Ángel de las Despedidas

Astrid vive al lado de Ismael, hasta que conoce a su esposa Gloria... ¿Quién ríe al último?

Astrid llegó a su casa después de un pesado día de trabajo, introdujo la llave en la cerradura, entró a la sala y se encontró sentada en el sofá una mujer, aparentemente embarazada. Astrid, se extrañó pero imaginó que era invitada de su marido Ismael y la saludo cordialmente. Lo más cordial que pudo.

La mujer en cuestión, se puso de pie la miro de modo displicente de arriba abajo y le lazó a quemarropa: -Así que tú eres la mujer de Ismael… y caminó en torno a ella, observando la cara y el cuerpo de Astrid. La piel de Astrid blanca como la leche, se sonrojó ante la presencia de aquella que parecía evaluarla, la mujer vio el generoso busto de Astrid, bajó la mirada hacia el vientre y las caderas de Astrid y ciertamente era una imagen muy agradable, un cuerpo de mujer bien formado, hermoso, joven, mucho más joven que ella. Le tuvo rabia de inmediato.

Astrid jamás se había sentido así, sacando coraje de donde no tenía, se enfrentó a aquella mujer que se tomaba tanta cancha en su casa.

-Y usted, ¿quién es? ¿Qué hace en mi casa?-le dijo, haciendo acopio de fuerza.

-Yo, soy la esposa de Ismael

El mundo de Astrid se abrió a sus pies, lo que esta mujer decía no tenía sentido, ella había vivido con Ismael durante once años y si bien él se ausentaba de vez en cuando, era por causa de su trabajo. La mente de Astrid se negaba a concebir la posibilidad de que lo que había dicho esa mujer fuera cierto.

-Fuera de mi casa, -le dijo. Más llena de dolor que de rabia.

-¿Tu casa? –dijo la mujer con ironía. Esta casa, es la casa de MI marido. Nuestra y de nuestro hijo, mientras decía esto, se acariciaba el vientre.

La mente de Astrid le comenzó a dar vueltas, cuando compraron la casa ella no firmó, a pesar de que ella le había dado sus ahorros a Ismael, ella no había firmado, porque el crédito salió a nombre de él. Se sintió desprotegida en desventaja frente a aquella mujer, no sabía si lo que ella decía era verdad o no.

-¿Dónde está Ismael? Quiero hablar con él, dijo Astrid.

-Salió a comprarme algo de comer, respondió Gloria.

Quizás Gloria parecía una malvada arpía, sin embargo, bien que había sufrido a causa de la doble vida de Ismael. Ahora le pasaba factura a Astrid por los años de amargura. Aun así, Astrid no había vivido un lecho de rosas al lado de Ismael, quien había su único hombre, se había dedicado a él en exclusiva y dado su carácter violento evitaba hacer cualquier cosa que lo disgustara.

La tenía bastante sometida, siendo Astrid tan atractiva, Ismael no quería que estudiara o que trabajara, pero un día ella se molestó y amenazó con dejarlo y él tuvo que permitirle estudiar y trabajar. Con la condición de que depositara todo el dinero en la cuenta de él. Aunque apenas le quedaba dinero después de pagar el instituto, ella lo hacía sin problema, hasta que un día Ismael borracho la golpeó, violentamente, se golpeó contra la pared, ella perdió la consciencia. Luego de aquel incidente Astrid le tenía más miedo que amor. Así que sin decirle nada, había comenzado a guardar dinero aparte con intención de dejarlo, de irse lejos. Dejo de pagar el instituto para de esa forma ahorrar.

Lo que le decía ahora Gloria, le atravesaba el alma, claro que se sentía engañada, cómo era que Ismael estaba casado y ella no lo sabía, ¿cómo podía ser posible?

Mientras Astrid cavilaba, perdida en sus pensamientos. Gloria recordaba su historia con Ismael. Ella lo conoció hacia cinco años, la cortejó y a la vuelta de un mes la encamó, Gloria era más ligera de cascos que Astrid y claro mucho más entendida en materia de hombres, por lo que se las ingenió para no perderlo, se mantenía al tanto del trabajo y de las actividades de Ismael, sabía que vivía en unión libre con una joven y se propuso quitárselo, a casarse con él.

Después las cosas no habían salido como ella pensaba, Ismael seguía igual, venía a ella los fines de semana, una vez más que otras y para colmo una vez que la dejó embarazada no la tomaba en cuenta. Por eso estaba ardida y había robado las llaves de la casa de Ismael y se había decidido a ir allá a armar escándalo. Pero no había encontrado a Ismael y muy por el contrario encontraba en aquella casa una mujer mucho más atractiva y joven que ella.

Las dos mujeres estaban sentadas allí frente a frente, absortas en sus propios pensamientos e historias. Hasta que Astrid rompió el silencio y le dijo:

-No se cómo es tu relación con Ismael, pero la mía no es la mejor del mundo, quisiera dejarlo, pero le tengo miedo. ¿tú quieres quedarte con él, además eres su esposa, no?

-Estamos casados, nunca hemos convivido. Mira mujer, quiero un hogar para mi hijo, quiero lo que tú tienes, -dijo francamente Gloria.

-Puestas las cosas en claro, por mí está bien, quieres ocupar mi puesto en la vida de Ismael, perfecto. No tengo a donde irme, si no tienes problema me quedaré aquí mientras consigo un sitio, luego me iré.

Gloria creyó que se le abría el cielo, casa y marido, era todo lo que quería, así las cosas, todo lo tenía más fácil. Lo que no se puso a pensar era en las razones por las que Astrid hacía esto. Ella tenía la película más clara en su mente, tejería su salida de la vida de la "feliz pareja" punto por punto. Lo primero era ganarse la buena voluntad de Gloria y lo hacía bien.

-¿Cómo cree que se lo tomará Ismael? –dijo Gloria

-No lo se, pero debe estar por llegar, ¿quieres que se lo diga yo? –le dijo Astrid de la manera más condescendiente posible, haciendo a Gloria sentirse poderosa.

-Se lo diré yo, tú mantente calladita que así estás más linda… Astrid bajo la cabeza y sonrió. Eso era lo que quería. Ismael no sabría bien qué hacer, estaría desorientado, además este era el plan de Gloria desde el principio, para eso se había aparecido ese día en su casa.

Astrid mudo de una vez sus cosas a la otra habitación y allí esperó sentada en su nueva habitación, fingiendo someterse a un cruel destino.

Cuando llegó Ismael se sorprendió al ver a Gloria, ella y él discutieron pero cuando las cosas se calmaron, Ismael fue a hablar con Astrid, ella lo dejó hablar. Escuchó en total silencio y cuando el terminó de justificar lo injustificable. Astrid sólo dijo: -Ismael, sólo les pido que me dejen quedarme un tiempo, no los molestaré en nada, trataré que el tiempo sea breve y no les daré problemas. Ismael no supo qué decir, esperaba reclamos, gritos, llanto, pero consideró que así fue mejor, no entendió nada y por su mente la idea de tener la mujer y la amante en la misma casa, era genial.

Esa noche, Astrid los escuchó follar de lo lindo, Gloria parecía muy excitada o quería ser oída o ambas cosas, Ismael también pareció pasarlo muy bien, al día siguiente buscó entrar a la habitación de Astrid, pero no la encontró, ya se había ido aunque sus cosas estaban allí.

Las primeras dos semanas las cosas fueron así, cada noche Astrid llegaba antes que Ismael, preparaba algo de comer, se dirigía a su habitación y Gloria se sentía ama y señora. A medida que avanzaba su embarazo Astrid incluso la ayudaba con algunas tareas. Ismael la había buscado sin encontrarla. Aunque confiaba que la tendría, cuando coincidían ella se mostraba humilde y discreta, por lo que el pensaba que tendría suerte si la conseguía a solas. Ella se cuidaba mucho de eso.

Mientras todo parecía ir bien Astrid había buscado asistencia jurídica, un abogado muy hábil, quien se encargaba de proteger los derechos que ella tenía sobre la casa, él le aconsejó no dejar la casa, pero no cohabitar con Ismael.

Ni falta hacía que se lo dijera no quería a Ismael en su cama, nunca más. A menos que fuese necesario. Se dedicó a embellecerse, la primera en notarlo fue Gloria, Astrid le dijo que era debido a la dieta que le habían recomendado y se la prestó, claro que ella no podía hacerla debido a su estado. Gloria moría de envidia e Ismael ardía de deseos. Más cuando Astrid comenzó a cambiar su manera de vestirse, aunque antes no se maquillaba comenzó a hacerlo, usaba zapatos de tacón y faldas, tan ceñidas y cortas como la decencia permitía. Su plan avanzaba sin problemas. Como una mantis religiosa, tenía a sus victimas exactamente donde las quería, era su juego.

Decidió conseguirse un amante y si no inventárselo, se lo contaría en confidencia a Gloria quien ya estaba a punto de dar a luz. No se le hizo difícil, el abogado le hizo los honores. Se convirtió en su amante en menos de lo que canta un gallo y disfrutó de las caricias y de las ganas reprimidas de Astrid. Ella se entregó a él sin medida, no había amor lo sabía pero no podía tener mejor aliado, además en el sexo el doctor era muy sabio. Si Ismael la hizo mujer, el honorable abogado la había convertido en hembra de monta y ella se entregaba a él de manera cada vez más pervertida e irrestricta.

El día llegó de la sentencia de propiedad de la casa, los derechos fueron concedidos a Astrid, cómo no podía ser de otra manera con todo el entusiasmo puesto por el abogado en este caso y en casa el movimiento final estaba decidido.

Astrid sabía que Ismael la deseaba, más después de tres meses sin tenerla, así que Astrid procuró estar disponible para él, significando esto una tortura para Gloria. Esa noche Astrid dejó su puerta abierta, a sabiendas de la reacción de Ismael. En efecto el la buscó, no les importó la cercanía de Gloria, Astrid chilló como una perra, mientras Gloria se mordía la rabia contra la almohada, tenía ganas de enfrentarlos, pero ella había hecho lo mismo y además en su estado, podía ser perjudicial para su hijo. Confiaba que su hijo le devolvería el amor de Ismael, en un arrebato, decidió irse a casa de su madre y esperar allá a Ismael, estaba tan ofendida que lo haría esa misma noche.

Astrid se comportaba como una perra a consciencia, Ismael estaba loco de placer, pensaba que era la abstinencia, pero el cuerpo de Astrid le sabía diferente, todo en ella era distinto, su cuerpo, pero sobre todo su manera de follar. Se lo mamaba de una manera colosal y además era una fiera, lo hicieron en todas las posiciones, incluso lo que Astrid siempre le negó lo tuvo esa noche y la siguiente, ni siquiera se percató de la partida de Gloria. Esos días los pasó gozando como nunca con Astrid.

Ismael supo de Gloria por su madre, cuando esta le dijo que el niño había nacido y fue a conocerlo a la ciudad de donde ella era. Al volver al lado de Astrid no pudo entrar a la casa, la cerradura había sido cambiada una orden judicial impedía que se procurara una nueva llave. No la encontró para reclamarle, era como si se la hubiera tragado la tierra.

La "dueña del bien" (Astrid) había pedido a los "comodatarios" que desocuparan. Ismael estaba ardido, se quedó en casa de unos amigos esa noche y al día siguiente buscó a Astrid en su trabajo, ni una noticia, había dejado de trabajar allí hacía un mes, pero le había dejado una nota. En la nota la tarjeta del abogado, quien le informó con todo detalle los trámites realizados por ante los juzgados y la asignación hecha a Astrid de su parte del bien que poseían en común, dado que él no se presentó al juzgado.

Ismael no entendía nada, nunca se enteró de notificaciones ni de nada, el abogado hizo esfuerzos para no reírse, ya que sabía que Gloria había recibido las notificaciones y eso constaba en los documentos, dado que eran pareja legalmente, igual valía la firma de ella que la de él.

En la oficina de al lado otra persona reía mucho más, era Astrid, quien sólo lamentaba no poder ver la cara de Ismael. Cuando el pobre Ismael se fue del despacho Astrid entró a verse con el abogado.

-¿Mi cliente preferida está contenta? –Dijo el abogado con ironía.

-Si gatito, dijo ella sentada sobre el escritorio. –Dijo Astrid mirándolo con malicia, mientras abría los brazos.

Moraleja:

Hay que escoger bien las peleas que vale la pena ganar.

Si puedes escoger tus aliados, cuenta entre ellos un buen abogado.