Angel: el buen vecino

Angel había ido a fiestas, bebido hasta perder la conciencia y fumado marihuana detrás las graderías de las canchas de soccer, pero su coño seguía sin probar más que unos dedos bajo las sábanas. El coño de una nena joven, guapa y caliente sin estrenar, era una tentación para cualquiera.

NOTA: No es necesario leer los capítulos anteriores para poder disfrutar de éste, pero sería muy recomendable hacerlo.


Angel acababa de empezar el instituto, faltaba un año más para por fin graduarse y ser libre de ese foso de mierda. Había ido a fiestas, bebido hasta perder la conciencia y fumado marihuana detrás las graderías de las canchas de soccer, pero su coño seguía sin probar más que unos dedos bajo las sábanas. El coño de una nena joven, guapa y caliente sin estrenar, era una tentación para cualquiera.

El timbre sonó. ¡Ding, dong! Ella tenía su música tan fuerte en los cascos que no escuchaba ni el timbre ni a su madre exigiéndole que abriera la puerta. ¡Ding, dong! , sonaba mientras se terminaba de repasar la última uña del de la mano derecha con un esmalte rosa pálido, perfecto con su piel clara y sus bragas blancas, en la parte superior llevaba una camiseta del mismo tono que sus uñas, de tirantes, tan pequeña que dejaba su sagrado ombligo al descubierto. ¡Plas!, se escuchó cuando su hermano le dio una palmada en la parte trasera de la cabeza, enfureciéndola.

—¡¿QUÉ TE PASA, CAVERNÍCOLA?! —chillo arrebatándose los cascos de los oídos, su hermano pasó detrás sin prestarle atención y abrió la puerta. Pudo sentir la mirada fulminante de su madre en la cocina.

—¿Está tu mami? —preguntaron desde el portal, a su edad pocas cosas le importaban, y menos un adulto buscando a su madre.

—Sí, está. Pasa, está en la cocina. —Le repugnaba la voz de su hermano mayor, su presencia, su olor, era un imbécil niño perfecto siempre opacándola en todo. Cuando volvió a pasar detrás de ella le dio otra palmada en la nuca y se perdió en las escaleras sin escuchar sus quejas.

Sintió los pasos del vecino pasar por su espalda y su madre lo recibió en la isla que separa la cocina de la sala, le sirvió un jugo mientras conversaban. No le importaban los asuntos de los adultos pero el chisme le carcomía a esa edad así que se puso los cascos con cuidado de no arruinar el esmalte, bajó el volumen de la música y escuchó cómo su madre y el vecino conversaban sobre alguna herramienta dada en prenda.

Los adultos son más aburridos que ver la pintura secarse , se dijo soplando sus uñas para que se apresuraran a endurecerse y así poder volver a usar su celular o lo que quisiera sin tantas complicaciones. Como estaba en el sofá, tenía las piernas abiertas y las plantas de los pies apoyadas en el borde, las manos apoyadas en cada una de ellas esperando impacientemente. Subió el volumen de nuevo y cerró los ojos, tarareando una canción pop de sus artistas favoritas, entonces la música se detuvo y ella abrió los ojos enfurecida pensando que Joan le estaba volviendo a joder, la rabieta bajó de intensidad al ver la sonrisa de su vecino viéndola desde el respaldar del sofá, aún de pie.

—Hola, Angel.

—Hola, Felipe —respondió ella, dejándose arrebatar los cascos. Felipe podía hacer lo que quisiera después de lo del viernes…

Sólo quería pasarla bien con sus amigos, así que se saltó la última hora de instituto y se quedó en una tienda de conveniencia con sus compañeros para intentar comprar algo de licor. Uno de esos bandidos estaba vestido de civil y trató de hacerse pasar por mayor de edad mientras ellos husmeaban y chisteaban por allí haciendo como que no lo conocían e intentando distraer al vendedor. Quizá hubiese funcionado si los dos policías no hubiesen entrado a comprar algunos snacks para sí mismos en ese momento, la tensión se sintió en medio del grupo de chicos que pronto se tornó silencioso, fue esto mismo lo que llamó la atención de los policías hacia los adolescentes con el traje de instituto.

—¡Hey!, chicos, ¿qué hacen aquí? ¿Por qué no están en clase? —preguntó uno de los oficiales. Cada paso que daba en su dirección los ponía más nerviosos, mientras que el de incognito rogaba porque no lo descubrieran o no le pidieran el ID—. Respondan —insistió el oficial, autoritario—, ¿o llamamos a sus padres?

—Angel. —Él apareció de la nada, como su salvador y héroe. Felipe salió de un pasillo cargando un par de botellas de refresco, tranquilo con una de sus casuales bermudas caqui y camiseta de fondo negro—. ¿Ya eligieron qué van a llevar? Apúrate.

—Señor, ¿usted conoce a estos jóvenes? —inquirió el oficial.

Felipe se acercó a ella y con el brazo libre rodeó su hombro, Angel se tensó un poco al principio porque él olía delicioso, era alto como su padre y muy atractivo. Se había mudado al vecindario dos meses atrás apenas, se dedicaba al diseño gráfico y trabajaba desde casa con todas las comodidades que eso conllevaba. Siempre tenía un aire bohemio y juvenil a pesar de sus 42 años y no tenía hijos a pesar de que estaba casado, pero sí una sonrisa coqueta. Angel se relajó devolviendo el abrazo por la cintura del vecino.

—Es mi ahijada —explicó—, sus padres y yo estamos haciendo una reunión con varios amigos y padres de la escuela. Soy la niñera mientras eligen qué quieren para picar. Felipe Avellaneda, un placer, oficial.

—Bueno, señor Felipe, disculpe las molestias. Usted sabe como los chicos se saltan las clases y eso…

—No hay cuidado, oficial. Usted solo hace su trabajo, gracias. —Luego se dirigió a ella, que se sentía encogida y abrumada por su colonia—. ¿Lista?

—Sí, lista —respondió, dejándose llevar hacia la caja registradora. El chico de incognito estaba esperando en el punto de reunión para ese momento.

Muy nerviosa aún se dejó guiar junto a sus cuatro amigos hasta la camioneta de Felipe, éste dejó que los 3 chicos se acomodaran detrás y ella se acomodó a su lado, nerviosa. El auto ronroneó y comenzó a desplazarse por la avenida despacio mientras veían que la patrulla policial quedaba atrás, vieron al chico de incognito esperando en una esquina y sin que le dijeran nada Felipe se detuvo.

—Entra. —Angel hizo una seña y el cuarto chico se sentó en las piernas de algún amigo y pasó las botellas de licor.

—¿Y bien? ¿Alguien va a explicar algo? —preguntó por fin, pero los chicos estaban sudando frío y mirándose unos a otros—. ¿O prefieren que llamemos a sus padres como sugirió el oficial?

—¡No! —brincaron los 5 adolescentes al mismo tiempo, dos chicas, tres chicos. Felipe sonrió como si supiera algo que ellos no, disfrutando el momento—. Por favor, me matarían en mi casa.

—Vale, entonces, qué hacían allí.

—Estábamos comprando algo de alcohol, teníamos planeado ir a una casa abandonada cerca de aquí a tomar y fumar algo de hierba —dijo uno de los chicos en la parte de atrás. Felipe abrió los ojos y dejó escapar una carcajada. La verdad es que los 5 chicos estaban cagados de miedo y él sólo disfrutaba con su sufrimiento.

—¡Joder! Hierba y alcohol de una, si los atrapaban esos dos policías…

—Pero no lo hicieron gracias a ti, ¿no? —interrumpió Angel por primera vez, le miró con toda la ternura de la que era capaz, intentando usar toda esa inocencia para convencerlo de no delatarla—. ¿Le vas a decir a mis papis?

—Claro que no, yo también hice todas esas estupideces, solo que a mí nunca me atraparon. Los dejo donde ustedes quieran para que terminen su fiesta —añadió, recibiendo indicaciones de parte de la rubia que actuaba como la pequeña líder adolescente del grupo. Cuando se detuvieron frente a la casa abandonada en aquel desierto barrio los otros bajaron del auto pero a ella la sujetó del brazo para quedarse a solas. Angel palideció al sentir que volvía a tocarla y sin querer sintió cómo sus bragas se mojaban—. Dame tu número de teléfono.

—¿Para qué? —preguntó ella, aún sintiendo el calor de su mano sobre su brazo izquierdo, como si quemara, cada palabra que él decía ardía.

—Para llamarte y que me avises cuando estés en casa o si tienes otro problema, niña, ¿para qué más? Anda. —Angel obedeció y él por fin la soltó—. Listo, te envié un mensaje. Ya sabes.

Angel recuerda ese día y todas las emociones que sintió en tan poco tiempo, el temor al casi ser descubierta en la tienda, la emoción de obtener licor siendo menores de edad, la excitación al sentir el olor y el tacto de un hombre mayor, la fiesta que se montaron sus amigos, entre fajes y toqueteos que la llevaron a dejarse manosear hasta por las chicas… El día es él, esa montaña rusa de emociones es él, por eso cuando se sienta a su lado en el sofá con un brazo detrás de su cabeza lo deja hablarle con total comodidad y amistad, como a uno  más de sus amigos.

—Me gusta el color de tu esmalte, va con ésta bonita camisa —dice él, repasando con el dedo índice el borde superior, tocando sus senos con el movimiento—. Aunque lo que está debajo debe ser más interesante —añade, halando el borde y haciendo un amago de ver el interior. Sus ojos tienen un buen atisbo de las tetas de la nena que descansan sin sostén detrás de la delgada tela, ella se retuerce haciendo un vago intento de apartarte.

—¡Oye! Qué atrevido. —Su risita es coqueta y juguetona a la vez que abre y cierra las piernas, él no puede pasar desapercibido tal movimiento.

—Que bonitas bragas.

—¿De verdad? —inquiere ella, abriendo las piernas y contemplando también sus blancas bragas que marcan esos labios carnosos y un pequeño monte erecto. Él desliza su mano por su pierna, evitando tocar las uñas esmaltadas para no arruinarlas hasta rozar con la punta del índice el borde elástico de la ropa.

—Sí, muy bonitas, ¿no te aprietan? —inquiere, dando un vistazo al pasillo para asegurarse que la madre aún no regresa. Angel sacude sus rizos al negar—. ¡Oh!, ya, es que se ven muy muy apretaditas aquí —señala, tocando con su índice uno de sus labios, sólo es un toque pequeño y casi imperceptible pero el cuerpo de Angel se estremece y un poco de humedad baja hasta mancharle su centro—. ¿Qué es esto?

—Me mojé —responde ella, encogiéndose de hombros, soplando su esmalte para que se seque. Felipe sonríe de nuevo, y ésta vez desliza la yema de sus cuatro dedos más largos sobre las bragas para delinear contra ellas el coño adolescente—. ¿Qué haces? —insiste en reír mientras él continua masajeando su vagina con esos dedos suaves.

—Sólo quiero ver por qué te mojas —ronroneó en su oído izquierdo, abrumándola con su colonia masculina. Solo con ello, Angel sintió por primera vez la urgencia de sentir una verga entre sus piernas—. ¿Por qué te mojas?

—Me gusta —gimió ella, sonrojada y acalorada, respirando cada vez más rápido al tener la mano del vecino tocándole sobre la braga.

—Ya, a mí también, mira qué bonito coño tienes, Angelito. —Sin que ella se lo esperara le apartó la braga con un dedo y le observaba la raja abierta y sin disimular, tenía el vello rubio bien recortado con apenas una matita en el monte de venus, él piñizcó sus labios mayores apretándolos uno con otro—. Que rico, ¿no? ¿Te lo han comido?

—N-No… —balbuceó ella, viéndolo a él nada más, sin prestar atención a sus manos, adorándolo y comiéndoselo con la vista. Era un hombre robusto y bien conservado con un poquito de barriga pero de brazos anchos, hasta su respiración era gruesa como la de un toro a punto de envestir.

—¿Te parece si te devuelvo el martillo mañana? Mi esposo tiene que colgar unas cuantas cosas más.

¡Su madre! El corazón de Angel casi se desboca al escucharla volver a la cocina, pero él se mantuvo tan frío y sereno al girar sus cuello y sonreírle a su madre jugando con sus labios mayores aún en mano.

—¡Claro, Antonia! No hay problema, dile a Joan que tengo unos cortes de res premium, que pase trayendo alguno cuando vaya a dejarlo. —Su dedo índice se deslizó entre sus labios, recolectando un poco de su humedad y deslizándolo hasta su clítoris para hacer pequeños círculos—. ¿Notaste las nuevas lámparas en el alumbrado? ¡Ya era hora de que arreglaran eso!

—¡Por fin! Presenté dos quejas a la Alcalde el mes anterior, ya me tenían harta esos chicos fumando y vagando en esa esquina, no se podía pasar tranquilo por allí. Tenía miedo por Angel, ya sabes cómo son…

—Sí, mujer, hay que cuidar a las jovencitas en especial si son tan bonitas como tu ángel. ¿Ya te ha traído algún novio?—continuó él, sabiendo que su madre no tenía rango de visión desde la cocina y menos si tenían el respaldar del mueble protegiéndolos. Con esta libertad, Felipe se regodeo en su coño, jugando con sus labios y tentándola a meterle un dedo pero sin culminar con esa penetración, volviéndola loca hasta que jadeara con la lengua de fuera y tuviera los pezones erectos como dos pequeños botones debajo de la blusa rosada—. Imagino que pretendientes no le faltan.

—¡Que va! ¡Que ni se le ocurra! Tiene que pensar en sus estudios y en su familia, después tendrá tiempo para andar de novia —replicó su madre y Felipe por fin la vio de nuevo, sacándole los dedos del coño, reacomodando su braga y dándole una palmadita. Se sintió vacía.

—Así es, ya habrá tiempo para todo, Angel —dijo hacia ella, luego volvió a su madre—. Me voy entonces, gracias por el jugo estaba… —se chupó los dedos como degustando una comida—, delicioso.

—A la orden, gracias a ti por las herramientas. Saludos a tu esposo.

Lo vio salir de la casa con total tranquilidad y con un paso cantón muy propio de quien va haciendo fechorías sabiendo que no será atrapado. Angel corrió  a su habitación y olvidándose de que tenía el esmalte aún a medio secar se masturbó hasta hacerse correr y se la dedicó a Felipe.

Tras ese primer encuentro no podía pensar en otra cosa que no fuese él, su vecino madura y sus dedos jugando con su coño. Lo espió mientras cortaba el césped, cuando sacaba la basura o salía a buscar el correo por las mañanas, incluso cuando iba y venía por su cochera dándole algún mantenimiento a su auto. Ella se abrazaba a la almohada viéndolo con ojos de adolescente enamorada, pero sin saber cómo declararse a su amor platónico. Él se perdió en el interior de la casa y ella se quedó prendida de la ventana, esperándolo. Su celular vibró y atendió.

Era él.

Había una foto de sí misma inclinada sobre la ventana usando su pequeño top blanco con unos pantaloncillos cortos color canela, abrazada a una almohada con un forro rosa de revuelo, la perspectiva era claramente desde la ventana del vecino. Levantó sus ojos verdes de inmediato, buscándolo, y lo pudo encontrar en la segunda planta, casi frente a ella, también observándola desde una ventana. Él agitó una mano y ella respondió, mordiéndose un labio inferior. Al instante recibió una nota de voz.

—Hola, Angelito, ¿no deberías estar haciendo tareas o con tus amigos? ¡Mira qué bonito día hace!

—Estoy aburrida y mis amigos están ocupados —respondió ella con el mismo método, volvió a verlo y él reprodujo la nota de voz, el anillo de casado brilló al levantar el celular.

—Eso no está bien, una chica tan divertida como tú deberías estar disfrutando la primavera. ¿Qué quieres hacer para divertirte? —Su voz sola podía hacer que se mojara, y apoyada como estaba en el sofá junto a la ventana, abrazada a su almohada, podía moverse lentamente y frotarse el coño contra las telas debajo, imaginándose que era él mientras lo veía hasta la casa vecina.

—No sé, ¿qué haces tú para divertirte? ¿Reparar ese viejo carro? ¿Te puedo ayudar?

—Mi esposa está en casa tomando un baño, creo que no sería buena idea, Angelito. Pero desde aquí te ves muy guapa, ¿me dejarías verte como el otro día? Te divertiste esa vez, ¿no?

Angel remojó su labio inferior y se apartó de la ventana, cuando volvió a reaparecer lo hacía solo en una tanga blanca que tenía una pequeña mariposa en la unión de la cadera izquierda. Se volvió a acomodar sobre la almohada, ésta vez un poco más de lado así que cuando él le envió una fotografía más podía apreciarse formar una “s” con sus nalgas juveniles y su espalda. “Hermosa como siempre” adjuntaba la imagen.

—Mira cómo me pones, Angelito —decía la próxima nota de voz y al ver por la ventana Felipe se desabrochaba el short caqui con mucha paciencia. A la nena le ardía tanto el coño que sintió eternos esos segundos en que se metió la mano en el bóxer y contuvo la respiración cuando vio que la volvía a sacar, pero sólo era su mano—. Si quieres ver más, déjame ver más a mí, cosita. Sé buena niña y déjame verte esas tetitas —ronroneo en su próxima nota de voz.

Angel, desesperada por tener otro punto de referencia para masturbarse, se llevó las manos a la parte baja del top aun sabiendo que la esposa de Felipe podría aparecer en alguna ventana en cualquier momento. Liberó sus tetas juveniles y tersas que rebotaron al ser libres de la tela, su piel irradiaba un halo casi angelical a la luz de la ventana y la siguiente imagen que recibió era aún más explícita que la anterior y más sensual, tanto que comenzó a excitarse con su propia imagen y a cabalgar su almohada frente a la ventana.

Felipe no envió otra nota de voz, solo la observó, bajó el celular y se llevó las manos al bóxer y sacó una verga gruesa con unos quince centímetros de largo, se adivinaba una mata de vellos rizados alrededor. Aunque estaba muy lejos, podía sentir su mirada penetrante mientras se masturbaba frente a la ventana, comiéndose su cuerpo juvenil con la mirada sin perderse ningunos de sus vaivenes sobre la almohada como una perrita desesperada por tener algo entre sus piernas.

Él de pronto se detuvo y ella sintió un tremendo bajón, pensó que quizá no estaba haciendo las cosas bien, lo vio guardarse el paquete y perderse en el interior de su casa. Ella hizo lo mismo al ver que se retiraba, se echó en la cama confundida y triste, hasta que recibió un texto:

“Mi esposa salió de la ducha. Saldrá en un rato, ven a ayudarme con el auto, Angelito, para que no estés tan aburrida”.

Angel volvió a sonreír y su corazón enamorado a palpitar, fue a su buró y se recompuso la ropa, ésta vez en lugar de un pantaloncillo se colocó una falda del mismo color pero muy corta, apenas tres dedos debajo del culito erguido y exquisito. Un poco de perfume por aquí, un poco de labial por allá y ¡lista! En cuanto la esposa de Felipe salió en su camioneta ella bajó las escaleras y salió hacia la casa de su vecino, lo encontró inclinado sobre el motor de viejo Camaro y picó su costado con un dedo. Él giró, se había quitado la camisa y su pequeña barriga se veía sudada así como los vellos de su pecho.

—Hola, Angelito. Mira que rico se ve eso, me gusta esta falda —dijo él mientras buscaba un trapo para limpiarse las manos, ella dio una vuelta sobre su eje para exhibirse—. ¡Wow! Hermosa. ¿Me vas a dejar verte como hace rato?

—Sólo si tú me dejas ver —respondió ella, jugueteando con uno de sus lazos rubios, mordisqueando su labio inferior que tenía un brillo rosa pálido muy acorde a su tono de piel. Por instinto, Felipe se llevó una mano al bulto, aún muy duro.

—Mira que caliente saliste, niña. Quítate esas bragas para mí, ¿sí?

—¿Aquí? —preguntó, observando la cortina de la cochera aún abierta, aunque era un barrio tranquilo donde nadie aparecía casi nunca, le daba temor que alguien la viese.

—Hazlo —sentenció él, cruzándose de brazos y apoyando las caderas en el capó abierto de su auto, sus ojos adultos la comían desde la punta de los pies manicurados en unas sandalias finas hasta la coronilla poblada de cabellos rizados. Angel se cohibió y obedeció, deslizando sus manos debajo de la falda y agachándose hacia el frente para arrastrar su tanga hacia sus tobillos. Si alguien pasaba por allí en ese momento, tendría la vista de su coño y de su ano cerradito, lubricados y listos para recibir atención. Se sacó la prenda y se la entregó—. Que rico —gimió él, llevándose las prendas a la nariz, luego a su bolsillo.

La tomó de una mano y la haló hacia sí, envolviéndole la cintura con un abrazo y  la mano libre la inmiscuía debajo de su falda para cogerle una nalga. Sus bocas podían sentir el calor y la cercanía del otro, a pocos milímetros de tocarse, un adulto con una chica muy joven, haciendo lo que se le daba la gana con ella. Ella se moría por recibir un beso y cada roce de sus dedos sobre su piel virgen la humedecía aún más.

Felipe, su vecino maduro, posó sus labios sobre los de ella unos segundos apenas, jugando con su desesperación. Ella se removió inquieta, sintiendo su bulto erecto sobre su vientre plano, también hirviendo por ella, pero al ser un hombre mayor y experimentado se controlaba y se tomaba su tiempo, no como los compañeros de colegio a los que estaba acostumbrada. Mientras Angel abría la boca esperando por un beso, él se abría camino hasta su coñito por entre sus dos preciosos orbes, jugando con su humedad y obligándola a abrir las piernas frente a él.

—Eres una perrita caliente, mira cómo estás de mojada. Deberías dejar de usar bragas y andar así todo el tiempo, es una perdida de tiempo, ¿no crees?

—Mjum… —Es todo lo que podía murmurar al sentir esos dedos extranjeros jugar con su órgano y enterrarle la puntita de un dedo en su interior.

—¿“Mjum” qué? —demandó él, metiéndole la mitad del dedo en el interior y haciendo círculos con él, nublándole los sentidos.

—Soy una perrita caliente —murmuró de nuevo con los ojos cerrados, sólo así pudo sentir la lengua del madura dentro de sus labios, amenazando con atragantarla mientras la penetraba con un dedo. Las piernas le temblaban y le costaba mucho mantenerse en pie, y eso que no estaba ni cerca del orgasmo, pero estaba muy excitada y sus hormonas adolescentes funcionaban al 1000 %.

—Te voy a comer el chochito, y te la voy a meter aquí, perrita, ¿escuchaste? —dijo al separarse y comenzar a meterle casi todo el dedo con mayor velocidad, la nena le apretaba con su cavidad caliente y húmeda—. Te la voy a meter y voy a ser el primero, no me vas a olvidar y de ahora en adelante me buscas a mí cuando quieras verga, ¿entendiste?

Angel gemía quedo contra su boca, abrazándose a sus hombros para no caer hasta que él la liberó del sufrimiento sacándole ese intruso del interior y cargándola hasta el fondo de la cochera, pero todo lo que hizo fue apoyarla en la parte trasera del auto, el capó abierto era la mayor protección que tenían. Le abrió las piernas como a una rana y se arrodilló, sin más ni más se aproximó a ese coño juvenil que exhalaba un hálito a hembra caliente y comenzó con su banquete.

Era el primero en probar esos jugos directamente de la fuente y Felipe era uno de esos hombres muy verbales que disfrutaba de su comida y lo hacía saber. Enterraba la cara en su coño, sacaba la lengua y se sacudía de lado a lado como zambulléndose a ese manjar, tenía la barba y las mejillas húmedas y brillantes pero no se sentía satisfecho así que con la lengua buscaba penetrarla.

—Quieta, perrita —le dijo, sujetándole las piernas con fuerza y volviendo a fundirse con ese coño virgen.

Angel, en su éxtasis, se sacudía y chillaba como una ratoncita, sin poder creer que estaba recibiendo el placer más rico de su vida, su clítoris palpitaba y su entrada se contraía y expandía cada vez más fuerte demandando algo en su interior, la lengua del maduro no era suficiente y su dedo tampoco. Sin embargo, antes de poder saciarse él comenzó a succionar su clítoris como si quiera arrancárselo mientras le metía dos dedos y no pudo contener los calambres y las sacudidas de sus piernas mientras se corría en esa cochera.

Aún abrumada por el intenso orgasmo y su primera comida de coño sintió la intrusión en su coño de algo más grueso, pero no pudo reaccionar hasta que tenía la mitad de la verga dentro, una verga que se sentía como un puño haciéndose espacio en su interior. Jadeó y se contrajo al sentir que llegaba a un final, pero se volvió a relajar cuando un poco de saliva y un dedo recayeron sobre su botón de placer y jugaron con él hasta que algo dentro de ella se expandió desde como un ardor muy intenso que la hizo ver pequeñas luces de colores.

—Ya, ya, ya está, Angelito. Tranquila, respira —escuchaba que le decían mientras se recomponía en sí misma, no pudo hacerlo por completo cuando el dolor se fue convirtiendo en una sensación inimaginable y placentera, se sentía llena y sumida en un estado diferente. Abrió los ojos y él estaba cogiéndola despacio pero con determinación, masajeando su clítoris con una de sus manos y con la otra metida debajo de su camisa, era una imagen surreal ver ese pedazo de carne duro entrar en su coño, pero se sentía genial.

—Como aprietas, perrita —gruñía mientras la cogía—. Te quiero dejar llena de mi leche, pero supongo que no tomas nada, ¿cierto? —Angel sacudió su cabeza, abrazándose a la mano que le sujetaba el pecho, disfrutando de esa cogida sublime—. Mmm… Te imagino preñada con un hijo mío, que rico sería cogerte con tu pancita… Pero no te preocupes, me vendré fuera —continuaba él—. Agárrate, perrita —le dijo, soltándole los senos para sujetarla de las caderas y reacomodarse, cogió fuerza y comenzó a cogerla hasta que sus sexos chocaban con fuerza y esa verga gruesa entraba y salía a un ritmo rápido. Se detuvo, dejándola respirar unos segundos y volvió a cogerla.

Alguien debió escuchar en la casa de sus padres, sus sexos chocando y los gemidos de ambos hacían suficiente ruido como para que todo el vecindario se enterara, eso los excitaba más a ambos. Angel fue la primera en llegar al sentirse brutalmente llena y cogida, se dejó caer laxa en el auto, aunque sus piernas temblaban con voluntad propia y su coño se contraía alrededor de la polla adulta, esto hizo que Felipe alcanzara el orgasmo y cuando sacó su verga, a penas en el tiempo justo, se corrió sobre el coñito juvenil de su Angelito, dejándolo blanco y lleno de su semen con un pequeño hilillo rojo entre medio.

Se limpió la polla con un trapo que tenía a la mano antes de guardarse y esperó a que ella abriera los ojos, sólo la visión de una jovencita con sus piernas abiertas sobre su coche y el coño lleno de su lefa era suficiente para darle la motivación de volverla a coger, pero la nena debía descansar.

—Abre la boca —le dijo, recolectando un poco de su semen con el dedo índice y llevándolo hasta sus labios, Angel lo recibió sin asco mas no dejó ir su dedo sino que lo metió todo a la boca y lo chupó repetidas veces—. ¡Uff! Eres una perrita caliente, pronto voy a tenerte chupándome la verga mientras mi esposa duerme, ya verás, Angelito. ¿De quién será este coñito? —preguntó mientras le ayudaba a bajar del auto con las entrepiernas chorreadas con sus jugos.

—Tuyo —respondió Angel, marchándose a casa sin bragas y sin su virginidad.


¡Holis, Emma por aquí!

Les traigo el último relato que tengo escrito de Angel, nuestra pequeña diabla. Muchas gracias por el apoyo que han recibido estos últimos relatos.

La próxima chica de la que les contaré es María, habrá mucho lesbianismo, siempre algo de incesto y otros temas que estoy segura les encantará.

Me encanta recibir su amor en los correos que me mandan, gracias, sigan escribiéndome.

Un beso rico,

Emma.