Andrés (2)

Un particular encuentro con un joven vendedor de helados

Andrés II

Andrés estaba más tenso, su cuerpo era como una rama de bambú, con todos los músculos marcados, firmes y elásticos a la vez, una vez más buscó mi boca, la encontró, nuevamente introdujo su lengua en ella, esta vez de manera más ruda, en un instante me mordió el labio inferior, se me escapó un grito y a la vez sentí como mi pene alcanzó una tremenda erección.

Estaba entrando en un terreno inexplorado, Andrés se había adueñado de la situación, tomé conciencia que estaba frente a un pura sangre como mencioné antes, solo que recién caía en la cuenta que la carrera no había comenzado, la pista estaba aún delante, lo ocurrido no había sido más que el paseo previo de exhibición.

Todo comenzó a desarrollarse con rapidez, ahora lo recuerdo y me doy cuenta que ni siquiera pude evaluar las consecuencias. Andrés acercó con la rapidez propia de algunos reptiles su boca a la mía, de la cual manaba un hilo de sangre, succionó sobre la herida hasta dejarla pálida y nuevamente clavó sus dientes en mis labios, volví a gritar ahogadamente, sentí la tensión en mi verga que alcanzó todo su esplendor en un instante, el juego estaba bueno, solamente que no estaba seguro si lo adecuado era adoptar una actitud pasiva y dejarlo hacer o responder con la misma carga de agresividad.

Decidí dar batalla, busqué su boca con ímpetu y puede sentir como sus carnosos labios se sellaban a los míos, nuestros cuerpos totalmente pegados el uno al otro. Me abrazó a la altura de la cintura, oprimió con tal fuerza mi cuerpo contra el suyo que por poco me corta la respiración, tomé sus cabellos renegridos con una mano por la parte posterior de su cabeza y cerré los dedos, sentí como se tensaban hasta producirle dolor, se notaba en la mueca de su hermoso rostro. Con firmeza lo obligué a llevar la cabeza hacia atrás, entreabrió la boca, mi primer intención fue sumergirme en ella pero algo desvió mi interés, su cuello expuesto, cubierto por esa apetecible barba me resultó irresistible.

Casi con violencia, o con violencia apenas contenida, alcancé su cuello con la boca, lo lamí primeramente con toda la extensión de la lengua, cuando estaba todo mojado y su respiración se hacía más potente, sobre la oreja succioné con fuerza, Andrés se tensó como la cuerda de un violín, sentí su durísimo miembro decir presente en mi entrepierna, el juego estaba lanzado, sin dudas los dos disfrutábamos de él.

Nuestros cuerpos sudorosos comenzaron una danza alocada, casi sin darnos cuenta estábamos cada uno de nosotros con los pies del otro cerca de la cara, sin pensarlo tomé uno de los suyos, metí la punta en la boca, su cuerpo volvió a tensarse, arqueó su espalda para soportar la sensación inigualable de que te laman los pies, acababa de descubrir uno de uno de sus puntos débiles. Al darme cuenta, lejos de soltarlo lo tomé con más fuerza, introduje la lengua en medio de sus dedos, hacía lo posible por soltarse, pero yo lo tomaba cada vez con más firmeza, al moverse sentía su glande babeante refregarse sobre mí y notaba como sus hermosos vellos se erizaban.

Jugué con sus pies como nunca lo había hecho antes con otros, por momentos tomaba conciencia de ese hermoso cuerpo oscuro y lustroso por la transpiración, sobre las blancas sábanas del motel, gozaba casi de una manera animal con la sin igual sensación del cuerpo áspero y hambriento que tenía por momentos junto a mí, por momentos debajo o por momentos encima mío moviéndose con gran agilidad.

Nos encontrábamos aún en posición inversa uno del otro, yo encima y él debajo, cuando sentí uno de sus dedos introducirse casi con violencia en mi interior, automáticamente y por un movimiento reflejo intenté cerrar la posibilidad de la intrusión, pero ya era tarde, su dedo mayor estaba buscando mi próstata con maestría, me gustó enormemente ese acto casi de vejación, nuevamente mi pene se hizo sentir despidiendo aún más líquido preseminal.

Recogí las piernas y con ese movimiento conseguí acercar ese oscuro objeto del deseo de Andrés a su boca, al tiempo que acercaba su tremendo pene a la mía, casi al unísono sentí su lengua dura y afilada tratar de introducirse en el lugar donde antes estuvo alojado su dedo, a la vez que yo intentaba hacer desaparecer su ariete dentro de la boca.

Lejos habían quedado los suspiros de Andrés alrededor de mi pene, lejos había quedado también el momento de dejar emerger el deseo por medio de la imaginación y el leve roce, ahora quería tenerlo todo en la boca, y si fuera necesario ahogarme de placer.

Acomodé como pude la garganta para que ese tremendo falo me atravesara, supuse que la tarea sería solo mía, pero un movimiento brusco hecho con su pelvis hizo que en un instante me quedaran sus testículos junto a la nariz, estaba literalmente empalado por la boca, realicé un gran esfuerzo para sacarlo de mi garganta porque me cortaba la respiración, afortunadamente conseguí hacerlo, me brotaron lágrimas de los ojos.

Andrés seguía jugando con la parte más oscura de mi cuerpo, ora con la lengua ora con los dedos, cuando tomé conciencia ya tenía tres de estos últimos dentro mío, me sentía abierto como esas flores de los cactus que en las noches de luna extienden sus pétalos y ofrecen su particular aroma al entorno, necesitaba urgentemente sensaciones más fuertes, me puse en cuatro, se arrodilló detrás de mí y comencé a sentir su ariete abrirse paso hacia mi interior.

Su miembro debía medir por lo menos 22 cm., nunca había tenido una experiencia en la cual yo hiciera de pasivo con alguien con semejante herramienta, sabía que me dolería mucho, pero sentía un urgente deseo de experimentar dolor. Andrés se movía rítmicamente de atrás hacia delante, de adelante hacia atrás yo expectante esperaba su arremetida.

Mis deseos iban en aumento, si agachaba la cabeza podía ver sus hermosas piernas detrás de mí y esa oscura verga que acercaba el glande a la entrada, el calor que despedía y su humedad por momentos estaban apoyados en mi hambriento hoyo, por momentos se alejaban de él. La espera se hacía eterna, comencé a retroceder un poco cada vez que sus movimientos eran hacia delante, en un momento sentí que comenzaba a entrar. Creo haber perdido todos los pliegues en un instante cuando su glande atravesó mi esfinter, el dolor fue intensísimo, el placer también. Recordé la historia del Marqués de Sade tan bien descripta en "El goce y la crueldad" y tomé conciencia que estaba disfrutando de algo similar: el goce y la crueldad.

El dolor me invadió por completo cuando de un solo empujón me tuvo totalmente ensartado, sin dudas debía estar sangrando, pero el intensísimo placer me resulta imposible describir.

Me poseyó totalmente, se apoyó con toda la extensión del cuerpo sobre mí, intentaba contraer mis músculos para que él pudiera disfrutar aún más de la penetración, su respiración caliente la sentía en la oreja, sus hermosas piernas se apoyaban sobre las mías todo lo posible, la sensación de sus vellos acariciando con rudeza mis piernas acrecentaban el goce, fue en ese momento que me mordisqueó casi sin piedad las orejas, no podía moverme, el dolor y la calidez de su respiración encendida en mis oídos era fascinante. Lo dejé hacer, decidí gozar hasta el paroxismo con esta experiencia, solamente movía las caderas para poder sentir toda su extensión dentro mío.

Comencé a agarrarlo de los glúteos con rudeza atrayéndolo hacia mí y lograr sino una penetración más profunda porque tal cosa ya no era posible, mayor agresividad en el encuentro. Sentía que su verga se inflamaba cada vez más, su respiración cada vez más agitada, sus manos pellizcando sin miramientos mis tetillas que se encontraban totalmente erectas y ardientes. Sin dudas me correría sin tocarme, el roce de las sábanas era suficiente, no podía contenerme más, hice todo lo posible por retardar la emisión.

Desde atrás buscó mi boca, dejé que la encontrara, ahora tenía su pene dentro mío y también su lengua, Andrés semejaba un pulpo, sentía el roce de su piel en los lugares más insólitos, su abdomen transpirado al hacer contacto con mi espalda producía un rítmico sonido: plap, plap, plap me sentía totalmente expandido, los dos formábamos un solo cuerpo, una sola mente: plap, plap,plap

La música sonaba lejana, agarré con fuerza las sábanas, no soportaba más, plap, plap, plap, la penetración aceleró su ritmo, sentí a Andrés tensarse sobre mí, levanté lo que pude la pelvis, sabía que eran los últimos momentos.

Como si hubiera sido un trépano arremetió dentro mío con más fuerza y descargó una seguidilla de trellazos, yo lo hice en el mismo momento, el placer total nos envolvió. El sonido plap, plap, plap, cada vez menos intenso, más espaciado, menos sonoridad, hasta que terminó por completo.

La respiración de ambos comenzó a normalizarse, su pene, acusando en la dureza diluida lo intenso del encuentro salió de mí. Me puse boca arriba, Andrés a mi lado con su cuerpo formando uno con el mío pasó su brazo por debajo de mi cabeza, lo miré, sus intensos ojos negros se clavaron en los míos, esbozó una sonrisa, me atrajo hacia él y me besó con dulzura.

Sabía que me esperaba una difícil tarea luego del baño, volver a mi casa con las marcas de la guerra, no quería pensar en ello, ya llegaría el momento de resolverlo.