártela en casa antes… Todas la niñas necesitan su leche en las mañanas». Se corrió en las tangas de su hermana y se limpió la verga con ella también.

Si Angel se dio cuenta de que de vez en cuando se pajeaba con una de sus tangas, no lo sabía. Tenía la prudencia de limpiarlas y volverlas a mojar antes de dejarlas en el canasto de nuevo, para que pensara que seguían mojadas por ella nada más, quizá eso ayudaba. Pero se volvía cada vez más insoportable el deseo de darle su leche a su hermana y por eso cuando Andy le mandó la fotografía “publicitaria” que estaba rondando por medio instituto, no supo si sentir una furia incontenible o una excitación de bestia. ¿De verdad su hermana estaba ofreciendo mamadas a cambio de dinero? ¿Así sin más, con ese descaro?

No lo podía creer, por lo que amenazó a Andy para que le dijera quién andaba difamando a su hermanita menor, pero él respondió con la imagen de Angel metiéndose un plátano en la boca, y obviamente lo que se veía de fondo era la sala de su casa y usaba la ropa de ese mismo día: el cárdigan y la tanga blanca. Bajó hecho una bola de fuego y allí estaba ella: metiéndose un plátano a la boca, y cuando la riñó por lo que había hecho… Mmm… El gesto lo puso muy caliente y fue a su recámara a pajearse con la imagen de Angel metiéndose un plátano a la boca con las tetas casi expuestas.

La idea se le ocurrió cuando no llevaba ni cinco minutos de agitarse la verga en una paja con lubricante de sabor, se detuvo y se incorporó en la cama como su hubiera tenido una revelación. Miró a la pared que daba al pasillo como si su hermana estuviera allí. «¿Por qué hacerlo solo si la tengo aquí y ella lo puede hacer por mí?»

Se levantó de la cama de un salto y buscó su billetera, sacó un billete de cien y con determinación fue a la recámara de Angel, entró sin avisar de la misma forma que ella lo había hecho siempre.

—¿Y ahora qué quieres? —preguntó al verlo entrar de improvisto. Por primera vez sintió lo que era que no respetaran su privacidad y comprendió porqué su hermano se cabreaba tanto cuando ella entraba sin avisar: la encontró cambiándose las bragas por tercera vez en el día, se ponía una tanga roja con una cola de reno incluida.

Ésta vez Joan tenía un aura distinta, no estaba molesto como la tarde anterior, sino que sus ojos brillaban de una manera muy curiosa y se relamía los labios como si estuviera a punto de devorar su pastel favorito, vestía sólo unos jeans que se marcaban muy bien a las caderas y dejaban ver esa “v” delineada y el nacimiento de un escaso vello púbico.

—¿Cuánto cobras? —preguntó, ella se dejó caer en la cama, tomando su celular sin darle importante.

—A tus amigos nerds unos cincuenta cada uno, y que agradezcan —replicó con soberbia, sin verlo.

—Es para mí.

Joan dejó caer un billete de cien en la cama, frente a ella. Angel miró el pliego de papel caer y lo tomó con dos dedos como si no fuese real, luego alzó los ojos hasta su hermano mayor que, autoritario e inmenso, se veía atemorizante en esa postura erguida, relamiéndose los labios.

—No me jodas, esto es un negocio serio —espetó de regreso, aventándole el dinero. Joan era un puritano, un niño bien que nunca rompería las reglas de lo que está bien y lo que está mal, por eso no lo tomó en serio a pesar de que su sueño se hacía realidad. Aún recordaba el sabor de su semen en el paladar y el faje con su verga en la silla del escritorio, la razón por la que estaba en ese embrollo en primer lugar.

—Y yo estoy hablando muy enserio. Mamá y papá regresarán de su cena hasta muy tarde, tenemos tiempo. De allí te cobras las que puedas.

La boca de Angel se abrió con sorpresa.

—Sí, así, abre la boca para mí, siempre imaginé que eras una zorra —dijo él, mandón y tan dominante como nunca lo había visto. El coño le palpitó demandándole asistir a su hermano mientras él se soltaba el botón del pantalón y se bajaba la bragueta para liberar una verga larga y roja, brillante como un faro en la costa. Se bajó los pantalones hasta los tobillos y los sacó, dándoles una patada para apartarlos, rodeo la cama con paso decidido y se colocó a su lado. La diferencia de estatura le dejó la verga de Joan a la altura del rostro y él agitó las caderas golpeándole las mejillas con ella—. ¿Qué esperas? Quiero que me la chupes y te tragues mi leche, si eso tiene un costo extra no importa.

Angel no salía de su estupor, con los ojos abiertos y los grandes ojos verdes viendo hacia arriba en dirección a su hermano parecía que invitaba a que se la metieran en la boca, pero en realidad creía que quizá todo era un sueño. Había deseado la verga de su hermano tanto tiempo que no sabía si terminar de caer en la tentación y disfrutar de lo que ocurría, pero allí tenía esa verga larga golpeándole la mejilla, olorosa a macho y babosa por la excitación, el deseo de todas sus amigas y medio instituto.

Angel sacó la lengua y dejó la verga de su hermano reposar en ella, intentando ver qué tan dispuesto estaba él a continuar con aquello, al ver que él no se movía arrastró su lengua con paciencia por todo el falo hasta su base y de regreso a la punta donde jugó unos segundos con su ojo de carne. Comenzó a chupar su glande rojo e hinchado, lo ingresó a su boca como el chupete de cuando era una bebé, lo sacó de nueva cuenta y lo volvió a chupar. Sintió el gusto a… ¿Cereza?, sí, era cereza. Su hermano gimió, entonces supo que aquello era verdad y se dispuso a disfrutarlo al máximo.

Asió a su hermano de su miembro con ambas manos y se lo llevó a la boca desesperada por ver qué tan profundo podía llegar. Sus amantes la tenían bien entrenada y sabía relajar la garganta cuando el falo ingresaba hasta su campanilla y más allá, más, más, más… Deslizaba el falo dentro de su boca como un reto, dispuesta tragárselo todo.

—Hermanita, hermanita, que garganta tan apretadita tienes. Con razón cobras caro, puta —gimió él, sacándole su verga para evitar correrse. Angel comprendió: él también lo deseaba desde hace mucho. Le chupó la verga como no lo hubiera hecho con nadie, escupiéndole y sacudiéndosela mientras le lamía los huevos que colgaban victoriosos debajo, rasurados pero con un pelillo naciente apenas, igual de rubio que el de ella. Joan le tomó la nuca—. Abre la boca —gruñó, comenzando a mover las caderas para cogerle la boca aún de pie—. Así, así, así, zorra… ¡Dios! Qué hermana tan zorra tengo.

Cuando la dejó respirar, Angel se acomodó con la barbilla en sus huevos para comparar su cara con el tamaño de esa verga, le cubría desde la barbilla hasta la frente y más, era gruesa y caía sobre su piel con un calor tierno.

—Mira que puta que eres, ¿te divierte ver el tamaño del trozo que te comes? —Ella respondió riéndose y volviéndosela a meter—. ¡Uff!, hermanita, quiero darte mi leche y que te la tragues, pero antes me la enseñas, ¿entendiste?

Ella intentó responder pero tenía la boca llena y sólo emergieron balbuceos, pero él debió comprender porque comenzó a cogerle la boca con velocidad. Le apartó el cárdigan con fuerza, reventando los únicos dos botones que se abrochaba y se lo quitó, dejando sus tetas al descubierto y su tanga con cola de reno, la cornamenta aún estaba en su cabeza.

—Mira que buenos renos tiene Santa este año —reía la bestia en la que estaba convertido su hermano, nada del arrogante y bien portado Joan, sino un hombre con ganas de usar su garganta y humillarla. Su coño estaba burbujeando y ya caía una gota de sus líquidos hasta la alfombra de tan húmeda que se encontraba—. Vamos a dejarte la boca blanca de leche, renito, te la vas a tragar toda, ¿verdad? —Ella volvió a balbucear con la verga de su hermano entre los labios—. Aquí viene, aquí viene… Oh, oh…

Joan comenzó a descargarse en su boca mientras ella le aprisionaba el glande con los labios y le agitaba el tronco con las manos, dispuesta a succionar hasta la última gota de su semen, del mismo manjar que había probado de su ropa pero ahora lo tomaba directamente de la fuente. Los chorros caían calientes y espesos en su boca, ella hacía lo que le habían ordenado: contenerlo a pesar de que moría por tragárselo, los últimos chorros acompañados de los gruñidos de su hermano hicieron que se le resbalaran fuera un par de gotas, pero cuando Joan salió de su boca lo recogió con el dedo y lo llevó a sus labios. Abrió la boca y sacó la lengua jugando con el semen en su boquita roja y carnosa, luego la cerró y tragó. Cuando la volvió a abrir estaba sólo su deliciosa y viciosa lengua rosada.

—¿Cuánto es? —preguntó Joan, agitado aún.

—Invita la casa —respondió Angel, relamiéndose los labios.


¡Holis! ¡Emma aquí!

Me he tardado, tengo muchos inconvenientes, pero tengo la primera entrega de ésta serie de 4 partes. Los relatos aunque sean sobre la misma chica, son independientes entre sí.

Espero que disfruten estas cochinadas al leerlas tanto como yo al escribirlas.

Besitos humedos y ricos,

Emma.