Andrés entra en escena...

Continuación de "UNAS JORNADAS EN EL CAMPO".- Nota para los seguidores: Paciencia, hasta para mi se complica la historia. Permaneced atentos. Un saludo.

...

Los días iban pasando con desesperante lentitud, especialmente para mi madre que esperaba ansiosa a que una llamada de teléfono la citara para el ansiado reencuentro con el Sr. Thompson. Por si eso no fuera poco, mi padre se había mostrado especialmente intrigado por los últimos viajes que habíamos hecho al pueblo, en los que notó especial interés por parte de mi madre, que además se había mostrado especialmente reacia a cumplir con lo que él creía "obligaciones matrimoniales". Por eso, y debido a los reproches que le había hecho, mi madre le dijo a mis tíos que durante una temporada no iría por el pueblo.

Mis tíos lo entendieron, pues lo último que deseaban es que por culpa del cabrón de mi padre los planes se les trucaran. Como consecuencia de ello, redujeron el número de clientes que hacían uso de mi madre, y tan solo la ofrecían a aquellos hombres especialmente adinerados o importantes para sus intereses. En este caso, y aprovechado las horas en que mi padre estaba ausente, ellos la llamaban para darle, principalmente, un número de teléfono con el que ella tenía que contactar. Mi madre lo hacía usando los teléfonos públicos para no alertar a mi padre, y concretaba con ellos la hora y el lugar que más les convenía, luego yo la acompañaba usando el transporte público.

Fue tras uno de estos encuentros cuando apareció Andrés. Este hombre, tocayo mio, era unos de los mejores amigos de mi padre. Mecánico de profesión era un hombre grande y fuerte que había seducido a mi madre al poco de haber llegado nosotros a esa ciudad. La relación que llegó a mantener mi madre con él fue muy intensa, hasta el punto de que Andrés era el padre del más pequeño de mis hermanos.

Aquel día, nos encontrábamos en una parada de autobús, después de que mi madre hubiese pasado la tarde con un cliente de especial interés para mis tíos. Nos disponíamos a regresar a casa cuando alguien nos llamó la atención.

- ¿Inés...? ¿Inés, eres tu?

Mi madre y yo nos giramos hacia donde provenía la voz.

- ¡Andrés...!, ¿que haces por aquí? ¡cuanto tiempo si verte! - Contestó mi madre gratamente sorprendida.

Ella se dirigió apresuradamente hacia él y le abrazó efusivamente, juntando sus labios en un piquito intenso y cariñoso.

- He venido a hacer unas gestiones. Oh, dios! sigues tan preciosa como siempre. - Dijo él provocandole una ligera sonrisa. - Y vosotros, ¿que hacéis?

- Venimos de atender a un cliente. Ha sido muy exigente y se nos ha pasado la tarde en seguida, así que regresamos a casa antes de que llegue mi marido. - Contestó ella.

- Valla, veo que el negocio que te propuso tu cuñado va prosperando, eh. - Dijo él sonriente.

- Si, no va mal del todo. - Dijo ella.

- ¿Ahora te traes el trabajo a casa...?

- No, es que este verano ha sido algo ajetreado y a mi marido le han molestado los viajes que hemos hecho a la casa, así que hemos decidido calmarnos un poco. Solo atiendo a clientes especiales. - Explicó. - Y tu, ¿que has hecho todo este tiempo? dime.

- Ya. Pues he estado viajando, con mi mujer y los niños. A Amparo le apeteció recorrer el país con la caravana y hemos estado este mes por ahí.

- ¡Entonces habéis tenido unas buenas vacaciones, por lo que veo.

- No ha estado mal, pero... ya conoces a Amparo. Menudo mes de abstinencia he tenido, para ella ningún sitio era apropiado, cuando no por la gente, por los niños..., en fin, que me he hecho más pajas que cuando estaba en la mili. Por supuesto que pensando en ti, guapísima.

Mi madre se rió al oír aquello.

- En alguna ocasión yo también me he acordado de ti..., tienes algo que me encanta... ya sabes. - Dijo ella provocativa.

- Eres increíble Inés. Sabes como excitarme. Se me acaba de poner palpitando...

Disimuladamente mi madre pasó su mano por su paquete y constató lo que él decía.

- Si, verdaderamente estás necesitado. ¿Quieres que te alivie un polo, cariño? - Le susurró mi madre.

- Si quieres... - Contestó él cada vez más excitado.

- Mamá, ¿que dices? vamos a perder el autobús, y ya es tarde. - Le dije a mi madre preocupado.

- No temas hijo, el autobús pasa cada media hora y hace diez minutos que se ha ido el anterior. Será un momentito nada más.

- Haz caso a tu madre Andresín, será rápido, no te preocupes. - Dijo él con la mente puesta en otra cosa.

- Ven. Vamos rápido. - Instó ella.

Mi madre le cogió de la mano y se dirigieron rápidamente a un parque que había detrás de la parada del autobús, y que tenía unos jardines muy frondosos. Buscaron unos setos grandes y se metieron entre el follaje. Él apoyó su espalda en un pequeño árbol y ella se agachó ante él quedándose en cuclillas. Con las rodillas ligeramente separadas, la parte baja de su vestido se le había subido hasta algo más arriba de la mitad de sus muslos. Desabrochó la bragueta de su pantalón mientras le miraba de forma lasciva, y metiendo una de sus manos le sacó su magnífica polla. No había dudas de que había sufrido una larga abstinencia, pues su nabo apareció especialmente gordo, marcando ostensiblemente su rugoso relieve.

Mi madre lo acarició suavemente unos instantes, como se de un pajarito caído del nido se tratara, y luego comenzó a lamer con la lengua toda la gorda cabeza, especialmente se entretuvo en la salida de la uretra. Cuando la tuvo bien ensalivada se la metió en la boca y comenzó a chupar como ella sabe. Con el capullo metido en su boca, y con una de sus manos masturbando el tronco, se la estuvo mamando afanosamente mientras con la otra mano se agarraba a sus nalgas. La mamada fue intensa, a conciencia. Al cabo de un rato él comenzó a eyacular con fuerza toda la leche acumulada en las últimas semanas, llenándole la boca con abundante semen que mi madre no pudo retener en su totalidad y que se le escapó por la comisura de sus labios.

Ella lamió un poco todo el capullo para recoger hasta la última gota de leche y se puso de pie, mientras él guardó su polla saciada dentro de sus pantalones.

- ¿Te ha gustado el aperitivo cariño? - Dijo mi madre recogiendo el semen de la comisura de sus labios con el dedo corazón de la mano izquierda.

- ¡Como siempre, te superas, amorcito!, pero lo que deseo es tomar el primer plato, el segundo y el dulce postre, de tu entrepierna.

Mi madre sonrió mientras se chupaba el dedo como una niña traviesa.

- Pues a ver como lo podemos hacer para darnos el banquete, querido. - Dijo mi madre como proponiendo un reto.

- Mamá, mamá corre, viene el autobús. Date prisa. - Voceé despacio intentando no llamar la atención.

Mientras esto había ocurrido, habían llegado a la parada una mujer mayor con la que debía ser su nieta, una niña que no debía tener más de doce año. La abuela parecía como ausente, ensimismada en sus cosas, pero la cría, más espabilada, se percató de mi aviso y se giró hacia donde yo había gritado, llegando a ver como salían mi madre y Andrés de entre los setos, al tiempo que mi madre se alisaba los bajos del vestido con las palmas de las manos. La pequeña se quedó perpleja, pues intuyó algo.

El autobús paró en su lugar, y mientras la abuela y su nieta, así como un par de personas más se subían, mi madre se despedía de Andrés y quedaban para otra ocasión. Subimos al autobús los últimos. Ya estaban todas las personas sentadas, pero no había mucha gente. Nos dirigimos hacia el final, donde no había nadie. Pasamos junto a la abuela y su nieta que no nos quitaba ojo, y cuando su mirada se cruzó con la mía le sonreí con cierta picardía. Nos sentamos justo en frente de la puerta de salida. Ella se colocó junto a la ventanilla, yo al lado del pasillo.

- Bien mamá, como ha ido, que habéis hecho. - Dije yo

- Nada, solo le he echo una mamada. Lo necesitaba, el pobre. - Dijo ella como sin importancia.

- Pues parece ha habéis hecho algo más, a juzgar por el tiempo que habéis estado.

- ¿El tiempo? pero si ha sido muy rápido.

- ¡Rápido dice. Si habéis estado algo más de veinte minutos!

- ¿Tanto? - dijo mi madre extrañada. -J oder, como se me pasa el tiempo con una polla en la boca... - Continuó diciendo divertida.

- La verdad hijo mio, me he puesto muy cachonda. Llevo las bragas empapadas, compruébalo tu mismo. - Me dijo.

Separó ligeramente las piernas y metí discretamente mi mano por debajo del vestido. Acaricié la parte interna de su muslo derecho hasta que alcancé su tesoro. Si no conociera a mi madre, diría que se había meado. Tenía las bragas empapadas. La hice a un lado y comencé a acariciarle suavemente la raja. Ella echó su cabeza hacia atrás y cerró los ojos mientras yo la manipulaba lenta y discretamente su coño.

Por su respiración supe que estaba aguantando los gemidos, así que decidí centrarme en su clítoris. Comencé a acariciarlo suavemente, de arriba a bajo y haciendo círculos sobre él. Mi madre encogía su vientre de gusto y se retorcía en el asiento. En un momento dado apretó mi mano con sus muslos y comenzó a temblar incontrolablemente cuando un orgasmo explotó en su interior.

Justo en ese momento el autobús frenó y se detuvo en otra parada. La puerta que yo tenía al lado se abrió y la la mujer mayor y su nieta se dispusieron a salir. La abuela, que iba delante, llevaba a la nieta cogida de la mano que caminaba detrás suyo. Cuando pasaron junto a nosotros la niña no dejaba de mirarnos. Su cara tenía una expresión de asombro al ver la actitud de mi madre, que permanecía con los ojos cerrados y temblando sutilmente. No me dio tiempo de componer su vestido y este quedó un poco recogido mostrando la mitad de sus muslos. Esto tampoco pasó desapercibido a la niña, que, pese a ser llevada por su abuela, no dejó de volver la cabeza para mirar asombrada. Yo le devolví la mirada y le sonreí maliciosamente.

El autobús continuó su ruta hasta que nosotros llegamos a casa. Mi madre fue directamente a ducharse y a cambiarse de bragas y yo fui a buscar a mis hermanos que se había quedado jugando en el parque con sus amigos, vigilados por las madres de estos, naturalmente.

Cuando volví con los niños acababa de llegar mi padre.

- He llamado dos veces esta tarde, y no había nadie en casa ¿donde estabais? - Dijo mi padre algo enojado.

- He ido a llevar a los niños al parque, y me he entretenido con las otras madres charlando, Andresín estaría con sus amigos.

- Últimamente te entretienes demasiado en los sitios, estás deseando ir al pueblo y me pones escusas para no hacer nada conmigo en la cama, estás algo rara, ¿que te pasa?

- No me pasa nada, joder. Estaré algo más despistada que de costumbre.

- Pues no me gusta tu actitud.

- No entiendo Pepe, pocas veces te preocupas por lo que hago y ahora no heces más que interrogarme. Hace ya más de quince días que no voy por el pueblo, y solo me dedico a llevar la casa y a cuidar de los niños. ¿Que es lo que te pasa a ti, entonces?.

- Es que no comprendo porqué me rechazas tanto últimamente.

- No será que antes eras tu el que no me hacías caso, porque yo hago lo mismo que siempre.

- Papá. Ella está preocupada por los abuelos. Son ya mayores y parece que están algo torpes, seguramente van a necesitar ayuda dentro de poco, por eso está algo más distraída, así que cuando encuentra con quien hablar se desahoga.

- Bueno, pues eso se dice antes, porque ya empezaba a mosquearme. - Dijo el cabrón de mi padre, como si creyera que no tenía nada que perder. - Ala, dejemos esto y vamos a cenar.

La cena fue algo más apática que de costumbre. Vimos la tele un rato y nos fuimos a dormir. Esa noche, por suerte, no hubo actividad en el dormitorio de mis padres.

Durante el día siguiente todo transcurrió normalmente, mi madre no tuvo trabajo y yo me dediqué a mis cosas. Por la noche, mi padre llegó con buenas noticias para mi madre.

- Inés, ¿sabes a quien he visto esta tarde?

- Pues... no. ¿A quien has visto?

-A mi amigo Andrés. Me ha dicho que ha estado de vacaciones, viajando por el país con su familia. Dice que ha sido muy cansado.

-Anda, ya decía yo que hacía tiempo que no le veía... bueno, ni al él a su mujer Amparo. Así que han estado de ruta, interesante.

-Me ha dicho que haber cuando quedamos a cenar algún día. Miedo me da juntarme con él, siempre acabo con unas copas de más. - Dijo mi padre intentando disimular, pero en en realidad a él le gusta emborracharse, y esto a mi madre aveces le viene muy bien.

- Estupendo, me apetece salir, y nadie mejor que ellos para pasar una velada fuera de casa, ¿no te parece?

- Si, claro, le llamaré para quedar. - Dijo mi padre cogiendo el teléfono.

Mi madre me miró y me guiñó el ojo dedicándome una sutil sonrisa, a la que yo correspondí afirmativamente con un ligero movimiento de cabeza. Nos dimos cuenta que Andrés ya lo tenía todo planeado, así que solo teníamos que dejar que todo transcurriera con normalidad.

- Ya está. Hemos quedado el sábado por la noche, ya que al día siguiente ninguno tenemos que madrugar.

- Perfecto. Me gustan las noches de los sábados. - Dijo mi madre con doble sentido que solo yo entendí, visiblemente contenta.

Andrés tenía una técnica infalible para dejar ko a mi padre y que no le molestara durante sus largas copulas con mi madre. Como ya he dicho, mi padre, además de ser  un cerdo cabrón, era un borracho ocasional. Quiero decir que aunque habitualmente no se excede con el alcohol, cuando sale con algún amigo suele acabar borracho perdido, y eso era lo que hacía su amigo: emborracharlo hasta hacerle perder el sentido y follarse a su mujer.

El plan salió como estaba planeado. Tras una larga velada en un lujoso restaurante, la mujer de Andrés decidió marcharse pues sus hijos eran aún menores y ella no quería que trasnocharan. Yo la acerqué a casa, mientras mis padres y Andrés se dirigieron a un local de copas, donde yo acudí después.

Cuando entré en el local solo vi a mi padre bebiendo acompañado de un conocido con quien charlaba animadamente. Me extrañó no ver cerca a mi madre o a Andrés, principalmente porque me pareció que aún era algo pronto para jugar al despiste con el cornudo, pero caí en la cuenta que en la cena mi padre ya se había excedido con el vino y los licores tras los postres.

Así que solo le indiqué que ya había llegado. No quise preguntar por ellos, para no alertarlo, pero me puse a buscar con la mirada por todo el local. Había mucha gente y poca luz, básicamente la que daban las luces que giraban sincronizadas con la música. Tras un rato escrutando los alrededores, pude localizarlos en la parte más alejada de la barra del bar. Bailaban agarrados, aunque la música no era muy romántica, tampoco llevaban el ritmo, básicamente estaban dedicados a comerse la boca.

Una vez localizados me dediqué a estar vigilante para evitar que mi padre pudiera estropearles la noche. Por la actitud que tenían se percibía notablemente lo excitado que estaban, pues él no paraba de sobar su culo y ella le abrazaba apasionadamente, así que tenía que evitar por cualquier medio que mi padre fuera un estorbo.

La noche iba pasando y mi padre ya estaba tan borracho que un miembro de la seguridad del local le sacó casi a rastras, pues se estaba poniendo tan pesado que molestaba a las demás personas. Entonces le indiqué a mi madre y a Andrés que ya era hora, que me lo llevaba para casa. Andrés me ayudó a meterlo en el coche y mi madre se fue con él en el suyo.

Una vez en casa, y aunque mi padre ya estaba bastante borracho, Andrés, muy acertadamente, le obligó a tomar otra buena copa de alcohol, que fue suficiente para que cayera medio desmayado en el sofá. Luego, ellos, se fueron a la habitación de mis padres a aliviar su excitación.

Se desnudaron y se metieron en la cama rápidamente. Casi sin preliminares mi madre comenzó a chuparle la polla a Andrés. Este hombre también estaba muy bien dotado, como todos los que la protegen, pero ninguno alcanza las características del formidable miembro de John Thompson, pero, afortunadamente, todos colman las necesidades lujuriosas de mi madre con nota alta.

Tras disfrutar de la estupenda mamada, Andrés decidió que ya era hora de follar. Realmente él estaba desatado. Se ve que un mes de abstinencia era mucho para él. La estuvo follando con contenida violencia, haciendo que mi madre disfrutara de numerosos orgasmos que la hacían temblar de placer. Así estuvieron durante algo más de una hora larga, follando de todas las posturas. Alternaban las penetraciones vaginales con el sexo oral de forma continuada, sin darse tregua. Eran dos bestias desatadas. Copulaban como animales. Andrés llegó a eyacular hasta tres veces antes de que su polla comenzara a sufrir las consecuencias de semejante actividad.

La luz del nuevo día comenzaba colarse por la ventana, a través de la persiana a medio echar, cuando los dos se tumbaron extasiados y agotados por la intensidad de la follada. Fue en ese momento cuando yo decidí terminar mis tocamientos, masturbándome hasta conseguir correrme manchando el piso con el liquido. Con la polla aún dura, fui a ver como estaba mi padre. El muy cabrón roncaba con un cerdo.

Luego indiqué a Andrés que podía salir tranquilo, y así lo izo tras despedirse cariñosamente de mi madre y de mi. Ella se dio una ducha rápida y se fue a dormir, yo hice lo propio en mi habitación, mientras mi padre seguía tirado en el sofá....   Continuará.