Andrés y Cristina

Guardó de nuevo un momento de silencio. Luego se levantó, se puso de espaldas frente a mí, miró a un lado y a otro para asegurarse que no hubiera gente demasiado cerca y... soltó un sonoro pedo.

Hola, me llamo Andrés.

Cristina es una chica simpática, rubia, con melena, no demasiado alta y con la carne justa para decir de ella que es preciosa. Sus ojos verdes, miran de forma directa, con descaro, sus labios carnosos parecen hechos para besar, tiene una nariz suave, todo en ella es suave, excepto su mirada. La redondez de sus curvas es suave, incluso sus nalgas son suaves pese a su rotundidad, quizás sus pechos escapen un poco a ese aire de suavidad apareciendo tensos, pero solo escapan un poco a la suavidad que la acompaña.

Jamás imagine que una chica así pudiera ser todo lo contrario, en ciertos aspectos, de lo que aparentaba.

Su sexualidad no era en absoluto suave. Tampoco diría que fuera brusca. Era inusual.

Con ella me vi arrastrado a cosas que jamás hubiera imaginado. Cosas que antes de conocerla rechazaba de plano y que después de ella se convirtieron en un profundo deseo. Un deseo que no se podía extrapolar a otras chicas, pero que con ella alcanzaban una dimensión inimaginable.

Me la presentaron unos amigos un día de playa. Llevaba un bikini blanco, nada exagerado, no necesitaba que fuera exagerado, a sus veinticinco años era una chica esplendida. Recuerdo la primera vez que mis ojos se encontraron con los suyos. No podía escapar de ellos. Me hechizaron.

Entablamos la amistad que puede entablarse en un primer contacto. Hablamos, reímos, jugamos en el agua, tomamos el sol... lo normal. Pero mis ojos seguían fijos en los suyos.

Cuando le pedí el teléfono para quedar otro día me dijo:

-¿Estás seguro?

-Claro ¿por qué no iba a estarlo?

-Soy una chica con gustos diferentes.

Esta respuesta me hizo pensar enseguida en que fuera lesbiana.

-No te gustan los chicos

-¡OH, si, si...me encantan...!

-Entonces no creo que deba preocuparme demasiado...por esos gustos diferentes.

-¿Estás seguro? – repitió.

-¿No crees que debiera conocerlos para saber si me gustan o no tus...gustos diferentes?

-De acuerdo, mañana por la tarde nos vemos aquí mismo, a eso de las cinco, pero solos tú y yo. ¿Te atreves?

Acepte sin dudarlo.

-Hasta mañana pues – me dijo – recogió sus cosas y como si no hubiera existido la conversación se despidió de todos de la forma más natural.

La espera hasta el día siguiente se me hizo interminable.

A la hora fijada me presente a la cita, ella ya había llegado y estaba sentada en una pequeña pared al borde de la arena. Llevaba un pareo y el sujetador del bikini.

-Hola – me dijo - ¿te has traído el bañador?

-Claro, supuse que si quedábamos en la playa íbamos a darnos algún chapuzón.

-Preferiría hablar un rato.

-Como quieras. Estás muy guapa con el pareo.

Esto último sonó como un simple formulismo que uno suelta cuando no sabe que decir. Sus ojos verdes mirándome directamente y aquellas pocas palabras fueron suficientes para que me sintiera acorralado.

Ella volvió al ataque.

-¿Que te gusta de mi?

-Tu suavidad. Eres una chica de aspecto muy suave y sin embargo es como si se escondiera algo tras ese aspecto, algo que solo tus ojos apenas dejan salir.

-Entonces no son mis tetas, ni mi culo, ni mis muslos...

-OH si, me encantan eres preciosa.

Su suavidad se había desvanecido. Era como si hablara con una chica dentro de otra chica.

-¿Me follarías?

Me puse rojo como un tomate.

-Contesta.

-Por supuesto...lo haría. Me encantaría hacerlo.

-¿Aunque mis gustos fueran especiales?

Por fin me decidí:

-¿Qué gustos son esos tan especiales?

Guardo silencio un momento antes de contestar y no apartó un ápice sus ojos de los míos.

-Me gustas Andrés. Me has gustado desde que te vi ayer.

-Eso no contesta mi pregunta Cristina.

Guardó de nuevo un momento de silencio. Luego se levantó, se puso de espaldas frente a mí, miró a un lado y a otro para asegurarse que no hubiera gente demasiado cerca y...soltó un sonoro pedo.

Volvió a sentarse a mi lado.

-¿He contestado ahora?

No me salían las palabras, era algo que no me esperaba.

-¿Sorprendido Andrés?

-Creo que si, que estoy muy sorprendido.

No me había topado jamás con una chica como aquella, ni se me había ocurrido por lo mas remoto que sucediera y sin embargo seguía allí sentado mirando sus maravillosos ojos.

-Me esta entrando curiosidad por tus gustos especiales – dije al fin.

-Tuve el presentimiento que eras la persona adecuada. Corre al agua, vamos a darnos un chapuzón Andrés.

Estuvimos nadando y jugando en el agua hasta que empezó a ponerse el sol. Íbamos a salir del agua cuando me llamó:

-Ven Andrés acércate.

Se pegó a mi, me rodeo con sus piernas, pego su pecho al mío abrazándome y buscando con avidez mi boca con la suya. Mientras estábamos besándonos note una cierta calidez en mi piel. "Está meando, estoy seguro pensé" y a mi se me levantó la polla de forma automática.

Acercó su boca a mi oído:

-No sabes lo que se sufre toda la tarde metida en agua fría y aguantando las ganas de mear. ¿Te ha molestado?

Ahora fui yo quien acerco mi boca a su oído:

-No solo no me ha molestado...me ha excitado.

Su mano había bajado hasta mi polla.

-Se nota. Vámonos. Quiero que me lleves a cenar.

Cada cual nos fuimos a casa y quedamos que la recogería para ir a un conocido restaurante.

Durante la cena fui yo quien decidió pasar al ataque.

-¿En serio te gusta ser una marranita?

-¿Se me nota?

-Dime Cristina: ¿Has encontrado algún chico al que le guste que actúes así?

  • mmmm Dos...He encontrado dos.

-¿Dos?

-Si, dos, con uno lo descubrí y el otro eres tu. Porque a ti te excita. ¿Me equivoco?

Yo seguía callado y ella comía con toda la naturalidad del mundo mientras hablaba.

-Me gusta soltarme pedos...mearme encima...aguantarme las ganas de cagar hasta que ya no puedo más...incluso dejar que se me escape un poco antes de sentarme en la taza del water...no cambiarme de bragas durante días y pensar que se las voy a dar a oler a un chico como tu, que se excita con ello...no limpiarme después de cagar...mira...una fantasía que me encanta es...he quedado con un chico, y me lleva a cenar...mientras estoy cenando tengo unas ganas insoportables de hacer de cuerpo...bueno...digamos de cagar ¿para que vamos a ser finos? Se lo digo...y el me dice que bueno...que no me preocupe...que puedo hacérmelo encima...que cuando lleguemos a casa...el me lamerá el culete...lo olerá...lo disfrutara...

Mientras me había contado todo aquello había dado buena cuenta de su plato, estaba completamente vació y yo creí entender el mensaje que me había lanzado con la fantasía.

Me armé de valor y le dije:

-Sería precioso que realizaras tu fantasía conmigo esta noche.

-Lo sería si realmente me limpiaras el culo con la lengua después.

-No te quepa la menor duda que lo haré.

Vi. como se ladeaba un poco en la silla levantando un poco el culo y volvía a adoptar la postura normal. Enseguida un potente olor me invadió.

-Solo me ha salido un pedito Andrés. Deben ser los nervios.

Le llene la copa de vino.

-Bebe un poco.

Volví a llenársela.

-Bebe un poco más

-¿Quieres emborracharme Andrés?

-Si realmente quieres cumplir la fantasía solo quiero facilitarte las cosas Cristina. – Volví a llenar su copa – bebe de nuevo.

Cristina volvió a vaciar la copa, esta vez se levantó de la silla, cogió la botella y se inclinó hacia delante para llenar la mía. Al hacerlo oí un plop..pprrr..plop Se sentó de nuevo y mirándome a los ojos me dijo:

-Esta vez si, acabo de ensuciarme un poquitín de caca.

Aquel sonido que acababa de escuchar se parecía a dos burbujas que estallan.

-¿Solo un poquito Cristina?

-Bueno, imagino que solo un poco. No creo que haya sido demasiado. Se me ocurre que podrías llevarme a bailar.

-¿Así? ¿Con las braguitas sucias?

-Bueno, solo lo están un poco y eso en el caso de que lo estén.

-¿No vamos a tomar postre Cristina?

-Creí que preferías el postre que pudiera ofrecerte yo.

-De acuerdo. Vámonos.

Pedí la cuenta y ella no permitió que la invitara.

-Prefiero hacerlo todo a medias – me dijo – recuérdalo, todo a medias.

De camino hacia el coche le pregunté si no prefería que fuéramos directamente a mi casa o la suya. Ella solo me miró, me cogió de la mano y me condujo bajo una farola, allí me puso la mano bajo su falda tocándole el culo y volvió a oírse un...pplopp y un tenue olorcillo nos rodeo.

-A bailar – contesto – y mientras bailemos quiero que me mires a los ojos, ellos te dirán cuando estoy haciendo alguna marranada.

En la discoteca la noche trascurría normalmente, nos divertimos, tomamos unas copas y bailamos. Precisamente una de las veces que estábamos bailando me di cuenta de lo empalmado que estaba y que me la hubiera follado allí mismo. Ella estaba frente a mí, moviéndose con naturalidad y pareció darse cuenta de lo que estaba pasando por mi cabeza porque me miró directamente a los ojos, se paró, abrió las piernas y un apenas perceptible esfuerzo se dibujó en su cara. Estuve seguro que su ojete había vuelto a dejar escapar algo. Sonrió, se me acercó y me dijo al oído:

-Todavía no me conoces por lo que veo. Esta vez han sido unas gotitas de pis.

-No puedo más Cristina ¿En tu casa o en la mía?

-En la mía – contesto ella.

Era un pequeño apartamento con la cocina, el salón, una habitación y un baño. La decoración, como su dueña cuando solo mostraba su parte externa, era un tanto suave y simple. No había colores estridentes en las paredes y en la tapicería del sofá y las sillas predominaban los colores lisos, varios pequeños cuadros de estilo modernista y sobre todo me llamó la atención un gran televisor de plasma.

-¡Caray, menuda tele!

-Me gusta grande.

-¿La miras mucho?

-En realidad no, pero seguro que no adivinas su función principal.

Mientras hablábamos la miraba. Estaba realmente elegante, iba vestida con un vestido largo con una gran abertura lateral que dejaba a la vista todo su muslo mientras se movía, y unas sandalias de tiritas con un gran tacón ponían el broche en lo que se refiere de cintura para abajo, el vestido era muy escotado y mostraba claramente que no llevaba sujetador, un largo collar de perlas rodeaba su cuello y caía por el canalillo entre las tetas atrayendo inmediatamente la mirada por el contraste entre el blanco de las perlas y el negro del vestido.

-¿No es la función de una tele? – Contesté – ver los telediarios, las películas y sobre todo la publicidad.

-En parte si. Pero no es por eso que me la compré tan grande.

Nos habíamos acercado uno al otro, estábamos pegados, a punto de besarnos, deslicé mi mano por la abertura del vestido hasta las braguitas y estaban mojadas. Todo lo de aquella noche no habían sido imaginaciones. Levantó su pierna para facilitarme el acceso a sus braguitas.

-¿Vas a decirme por que la compraste tan grande?

Un pequeño esfuerzo recorrió su cuerpo y un penetrante olor volvió a delatarla.

-¡UY cariño! este a sido silencioso, lastima que no tuvieras la mano metida en las braguitas, ¿no te importa verdad?

Yo tenía la polla más dura que un bate de béisbol.

-Cristina, voy a bajarte las braguitas.

-¿Vas a olerlas?

-Me muero por hacerlo. Pero quiero que me digas mientras lo hago por qué compraste la tele grande.

Se subió la falda y yo me puse de cuclillas frente a ella.

-Con la boca, bájame las braguitas con la boca.

Eran unas braguitas grandes y blancas, de algodón y un tufillo emanaba de ellas. Mientras se las bajaba lentamente tirando con los dientes me lo dijo.

-Hay una cámara filmándonos. Me gusta cuando estoy sola recrearme. Me gusta mirarme. Saber como ha sido. Ver como me rechazan o como en este caso me aceptan tal cual soy. Ver como en ciertas ocasiones el chico llega a follarme o como en otras huye despavorido.

Su coño era peludo, llevaba las ingles arregladas pero una espesa mata de pelo cubría su pelvis ¡Dios, como me había puesto aquella mujer!

-¿Tu eres de los que huyen o de los que me follan?

-De los que te follan, no lo dudes.

Mi boca había llevado sus braguitas hasta medio muslo.

-¿Tu no eres nada marrano Andrés?

-¿Quieres que lo sea?

-Antes te dije que lo quería todo a medias ¿recuerdas?

-¿Qué te gustaría?

-Saber si hoy has hecho caca

-¿Y tu?

-Yo no, me he reservado para esta noche, ¿No se nota con el olor de mis peditos?

Mientras lo decía volvió a pedorrearse, esta vez fue largo y sonoro además de profundamente oloroso y un pequeño chorro de pis cayó en sus bragas a medio bajar.

-No me has contestado Andrés.

-No...No he hecho de cuerpo.

-¿También te has reservado para la ocasión?

Una risa cómplice apareció en los dos.

-No, simplemente que suelo ir antes de acostarme. Ni por asomo pensé que esto tomaría este cariz.

-Entonces quiero que ahora seas tu quien se pedorree.

Yo seguía de cuclillas frente a ella con la boca tratando de bajarle cada vez más las braguitas.

-Es que no tengo ganas.

-Prueba, aprieta un poco, seguro que puedes.

-¿Y si me ensucio?

-A estas alturas no creo que tenga demasiada importancia, además ya te dije que lo quería todo a medias.

Sus bragas estaban en las pantorrillas. Levantó una pierna para sacarla de ellas. Yo comencé a hacer fuerza. Sentí que si seguía no soltaría ningún pedo y que acabaría por cagarme.

-Vamos cariño, aprieta un poco más.

Saco la otra pierna de las braguitas. Las tenía en mi boca. Las dejé caer y se lo dije:

-Si sigo voy a cagarme.

-Sería perfecto.

-Deja que me quite los pantalones.

-Bien, pero déjate el slip puesto.

Me levanté y me quité los pantalones, un enorme pollón apenas cabía en el slip.

-Eso promete – dijo ella.

Volvimos a reírnos con ganas.

-Quiero que te de la vuelta Andrés. Que me des la espalda. Ahora seré yo quien trate de quitarte el slip con la boca.

Al darme la vuelta ella deslizó su mano en el interior y me acarició la polla. Era una caricia suave, me tocaba la polla y bajaba hasta los cojones, volvía a subir, me descubría el glande y tiraba un poco hacia atrás para volver a tocarme los huevos, lo hizo varias veces y luego puso su boca en el elástico de la cinturilla del slip. Con el slip en la boca logró articular las palabras justas.

-Hazlo, ¡Ahora! Quiero que te cagues un poco ahora. Te juro que estoy de chorreando y no es de pis, me tienes caliente como una burra.

Seguía acariciándome la polla.

-¡Joder! ¡Te he dicho que ahora! ¡Lo quiero ya!

Parecía mentira que pudiera tocarme la polla y los huevos tan suavemente y sus palabras fueran todo lo contrario. Volvía a tener dos chicas en una. Aquella mujer iba a volverme loco. Me esforcé todo lo que pude. El slip estaba bajando y dejando al descubierto mis nalgas.

Sentía una suavidad sin límites delante de mí y una voz firme detrás que volvió a repetir:

-¡Cágate cabrón!

Y lo hice.

Un choricillo delgado y pequeñito fue a parar dentro de mi slip.

La oí aspirar profundamente mientras terminaba de bajarme los calzoncillos con la boca ayudada de la otra mano.

-Ahora ven y follame – me dijo.

Se apartó y se tumbó en el suelo con el vestido arremangado y las piernas abiertas.

Aquello no tuvo que repetírmelo.

Me coloque sobre ella y la penetré. De nuevo fue suave. Estaba tan mojada que fue de una suavidad y facilidad pasmosa. Entraba y salía, empujaba a veces un poco más, a veces un poco menos, tenía claro que ella no quería un polvo salvaje, le besaba el cuello, la boca, el canalillo de los pechos, hasta que ella misma se los sacó del escote y me ofreció los pezones, los chupe, lamí, sin parar de moverme dentro de ella a un ritmo constante, lento, sentía mi polla patinar dentro de su coño, y de pronto estalló, se arqueó y se movió de forma frenética, frotaba su pelvis con la mía, empujaba mi polla hacia abajo con su coño buscando el contacto con el clítoris, volvía a tener a la otra cara de la moneda en mis manos, y se corrió, la note, note sus contracciones, pausadas, lentas, rítmicas, abrazándose a mi, pegándose toda ella a mi y quedando casi inerte al terminar.

-Necesito correrme Cristina.

-Lo harás, lo harás, no te preocupes. Túmbate de espaldas.

Se colocó sobre mí con las piernas abiertas y el culo a la altura de mi cara.

-Quiero que me comas el coño Andrés.

No tuvo que repetírmelo. Mientras lamía notaba como los restos de mi corrida rezumaban de aquel sexo y yo los recogía con la lengua. Su boca me estaba mamando la polla lentamente.

-¿Y si ahora fuera yo quien se cagara querido?

-¡Hazlo!¡No me importa! ¿Quieres que te coma el culo?

-Sería delicioso Andrés.

Mi lengua recorrió su ojete, estaba un poco manchado, pero no me importaba en absoluto, y sus chupeteos en la polla me tenían caliente como nunca había estado.

Estaba comiéndole el culo, cuando lo note, el ojete se estaba abriendo.

-¿Vas a cagarme Cristina?

-Te juro que me muero de ganas. No se si va a gustarte.

-No me importa. Sigue chupándome la polla y caga. Por el amor de Dios, hazlo.

Su ojete seguía ensanchándose.

-¿Te gustaría que fuera estreñida o más bien lo contrario?

-Me gustaría que tu mierda fuera pastosa, olorosa, que me invadiera.

Yo estaba a punto de correrme. Y ella parecía disfrutar haciéndose de rogar.

Pero al fin sucedió.

Una pasta marrón, interrumpida por algún pedo, abandonó su culo. Me invadió. La sentí en mi cara. Salió con fuerza. Con la misma fuerza que ella intensificó la mamada. Y me corrí. Le llené la boca y la cara de semen.

Luego se levantó y solo me dijo:

-Ha sido delicioso follarme a un cerdo como tu.

Yo no podía hablar. Tenía la cara y la boca llena.