Andrea sería mía (Introducción)

Esto NO ES UN RELATO sexualmente explícito, pero debe ser leído si quieren comprenderse el resto de partes...

Antes de nada, debo aclarar que esto no es un relato sexualmente explícito. Aunque es largo, es la introducción a todos los capítulos que seguirán, pero creo que es importante leerlo para dar sentido al resto de la historia

ANDREA SERÍA MÍA

Sergio

Capítulo 1: Estrategia

Nunca olvidaré aquella maravillosa experiencia

Todo sucedió en el colegio, al que yo acudía desde pequeño. Era privado, y es por eso que estudié allí todos los años de mi vida, no hacía falta cambiar a instituto, se impartía docencia desde preescolar hasta los dieciocho. El nivel de estudios era bastante alto. De hecho, muchos alumnos nuevos necesitaban ayuda de profesores particulares. Y por eso fue por lo que la conocí.

La vi varias veces antes de que el director me llamase a su despacho. Era una chica de mi curso, el último, aunque de otro grupo. Yo le calculaba unos diecisiete años, por pura lógica, aunque poco después supe que ya había cumplido los dieciocho. Era morenita de piel, de estatura media, pelo negro y grandes ojos azules, unas tetas de dimensiones considerables y, como correspondía a la mayoría de las tías de aquel colegio, tan creída que pensaba que cualquier chico iba a caer a sus pies. Y es cierto que muchos babeaban a su alrededor y ella, como tantas otras, les rechazaba o incluso ridiculizaba. Uno de mis mejores amigos fue, en efecto, objeto de sus burlas.

Creo que fue entonces cuando decidí ir a por ella. Era el reto del año.

La veía en los recreos, con sus aires de suficiencia, la falda del uniforme remangada de tal manera que le tapaba el culo a duras penas, la camisa blanca metida a presión aplastando sus tetazas y sólo abrochados tres botones. Las tetas saliendo ligeramente por arriba, y un precioso ombligo con un piercing en forma de corazón azul, por abajo, contrastando con su piel morena.

Lunes de septiembre, diez de la mañana, el director me llama a su despacho. Lo primero que pensé fue: "Algo he hecho, la he tenido que cagar". Pero, cuál sería mi sorpresa cuando entré y vi a la famosa chica.

  • ¿Quería usted verme? – pregunté.

  • Sí… te presento a Andrea, es nueva, no está en tu clase, ¿verdad?

  • No. Encantado – dije, adoptando pose de duro. Era cierto que estaba encantado, y más lo estaría cuando consiguiera mi objetivo

Ella me miró con desdén y se limitó a inclinar la cabeza. Cuanto peor me caía más la deseaba

  • A Andrea no le va demasiado bien en matemáticas, su padrastro le puso un profesor pero no sirvió de mucho y me ha pedido ayuda a mí. Y como tú eres buen alumno y conoces la docencia del centro, pensaba en si te gustaría echar una mano. Ni que decir tiene que su padrastro te pagará.

Sin siquiera mirarla a ella, contesté:

  • Claro, no me importa.

  • Está bien, ¿os ponéis de acuerdo entre vosotros para el horario y el lugar?

  • Sí, no se preocupe.

Salí de allí intentando aparentar indiferencia. Sabía cómo era, que lo que quería era llamar la atención de la mayoría de tíos, y yo no pensaba ponérselo fácil. Salió andando detrás de mí y, cuando salimos a la calle, dijo:

  • Bueno, ¿qué?

La miré con desprecio.

  • ¿Qué de qué? No te creerás que me hace ilusión dar clases a una niñata

  • Probablemente menos me hace a mí recibirlas. Mi padrastro nunca está en casa por las tardes, ¿te doy mi dirección?

  • Obviamente, ¿o esperas que lo adivine?

La escribió en un papel y me lo tendió:

  • ¿Cuándo vienes?

  • Esta semana paso, déjame descansar un poco, dar clases es un coñazo.

Se acercó a mí con una sonrisilla, en plan calentón, y dijo:

  • Igual podemos hacer algo para entretenernos.

La detuve con la mano, con un gesto casi de asco.

  • Mira guapa, el día que las matemáticas me diviertan será un chollo, hasta entonces nos jodemos los dos. El lunes que viene voy a tu casa a las siete, a ver si aprendes rápido y terminamos con esta mierda.

Me fui, dejándola plantada en pleno patio. A partir de entonces y hasta el lunes siguiente, su interés en mí aumentó tanto como mis intentos por ignorarla. Se topaba "accidentalmente" conmigo, me rozaba, me echaba miraditas… Y cada día crecía su frustración ante mi comportamiento pasivo.

El viernes por la noche estaba por ahí tomando algo con mis colegas cuando me llegó un mensaje al móvil:

"Hola guapo, soy Andrea, ¿el lunes en mi casa a las 7 entonces? Me han dado tu móvil espero que no te importe. Algo se nos ocurrirá para divertirnos durante la clase si tú quieres… un besito donde más te apetezca"

Nada más leerlo mi polla se contrajo. Cuanto más pasaba de ella, más calentona era… ¿Cuánto tiempo podría seguir ignorando sus tentativas? Pero quería vengarme, por todos los tíos a los que había humillado, y sobre todo quería hacerla mía, y para lograr eso no podía flaquear.

Le enseñé el mensaje a mi amigo Raúl, quien había sido objeto de sus humillaciones.

  • ¡Qué cabronazo! Bueno, aprovéchalo

  • De eso nada… Se lo va a tener que currar – contesté, dando un sorbo a mi copa.

  • Si te la quieres tirar tendrás que aprovechar, porque si no igual se cansa.

  • Este tipo de personas no se cansa, al revés, lo ve como un reto… Además, ¿a ti no te molaba?

  • Sí, pero sé compartir –dijo, riéndose – tíratela tú que puedes, capullo. Además yo ya paso, le cruzaría la cara por lo mal que me lo hizo pasar, eso sí.

  • ¿Qué pasas? Venga ya tío… Si apareciera por la puerta te la follabas.

  • Bueno, vale… pero conmigo no quiere nada.

  • Yo creo que sí, pero que hay que meterle caña… tú déjame a mí.

Pasé el fin de semana pensando en nuestra futura clase, y en cómo conseguiría seguir haciéndome el duro. No sabía si lo lograría, puesto que cada vez que pensaba en ella insinuándose mi polla se levantaba como si la accionasen con un resorte.

No contesté al mensaje. El domingo por la tarde recibí otro:

"¿Estás ahí? No puedo dejar de pensar en ti, y no precisamente porque me apetezca estudiar…"

Seguí sin contestar. De no haber sido ella (o cualquier otra de las niñatas pijas del colegio) habría pensado que era un tonteo inocente, pero Andrea… lo que quería era calentarme. Y yo, ponerla nerviosa.

Después de cenar me llegó un último mensaje.

"Te he mandado una fotito a tu correo, hecha especialmente para ti, dime qué te parece. Buenas noches".

Ni que decir tiene que me lancé al ordenador. Efectivamente, recién enviado, ahí estaba su e-mail, el primero de todos.

"Hola guapísimo, aquí te mando una foto hecha con la webcam mientras pensaba en ti, a ver si así te animas a enseñarme más cositas aparte de las mates y hacemos las clases entretenidas. Besitos donde más te gusten, no te cortes…"

Nada más ver la foto mi polla volvió a contraerse. Estaba en sujetador negro, de encaje transparente, a cuatro patas, lamiéndose el labio superior, con dos coletas y el flequillo por la cara. Con los brazos, apoyados en el suelo, aprisionaba las tetas, que se salían del sujetador. Me hice una paja histórica, guardé la foto a buen recaudo y me fui a dormir.

Capítulo 2: Calentándome

El lunes no fui a clase porque tenía cita con el médico. La incertidumbre de Andrea aumentaba y me hacía llamadas perdidas que yo continuaba ignorando.

A las siete en punto llamé al timbre de su casa. Me abrió un hombre, su padrastro, muy amable. Pasé al salón, donde ya estaba ella esperando, sentada a la mesa, con los libros. Al verme se pasó la lengua por los labios. Tuve que respirar hondo varias veces cuando vi la camiseta de tirantes tan apretada que llevaba, y la ausencia de sujetador, que marcaba sus pezones, duros, en todo su esplendor.

Su padrastro y yo charlamos un rato sobre tonterías, y sobre cuánto me pagaría y cuándo podía ir a dar las clases. Al final, me dijo que se tenía que ir y nos dejó solos.

  • Hola guapo, pensaba que no ibas a venir – dijo, acercándose a darme dos besos, a los que yo correspondí muy superficialmente.

La falda negra que llevaba apenas le tapaba el culo. Intenté no mirar, concentrándome en otra cosa, repitiéndome a mí mismo que debía ser frío.

  • No es lo que más me apetece, pero me he comprometido. Venga, abre el libro.

Me senté enfrente de ella e hizo un puchero.

  • Ay, no te vayas tan lejos, ¿por qué no te sientas a mi lado? ¿Es que te doy miedo?

  • Se trata de que te de clases, ¿no? Pues si estoy enfrente me verás mejor, hasta tú deberías saber eso.

  • Bueno, ponte donde quieras, pero antes dime una cosa… ¿Qué te pareció mi foto?

La miré fijamente y arqueé las cejas, intentando parecer indiferente.

  • No creo que quieras que te responda a eso.

  • ¿No te gustó? – preguntó, haciéndose la ofendida. No se creía que no me hubiera gustado. A cualquier tío le habría encantado, en realidad.

  • Las tías como tú tienen un nombre, y no creo que te apetezca escucharlo.

Creo que en aquel momento se enfadó de verdad.

  • ¿Qué pasa, que eres gay? Porque si no, no lo entiendo.

Di un golpe en la mesa que no se esperaba y se sobresaltó.

  • ¡¡Si hay algo que odio en este mundo son las calientapollas, así que antes de que me harte de tus juegos de puta cursi abre el jodido libro!!

Me miró con los ojos muy abiertos. Después del susto inicial, abrió el libro con un suspiro y se pasó la lengua por los labios, apoyando las tetas en la mesa. Apreté mi polla para intentar por todos los medios evitar el calentón. Parecía que no iba a rendirse. Menos mal, porque una vez empezado el jueguecito no pensaba perder la oportunidad de echarle un buen polvo

..

Sus juegos fueron mucho más allá. Me seguía mandando mensajes masivos y yo rara vez le contestaba, a no ser que tuviese algo que ver con las clases, a lo cual respondía con algún escueto "Ok" o "Esta tarde voy". Intentaba seducirme y yo esquivaba esos momentos de la mejor forma que podía.

En plena clase de filosofía recibí un mensaje:

"Qué calor hace, voy a tener que tomar medidas... Por si te apetece colaborar estaré en el vestuario masculino dentro de media hora".

Por supuesto no aparecí y no contesté. Pero en clase de Literatura, un par de horas después, apareció Raúl, con los ojos brillantes, y se sentó a mi lado.

  • Tío, tío, que hemos follado.

Le miré, estupefacto.

  • ¿Cómo?

  • Andrea, que me ha mandado un mensaje hace una hora pidiéndome que por favor fuese al vestuario de los tíos… en serio que pensaba hacerme el duro pero es que ha empezado a sobarme y a disculparse y , tío… me ha puesto cachondo perdido… ¿A ti te importa?

¿Qué si me importaba? Lo que me daban era ganas de decirle cuatro cosas a ella… Pero no. No iba a conseguirlo.

  • ¿Importarme? Tío, enhorabuena, te habrás quedado a gusto

  • Me hubiera gustado humillarla como ella a mí, pero bueno… podría hacerlo, en realidad, pasando la foto por ahí, porque

  • ¿Qué foto? – le interrumpí.

Sacó el móvil del bolsillo y me lo dio.

  • Le he dicho que había sido una zorra por tratarme así y que no se merecía que me la follara, y la tía guarra va y me dice que si quiero hacerle una foto y enseñársela a mis amigos para que me creyeran cuando lo contara y que se la pudieran follar a gusto… Y que le pone cachonda pensar en otros compañeros viendo la foto y pajeándose con ella… Por cierto, me ha dicho que no quieres nada con ella, ¿no jodas que es verdad?

La verdad es que apenas le oía hablar. Tenía el teléfono en la mano, con la foto de Andrea arrodillada delante del váter con la cara y el pelo pringados de semen de mi amigo.

  • Claro que quiero, pero lo que quiero es tenerla dominada, ¿entiendes?

  • No mucho.

  • Si es como creo que es, en el momento en que yo baje la guardia, hará todo lo que yo quiera y más.

  • ¡Qué hijo de puta! – exclamó Raúl, riéndose – quién fuera tú, cabrón. Creo que ha follado conmigo para darte celos, pero sinceramente me la suda, no creo que tenga otra oportunidad y la he disfrutado bien.

  • Si consigo follármela según lo previsto, si quieres tendrás más oportunidades. Tú y todos los tíos a los que ha despreciado.

  • ¿Estás de coña? Claro que quiero.

  • Genial, así disfrutaremos más todos. Oye, he pasado la foto a mi móvil, ¿te importa?

  • No, claro que no.

  • Bien, es que es parte del plan. Ahí va mi primer mensaje a Andrea

Adjunté la foto como mensaje multimedia y escribí:

"Seguro que a tu padrastro le gustará saber por qué la zorra de su hijastra no pega un palo al agua en clase…".

Capítulo 3: Mía

La clase estaba a punto de terminar. Cuando el timbre sonó, Andrea estaba en la puerta y me sacó de un empujón.

  • ¡Ni se te ocurra! – susurró, furiosa.

  • Eh, cálmate, putita.

  • ¡Y no me insultes! ¿Quién coño te crees que eres?

  • Yo no te he insultado, sólo he expresado mi opinión en voz alta, ¿cómo llamarías tú a esto? – pregunté, enseñándole la foto de mi móvil, a tamaño completo.

  • Vale que me guste follar con vosotros, pero no se te ocurra a decir nada fuera de aquí, o

  • ¿O qué, puta estúpida? – murmuré, agarrándola del brazo – no puedes hacer nada, si quiero pasar de ti voy a pasar y si algún día me decido a follarte lo voy a hacer, aunque eso sería un favor para ti.

  • Por favor – ya casi me daba pena – haré lo que quieras, nos lo podemos pasar muy bien los dos, pero no metas a mi padrastro en esto, me mataría

"La tengo donde quería" pensé, triunfante "ahora ha llegado el momento de humillarla… hacerla sufrir un poco más, y después… vendrá lo mejor".

Salimos a la calle, detrás del edificio, y nos sentamos en un banco. Pasaba algún estudiante de vez en cuando, pero era un sitio bastante solitario.

  • Quieta y callada, no acabes con mi paciencia – advertí, nada más sentarse – pon las manos a la espalda.

Por primera vez en todos aquellos días palpé sus tetas. Abrí la camisa y, aunque miraba apurada a uno y otro lado, no dijo nada. Las agarré, las apreté, las dejé caer, las sopesé, las estrujé, sin decir nada. Con lo creída que era, aquello la desquiciaba.

  • Psa, supongo que no estás mal. Pero claro, tendrás que recompensarme de alguna manera… Tienes que tener en cuenta, Andrea, que follar en el cole está muy mal… No puedo permitir que tu padrastro esté pagando este dineral para que no estudies

  • ¡Por favor! – suplicó – pero si llevo intentando follar contigo desde que te conocí, ¿¡qué más quieres!? – parecía desesperada.

  • Es que no me gustan mucho las tías facilonas. Además, en el hipotético caso de hacerlo, no follarías conmigo, yo te follaría a ti. ¿Entiendes?

Me miró apretando los dientes, casi con odio.

  • ¿Además de zorra y tonta eres sorda? Te he preguntado si lo entiendes, igual que entiendes que enseñar tu carita pringada de leche a tu padrastro te podría hacer la vida un poco incómoda.

Bajó la cabeza, avergonzada.

  • Sí.

  • ¿Perdón? No te oigo.

  • Sí, lo entiendo.

  • ¿Qué es lo que entiendes?

  • Que… me folles tú cuando quieras.

  • Yo no he dicho que vaya a follarte. Aunque vas a ser mi puta a cambio de mi silencio y, si me complaces, tal vez algún día te folle.

  • ¿Te importaría dejar de insultarme, o sería mucho pedir? – dijo, haciendo otra vez uso de su orgullo.

  • No te he insultado. No me sorprendería que al buscar "puta" en el diccionario apareciera tu foto, de hecho podría enviarla yo sugiriéndolo... Además, si vas a ser mi puta vas a hacer lo que yo te diga, sin límites, y te voy a llamar como me salga de los cojones. ¿Qué, quieres ser mi puta o le voy mandando un e-mail a tu querido padrastro?

Me miró con odio.

  • Eres un cerdo.

Le di un sonoro bofetón que la pilló desprevenida y me miró, alucinada.

  • Te repetiré la pregunta. ¿Vas a ser mi zorra de modo que tengas que hacer o que yo te diga, cuando yo te diga y con quien yo te diga, o prefieres que le mande la foto a tu padrastro y, además, dejar para siempre de tener más que el contacto necesario conmigo?

Con la cabeza agachada, murmuró.

  • Sí.

  • Ay, zorra, me desesperas, ¿sí que?

  • Sí quiero ser tu… bueno.

  • Mi puta, sí, dilo. Quiero ser tu puta.

  • Quiero ser tu puta y que hagas lo que quieras conmigo.

Con un gesto brusco abrí sus piernas, aparté la tira del tanga e introduje dos dedos. Como era de esperar, tenía el coñito mojado.

  • Bien, veo que aprendes rápido, las putitas siempre deben estar mojadas, no sea que quieras usar a una y tengas que perder tiempo en lubricarla.

Saqué los dedos y me limpié en su cara, mientras continuaba en silencio. La agarré del brazo con fuerza hasta ponerla de pie.

  • Lárgate, puta, ya tendrás noticias mías.

  • Y, ¿la foto? – preguntó, ruborizada.

  • He dicho que te largues.

Capítulo 4: Órdenes

Le había dado pocas órdenes a Andrea, y tal vez era ese el motivo de su ansiedad y su cambio de actitud. Ya no intentaba ligar con nadie ni calentar a nadie. Lo único que tenía que hacer era limitarse a hacer su vida normal y esperar cualquier orden mía. Pero, como me gustaba prolongar su agonía y hacerla sufrir un poco, tardé siete días en dar señales.

Raúl no hacía más que preguntarme, sobre todo desde que le conté el episodio en que ella había accedido a ser mi puta. No entendía cómo todavía no sólo no me la había follado, sino que ni siquiera le dirigiera la palabra.

  • Para tenerla donde quiero – contestaba yo.

  • Pues yo sí sé dónde quiero tenerla, y es un poco más cerca y con algo menos de ropa.

Los dos nos reímos. Justo pasó Andrea por delante de nosotros con la cabeza agachada, y mi amigo se volvió a reír.

Nos habíamos agregado al Messenger, pero le había dicho que el día que quisiera hablar, yo le abriría conversación. El día anterior habíamos estado más de dos horas conectados a la vez y en ningún momento le dirigí la palabra.

Pero, aquella noche, cuando ya llevaba una media hora conectado, le abrí conversación:

  • Zorra – escribí.

  • ¡Hola! – contestó casi al instante.

  • Quiero verte ahora mismo, pon la webcam.

Dicho y hecho, me llegó la invitación y a los pocos segundos se estableció la conexión. Llevaba una camiseta de tirantes, muy parecida a la de la primera vez en su casa. Puesto que podíamos hablar por micrófono, dejé el teclado. Con una mano sujetaba el micro y con otra apretaba mi polla a través de los vaqueros.

  • Ponte de pie.

Por abajo, llevaba un minúsculo pantalón corto, negro, ajustado.

  • La ropa fuera.

Sin mediar palabra, se fue desnudando. Me dejaba alucinado lo metida que estaba en su papel. ¿Sería miedo por la foto? ¿Deseo? ¿Ambas cosas? El caso es que, después de estar días y días pasando de ella, incluso con una clase por medio en su casa en que me había limitado a los problemas matemáticos, me obedecía sin rechistar. Y eso, unido a la visión de sus tetas recién liberadas de la presión de la camiseta me tenían la polla a reventar.

  • No te sientes – dije enseguida – coloca la cam para que te enfoque bien en el suelo. Te quiero a cuatro patas como corresponde a las de tu calaña.

Se arrodilló frente al ordenador, colocó la cámara en algún sitio más bajo y se quedó a cuatro patas, perfectamente enfocada.

  • Tienes buenos melones – comenté – date la vuelta y ábrete el culo con las manos, quiero verlo – me enseñó su agujero, cerradito, entre dos pequeñas nalgas. No pude más y me saqué la polla – ¿te lo han follado ya?

  • No.

  • Lo remediaremos. ¿Qué tal mamas las pollas?

  • Bien, o eso creo.

  • Pues no creas tanto, comerse una polla es un arte, así que no seas tan sobrada, no le pega nada a una puta.

  • Perdón – dijo, sonrojándose ligeramente.

  • ¿Cuándo fue la última vez que te corriste?

  • Ayer por la noche.

  • Desde este momento eso está completamente prohibido, no habrá corrida si no te autorizo yo, ¿está claro?

  • Sí.

Me planteé correrme delante de ella, por falta de ganas no sería. Pero preferí seguir yendo despacio, y así aumentar sus ganas y su deseo.

  • Bueno, perrita, me voy, pero mañana ve una hora antes a clase. Te encontrarás una sorpresita en la puerta, sea lo que sea hazlo sin rechistar si no quieres que me enfade. Y ve sin bragas. Hasta mañana.

  • Perdón, pero… ¿me puedo correr?

Me hice el tonto.

  • ¿Mañana? Tal vez

  • N… no – se puso roja. Estaba preciosa así, sometida y sonrojada – no, ahora… es que estoy caliente.

Sonreí.

  • No lo dudo, pero será mejor que te reserves. Te aconsejo no desobedecerme, ten por seguro que me enteraré. Hasta mañana.

No sé si iba a protestar y tampoco me importaba. Estaba deseando que llegara la mañana siguiente… Pero creo que esa parte de la historia le corresponde contarla a ella.