Andy, mi experiencia infiel
Como sucede con la gran mayoría de los matrimonios, en determinado momento de la vida se entra en estado algo rutinario, el sexo va perdiendo ese encanto, y si bien no ha habido ninguna aventura en el transcurso de mi matrimonio, he tenido mis fantasías sexuales, por supuesto. Por temor, por respeto a mi esposo, y una serie de cosas, jamás tuve una relación ex matrimonial, a pesar que he tenido oportunidades y propuestas. Aunque no tengo dudas de que las cosas a veces se presentan de tal manera, que terminamos cayendo en la tentación.
Andy, mi experiencia infiel.
Hola soy Sofía, casada, tengo actualmente 35 años, casada y tres hijos, Lorena de 14, Mario de 10 y Juan de 7 años. No he tenido demasiadas aventuras amorosas como para relatarlas, pero esta ha sido la más cautivante, no estaba muy interesada en contarla, pero una amiga “’VIRTUAL”’, me insistió en que lo hiciese, gracias a su ayuda, y ante su insistencia lo he elaborado, espero que les agrade, si bien los nombres han sido modificados, el resto es parte de la realidad.
Como sucede con la gran mayoría de los matrimonios, en determinado momento de la vida se entra en estado algo rutinario, el sexo va perdiendo ese encanto, y si bien no ha habido ninguna aventura en el transcurso de mi matrimonio, he tenido mis fantasías sexuales, por supuesto. Por temor, por respeto a mi esposo, y una serie de cosas, jamás tuve una relación ex matrimonial, a pesar que he tenido oportunidades y propuestas. Aunque no tengo dudas de que las cosas a veces se presentan de tal manera, que terminamos cayendo en la tentación.
Todo comenzó, en parte por la situación de inseguridad, por la que estamos pasando en nuestro país, ante mi constante insistencia y el apoyo de mi hija (al que su padre le concede todo lo que se pueda), mi esposo aceptó en adquirir un perro. Después de averiguaciones con amigos, optamos por un pastor alemán. En ese momento tendría casi un año, nos recomendaron que lo llevásemos algún lugar para adiestrarlo y hacerlo más disciplinado, así lo hicimos de acuerdo a los consejos de gente especialista. Por motivos económicos debimos suspender esas clases, a lo que el perro que habíamos bautizado con el nombre de Andy, nombre que decidieron ponérselo mis hijos. A partir del 1er día pasó a ser un integrante más de la familia, era bastante inquieto y destrozaba lo que le venía al paso, por lo general se mantenía afuera, en su casilla, en invierno solíamos conservarlo adentro, para protegerlo del intenso frio.
Cuando se iban los integrantes de mi familia, ponía la calefacción al máximo, y realizaba mis quehaceres domésticos, totalmente desnuda, era algo que me gustaba, me sentía libre. Una mañana, mientras estaba agachada limpiando los artefactos del baño, el hocico de Andy hurgó en mis intimidades, dando ciertas lamidas, fue tal la sorpresa que me golpee contra el inodoro, quedando algo aturdida, sin intentar levantarme, cuando mi perro aprovechando mi posición, me montó, haciendo movimientos como intentando violarme, tardé en reaccionar, pero cuando lo hice lo eché inmediatamente.
No quise comentar el suceso a mi esposo, de alguna manera me sentía algo avergonzada, por lo sucedido. En varias oportunidades vino a mi mente ese hecho, y hasta imaginé siendo servida por mi perro, me producía cierto rechazo y a su vez aversión, pero dejaba un dejo de excitación, que trataba de evitar ese pensamiento tan morboso.
A pesar de evadir, cualquier tipo de contacto con mi perro, éste era bastante insistente, era indudable que su natural instinto lo llevase a hacer cosas muy comunes como oler a una persona en su sexo. Yo, lo mantenía bastante cortito, cuando hacia esa “travesura”, tanto conmigo, como con mi hija Laura, lo retaba, aunque a ella le divertía, esa diablura
Una tarde, intento olerme, como dando pie a su pretensión, me levante la falda, mientras le decía
“Que quieres olerme?, hazlo disfrútalo”, no solo me olio sino que me pasó su lengua a través de mi braga, sentí un escalofrió, pero me baje la pollera impidiendo que continuase. No quise reconocer que me había estimulado, fue una especie de inicio, aunque me negaba a repetirlo.
Estando una noche navegando por internet, antes de acostarme, llegue a una página porno, realmente me excité bastante, Andy estaba en esa habitación y debió de haber captado el olor de mi flujo que había expedido, por mi estado de excitación. Se acercó, y apoyó su cabeza entre mis piernas, me atrajo su contacto, lo acaricie, fue metiendo su hocico, bajo mi camisón, al sentir su contacto entre mi entrepierna, instintivamente las abrí, sus lamidas buscaron mi vagina, lo dejé que lo hiciese, me produzco un estremecimiento, que hizo quedarme, para disfrutarlo, hasta que oí la voz de mi esposo que me reclamaba. Por suerte tuvimos sexo, que aplacó mi estado de exaltación producida por mi mascota.
Durante unos días traté de evitar su acercamiento en mi sexo, apenas lo había disfrutado, pero me parecía algo indecente o por lo menos de mal gusto. Una mañana mientras orinaba, apareció Andy, parándose frente a mí, como observando lo que hacía. Acercó su hocico a mi vagina, aun tenía algo de orín, me paré, sin limpiarme y le acaricie la cabeza, su lengua comenzó a pasarla por la ingle, quité mis bragas que las tenía entre los tobillos, abrí mis piernas, dejando a su alcance mi vagina, que no tardó en lamerla, eso erizó mi piel y hasta mis pezones se irguieron.
Me tiré en el piso del baño, dejando mi raja bien abierta, su áspera lengua, me excitaba, mis pezones se endurecían, dejando que continuase con su sexo oral, unos ciertos calores invadieron mi cuerpo, seguidos de unas leves convulsiones, que terminaron llevándome a un delicioso orgasmo, cuando me sobrepuse me sentí algo avergonzada, me coloque mis bragas, y continúe con mis tareas.
Esta vez no lo pude quitar de mi cabeza ese momento, al punto que volví a reiterarlo varia veces más, no me desnudaba por temor a su intención de aparearse, desconocía la zoofilia, lo consideraba aun algo aberrante. No sabía qué hacer hasta que me conecté por mail, con una joven que me asesoró, que ella no quería influir en mi decisión, pero que no frenase mis impulsos. Eso en parte fue como una especie de consentimiento, o por lo menos hacia lo suponía.
Dejaría que las cosas se desarrollasen de manera casual, sin provocarlas, Andy continuaba con sus lamidas, un día decidí desnudarme, previo a eso me coloqué jalea en mis partes intimas y mis pezones, (propuesta por esta amiga virtual) para sentir sus voraces lamidas y tener unos intensos orgasmos.
Evidentemente ese sexo oral que me proporcionaba, debía de excitarlo, pues en varias oportunidades trataba de empujarme o girarme, con la intensión de penetrarme, me resistía a su pretensión, sabía que estaba incitado, por su demostración, me estimulaba saber que procuraba que fuese su hembra, no me sentía aun preparada para llegar a serlo.
Como todos los días de la semana, los integrantes de mi familia se habían ido camino a sus obligaciones habituales, apenas me levanté, fui a la ducha, me sentía algo excitada, al finalizar mi baño, salí de la ducha, mientras me secaba, llevé mis manos a mi vagina, hasta hacerla humedecer bastante. Salí envuelta con mi toallón, hacia mi habitación, en el pasillo estaba Andy, evidentemente alguien lo dejó entrar, al verme me salto como para saludarme. Su impacto hizo caer el elemento que me cubría, sin volver a colocármelo, esperé a ver que haría mi perro. Sus patas me arañaron un poco, pero no tardó en oler entre mis piernas, curiosa y a su vez algo alterada, las abrí más para ofrecerle mi sexo como lo hacía en otras oportunidades.
Su fría nariz rozaba mis labios vaginales, mi corazón empezó a acelerarse. Lo llevé a mi alcoba, me tendí sobre la alfombra y abriendo mis extremidades para apreciar su áspera y ágil lengua, lamerme con perseverancia, apretaba mis senos, mientras ese contacto me transportaba. Produciendo mas flujo, que aceleraba las eróticos lamidas de mi mascota, cayendo en un estado de éxtasis con deseos de entregarme por completo a su instinto carnal.
Sus lamidas me fueron llevando a un intenso y prolongado orgasmo, mi excitación me llevó a tocar el bulto de Hoff, que no tardó en aparecer su punta roja, me tenté de devolverle su intervención y acerqué mi boca, cuando el timbre me trajo a la realidad. Recordé que mi suegra venia a buscar unas cosas, realmente me sentí molesta con su llegada, sumado a que se quedó toda la mañana, evitando que pudiese dar continuidad a mi nueva experiencia.
Creo que eso hizo que recapacitara, y comprender que estaba cometiendo una locura, mi familia no merecía que hiciese semejante aberración, intentando olvidar ese momento.
Un fin de semana por motivos de trabajo de mí esposo, mis hijos que se quedaban a dormir en casa de unos amigos, y el menor en lo de su abuela, en parte me alegré de quedar sola, pues tenía toda la noche para mí, sin necesidad de preparar la cena y otros quehaceres domésticos. Entré a Andy a la casa para sentirme más acompañada, a pesar de ser temprano, me puse el camisón, y me comí unos emparedados acompañada de una cerveza. Me tiré en el sillón a ver televisión y los programas que deseaba, el perro, a mi lado dormitaba, y cada tanto lo rascaba.
Habrá pasado más de un larga hora, la cabeza de mi mascota estaba sobre mi regazo, y yo algo dormida, posiblemente por efecto de la cerveza, me tentó la idea de ver que haría mi perro, me levanté mi camisón dejando al descubierto mi braga, el hecho de pensar que me volvería hacer, me estimulaba, lo desperté y su reacción fue inmediata, comenzando a oler mi vagina. Su lengua inicio una rápida lamida a través de mi prenda, que después de un rato, procedí a quitarla percibiendo mejor su contacto. Me coloqué en el borde del sofá, abriendo y elevando mis piernas para sentir mejor sus excitantes lamidas.
El juego se fue acrecentando, me tiré en la alfombra, para apreciar su lengua en mi sexo, tocaba su bulto, hasta ver aparecer su punta roja y tentadora, por vez primera mi lengua devolvió lo que me había proporcionado, la lamí y la chupé un poco. Me sentía muy perturbada, me quite mi última prenda y desnuda juguetee con él, en ese sensual y excitante contacto, parecía querer darme vuelta, me pareció algo extraño y a su vez instintivo por su parte, después de una lucha con mucho contacto físico, me sentía atraída hacia su objetivo, por primera vez me coloque en cuatro, dispuesta a aceptar sus intenciones, lamio bien mis cavidades, desde mi ojete a mi vagina, lubricándolos y alterando mis hormonas.
Mi corazón parecía salirse de mi pecho, estaba bastante nerviosa, como si fuese la primera vez que tenía contacto sexual, quien no tardó en montarme, aferrando sus patas a mi cintura, bombeando para intentar introducir su miembro canino. Esta vez decidí entregarme, estaba exacerbada y a su vez deseosa de ser poseída por mi perro. Al intentar penetrarme tratando de introducir su verga, sintiendo su roce entre mis nalgas, mi piel sentía el contacto del pelaje de Andy, encendiendo cada vez mas mis bajos instintos, era una sensación extraña y a su vez excitante.
Ayudé a su intento, tomando parte de su miembro para que encontrase el camino correcto, fue bastante rápido, apenas lo empotró, inicio el habitual bombeo, no sentí dolor al meterlo, pero percibí como que creció en mi interior, comencé a gemir, sintiendo su roce cada vez más intenso sobre las paredes de mi seno. Su verga parecía que arrastraba la membrana de mi vagina, produciéndome la sensación de que mis labios inferiores se abultaban ante tan salvaje acosamiento.
Descubrí que me apasionaba ser poseída por ese animal, su instinto, la manera brutal e intensa en que me hacia suya, sin tomar reparos en que me podría dañar. Si bien me sentía algo abrumada y a su vez humillada, me atraía esa situación, transformándome de ser su dueña, a convertirme en su hembra, en ese objetivo sexual. Su verga parecía detenerse sintiendo como se dilataba en mi interior, suponía que sucedería pero sin conocer los pormenores.
Después de unos instantes de quietud, su intensa y cálida esperma, regó mi cavidad, produciéndome otro intenso orgasmo, supuse que la sacaría como sucedía con mi esposo, pero no fue así, su verga permanecía en mi seno, trabada por su bola en el acceso de mi vagina, impidiendo quitar su aparato, puse mi mano en mi sexo, tocando mi clítoris, percibiendo como goteaba la esperma de mi mascota. Estaba bastante extenuada, apoyé la cabeza sobre la alfombra y mi culo elevado, y jadeaba jadeando cerca de mi rostro, su lengua colgaba de su boca, me giré y contacté la mía con la suya, algo que comencé a repetirlo en otras oportunidades, ese acercamiento me excitó aun más de lo que estaba, mientras su baba humedecía mi rostro.
Mientras continuábamos acoplados, pensaba en la locura que estaba cometiendo, aunque reconozco que me encantaba. Nuestro apareamiento duro como quince minutos, sentía palpitar su verga en mi claustro, a lo que volví a venirme. Continuaba asombrada la manera en que me poseyó, violenta, sin tapujos y directamente a su objetivo, me cautivaba saber cómo su instinto animal, trataba de fecundar en mi organismo.
En determinada momento comenzó a tratar de salir de mi cuerpo, después de un desacople algo lento, como consecuencia del abotonamiento, sacó su verga, quedé estupefacta al ver su tamaño, habiendo estado arropada en mi interior. Cuando Andy se fue a un rincón a lamer su verga, me sentí algo humillada, no porque me hubiese sido sometida por mi perro, sino al punto de morbosidad a la que había experimentado.
Pero a pesar de eso llevé a Andy a mi alcoba, realmente estaba bastante extenuada, sin higienizarme y sin vestirme me tiré en la cama, en escasos minutos me dormí profundamente. A las pocas horas me desperté, el perro dormía a un extremo de la cama, me acerqué a él, abrí sus patas, y mi mano comenzó a tocar su bulto, su punta roja comenzó a asomarse, hasta lograr el máximo de tamaño, sentí la curiosidad de besar su miembro. Mi perro permanecía acostado disfrutando de mi manoseo en su verga, besé su extremo, y parte de su aparato, mientras lo hacía percibía su olor, que me parecía atrayente.
Fui animándome y a su vez excitándome, lamiéndola con mayor vehemencia, lentamente mis labios fueron rodeando su extremo, hasta abrir mi boca para introducirlo. Mis labios lo fueron aprisionando y mi lengua comenzó a pasarle por su punta. Andy comenzó a agitar su vientre, eso me provocó aún más.
Mi pecaminosa boca, comenzó a succionarla, sin dejar de mantener el máximo de su tamaño, hago mal en comentarlo pero superaba bastante a la verga de mi esposo, como una desesperada la lamía, hasta que comencé a introducirla en mi boca. Su tamaño me impedía embutirla en su totalidad, pero a pesar de eso la mamé de una forma encolerizada, mientras me masturbaba, a medida que me excitaba cada vez más, intensificaba mi labor. Sabía que ocurriría pero quería llegar hasta el fin, continúe asiduamente hasta que un acaudalado chorro de esperma llenó mi boca.
Cuando Andy se recupero, volvió a hacerme suya, fue una noche intensa llena de morbosidad y deseo, no me arrepiento de haberlo experimentado, consideré que era un regalo que me ofrecía, de hecho, al día siguiente la rutina volvería a su normalidad.
No volví a repetir lo de aquella noche, aunque cada tanto me apareaba con mi perro, quien me buscaba frecuentemente, incitándome a entregarme a su instinto sexual, para convertirse en mi obsesión, deseaba con toda mi fuerza de entregarme a él, sentir su verga introducirse en mi vagina, irrigándome su esperma en mi interior.
Un día estando en el lavadero, preparando la ropa de la familia para lavar, había unas bombachitas de mi hija, instintivamente me la llevé a la nariz para olerla, reconocí ese fetidez característico de el perro, descarté la idea de que Laura, habría tenido algo con el perro, pero me quedó cierta duda, aunque lo descarté, juzgando que era una mal pensada.
En una oportunidad, no encontraba a mi hija, la llamé, y después de un rato salieron del lavadero rápidamente, Andy la salto e intentaba meter su hocico entre su falda. A pesar de que Laura trataba de calmarlo, pero en un movimiento sorpresivo, levanto su pollera y me pareció verla sin sus bragas, iba a comentárselo, porque carecía de ellas, cuando llegó mi esposo y opté por callarme.
A partir de ese momento traté de intentar descubrir, que hacia Laura con nuestra mascota, otras de las cosas que hacía era bañarlo, nunca pude encontrarla en infraganti, aunque mis sospechas como madre me mantenían en alerta.
Como consecuencia de estas observaciones, cuando Andy, me penetraba, y sentía su esperma llenar mi seno, llegaba a pasar por mi mente la fantasía, de que mi hija podría ser servida por nuestra mascota. Suponía que era una degenerada al tener esa clase de pensamientos, pero realmente me incitaban y no dejaba de atraerme la idea.
A pesar de tratar de cortar con esa enfermiza pero cautivante relación, en un momento dado, todo se fue intensificando, aumentando nuestros encuentros cada vez más continuados, dejando meter su lengua en mi boca, mamando su verga, y hasta intentar tener sexo anal, sin llegar a lograrlo.
Una tarde, en la que no sé el motivo estaba muy excitada, apenas termine de limpiar la cocina y aprovechando que estaría sola, hice los preparativos habituales, me desnudé y llevé a Andy al lugar habitual, juguetee con él, mamé su verga sin dejarlo acabar. Una vez que volvió a su estado normal, me coloqué en cuatro, para ser servida. No demoró demasiado en montarme, buscando mi cavidad, esta vez la dirigí a mi ano, algo que deseaba, se penetrada por ese lugar, su punta se fue introduciendo por mi recto, me había colocado algo de lubricante, así que su penetración fue rápida, el intenso bombeo hizo crecer su miembro, contra las paredes de mi membrana rectal. Sus patas se habían aferrado a mis muslos, sentía sus garras incrustarse en mi piel.
El crecimiento de su verga fue rápido, en escasos minutos, se había dilatado totalmente en mi interior, me dolía, fundamentalmente su bola atascada en la salida de mi esfínter. Tocaba mi clítoris, mientras sentía su falo cálido y dominante, incrustado en mi recto, parecía partirme, me dolía, era una especie de flagelo al que asumía de manera sumisa, había llegado a un punto de enajenación, que entregaba mi cuerpo a mi perro aceptando su ferocidad canina. Su líquido no demoró en ser eyaculado por mi recto, sus palpitaciones vibraban en mi canal, mientras sentía su esperma anegar mi recto. Mientras su bola atascada totalmente impedía retirar su verga, comenzó a arrastrarme intentando desprenderse, lo tomé de las patas para frenarlo, y a su vez evitar un desgarramiento, en un momento dado elevo sus patas y nuestros culos quedaron enfrentados. Esa posición me llevó a tener otra convulsión. Mi mayor temor es que llegase alguien de mi familia y verme en esa situación, imposible de justificar, el nerviosismo que me producía llegaba a aumentar mi excitación, creo que en el fondo de mi, deseaba que alguien me descubriera en esa situación.
Después de más de quince minutos pudimos separarnos, me ardía el culo y me dolía bastante, Andy lamio su verga para después lamer mi orificio vejado. Creo que si he tenido relación con mi mascota, he tenido la intensión de no contárselo a nadie, aunque a veces pensaba en darle conocimiento a un par de amigas, aunque no sabría cómo lo tomarían. A pesar que entender que ocultaba a mi esposo esa infidelidad, lo mantuve haciendo, dado que no debía salir, ni explicar donde estaba o quedar embarazada, pero esencialmente, por la manera que disfrutaba ese sexo.
Si bien mi relación, se mantenía, no desatendía mis obligaciones conyugales y con mis hijos. Una tarde invité a mi hija a salir de compras, pero a pesar de que era algo que le atraía, me dijo que tenía varias obligaciones escolares. Me pareció extraño, pero consideré que era bastante responsable con sus estudios. Después de despedirme de ella, y comentarle que mantuviese la casa cerrada, partí, como a las cuatro cuadras me di cuenta que me había olvidado el celular. Con fastidio decidí regresar a buscarlo, abrí la puerta de calle, y no oí ruidos, realmente me extraño dado que mi hija, aprovecha para poner a todo volumen su música. Fui a buscar mi celular, cuando oí unos gemidos algo suaves, me fui acercando, hasta ver a Laura abierta de piernas volcada sobre la cama,, mientras el perro lamia su vagina, supongo aun virgen. Los gemidos de Laura se convirtieron en gritos frenéticos, ante el ímpetu de Andy, ofreciéndole ese sexo oral, tan excitante como producto de su rápida y rugosa lengua.
Quedé paralizada, ante esa escena, no sabía qué hacer, por un lado yo también lo hacía, que derecho tenía en reprobárselo?, además de la situación bochornosa que pasaríamos, si actuaba en ese momento, y por último, veía su rostro lleno de placer, y ese gemido tan peculiar al disfrutar de ese contacto oral. Sentí celos por un lado y a su vez una fuerte excitación, seguí observado esa escena llena de morbosidad, en donde ambos disfrutaban de ese sexo.
Antes que se percatara me fui en silencio mientras mi mente giraba a toda velocidad, pensando si mi pequeña hija, ya habría sido penetrada y hasta desflorada por nuestra mascota, aunque sabía que tarde o temprano lo haría con o sin mi consentimiento.