Anecdota de verano

Un pequeño suelto sobre como mi señora madre se dió cuenta que su chiquitín ya no lo era tanto, y del porque siento simpatía hacia las francesas.

UNA ANECDOTA DEL VERANO QUE DESCUBRÍ LAS PAJAS

Ahhh, aquellos tiempos de juventud. Creo que por aquel entonces yo tenía doce años largos, y unas semanas atras había descubierto el goce de matarme a pajas. Ya habìa tenido algunos orgasmos "dandome gustito mientras me lavaba", pero hasta que un compañero de clase me contó lo de como cascarsela, cosa que le había contado su hermano mayor, no sabía de que iba el rollo. Obviamente, ese verano me convertí en un destacado seguidor de Onán. Me la machacaba a la hora de la siesta y por la noche, a veces tres o cuatro veces al día. Usaba mi imaginación, dibujos de las chicas de los tebeos de superheroes, fotos de las revistas de modas o cotilleo que había por casa, todo lo que caía en mis manos. También era disimulado, que no quería que me echasen una broca si me pillaban. Yo creia que era algo malo y se te caía el pelo, pero para lo que me importaba el pelo...

Por aquel entonces en las playas de mi ciudad comenzaban a verse tetas al aire, top less o como deseen llamarlo. Nada para que dos honorables madres rompiesen el hielo para dedicarse a criticar a todo bicho viviente mientras tomaban el sol como criticar a la chica de turno que enseñaba pechuga. El consenso popular era que para tomar el sol bueno, aun pasaba, pero que caminar con el tetamen bamboleante por la playa era inadmisible. Para ellas, claro, que para sus nenes era de los más apetecible. Y llegó ese día que no olvidaré mientras viva. Una mañana de agosto, estaba yo tumbado boca abajo leyendo un tebeo, y dos francesas se colocan ante mì, a unos cinco metros. Glups. Unos veinte años, morenas, joviales, llenas de vida. Con las mas pequeñas bragas de bikini que había visto en mi vida, y nada en la parte de arriba. Ahhh... que soberbias tetas. Mi pollita comenzó a cavar un agujero en la arena por voluntad propia, y supongo que las de muchos otros. Grulidos de morsa de las benemeritas madres, siempre vigilantes ante el vicio. Yo no miré hacia ellas, la vista fija en mi tebeo, como si no reparase en ellas. Eso o algo inventaría mi madre para echarme de allì. Por fortuna, habìa un espejito situado junto a mi toalla, apoyado en el bolso playero. Y por el espejito podìa ver a esos dos monumentos, sin mirarlas.

Que exhibición corporal, Dios todopoderoso. Podían haber salido en un Playboy sin ningún problema. Ya no hablemos del interviú. Dandose cremita, frotandose la una a la otra, antes de estirarse al sol. Pasaban por completo de los moscones playeros, tardé unos años en darme cuenta de que debían ser una pareja de lesbianas, feliz de poder exhibirse sin pudor lejos de casa. Si las miradas matasen, estarían fritas. Creo que escuché un par de cientos de sinónimos de "fulana" en boca de las madres que rodeaban mi posición. A Jokin, un chaval un año mayor que yo que ocupaba la parcela de playa a mi lado, su madre lo envió a la tienda a hacer unas compras, y puso una cara de pena que... Yo a lo mio... a mi tebeo de los cuatro fantasticos, aunque no hubiese girado una pagina en 15 minutos. Y entonces llegó la hecatombe.

Una dijo algo, la otra miró al grupo de Morsas-Madres y se levantaron con agilidad. Sacaron dos raquetas y una pelota de tenis. Mi corazón se desbocó, no podía ser... con las tetas al aire y jugar a pala. Creo que media playa se detuvo de repente, hasta las olas se ralentizaron. Mi corazón palpitaba como desbocado. Si... iban a jugar. Asi, solo con su minima parte de abajo del bikini. Reían y jugaban. Al moverse salieron del angulo del espejo, así que giré la cabeza hacia ellas. Tras un par de minutos, mi madre reparó en mí, en mi gesto embobado, en como se me caía la baba. Creo que se sorprendió de que su niño ya hubiese dado ese salto. Con voz de enfado me mandó ir a comprarle una botella de agua, y yo que tenía una erección de primera para mi edad, y un calzòn que marcaba todo. No me moví, y mi madre me cogió de una oreja. Yo le supliqué que me dejase, que no miraría, pero que no me podía levantar así. Entonces lo entendió. El enfado dió paso a la preocupación, y yo creo que algo de pena. Yo era el mayor, si ya se me ponía tiesa, se acercaba el momento en que mi madre pasaba a ser una Abuela potencial. Horrorosa palabra para una mujer de 39 años. Me dejó estar, y aunque el top less estaba permitido, un guardia municipal llamó la atención a las deportistas, que ofendidas se fueron de la playa. No las ví jamás. Se me fue pasando la erección pero no la calentura. Pedí permiso para bañarme, y mi madre accedió de buen grado, pensando sin duda que ojala así se me pasase el calentón. Que pronto olvidan las madres lo que es la adolescencia.

En el agua gozaba de la vista de otras muchachitas, mujeres y señoras, en distintos grados de vestir. Ninguna enseñaba tetilla, pero que mas daba ya. El agua calentita no hacía mucho por evitar los picores, y comencé a tocarme con disimulo. Estaba tan cachondo... Nadé hasta una boya, y disimuladamente tras ella, me bajé el bañador, estaba sumergido y no se notaba. Cerrando los ojos y recordando a esas dos francesitas me la casqué en dos o tres minutos. Eso ayudó... pero media hora más tarde hube de repetir la operación. En esta ocasión un grupito de chicas de unos quince se fijó en mi y se reían con disimulo, pero no dijeron nada y a mi me daba igual. Con 12 y medio, una chica de 15 esta tan fuera de tu alcance como pueda estarlo algo. Mi madre me preguntó si estaba más tranquilo, y yo respondí que sí. Pareció satisfecha, afirmando que el deporte era bueno para "esos casos". Si supiese que me habia hecho dos pajas en el mar...

Esa noche la oì hablar con mi padre. El estaba orgulloso, decía que ya me habìa hecho un hombre y le contó a mi madre unas anecdotas de las Suecas que iban a veranear a Alicante en su mocedad. Discutieron un poco, y yo me sentí mal por ello. Pero mi padre es un hombre sabio. Consoló tiernamente a mi madre, diciendole que era normal, que la vida pasa volando, que ya no eran unos crios. Mi madre lloró, tardé en entender que le asustaba hacerse vieja. Yo creía que ella veía en mi algo malo e indecoroso, pero era su miedo lo que le hacía ver las cosas así. Unas bromas de si prefería que me pusiese "contento" el toldero, comentario que no entendí, y luego risas y cosquillas. Se retiraron pronto " a dormir" esa noche. Como hice yo. A la mañana siguiente los tres teníamos ojeras, de todos modos... y yo agujetas en la muñeca.