Andrea y su tía

“No sé cómo te digo estas cosas, Andrea” Mi tía rió nerviosa, recogió sus piernas, dejando a la vista una buena parte de sus muslos, y dejó a un lado el diario con su foto en traje de baño.

Andrea y su tía

"No sé cómo te digo estas cosas, Andrea"

Mi tía rió nerviosa, recogió sus piernas, dejando a la vista una buena parte de sus muslos, y dejó a un lado el diario con su foto en traje de baño. Estábamos en su dormitorio, comentando las incidencias del concurso de belleza para señoras al que le había insistido que participara y hoy había aparecido en la portada del periódico, luciendo su hermoso cuerpo enfundado en la blanca tela del traje de una pieza. Había logrado vencer su negativa a participar en ese tipo de eventos, apelando a los halagos por su cuerpo atrayente y a la belleza de su rostro, que la harían llegar a las finales. Y en el fondo de ella había el deseo de reafirmar la confianza en su belleza, que el casamiento, la maternidad y el paso de los años se había mermado. No es que hubiera perdido sus encantos. No. Era su confianza en si misma la que se había deteriorado. Y yo quería que la recuperara. Y nuestra conversación en su dormitorio, ambas sobre la cama matrimonial, me demostraba que esa confianza estaba retomando terreno. Con el agregado de que estaba experimentando cosas que nunca antes había sentido, como el halago de saberse deseada por los hombres que la veían desfilar en la pasarela.

Y precisamente fue ese comentario el que la puso nerviosa, reconociendo que de alguna manera estaba haciéndome confidencias que hasta hace poco parecían impensables, como que sentía cosas dentro de ella cuando veía las miradas de los hombres recorriendo su cuerpo, con el deseo reflejado en sus ojos.

Yo también reí con ella y puse mi mano sobre su rodilla.

"¿Alguno de ellos te gustó?"

Pregunté sin sacar mi mano. Quería que ella sintiera el calor de mi mano sobre su rodilla.

"Mmmm. Hubo uno"

¿Cómo era?

"Bien parecido, alto, como de la edad de tu tío"

"¿Qué harías si él te insinúa algo?"

"¿Cómo se te ocurre? Nada, pues"

"Pero te agradó, ¿verdad?"

"Si, debo reconocerlo"

"¿No te atrae vivir una aventura?"

Mi mano apretó ligeramente su rodilla. Un leve temblor de mi tía respondió a mi insinuación.

La intimidad del momento, nuestra cercanía, el tema que abordábamos, la seguridad de saber que estábamos solas en casa, las sensaciones experimentadas por mi tía en el concurso, su estado de ánimo, creo que todo ello contribuyó para que ese temblor no fuera casual, como tampoco lo era el que recogiera sus piernas y dejara a mi vista sus hermosos muslos. Creo que mi querida tía estaba sintiendo los efectos de la estrategia que estaba desplegando con ella a sugerencia de Salvador. Me había adelantado que si llevaba la conversación por estos derroteros, como lo estaba haciendo, su reacción sería positiva para nuestros planes. Y nuestros planes apuntaban a lograr que mi tía tuviera un encuentro íntimo conmigo y después entre los tres.

Cuando le conté a Salvador de mi tía, él vislumbró inmediatamente la posibilidad de que ella participara de nuestros juegos sexuales. Que entrara al concurso, a pesar de que no me fue fácil convencerla, le demostraba una persona proclive a dejarse seducir, a vivir una aventura. A su edad, mi tía deseaba sentirse nuevamente una mujer deseada, lo necesitaba. Y el concurso le había regalado una excelente oportunidad para ello. Y Salvador lo había captado inmediatamente, como también había captado que mi tía no viviría una aventura con cualquier hombre, y menos viviendo en un pueblo chico, donde todo termina por saberse. Intuyó que era más fácil para ella experimentar algo con alguien cercano y nadie mejor para ello que su sobrinita y a través de ella con él. ¿Quién dudaría de su sobrina o de su hermano? Salvador la deseaba desde siempre, conocía bien el carácter de su hermana, y creía llegado el momento para lograr tener finalmente algo con ella.

Me instruyó los pasos a seguir, que cumplí uno a uno. Y finalmente estábamos las dos en su dormitorio, ella ligeramente echada en la cama, yo con una mano en su rodilla y preguntándole si le atraía la posibilidad de una aventura. Aunque la conversación había girado en torno al hombre que le atrajo en el desfile de las modelos, la preguntaba tenía implicaciones que podrían llevarnos por otros derroteros.

Se movió nerviosa, pero no hizo nada por quitar mi mano.

"Me encantaría vivir una aventura"

Lo dije en voz queda, algo enronquecida por el deseo que me era difícil disimular, apretando más mi mano.

"¿En serio?"

Su voz ya no se escuchaba divertida. Sonaba seria, como sabiendo que lo que nos decíamos podría ser interpretado de más de una manera y que las dos queríamos que se interpretara como una manera de permitir seguir por la senda que mi mano estaba insinuando en su rodilla.

"Sí. ¿Y a ti?"

Mi mano subió levemente por su pierna. El temblor con que el cuerpo de mi tía respondió era una clara señal de aceptación.

"Mmmm. Así como lo planteas,sí"

Y sus piernas se abrieron ligeramente, dejando a mi vista la blancura de sus muslos interiores y al fondo la negra tela de su bikini. La señal era evidente y mi mano subió por su pierna hasta alcanzar sus muslos.

Nos miramos a los ojos, seriamente. Ya no habían indicios de las risas anteriores y ambas sabíamos que habíamos escalado a otro nivel y queríamos llegar al final.

Salvador tenía toda la razón, pues mi tía había respondido tal como había predicho.

"Son exquisitas tus piernas"

Le dije sin dejar de mirarla, mientras mi mano se acercaba peligrosamente al final de sus muslos.

"¿Te gustan?"

Y abrió más aún sus piernas.

"Sí, me encantan"

"¿Quieres tocarme ahí?"

Y una de sus manos subió completamente su faldita, dejando al aire su bikini, con algunas manchas que delataban su excitación.

"Sácatelo"

Fue una orden. Y ella obedeció, dejando su vulva al aire, completamente depilada para lucir bien en el desfile.

Abrí sus piernas y mi boca besó sus labios carnosos, rosados y humedecidos por el deseo. Ella se recostó en la cama y se dejó hacer.

Metí mi lengua entre sus labios y empecé a explorar su cavidad mojada por los jugos que mi tía expelía mientras unos grititos ahogados delataban su orgasmo. Sus manos apretaron mi cabeza, como queriendo hundirme en su chucha, en tanto mi lengua seguía buscando todos los rincones dentro de su túnel.

Quedó tirada en la cama, respirando ahogadamente, intentando recuperar la normalidad, en tanto yo me ponía a un lado suyo, mirando su cara de disfrute, con una sonrisa de satisfacción en sus labios.

"¿Te gustó?"

"Fue increíble, Andrea"

"Y estamos recién empezando"

"Muchos años que no gozaba así"

"Vas a gozar mucho más, tía"

"¿En serio?"

"Te lo aseguro"

"Es primera vez que lo hago con una mujer"

"Yo también, tiita"

"¿Y cómo es que lo haces tan bien?"

"Bueno, tengo un buen maestro. Y tu lo conoces"

"¿En serio. ¿Quién es?"

"El tío Salvador"

"¿Mi hermano?"

Mi tía quedó asombrada con la revelación. Su hermano se acostaba con su hija. Increíble. Aunque pensándolo bien, ella ahora se había dejado mamar la chucha por la misma muchacha, lo que los ponía en las mismas condiciones. Ya no parecía tan escandaloso que Salvador follara con su hija si ella le había abierto sus piernas para que le chupara la vulva. Finalmente, la idea que un principio la escandalizó ahora le parecía atrayente. Excitante.