Andrea y los gustos de su madre

Un encuentro aparentemente casual en un cine, desencadena un cambio de vida.

Leed esto antes de empezar a leer el relato

He decidido volver a escribir tras más de 1 año parado porque ya he podido solucionar algunos problemas personales/sentimentales que, durante este tiempo, me han tenido sin demasiadas ganas para poder escribir relatos de ficción.

Como siempre, estaré encantado de interaccionar con los lectores/as para hablar de cualquier cosa, los datos de contacto están en mi perfil, así como el resto de mis relatos.


Dicho esto, os voy a contar la historia de Andrea y de cómo lo que parecía una inocente visita a una solitaria sala de cine, comenzó a cambiar su vida.


Habla Andrea:

Antes de comenzar a contaros lo que me pasó una tarde de martes en la que, como muchas otras veces, había decidido ir sola al cine, para poder ver una película y tener algo de tiempo para mí, y en la que conocí a alguien que me cambió la vida para siempre, os voy a contar como soy físicamente para que me conozcáis un poco mejor.

Tengo cuerpo de modelo, para qué negarlo, casi 1.8m de estatura, muy femenina, 28 años, pelo largo y oscuro, tetas naturales de tamaño medio, y bonitas y largas piernas; no me cuido demasiado, a veces voy al gimnasio, pero me gusta comer bien y fumo bastante.

Como iba diciendo, ese martes por la tarde, le había dicho a mi madre, con quien vivía en mi casa en el centro de Madrid, que no se preocupara por mí y que me iría al cine, a pasar la tarde-noche; ella me dijo que disfrutara de la película, sin decirme nada de lo que iba a pasar, como era lógico.

Mi madre está entre los 50 y los 60 años, se conserva bastante bien, su cuerpo es natural, como el mío y se pasaba el tiempo trabajando y fuera de casa, o, al menos, eso creía yo hasta que descubrí a lo que se dedicaba realmente.

Salí de la casa, iba vestida con una falda bastante corta, un jersey y unas botas de no demasiado tacón, arreglada pero normal, además, llevaba un abrigo, todo negro, porque era invierno y hacía frío. La lencería, también negra, pero clásica, sin pensar en que iba a tener que acabar enseñándola esa misma noche.

Fui caminando y me fumé un cigarrillo en el camino hasta el cine, como siempre, iba a elegir la película al llegar a la sala, cuando tras caminar unos 20 minutos, llegué a la entrada del cine, y, delante de mí en la taquilla, vi que había una mujer rubia, vestida al estilo

Mátrix

(Con un abrigo largo de cuero negro), comprando su entrada, no le di demasiada importancia, aunque me encantó como iba vestida, y, cuando entró al interior del cine, yo fui la siguiente en adquirir una entrada.

Ya con la entrada, fui hasta la sala donde se iba a proyectar, que estaba vacía salvo por la mujer del abrigo largo de cuero, que había visto antes, mientras esperaba a comprar la entrada.

La mujer, al verme, me hizo una seña, para que me acercara, y comenzó a hablar, con seguridad en sí misma, lo que me hizo darme cuenta de que estaba delante de alguien muy especial.

Carolina, que así se llamaba la enigmática mujer, me propuso que me sentara a su lado, puesto que íbamos a estar a solas en la sala del cine, y sería más interesante ver la película en buena compañía, además, había comprado demasiadas palomitas y, según me dijo, ella sola no iba a ser capaz de terminárselas ella sola.

Yo acepté, sin dudarlo demasiado, porno hacer un feo, me quité el abrigo y me senté a su lado, la sala ya estaba oscura, por lo que no pude ver, al principio, bien cómo era Carolina, pues en ningún momento le había visto la cara, solo la espalda, mientras estaba en la taquilla, esperando para adquirir mi entrada al cine.

Mientras la película empezaba, estuvimos hablando un poco, lo que nos dio tiempo, Carolina me dijo que era empresaria y que estaba soltera, que le gustaba ir sola al cine, porque, al igual que yo, acostumbraba a dedicar ese tiempo para desconectar y dedicárselo a ella misma.

La película comenzó, durante el tiempo que duró, en torno a 90 minutos, yo estaba casi más pendiente de Carolina que de la película, había algo en ella que me llamaba la atención, como si tuviera la intuición de que me iba a pasar algo bueno si le hacía caso en lo que me dijera.

Cuando la película acabó, se encendieron las luces y, ya sí, pude ver a Carolina en todo su esplendor; calculé que tendría algo más de 30 años, llevaba un vestido de cuero muy corto y bastante escotado, un corsé, también de cuero y unas botas con bastante tacón.

El escote dejaba ver claramente, aparte de unas tetas enormes, operadas, pecosas y con piercings en los pezones, tatuajes que cubrían desde su cuello hasta los brazos, cubriendo igualmente las mangas (Es decir, ambos brazos y manos tatuados enteros).

Su culo era también llamativo, por supuesto, operado, e iba muy maquillada, casi con un porrón de maquillaje.

Antes de levantarse, Carolina me propuso, (Porno decir que me lo ordenó, al menos, así sonaba en su tono de voz), que fuéramos a algún sitio a tomar algo y a conocernos mejor, porque le había parecido una mujer simpática y, tal vez, podríamos encajar, como amigas.

Yo lo dudé un poco al principio, casi se podría decir que dudé unos segundos, pero, como no tenía mejor plan, decidí aceptar, más que nada, por la curiosidad de ver y saber lo que me iba a poder deparar la aventura.

Agarramos los abrigos, Carolina agarró también unos guantes de piel negra y se los puso y salimos del cine, Carolina me propuso ir a un bar de copas que conocía, con la idea de ir a tomar algo y charlar tranquilamente, así que, fuimos caminando hasta un parking cercano, donde Carolina había aparcado su coche.

Mientras caminábamos hacia el coche, Carolina sacó 1 paquete de Marlboro y me ofreció un cigarrillo, que acepté sin dudar, y que, Carolina me encendió, ella se fumó otro.

Llegamos al parking, donde estaba esperándonos su coche, un

Range

Rover Sport de color negro; un poco sorprendida al ver semejante coche (Es 1 modelo caro), me subí de todas formas, aunque, le dije a Carolina que debía de irle bastante bien para tener semejante cochazo; Carolina, con una media sonrisa, me dijo que, ese coche, era solo uno de los varios en los que se movía.

Fuimos de parking a parking, porque Carolina me pidió que me fiara de ella y que no hiciera preguntas, que ella me daría respuestas con el transcurso de los acontecimientos.

Salimos del parking privado, próximo al bar de copas y caminamos apenas 1 minuto hasta un bar con un cartel en el que se mostraba una bandera LGTB, algo dubitativa, pues nunca había estado en uno de estos sitios, lo que parecía un bar de ambiente lésbico, entré, siguiendo a Carolina.

Pasamos al interior del bar, que estaba bastante bien decorado, aunque era un poco oscuro, casi gótico, y nos sentamos en torno a una de las mesas, en una que estaba un poco retirada, y que casi parecía más un reservado.

En las otras mesas, había chicas, para mi sorpresa, muchas eran muy femeninas e incluso creí reconocer a alguna famosa de programa de marujeo.

Una camarera, con bastante buen físico y unas tetas

enormes,

aunque se veían naturales y que iba vestida con ropa gótica, saludó a Carolina, la llamó jefa, y le preguntó por las consumiciones; sin darme tiempo a decir nada, Carolina ordenó dos refrescos y algo para picar, y la camarera se fue a por las consumiciones.

Estuvimos hablando un rato, en realidad, casi fue más Carolina quien habló, me preguntaba cosas sobre mí, y yo, respondía, sin saber muy bien qué decir en algunas ocasiones.

Carolina me preguntó si en alguna ocasión me había planteado mantener una relación de pareja o, aunque fuera, simplemente, follar con alguna mujer, a lo que yo le respondí que, sinceramente, no lo había pensado, no me lo había planteado.

La camarera gótica regresó a la mesa con las bebidas y una ración de patatas con mayonesa, y, antes de irse, Carolina le preguntó a la camarera lo que le parecía yo, si la camarera consideraba que yo estaba buena, y, tras la respuesta afirmativa de la camarera, Carolina le ordenó, con voz firme, que me diera un beso en la boca, para que pudiera experimentar lo que se siente al ser besada por otra mujer.

Sin dudarlo ni un segundo, la camarera me empezó a comer toda la boca, yo apenas sí pude reaccionar, pero, he de decir que, la experiencia, me gustó y me excitó más de lo que pensaba.

Al acabar de besarme, Carolina le ordenó a la camarera que se fuera y nos dejara a solas, y la camarera, obedeció y desapareció con rapidez, sin que yo pudiera decir o hacer nada más.

Le di un trago largo a mi refresco y me metí en la boca una de las patatas, mientras escuchaba a Carolina, que me preguntaba si me había gustado la experiencia.

Yo me quedé turbada, pues no sabía muy bien que decir, además, mi coño estaba ya algo húmedo, para mi sorpresa, pues era la primera vez que me pasaba, teniendo delante a una mujer.

Como no articulé palabra, Carolina me dijo que, tal vez, necesitaba otro beso, para ver si reaccionaba y me daba cuenta de mis gustos a nivel de orientación sexual, así que, sin tiempo para poder hacer nada, Carolina comenzó a besarme apasionadamente y yo, me dejé besar, pues me di cuenta de que no iba a poder salir de la situación con una excusa barata, aparte, no era eso lo que quería.

El sonido de un móvil, detuvo el beso, Carolina tomó la llamada, y, de nuevo con voz firme, le dijo a una tal Amaia, que, en un rato, llegaríamos a la casa, y que ya estaba casi hecho lo que tenía que hacer.

Al acabar la llamada, Carolina tomó un último trago de su bebida, que estaba solo a la mitad, y me convenció sin demasiado problema, para acabar la noche en su casa, y que pudiera, por primera vez, probar a follar con una mujer.

De nuevo de camino al coche, y mientras nos fumábamos otro cigarrillo, traté de llamar a mi madre para decirle que no iba a poder ir esa noche a casa a dormir, pero que no se preocupara, porque iba a pasarlo bien, sin embargo, tuve que dejar mensaje, porque mi madre no atendió la llamada.

Fuimos en el coche de Carolina hasta su casa, situada en la zona de La Moraleja, a las afueras de Madrid, en una de las mejores zonas que hay, con gente de mucho dinero.

Mientras íbamos en el coche, le pregunté a Carolina si se cuidaba mucho, y por el origen de su físico, que parecía cultivado en el gimnasio, aparte de en la mesa de operaciones de un buen y caro cirujano.

Carolina me confesó que se había operado las tetas en 3 ocasiones, el culo en 1 ocasión, y, los labios, se los iba rellenando de vez en cuando; el gimnasio, formaba parte de su día a día, entrenaba a diario durante 2 horas, y trataba de cuidar la dieta, pero, eso sí, fumar era su vicio, algo que llevaba haciendo desde hacía muchos años, porque calmaba su ansiedad.

La casa de Carolina, era bastante llamativa, con una verja de entrada que se abrió sola al llegar, sin necesidad de que, Carolina, tuviera que dar a ningún mando.

En el garaje, había una docena de coches aparcados, de marcas premium, aparte de unos cuantos más, de marcas ya no tan premium, que pude intuir que estaban aparcados en el jardín, en una especie de pérgola.

Al llegar a la casa, pasamos al salón, donde vi por primera vez a Amaia, una mujer de unos 30 y pocos, pelo castaño, sonriente, con tetas naturales, pero no muy grandes, y que llevaba un vestido negro corto y poco escotado, y unas botas de ante al muslo, mosqueteras.

Saludé a Amaia, que estaba fumando, sentada en un sofá en el salón y que tenía una mirada enigmática, como indiferente a mi presencia; Carolina nos ordenó que pasáramos a su habitación, para comenzar a follar.

Amaia y yo, seguimos a Carolina, y subimos unas escaleras hasta llegar a la suite principal de la casa, la habitación de Carolina.

Se trataba de una habitación enorme, con una cama de 2*2 metros, dos cuartos de baño, 1 con jacuzzi y el otro con ducha para varias personas y dos vestidores enormes, llenos de ropa.

Carolina me preguntó, antes de comenzar, si quería hacer las cosas por las buenas, o por las malas; yo le respondí con la pregunta de las diferencias entre ambas opciones y, Carolina, me dijo que, por las malas, suponía tener que atarme a la cama, para que no pudiera resistirme cuando, Amaia, me fuera a follar.

Debido a la excitación que ya llevaba encima, pensé en que sería mejor estar atada y dejarme hacer, para ver si me iba a gustar o no lo que me fueran a hacer esas dos, y que ya habría tiempo de llevar yo misma la iniciativa, si me gustaba la situación.

Así es que, le pedí a Carolina, que mejor por las malas, y que me atara a su gusto, por lo que, Amaia, que ya se había casi desnudado dejándose solo las botas, y se estaba poniendo una braga de cuero con un enorme

strap-on

, fue hasta un lado de la habitación, y regresó un par de minutos después, con ataduras para mis manos y mis tobillos.

Mientras Amaia iba a por las ataduras, Carolina, sin dejar de fumar en ningún momento, comenzó a desnudarme, al ver mi lencería, algo clásica para su gusto, me dijo, con cierta mala cara, que, quizás, tendríamos que ir de compras para modernizar un poco mis gustos en ese aspecto.

Carolina me dijo, mientras Amaia me iba atando primero las manos al cabecero de la cama y, después, los tobillos, a la parte de los pies de la cama (¿Al piecero?) que, al ser la primera vez, me iba a dejar verlo, aunque, a ella, le gustaba más tener a sus putas, sin poder ver nada de lo que les iba a pasar.

Una vez que ya estaba atada y tras comprobar que no podía liberarme de las ataduras, Amaia se sentó sobre la cama donde estaba yo, y comenzó a besarme y a darme suaves lametones por la cara, como si fuera una perrita, siguió bajando por mi cuello, hasta llegar a mi coño que ya se había humedecido mucho, en especial, cuando, Amaia, pasó su lengua por mis tetas, mis pezones se habían endurecido, debido a la excitación que me provocaba la situación, sin duda, estaba disfrutando, aunque yo misma me sorprendía por ello.

Cuando Amaia acabó de lamer mi coño húmedo, metió sus dedos para comprobar si era ya posible meter el

strap-on

en mi coño, algo que hizo pasados unos segundos, y sin ni siquiera pedir permiso a Carolina, que se enfadó un poco, y estuvo cerca de darle una bofetada a Amaia en toda la cara.

Yo no tardé mucho en correrme, pues estaba algo nerviosa por la situación, así que, cuando no podía ya aguantar más el placer, me corrí, y, Amaia, iba a empezar a lamer los restos de mi corrida cuando, Carolina, esta vez sí, le dio una sonora bofetada a Amaia, que se apartó, y, con cara de pena, se puso de rodillas sin decir nada.

Pasados apenas dos minutos, llamaron a la puerta, yo me sobresalté un poco, pues no sabía

quién

iba a estar al otro lado de la puerta.

Amaia se levantó y fue a abrir la puerta, cuando la puerta se abrió, lo que vi, me dejó sin poder articular palabra.

Había dos personas, por un lado, Ángela, mi madre, que estaba desnuda por completo, salvo por los ojos, en los que llevaba unos parches que le impedían ver por completo, y las botas que llevaba en los pies, con bastante tacón.

La otra persona, parecía una mujer, aunque no lo sé con seguridad,

porque,

aunque tenía unas tetas bastante llamativas, llevaba, aparte de un

catsuit

de látex, una máscara solo con apertura para los ojos y los agujeros de la nariz, así que me era complicado distinguir si se trataba de una mujer realmente o no.

La persona que iba vestida de látex, se fue, sin articular palabra alguna y, Carolina, agarró de la mano a mi madre, y la dirigió hasta donde estaba yo, a la cama, y le dijo, con voz despectiva:

Carolina: -” Como has podido ver, tu hija es un poco guarrilla, aunque no aguanta demasiado, quizás es algo que debe entrenar, y tú, Ángela, la vas a ayudar”

Ángela: -” Sí, Ama, como Usted ordene, haré todo lo que esté en mi mano para hacer de Andrea toda una puta y le aseguro que, tras el entrenamiento, podrá ser prostituida a su gusto”

Carolina: -” Supongo que tendréis que hablar entre vosotras y que hay que dar algunas explicaciones, os dejamos a solas unos minutos para que tú, Ángela, le expliques a Andrea el motivo de porqué está aquí...”

Ángela: -” Sí, Ama, gracias, deme unos minutos y enseguida le daré una respuesta a su proposición”.

Carolina y Amaia salieron de la habitación, cerraron con llave, dejándonos sin la posibilidad de salir y comenzamos mi madre y yo a hablar:

Andrea: -” Mama, ¿De qué proposición está hablando? ¿En qué lío te has metido y, lo que es peor, me quieres meter a mí?”

Ángela: -” Verás, hija, hace un tiempo, conocí a Carolina, que se interesó por uno de mis cuadros, comenzamos a hablar y, poco a poco, me fue seduciendo y dominando, hasta llegar a pedirme que te quería conocer, lo que ha pasado hoy en el cine, estaba todo planeado para que te pudiera traer aquí, y yo he visto, aunque solo con un ojo, lo que te ha hecho Amaia, y parecía que te gustaba, por cierto; Carolina quiere que te entrene para que puedas trabajar como puta en uno de sus pisos, si te niegas, ha amenazado con contarle todo a tu padre, y, ya sabes cómo es, se enfadará mucho y será peor, así que, no hay más remedio que aceptarlo y decir que sí”

Andrea: -” Yo no estoy de acuerdo, pero, si no hay más remedio, quizás sea lo mejor, está bien, dile a Carolina, que aceptamos”.

Pasados unos dos minutos, se abrió la puerta, Carolina entró, con otro cigarrillo en la mano y ordenó que le diéramos una respuesta, mi madre le dijo que íbamos a aceptar, entonces, Carolina, con una media sonrisa, le ordenó a mi madre que se fuera con la misteriosa persona del

catsuit

de látex negro y nos dejara a solas a nosotras dos.

Mi madre obedeció, salió de la habitación con la ayuda de la misteriosa persona del

catsuit

de látex y se cerró la puerta.

Carolina me dijo que mi madre se iba a ir a su jaula, que era donde dormía y donde permanecía cuando no era útil su presencia en la casa, y me pidió que no me preocupara, porque todo iba a estar bien.

En el tiempo en el que Carolina había estado fuera de la habitación, se había quedado solo con las botas y el corsé, dejando sus enormes tetas operadas al aire y también su coño, lleno de piercings, por cierto, al igual que sus pezones, con argollas enormes.

Yo pensaba, y, de hecho, deseaba, que Carolina, me follase en ese mismo momento, pero, Carolina, que lo descubrió en mi mirada, me dijo que eso iba a tener que esperar hasta el día siguiente, porque era ya tarde y, por la mañana, había que madrugar; antes de, eso sí, darme un beso en la boca de buenas noches, me ordenó que estuviera atenta al móvil, porque me podría llamar en cualquier momento y tendría que estar dispuesta a tomar la llamada al instante.


Me costó un buen rato dormirme, a pesar de que, habitualmente, duermo bien y me cuesta poco conciliar el

sueño,

pero, claro está, lo que había pasado esa noche, trastocaba mi capacidad para dormir y descansar con facilidad.

Cuando me desperté, al abrir los ojos, vi que era Amaia la que estaba sentada completamente desnuda y descalza sobre la cama, con una sonrisa y dando caladas a un cigarrillo y me dijo:

Amaia: -” Buenos días, espero que hayas dormido bien, porque te espera una jornada larga de sexo y, con suerte, de dolor”

Amaia me planto un morreo en la boca, con lengua, que me acabó de despertar, y, tomándome de la mano, me llevó hasta la ducha.

Al ir siguiendo a Amaia, pude ver su culo, en el que llevaba lo que parecía un

plug

anal, pero cerrado con un candado, le pregunté a Amaia por la llave que abría el candado, y me dijo que era Carolina la que se encargaba de abrir, y que ella no tenía voz ni voto en eso.

Al llegar al baño, le formulé dos preguntas más a Amaia, la primera, si podía ir a mear, pues llevaba tiempo sin haber ido, desde que salí de casa la tarde anterior, y me estaba meando, a lo que, Amaia, me dijo que, si quería ir al baño, le tendría que mear a ella, a Amaia en su boca.

Me dio un poco de asco al principio, pero, pensé que, si no había más remedio, pues era mejor eso que aguantarme, por lo que, Amaia, abrió la boca, tras ponerse de rodillas, y yo comencé a vaciar el pis en la boca de Amaia, que disfrutaba con la situación.

Cuando acabé, y para mi sorpresa, Amaia dijo que, ahora, era su turno, y que le tocaba a ella mearme a mí en mi boca; yo no sabía si iba a poder aguantarlo, pero me puse de rodillas y abrí la boca; al principio, me dio bastante asco, pero, poco a poco, al ir comprobando que, el sabor del pis de Amaia no era tan malo, al final, me pude tragar casi todo.

Al acabar las meadas, fuimos las dos a la ducha, Amaia comenzó a dejar correr el agua y nos duchamos juntas, al igual que habíamos hecho antes con el pis, nos acicalamos la una a la otra.

Ya duchadas, regresamos a la habitación, a la zona de la cama; Amaia había escogido la ropa para las dos, nos vestimos iguales, con dos vestidos de cuero negro, cortos, pero no escotados, y unas botas con plataforma y no demasiado tacón. Ninguna lencería ni tampoco medias.

En ese momento, le formulé a Amaia la otra pregunta que se había quedado en el moquero, debido a lo ocurrido con el tema del pis; evidentemente, le pregunté por Carolina.

Amaia me dijo que, Carolina, estaba en su despacho del banco de inversión, trabajando, pero que, si todo iba según lo esperado, la veríamos para comer las 4 juntas (Mi madre, ellas dos y yo)

Yo tenía algo de hambre, así que, una vez ya vestidas, bajamos a un comedor, (Mientras fumábamos) uno de los dos que había en la casa de Carolina y que se usaba, entre otras cosas, para desayunar y cuando las comidas eran, digamos, de diario.

En la mesa del comedor, estaba mi madre, que seguía igual que cuando la dejé la noche anterior, por lo que seguía sin poder verme, aunque sí me reconoció por la voz, y, también estaba presente, la misteriosa persona del

catsuit

de látex, aunque, en esta ocasión, la máscara dejaba visible su boca, sin embargo, seguía sin poder distinguir si se trataba de una mujer o no.

Saludé a mi madre, y a la persona misteriosa, sin embargo, por su parte, no recibí ninguna respuesta, siguió desayunando como si la cosa no fuera con

ell

@.

Mientras desayunaba un huevo frito con salchichas, entre otras cosas ricas que había en la mesa, me di cuenta de lo bien que se manejaba mi madre, pese a no poder ver nada, mi madre, sonriendo, me dijo que era ya mucho el tiempo que llevaba practicando las comidas sin poder ver, por lo que se había acostumbrado a ello.

Cuando Amaia dio por concluido el desayuno, antes de pedirme que pasáramos a su despacho, ella fue hacia lo que parecía un cuadro, con doble fondo que, en realidad, ocultaba una caja fuerte, la abrió, sacó una bolsa con cocaína, preparó tres rayas, se metió dos de ellas por la nariz, las esnifó, y me ordenó que me metiera yo la tercera, la otra, la que faltaba por ser consumida.

Yo dudaba, porque sospechaba que, si me empezaba a meter cocaína, mi vida se podría meter en problemas más serios, pero, si iba a ser una puta, era normal que tuviera que consumir, además, sería una forma de poder pasar mejor si había algún mal trago, así es que, me metí la que fue la primera de muchas rayas de cocaína.

Con la raya de cocaína recién esnifada por mi parte, me despedí de nuevo de mi madre y de la misteriosa muñeca de látex, y seguí a Amaia a su despacho, donde, a los pocos minutos, sonó una llamada de Skype en un monitor de ordenador enorme, la llamada, era de Carolina.

Carolina iba vestida de ejecutiva sexy, con una blusa negra que tapaba sus tatuajes y una falda de tubo de cuero negro, y fue breve, en realidad.

Por un lado, nos confirmó, a Amaia y a mí, que íbamos a quedar para comer a las 14:30 en un restaurante, y, por otro lado, le pidió a Amaia que me empezara a entrenar en el sexo oral, que le comiera el coño a Ángela, a mi madre, sin admitir protestas por mi parte.

Cuando se acabó la videollamada de Skype con Carolina, Amaia me tomó de la mano, y bajamos al sótano, fuimos hasta una puerta, que estaba bien cerrada y que solo se abría con código; Amaia insertó el código y pudimos pasar al interior.

Ya en la habitación misteriosa, me encontré con que era una de las salas de juegos de Carolina, completamente equipada para jugar y practicar BDSM.

Me encontré con mi madre, que estaba tumbada sobre una especie de cama, y llevaba una camisa de fuerza de cuero, que le impedía moverse, aunque dejaba su coño al aire; la misteriosa muñeca de látex, le estaba colocando una máscara, también de cuero negro, a mi madre en la cabeza, para que solo pudiera “disfrutar” de la respiración, a través de un pequeño agujero en la zona de la boca, sin más.

Una vez que mi madre ya estaba enmascarada, Amaia, se puso seria, y me ordenó que me pusiera de rodillas, me ató las manos a la espalda con unas esposas y me siguió ordenando, en esta ocasión, que comenzara a comerle el coño a mi madre.

Yo, sin saber muy bien cómo hacerlo, empecé a darle lametones a mi madre en el coño; se oían algunos gemidos, aunque la máscara impedía oírlos con claridad.

Ambas estábamos muy excitadas, pues mi coño comenzó a humedecerse, lo notaba, me gustaba lo que estaba pasando, y no se me hacía raro, a pesar de todo.

Pasaba el tiempo y no podía hacer que mi madre se corriese, yo, por mi parte, estaba a punto de hacerlo, de correrme, pero, por suerte, Amaia, se dio cuenta, y me ordenó que parase de comerle el coño a mi madre, y me dijo que ella misma seguiría.

Amaia me levantó de donde estaba, tirándome del pelo, y me apartó con cierta fuerza, diciendo que tenía mucho que aprender y que mejorar; ella se puso de rodillas, y comenzó a hacerme una demostración de cómo se hacían las cosas.

A los pocos minutos, Amaia consiguió que mi madre se corriera, no me quedó más remedio que felicitarla por lo que había conseguido, y, nada más acabar, Amaia me dijo que era hora de irse, pues había que ir de compras antes de la hora de la comida con Carolina.

Subimos por las escaleras y llegamos al salón donde había conocido a Amaia apenas unas horas atrás, salimos a la puerta que daba al jardín, donde nos estaba esperando un Tesla con una mujer a la que no conocía, al volante.

Renata, la mujer que manejaba el Tesla, de unos 30 años, morenaza con buenas tetas y cuerpo de gimnasio, nos saludó sonriendo, y, sin preguntar nada, arrancó el Tesla, nos encendimos unos cigarrillos y pusimos rumbo a la zona del Barrio de Salamanca, donde íbamos a hacer algunas compras de ropa...