Andrea y los gustos de su madre capítulo 4 (Final)

El final de la historia en la que Andrea descubre toda la verdad.

Recomiendo leer los capítulos anteriores para poder entender toda la historia.

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No me lo podía creer, el hecho de haber perdido un ojo, algo que no me esperaba porque me había fiado de lo que me había dicho Isabel, la doctora que me iba a operar, me dejó devastada, aunque a la vez, humillada, lo que me excitaba pese a todo.

Me dejaron tapado el hueco del ojo que ya no estaba y por el que aún veía me lo dejaron sin tapar por lo que ya podía más o menos ver a mi madre, que seguía en su silla de ruedas y sin poder ver nada, aparte de también inmovilizada en el cuello como yo.

Debido a que iba a tener que pasar mucho tiempo sin casi poderme mover, en reposo y con escayolas en buena parte de mi cuerpo, me presentaron a una enfermera, llamada Carmen, que supuse por la voz que era la

que,

en el quirófano, se había sorprendido al verme tantas veces seguidas allí.

Carmen, de unos 50 años, con algo de sobrepeso, pero con unas tetas naturales enormes que llamaban la atención de cualquiera y un culo también de buen tamaño, pese a todo, parecía simpática, aunque según la fui conociendo, me fui dando cuenta de

que,

si metía la pata, me castigaba con dureza, a pesar de mi situación.

Pasé en el hospital bastante tiempo, más del previsto en un principio, pero por fin pude regresar a la casa de Carolina, usando la silla de ruedas para todo, porque seguía sin poder moverme apenas.

El día que regresé a la casa de Carolina, ella me estaba esperando en su despacho, estuvimos hablando y me pidió que me recuperase cuanto antes porque el plan de convertirme en una puta y trabajar en alguno de los

narcopisos

que compartía como socia con Don Enrique, seguía en pie, a pesar de todo lo ocurrido.

Durante los siguientes meses, fui poco a poco progresando en la recuperación, como no podía moverme mucho, era mi madre la que me tenía que aliviar, me hizo mucho sexo oral y yo fui mejorando también en aguantar sin correrme, porque la denegación de hacerlo, parar de lamerme el coño cuando ya casi me iba a correr, me ayudó mucho.

Tanto Patricia como Bárbara e Isabel, que por cierto eran pareja y se casaron a lo largo de mi recuperación y yo me tuve que encargar de hacer su despedida de solteras porque querían hacer un trío conmigo, también fueron en repetidas ocasiones a verme a la casa de Carolina, para revisar cómo iban las cosas sobre mi estado de salud.

------- 1 año después del primer encuentro con Carolina en el cine----

Me levanté con algo de esfuerzo del sofá del salón de la casa de Carolina y fui tras ella, cojeando levemente por la secuela del fémur roto y usando mi bastón blanco de invidente que se había convertido en mi mejor amigo desde hacía unos 6 meses, cuando en la que parecía que iba a ser la última revisión importante de los ojos tras el accidente en el que perdí uno de ellos, Isabel se dio cuenta de que en el ojo que me quedaba, algo no iba bien, y al hacerme más pruebas, Isabel me tuvo que dar la pésima noticia de que también lo iba a perder.

Llegamos a su despacho, donde estaba mi madre, que me saludó al saber que había llegado, pues su situación era igual que un año atrás, y con algo de dificultad y sin ayuda de nadie, me senté en una de las sillas donde me ordenó Carolina que lo hiciera.

Carolina me dijo que mi madre quería comentarme algo muy importante y le dejó que empezara a contarlo:

Mi madre: -” Andrea, hija, hay algo que debo confesarte y que no sé si te va a gustar; como ya sabes, el encuentro con Carolina de hace justo hoy 1 año en el cine, no fue casual, en realidad, Carolina me ofreció la posibilidad de cumplir mi sueño, si a cambio lograba que tú te convirtieras en una de sus putas, como lo he conseguido y a partir de mañana ya vas a comenzar a trabajar en uno de los

narcopisos

de Don Enrique, próximamente Carolina me va a ayudar con mi sueño”.

En ese momento mi madre reconoció que todo lo que me había pasado, incluyendo la pérdida de mi visión, formaba parte del plan, y que la caída en el hospital, en realidad, había sido obra de Celia, que me había empujado para que me cayese y me hiciera daño, Bárbara e Isabel se encargaron del resto.

Yo (Andrea): -” No me voy a enfadar, al fin y al cabo, por una madre, si hay que subir el Himalaya, como dicen por ahí, se sube. ¿Qué sueño es ese que tienes?”

Mi madre: -” Es uno un poco extraño, pero desde siempre me ha atraído la idea de ser totalmente dependiente y de no poderme mover desde el cuello hacia abajo y, además, no poder ver nada, así es que mañana, cuando te dejemos a ti en el

narcopiso

de Don Enrique para que empieces a prostituirte allí, a mí me llevarán a la clínica donde me van a operar tanto de los ojos como de la médula, me la van a dañar lo suficiente como para tener que vivir usando silla de ruedas y ciega lo que me quede de vida.”

Yo me quedé sin saber muy bien que decir, en realidad, algo sospechaba, pues el saber que mi madre iba siempre en esas condiciones, usando la silla de ruedas y sin ver, pero de manera voluntaria, me hacía sospechar de esos gustos raros de mi madre.

Intenté dar un abrazo a mi

madre,

pero Carolina lo impidió, me ordenó que parase y que me fuera de su despacho, aunque antes me dijo que al día siguiente me llevarían en un coche hasta el

narcopiso

en el que empezaría ese mismo día a trabajar.

Como pude me levanté y me fui hasta el salón, donde me senté y comencé a darle vueltas a la cabeza, entre la excitación y la preocupación por lo que me esperaba, pero comencé a masturbarme, sin importarme que Carolina o Amaia pudieran verme y castigarme duramente por ello.

Al día siguiente por la mañana, sin posibilidad de despedirme de nadie, Renata me acompañó al Tesla y me llevó al

narcopiso

, me dejó allí y se fue, inmediatamente Rosario, la madame del

narcopiso

, me indicó donde estaba el primero de muchos clientes que me iban a follar a pelo a lo largo del tiempo que estuviera allí.

----------- 2 años después del primer encuentro con Carolina en el cine-----

El pinchazo de una aguja con una jeringuilla llena de heroína que Don Pedro, uno de mis mejores clientes y que era el director de la clínica donde me habían operado, calmó por unos instantes mis ganas de meterme cualquier cosa para calmar mi ansiedad.

Aunque yo ya ni sabía en qué día estaba y no sabía por tanto que se cumplía justo un año desde que llegué al

narcopiso

, del que no había salido más que en un par de ocasiones para visitar a mi madre, a la que ya habían operado de todo lo que ella deseaba, mi vida giraba solo en torno a la droga y a follar.

Prácticamente no dormía porque me pasaba los días y las noches siendo follada por clientes a los que no podía ver y que se pasaban mucho conmigo, se aprovechaban de mí y de mis problemas.

Quizás lo más duro fue una vez que entre varios hombres, me fueron cagando encima, uno por uno, y me llenaron mi cuerpo con toda su caca, aún tengo el recuerdo del sabor, excitante para mi sorpresa.

Sospechaba que tenía ya alguna ETS porque me picaba el coño a veces, además, había empezado a desarrollar también cierto grado de alcoholismo, pues me evadía de la situación bebiendo especialmente whisky.

A pesar de todo, lo había decidido yo, y por ello me sentía orgullosa de mí misma, de mi libertad para elegir ser una puta, algo que sabía que estaba oculto en mi interior y que, gracias a Carolina, a la

que,

por cierto, ya no había vuelto a

escuchar,

así como tampoco a Amaia, había podido cumplir.

FIN