Ángel

Relato VORE. Para Karen, esa puerta separaba sus fantasías de la realidad, pero el precio era demasiado alto. ¿Se atrevería ella a pagarlo?

Ángel.

Primera Parte.

Los Ángeles, California. Verano del 2005.

Los estudiantes de la clase de biología del último año de preparatoria miraban en silencio la escena: en una vitrina de vidrio una serpiente devoraba viva a una rata blanca de laboratorio en un acto de muerte sin sangre. A pesar de que el roedor era más de dos veces más grande que la cabeza del reptil la serpiente desmontó su mandíbula inferior y, con gran elasticidad, su hocico comenzó a tragar lentamente a su presa.

Mientras era devorada, las patas de la rata se sacudieron ligeramente, demostrando que aún estaba viva. En la mayoría de las miradas se reflejaba repulsión y asco, excepto en un par de ojos azules que miraban con morbosidad la escena. Sin saberlo, esa clase de biología cambiaría para siempre la vida de la dueña de los ojos azules, adentrándola en un mundo donde sólo unos cuantos podían acceder.

Los Ángeles, California. Verano del 2009.

Karen dudó un momento antes de llamar a la puerta de esa bodega aparentemente abandonada. Sacó una hoja de papel donde tenía impreso un correo electrónico y verificó la dirección: era correcta. Sin saber lo que le esperaba detrás de esa puerta de acero pintada de verde suspiró y tocó el timbre. Karen estaba a punto de entrar en un club muy especial donde todos sus miembros compartían con ella una forma muy particular de fantasías sexuales donde a todos ellos les parecía muy erótico y sensual ver o imaginar como una criatura devoraba a otra. El lugar era un club vore llamado Ángel.

Karen era una chica de 22 años que estudiaba en la Universidad de Los Ángeles, de 1.63 metros de estatura, rubia de ojos azules y cabello largo hasta los hombros era una chica de largas piernas y bien formada figura. De carácter jovial, era una chica atractiva y sensual con varios pretendientes en el campus. Nadie que la conociera sabría que, para lograr el orgasmo al hacer el amor o al masturbarse Karen recreaba en su mente fantasías donde ella era devorada por otra criatura. Nunca le había dicho nada a nadie de lo que a ella le excitaba desde que descubrió sus inquietudes en la preparatoria, pues todos creerían que había perdido la razón, o casi todos.

Tuvo la iniciativa de buscar en Internet información al respecto y, al paso de los días encontró que no era la única que tenía semejantes fantasías; había sitios dedicados especialmente al tema donde cualquier criatura era válida para fantasear con ella, desde plantas carnívoras hasta dinosaurios y gigantes devorando vivos a seres humanos. Uno de los sitios vore llamó su atención en especial: era un foro llamado Dark Fantasies y en él encontró la mejor información que había visto hasta ese momento. El lugar contaba también con espacios para que sus miembros relataran sus fantasías; muchas de las historias que leyó inflamaron su imaginación, tanto, que ella misma se convirtió en partícipe publicando sus propias historias para el regocijo de los demás miembros.

Un día, recibió un extraño correo: era de la dueña del foro. Identificándose únicamente como Diana invitaba a Karen a formar parte de un club exclusivo, si aceptaba, le daría una contraseña y la dirección del lugar. Después de pensarlo un poco, pudo más su curiosidad y contestó el correo aceptando la oferta.

Después de dar la contraseña en la puerta, un hombre elegantemente vestido la hizo pasar por un largo pasillo al interior del lugar. Karen miró sorprendida que el interior era lujoso y confortable. Una mujer de alta, de quizá 36 años, de cabello negro y ojos verdes que usaba un vestido de noche que se amoldaba maravillosamente a su hermoso cuerpo la recibió; ella era Diana. Amablemente y con una sonrisa le dio la bienvenida y le mostró el lugar: había un amplio salón donde se reunían los demás miembros –en su mayoría mujeres- así como había también pequeñas salas privadas donde quien lo deseara podía ver los videos y fotos hechos por otros miembros del club. Contaba también con un bar y todo lo necesario para charlar y convivir cómodamente.

Las reglas del club eran simples: estaba prohibido hacer preguntas personales a los demás –incluyendo a Diana- debía prevalecer el respeto hacia todos y mantener en secreto la existencia del club. Durante algunas semanas, Karen asistió a las reuniones, feliz de estar con personas que la comprendían y con quienes podía compartir opiniones y fantasías, hasta que, un día, al dirigirse al bar –solitario en ese momento- notó que uno de los grandes espejos de la pared estaba ligeramente fuera de lugar. Al acercarse más pudo ver que el espejo era en realidad una puerta disimulada. Estaba a punto de abrirla cuando sintió una presencia a sus espaldas; Diana la miraba fijamente. Karen temió que Diana estuviera molesta pero, para su sorpresa, le preguntó amablemente si deseaba ver lo que había detrás de la puerta; sin saber qué contestar, Karen guardó silencio. Diana le preguntó cómo se sentía en el club y Karen contestó que disfrutaba mucho del lugar, que solo sentía que todo terminara siendo tan sólo fantasías. Diana le contestó que esa puerta separaba la fantasía de la realidad. Creyendo que se trataba de una broma, Karen le preguntó que había al otro lado; sin decir palabra, Diana abrió la puerta y con una señal la invitó a seguirla al interior.

La puerta conducía a una escalera de caracol que bajaba hasta el enorme sótano del lugar, Karen miró con asombro que en un extremo del sitio había una especie de jardín de al menos 100 metros cuadrados con un pequeño estanque en una esquina. Un montículo de rocas apiladas unas sobre otras formaban una especie de pequeña cueva artificial con una entrada de, tal vez, 40 cm de ancho por 50 cm de altura; una lámpara de luz ultra violeta colocada en el techo y regulada por computadora sustituía al sol en ese lugar. Por último, un grueso cristal de más de 2 pulgadas separaba a ese jardín del resto del sótano.

-¿Qué lugar es éste?- preguntó Karen.

-Aquí es donde, los que así lo desean, pueden realizar su más grande fantasía- contestó Diana y al momento dio tres pequeños golpes en el cristal.

Karen ahogó un pequeño grito al mirar lo que salía de la cueva: era una serpiente de colores verdes y pardos, la más grande que hubiera visto nunca. Debía medir al menos 12 metros de largo, su cabeza era del tamaño de una sandía pequeña y la parte más ancha de su cuerpo debía tener el diámetro del volante de un automóvil, el cerebro de Karen no terminaba aún de asimilar lo que estaba viendo cuando la serpiente se acercó al cristal y miró fijamente a las mujeres, tocando en repetidas ocasiones el cristal con su lengua.

-Te presento a Ángel, nuestra mascota y la razón por la cual este club tiene su nombre- dijo Diana con voz suave.

-¿Cómo es posible que alcanzara ese tamaño?- preguntó Karen cuando por fin pudo reaccionar.

-No lo sé, Jenny era quien se encargaba de alimentar a Ángel; fue ella quien lo trajo cuando solo era un "bebé" de apenas un metro de largo, ella construyó este lugar para él, ella conseguía presas cada vez más grandes conforme Ángel crecía y ella fue la primera en

-¿La primera en qué?- preguntó Karen.

Como si no la hubiera escuchado, Diana comenzó a hablar como si pensara en voz alta:

-Jenny y yo nos conocimos en la universidad, teníamos algunas clases juntas. Nos hicimos amigas cuando descubrimos que tenías aficiones comunes. Juntas fundamos este club hace seis años para abrir un espacio para gente como nosotras. Para nuestra sorpresa tuvimos más de 20 miembros; un año después Jenny trajo a Ángel y ella lo cuidaba y alimentaba. Cuando creció ella y Fred, uno de nuestros primeros miembros, construyeron este lugar para él.

Hace cuatro años, cerramos el club para tomar unas largas vacaciones de más de un mes. Jenny y yo éramos las únicas personas en el club. Cuando íbamos a cerrar ella me dijo que había olvidado algo, que ella se encargaría de cerrar, me despedí de ella y salí; fue la última vez que la vi.

Cuando regresé a atender el club estaba molesta porque no podía localizar a Jenny por ninguna parte. Dos días después le pedí a Fred que revisara que todo estuviera en orden en el sótano, regresó a los pocos minutos para decirme que tenía algo urgente que mostrarme: bajamos al sótano y lo primero que vi fue la ropa que llevaba puesta Jenny la última vez que la vi cuidadosamente doblada cerca de la puerta de la jaula de cristal. Fred me señaló a Ángel que dormitaba cerca del estanque, tenía un bulto muy evidente en medio de su cuerpo, un bulto con forma humana. Jenny se había atrevido a realizar su fantasía después de todo, creo que lo tenía todo planeado. Una semana después encontramos mechones de cabello castaño de Jenny entre las heces de la serpiente.

Traté de ocultar el hecho a los demás miembros, pero se corrió la voz. Pronto, todos estaban aquí observando con morbosidad a Ángel y a Jenny dentro de él. Yo no sabía qué hacer o qué decir, solo me preocupaba la reacción de los demás y los problemas que le pudieran causar al club; sin embargo, todos reaccionaron de forma sorprendente. Una chica de 18 años fue la primera en reaccionar: preguntó con calma cuándo se volvería a alimentar a la serpiente, cuando le dijimos que en tres semanas ella se presentó en esa fecha vestida tan solo con una gabardina y unas sandalias. Se despojó de su ropa y entró lentamente a la jaula con Ángel esperándola, la chica se recostó lentamente en el césped y la serpiente la enroscó con sus anillos con firmeza, pero sin lastimarla. Lentamente comenzó a devorar sus pies, tragando poco a poco su cuerpo mientras ella acariciaba con ternura la escamosa piel; y pronto se llevó su vida. Una semana después, al limpiar la jaula encontramos mechones de brillante cabello rubio mezclados con las suaves masas de los desechos de Ángel. Era todo lo que quedaba de la tímida niña que había alimentado con su propio cuerpo a la serpiente.

Más tarde alguien puso anónimamente junto a la puerta de la jaula una lista con fechas de alimentación para Ángel. Delante de cada fecha hay un espacio para registrarse para ser la próxima comida. Desde entonces Ángel se ha alimentado bien, puesto que, a pesar de su tamaño, nunca ha sido agresivo con sus presas. Las devoraba muy lentamente sin lastimarlas, como lo haría un comensal con un platillo exquisito. Por eso nunca faltaban nombres en la lista.

Karen escuchó todo sin poder dar crédito a las palabras de Diana, era la historia más increíble que había escuchado en su vida. Dirigió sus ojos hacia la lista de alimentación; una veintena de nombres figuraba en ella, la mayoría de mujeres. Todas habían seguido el mismo camino que Jenny y la chica de 18 años hacia el estómago de la serpiente.

Karen pensaba que Diana debía estar loca o algo así, a pesar de todo, seguía resistiéndose a creer en esa historia tan fantástica cuando Diana le preguntó amablemente:

-¿Te gustaría ver un video del evento?

Minutos después, Karen se encontraba a solas en una de las salas de video cómodamente instalada en un sillón con una pantalla de plasma de 40 pulgadas y un reproductor de DVD de alta definición. La película comenzó mostrando a una delgada mujer negra de no más de 30 años despojándose de su ropa afuera de la puerta de la jaula de cristal. Vestía un traje sastre de color azul oscuro con blusa blanca y un pequeño bolso que depositó en una mesa cercana. Karen se preguntó a qué se dedicaría esa mujer. Tal vez era cajera en un banco, o quizá era agente de bienes raíces o abogada; quizá era ejecutiva en alguna corporación. Nunca lo sabría.

La mujer se desnudaba lentamente, prolongando el momento. Depositaba cada prenda sobre la mesa y poco a poco fue quedando su cuerpo desnudo. Sus senos eran pequeños y ligeramente puntiagudos, rematados en la punta por pezones pequeños y negrísimos, su espalda era estrecha, lo que le daba cierto aspecto de delicadeza, sus caderas eran la parte más ancha de su cuerpo junto con unas nalgas prominentes que, lejos de hacerla parecer vulgar, le daban un toque sensual y felino. Tenía piernas largas y torneadas que se juntaban en el triángulo perfecto que era su Monte de Venus. Finalmente, al quedar totalmente desnuda se quitó sus escasas alhajas y se soltó el cabello que cayó como una rizada cascada negra sobre su espalda. Caminando con pasos lentos y sensuales se dirigió hacia la puerta de la jaula, lentamente la abrió y entró en ella; con un suave sonido la puerta se cerró.

La imagen en la pantalla cambió hacia otra cámara ubicada en algún lugar del interior de la jaula, como a medio metro del suelo. La mujer camina hacia el centro y Ángel sale lentamente de su cueva acercándose a la mujer, ella se arrodilla con movimientos lentos, pausados y la cabeza de la serpiente queda a 30 cm de la de ella; por un instante se miran fijamente. Lentamente, sin dejar de mirar a la serpiente, la mujer se recuesta boca arriba sobre el césped mientras se apoya con los antebrazos y las palmas de las manos, junta las piernas y los pies y los levantó a la altura de la cabeza de Ángel. La lengua del animal lamió por un momento las extremidades de la mujer, quien no pudo evitar sentir un escalofrío. Finalmente, la serpiente abrió su hocico mostrando un interior rosado y babeante, con dos hileras de dientecillos triangulares romos y muy juntos como para morder con eficacia con ellos. Su única función es la de arrastrar a la presa al interior de su garganta; y eso hicieron cuando cerró las mandíbulas en los pies de la mujer.

Las mandíbulas siguieron tragando las pantorrillas hasta las rodillas, en el cuello de la serpiente apenas se notaba un ligero abultamiento que se hacía más evidente conforme avanzaba hacia sus muslos. La mano derecha de la mujer frotaba cada vez más rápido su entrepierna mientras Ángel comenzaba a devorar sus caderas. Igual a como Karen lo había visto hacer a la serpiente de su preparatoria las mandíbulas de Ángel se desmontaron y, tanto sus mejillas como las membranas en la comisura de su hocico comenzaron a estirarse; pronto, la flexible quijada estaba ya tragando las prominentes nalgas de la mujer mientras ésta sentía en el dorso de su mano el aliento y la carne viscosa del hocico de la bestia. Pudo alcanzar un orgasmo y retiró la mano justo antes de que su pubis desapareciera en las fauces de la bestia.

La mujer quedó inerte unos instantes mientras Ángel la tragaba hasta la cintura, abajo del ombligo. Como si también necesitara descansar un momento, la serpiente dejó de tragar a la mujer unos instantes quedando ella con la mitad de su cuerpo dentro de la serpiente. A Karen le pareció por un momento que la mujer parecía una criatura mitológica: mitad mujer, mitad serpiente. Pero solo fueron unos instantes antes de que Ángel continuara con su labor alimenticia.

La serpiente continuó devorando a la mujer, esta vez estaba llegando a las costillas. La mujer parecía estar en éxtasis, fuera de este mundo. Mientras con sus manos acariciaba el hocico de la serpiente, su cuerpo, bañado en sudor, hacía brillar su piel como terciopelo negro; su respiración era agitada y provocaba que sus pechos se sacudieran con cada trago de Ángel. Pronto, el paladar de la serpiente se encontraba sobre sus senos, aprisionándolos, la mujer de pronto parecía tener problemas para respirar, sus gemidos se hicieron más fuertes. La viscosa saliva del animal corría generosamente a través de su pecho y pronto la alcanzó al cuello; con los brazos levantados la mujer parecía estar llegando a otro orgasmo, quizá más fuerte que el anterior. Sin embargo, la saliva de la serpiente pronto invadió su cara, haciéndola toser y gemir. Ángel abrió más su hocico forzando a la mujer a entrar quedando fuera sólo sus manos y su cabello colgando de un extremo de su hocico. Las manos de la mujer palparon ciegamente por unos instantes los dientes de Ángel antes de desaparecer para siempre de este mundo. Ángel cerró su hocico mientras su comida, un bulto con una definida forma de mujer era arrastrado hacia el centro de su cuerpo: hacia el estómago de la serpiente.

Después de comer, Ángel se arrastró perezosamente hasta su guarida, disponiéndose a dormir para digerir su comida. En ese instante la película terminó.

Karen estaba temblando, no podía creer lo que había visto. Nunca imaginó que una fantasía que ella consideraba inofensiva por ser irrealizable se pudiera cumplir. Se tocó la entrepierna a través de su pantalón: estaba empapada como nunca antes; era posible que se hubiera venido y se hubiera orinado al mismo tiempo sin darse cuenta. Estaba a punto de retirarse cuando vio algo dentro del estuche del DVD que acababa de ver: era otro DVD marcado simplemente con el número dos. Curiosa, cambió el disco en el reproductor y se dispuso a mirar. La imagen mostraba a Ángel saliendo de su cueva para calentarse bajo la lámpara de rayos ultravioleta, se apreciaba con toda claridad la figura de la mujer que acababa de devorar. La serpiente se colocó bajo la lámpara y se dispuso a dormir.

Por varios minutos, Karen no apreció ningún cambio en la imagen. El reloj en la pantalla mostraba que habían pasado dos horas desde que la mujer fue devorada, de pronto, Karen notó algo extraño, tomó el control remoto y regresó la escena varias veces hasta estar segura y fue cuando descubrió algo sorprendente y terrible.

Bajo la gruesa piel del reptil, Karen pudo notar que la mujer se retorcía luchando por salir. Pudo notar también un ruido extraño, subió el volumen y aún así tuvo que acercar su oído a una de las bocinas para escuchar: los gemidos y llanto llegaron a sus oídos. La mujer trataba de salir de su prisión de carne mientras luchaba por respirar y quizá vomitaba. Karen no podía entender cómo es que seguía viva, era algo completamente insólito. Lo cierto es que la serpiente estaba digiriendo a la mujer viva.

La imagen del video cambió repentinamente para mostrar el cuerpo de Ángel en rayos X. Karen pudo apreciar claramente a la mujer en el interior del animal luchando por salir, sus manos se crispaban tratado de sujetar algo, tratado de arañar la carne, todo era inútil. Karen sabía que las serpientes vomitan a su presa cuando se sienten en peligro y se preguntó si quizá eso sucedería, pero el tiempo pasaba en el reloj y nada perturbaba a la serpiente, ni siquiera los forcejeos de la mujer, seguía durmiendo tranquilamente.

Karen miró el reloj de la pantalla: la película se había filmado en cámara rápida, donde los minutos avanzaban a velocidad de segundos y las horas a la velocidad de minutos. En poco tiempo, el reloj marcaba más de 48 horas después de que la mujer había sido devorada, las imágenes revelaban que aún seguía con vida, aunque sus movimientos habían disminuido notablemente. Karen pudo notar que los pies de la mujer hasta las pantorrillas se habían convertido en una masa gelatinosa y deforme, sus movimientos eran débiles.

Setenta y dos horas después las piernas de la mujer habían desaparecido, se podía apreciar acumulación de materia orgánica en el intestino delgado de la serpiente. Cuatro días después no se apreciaba ningún movimiento de la mujer, más de la mitad de su cuerpo estaba disolviéndose con los poderosos ácidos. Seis días más tarde tan solo quedaba una masa gelatinosa y deforme. No quedaba nada que hiciera suponer a alguien que eso había sido hace seis días un ser humano. La película terminaba mostrando al animal defecando una semana después; hace un acercamiento a las heces y en ellas se apreciaban algunos cabellos negros rizados mezclados con la mierda.

Karen apagó el aparato con movimiento de autómata, lo que había visto era demasiado. Las imágenes quedaron grabadas en su cerebro irremediablemente, sabía que nunca lograría olvidarlas y que siempre la perseguirían, atormentándola. Dentro de sí tuvo la certeza de que había cambiado para siempre; sabía que ya no era la chica que sólo fantaseaba con imágenes truqueadas y relatos ficticios vore, ahora sabía que era real y que debía pasar al siguiente nivel o enloquecer.

Caminó lentamente a la jaula de cristal y vio por un instante a Ángel, después, como si su mano tuviera voluntad propia escribió con claridad su nombre en la lista de alimentación. Dentro de dos semanas, Karen será la nueva comida de Ángel.

Fin de la primera parte.