ANDREA - tercera parte

Andrea se encuentra con Beto y deciden realizar una fiesta a la cual lleva a su amiga, a su hermana y entonces . . .

ANDREA – tercera parte

Transcribo el último párrafo de la segunda parte de este relato:

“ En eso quedamos, yo hablé con Vicente y de nuestra charla, resultó nuestra ruptura como novios, pero tengo la conciencia tranquila que esta situación no fue planificada ni por Alejandra, ni por mí. “

Al otro día le referimos lo pasado a Ana, quien se indignó de entrada y cuando le completamos la información, quedó pensativa.

-         Ustedes dos están locas, como pueden decirme que fueron violadas y que terminaron amigos de sus violadores?

-         Es que así fue, Ana, es más tengo ganas de volverlos a ver y me temo que no se animen a llamarnos más – le contesté aún a costa de que no me creyese.

-         Por las dudas no cuenten conmigo, si logran contactarse entre Ustedes o me pierden como amiga y socia – fue el comentario final de Ana sobre el tema.

El tiempo pasó y el día menos pensado, mientras esperaba el metro, desde atrás de una columna de publicidad, alguien me tocó el hombro: era Beto, con ropa informal, anteojos de sol y una sonrisa amistosa.

-         No te he podido olvidar Andrea, no sabes cuanto te he querido ver, pero de otra forma.

-         Que alegría Beto, yo también quería verte, estás solo?

-         Si, salgamos a tomar un café, quieres?

-         Si, me encanta la idea.

Charlamos de lo que vivimos juntos, mejor dicho de lo que nos hizo vivir él y su socio. Luego le conté la conversación con Ana, la del día después y se reía, me dijo que si ella hubiera estado ese día junto a nosotras, pensaría distinto. Finalmente esperaba que me dijese que quería tener un encuentro conmigo o con nosotras, yo incluía a Alejandra.

-         Que te parece si las visitamos un día, por ejemplo que esté Ana, así nos divertimos todos.

-         Pero si Ana se entera que yo . . .

-         Mejor aún, porque no reúnes en tu local, mas gente y nosotros nos aparecemos y nos divertimos todos. Tú no tienes por que saber nada, solo dime a mí que día se van a reunir y yo me llego ese día y lo demás, que quede por mi cuenta.

-         No eso sería una traición a mis amigas. Pensemos otra cosa.

-         Bueno entonces porque no nos visitas tú a nosotros, puedo conseguir un departamento que me presten para que podamos encontrarnos ahí, pero sería lindo que trajeses a alguien más contigo – me propuso Beto y esa última idea me gustó.

Pensé en quien podría acompañarme a esa “reunión” y me decidí en primer término por decirle a Alejandra, ella la había pasado tan bien como yo, pero me pareció que podría estar bueno llevar a alguien más. De pronto se me iluminó la mente: me dije “la persona a llevar es Marcela”.

Marcela es mi hermana menor, es una niña muy inquieta, a la que sorprendí muchas veces teniendo sexo en su cuarto con compañeros de estudios, incluso con una amiga mía que después de que yo la sorprendiera con mi hermana, se apartó de mi y nunca volví a ver. Si, llevar a Marcela sería interesante, para ver como reacciona y para acercarnos un poco más entre nosotras.

Alejandra aceptó enseguida en acompañarme, le aclaré bien a que íbamos, se turbó un poco, finalmente me confirmó que vendría. Arreglé con mi hermana para que me acompañe y luego arreglé fecha y hora de encuentro con Beto.

Con Marcela la charla fue así:

-         Marce, te quiero invitar a una reunión que voy a tener con unos amigos, es algo especial, yo se que la vas a pasar bien, pero la condición es que no digas en casa que sales conmigo, solo dí que sales con tu grupo de gente.

-         Mmm... me resulta sospechosa tu invitación, pero bueno si dices que la vamos a pasar bien, acepto – me miraba con sus ojos vivaces, como queriendo descubrir a donde íbamos y con quien nos iríamos a encontrar.

El día de la reunión nos tomamos un taxi hasta la dirección que me dio Beto y luego de llamar por el portero eléctrico se abrió la puerta y allí estábamos las tres. Alejandra estaba vestida con un vestido entero, que disimulaba en parte sus kilos de más, Marcela vestía un jeans de tiro corto, muy apretado y una remerita corta, escotada, que dejaba ver su pancita con el piercing que decoraba su ombligo. Yo me había puesto una mini bastante cortita, con una camisa tomada al cuerpo, que realzaba mi pecho y sandalias de tacos altos.

Se abrió la puerta, Beto nos recibió con un beso, invitándonos a pasar a un departamento en donde la iluminación era muy baja y la música muy suave. Después de los saludos y de presentarle a mi hermana, se acercó Pepe a saludar y luego dos amigos más, que me sorprendieron ya que esperaba que la reunión fuera solo con los dos hombres que yo ya conocía.

Pero más aún me sorprendí, cuando de entre las penumbras se acercó una joven que se presentó como Berenice, era una rubia pulposa, de buen cuerpo, cintura afinada, anchas caderas y generosos pechos con siliconas, que se mantenían firmes a pesar de no llevar puesto corpiño. Llevaba puesto una mini de jeans, zapatillas con plataforma que elevaban su cola y remera corta con generoso escote. Su cabello, lacio, caía sobre sus hombros hasta tapar casi totalmente su espalda, la que la mostraba más llamativa todavía.

Los dos amigos de Beto que no conocíamos se presentaron como Damián y Fabricio, ninguno de los dos superaría los 25 años, el primero tenía la cabeza totalmente afeitada y el resto de su cuerpo no mostraba un solo vello. Fabricio, en cambio, parecía un oso. Su cabello era negro, ondeado, lo llevaba bastante largo, tenía rasgos marcados, bastante vellosidad en brazos, piernas, pecho y hasta en la espalda. Sobresalía por su baja estatura y buen humor.

Para mi gusto, había más gente de la que esperaba encontrar, incluso me di cuenta por la expresión de Alejandra, que estaba un poco confundida, no supe de entrada distinguir que pasaba por su mente, si la cantidad de gente le había caído bien o mal. Marcela, en cambio, sonreía a todo el mundo y parecía entre todos los presentes, la persona de mejor onda.

Luego de las presentaciones del caso, Beto me tomó de la mano y me apartó hacia donde había una mesa con bebidas, llenó dos vasos y nos fuimos a un rincón en donde había un sillón de varios cuerpo para sentarnos a beber y charlar. Digamos mejor que no fuimos hasta ahí ni a beber, ni a charlar, porque luego del primer trago, Beto apoyó su vaso en una mesa ratona, hizo lo mismo con el mío, tomó mi rostro y me dio un beso que me hizo tragar su lengua, chuparla y cruzarla con la mía, para un rico intercambio de saliva, caricias y demás. Con una de sus manos me atrajo hacia él presionando mi cintura contra su cuerpo, así sentados como estábamos, subió mis piernas sobre las suyas y con su mano acarició mis pies, rodillas, muslos, para subir por debajo de mi pollerita hasta mi cola y así descubrir que no llevaba puesta bombacha.

-         A pero que guarra que eres, te has venido sin tanguita, así preparadita para que te penetre sin más, verdad perrita?

-         Mmm Beto, me encanta andar por la calle y sentir el viento ahí abajo, entre las piernas, me calienta también cuando se me levanta la pollera y la gente se da cuenta que no llevo nada puesto, soy así, ya me irás conociendo más.

-         Quieres que te de una ricos besitos en tu cachuchita, ya que la tienes expuesta?

-         Lo que quieras, hoy vine a que me hagas lo que tu quieras.

Beto me abrió bien las piernas y me chupó la concha con una pasión tal que me arrancó un orgasmo en forma instantánea y mis gemidos no pude contener, por lo que todos los presentes habrán escuchado seguramente. Cuando cesaron mis jadeos, continuó la mamada, pero la sentía distinta, ahora era más suave, tierna, abrí aún más mis piernas, para gozar mejor la chupada que me estaban dando. Beto me alcanzó su verga hasta mi cara para que se la chupe, cosa que hice con mucho gusto, yo lo tomaba desde su cola y lo empujaba para que me la clavara hasta la garganta, él estaba parado a mi lado, yo lo apretaba muy fuerte, pero …  si él estaba parado a mi lado, quien me estaba chupando tan maravillosamente mi concha, que me producía esas descargas eléctricas y no me permitía abrir los ojos?

Alargué mi brazo derecho para tocar la cabeza de la persona que tenía entre mis piernas y descubrí un cabello lacio y suave. Era Berenice, con lo cual mi fantasía bisexual estaba cumplida, me estaba chupando la concha una mujer, ahora entendía la diferencia entre la lamida de un hombre y la de una mujer. De solo pensar que la rubia Berenice me la estaba chupando, me vino un segundo orgasmo que descargué en su boca y que ella tragó hasta la última gota. Beto en cambio no alcanzaba a terminar y mis maxilares ya se acalambraban, yo necesitaba verga, la quería tener adentro, pero no quería interrumpir nada, ni la mamada de Berenice, ni la chupada que yo le hacía a Beto.

-         Glup que bueno, me muero de calentura, glup ya acabé dos veces, glup glup splash ay que bueno, que rico glup glup.

-         Ya te acabo perra, quiero verte como devuelves gentilezas, entiendes?

-         Glup si Beto, lo que tu digas, glup.

-         Ahí va, ahí, toma mi leche, no quiero que salga nada de tu boca, ah ahhhh ahhhhh que rico, traga puta, traga mi leche, ahhhh.

-         Si amor, ya glup me trago todita, glup – como siempre, me apretó mi cabeza desde atrás, mandando la primer andanada de leche directo a mi estómago, permitiéndome degustar lo que fue acabando después.

Beto se sentó a mi lado, me hizo colocar a su derecha y casi me desmayo cuando descubrí que la persona que tenía entre mis piernas mamándome la cachucha era Marcela, mi propia hermana. La muy hija de puta, me la había chupado como nadie lo había hecho en mi vida. Claro, era la primer mamada que me hacía una mujer, esa era una diferencia notable, pero además que maestría, esa lengua pasó por todas mis partes mas calientes, sabiendo extraer de mi lo máximo de mi calentura y un orgasmo espectacular.

La abracé junto a mi, a mi izquierda estaba Beto y a mi derecha Marcela. Me di vuelta para mirarla y me metió un beso de lengua tan intenso, que me permitió saborear el aroma de mis propios jugos vaginales, toda ella olía a eso. Me sorprendió y me quedé paralizada en un principio, pero después reaccioné y entrelacé mi lengua con la suya, nos lamimos mutuamente nuestras caras, hasta que terminé separándome de Beto para arrojarme sobre Marcela, tomándole las tetas, que se las saqué afuera para chuparlas y morderle los pezones. Ella reaccionó poniendo sus piernas alrededor de mi cintura, apretándome contra su cuerpo.

Esta posición la aprovechó Beto, que excitado como estaba de vernos a nosotras dos, las hermanitas escandalosas, se lanzó sobre mi cuerpo (que estaba sobre el de Marcela), para chupar mi culito y pujar con su verga para entrar en él.

-         Ey espera, no quieres por adelante, amor – le dije tratando de proteger mi culito.

-         No mamita, te voy a hacer el orto, mientras tu te franeleas con tu hermanita.

-         Bueno, pero despacito, que duele, ay, ay, suave amor, me duele.

-         Aguanta perrita, te entra la cabeza y después me pides más, eso seguro.

-         Si, amor, métemela despacito, me gusta, pero ay, me duele, ay si quiero tu pija.

-         Ya lo sé, eres muy perrita tú.

Marcela me besaba y me acariciaba como dándome ánimo para que pudiera resistir la verga que me penetraba, en realidad yo estaba en la gloria y esperaba ser liberada por Beto, solo para darle a Marcela una mamada que sería la que me iniciaría en la bisexualidad activa.

A todo esto, a Alejandra la había llevado Pepe, a la esquina opuesta del ambiente en donde estábamos nosotros, a quien lo seguían Fabricio, Damián y Berenice. Se ubicaron sobre el piso, que estaba cubierto por una gruesa alfombra, con gran cantidad de almohadones sobre ella, que daban la sensación de estar en una gran cama. Una vez acomodados, Pepe comenzó a quitarse la ropa, diciéndole a Alejandra que hiciera lo mismo, que ansiaba disfrutar de sus mimos y caricias, como la vez anterior. Alejandra, desconfiaba por la cercanía de las otras personas, pero Pepe la convenció rotundamente.

  • A que has venido Ale? – mientras le hablaba, le exhibía la erección de su miembro – o te vas a perder esto? – tomándose la verga con ambas manos.

  • Si-si, tienes razón – decía temblorosa Alejandra, que tenía ganas, pero mucha vergüenza, por las proporciones de su cuerpo – ya me quito la ropa, quieres que me la quite toda o un poquito solamente?

-   Ponte en bolas de una vez, que vine acá para coger contigo y no a conversar, deja ya tu timidez, todos acá van a hacer lo mismo, quieres?

  • Conmigo? No, yo no quiero con todos, contigo quiero Pepe.

-   Bueno, vamos de una vez, quítate todo, mira como estoy de caliente por ti, quiero tu cuerpito ahora.

-   Si Pepe, yo haré lo que tu me pidas, bueno casi todo . . .

Pepe no esperó a que Alejandra se desvistiese totalmente, se le tiró encima y a caballito de sus grandes tetas, le ofreció su verga para que chupara. Alejandra sin objeciones abrió la boca y dejó entrar esa gran verga, acariciando con sus manos el cuerpo de Pepe. De repente sintió que alguien le quitaba la ropa que aún llevaba puesta y eso la alteró, sin embargo una voz femenina, la de Berenice, le dijo que estuviera calma y que gozara con su hombre, que era ella quien la estaba terminando de desnudarla.

-         Todos vamos a estar sin ropa, para disfrutar mejor la velada – le dijo, mientras le sacaba la ropa y se quitaba ella misma alguna prenda.

-         Ustedes dos también, quítense la ropa o no van a hacer nada – les dijo Pepe al par de muchachos que miraban a Alejandra, su cuerpo desnudo y gordo y la mamada que estaba haciéndole.

-         Si Pepe, ya me saco todo – dijo Fabricio – tu también – le dijo a Damián, que se tocaba por encima del pantalón, totalmente excitado.

Pepe se acostó de costado sobre los almohadones, obligando a Alejandra a hacer lo mismo, aprovechando esta situación, Fabricio se acomodó por detrás de Alejandra, comenzó besando los hombros y cuello de la muchacha, hasta hacerla sobresaltar, incluso tuvo la reacción de querer sacarse al muchacho de atrás suyo, que Pepe impidió, tomándole la cabeza y apretándola contra su vientre, de forma que le clavaba la verga hasta la garganta, dificultando la respiración, lo que le provocaba arcadas. Con esta situación, Alejandra dejó de pensar en el intruso que tenía a sus espaldas, para concentrarse en Pepe.

-         Quieres quedarte quieta, carajo, deja al muchacho que solo quiere acariciar tu cuerpo – le dijo Pepe medio enojado – sigue chupando y relájate, que hoy vas a disfrutar como nunca, me entiendes?

-         Si-si glup glup Pepe, hago lo que me mandes – contestó temerosa, pero muy caliente.

-         Sigue tu, muchacho – le dijo Pepe a Fabricio.

Fabricio, todo lo que tenía de baja estatura - era apenas más alto que un enano, de altura muy inferior al común de la gente - lo tenía de dotación. Su verga era comparable con la de un caballo. Su fama hizo que conociese montones de mujeres, que querían probar semejante dotación, la mayoría de las cuales le pagaban suculentas propinas por estar con él. A su vez, tenía un torrente sanguíneo que era fuera de lo común y que le permitía a su gran verga, endurecer como una roca.

Alejandra pudo apreciar ese tamaño de verga cuando Fabricio, venciendo su timidez se la fue aproximando y colocándosela entre las piernas. La muchacha, cuando sintió el monstruo que tenía entre sus gordas piernas, bajó una de sus manos para tocar si lo que sentía era una realidad o tal vez un consolador gigante, pero no lo era, mediante su tacto se convenció de que lo que le estaban apoyando era la verga de un caballo.

-         Deja ya de distraerte y concéntrate en mamarme la verga, olvídate del muchacho que no hace nada malo – le dijo Pepe, ya bastante enojado.

-         Si Pepe, pero la tiene muy grande, que la deje ahí entre las piernas, no quiero que me haga nada.

Berenice, observando la situación se acercó a Fabricio con un pomo de lubricante, para esparcir por todo el tronco y cabeza de la verga y junto con el muchacho, separaron las nalgas de Alejandra y echaron sobre el orto por fuera y algo por dentro, con uno, dos y tres dedos.

-         Nooo, dejenme, por favor, no quiero hacer nada – Alejandra entró en pánico, era lo que faltaba para animar la noche – Andreaaa, por favor ven, me quiero ir.

-         Te callas o empiezo con el cinto a azotarte, ponte la verga en la boca de nuevo y chupa.

Yo quise intervenir, pero Beto me lo impidió, Marcela me miró, lo miró a Beto y éste le dijo que si quería ver una gran verga, que fuera, pero que no se metiera a defender a Alejandra.

-         Ok Beto, voy a ver que hacen, supongo que querrán cogerse a la gorda – no podía comprender yo la respuesta de mi hermana, la veía con una carga de sadismo increíble – no sabía que se hacía la estrecha, a que vino?

-         Ve chiquita, que cuando termine con tu hermana te voy a agarrar a vos.

-         Podrás conmigo Beto? – me mataba la desfachatez de mi hermana.

-         Esa hermana tuya tiene tu misma sangre, verdad puta?

-         Es de familia, Beto, ya dame lo que tienes que darme, concéntrate en lo que estás haciendo conmigo, amor, que quiero que acabes.

-         Si, toma perra, toma, mmm que buen culo que tienes, toma perra.

Beto siguió pujando hasta acabar dentro de mi culo, inundándome con su leche que luego fue saliendo lenta e ininterrumpidamente de mi culito, mojando el sillón y mis piernas, a punto tal que tuve que ir al baño a sacarme todo lo que me había inyectado. Luego volví junto a él, nos quedamos disfrutando la copa que teníamos servida y observando como se desarrollaba la noche y lo que hacían las personas que nos acompañaban.

A Alejandra la tenía tomada Pepe desde la cabeza con la verga hasta la garganta, desde atrás la tenía casi inmovilizada Fabricio, con la verga entre las piernas, Berenice la abría la nalga que no tenía apoyada en el piso, para que el muchacho pudiera clavarla, pero la gorda se movía y hacía imposible la penetración. Más atrás estaba Damián que se masturbaba y Marcela que miraba absorta la terrible verga de Fabricio.

Alejandra no paraba de moverse, impidiendo la penetración anal, Fabricio tiraba pijazos hacia el culo de la gorda, algunos de los cuales daban en el blanco, incluso traspasando en muy poco el dilatado y lubricado ano de Alejandra, pero la verga volvía a salirse por los movimientos de la muchacha. Para poner punto final a la situación, Pepe, le sacó la pija de la boca a Alejandra y le pegó dos cachetazos de derecho y  revés, que le sacudieron la cabeza y sus pensamientos también. La puso boca abajo, colocándole un almohadón sobre su abultado vientre, separándole las piernas para que Fabricio pudiera penetrarla y se acostó al lado de Alejandra, que lloraba desconsoladamente, volviendo a amenazarla con azotarla si no se dejaba penetrar.

-         A que has venido acá, me quieres decir, pedazo de perra?

-         Yo quería estar solo contigo Pepe – le respondió llorando Alejandra.

-         Vas a estar conmigo y con todos los demás, después de eso te voy a dejar que te vayas, pero antes vas a coger con todos los que yo te diga, has entendido gorda puta?

-         Si, Pepe, pero ese muchacho me va a matar, la tiene muy grande.

-         Aguanta, lo que te ponga, otras mujeres lo disfrutaron mucho, aprovecha y goza.

Fabricio se echó sobre Alejandra y ayudado por Berenice de un lado y Pepe del otro,  abrieron las nalgas y regaron con más lubricante, de forma que con solo apoyar el glande, suave pero firmemente, pudo penetrar el ano y a cada grito de la muchacha, Fabricio le respondía con un pijazo que le clavaba más y más la verga, hasta que hubo entrado toda. Pepe tenía tomados los brazos de Alejandra, para que no se resistiera y así se mantuvo hasta que la penetración fue total.

-         Nooo, por favor, sáquenmela, me van a matar, noooo ayyy no puedo resistir, ayyyy, no, Andrea ayúdame, me están matando, nooooo – Alejandra lloró pidiendo ayuda y gritando como una loca y con esto incentivó a Fabricio que terminó penetrándola cada vez más violentamente.

-         Que buen orto que tiene la gorda Pepe, le entró toda, me gusta la gorda – Fabricio disfrutaba el culo de Alejandra, lo que le agradecía a su amigo.

Marcela estaba observando la escena con ojos muy abiertos, no había visto jamás un miembro semejante, Berenice que estaba a su lado, la tomó de la cintura y poco a poco la fue separando del grupo para besarla, desnudarla y proponerle un sesenta y nueve, que hizo que a Damián no le dieran las manos para pajearse mirando a su amigo Fabricio montándose a Alejandra o a Berenice que estaba con Marcela.

Beto me llevó hasta donde Fabricio tenía clavada a Alejandra y llegamos en el momento que el muchacho acababa dentro del culo de la gorda. Pepe, en ese momento soltó los brazos que tenía aprisionado, en tanto que Alejandra ya no se movía, esperaba quieta que le sacaran el miembro de su culo, cosa que hizo al rato Fabricio, para ofrecérselo para una buena limpieza final.

-         Anda, si no lo quieres chupar, dale una lamida aunque sea, no seas mala, no me niegues ese placer – Fabricio imploraba una mamada, que Alejandra no quería dar.

-         Yo te la limpio, quieres? – no pude resistirme al ver semejante verga – no te enojas verdad Beto?

-         No, a eso te traje, a que disfrutaras, anda chúpasela un poco.

Le tomé la verga a Fabricio y me pareció increíble, la tenía tomada con mis dos manos, era algo fuera de lo común. Olí el aroma a culo y me dije: “es el culo de mi amiga” y abrí grande la boca y conseguí tragarme la cabeza. El resto de la verga la lamí, hasta dejarla limpia y reluciente. Cuando sentí que se le ponía dura, me esmeré con la lamida, le dije a Fabricio que se acostara boca arriba y me subí arriba de él, para ver si me entraba, la quería tener adentro, quería sentir por mi concha lo que Alejandra sintió en su culo.

Tuve que volver a lubricarle la verga a Fabricio y poner abundante crema en mis partes, para poder soportar semejante miembro. Me fui acomodando encima de Fabricio, su verga me apuntaba y de a poco, dejé caer mi cuerpo sobre ella. Sentí el calor, la tibieza de la cabeza, se deslizó hacia mi interior, me daba cuenta que estaba totalmente exigida, me dejé caer más y más me penetró la verga de caballo que tenía Fabricio, hasta que sentí que tocaba mi útero, había llegado al fin de mi cueva y no había entrado toda, apenas un poco más de la mitad, ahora me explicaba por que lloraba Alejandra, que se había tragado toda esa verga en su culo. Ella seguía acurrucada en un rincón, seguía llorando, ahora consolada por Berenice y Marcela.

Creí ver, mientras seguía comiéndome semejante verga, que Berenice y Marcela, más que consolando a Alejandra, la estaban asediando, las dos la besaban y acariciaban y Alejandra no hacía nada por sacárselas de encima. Me impresionó cuando vi con mis propios ojos, como Alejandra le chupaba las tetas a Marcela y Berenice a Alejandra, se habían enredado entre las tres y me dio ganas de salirme de arriba de esa pija, para ir a disfrutar con ellas. Sospeché que se me había despertado mi parte bisexual, sentía a esa parte queriendo aflorar de mi interior con muchos deseos.

Pero mientras tanto seguía clavada por Fabricio, mi Dios, que herramienta que tenía este tipo. Le propuse cambiar de posición, tenía miedo de que pudiera lastimarme.

-         Déjame acostarme, hagámoslo los dos juntos, sin que se salga, quieres?

-         Vamos, ponte de lado, que te doy bomba desde atrás – me contestó y le hice caso.

-         Dame leche amor, quiero tu lechita, a ver que tienes para darme, vamos, mmm...

-         Toma puta, toma mmm ahhh, no quieres que después te haga el orto como se lo hice a la gorda? Mmm

-         Primero por adelante, vamos chiquito, la quiero ahora mmm

-         Ahhh bueno, que lindo, me voy, toma perra, ahhh que rico – mientras Fabricio me acababa me retorcía los pezones, provocándome mayor calentura de la que ya tenía. Yo quería apurar a Fabricio, que terminara de una vez, para irme con Marcela, Alejandra y Berenice.

-         Ay que bueno que me terminas Fabri, se te siente muy rica la verga que tienes, dame amor, dame todo lo que tengas – trataba de exprimirlo y dejarlo sin ganas, pero lograba el efecto contrario.

-         Espera, no te vayas, que quiero darte más, espera puta, no me dejes – Fabricio se desesperaba por que yo me estaba separando de él. Mi intención era ir a revolcarme con las chicas, pero el pijudo se aferraba a mi cuerpo y no me dejaba partir. Tuve que pedirle a Beto que lo calmara al bajito.

-         Beto, por favor dile a tu amigo que me deje, ya le di lo que me pidió, si?

-         Ey chico, déjala en paz, no arruines la fiesta. Vamos a ver para donde se dirige la perra, quieres? Anda y prepara dos tragos y tráemelos.

-         Está bien Beto, si tú lo dices – Fabricio en seguida entró en razones y me dejó ir y yo me fui con las chicas.

Este relato continúa.

Marcela ( marce459@live.com.ar )