Anécdotas de Pepín: La mujer del cura.
Pepín conoce a la mujer del cura.
Pepín, con 18 años, llevaba dos semanas trabajando de botones en un hotel de la localidad natal de su padre.
- Pepín, ve a buscar a Don Sebastián, el cura - dijo Julián, el dueño del hotel.
- Que ha sucedido.
- No ha sucedido nada, tú solo ve a buscarlo.
Pepín sabia porque tenía que ir a buscar al señor cura, aquella mañana habían encontrado un cliente muerto en su habitación. Fue rápido a la iglesia para volver lo antes posible.
- Don Sebastián, señor cura, esta por aquí – repitió varias veces.
Pero el cura, Don Sebastián (Don Sebas), no respondió, se iba a ir cuando escucho un ruido en la puerta lateral, sin pensárselo abrió la puerta, era una pequeña habitación, se debía usar como vestidor, lo que vio al fondo de la misma le pareció cómico a Pepín, apoyada en el respaldo de una silla había una mujer con la falda subida hasta la cintura y las bragas en el suelo, detrás de ella cogiéndola por la cintura y empujando, con la sotana subida y los pantalones bajados hasta los tobillos, el cura.
- Lo siento, yo no sabía…- dijo Pepín dándose la vuelta y cerrando.
Unos segundos después salía el cura.
- ¿Qué es lo que quieres? - dijo el cura.
- El señor Julián me ha pedido que viniera a buscarlo, le está esperando - dijo Pepín, saliendo de la iglesia.
Pepín volvió al hotel, y le dijo a Julián que había entregado el mensaje, unos minutos después llegaba el cura, entro en el despacho de Julián, y un cuarto de hora después los dos salían del despacho dirección al Ayuntamiento.
Cuando Don Sebas pasó junto a Pepín.
- Julián sigue hacia delante, tengo que hablar con Pepín
Cogió a Pepín del brazo y se lo llevo a parte.
- Lo que has visto antes no es lo que parece - dijo el cura.
- ¿Qué es lo que parece? - dijo.
- Tu sabes que existe el demonio y que los curas lo combatimos, pues Ramona, que es…, esta poseída por el demonio, y yo la estoy curando.
- Padre, puedo parecer tonto pero no lo soy, Usted puede decir que la esta curando, pero lo que yo vi es que le estaba dando por culo, y no en sentido metafórico sino en el físico.
El cura se puso blanco, no sabía que decir.
- Padre no se preocupe, yo no diré nada.
- Gracias, si puedo hacer algo por ti.
El cura se marcho, y Pepín fue a buscar a Miguelito, el sobrino de don Julián, tenia la misma edad que Pepín.
- Migue… he ido a buscar al cura, don Sebas. Allí he visto una mujer morena de unos treinta y tantos años.
- Te debes referir a Ramona, la mujer del cura.
- ¿La mujer del cura?
- Se le llama así - dijo Miguelito guiñando un ojo.
- Pero los curas no se pueden casar.
- Oh no, no están casados, es la que cuida la casa, aunque malas lenguas dicen que también le cuida la cama…- sonrió Miguelito - …según me contaron, Ramona se caso muy joven pero murió el marido muy pronto, el antiguo cura don Benito la acogió en su casa para que la cuidase.
Pepín, imagino que la rumorología en el caso de Ramona era bastante creíble, recordando lo que había visto.
A las cuatro de la tarde Don Julián, Don Sebas, junto con Don Evaristo, el farmacéutico del pueblo, y Don Pascual, el Alcalde, se reunían, para jugar a las cartas.
Pepín espero, escondido, en la puerta de la iglesia a la salida de Don Sebas, entonces entro. Ramona estaba en la cocina, cuando lo vio se puso nerviosa.
- ¿Qué quieres?
- No te lo imaginas, a mí también me gustaría sacarte el demonio.
- Sacarme el demonio.
- Eso dice Don Sebas, que era lo que hacíais esta mañana.
- Comprendo – dijo Ramona sonriendo.
Se sentó sobre la mesa, se subió la falda, no llevaba bragas, por lo que dejo a la vista su coño, bien poblado de vello púbico. Pepín trago saliva.
- A Se… Don Sebas le gusta que siempre esté dispuesta, por eso no llevo bragas…. A ver enséñame ese diablillo tuyo.
Pepín dudo un instante, la polla la tenia tiesa, así que se bajo los pantalones y después bóxer, dejando al descubierto su polla.
Ramona se quedo sorprendida.
- ¿Es real? - dijo casi tartamudeando.
Ante ella tenía una polla poco común, media más de 25 centímetros de largo y más de 5 centímetros de grosor. Pepín asintió con la cabeza, se termino de desnudar y se cogió la polla.
- Eso no es un diablillo es el padre de los diablos – dijo Ramona que nunca había visto una igual.
- Por eso tiene más experiencia.
- Tendrás cuidado – dijo mirando obsesionada el pollón de Pepín.
- Claro que tendré cuidado, desnúdate, quiero verte las tetas.
Ramona volvió a incorporarse, se desnudo, se acerco a Pepín y se arrodillo frente a él, le costó cogerle la polla con las dos manos, y por supuesto el metérsela dentro de la boca era una tarea difícil, así que se dedico a chuparle la punta y lamer le tronco de la punta a los testículos.
Cuando la polla estuvo bien lubricada Pepín le indico que se tumbara en la mesa. A Pepín los preámbulos le sobraban, acerco su polla a la entrada de la vagina de Ramona, y lentamente se la metió, Ramona sentía como aquel pedazo de carne, recorría su vagina, rozando por todas partes.
- Dios, que pollón, que gustazo.
Pepín, la cogió de los muslos y empujo una y otra vez, haciendo que Ramona disfrutase como nunca, no tardo en alcanzar el orgasmo mientras Pepín se corría soltando leche y mas leche.
Desde ese día Pepín se las apañaba para estar libre de sus obligaciones a las cuatro, e iba a visitar a Ramona, esta lo esperaba con ansia.
Lo que no podían esperar que una tarde mientras follaban apareciese en la puerta el cura.
- Pero, que estáis haciendo.
- Ya ve Don Sebas, yo también se curarla del demonio.
- Don Sebas tiene una polla gigantesca – dijo Ramona.
- ¿Te gusta? – le pregunto el cura.
- Siiiiiiiiiiiiiiiii
Don Sebas se subió la sotana, se saco la polla, se masturbo mientras Pepín se follaba a Ramona.
Pepín siguió visitando a Ramona con la bendición del cura.